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martes, 16 de octubre de 2018

JUANA MORO, "LA EMPAREDADA"


JUANA MORO, "LA EMPAREDADA" (1785-1874)



JUANA MORO, "LA EMPAREDADA"
JUANA GABRIELA MORO DÍAZ DE LÓPEZ Nace el 26 de marzo de 1785 en Jujuy. Patriota de la guerra de la independencia, hija del escribano, militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña Faustina Rosa de Aguirre Pondal, dama distinguida, viuda de Francisco Sánchez Taibo.

A los 15 años se identifica con el movimiento revolucionario de Mayo.

Nacida en Jujuy, durante las guerras de independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz de Peón, una red de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia.

Doña Juana Gabriela comenzó a gozar de prestigio por su atrayente personalidad. Su patriotismo y su audacia se pusieron de relieve durante los prolegómenos de la batalla de Salta, cuando, junto a otras damas se propusieron a conquistar a los oficiales realistas con el propósito de debilitar al ejercito enemigo.
Doña Juana, mujer de singular belleza, se adjudicó la tarea de seducir al marqués de Yavi, jefe de la caballería española, quien junto con otros oficiales y compañeros accedieron a abandonar las filas realistas el día previo a la batalla, para regresar al Perú y trabajar por la causa de la revolución.
Pero no paro aquí su accionar patriótico, ya que fue participe de otras acciones que la llevarían a erigirse en uno de los enemigos principales de los españoles; sospechada de espía, jactóse de su habilidad de no haber sido descubierta, por que nunca encontraron pruebas en su contra.

No existen datos suficientes, pero este poder de persuasión probablemente haya sido favorecido por la naturaleza democrática y no inicialmente separatista respecto a España que algunos historiadores le reconocen ahora al movimiento de Mayo, lo cual permite explicar que militares españoles, de filiación ideológica liberal, alineados con la revolución democrática española iniciada el 2 de mayo de 1808, se manifestasen a favor de las revoluciones producidas en América entre 1809 y 1811.
Esto no resta mérito a Juana Moro y sus amigas, sino que lo torna más verosímil.

Asimismo, explicaría la venganza que se toma el virrey Pezuela contra ella en 1815, pues Pezuela era del bando absolutista y luego sería desplazado por La Serna y otros oficiales liberales del ejército español.

Efectivamente, después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Pezuela impone su dominio en el norte y la castiga encerrándola en su casa –ventanas y puertas tapiadas- para que muera de hambre y sed.

La familia colindante, dolida de su suerte, aunque realista (como en las sociedades reducidas todo gira sobre vínculos de parentesco y amistad), se compadeció de Juana Gabriela y horadando la pared intermedia, favoreció por allí sus necesidades salvándola de morir de hambre y de sed, quedándole desde entonces el mote de la emparedada.

Este cruel tormento, el del confinamiento por encerramiento, es vulgarmente conocido como “tapiamiento”, “tapiar” o “tapiada”.
Los castigos lejos de amedentrar a la patriota, la llevaron a agudizar mas el ingenio, con mil recursos y mucha creatividad
Después de este episodio, Juana pasa a ser conocida como “la emparedada de Salta”.

En el año 1814, después de invadir Jujuy y Salta, el Jefe realista, Joaquín de la Pezuela, le informa al virrey del Perú:

«Los gauchos nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de éste Ejército». 

La comunicación, interceptada por los patriotas, es un claro testimonio de la actuación de las mujeres. Una de las que desvelaba al jefe realista era la jujeña Juana Moro de López, delicada dama que humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y movimientos del enemigo. 


Anteriormente, en 1814, el gobernador Martínez de Hoz había tomado represalias contra ella por sus tareas como espía de los revolucionarios y había ordenado saquear su casa, llevándola detenida a Jujuy.

En una oportunidad fue apresada y obligada a cargar pesadas cadenas, pero no delató a los patriotas. Sufrió el castigo más grave

A pesar de estas persecuciones, Juana Moro no amengua sus ímpetus. De colaboradora de Belgrano pasa a convertirse en importantísimo apoyo de Güemes, corriendo graves peligros para acercarle información, a veces, vestida con la usanza coya, otras veces, con traje de soldado. Más tarde, presta servicios como espía al General Arenales.

En Salta y Jujuy era ampliamente conocida su posición revolucionaria y cuando Arenales derrota a los españoles y recupera Salta, el pueblo la pasea en triunfo por las calles de la capital de la provincia.

Otras ocasiones, hubo así en esta época como; luego en las invasiones siguientes en que, bajo el disfraz de gaucho joven e inocente o bien de viajera inofensiva, pasaba a caballo desde Salta a Oran, ciudad bien poblada y de fuertes recursos o a Jujuy su ciudad natal, ocupadas por los españoles, llevando partes y trayendo nuevas; excursiones que las realizaba también su amiga doña Loreto Sánchez de Peón de Frías.

También integró el grupo de damas salteñas que 
se dirigió al gobierno “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no permitírseles jurar la Constitución Nacional”
Mucho es lo que puede decirse de esta jujeña-salteña, ejemplar, temeraria sin limites, la que a través de su accionar deja traslucir una personalidad exquisita, cautivante por sus hazañas, despertando la admiración de mujeres y hombres por igual.

Fue una de las mujeres que constituyeron una temible red de espionaje vital para la guerra gaucha que libró el General Don Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la Patria.

“Las mujeres salteñas de la independencia hicieron un notable aporte a la causa patriota; Poco a poco con sus estrategias fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente del resto los valientes gauchos.”


La enseñanza escolar no se ha detenido en esta figura legendaria, que apenas ha trascendido a través de alguna canción folklórica.

Con respecto a su muerte, Cutolo señala que se carece de información aunque parece haber alcanzado una edad avanzada pues dicho investigador sostiene que existen pruebas de que aún vivía en 1874, es decir cercana a los 90 años.

Fue emparedada a los 29 años, pero murió centenaria.

Fuente: http://www.lagazeta.com.ar/
*Norberto Galasso – Los Malditos Vol. II Página 135 – Ediciones Madres Plaza de Mayo


viernes, 13 de abril de 2018

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN


EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!

jueves, 5 de octubre de 2017

ARGENTINA TIENE LA ATÓMICA

ARGENTINA TIENE LA ATÓMICA


ARGENTINA TIENE LA ATÓMICA

Interesante artículo de Roberto Alsina que relata como durante el Gobierno del General Perón, Argentina se colocaba en la cúspide del mundo en materia atómica, e indicativo del ataque del imperialismo a su gobierno.-

Antes que nada, permítanme clarificar el título: es el que apareció en el vespertino La Razón de Buenos Aires, en letras muy grandes y negras, en el mes de marzo de 1951. Asimismo, otros periódicos también anunciaban con grandes titulares el dominio y control de la energía atómica por la Argentina, de acuerdo a las declaraciones ante periodistas del entonces Presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón.
En realidad, el comunicado del Presidente no hablaba de “la atómica” para nada, sólo decía que “El 16 de febrero de 1951, en la planta piloto de energía atómica en la isla Huemul, de San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares (por fusión) bajo condiciones de control en escala técnica”
Aún así, el anuncio era increíble. En ese entonces, sólo Estados Unidos e Inglaterra tenían la capacidad de fabricar bombas atómicas, y a pesar de las grandes cantidades de dinero y esfuerzos invertidos, ninguno de los dos países estaba cerca de producir energía nuclear “controlada” por fusión. Cómo era posible que un país sin antecedentes en la investigación nuclear y con limitados recursos económicos hubiera podido lograr lo que los mejores científicos del mundo, incluyendo los alemanes “importados” después de la guerra mundial terminada en 1945, consideraban casi imposible?

Todo había comenzado unos 3 años antes, cuando un científico austríaco, el Doctor Ronald Richter, se había presentado ante el Presidente Perón con un ambicioso proyecto: llegar a producir cantidades casi ilimitadas de energía eléctrica barata, gracias a la energía liberada por fusión atómica controlada, un procedimiento que el Dr. Richter aseguraba poder desarrollar en Argentina, si se le proveían los materiales necesarios. Richter había sido calurosamente recomendado por un ingeniero aeronáutico alemán, Kurt Tank, quien con un grupo de ingenieros también alemanes había emigrado a la Argentina poco después de terminar la guerra, y que fue el artífice del Pulqui II, avión argentino basado en el último diseño del Messerschmidt, excelente avión alemán de combate.
Para los no iniciados, quiero explicar que la producción de energía atómica puede hacerse por fisión, es decir, dividiendo átomos pesados, como los de uranio o plutonio, con lo que se puede conseguir una liberación extraordinaria de energía, siendo éste el caso de las bombas atómicas detonadas en Hiroshima y Nagasaki, o por fusión, procedimiento en que se unen átomos livianos, como en la llamada bomba de hidrógeno. Los actuales reactores atómicos, productores de electricidad, se basan en el primer procedimiento, la fisión controlada, que es aún hoy día relativamente caro, y produce desperdicios radioactivos difíciles y peligrosos para guardar por el prolongadísimo tiempo necesario para evitar la contaminación radioactiva del ambiente. La producción de energía por fusión controlada, por otra parte, sería muchísimo más barata, y quien la lograse marcaría un hito único en el desarrollo de la física y la tecnología atómica.    
El proyecto era demasiado tentador, el éxito del mismo, que el Dr. Richter casi aseguraba, pondría a Argentina a la cabeza de los países más desarrollados del mundo, y el bienestar económico de su pueblo sería inmenso. El Dr. Richter obtuvo el respaldo necesario, como así también el apoyo económico para instalar un laboratorio de energía atómica en la isla de Huemul, en el lago Nahuel Huapi, enfrente de la ciudad de Bariloche.
Durante los 3 años siguientes, se realizaron masivas construcciones en la isla. Ingentes sumas de dinero fueron invertidas tanto en las construcciones como en la compra de sofisticados equipos, todo bajo la dirección del Dr. Richter, quien entrenó a un grupo de colaboradores sin mayores conocimientos científicos, de manera que en la isla el único que sabía y controlaba todo lo relacionado al plan nuclear, militar y secreto, era él mismo.
A medida que pasaba el tiempo, la relación entre Richter y Perón se afianzó, y el científico contó con todo el apoyo del Presidente, no sólo respaldándolo en decisiones en cuanto a las construcciones y a los gastos para comprar equipos, sino en cuanto al sistema de seguridad para guardar el secreto sobre las experiencias atómicas en la isla. Nadie podía visitarla sin la autorización expresa de Richter, al punto que en una oportunidad, cuando el nuevo jefe de las tropas de la guarnición Bariloche quiso visitar la isla, ignorando que ya no estaba bajo su control, fue obligado a retroceder por el muelle por Richter a punta de pistola, hasta que perdió pie y cayó a las frías aguas del Nahuel Huapi! Poco después, Perón le envió una carta a Richter en la que lamentaba lo sucedido y le aseguraba que no volvería a ocurrir, y además, lo nombró su único representante en la isla, donde podía ejercer por delegación la misma autoridad del Presidente. Para ese entonces a Richter ya se le había otorgado la ciudadanía argentina, pero aún así, esa delegación de poderes era sin duda inconstitucional, y fue debida al deseo de Perón de satisfacer todos los reclamos de Richter, no vaya a ser cosa que el científico se enojase y se fuera, dejando abandonada una obra tan importante como la que se estaba desarrollando secretamente en esa isla.
La historia de esos tres años de trabajos secretos en la isla Huemul muestra una sucesión increíble de órdenes y contraórdenes, de masivas construcciones que debían después ser demolidas y vueltas a edificar debido a los siempre cambiante planes del Dr. Richter, y simultáneamente, otra sucesión de intrigas, cambios de personal debido a acusaciones de espionaje o de ineptitud, y periódicos viajes de Richter a Buenos Aires, para entrevistarse con el Presidente, especialmente cada vez que aumentaban las quejas y sospechas de los oficiales argentinos encargados de las compras de aparatos y de la financiación del proyecto. Siempre Richter lograba convencer a Perón de que el éxito estaba cercano, y seguía así contando con el total respaldo del Presidente, cuyos asesores eran militares, no científico expertos en la materia. En una oportunidad, hablando de la posibilidad de obtener la opinión de físicos argentinos sobre el secreto proyecto militar, el presidente de la Dirección Nacional de Energía Atómica le dijo a Perón: “Lo que pasa, mi general, es que no hay físicos peronistas en este país”
Pero finalmente el éxito parecía haber coronado los esfuerzos y gastos realizados, y la noticia solemnemente dada por el Presidente provocó una conmoción internacional.
La mayoría de los especialistas en el mundo eran escépticos, incluyendo a los científicos argentinos con conocimiento del tema de la energía nuclear, pero ellos no fueron consultados. Y por otra parte, periódicamente Richter anunciaba un nuevo y exitoso experimento, que allanaba las dudas y provocaba entusiasmo tanto en el Presidente como en casi todos los que estaban al tanto del proyecto. Poco después del anuncio inicial, se le otorgó a Richter el título de Doctor Honoris Causa de la U. de Bs.As y la medalla peronista.
Sin embargo, entre los más cercanos a las investigaciones, las contradicciones en los anuncios y la falta de resultados reales provocaron al cabo del tiempo la ineludible necesidad de constatar el valor de los resultados obtenidos, y finalmente pudieron convencerlo al Presidente Perón para que mandase una Comisión integrada por cinco científicos y veinte legisladores. Estos últimos estuvieron un día en la isla, y se fueron admirados por las construcciones y la sofisticación de los aparatos e instrumentos que vieron. El informe de los científicos, en cambio, fue lapidario. No había tal producción de energía atómica, y los experimentos realizados en su presencia por el Dr. Richter fueron no sólo un total fracaso, sino que posteriormente fueron reproducidos en Buenos Aires por uno de los miembros de la Comisión, el ingeniero argentino Mario Báncora, demostrando que lo que se medía en los contadores Geiger en Huemul no tenía nada que ver con la energía nuclear.
Ese fue el comienzo del fin para los planes de Richter. Perón le quitó todo su respaldo, se suspendieron los trabajos en la isla, y en febrero de 1953 Richter se mudó, con su esposa e hija, a Monte Grande, en las afueras de la Capital Federal, donde residió por varios años.
Pero la debacle no fue tan negativa como pareciera. En ese interim se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica, que ha prestado invaluables servicios al país, en Bariloche se creó el Instituto de Física, y los sofisticados instrumentos comprados, que incluyeron un avanzado y carísimo ciclotrón, fueron utilizados por la CNEA y por el Centro Atómico Bariloche, fundado poco después.
Desde entonces, físicos argentinos de primera calidad han sido formados en el Instituto de Física, y el Centro Atómico Bariloche ha producido trabajos reconocidos internacionalmente. Y curiosamente, el espaldarazo inicial a todo ese ulterior desarrollo científico fue dado, en gran medida, por esa increíble aventura secreta desarrollada en la isla Huemul.

De la variada bibliografía existente sobre el tema, recomiendo a quienes quieran saber más de este fascinante episodio de la historia argentina, la lectura del libro “El secreto atómico de Huemul”, del Dr. Mario Mariscotti, del que extraje gran parte de la información presentada en este artículo.


miércoles, 22 de abril de 2009

Las armas secretas de la Primera Junta

Las armas secretas de la Primera Junta
Los hombres de Mayo acariciaron el sueño de contar con un sumergible en la guerra contra los realistas
Al hablar de los antecedentes de la Revolución de Mayo normalmente se mencionan las revoluciones estadounidense y francesa. Y sobre estas últimas es necesario señalar que, además de las novedades políticas que ambas introdujeron, una trajo aparejado el primer ataque de un submarino a un buque enemigo y la otra el estreno de una nave aérea durante un combate. Efectivamente, el 7 de septiembre de 1776, un submarino estadounidense atacó un buque británico en el puerto de Nueva York y, el 26 de junio de 1794, la utilización de un globo en tareas de reconocimiento permitió a los franceses obtener la victoria frente a los austríacos en la batalla de Fleurus. Por ello, resulta significativo que la Primera Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, mejor conocida como la Primera Junta y cuya constitución fue la consecuencia directa de los sucesos de mayo de 1810, entendiera tanto en lo relativo a un proyecto de aeróstato como al de un sumergible. Ya en 1809, el relojero holandés Miguel Colombise había dirigido al entonces virrey Santiago de Liniers una solicitud de cuatro mil pesos para "fabricar un Aérostat, en el cual me ofrezco ir adonde se me mande, no siendo a una distancia para la cual se necesite instrumento de pilotaje, porque no es mi arte". El artífice afirmaba haber construido dos prototipos de tamaño reducido y agregaba que el aeróstato se desplazaría a una velocidad de -por lo menos? "un cuarto de legua por minuto". Sin haber obtenido lo solicitado, Colombise marchó a Santiago de Chile a fin de intentar, ejerciendo su oficio, ahorrar la suma necesaria para construir su máquina voladora. Una vez producida la Revolución de Mayo, el holandés solicitó a la Junta desde Mendoza, el 6 de agosto de 1810, permiso para regresar a Buenos Aires sin despertar sospechas por su condición de forastero. Cuando llegara a la capital porteña, Colombise dedicaría al gobierno patrio "su persona y servicios" para realizar el proyecto. Sin embargo, la petición recibió una negativa con la manifestación gubernamental de que, en su tenor, "se descubre un proyectista, que para calificarlo de la calidad de muy malo, no se necesita más prueba que la de que el Señor Liniers le despreció el proyecto", y fue a dar al archivo. Esta decisión ha motivado su consiguiente divergencia historiográfica. Antonio Biedma Recalde señaló al secretario Mariano Moreno como su responsable, en tanto que Ernesto Fitte atribuyó la misma a "un anónimo funcionario subalterno". No obstante, el texto de la decisión es precedido por la expresión "Nota de la Mesa" y el expediente -custodiado en el Archivo General de la Nación (AGN)- se encuentra reunido con una extensa serie de resoluciones de la Junta, lo que sugiere que su plenario estuvo de acuerdo. En cualquier caso, el juicio no es sorprendente para la época, especialmente si se tiene en cuenta que el innovador Napoleón Bonaparte había disuelto la Compagnie d´Aéronautiers en 1799. El bloqueo del Plata Entretanto, los realistas de Montevideo habían aprovechado su superioridad naval para establecer el bloqueo de la margen occidental del Plata. En esas circunstancias, el estadounidense Samuel William Taber llegó a Buenos Aires en diciembre de 1810 y presentó a la Junta la propuesta de construir una "máquina submarina" con la cual destruir los buques realistas que asediaban el puerto de Buenos Aires. La Junta, que por entonces pasaba a ser la Junta Grande, designó una comisión, integrada por el presidente Cornelio Saavedra y el vocal Miguel de Azcuénaga, para evaluar el proyecto. El dictamen fue favorable y se ofreció a Taber un anticipo con el que financiar los primeros pasos para la construcción de la máquina submarina, pero que el estadounidense se rehusó a aceptar, prefiriendo hacer frente a los gastos con su peculio. En enero de 1811 el último virrey del Río de la Plata, Francisco Javier de Elío, llegó a Montevideo. El bloqueo se interrumpió brevemente y la Junta decidió enviar a Taber para que informara -en secreto y con exactitud- sobre el estado de la plaza realista. El estadounidense cumplió su misión pero luego del restablecimiento del bloqueo recibió la instrucción de regresar a Buenos Aires y continuar la construcción de la máquina submarina. Con autorización de la Junta, aprovechó la ocasión para contratar los servicios del ingeniero Angel de Monasterio, matemático de profesión, a fin de aplicarlos en la construcción del sumergible. Sin embargo, cuando retornaba en un bote con el ingeniero y otros cuatro oficiales, fue capturado por marinos realistas el 8 de marzo de 1811. Así fue a dar a un calabozo, acusado de alentar la deserción de los oficiales que lo acompañaban. Tras cuatro meses de prisión, Taber fue condenado a pagar una fianza de dos mil pesos fuertes y fue liberado con la condición de que saliera de la Banda Oriental, hacia los Estados Unidos, en un plazo de veinticuatro horas. Taber llegó a Río de Janeiro, pero luego volvió a Buenos Aires. Plan de ataque En julio y agosto de 1811, la escuadra realista bombardeó infructuosamente Buenos Aires, siguiendo órdenes del virrey Elío. Poco después, el 10 de septiembre de 1811, Taber dirigió a la Junta un memorial en el que ofrecía "de nuevo trasladarme a la Banda Oriental y echar a pique con la enunciada máquina la fragata de guerra y el bergantín que sirve de depósito para la pólvora" y "presentar un plan de ataque que al paso que asegure la posesión de la plaza, consulte la menor efusión de sangre, empeñando mi palabra de que seré el primero que me presentaré entre los bravos que deben ejecutarlo". En octubre, la Junta libró el despacho de capitán de artillería del ejército de la Banda Oriental, que Taber aceptó ad honórem. La construcción del arma submarina progresó desde el regreso de Taber a Buenos Aires y, el 11 de octubre de 1811, solicitó permiso para conducirla por agua hasta la ensenada de Barragán, "encerrada en una caja tosca de pino, marcada con la letra T", para efectuar las pruebas correspondientes y volver por la misma ruta sin que nadie pudiera impedírselo ni tomar conocimiento del asunto. La Junta accedió a conceder el permiso solicitado, aunque estipuló que previamente Pedro Pablo Torres debía reconocer la máquina. Desde entonces, y aunque la documentación originalmente estudiada por el historiador Angel Carranza -hoy en el AGN- omite ofrecer más datos acerca del proyecto secreto, se han hecho coloridas conjeturas sobre el mismo. Si bien es cierto que ninguno de los proyectos anteriores ofrecieron resultados prácticos, el ingenio no se agotó. Por el contrario, poco después llegaba a Buenos Aires José de San Martín, quien pondría en marcha el plan más importante de la guerra de la independencia: conducir un ejército a través de una cadena montañosa como Aníbal y Napoleón en los Alpes, pero atravesando la segunda cordillera más alta del mundo para luego llegar al Perú por el mar. Por Paulo Antonio Zappia El autor es licenciado en Historia y diplomático.
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