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lunes, 10 de junio de 2019

MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES


  MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES 


  MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES

Nació en la ciudad de Salta el 8 de febrero de 1785, siendo sus padres Gabriel de Güemes Montero, comisario de guerra y ministro general de la real hacienda de la Provincia, y María Magdalena de Goyenechea y la Corte (nacida en Jujuy e hija del general Martín Miguel de Goyenechea). Ambos progenitores del famoso caudillo estaban vinculados a las familias más respetables de Salta y de Jujuy.

Influenciado el joven Güemes por la tradición de su abuelo materno y con el beneplácito de sus padres, sentó plaza de cadete en el Regimiento “Fijo” de Buenos Aires (en una compañía que se encontraba en Salta), el 13 de febrero de 1799.  El “Fijo” bajó a Buenos Aires en 1801 y de aquí a Montevideo en 1803.  Más tarde compartió de las gloriosas jornadas de 1806 y 1807, con motivo de las invasiones inglesas, en las filas de su regimiento, ascendiendo por estos hechos a Alférez graduado, al mismo tiempo que le hacían Teniente de Milicias de Granaderos del Virrey Liniers.  En la Reconquista de la ciudad de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1806, Güemes desempeñaba funciones de ayudante de Liniers, general en jefe de las fuerzas libertadoras.  La tradición cuenta que el combate había terminado después de dos horas de rápida acción llevada con toda energía por soldados bisoños, por el amor de la tierra en que nacieron, quebrantando el esfuerzo de expertos veteranos que habían hecho frente a los soldados de Bonaparte en San Juan de Acre.  Pueyrredón acababa de arrebatarles el estandarte del glorioso Regimiento Nº 71, y el general Beresford había rendido su espada.  Cercanas las sombras de lluviosa tarde de invierno, se reunía un grupo de jefes y oficiales al pie del asta bandera en el bastión Norte, contemplando con satisfacción el real pabellón, flameando donde hacía pocos momentos tremolaba el de la vieja Albión.  El jefe vencedor dialogaba en aquellos instantes con el jefe de la escuadrilla que había trasportado de La Colonia a las legiones reconquistadoras, Gutiérrez de la Concha.  El diálogo agitado de Liniers, apenas llegaba a herir los oídos de un joven bizarro de brillante uniforme, que inclinado desde sus años juveniles a la noble carrera de las armas, había revelado en aquellos angustiosos días una actividad y un comportamiento tan digno, que el general en jefe le había hecho quedar a su lado, en calidad de ayudante, como queda dicho; el día 11, enviado desde la plaza para informar a Liniers de la situación allí, había quedado al lado del futuro vencedor.

El diálogo entre Liniers y Gutiérrez de la Concha era producido por un buque de la escuadra de Popham, que había estado bombardeando la ciudad, el cual aparentemente estaba varado.  El jefe de la Reconquista, después de observar con el catalejo el buque de referencia, se dio vuelta al ayudante Güemes y le dijo: “Usted que siempre anda bien montado, galope por la orilla de la Alameda, que ha de encontrar a Pueyrredón, acampado a la altura de la batería Abascal y comuníquele la orden de avanzar soldados de caballería por la playa, hasta la mayor aproximación de aquel barco que resta cortado de la escuadra en fuga”.

Güemes con la velocidad del relámpago trasmitió a Pueyrredón la orden de Liniers y más rápidos aún, los húsares de aquel Jefe, se apresuraron a arrojarse al río con el agua hasta el encuentro de sus cabalgaduras, y rompían el fuego de sus tercerolas sobre el buque varado, cuyo comandante comprendiendo la gravedad de su situación, hizo señales desde el alcázar con un paño blanco, anunciando su rendición; era el “Justina”, de 26 cañones, 100 tripulantes, el cual durante aquella dura jornada, habiéndose acercado mucho a tierra, había hecho un fuego realmente destructor contra las legiones libertadoras, pero su audacia le resultó cara, como se ve.  Era una de las unidades de la escuadra británica del comodoro Home Popham.

Participó también en las operaciones que tuvieron por escenario la Banda Oriental, con motivo de las invasiones inglesas, y de regreso de estas campañas, solicitó permiso para regresar a Salta, ya teniente de milicias, lo que le fue concedido el 7 de abril de 1808.  llegado a su ciudad natal, el gobernador Isasmendi dispuso fuese agregado a la guarnición de la plaza con el grado de Teniente.  La “Suprema Junta Gubernativa del Reino”, en Sevilla, el 13 de enero de 1809, le expidió a Güemes el ascenso a subteniente efectivo del Regimiento de Infantería de Buenos Aires.

Corría el año de 1810 y Güemes con el grado de Teniente de Granaderos de Fernando VII se encontraba en Salta con licencia, cuando estalló en Buenos Aires el movimiento emancipador.  Este resonó con eco extraordinario en aquella ciudad, que fue la primera que respondió al grito de libertad lanzado desde la Capital.  Güemes se incorporó a las fuerzas que la Primera Junta lanzó sobre el Alto Perú, con una partida de 60 jinetes, a cuyo frente se presentó al nuevo Gobierno.  Esta partida de 60 hombres, fue llamada “Partida de Observación” y fue equipada con gran lujo, para el cual habían contribuido en gran parte las casas de Gurruchaga y de Moldes.  Güemes fue nombrado capitán de la misma, en setiembre de 1810, fecha en que se le encuentra destacado en Humahuaca (el día 22 de aquel mes).

Güemes al frente de su partida, contribuyó a la victoria de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810.  Reunidas las fuerzas en Potosí, algo grave pasó entre el general Balcarce y Güemes, con motivo del parte de Suipacha, por lo que este último fue separado del ejército, actitud de la cual reclamó Güemes ante la Junta, la que con fecha 23 de junio de 1811 accedió a su reclamo, ordenando su reincorporación al ejército, el cual ya se hallaba al mando de Pueyrredón, pues había sufrido ya el contraste de Huaqui, el día 20 de junio, lo que obligó a replegarse sobre Jujuy.  Güemes ya había sido ascendido a capitán y Pueyrredón al llegar a Jujuy reorganizó sus fuerzas, con las que avanzó nuevamente al Alto Perú, ocupando Suipacha con su vanguardia, mandada por Díaz Vélez; pero allí fue derrotado el 11 de enero de 1812, y al día siguiente en el combate de El Nazareno.  Ante este fracaso, Pueyrredón resuelve retirarse a Tucumán, y desde Humahuaca solicita su relevo, llegando el 20 de marzo del mismo año, a Yatasto, donde le recibe el mando el general Belgrano.

Belgrano contramarchó a Jujuy, donde se propuso la tarea de reorganizar el ejército.  Desde allí, despachó a Santiago del Estero al capitán Güemes, por un acto de indisciplina.  El “pecado” de Güemes fue su relación amorosa con la esposa de un teniente del Ejército, que la había abandonado y ya separada convivía con Güemes, que era soltero todavía.  Enterado Belgrano que esta señora se había ido a vivir a Santiago, decide el traslado de Güemes a Buenos Aires.

A su paso por Córdoba fue encargado de conducir a la Capital el contingente de presos realistas que se encontraba en aquella ciudad.

El 20 de enero de 1813 llega Güemes a Buenos Aires y solicita al gobierno se le haga conocer la causa de su confinación, respondiendo el Estado Mayor que “no hay antecedente alguno”, por lo que el gobierno se dirige a Belgrano para que haga conocer las causas.  Pero antes de recibir la respuesta y en mérito a su carrera militar, Güemes es agregado al Estado Mayor General en calidad de capitán de Infantería.

El Oficio de Belgrano al gobierno decía: “Habiéndome informado el alcalde de la ciudad de Santiago don Germán Lugones de la escandalosa conducta del teniente coronel graduado, don Martín Güemes, con doña Juana Inguanzo, esposa de don Sebastián Mella, teniente de dragones en el ejército de mi mando, por vivir ambos en aquella ciudad aposentados en una sola mansión, y habiendo adquirido noticias que este oficial ha escandalizado públicamente mucho antes de ahora con esta mujer en la ciudad de Jujuy… Con estos antecedentes indubitables, considerando que cualquier procedimiento judicial sobre la materia sería demasiado escandaloso y acaso ineficaz, he tomado la resolución de mandarle a Güemes … Espero que vuestra excelencia se dignara aprobar estas medidas en que sólo he tenido por objeto la conservación del orden, el respeto a la religión…”.

El 15 de abril de 1813, Belgrano le escribía a Chiclana: …”Si usted no presta oídos más que a los patriotas, le llenarán la cabeza de especies,…estoy arrepentido, usted sabe cuál es mi lenguaje y siempre digo lo que siento…” (1)

El 12 de agosto de 1813 el Gobierno resolvió que Güemes pasase agregado al Estado Mayor del ejército sitiador de Montevideo, como teniente coronel graduado; lo que no lo satisfizo porque se le rebajaba la jerarquía; ordenándose que se le abonasen los sueldos devengados desde aquella fecha.  Ante una solicitud de Güemes pidiendo marchar al Norte con San Martín, y que este informó el 6 de diciembre del mismo año en forma conveniente, se accedió a lo pedido por el causante.

El 7 de diciembre de 1813 Güemes era ascendido a Teniente Coronel graduado del Ejército y era destinado nuevamente al Ejército Auxiliar, del cual recibía el mando en jefe el coronel San Martín, el 30 de enero de 1814.  Güemes había concurrido presuroso a su provincia natal, al tener conocimiento de que se había producido una nueva invasión realista. San Martín que había oído ponderar los servicios del caudillo salteño, aceptó complacido sus servicios y lo nombró comandante de las avanzadas de Salta, por el lado del río Pasaje, mientras que Apolinario Saravia quedaba de comandante de avanzadas por el lado de Guachipas.

No estaba equivocado el futuro general de los Andes en la elección del personaje para hacer aquella guerra de partidas que mantendría en jaque a los españoles cuando se aventurasen en las provincias del Norte; en compañía de Francisco Gorriti, se propuso levantar todo el paisanaje por la causa de la libertad.  Su éxito fue tan grande como rápido, pues todos los partidarios de la libertad pusieron su vida y sus bienes a su servicio, halagados tan sólo por cooperar en la emancipación del suelo natal.  Desde aquel momento empieza a hacerse sentir la acción personal de Güemes en aquella guerra interminable de partidas, en que los realistas no podían asomar por ninguna parte sin encontrar inmediatamente fuerzas dependientes de Güemes que les presentarán combate, o mejor dicho, que les asesten un terrible zarpazo. Cuando los realistas ocupaban la ciudad de Salta, en 1814, Güemes concibió el audaz proyecto de apoderarse de su ciudad natal; en demanda de este objetivo, el día 27 de marzo de aquel año, pernocta en la Cuesta de la Pedrera, a tres leguas de Salta, donde existía una guardia realista, que Güemes sorprende al amanecer del 28, tomándola casi toda prisionera.  Sabedor de que el jefe español de la ciudad, coronel Castro,  se encontraba allí con todas sus fuerzas, resuelve atraerlo a su posición, para lo cual destaca un piquete para provocarlo.  Pero Castro también era salteño y conocía muy bien las tretas criollas y no avanzó en la persecución de sus enemigos más de una legua, el día 29 de marzo, persecución que efectuó con 80 jinetes, los mejores del regimiento.  Ante el fracaso para atraer a Castro, Güemes resolvió atacarlo y haciendo avanzar a su gente, le ordenó cargar puñal en mano, poniendo en fuga a Castro y sus jinetes, que no pararon hasta llegar a Salta, quedando en poder de Güemes 45 prisioneros, armas y caballos.  Por sus merecimientos en esta acción, el Director Supremo le reconoció la efectividad de teniente coronel de Ejército el 9 de mayo de 1814 y por recomendación de San Martín, se lo declaró “Benemérito”, dándosele las gracias en nombre de la Patria.  Se le nombró Comandante General de la Vanguardia, con lo cual los patriotas que operaban en Guachipas y en el Pasaje, quedaban bajo su comando.  Güemes los organizó divididos en tres secciones; la primera, la más próxima al enemigo, tomó el nombre de guerrilla o avanzada de los campos de Salta, al mando de Pedro José Zavala; la segunda, llamada avanzada de Guachipas, que servía de sostén a la anterior, a las órdenes siempre de Apolinario Saravia, teniendo por teatro el Valle de Lerma; la tercera tenía por zona de operaciones hacia Oriente, sobre el camino que une Tucumán con Salta Y Jujuy, compuesta en su mayor parte por gauchos de esa región, bajo el mando personal de Güemes, con su vanguardia particular estacionada en Cobos y Campo Santo, al mando de Pablo Latorre.

Tantas dificultades para el avance de las fuerzas reales, decidieron al general Pezuela, comandante en jefe, trasladarse desde Tupiza hasta Jujuy, donde permanecía el general Ramírez Orozco, como jefe de la guarnición.  A esta ciudad llegó Pezuela el 27 de mayo de 1814, al frente de 4.000 soldados aguerridos.  Traían el propósito de realizar el plan que el Virrey Abascal había trazado en 1812 al general Goyeneche, esto es, socorrer a Montevideo, salvando al ejército de 6.000 hombres allí encerrado, que agregado a sus tropas y a las que le enviarían desde Chile, tendría a sus órdenes 12.000 soldados, con los cuales esperaba dar fácil cuenta del gobierno patriota de Buenos Aires.

Los gauchos de Güemes pronto convencieron al general español de las insuperables dificultades que era necesario vencer; que 4.000 gauchos armados de puñales, lanzas, boleadoras y escaso número de armas de fuego, a los que apoyaban apenas 300 soldados del ejército regular, era una barrera difícil de vencer.  Pronto se convenció Pezuela de que no había nada que hacer contra esta infranqueable barrera y no encontró otro expediente que buscar una batalla general y con este propósito trató de atraer a San Martín a Salta, ya que los gauchos le impedían a él llegar hasta Tucumán, y concentró todas sus fuerzas en Salta.  Sin embargo, la acción de Güemes y sus gauchos fue tan efectiva que el general Pezuela con todo su ejército en Salta y su Cuartel General en Jujuy, se encontraba imposibilitado de avanzar. Marquiegui, jefe realista natural de Jujuy, propuso al general Pezuela abandonar el camino real por el Pasaje a Tucumán, y tomar el que conduce al mismo punto más hacia Oriente, atravesando el desierto.  Marquiegui se puso en marcha desde Jujuy con 400 hombres de infantería y caballería, llegando a Yaví el 15 de junio, donde arrolló al comandante patriota Arias, y tomó rumbo al Este en dirección a Orán, tomando sucesivamente una serie de fortines en el Chaco con rumbo al Sur.  Pero Güemes lo había sentido y cuando Marquiegui se proponía regresar a Jujuy, fue atacado por aquel el 26 de junio en Anta y el 29 en Santa Victoria; se desvió al Oeste y se dirigió a Jujuy por el camino de la Cuesta Nueva, pero el 4 de julio fue destrozada por Güemes su retaguardia.  Al mismo tiempo, su subordinado Zavala, el 11 de junio llegaba hasta los aledaños de Salta en un ataque contra los realistas.  Estos contratiempos le decidieron a iniciar su retirada el 25 de julio de 1814.  Entretanto el general Rondeau mandaba el Ejército Auxiliar, en reemplazo de San Martín.

Tan pronto como Güemes tuvo conocimiento de la retirada de Pezuela, se aproximó a Salta, cuyo sitio estrechó a fines de julio.  Güemes ocupó su ciudad natal y Pablo Latorre la de Jujuy, adelantando sus avanzadas en persecución del enemigo a las órdenes de Alejandro Heredia.  Güemes se apresuró a trasladarse a Jujuy, mientras Pezuela, volaba más que corría,  desde que abandonó Jujuy el 3 de agosto, llegando a Suipacha el día 21, después de haber perdido 1.500 hombres y haber recibido una lección soberbia.  Indudablemente, influyó en la decisión para retirarse, la noticia de la caída de la plaza de Montevideo, el 23 de junio.

Rondeau avanzó a fines de 1814 hacia el Norte, habiendo sido reforzado su ejército en forma notable, gracias a los cuerpos que había dejado libres la caída de Montevideo.  El 17 de abril de 1815, en la sorpresa del Puesto de Marqués, Güemes ejecutó una carga contra los realistas, haciendo una horrible matanza.  Al día siguiente, el caudillo salteño pretextaba una enfermedad al general Rondeau para retirarse del ejército.  Desde el 30 de setiembre del año anterior ostentaba los galones de coronel graduado.  La causa de la enfermedad no era más que un pretexto.  Al pasar por Jujuy se apoderó de 700 fusiles que existían en el parque del ejército, que Rondeau había ordenado que le remitieran, a lo que Güemes contestó con franqueza que era necesarios llevarlos para armar las partidas de Salta y resistir a la próxima invasión española.  Llevó también unos 300 hombres enfermos que encontró en Jujuy, de modo que en breve, el caudillo salteño alcanzó a contar con 1.500 hombres.

Güemes se había retirado del ejército, porque prontamente se dio cuenta que con la indisciplina reinante en él, iba derecho a un desastre, como aconteció.  El 6 de mayo de 1815 Güemes era elegido por asamblea popular, gobernador de Salta.  Cinco meses más tarde lo eligió también el pueblo de Jujuy.  Rondeau, después de su desastrosa campaña de aquel año, al replegarse a Huacalera, ya había declarado a Güemes traidor a la patria, en agosto, mediante un manifiesto; ahora, el 8 de marzo de 1816, Rondeau abandonaba su campamento de Huacalera, anunciando que como Güemes le había negado recursos, para proveérselos con más comodidad, se trasladaba a Salta con 3.500 soldados.  Fracaso total de Rondeau fue esta empresa contra el bravo caudillo salteño.  Aquel, que había llegado a Jujuy, sin esperar a Güemes para una entrevista a la que se habían citado, el 13 de marzo se puso en marcha sobre Salta, con 2.500 soldados veteranos, acampando en el campo de Castañares, a una legua de la ciudad, el día 15, ocupando la ciudad sin resistencia.  Después Rondeau salió de Salta y acampó en el Viñedo de Tejada, a la entrada de Cerrillos, donde los gauchos le arrebataron 200 cabezas de ganado, toda la caballada del Regimiento de Dragones que la custodiaba, con lo que el ejército quedó a pie y sin sustento.  El día 20 de marzo, los gauchos arrebataron a Rondeau los últimos animales que le restaban para la alimentación, lo que desconcertó profundamente al general en Jefe.  El día 22, los buenos oficios de los hermanos Figueroa lograron llevar en los Cerrillos a Güemes a una entrevista con Rondeau, en la que ambos firmaron una capitulación, por la que se reconocía una paz sólida entre el Ejército Auxiliar y el Gobernador de Salta.  Al llegar Rondeau a Jujuy de regreso, el 17 de abril, lanzaba un bando justificando la conducta de Güemes.  El 7 de agosto del mismo año el primero entregaba en  Las Trancas, al general Belgrano, el comando en jefe del ejército, mientras el segundo había vuelto a ocupar su línea de defensa al Norte, lo cual era una garantía para la causa patriota.  Desde aquel momento Güemes es el Angel Tutelar de la Patria en aquellas apartadas regiones.

El general Ramírez de Orozco ordena a Olañeta que invada por la Quebrada de Humahuaca con su División de Vanguardia; el 17 de agosto de 1816 ocupa Yaví y el 29 llega a Humahuaca; por su parte el coronel Marquiegui logra tomar Tilcara, el 19 de setiembre, pero pocos días después las partidas de gauchos quebraderos y jujeños obligan a los invasores a retirarse, tenazmente hostilizados.

El general Olañeta ocupa sorpresivamente el 15 de noviembre del mismo año, Yaví, tomando prisionero al Marqués de este nombre, coronel mayor Juan José Fernández Campero, y a su segundo, el teniente coronel Juan José Quesada (El primero conducido a Potosí, logró fugar y permanecer algún tiempo oculto, pero no pudiendo salir de aquella Provincia, optó por presentarse; murió en viaje para España, en 1820).  El 6 de enero de 1817, Olañeta se apodera de Jujuy, donde es sitiado tenazmente por Pérez de Urdinenea, que hábilmente dificulta el abastecimiento de sus tropas.  El 14 del mismo mes llega el general en jefe, La Serna, a Humahuaca con el grueso del ejército., y resuelve fortificar dicho pueblo, dejando un depósito de armamento y víveres al cuidado de un destacamento y prosigue su marcha sobre Jujuy, donde diariamente se combate en los alrededores de la ciudad, distinguiéndose particularmente el capitán Juan Antonio Rojas, que al frente de los “Infernales” lucha ventajosamente contra fuerzas superiores mandadas por Arregui, en San Pedrito, haciéndoles muchas bajas.  El 12 de enero, Olañeta se vio obligado a abandonar Jujuy para marchar en apoyo de su cuñado, el coronel Marquiegui; y el 23 del mismo mes, estos dos últimos entran en Jujuy seguidos del general La Serna.

El 13 de abril este último parte de la mencionada ciudad, en dirección a Salta,  en la que entra el 16; pero cruelmente hostilizadas sus tropas por las partidas de Güemes que impiden el acopio imprescindible de víveres, el General español inicia la evacuación de la capital salteña el 5 de mayo, y el día 21 del mismo mes quedó evacuado todo el territorio de las dos provincias norteñas.  En los primeros días de junio el ejército real llegaba a Tilcara; el día 2, proseguía su repliegue por fracciones, constantemente hostilizado por las partidas patriotas, quienes atacaron a sus enemigos en Tres Cruces, en Sococha y aún en Tupiza, donde obligaron a la guarnición a encerrarse bajo los muros de la ciudad.  Por toda esta serie de brillantes triunfos alcanzados por Güemes y sus gauchos, el Gobierno premió a aquél con el grado de Coronel Mayor, con fecha 17 de mayo de 1817; una medalla de oro y  una pensión vitalicia para su primer hijo, de $400.-; una medalla de plata con brazos de oro para los jefes y una puramente de plata para los oficiales, y para la tropa, un escudo de paño con la inscripción: “A los heroicos defensores de Salta”.

El 11 de junio de igual año, Olañeta invade nuevamente por la Quebrada de Humahuaca con 100 hombres y es combatido por el capitán Manuel Eduardo Arias el 23 en Los Toldos y Baritú; el 25 de noviembre en Colanzuli; el 27 en Humahuaca; el 1º, el 15, 18, 25 y 26 de diciembre en Uquía, Caluti, San Lucas y Tilcara, habiéndose visto obligado a retirarse de Humahuaca el día 3 del mismo mes, con grandes pérdidas y continuamente hostilizado por las columnas patriotas.

El 1º de enero de 1818. el general La Serna destaca desde Tupiza al general Gerónimo Valdés con 400 hombres para reforzar a su vanguardia, mandada por Olañeta, que se mantenía en Humahuaca.  Reunidos ambos jefes realistas, avanzaron sobre Jujuy, que ocupaban el 14 de enero, saqueándola, pero fuertemente hostilizado Olañeta por las partidas de Güemes, el mismo día abandona su presa, retirándose al Norte, siendo perseguido por los patriotas hasta cerca de Yaví.  El 26 de junio de aquel año, el general Canterac, unido al coronel Valdés, expediciona hasta Orán, pero diariamente son hostilizados por las partidas independientes,  Canterac y el coronel Vigil combaten el 5 de agosto en Tarija y Orán, contra las partidas de Rojas y Uriondo.

El 17-18 de marzo de 1819 los generales Canterac y Olañeta invaden por la Quebrada de Humahuaca y son combatidos: el 3 de abril, en Huacalera y Tilcara; el 12 de mayo, en Iruya y Orán; el 9 de setiembre, en El Rosario; en octubre, en Orán y Santa Victoria y el 28 de ese mismo mes, en San Antonio de los Cobres.  Del 10 al 20 de diciembre son combatidos: Canterac, en La Rinconada; Lóriga en la quebrada de Toro y Gamarra en San Antonio de los Cobres.

En mayo de 1820 es invadida Salta por un ejército de 4.000 hombres a las órdenes del general Ramírez Orosco, y los generales Canterac, Olañeta y Valdés y los coroneles Gamarra, Vigil y Marquiegui.  Del 8 al 27 de mayo los gauchos de Güemes combaten contra Ramírez y Canterac, en Guaia, La Cabaña, Perico y Monte Rico.  El 24 de mayo los españoles se apoderan de Jujuy y el 31 del mismo mes, después de las acciones en Lomas de San Lorenzo y en Salta, se apoderan de esta última ciudad; pero del 2 al 8 de junio se libran numerosos encuentros con las partidas salteñas; en La Pedrera, Quesera, Cruz y Chamical (contra Olañeta y Valdés) y Cerrillos, Chamical, en la Troja (con Olañeta) y en Pasaje (contra Vigil y Méndez).  El 28 de junio de 1820 fuertes combates en Cerrillos contra Canterac, Clover y Ferraz, en los que muere el coronel patriota Juan Antonio Rojas (célebre guerrillero).  El día 30, el ejército real inicia su retirada, evacuando la provincia de Salta el 5 de julio.

El 1º de febrero de 1821, Güemes delega el mando de la provincia en el Dr. Gorriti y se ausenta al Sud de la misma, para rechazar la invasión del gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz e invade a su vez la de Tucumán.  Los españoles, noticiados de este acontecimiento, a las órdenes de Olañeta,  el 10 de marzo de 1821 invaden la Quebrada de Humahuaca, siendo combatidos hasta mediados de abril: en Humahuaca, Laguna, San Lucas, Valle Grande, Tilcara, Uquia y el día 21 de abril, la vanguardia realista, formada por 300 hombres mandados por Marquiegui, entra en la ciudad de Jujuy.

Mientras tanto, las tropas de Güemes, aliadas a las de Ibarra (de Santiago del Estero), son batidas por los coroneles Abraham González y Manuel Eduardo Arias, el 3 de abril, en las cercanías de Tucumán.

Ante el peligro de la invasión española, el gobernador substituto, Dr. Gorriti, delegó el gobierno en el Cabildo y se puso a la cabeza de 600 hombres que logró reunir y marchó en busca del enemigo, al que puso sitio en la boca de la Quebrada de Humahuaca, obligándolo el día 27 de abril a rendirse a discreción, con su jefe el coronel Marquiegui, contraste que obligó a Olañeta a regresar a sus posiciones.

Pocos días después del primer desastre, Güemes era nuevamente batido en Acequiones y Trancas, por las fuerzas tucumanas.  La noticia de este contraste, así como también la del triunfo de Gorriti, llegadas casi simultáneamente a Salta, indujeron al Cabildo, el 24 de mayo, a deponer a Güemes y a designar gobernador provisorio al alcalde del primer voto Saturnino Saravia, pero el día 30, se presentó Güemes frente a Salta y no obstante que una parte de los civiles y dos escuadrones de caballería lo esperaban formados para combatirlo, bastó que sus soldados oyeran su vos gangosa, para que el grito “¡Viva Güemes!” brotara de todos los pechos y el famoso caudillo ocupara nuevamente el gobierno.

Estableció su cuartel general en Chamical, cuatro leguas al S. E. de Salta.  Sabedor Olañeta de todos los acontecimientos relatados, resolvió destacar al coronel José María Valdés (Barbarucho) con 500 hombres, con orden de avanzar sobre la ciudad de Salta por el camino del Despoblado (quebrada del Toro) atravesando las fragosas sierras de Leser y Yacones. En la noche del 7 de junio de 1821 los españoles ocupaban la ciudad de Salta y Güemes que con una escolta de 50 hombres se encontraban en casa de su hermana Magdalena despachando la correspondencia con su secretario; al necesitar un documento que se encontraba en el Cabildo, despachó un ayudante a buscarlo, el cual en la plaza fue tiroteado en la oscuridad al contestar un ¿Quién vive? de los realistas.  Güemes que creyó nuevamente en un movimiento subversivo, salió de la casa para indagar el origen del tiro y en la plaza fueron tiroteados por otra partida y al desbandarse la escolta, el caudillo tomó por una calle lateral, donde tropezó con otra partida realista que le hizo fuego, hiriéndolo de gravedad.  La bala ingresó por la cadera y salió por la ingle.  Sin largarse del caballo, logró salir a las afueras de la ciudad, donde algunos de sus partidarios acompañaron al general herido desde el Campo de la Cruz hasta su campamento en El Chamical.  A los diez días, el 17 de junio de 1821, el gran caudillo, debilitado por la abundante hemorragia, quebrado por crueles dolores, viendo que se le escapaba la vida, aún tuvo aliento para celebrar una conferencia con un parlamentario que le enviara el general Olañeta.  A esta conferencia hizo llamar al jefe de Estado Mayor, el coronel Jorge Enrique Vidt y delante de los parlamentarios le ordenó: “que marchase inmediatamente con sus fuerzas a poner sitio a la capital, haciéndole jurar sobre el pomo de le espada que continuaría la campaña hasta que en el suelo de la Patria no hubiera ya argentinos o no hubiera ya conquistadores” y dirigiéndose al emisario enemigo añadió: “Señor oficial, diga a su jefe que agradezco sus ofrecimientos sin aceptarlos; está usted despachado”.  Aquel día, 17 de junio, a pesar de los solícitos cuidados de su médico Dr. Antonio Castellanos, moría el bravo guerrero, en La Cruz, en el lugar llamado La Higuera (o Higuerillas).  Al día siguiente era sepultado en la capilla de El Chamical (hoy San Francisco), al mismo tiempo que se levantaba el país en masa contra los invasores, cumplimentando la orden postrera de su valeroso caudillo.  Los “Infernales” al mando de Vidt cumplían aquella, poniendo sitio a la ciudad de Salta, con lo cual quedaban rotas las hostilidades, no obstante las gestiones de Olañeta con el Cabildo salteño para llegar a un armisticio.  El 26 de julio de 1821, el general Olañeta, constantemente hostilizado por los patriotas, se retiraba al Alto Perú, con lo que terminaba la última invasión realista al territorio argentino.  El espíritu de Güemes había sido el ángel tutelar de la Patria en peligro en aquellos días.

Una pincelada que metaforiza los alcances de la guerra social encabezada por el caudillo está contenida en el relato de Bernardo Frías: una vez muerto el General Güemes, los gauchos se arrojan sobre su cadáver para despojarlo de las vestiduras y quedarse con “un jirón de aquellos trapos”. Mientras esto ocurría en Salta, la elite porteña festejaba su deceso y la prensa bonaerense fiel a Rivadavia exclamaba: “Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos.  Ya tenemos un cacique menos”.

Güemes había contraído enlace el 9 de junio de 1815 con Margarita del Carmen Puch, hija única del afincado español de notable fortuna, Domingo Puch y Alcaraz, nacido en Tupiza, y Dorotea Velarde Cámara; la que murió apenada por el fallecimiento de su esposo.

Por Ley del Congreso Nacional Nº 6286, del 30 de setiembre, fue erigido en la ciudad de Salta un hermoso monumento a la memoria del general Güemes, el cual fue inaugurado el 20 de febrero de 1931, por el Tte Grl José Félix Uriburu, Presidente Provisional de la Nación.

Referencia

(1) El 9 de septiembre de 1816, Belgrano noblemente se reconcilia con Güemes en una carta donde le dice: “Mi amigo y compañero querido…”

Fuente
Colmenares, Luis Oscar – Martín Güemes, el héroe mártir – Ed. Ciudad Argentina.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Poderti, Alicia – Martín Miguel de Güemes, Fisonomías Históricas y Ficcionales.
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben. Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar



martes, 16 de octubre de 2018

JUANA MORO, "LA EMPAREDADA"


JUANA MORO, "LA EMPAREDADA" (1785-1874)



JUANA MORO, "LA EMPAREDADA"
JUANA GABRIELA MORO DÍAZ DE LÓPEZ Nace el 26 de marzo de 1785 en Jujuy. Patriota de la guerra de la independencia, hija del escribano, militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña Faustina Rosa de Aguirre Pondal, dama distinguida, viuda de Francisco Sánchez Taibo.

A los 15 años se identifica con el movimiento revolucionario de Mayo.

Nacida en Jujuy, durante las guerras de independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz de Peón, una red de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia.

Doña Juana Gabriela comenzó a gozar de prestigio por su atrayente personalidad. Su patriotismo y su audacia se pusieron de relieve durante los prolegómenos de la batalla de Salta, cuando, junto a otras damas se propusieron a conquistar a los oficiales realistas con el propósito de debilitar al ejercito enemigo.
Doña Juana, mujer de singular belleza, se adjudicó la tarea de seducir al marqués de Yavi, jefe de la caballería española, quien junto con otros oficiales y compañeros accedieron a abandonar las filas realistas el día previo a la batalla, para regresar al Perú y trabajar por la causa de la revolución.
Pero no paro aquí su accionar patriótico, ya que fue participe de otras acciones que la llevarían a erigirse en uno de los enemigos principales de los españoles; sospechada de espía, jactóse de su habilidad de no haber sido descubierta, por que nunca encontraron pruebas en su contra.

No existen datos suficientes, pero este poder de persuasión probablemente haya sido favorecido por la naturaleza democrática y no inicialmente separatista respecto a España que algunos historiadores le reconocen ahora al movimiento de Mayo, lo cual permite explicar que militares españoles, de filiación ideológica liberal, alineados con la revolución democrática española iniciada el 2 de mayo de 1808, se manifestasen a favor de las revoluciones producidas en América entre 1809 y 1811.
Esto no resta mérito a Juana Moro y sus amigas, sino que lo torna más verosímil.

Asimismo, explicaría la venganza que se toma el virrey Pezuela contra ella en 1815, pues Pezuela era del bando absolutista y luego sería desplazado por La Serna y otros oficiales liberales del ejército español.

Efectivamente, después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Pezuela impone su dominio en el norte y la castiga encerrándola en su casa –ventanas y puertas tapiadas- para que muera de hambre y sed.

La familia colindante, dolida de su suerte, aunque realista (como en las sociedades reducidas todo gira sobre vínculos de parentesco y amistad), se compadeció de Juana Gabriela y horadando la pared intermedia, favoreció por allí sus necesidades salvándola de morir de hambre y de sed, quedándole desde entonces el mote de la emparedada.

Este cruel tormento, el del confinamiento por encerramiento, es vulgarmente conocido como “tapiamiento”, “tapiar” o “tapiada”.
Los castigos lejos de amedentrar a la patriota, la llevaron a agudizar mas el ingenio, con mil recursos y mucha creatividad
Después de este episodio, Juana pasa a ser conocida como “la emparedada de Salta”.

En el año 1814, después de invadir Jujuy y Salta, el Jefe realista, Joaquín de la Pezuela, le informa al virrey del Perú:

«Los gauchos nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de éste Ejército». 

La comunicación, interceptada por los patriotas, es un claro testimonio de la actuación de las mujeres. Una de las que desvelaba al jefe realista era la jujeña Juana Moro de López, delicada dama que humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y movimientos del enemigo. 


Anteriormente, en 1814, el gobernador Martínez de Hoz había tomado represalias contra ella por sus tareas como espía de los revolucionarios y había ordenado saquear su casa, llevándola detenida a Jujuy.

En una oportunidad fue apresada y obligada a cargar pesadas cadenas, pero no delató a los patriotas. Sufrió el castigo más grave

A pesar de estas persecuciones, Juana Moro no amengua sus ímpetus. De colaboradora de Belgrano pasa a convertirse en importantísimo apoyo de Güemes, corriendo graves peligros para acercarle información, a veces, vestida con la usanza coya, otras veces, con traje de soldado. Más tarde, presta servicios como espía al General Arenales.

En Salta y Jujuy era ampliamente conocida su posición revolucionaria y cuando Arenales derrota a los españoles y recupera Salta, el pueblo la pasea en triunfo por las calles de la capital de la provincia.

Otras ocasiones, hubo así en esta época como; luego en las invasiones siguientes en que, bajo el disfraz de gaucho joven e inocente o bien de viajera inofensiva, pasaba a caballo desde Salta a Oran, ciudad bien poblada y de fuertes recursos o a Jujuy su ciudad natal, ocupadas por los españoles, llevando partes y trayendo nuevas; excursiones que las realizaba también su amiga doña Loreto Sánchez de Peón de Frías.

También integró el grupo de damas salteñas que 
se dirigió al gobierno “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no permitírseles jurar la Constitución Nacional”
Mucho es lo que puede decirse de esta jujeña-salteña, ejemplar, temeraria sin limites, la que a través de su accionar deja traslucir una personalidad exquisita, cautivante por sus hazañas, despertando la admiración de mujeres y hombres por igual.

Fue una de las mujeres que constituyeron una temible red de espionaje vital para la guerra gaucha que libró el General Don Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la Patria.

“Las mujeres salteñas de la independencia hicieron un notable aporte a la causa patriota; Poco a poco con sus estrategias fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente del resto los valientes gauchos.”


La enseñanza escolar no se ha detenido en esta figura legendaria, que apenas ha trascendido a través de alguna canción folklórica.

Con respecto a su muerte, Cutolo señala que se carece de información aunque parece haber alcanzado una edad avanzada pues dicho investigador sostiene que existen pruebas de que aún vivía en 1874, es decir cercana a los 90 años.

Fue emparedada a los 29 años, pero murió centenaria.

Fuente: http://www.lagazeta.com.ar/
*Norberto Galasso – Los Malditos Vol. II Página 135 – Ediciones Madres Plaza de Mayo


viernes, 1 de abril de 2016

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güemes

CHOCOLATE SARAVIA
Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güemes.

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
José Apolinario Saravia conocido como "Chocolate" "por el color cobrizo muy subido, de tinte amoratado" nació en la ciudad de Salta en 1791, era hijo del Coronel Pedro Saravia, personaje de gran prestigio –ostentaba la condecoración de Caballero de la Real Orden de Carlos III-, quien abrazó resueltamente la causa de nuestra independencia, desde el primer momento, siendo el iniciador de la lucha de guerrillas que haría, después, tan célebre a Güemes, la madre fue doña Petronila Ríos.

Deseando su padre que adquiriera una buena instrucción lo envió a un acreditado colegio de Buenos Aires, teniendo allí de condiscípulo a Bernardino Rivadavia.

Como a tantos otros, el estallido revolucionario del 25 de mayo de 1.810, lo hizo abandonar los estudios, y propio de la fogosidad impulsada por su juventud abandonó el colegio para abrazar las armas de la revolución, alistándose en las filas del Ejército Auxiliar que partió el 6 de julio de 1810 de Buenos Aires bajo el mando del Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, ostentando el grado de subteniente del Regimiento 6 de Infantería.

Posteriormente se incorporó al Ejercito Auxiliar en la primera Campaña al Alto Perú bajo el Mando de Gonzalo Balcarce, lucho en Suipacha como ayudante de su comandante y en la derrota de Huaqui como ayudante del Coronel Juan Viamonte.

Lucho junto a Belgrano en la batalla de Tucumán (1812), llegó a Salta y como espía organizo la preparación de la ciudad para la Batalla de Salta, mostrándole a Belgrano una senda oculta por la quebrada de Castañares que permitió sorprender a los realistas por retaguardia, en la batalla del 20 de Febrero donde fue jefe del escuadrón de caballería formado por salteños.

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
En efecto, llegado el ejército patriota a Salta, se encontró con una situación muy peligrosa, pues el general Pío Tristán había fortificado “Los Portezuelos”, sobre la única entrada conocida, viniendo desde Tucumán. Fue el Teniente José Apolinario Saravia el que hizo vencer esa situación, tan desfavorable para Belgrano invirtiendo los papeles avisando al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, de propiedad de su padre, el Coronel Saravia, que estaba precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto lado de la sierra”.

Efectivamente, con su amplio conocimiento del terreno desbarató la excelente posición de Tristán, obligándolo a un cambio total del frente de combate, cortándole la retirada en caso de derrota, como había de ocurrir y separándolo de un fuerte contingente de quinientas plazas que tenía apostado en Jujuy.


CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
Completó el joven oficial esta valiosísima colaboración con su acto de arriesgado espionaje, antes de la batalla. Aprovechando su físico y hasta su voz ronca y rústica, se disfrazó como un pobre hombre de campo, con ropas raídas, un viejo y roto sombrero, y ojotas en sus pies. Así, hábilmente caracterizado, entró en la ciudad “arreando una recua de burros cargados de leña, que era el único combustible que se usaba entonces”. Después de recorrer toda la ciudad –bastante pequeña por cierto- cobrando un precio excesivo por la mercadería a fin de que no se le terminara antes de observar todo lo que podía ser de interés, llegó a la casa paterna, ubicada en el centro y allí descargó toda la leña que le quedaba, saliendo de la ciudad con sus burros para ir a informar de cuanto había visto y oído.


En la batalla de Vilcapugio, librada el 1º de octubre de 1.813, después de ser abatidos los jefes de su Regimiento, cayó él también al frente de su compañía con un balazo en el pecho. Notando su ausencia, el hermano José Domingo Saravia, que era ayudante mayor, fue en su busca y encontró su cuerpo en medio de cadáveres creyéndolo muerto. Al abrazarlo, como despidiéndose de él, observó que aún respiraba. Pudo alzarlo y, poniéndolo sobre su mula lo alejó del campo de batalla, prestándole  todos los cuidados necesarios. A esa eficaz ayuda, y la atención médica posterior, debió José Apolinario que curara de tan grave herida A causa de ello no pudo participar en Ayohuma, siendo enviado a Salta.

Su padre, después de aquellas graves derrotas, imitando al célebre éxodo ordenado por Belgrano en Jujuy, el año 1.812, dispuso otro análogo en el Valle de Lerma, un verdadero repliegue de esas poblaciones, hacia el sur, estableciendo su línea de defensa en Guachipas, posición estratégica que lo alejaba del enemigo, cuando llegara a posesionarse de la ciudad de Salta, mientras mantenía vinculación con el granero del valle calchaquí y también con la línea del Pasaje.

En este último carácter y ya repuesto de la herida de Vilcapugio liberó un recio combate en ‘Sauce Redondo’, el 24 de marzo contando sólo con 30 hombres armados de fusil, mientras el destacamento realista al mando del capitán José Lucas Fajardo se componía de 56 soldados, todos con buen armamento.

El triunfo de Saravia y su gente, que lucharon a “sable, garrote y chuzo en mano” fue categórico: el capitán Fajardo muerto con varios de sus soldados, de los cuales la mitad cayó prisionera. A los vencedores se les llamó ‘Infernales, por su bravura y el empuje arrollador con que peleaban’. (Historia de San Martín, por Mitre Tomo I).

En Tucumán el Gral. San Martín lo nombró jefe del escuadrón Guachipas.

El 1º de marzo de 1.815 recibió el grado de Sargento Mayor, equivalente al de Mayor, actualmente.

Su participación en la ‘Guerra Gaucha’ bajo la suprema discusión de Güemes fue múltiple y eficaz. A fines de 1.816 se lo encuentra operando en El Toro.

En marzo del año siguiente al frente de los escuadrones del Valle Calchaquí, toma parte en el sitio de la ciudad de Jujuy, ocupada por la vanguardia de La Serna.

Y después siguiendo al enemigo, ya posesionado de Salta, actúa en el combate de ‘El Bañado’ y otros, a fines de abril de 1.817.

Tan eficaces fueron esas guerrillas que obligaron al poderoso ejército de La Serna a evacuar Salta y en seguida Jujuy, siendo constantemente hostigado hasta internarse en el Alto Perú.

Participó en los combate de La Cabaña y El Bañado, persiguió al jefe realista De la Serna hasta Tilcara. En 1818 rechazó el avance del general Olañeta y al año siguiente al nuevo jefe el Gral. Canterac.

Saravia, a fines de 1.819, se desempeña como jefe de Estado Mayor de Güemes, quien ya ejercía el cargo de Comandante en Jefe del Ejército de Observación del Perú, discernido por el general San Martín desde Chile y en vista de la anarquía reinante en las Provincias del Río de la Plata, que obligó a marchar al ejército de Belgrano para sofocar la rebelión del Litoral.

Ascendido a teniente coronel en 1.820 fue uno de los más destacados defensores de Jujuy ante el ataque de los realistas al mando de Juan Ramírez Orozco.

Su lucha siguió después de Güemes hasta el fin de las ultimas invasiones realistas a Salta, las guerras entre provincias lo vió al frente de los salteños que enfrentaron al gobernador tucumano Alejandro Heredia durante el gobierno de Pablo Latorre. Fue jefe del estado mayor del ejército salteño durante el gobierno de Manuel Saravia.

Mientras gobernaba esta provincia su pariente, el coronel Manuel Antonio Saravia en 1.842, don Apolinario revista como Jefe de Estado Mayor y al año siguiente, siendo jefe de Policía el 9 de julio, mientras se celebraba en la plaza el aniversario de la Independencia, un fanático rosista lo hirió gravemente.
            
Tan sacrificada existencia, se vio declinar con esa nueva herida, falleciendo en el año 1.844.
            

ROMANCE AL CHOCOLATE SARAVIA

Como quien busca lanceros
en estas tierras hidalgas,
agrimensor de la Historia
me fui por tierras de Salta.

Llené mis cofres en los rumbos
con nombres como esmeraldas,
y me faltaron las manos
para contar las palabras.

Pero de pronto, en la senda,
como despierto fantasma,
un tambor batió redobles
en hontanares del alma.

Para qué seguir buscando
por estas tierras hidalgas,
si estaba saliendo al paso
los que mis ansias buscaban.

Greda con greda de cielo,
varón como los de cuanta,
en frente mío se alzaba
¡el Chocolate Saravia.

¡Qué sacudón tremendo,
qué signo de esperanza!
¡Qué ganas de alzar los brazos
en gesto de clarinada!

Se me nublaron los ojos,
se me frustró la palabra
¡con sólo saber el nombre
del Chocolate Saravia.!

Un escuadrón de recuerdos
gritó ¡presente! en mi alma
y el cielo vistió de orgullo
de sus colores de patria.

Dos nombres baraja el viento
por las tierras nobles de Salta:
los de Tristán y Belgrano
para quemarse en la hazaña.

Y allá por otro camino,
no el que miran las miradas,
alerta como los tigres
un hombre de los de cuanta.

Un hombre que lleva altivo
como quien lleva una lanza,
el orgullo del salteño,
la dignidad de la raza.

¡Ese nombre era tu nombre,
mi Chocolate Saravia!
En tus manos se amasaba
destino de la batalla,

La Gloria bajaba virgen
por sendas de tu quebrada
para decirle a Belgrano
la bienhadada palabra.

¡Manes de Chachapoyas
alertaban tu mirada,
hijo humilde de este pueblo
donde se agranda la patria!

Y todo fue como un cuento,
como una historia sagrada,
en un veinte de Febrero
para jamás olvidarla.

Palomas con tierno arrullo
del cielo de tus hazañas
en esta tarde de junio
te están quemando alabanzas.

Y yo que soy peregrino
de tierras que tú ignorabas,
por un argentino y por hombre,
tejiéndote un homenaje
pongo tu nombre en mi lágrima,
¡soldado sin uniforme,
mi Chocolate Saravia!

(Lobos Porto)

Fuente: Andrés Mendieta, Sergio Flores