JUANA MORO, "LA EMPAREDADA" (1785-1874)
JUANA GABRIELA MORO DÍAZ DE LÓPEZ Nace el 26 de
marzo de 1785 en Jujuy. Patriota de la guerra de la independencia, hija del
escribano, militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña
Faustina Rosa de Aguirre Pondal, dama distinguida, viuda de Francisco Sánchez
Taibo.
A los 15 años se identifica con el movimiento
revolucionario de Mayo.
Nacida en Jujuy, durante las guerras de
independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz de Peón, una red
de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia.
Doña Juana Gabriela comenzó a gozar de
prestigio por su atrayente personalidad. Su patriotismo y su audacia se
pusieron de relieve durante los prolegómenos de la batalla de Salta, cuando,
junto a otras damas se propusieron a conquistar a los oficiales realistas con
el propósito de debilitar al ejercito enemigo.
Doña Juana, mujer de singular belleza, se
adjudicó la tarea de seducir al marqués de Yavi, jefe de la caballería
española, quien junto con otros oficiales y compañeros accedieron a abandonar
las filas realistas el día previo a la batalla, para regresar al Perú y
trabajar por la causa de la revolución.
Pero no paro aquí su accionar patriótico, ya
que fue participe de otras acciones que la llevarían a erigirse en uno de los
enemigos principales de los españoles; sospechada de espía, jactóse de su
habilidad de no haber sido descubierta, por que nunca encontraron pruebas en su
contra.
No existen datos suficientes, pero este poder
de persuasión probablemente haya sido favorecido por la naturaleza democrática
y no inicialmente separatista respecto a España que algunos historiadores le
reconocen ahora al movimiento de Mayo, lo cual permite explicar que militares
españoles, de filiación ideológica liberal, alineados con la revolución
democrática española iniciada el 2 de mayo de 1808, se manifestasen a favor de
las revoluciones producidas en América entre 1809 y 1811.
Esto no resta mérito a Juana Moro y sus amigas,
sino que lo torna más verosímil.
Asimismo, explicaría la venganza que se toma el
virrey Pezuela contra ella en 1815, pues Pezuela era del bando absolutista y
luego sería desplazado por La Serna y otros oficiales liberales del ejército
español.
Efectivamente, después de las derrotas de
Vilcapugio y Ayohuma, Pezuela impone su dominio en el norte y la castiga
encerrándola en su casa –ventanas y puertas tapiadas- para que muera de hambre
y sed.
La familia colindante, dolida de su suerte,
aunque realista (como en las sociedades reducidas todo gira sobre vínculos de
parentesco y amistad), se compadeció de Juana Gabriela y horadando la pared
intermedia, favoreció por allí sus necesidades salvándola de morir de hambre y
de sed, quedándole desde entonces el mote de la emparedada.
Este cruel tormento, el del confinamiento por
encerramiento, es vulgarmente conocido como “tapiamiento”, “tapiar” o
“tapiada”.
Los castigos lejos de amedentrar a la patriota,
la llevaron a agudizar mas el ingenio, con mil recursos y mucha creatividad
Después de este episodio, Juana pasa a ser
conocida como “la emparedada de Salta”.
En el año 1814, después de invadir Jujuy y
Salta, el Jefe realista, Joaquín de la Pezuela, le informa al virrey del Perú:
«Los gauchos nos hacen casi con impunidad una
guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega otra no menos
perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y
proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de
las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir
las ocurrencias más diminutas de éste Ejército».
La comunicación, interceptada por los
patriotas, es un claro testimonio de la actuación de las mujeres. Una de las
que desvelaba al jefe realista era la jujeña Juana Moro de López, delicada dama
que humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y
movimientos del enemigo.
Anteriormente, en 1814, el gobernador Martínez
de Hoz había tomado represalias contra ella por sus tareas como espía de los
revolucionarios y había ordenado saquear su casa, llevándola detenida a Jujuy.
En una oportunidad fue apresada y obligada a
cargar pesadas cadenas, pero no delató a los patriotas. Sufrió el castigo más
grave
A pesar de estas persecuciones, Juana Moro no
amengua sus ímpetus. De colaboradora de Belgrano pasa a convertirse en
importantísimo apoyo de Güemes, corriendo graves peligros para acercarle
información, a veces, vestida con la usanza coya, otras veces, con traje de
soldado. Más tarde, presta servicios como espía al General Arenales.
En Salta y Jujuy era ampliamente conocida su
posición revolucionaria y cuando Arenales derrota a los españoles y recupera
Salta, el pueblo la pasea en triunfo por las calles de la capital de la
provincia.
Otras ocasiones, hubo así en esta época como;
luego en las invasiones siguientes en que, bajo el disfraz de gaucho joven e
inocente o bien de viajera inofensiva, pasaba a caballo desde Salta a Oran,
ciudad bien poblada y de fuertes recursos o a Jujuy su ciudad natal, ocupadas
por los españoles, llevando partes y trayendo nuevas; excursiones que las
realizaba también su amiga doña Loreto Sánchez de Peón de Frías.
También integró el grupo de damas salteñas
que
se dirigió al gobierno “lamentando la
postergación a que se relega al sexo femenino al no permitírseles jurar la
Constitución Nacional”
Mucho es lo que puede decirse de esta
jujeña-salteña, ejemplar, temeraria sin limites, la que a través de su accionar
deja traslucir una personalidad exquisita, cautivante por sus hazañas,
despertando la admiración de mujeres y hombres por igual.
Fue una de las mujeres que constituyeron una
temible red de espionaje vital para la guerra gaucha que libró el General Don
Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la Patria.
“Las mujeres salteñas de la independencia
hicieron un notable aporte a la causa patriota; Poco a poco con sus estrategias
fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente del resto los
valientes gauchos.”
La enseñanza escolar no se ha detenido en esta
figura legendaria, que apenas ha trascendido a través de alguna canción
folklórica.
Con respecto a su muerte, Cutolo señala que se
carece de información aunque parece haber alcanzado una edad avanzada pues
dicho investigador sostiene que existen pruebas de que aún vivía en 1874, es
decir cercana a los 90 años.
Fue emparedada a los 29 años, pero murió
centenaria.
Fuente: http://www.lagazeta.com.ar/
*Norberto Galasso – Los Malditos Vol. II Página
135 – Ediciones Madres Plaza de Mayo