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viernes, 22 de marzo de 2019

BENJAMIN VIEL Soldado de Napoleón, Coronel de San Martín


BENJAMIN VIEL Soldado de Napoleón, Coronel de San Martín




BENJAMIN VIEL Soldado de Napoleón, Coronel de San Martín

Su nombre era Benjamin Viel Gometz.
Nació en París el 21 de enero de 1787; hijo de Claudio Benjamín Viel y Rosa Ana Gometz.
Se casó con María Luisa Toro Guzmán y tuvieron cuatro hijos.
En 1801, a los 14 años, ingresó al regimiento de Húsares de su patria y concurrió a las campañas napoleónicas de la Europa Central.
Sirvió en el ejército francés hasta abril de 1817.
Ese año se embarcó a Buenos Aires y se puso al servicio de la causa revolucionaria de América.
El gobierno argentino le dió el grado de sargento mayor y fue enviado a Chile para servir en el ejército de San Martín.
Participó en Cancharrayada.
Después fue enviado al sur, donde se batió en numerosas campañas contra los últimos defensores realistas.
En 1823 fue ascendido a coronel y trasladado a Santiago,donde se distinguió por su afección a la causa liberal y su lealtad al poder constituído.
En 1827 hizo la campaña contra los Pincheira.
Fue elegido diputado propietario por Parral en el Congreso Nacional, 1829 (1º de agosto-6 de noviembre de 1829). Integró la Comisión Permanente de Guerra.
Después de Lircay, fue separado del escalafón militar durante 10 años y en 1841, siendo presidente Manuel Bulnes, fue reincorporado al ejército y nombrado comandante general de armas de Santiago.
En 1849 fue enviado a Valdivia en comisión y en 1851 se le ascendió a general de brigada y se le nombró intendente de Concepción.
La revolución que estalló en aquella provincia, lo envolvió en una serie de contrariedades y lo alejó del ejército y la política.
Falleció en Santiago, el 15 de agosto de 1868.

jueves, 8 de noviembre de 2018

APODOS DE NUESTROS POLITICOS De 1810 a la actualidad


APODOS DE NUESTROS POLITICOS 
De 1810 a la actualidad

APODOS DE NUESTROS POLITICOS   De 1810 a la actualidad

Manuel Belgrano: "Cotorrita" Estar siempre vestido de verde, su color predilecto.

Mariano Moreno: "El mulato" El color de su tez.

Martín Miguel de Güemes: "El gangoso" Un inocultable defecto en el habla.

José Rondeau: "Mamita" El buen trato que dispensaba a sus subalternos.

Bernardino Rivadavia: "El sapo del diluvio" Su físico poco agraciado, similar a un batracio.
 
Facundo Quiroga: "El tigre de los llanos" Su destreza al mando de las tropas montoneras.

Juan Manuel de Rosas: "El restaurador" Su rigor para desbaratar el estado de anarquía.

Justo José de Urquiza: "El tigre de Montiel" Su destreza e influencia al mando de sus tropas.

Salvador María del Carril "Lingote" Las políticas económicas y cambiarias que aplicó.

Bartolomé Mitre: "Don Bartolo" El afecto que despertaba entre los porteños.

Marcos Paz: "Buche" Sus mejillas fláccidas, que se movían al hablar.

Domingo Faustino Sarmiento: "El loco" Su fuerte temperamento, tanto privado como público.

Nicolás Avellaneda: "Chingolo" El complejo que tenía por su baja estatura.

Julio Argentino Roca: "El zorro" Su probada astucia política y militar.

Miguel Juárez Celman: "El burrito cordobés" La ineficacia de su gestión presidencial.

Carlos Pellegrini: "El gringo" Ser hijo de inmigrantes franceses e ingleses.

Luis Sáenz Peña: "El pavo" La debilidad exhibida durante su breve presidencia.

José Evaristo Uriburu: "Lechuza" La combinación de ciertos rasgos faciales.

Manuel Quintana: "El maniquí" Su frase: "Es tiempo de ponerse los pantalones".

José Figueroa Alcorta "Jettatore" La escasa suerte que traía su presencia.

Roque Sáenz Peña "Protocolo" Su excesivo apego a las formas y cortesías.

Alfredo Palacios: "El mosquetero" Su estilizado bigote y la tendencia a batirse a duelo.

Victorino de la Plaza : "El chino" Su ascendencia diaguita, evidenciada en la forma de sus párpados.

Hipólito Yrigoyen; "El peludo" Su carácter taciturno, ajeno a la exposición pública.

Marcelino Ugarte: "El petiso orejudo" Sus picardías políticas lo asociaron al célebre criminal.

Marcelo T. de Alvear "El pelado" Su característica calvicie.

José Félix Uriburu "Von Pepe" La ferviente admiración que tenía por Alemania.

Lisandro de la Torre "Gato amarillo" Su pelo rubio, combinado con su mal carácter.

Roberto M. Ortiz "El gordo" Su cuerpo voluminoso.

Ramón Castillo "El viejito" Su avanzada edad, al momento de ser presidente.

Pedro Pablo Ramírez "Palito" Su extrema delgadez.

Edelmiro Farrell "El mono" La combinación de ciertos rasgos de su cara.

José Pascual Tamborini "El ciprés" Al decir del diario "La Fronda" era "alto, triste y no daba frutos".


Juan Domingo Perón "El pocho" La gorra de esa marca que empleaba en su tiempo libre.

Juan Hortensio Quijano "Jazmín" Una ironía ante su tosquedad.

Pedro Aramburu "El vasco" Los orígenes euskeras de su apellido.

Isaac Rojas "La hormiga negra" Su baja estatura, sumada al uso de grandes anteojos de sol.

Arturo Frondizi "El flaco" Su físico alto y esmirriado.

José María Guido "Barón de Río Negro" Su comentada afición a un vino de esa marca.

Arturo Illia "La tortuga" La supuesta lentitud de su gestión.

Juan Carlos Onganía "La morsa" El tamaño y forma de sus bigotes.

Alejandro Lanusse "El cano" El color blanco de su pelo.

Héctor Cámpora "El tío" Su supuesta hermandad política con Perón.

Raúl Lastiri "El yerno" Estar casado con Norma López Rega.

María Estela Martínez de Perón "Isabelita" Un homenaje a su madrina, fallecida.

Raúl Alfonsín "El gallego" Los orígenes galaicos de su apellido.

Carlos Menem "El turco" Los orígenes siriolibaneses de su apellido.

Fernando de la Rúa "Chupete" Su ingreso juvenil al mundo político.

Eduardo Duhalde "El cabezón" El supuesto tamaño excesivo de su perímetro craneal.

Néstor Kirchner "El pingüino" Su procedencia patagónica.


FUENTE: Mariano Buren "La Nueva Provincia"


jueves, 18 de octubre de 2018

CÓDIGO DE HONOR DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES José de San Martín


CÓDIGO DE HONOR DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES     José de San Martín
CÓDIGO DE HONOR DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES

José de San Martín, Cuartel General de Mendoza, 4 de septiembre de 1816.
"La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares."


Citar Fuente: "www.elhistoriador.com.ar"

viernes, 13 de abril de 2018

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN


EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!

viernes, 10 de noviembre de 2017

CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN Felicita por la victoria de Maipú

CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN Felicita por la victoria de Maipú

CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN Felicita por la victoria de Maipú
SAN MARTÍN le había escrito a BELGRANO dándole noticia de su victoria en los campos de Maipú.

El 20 de abril de 1818, el vencedor de Tucumán, le responde al Libertador.

En carta que ha recogido la Historia, expresa:  Excelentísimo señor: Señor: Nunca se manifiesta el sol con más brillantez y alegría que después de una tempestad furiosa. El azaroso acontecimiento del 19 de marzo, en los campos de Talca, le dio palpablemente el último grado de importancia e inmortalidad al venturoso del 5 del corriente, en los campos de Maipú, del que me habla V. E. en la suya del 8 del mismo. Al enemigo, fascinado en aquél, no se le ocurrió, por lo visto, que aun existía el general San Martín y que, capaz de transmitir su heroísmo al último de sus subalternos, haría prodigios aun con la espada al cuello. Él, sin duda, contó con que V. E. sería el primero que arrastrase su carro triunfal auxiliado de los jefes que le secundaban, pero, la copa de la felicidad jamás se concedió a un orgullo presuntuoso: encontró su ruina y su vergüenza, donde creyó dar con su gloria y exaltación. Circunscribo los plácemes que doy a V. E., a la extensión de mi característica sinceridad, ya que no se me ofrecen expresiones que los signifiquen del modo más adecuado, complaciéndome la infalibilidad, de que la nación en masa, entrando yo en parte, elevará en el centro de su corazón, el monumento de eterna gratitud que inmortalice al héroe de los Andes. Tampoco olvidará a los dignos hijos suyos, jefes, subalternos, oficiales y tropa que acompañaron a V. E. en la brillante jornada: todos son acreedores a una memoria perpetua, vivirán, como me lisonjeo, la vida eterna de la nación.
Dios guarde a V. E. muchos años.-
Tucumán, 20 de abril de 1818.

Manuel Belgrano.

lunes, 21 de noviembre de 2016

AGUADO, MARQUÉS DE LAS MARISMAS Amigo, confidente, financista y finalmente SAN MARTIN fue su albacea y heredero

AGUADO, MARQUÉS DE LAS MARISMAS Amigo, confidente, financista y finalmente
SAN MARTIN fue su albacea y heredero


AGUADO, MARQUÉS DE LAS MARISMAS Amigo, confidente, financista y finalmente  SAN MARTIN fue su albacea y heredero

Alejandro María Aguado y Rodríguez de Estenoz, marqués de las Marismas del Guadalquivir; Sevilla, 1784 - Gijón, 1842) merece salir del largo olvido que la tiene relegada en los desvanes de la Historia. Este Banquero hizo rico a nuestro Libertador pero ni en su aniversario se lo recuerda.

Político, militar y financiero español.

Alejandro Aguado, en la órbita de su tío el general O’Farril, se alineó del lado del rey José I Bonaparte. En su familia, como en otras, sobre todo de las de alto copete, había surgido la división entre patriotas y afrancesados josefinos.

En Extremadura, Alejandro Aguado se curtió  como combatiente. Entre otros momentos, dejó huella en su memoria la batalla de La Albuera, que evocaba épicamente, años después en Francia. Ascendido a capitán, recibió la condecoración de la Orden Militar de España, conocida extraoficialmente como “La Berenjena”.

Distinguido por el mariscal Soult, Duque de Dalmacia, Aguado llegó a coronel de lanceros.

Edecán del mariscal francés Soult durante la ocupación napoleónica, al terminar la guerra se trasladó a Francia y fundó una banca en París.

Su actividad comercial se iniciaría bajo el marbete de “Epiceries fines. Produits coloniaux”. De España, con apoyo familiar, recibía aceitunas, aceite de oliva, pasas, almendras, así como vinos de Jerez y de Málaga. De Cuba, frutas tropicales, café, azúcar, ron y tabacos. De la tienda de ultramarinos selectos pasó a ampliar su dedicación con la perfumería, incluyendo la fabricación de cosméticos como el “Jabón de las Sultanas”.

AGUADO, MARQUÉS DE LAS MARISMAS Amigo, confidente, financista y finalmente  SAN MARTIN fue su albacea y heredero
Exportó también a España productos franceses y creó diversas empresas para la gestión de propiedades de otros españoles en Francia, como el cobro de deudas, la intermediación y otras dedicaciones que le descubrieron la mecánica de la Bolsa, sin pisar el “parquet”. Con 39 años, el negociante se convertiría en banquero.

Javier de Burgos, ante las dificultades del Gobierno de Fernando VII de contratar empréstitos en Europa, negoció en París con Alejandro Aguado, quien se lanzó a fondo a las finanzas y pasó a ser el banquero del Monarca de España, el Rey felón, aquel que le había vetado el retorno a su nación.


En 1823 Alejandro Aguado se hizo cargo de una parte de los empréstitos (10 millones de pesetas al 60,5% de interés y un 2,5% de comisión) negociados por el ministro de Hacienda, López Ballesteros, para enjugar las deudas contraídas durante el Trienio Liberal (1820-1823), que no fueron reconocidas hasta 1831.

En 1825, con parte de las obligaciones que se encontraban en sus manos, emitió títulos por valor de 547,1 millones de pesetas y una garantía de poco más de 250.000 pesetas. Se atribuyó a Fernando VII una lucrativa participación en la citada operación financiera que, por otra parte, pudo ser el origen del enfrentamiento entre López Ballesteros y el banquero. Alejandro María Aguado realizó otros empréstitos en los años 1827, 1828 y 1830.

La última transacción financiera la hizo directamente con Fernando VII con el fin de cancelar los bonos emitidos durante el Trienio Liberal, de los que una quinta parte se destinaban a convertirse en títulos de renta perpetua. En 1834 negoció empréstitos con el gobierno griego. En 1829 fue ennoblecido con el título de marqués de las Marismas del Guadalquivir.

Aguado llegó a ser uno de los grandes banqueros de Francia, donde se le consideraba en posesión de la primera fortuna personal de aquel país.

Fundamentalmente a partir de 1832, cuando, como relata Puente, “establece amistad con Aguado en París, a quien ha conocido el año anterior o en el viaje que hizo a Francia en 1828 –desde Bruselas-, antes de ir al fracasado retorno a Buenos Aires”.

Durante años, el general San Martín, en París, tuvo su residencia no lejos de la mansión del banquero Aguado, y su casa de campo, a treinta kilómetros de la capital francesa, también estaba próxima al palacio preferido del financiero español. Curiosamente, ese “chateau” del magnate, en Évry, radicaba en el espacio territorial denominado Petit Bourg, mientras que la residencia del Libertador -adquirida con apoyo económico de su craso amigo- pertenecía al Grand Bourg.

En el par de años que San Martín vivió solo, mientras su hija Mercedes y su yerno estaban en Buenos Aires, compró la modesta casa de campo de Grand Bourg, separada de los jardines del palacio de Petit Bourg por el Sena; el puente del Ris, construido por Aguado, enlazaba ambas orillas. Y adquirió también en una subasta judicial el edificio del Nº 1 de la calle Neuve de Saint Georg -cinco plantas, en el centro de la capital y a dos cuadras del palacio y oficinas de su amigo Aguado. Esta le costó 140.000 francos (la conservaría la familia hasta principios del siglo XX) y aquélla, la casa de campo, más familiar en la memoria de los argentinos, 13.500. La compra de ambas sólo fue posible gracias a la generosidad de su amigo Aguado, pues las rentas y jubilaciones del Libertador no lo habrían permitido.

“El general pasaba la mitad del año, de noviembre a abril en París y el resto en esa casa retirada en Evry, Grand Borug, ubicada a menos de 300 metros del palacio de Aguado. Estaban enlazados por un puente colgante construido por el banquero. No eran casualidades. A los amigos les gustaba estar cerca. Desde los patios y el huerto trasero de la casa de campo de San Martín se veía el palacio de Aguado”.

Aparte de las asiduas visitas a domicilio, para departir en las estancias de aquellas viviendas, ambos personajes pasearon juntos muchas veces a caballo por los bosques del Petit Bourg, pero también de París.

Las transferencias que correspondían al general San Martín, por las pensiones que tenía asignadas y por las rentas de sus propiedades al otro lado del Atlántico, no llegaban, en ocasiones, con la debida regularidad. A causa de ello, su economía particular presentaba inestabilidades y baches.

Utilizando fórmulas discretas y elegantes, Aguado apoyaba por sistema al  célebre criollo, con quien estrechó fuertes lazos de afecto y confianza.

Aguado era un apasionado del arte y la cultura dedicará tiempo y fortuna a financiar teatros –en particular la Operade París-, crear publicaciones, formar una colección de pintura y frecuentar artistas e intelectuales, como el compositor Rossini y los escritores Balzac y Nerval.

Como consecuencias de ese proceso, se produjo la elección de San Martín para encomendarle, por parte del potentado,  la intervención en el reparto de su herencia y en la tutela de sus hijos, que como albacea llevó a cabo sin escatimar tiempo ni dedicación.

Fue luego San Martín albacea y heredero de la fortuna de este hombre, le tocó liquidar la mayor colección de obras de arte de esos tiempos.

“Deseando dejar a mis ejecutores testamentarios – había dispuesto el marqués de la Marismas del Guadalquivir en testamento ológrafo depositado en la notaría- una muestra de mi afecto, les lego todas mis alhajas que tengo de mi uso personal y además una suma de treinta mil francos. Al morir San Martín esas joyas fueron heredadas por su hija. No hay noticias de qué pasó luego con ellas”.

De esa fecha –septiembre de 1842- data una carta al general Guillermo Miller en la cual San Martín dice: “Mi suerte se halla mejorada, y esta mejora es debida al amigo que acabo de perder, al señor Aguado, el que, aun después de su muerte, ha querido demostrarme los sentimientos de la sincera amistad que me profesaba, poniéndome a cubierto de la indigencia”.


Fuente: Armando Rubén Puente « Alejandro Aguado. Militar, banquero y mecenas». Editorial Edibesa. Madrid. Historia de una amistad. Alejandro Aguado y José de San Martín (Editorial Claridad, 2011



miércoles, 2 de noviembre de 2016

SAN MARTIN: "Código de Honor del Ejército de los Andes "

SAN MARTIN: "Código de Honor del Ejército de los Andes "



SAN MARTIN: "Código de Honor del Ejército de los Andes "

"La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares."
José de San Martín, Cuartel General de Mendoza, 4 de septiembre de 1816.
Citar Fuente: "www.elhistoriador.com.ar"



miércoles, 26 de octubre de 2016

HÁBITOS DE SAN MARTÍN

HÁBITOS DE SAN MARTÍN


HÁBITOS DE SAN MARTÍN


TOMÁS GUIDO  escribe en 1816 se célebre “Memoria”, basada en las conversaciones sostenidas con San Martín, en Saldán, Córdoba,
durante la convalecencia del general. En ellas describe cuales eran sus hábitos.



Se me consentirá aquí, en gracia de tan célebre personaje, una digresión encaminada a suministrar algunos detalles sobre su vida íntima. Era generalmente sobria y metódica. Durante su larga permanencia en Chile, tenía por costumbre levantarse de tres y media a cuatro de la mañana, y aunque con frecuencia le atormentaba al ponerse de pie un ataque bilioso, causándole fuertes nauseas, recobraba pronto sus fuerzas por el uso de bebidas estomacales, y pasaba luego a su bufete. Comenzaba su tarea casi siempre a las cuatro de la mañana, preparando apuntes para su secretario, obligado a presentársele a las cinco. Hasta las diez se ocupaba de los detalles de la administración del ejército, parque, maestranza, ambulancias, etc, suspendiendo el trabajo a las diez y media. Desde esa hora adelante, recibía al Jefe del estado Mayor, de quien tomaba informes y a quien daba la orden del día. Sucesivamente concedía entrada franca a sus jefes y personas de cualquier rango, que solicitaren su audiencia. El almuerzo general era en extremo frugal, y a la una del día, con militar desenfado, pasaba a la cocina y pedía al cocinero lo que le parecía más apetitoso. Se sentaba solo, a la mesa que le estaba preparada con su cubierto, y allí se le pasaba aviso de los que solicitaban verlo, y cuando se le anunciaban personas de su predilección y confianza, les permitía entrar. En tal humilde sitio ventilábase toda clase de asuntos, como si estuviera en un salón, pero con franca llaneza, frecuentemente amenizada con agudezas geniales. Sus jefes predilectos eran los que gozaban más a menudo de esas sabrosas pláticas. Este hábito, que revelaba en el fondo un gran despego a toda clase de ostentación, y la sencillez republicana que lo distinguía, no era casi nunca alterada por lo general, considerándola, -decía él en tono de chanza- un eficaz preservativo del peligro de tomar en mesa opípara algún alimento dañoso a la debilidad de su estómago. Más esto, que pudiera llamarse una excentricidad, no invertía la costumbre de servirse a las cuatro de la tarde una mesa de estado que, en ausencia del general, presidía yo, preparada por reposteros de primera clase, dirigidos por el famoso Truche de gastronómica memoria. Asistían a ella jefes y personas notables, invitadas o que ocasionalmente se hallasen en palacio a la indicada hora. El general solía concurrir a los postres, tomando en sociedad el café, y dando expansión a su genio en conversaciones festivas. Por la tarde recibía visitas o hacía corto ejercicio, y al anochecer regresaba a continuar su labor, imponiéndose de la correspondencia del día, tanto interna como del exterior, hasta las diez, que se retiraba a su aposento y se acostaba en su angosto lecho de campaña, no habiendo querido, fiel a sus antiguos hábitos, reposar nunca en la cama lujosa que allí le habían preparado. Más este régimen era con frecuencia interrumpido por largas vigilias, en las que meditaba y combinaba operaciones bélicas del más alto interés, y cuanto se relacionaba con su inmutable designio de asegurar la independencia y organización política de Chile. A más de la dolencia casi crónica que diariamente lo mortificaba, sufría de vez en cuando ataques agudísimos de gota, que, entorpeciendo la articulación de la muñeca de la mano derecha, lo inhabilitaban para el uso de la pluma. Su médico, el doctor Zapata, lo cuidaba con incesante esmero, induciéndolo no obstante, por desgracia, a un uso desmedido del opio, a punto de que, convirtiéndose esta droga, a juicio del paciente, en una condición de su existencia, cerraba el oído a las instancias de sus amigos para que abandonase el narcótico (de que muchas veces le sustraje los pomitos que lo contenían) y se desentendía del nocivo efecto con que lenta pero continuadamente minaba su físico y amenazaba su moral". Tomás Guido

Fuente: Busaniche José Luis (ed). San martín visto por sus contemporáneos. B.As. Instituto Sanmartiniano, 1995, págs. 153 a 155. 

miércoles, 23 de marzo de 2016

LAS NIETAS DEL GENERAL SAN MARTIN

LAS NIETAS DEL GENERAL SAN MARTIN

LAS NIETAS DEL GENERAL SAN MARTIN

Enrique Mario Mayochi nos acerca es articulo para que conozcamos la descendencia de nuestro Libertador.

Su hija Mercedes le dio al abnegado progenitor de su existencia, dos nietitas, con las cuales el ilustre viejo pasó momentos de regocijo y esparcimiento jugando como niño con las dos criaturas que le resultaron un entretenimiento feliz en sus últimos años.
Y estas risueñas chicuelas, picaronas como ninguna, se llamaban María Mercedes y Josefa Dominga Balcarce de San Martín. Vieron partir con dolor a la eternidad al viejo abuelo que casi ciego por las cataratas, a veces las confundía, lo que provocaba hilaridad en las picaronas, y cuando ambas se peleaban por ganarse cada cual las caricias, aquél, para consolarlas, les daba sus condecoraciones para que jugaran. Pero cuando alguien le observaba esta irreverencia, le dijo: "Si estas condecoraciones no sirven para hacer callar a una nieta, de nada habrían valido."
Chocho con ellas, en 1837 le. escribía a don Pedro Molina contándole cosas familiares, y le decía respecto a estas chiquilinas: "Mis hijos llegaron con buena salud a fines de junio pasado, y a los pocos días la mendocina -su hija- dio a luz a una niña muy robusta: aquí me tiene usted con dos nietecitas cuyas gracias no dejan de contribuir a hacerme más llevaderos mis viejos días".
El amor que sentía San Martín por su hija, se volcó después en las nietitas que, como todas las de su edad, saben buscar el lado flaco del abuelo que las mima, para sacarle todo lo que desean, satisfaciendo caprichos como aquel de jugar -en el presente caso- ¡con las medallas de la victoria!
Empero, muy lamentable por cierto, estas nietitas cortaron el apellido San Martín que ostentaba el Libertador, heredado a su vez de su padre, habiéndose extinguido con ellas también la descendencia directa, por haber fallecido las dos sin hijos.
De las dos nietas, la mayor, María Mercedes, nacida en Buenos Aires el 14 de octubre de 1833, como hemos visto, murió soltera en París a los 27 años de edad, en 1860.
Y Josefa Dominga, nacida el 14 de julio de 1836 en Grand Bourg, fue casada con D. Fernando Gutiérrez Estrada de nacionalidad mexicana, falleciendo en Brunoy el 15 de abril de 1924, sin dejar descendencia, a la edad de 88 años. Tuvo la suerte de vivir más que todos los de su familia, pero también la pena de verlos morir uno tras otro para ser ella la última. Y en esa vejez dolorosa por la soledad, recordaría las travesuras de su niñez que, con su hermana mayor, hacían enfadar a la solícita madre, por molestar a su padre, anciano ya, pero que él las acariciaba con un verdadero cariño.
Florencio Balcarce, cuñado de Mercedes, que estudiaba en París, solía visitar a menudo su casa, escribía a su hermano en Buenos Aires diciéndole cosas de aquellas chicuelas sin par: "Tengo el placer de ver la familia -de San Martín- un domingo sí y otro no. Iría todas las semanas si los buques de vapor estuvieran del todo establecidos. El general goza a más no poder de esa vida solitaria y tranquila que tanto ambiciona. Mercedes se pasa la vida lidiando con las chiquitas que están cada vez más traviesas. Pepa sobre todo, anda por todas partes levantando una pierna para hacer lo que llama volatín; pero entiende muy bien el español y el francés. Merceditas está en la grande empresa de volver a aprender el a-b-c que tenía olvidado; pero el General siempre repite la observación de que no la ha visto un segundo quieta".
Florencio Balcarce, hermano del yerno del general San Martín, murió a los 21 años,cuando comenzaba a perfilarse un gran poeta. Por su parte el poeta Ricardo J. Bustamante les dedicó unos versos a las inquietas nietas del grande hombre que Rafael Alberto Arrieta transcribe en su libro "Florencio Balcarce 1818-1839". En cuanto a doña Josefa, mujer ilustrada y culta, supo conservar el acervo histórico de su ilustre abuelo y que su padre había ofrecido al general Mitre para su extensa Historia sobre San Martín, pues ella conocía el valor de lo que aquello representaba para la Historia Argentina y, por ende, Americana. Fue así cómo le remitió aquella documentación que no alcanzara a enviarle don Mariano en suprimer pedido, además de los objetos y enseres que pertenecieron al Libertador, remitidos al Museo Histórico Nacional que hacía poco había fundado D. Adolfo P. Carranza.
En carta del 8 de octubre de 1886, esta nieta le escribía al general Mitre desde París, para informarle de los documentos que le remitía para su Historia de San Martín: cartas, papeles, mapas y proclamas los había ordenado su padre a tal objeto. En otra carta posterior, le dice:"Después de haber en 1886 ofrecido a usted el reloj y cadena de mi abuelo, el general don José de San Martín, y remitido a ese Ministerio de Relaciones Exteriores para el Museo Nacional su uniforme, sus bandas y otros objetos que le pertenecieron, conservé entonces únicamente la escribanía y caja de trabajo de que él se sirvió hasta su último día.
"Hoy que se halla usted en vísperas de regresar a Buenos Aires, vengo a rogarle se sirva aceptar, cono recuerdo mío, estas últimas reliquias de las que no me había querido desprender hasta ahora".
Y así como esto, todo lo demás que perteneció al general San Martín, aquella nieta, generosa y comprensiva, donó en vida tales prendas para que fueran a conservarse en un lugar donde todos pudieran observarlas y sacar las conclusiones que cada cual concibiera.
De tal manera, las nietas del Libertador han, pasado también a la Historia Argentina como parte integrante de su familia, por haberle aliviado las penas al abuelo en su vejez, lamentando que no hubiera sido alguna de ellas, un varón, ya que no lo tuvo con su esposa. Efectivamente, alguna vez el ilustre abuelo se habría quejado de su suerte, por no haber tenido un descendiente varón, anhelo natural de todo hombre que ha sobresalido en alguna actividad de su vida: ver prolongado su apellido o su obra en el tiempo.
Sin embargo, pensamos de todas maneras que San Martín hubiera sido más feliz en su ostracismo sino muere antes su tierna compañera: vacío que llenaron con cariño verdadero su hija y sus nietas, quienes supieron captarse las simpatías y el cariño del noble abuelo, con fervor y agradecimiento supieron aliviarle muchas penas, con el cariño que le ofrendaron hasta su muerte, pues ellas habían sido igualmente correspondidas. Cómo no habría de serlo, si el anciano ilustre se sentía rejuvenecido, merced a las travesuras de aquellas criaturas que alegraban sus días, como si supieran que con ello producían un bienestar. Por eso pudo decir de ellas el poeta:
"Vosotras que sois la gloria De una madre tan querida, Que de un anciano la vida Llenáis de dulce ilusión; Vosotras que la memoria Vais de tesoros orlando, De un tierno padre escuchando La sabia y digna lección"
(Del poema "A las tiernas niñas Josefa y Mercedes Balcarce, nietas del General San Martín", por el poeta Ricardo J. Bustamante. En París el año 1844.)


domingo, 23 de agosto de 2015

ASTUCIA DE SAN MARTIN

ASTUCIA DE SAN MARTIN

Cuando el ejército libertador desembarcó en Huaura (Perú), el virrey de Lima estaba ansioso por saber los efectivos con que contaba San Martín.

Cierto día, mandó de parlamentario al general Bacaro quien se presentó a las avanzadas argentinas preguntando por el general.

Éste, avisado, lo hizo demorar con cualquier pretexto y al fin fué traído a la casa del gobernador de la plaza que era el bizarro coronel Manuel Rojas.

Durante el tiempo de esa demora San Martín hizo salir a todo su ejército a un llano que había entre ese edificio y el ocupado por el cuartel general.

En ese terreno, que tenía cerca de una legua, formaron los cuerpos en compañías y escuadrones que maniobraban, haciendo unos, ejercicios de armas, otros, de tiradores y guerrillas, pero todos muy desparramados, abarcando un campo inmenso en forma tal que, aun los que conocían la verdad, se figuraban que había una fuerza mayor.

Preparado esto, el general San Martín, con un gran Estado Mayor y todos sus generales —menos Arenales que se encontraba con una división en la Sierra lo que, desde luego, contribuyó más al engaño— entró en la gobernación donde se encontraba el general realista a quien conocía de mucho tiempo atrás:
—Oh, mi amigo Bacaro —le dijo— cuánto gusto tengo en volver a ver a Ud.! siento no haber sabido antes su venida, pero yo había salido desde temprano a dar una vuelta y no he vuelto aun al cuartel general; aun aquí he venido por casualidad.

Después de las presentaciones y saludos de práctica con el resto de su oficialidad, el Gran Capitán le invitó a visitar el cuartel general, a lo que accedió gustoso el español, pues eso facilitaba su misión de espionaje.

Para ir allá, tenían que pasar por el terreno que en ese momento servía de campo de instrucción y al coronar una loma se encontró de golpe Bacaro con aquel estupendo despliegue de fuerzas.
San Martín simuló sorpresa y disgusto al ver cómo se “descubría” su fuerza y deteniendo la marcha, dijo al realista:

—Volvamos a desandar —y despachó varios ayudantes en todas direcciones a ordenar el regreso de la tropa a sus acantonamientos.

Cuando le informaron que se había cumplido su orden volvió a continuar la marcha y al volver a pasar la loma el campo estaba totalmente desierto.

Al regresar Bacaro a Lima aseguró al Virrey que todos los datos recibidos hasta el momento eran incompletos y que, a su criterio, San Martín ocultaba todavía su juego.

Gracias al Blog de las Fuerzas de Defensa de la República Argentina
http://fdra.blogspot.com/2011/10/anecdotario-historico-argentino-la.html


jueves, 20 de agosto de 2015

SAN MARTIN y el "Paso de Numancia" Cuando el batallón español Numancia arrojó las banderas del Rey

SAN MARTIN y el "Paso de Numancia" 
Cuando el batallón español Numancia arrojó las banderas del Rey





El 2 de diciembre de 1820, una de las mejores unidades del ejército español en el Perú abandonó las filas del rey con todos sus efectivos y armamentos y se incorporó al Ejército Libertador en el valle de Huaura. Este episodio, singular y único en la historia de la emancipación americana, se conoce como el "Paso de Numancia". Este batallón es resto de un famoso Regimiento Numancia de tiempo atrás, que era un cuerpo selecto formado por gente escogida de Nueva Granada en los años anteriores a la Batalla de Boyacá, en la que perdió su segundo batallón. El primero, salvado en dicha batalla (7 de agosto de 1819) -como queda expresado- fue enviado al Perú con más de 600 plazas y una oficialidad distinguida y brillante que más tarde ocuparía altos puestos en los ejércitos y gobiernos del Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. El Numancia arribó a Lima, luego de un largo viaje desde el valle de Cauca, en julio de 1820. Trajo solamente cuatro compañías pues las restantes las fue dejando, por orden del virrey, en importantes ciudades de su trayecto: Guayaquil, Piura y Trujillo. Sua armamento era de factura inglesa y de los mejor de la época. Vistoso su uniforme, comparable sólo al del Batallón Gerona que los realistas levantaron en Nueva Granada. En sus filas servían de soldados rasos algunos oficiales americanos en castigo por sus actividades revolucionarias y la mayoria de los numantinos eran de origen neogranadino y venezolano, por lo cual, y a pesar de su reconocida disciplina y comportamiento militar anterior, no dejaban de ser sospechosos a las autoridades del virreynato. Al arribo de la Expedición Libertadora en Pisco, los patriotas de Lima procuraron relacionarse con los numantinos y su cuartel -el de Guadalupe- se convirtió en un foco de conspiraciones en favor de la patria. San Martín conocía la inclinación de muchos oficiales y tropa del Numancia por la independencia americana, principalmente a través de los informes secretos que le enviaba Riva Agüero. El plan elaborado consistía en que el batallón fuera destinado a Chorrillos, donde sería recogido por uno de los buques de la escuadra Liberadora. El emisario encargado de hacer llegar el mensaje a Pisco, un cadete, fue sorprendido en el camino y apenas pudo salvar su vida gracias a la mediación de un magistrado peruano que intervino en el proceso marcial. Fracasada esta tentativa, sus principales comprometidos fueron encerrados en el Real Felipe, mientras se sustanciaba la causa de conspiración. Para debilitar la fuerza y moral de la unidad, el virrey dispuso se remitiera una de sus c ompañías a piura y otra a Trujillo, a las órdenes del entonces intendente Torre Tagle. Establecido San martín en Huaura, el Numancia operá en el norte de Lima a las órdenes de Valdez. El 2 de diciembre de 1820, en el curso de un operativo, el batallón regresaba a Lima desde Chancay, a la retaguardia de las otras fuerzas realistas. Debido al calor reinante se hizo alto al pie de la cuesta del Trapiche y, tal como secretamente se había vuelto a convenir, llegó hasta esa localidad una avanzada de la caballería de Alvarado. Siendo esa la oportunidad planeada, todos los integrantes del Numancia arrojaron las banderas del rey y, sorpresivamente, se alejaron con las fuerzas patriotas. Los numantinos ingresaron en Huaura el 11 de ese mes, con enorme júbilo del pueblo y las tropas libertadoras allí estacionadas. Como San Martín se encontraba ese día en Supe, fue el general Las Heras quien lanzó la proclama: El honor y la gloria de los individuos que lo componen, la libertad e independencia de América, todos los más grandes intereses que han sido por más de diez años el objeto de nuestros esfuerzos, todo se halla asegurado por la unión del batallón más antigüo del ejército. El día 4 de noviembre de 1820, San Martín dictó la Orden del Día y cedió al Batallón Numancia la custodia de la bandera del ejército, le dio el renombre singular de batallón "Fiel a la patria" y entregó a sus hombres la medalla "A la lealtad de los más bravos". El Libertador procedió a reorganizar la unidad con cuatro compañías, según era en su origen: el mando fue confiado al coronel Tomás de Heres; segundo jefe fue el comandante Ramón Herrera y tercero, el mayor Miguel Delgado. Fueron ascendidos a capitanes Simón Pacheco y Antonio de la Guerra y, como mayores, Pedro Taramona y Pedro Hernández. Se elevaron sus efectivos a 800 plazas. El paso del Numancia consternó a los realistas y el virrey decretó severísimas penas para los que, en el futuro, fueran tomados prisioneros: para los numantinos no habría cuartel y así, uno de sus oficiales capturado, fue pasado por las armas sin juicio alguno. Ante el reclamo de San Martín contra esta bárbara medida, Canterac contestó que el castigo era justo y merecido. Los altibajos de la guerra obligaron a suspender la pena de muerte a los numantinos pues, ya en el gobierno Bolívar, éste amenazó con fusilar a todos sus prisioneros realistas si no se dejaba de aplicar esa venganza. La presencia del Numancia entre las fuerzas patriotas fue decisiva durante las operaciones militares del siguiente año. Llegó al campamento de Huaura cuando las tropas patriotas pasaban momentos críticos por las graves epidemias y sin posibles reemplazos en sus cuadros de oficiales. También fue decisiva, pero en sentido contrario, para el ejército español que perdía una de sus mejores unidades de combate que, al cambiar de banderas, introducía el desaliento entre sus antiguos compañeros. Con el paso del Numancia, los realistas vieron claro que la causa del rey estaba ya perdida en el Perú.
José de San Martín un camino hacia la libertad, Bs. As., 1989. Págs Fuente: Manrique Zago (dir). 101/102.


martes, 21 de julio de 2015

SAN MARTIN EXPLICA LA IMPORTANCIA DE ENTONAR EL HIMNO

SAN MARTIN EXPLICA LA IMPORTANCIA DE ENTONAR EL HIMNO



Circular dirigida por el Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo Coronel Mayor D. José de San Martín, a los preceptores de las Escuelas Públicas

"La educación formó el espíritu de los hombres. La naturaleza misma, el genio, la índole, ceden a la acción fuerte de este admirable resorte de la sociedad. A ello han debido siempre las naciones las varias alternativas de su política. La libertad de los pueblos libres es aún despreciada por los siervos, porque no la conocen. Nosotros, palpamos con dolor esta verdad. La Independencia Americana habría sido obra de momentos si la educación española no hubiera enervado en la mayor parte de nuestro genio. Pero aún hay tiempo. Los pobladores del nuevo mundo son susceptibles de las mejores luces. El destino de preceptor de primeras letras que V. ocupa le obliga íntegramente a suministrar estas ideas a sus alumnos. Recuerde V. que esos tiernpos renuevos dirigidos por manos maestras formarán algún día una nación culta, libre y gloriosa. El gobierno le imprime el mayor esmero y vigilancia en inspirarles el patriotismo y virtudes cívicas, haciéndoles entender en lo posible que ya no pertenecen al suelo de una colonia miserable, sino a un Pueblo libre y virtuoso. Al cuyo fin y para excitar este espíritu en los niños, como en el común de las gentes, cumplirá V. exactamente desde la semana actual la superior orden relativa a que todos los jueves se presenten las escuelas en la Plaza Mayor a entonar la Canción Nacional. José de San Martín"
Fuente:  Revista "San Martín", TITULO: "circular dirigida por el Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo, Coronel Mayor D. José de San Martín, a los preceptores de las Escuelas Públicas." PAGINA: 40, LUGAR: Buenos Aires, diciembre de 1937.


domingo, 19 de julio de 2015

TESTAMENTO DE SAN MARTIN

TESTAMENTO DE SAN MARTIN



París 23 de enero de 1844

En el Nombre de Dios todo Poderos a quien reconozco como Hacedor de Universo; Digo yo José de San Martín, Generalísimo de la República del Perú, y Fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile, y Brigadier General de la Confederación Argentina, qe, visto el malestado de mi salud, declaro por el presente Testamento lo siguiente:

Primero. dejo pr. mi absoluta Heredera de mis bienes, havidos y por haver a mi única Hija Mercedes de San Martín actualmente casado con Mariano Balcarce

2º-Es mi expresa boluntad el que mi Hija suministre a mi Hermana Maria Elena, una Pensión de Mil -frans. anuales, y a su fallecimiento, se continue pagando a su hija Pertronila, una de 250 hasta su muerte, sin qe. pa. asegurar este don qe. hago a mi hermana y Sobrina, sea necesarías otra Hipoteca qe.la confianza qe. me asiste de qe. mi hija y sus herederos cumplirán religiosamente ésta mi boluntad.

3º-El Sable que me a acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una pruebade satisfacción, qe. como Argentino he tenido al ver la firmeza con qe. ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los Estranjeros qe. tratan de Umillarla.

4º-Proibo el que se me haga ningún género de Funeral, y desde el lugar en qe. falleciere se me conducirá directamente, al Cementerio sin ningún acompañamto, pero si desearía, el que mi Corazón fuese depositado en el de Buenos Ayres.

5º-Declaro no deber ni haver jamás debido nada , a nadie.

6º-Haun qe. es verdad qe. todos mis Anelos no han tenido otro objeto qe. el bien de mi Hija amada, debo confesar, que la honrada conducta de esta, y el constante cariño y esmero qe. siempre me ha manifestado, han recompensado con Usura, todos mis esmeros haciendo mi bejez feliz. Yo la ruego continúe con el mismo cuidado y contracción la educación de sus Hijas (a las qe. abrazo con todo mi Corazón) si es qe. a su vez quiere tener la misma feliz suerte qe. yo he tenido: igual encargo hago a su Esposo, cuyas honrrades, y hombría de bien no ha desmentido la opinión qe. havía formado de él, lo qe. me garantiza continuará haciendo la felicidad de mi Hija y Nietas.

7º-Todo otro testamento o Disposición anterior al Presente queda Nulo y sin ningún balor.

Hecho en París a Veynte y tres de Enero del año mil ochocientos quarenta y quatro, y escrito todo el de mi puñio y letra
                                                                    José de San Martín

Artículo Adiccional: Es mi boluntad el qe. el Estandarte que el Brabo Español Dn. Fran.co Pizarro tremoló en la Conquista del Perú sea debuelto a esta República (a pesar de ser una propiedad mía) siempre que sus Goviernos hallan realizado las Recompensas y honores con qe. me honró su primer Congreso.
                                                                    José de San Martín

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martes, 7 de julio de 2015

PEDRO REGALADO DE LA PLAZA “uno de los principales colaboradores del general San Martín en la instrucción militar del Ejército de los Andes”.

PEDRO REGALADO DE LA PLAZA 

uno de los principales colaboradores del general San Martín en la instrucción militar del Ejército de los Andes”.
 



Nació en la ciudad de Mendoza, en 1787, siendo sus padres el teniente general don Gaspar de la Plaza y doña María Micaela de Acosta.

Ingresó a la carrera militar en clase de cadete, el 28 de enero de 1803, participando en las invasiones inglesas, donde por su heroica actuación contra el usurpador inglés fue designado teniente del “Cuerpo de Voluntarios del Río de la Plata”, el 1 de septiembre de 1807, y al año siguiente ayudante del primer batallón.

Después de los sucesos de mayo, la Primera Junta lo reconoció como capitán graduado, el 3 de agosto de 1810, otorgándole el nombramiento de primer ayudante mayor del Regimiento de Artillería. Fue nombrado capitán 2do de la 5ta Compañía, el 24 de mayo de 1811.

A raíz del desastre de Huaqui, integró el cuadro de oficiales formado por Manuel Dorrego, Ignacio Warnes, y otros, que al mando del Cnl Cornelio Saavedra se dirigieron a incorporarse en agosto de 1811 al Ejército del Alto Perú. Participó en las victorias de Tucumán y Salta, y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. 

A comienzos del año 1814 se sumó al ejército que sitiaba Montevideo. Una vez caída la plaza, fue enviado a Mendoza, el 13 de diciembre de 1814, para incorporarse a las fuerzas de San Martín; conduciendo 50 artilleros y cuatro cañones, con el grado de comandante general de artillería.

San Martín descubrió sus excelentes condiciones de organizador en el manejo del arma de artillería y lo designó director de la maestranza y parque.

El 15 de junio de 1815 le fue dado el empleo de sargento mayor, y recibió la confirmación del grado con la promoción de teniente coronel graduado en 1816.

Regalado de la Plaza era un oficial práctico en su arma y poseía notables condiciones de organizador. Su labor y capacidad llamaron la atención de San Martín, cuya estimación y confianza se granjeó rápidamente.

La confianza del Libertador lo hizo depositario de máximas responsabilidades, poniéndolo a cargo de todas las actividades del parque, laboratorio de mistos, fábrica de salitre, de pólvora y fundición. El director por su encomiable labor al frente de la maestranza, le dio gracias en nombre de la patria el 16 de setiembre de ese año, calificando sus servicios de “honrosa comportación”. Dice el Grl Florit en su libro: “San Martín y la causa de América” que el comandante Regalado de la Plaza fue uno de los principales colaboradores del general San Martín en la instrucción militar del Ejército de los Andes.

Puesto en mando el Ejército de los Andes, condujo por los desfiladeros de Los Patos el grueso de la artillería, gracias a las sabias disposiciones por él tomadas.

Actuó con brillo en la batalla de Chacabuco, mereciendo que el Grl San Martín  en un parte suplementario que envió al gobierno de las Provincias Unidas, el 14 de abril de 1817, recomendase varios jefes y oficiales que se habían  destacado en aquella acción. Refiriéndose a Regalado de la Plaza, señaló: “El comandante general de artillería D Pedro Regalado de la Plaza, que como jefe ha llevado su deber del modo más satisfactorio y en la campaña ha satisfecho la confianza que me merecía”.

El 31 de mayo de 1817 era promovido a teniente coronel efectivo y comandante de un batallón de artillería de reciente creación. Compartió el desastre de Cancha Rayada. Pocos días más tarde, actuó brillantemente en la batalla de Maipú al mando del regimiento “Artillería de los Andes”, comportamiento que San Martín, reconoció nombrándolo coronel, el 15 de abril de 1818.

Al mes siguiente, a su solicitud, obtuvo licencia, y el 1 de septiembre de dicho año se le concedió retiro por invalidez, radicándose desde esa fecha en su ciudad natal.

Por acciones de guerra, se le otorgaron las condecoraciones dadas a los vencedores de Tucumán y Salta, la medalla de Chacabuco y los cordones de Maipú; fue miembro de la Legión del Mérito de Chile. En 1820 comandó la artillería de las fuerzas mendocinas que se organizan para rechazar la invasión de José Miguel Carrera.

Fue comandante general de armas, jefe de estado mayor y comandante general de artillería en las administraciones de Alvarado y Videla Castillo. Invadida la provincia de Mendoza por Juan Facundo Quiroga luchó en su contra, en la localidad de Rodeo de Chacón en combate favorable  al jefe riojano, que lo obligó a exiliarse en Chile, donde murió en el año 1856. Dijo Sarmiento al recordarlo: “Es uno de esos fragmentos de las pasadas glorias, arrojadas aquí y allá como escombros de los grandes trastornos volcánicos. Actor y artífice de nuestras más grandes glorias militares”.

José A. Scotto en su antigua recopilación biográfica cita un fragmento  de la oración fúnebre que ante su féretro pronunciara don Bruno Larrain en Santiago de Chile: (...) “Aquí tenéis, señores, los restos de un hombre, que ayer no más era un rasgo histórico palpitante de la revolución que nos elevó a la dignidad de hombres libres, virtuoso, humilde, modesto hasta confundirse entre la multitud, padre de la patria, servidor infatigable de la humanidad, esposo digno, padre cariñosísimo, he aquí en compendio, señores, los rasgos distintivos de su carácter. ¿Quién no lo conoce en Chile y en la República Argentina, su patria? ¿Quién lo odia, ó más bien, quién no lo aprecia? (...)

Próximo a expirar, a la edad de 71 años, decía a sus hijos: “nada tiene que dejarles este pobre viejo que va a morir, nada: sino un nombre, y el recuerdo que a éste está unido, que el que lo llevaba se consagró con toda su alma al servicio de tres repúblicas”.



BIBLIOGRAFIA 
JOSE ALBERTO SCOTTO, Notas Biográficas, Bs. As., 1910, tomo II.
BARTOLOME MITRE, Obras Completas, Bs. As., 1938.
JOSE P. OTERO, Historia del Libertador José de San Martín, Bs. As., Biblioteca del oficial, 8 tomos, 1944/1945.
ALFREDO GARGARO, Pedro Regalado de la Plaza; Comandante General de Artillería; Director de Maestranza del Ejército de los Andes. Relación documental, Santiago del Estero, 1950. 
DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, Obras Completas, Bs. As., 1956, Tomo XIV.
ERNESTO FLORIT, San Martín y la Causa de América, Bs. As., Círculo Militar, 1967.
Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
De Marco, Miguel Ángel, La patria, los hombres y el coraje, Ed. Emecé, Bs. As., 2006. ISBN 978-950-04-2776-0
Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004. ISBN 950-04-2675-7




JOHN THOMOND O'BRIEN Ayudante de campo de San Martín

JOHN THOMOND O'BRIEN 

Ayudante de campo de San Martín




Nació en  Wicklow, Irlanda, junio de 1786 y murió en Lisboa,Portugal, junio de 1861, hijo de Martin O'Brien y Honoria O'Connor

Fue soldado y marinero en su juventud, y luchó en España contra Napoleón Bonaparte.

Llegó al Río de la Plata en 1812, con la idea de dedicarse al comercio. Otras versiones lo identifican como un auxiliar militar enviado por el ejército británico para controlar a José de San Martín y Carlos María de Alvear.

Al poco tiempo de su llegada se enroló como oficial en el Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín, pero éste se negó a darle un grado superior al de alférez.

A órdenes de José Matías Zapiola pasó en 1814 a la Banda Oriental, donde participó con Alvear en la captura de Montevideo. Quedó allí a órdenes del coronel Miguel Estanislao Soler, hasta que la derrota porteña en la batalla de Guayabos provocó la retirada del ejército leal al directorio.

Pidió la baja del ejército, pero al poco tiempo se unió al Ejército de los Andes.

Fue ayudante de campo de San Martín en las batallas de Chacabuco y Maipú.

Enviado a perseguir al general Mariano Osorio, perdió el tiempo en capturar prisioneros, de modo que no logró alcanzarlo.

Fue el único testigo – otros historiadores creen que la inventó – de la conocida anécdota del momento en que San Martín destruyó la correspondencia de Osorio después de Maipú, perdonando la debilidad de los chilenos que habían entrado en tratos con el jefe realista después de la Sorpresa de Cancha Rayada.

Después de terminada la campaña del sur de Chile, obtuvo una licencia, durante la cual visitó Irlanda. A fines de 1819 estaba de regreso en Chile.

En 1820, después de ser uno de los firmantes del Acta de Rancagua, formó en la Expedición Libertadora del Perú. Acompañó a San Martín en el campamento de Huaura y en la entrada a Lima. Fue uno de los presentes en el acto de la firma de la Independencia del Perú, y enviado con trofeos de guerra a Santiago de Chile y Buenos Aires.

En 1821 fue ascendido a coronel y recibió el premio "Orden del Sol" y el dosel de oro de Pizarro, que han corrido a cargo de los virreyes del Perú en las procesiones.

En Perú John T. O'Brien volvió su atención a la empresa minera. Él recibió del gobierno peruano una subvención para la mina de plata de Salcedo, cerca de Puno. O'Brien y su socio, el señor Page, quien representó Rundell y puente joyeros de Londres, se embarcó en un esfuerzo para proporcionar alimentos y suministros a sus mineros en el lago Chiquito a 5.500 metros sobre el nivel del mar, desde el puerto de Arica, que se encuentra 380 kilometros de distancia, en la costa del Pacífico. Ellos compraron un barco en Arica, despojaron de anclaje y el aparejo y después de dos años de trabajos forzados lograron lanzar su barco en el lago. Este fue el primer intento de establecer comunicaciones regulares entre los valles de Bolivia y la costa del Pacífico. Desafortunadamente para O'Brien y Página, una tormenta destruyó el barco y con él las esperanzas de que realicen las labores mineras. 

Otros esfuerzos notables de O'Brien incluyen el transporte de una máquina de vapor a través de los Andes, cavando a través Laycayota montaña un canal de 600 metros de largo atravesados ​​por nueve bloqueos, y por el que se de un ferrocarril para el transporte de mineral.

A mediados de la década de 1820 un grupo dentro de la élite irlandesa de Buenos Aires, incluyendo doctores Michael O'Gorman y John Oughagan, y el capellán irlandés P. Moran, atrajo el interés del gobierno local para implementar un plan de inmigración de Irlanda a Buenos Aires. Se comunicaron con el arzobispo de Dublín y en 1826 encargó O'Brien para viajar a Europa y reclutar inmigrantes "morales e industriosos". Pasó dos años en Irlanda tratar de involucrar a los emigrantes sin éxito. Sin embargo, se encontró con John Mooney de Streamstown, Co. Westmeath, que fue a la Argentina en 1828, cuando O'Brien estaba regresando. Este iba a ser el comienzo de la emigración irlandesa a la Argentina desde el área de Westmeath-Longford-Offaly. Además de John Mooney, su hermana, María Bookey (née Mooney) y su marido, Patrick Bookey, fue con O'Brien.

Regresó a Buenos Aires en 1825, y de allí pasó a Bolivia, donde el mariscal Antonio José de Sucre le donó una mina de plata. No la pudo explotar por razones de salud.

De regreso a Europa, se encontró con San Martín en Bruselas.

Viajó a Buenos Aires poco antes que éste, y fue incorporado al ejército de Juan Lavalle – que había usurpado el cargo de gobernador de Buenos Aires – con el grado de teniente coronel. En 1834 fue dado de baja por el gobernador Manuel Vicente Maza.

Se trasladó al Amazonas peruano, donde se dedicó a la búsqueda de oro.

Se incorporó como general al ejército de Andrés de Santa Cruz, durante la guerra de la Confederación Perú-Boliviana contra la Confederación Argentina. Intentó viajar a Buenos Aires como representante diplomático de Santa Cruz, pero su supuesta misión diplomática no fue reconocida y fue arrestado. Sólo la intervención inglesa logró que fuera puesto en libertad meses más tarde.

Pasó al Uruguay, donde se instaló como estanciero; fue aliado político de Fructuoso Rivera. Después de la batalla de Arroyo Grande (1842), su estancia fue saqueada por los blancos.

Fue embajador de Rivera ante Gran Bretaña e Irlanda, y realizó varios viajes entre el Río de la Plata y Londres.

En 1845 John T. O'Brien publicó en Londres el folleto correspondencia con el Gobierno británico en relación con la guerra entre Buenos Aires y Montevideo y la libre navegación del Río de la Plata, con un apéndice que detalla algunos de los actos cometidos por Rosas, Gobernador Buenos Aires (Londres: Reynell y peso de 1845). En 1847 él estaba en Montevideo y al año siguiente fue nombrado enviado especial de la República de Uruguay en el Reino Unido.

Volvió a visitar Buenos Aires poco después de la batalla de Caseros. Abandonó para siempre el Río de la Plata a la caída del dictador Venancio Flores en 1854.

John Thomond O'Brien regresó a Irlanda y murió el 1 de junio 1861 en Lisboa, en su camino de vuelta a América del Sur.Sus restos fueron repatriados a la Argentina en 1938 y recibió un funeral oficial. 

Una ciudad en Bragado fue nombrado después de él.

Bibliografía
• Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, 7 volúmenes, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
• Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Ed. Eudeba, Bs. As., 1968.
- Belgrano, Mario, Repatriación de los restos del General Juan O'Brien, Guerrero de la Independencia Sud Americana(Buenos Aires: Guillermo Kraft Ltda, 1938.).
- Hammond, Tony, inmigrantes británicos en América del Sur: Industria, Comercio y Ciencia (www.hammond.swayne.com), consultado el 26 de mayo de 2004.


- Nally, Pat, Los Irlandeses en la Argentina, en la "Familia" 2: 8 (1992).