DESCUBRIMIENTO
DEL POTOSÍ
Llegados
á el alto Perú, muchas fueron las naciones que voluntariamente se sometieron al
vasallaje; conocían perfectamente que eran invencibles las armas de los
conquistadores y sabían que del sometimiento voluntario solo les resultarían
beneficios.
Asegurada
con facilidad la soberanía del Inca en la comarca; que era el tal gobernante
muy diestro en someter á su capricho las beldades reinantes de los pueblos
convecinos, admiró el gran cerro que tenía á su frente, cuya hermosa
configuración y las tonalidades multicolores de sus faldas, sombrean á veces
caprichosas nubes, dejando ver en lo alto la elevada cúspide coronada de nieves
eternas.
La
belleza del cuadro y el significativo nombre de Potoxi, que daban al cerro los naturales y que quiere decir Manantial de plata picó la curiosidad
del Inca, que mandó varias expediciones compuestas de vasallos á explorar
aquellas cumbres.
Los
naturales avisaron á los expedicionarios que el cerro era sagrado y que no
tardaría en manifestar su enojo, porque hubiesen hombres tan audaces que se
permitieran escalar sus faldas y averiguar sus secretos.
Huayna
Capac insistió en su orden, haciendo presente que su voluntad y su poder
emanaban de Pachacamac y que era hijo del Sol. Estas afirmaciones parecieron
tranquilizar un tanto á los naturales de Cantumarca, pero apenas los
expedicionarios habían empezado á escalonar las cuestas, una tormenta se formó
en la altura y se desencadenaron relámpagos y rayos acompañados de ruidos
aterradores que resonaban siniestramente dilatando sus ecos por las hondas
cavidades de los cerros.
La
reina Colla aterrada, vino entonces á
presencia del Inca y le dijo afectuosamente: «Poderoso señor del gran Imperio,
Pachacamac, espíritu del mundo, ha destinado esas riquezas para otra gente llamada
Viracocha y te pido no insistas en mandar á las cumbres tus vasallos, pues el
Sol dejará de alumbrarnos.»
Pasó
mucho tiempo.
Una
tarde el indio Hualpa (Gallo) que no
conocía la orden de Huayna Capac,
viajaba por las proximidades de Potosí y perdió en esos caminos una llama;
púsose á buscarla y le tomó la noche en las solitarias alturas. Resuelto el
pobre mozo á seguir buscando su bestia tan pronto como amaneciera el día
siguiente, juntó leña y armó una fogata para calentar su cuerpo durante aquella
noche que era en exceso fría.
Cuando
el nuevo día empezó á clarear preparóse Hualpa para seguir el rastro de su
llama, cuando se apercibió que el fuego había derretido una cantidad de mineral
de plata que formaba en el suelo una gran plancha.
Hualpa
encontró su llama y volvió á su casa llevando con sigo la preciada carga y por
mucho tiempo conservó el secreto de aquella rica mina; pero los españoles
viéndolo poseedor de un mineral cuyo origen ignoraban lo espiaron y lo
siguieron á todas partes, llegando por fin á descubrir y apoderarse del secreto
del indio.
Centeno
fué el primer español que puso sus pies en el cerro del Potosí, cuya celebridad
y riqueza ha llenado el mundo por espacio de tres siglos y mucho nos tememos
que el Hualpa de que habla esta leyenda, sea, por su buena y rápida fortuna,
aquel Hualpa de Yocalla á quien la
tradición le atribuye la gloria de haber hecho construir un puente al Diablo
sin que en retribución pudiese el espíritu de las cavernas conquistarse su
alma.
FUENTE: Leyendas de los indios
Quichuas Filiberto
de Oliveira Cézar, 1892