4 DE JUNIO DEL 43, SU TRASCENDENCIA
Interesante análisis de esta importante fecha para el país escrito por Jorge Cuello
Cuando el 4 de junio de 1943 las tropas comandadas por altos oficiales
nacionalistas del ejercito, derrocaban al presidente Castillo y tomaban el
poder en Argentina, se producía el hecho político más importante del S.XX en nuestro
país y probablemente de América Latina. Visto en perspectiva histórica ha
resultado tan decisivo como el 25 de mayo o el 9 de julio y tan importante como
la reconquista de Buenos Aires o la batalla de Ayacucho.
Pero según las metodológicas historiográficas utilizadas en nuestros tiempos,
en su casi totalidad derivadas de teorías liberales o marxistas, el hecho
pierde la verdadera trascendencia que en la realidad tuvo, ya que estas filosofías
presentes en las bases de aquellos métodos, no observan la historia desde la
realidad de las naciones y su existencia en el devenir del tiempo y de su
espacio, sino de acuerdo a categorías y principios que ellas mismas crean, fruto
de disquisiciones intelectuales que suelen estar alejadas de la realidad vívida
de los hombres reales que hacen esa historia.
Es así que el sistema educativo argentino, impregnado de aquellas filosofías
ignora o niega el peronismo, y, naturalmente, le resta total significación al
acontecimiento histórico puntual que abrió el espacio para el surgimiento de
este movimiento nacional argentino. Se procura reducir la revolución
Justicialista solamente a la problemática social del pasado y reducir toda su
significancia a un simple obrerismo, no excepto de demagogia.
También está presente el método del "silencio". Se busca ignorar por
silencio. Método este que ha tenido relativo éxito para la cultura liberal
argentina que logro, por este camino, ocultar a generaciones de
compatriotas, cursos históricos de rotunda importancia para la vida de la
Nación y que pudieron ver la luz casi un siglo después gracias a la tesonera
labor de los historiadores "revisionistas".
En los ambientes intelectuales, universitarios, académicos, el concepto
instalado respecto a "que cosa es" una revolución, sin duda
contribuye igualmente a recluir casi en el olvido la magnitud del proceso
iniciado aquel 4 de junio del 43. Me refiero a la creencia que una revolución
en nuestra época es únicamente aquella de carácter socialista marxista. Y
naturalmente, la que inician Ramirez -Farrel - Perón estaba en las antípodas.
Una revolución puede ser "política", totalmente alejada del marxismo.
Y en este caso el "hecho revolucionario" esta dado por la ruptura de
la dependencia de un centro de poder o potencia imperial, ruptura que
necesariamente impulsa, en la nación que ha tomado esa decisión y ha
podido concretarla, un cambio radical de estructuras en todos los aspectos y
niveles de la vida colectiva e individual de esa comunidad. Y no necesariamente
tiene que ser marxista en sus valores, en su concepción ni en su realización.
Aquel 4 de junio, marca el comienzo de un proceso con esas características y
definiciones. Fue el comienzo de una revolución tan profunda, que a casi
cincuenta años de concluida la etapa de realizaciones, y a pesar de otros tantos
años de destrucción planificada y sistematizada de su inconmensurable obra, aún
sigue presente en el decurso político de nuestra nación. Y sin embargo, en las
bases doctrinarias de aquella revolución, nada tan ausente como el marxismo.
Una noción superior, realista, humanista, rigió toda la obra iniciada el 4 de
junio: la superior noción de Nación-Soberanía-Justicia como únicas
posibilidades de realizar el "bien común" y de instaurar una
conciencia geopolítica que en aquel proceso, resguardó, reorganizó e impulso a
la grandeza a nuestra nación y procuró expandir estas nociones a toda América
Latina.
En el momento de producirse la revolución del 43, la guerra europea tomaba ya
un curso estratégico decisivo y la victoria de las potencias
"Aliadas" se tornaba irreversible. Si bien es cierto el desarrollo de
la guerra podría poner en duda esta afirmación, surgía en cambio claramente al estudiarse
la relación tiempo-capacidad de suministros-frentes y escenarios de guerra.
Esta ecuación resultaba definitivamente favorable a los Aliados, desde la
entrada de EEUU a la guerra y la neutralización del Japón como potencia invasora
de Rusia por el oriente y el Pacifico. Los acuerdos de Bretton Woods,
alcanzados para organizar el mundo de la postguerra en exclusivo beneficio de
las superpotencias que de la conflagración surgirían, lo atestiguan. De
manera que un nuevo y rígido orden geopolítico mundial se estaba
construyendo vertiginosamente al fragor de las armas en los campos de
batalla de la vieja Europa y las banderas victoriosas, se mostraban generosas
a rusos y anglos-norteamericanos por igual. Era un orden geopolítico
planificado en todos sus detalles, por los grandes eruditos, políticos y
centros de planificación de las potencias que se sabían triunfadoras. Nada
escapaba ni era ajeno a esta ordenación que se concretaría definitivamente en
un futuro próximo.
Nada era ajeno, excepto, la imprevisibilidad de los hombres y los pueblos.
En esta dimensión geopolítica, que todo lo abarca, es donde aparece la
extraordinaria magnitud de la revolución del 43. Y ese 4 de junio sucedió
justamente eso: lo imprevisible, lo que estaba fuera de los cálculos de los
dirigentes de las potencias de entonces, lo que desestructuraba el nuevo orden de
dominio que a sangre y fuego estaba naciendo en el mundo. En fin,
lo que provocó la virulenta reacción y presiones a que se vio sometido el
gobierno militar revolucionario, tanto por parte de los organismos y
funcionarios de los gobiernos Aliados, muy especialmente Estados Unidos,
como por el aparato de control y dominación que las potencias de entonces,
habían consolidado en nuestro país.
Desde aquel 4 de junio una importante región del continente sudamericano pasaba
a estar en conflicto con esas potencias, con el agravante que se producía
dentro del espacio de absoluta influencia de intereses geopolíticos
fundamentales de estas. Consecuentemente, una modificación geopolítica surgía
en el horizonte inmediato de la política internacional de EEUU, ya que
Argentina pasaba a controlar soberanamente, tanto la integridad de su
territorio y sus riquezas, como los mares jurisdiccionales y los pasos interoceánicos
de Magallanes y Darke en el extremo sur de América, se proyectaba hacia las
islas del Atlántico sur y extendía su influencia hasta la Antártida.
Agudizaba esta complicada situación, el hecho que Argentina disponía de
un relativo poder de expandir su influencia a toda la región del Cono Sur e
incluso del continente. Esta potencialidad argentina definió casi
inmediatamente la política hostil del Departamento de Estado hacia nuestro país
y su gobierno militar. No estaban dispuesto a aceptar el lugar en el mundo de
post guerra que Argentina pretendía. Cuando el 22 de diciembre del 43,
una revolución en Bolivia llevo al poder al Mayor Villaroel, la luz roja se
encendió en las altas esferas de la potencia del norte y cuatro días después,
el New York Time publicaba el pensamiento del
vicepresidente Welles, convencido que los "nazis" argentinos estaban
detrás del golpe en al Altiplano. L.S.Rowe, quien encabezaba la Unión
Panamericana, denuncio al Departamento de Estado que la Argentina hacia lo
posible por "destruir el sistema interamericano" (Berle
Diaries, 10 enero 1944, box 215, en C. Escude, La Declinación Argentina, Bs.As.
1983, Ed. Belgrano ) y ese mismo mes, el presidente Roosevelt, a instancia del
Departamento de Estado, aprobó un aumento del "préstamo y arriendo"
para fortalecer el poder militar del Brasil y ordenó a poderosas unidades de la
Flota del Atlántico sur, al mando del almirante Jone Ingram,
desplegarse hacia la boca del Plata. Acciones de esta envergadura, presiones
económicas y políticas y todo tipo de operaciones diplomáticas por parte de
Estados Unidos muestran claramente el malestar y la dimensión del problema que
aquel 4 de junio del 43 había aparecido en la lejana Argentina para la potencia
del Norte.
Y, aunque los norteamericanos pretendieron hacer del "peligro Nazi",
resurgido en el extremo sur de América del Sur, el eje y justificativo de los
ataques a la argentina no existía la mas remota posibilidad de una expansión de
la Alemania nazi a nuestras costas, simplemente porque la potencia europea no
tenia marina de guerra en relación con la armada inglesa, y el Atlántico
separaba definitivamente a la Alemania nazi de Argentina. Ni mucho menos
suponer que los militares argentinos en el gobierno creían que podían enfrentarse
con todo el mundo por profesar esa ideología.
Tampoco había motivos económicos de peso, mucho menos militares para justificar
la irritabilidad y la acción norteamericana cuasi violenta para con nuestro
país. Mas bien todo lo contrario. Argentina, aunque no había roto relaciones
con el Eje, suministraba a Inglaterra todos los excedentes de carne que le
permitieron a esta sostener el esfuerzo de guerra justamente contra Alemania. Y
sin embargo, a pesar de esta política favorable a Inglaterra, la potencia
del norte no trepidó en poner en riesgo el vital suministro argentino a su
aliado. Claramente notamos que no era la cuestión nazi, ni lo económico ni lo
militar la fuente del encono de EEUU con Argentina. El riesgo era otro, y se
ocultaba cuidadosamente.
Lo cierto era que, como consecuencia del peligro de una fractura
geopolítica de la en el escenario del continente sudamericano, el mundo bi
polar planificado, su utilización dialéctica y el reordenamiento mundial que
con esta arma se lograría, era alterado por un "tercero en
discordia" que reemplanteba la postguerra y podía iniciar un posible proceso
multipolar, totalmente ajeno a las planificaciones de los dos grandes futuros
vencedores de la segunda Gran Guerra europea.
También se insinuaba incierto el sistema de defensa del hemisferio occidental
proyectado por los Aliados, concretado en la OTAN pues, aquel 4 de junio
surge una incipiente potencia soberana, que, en un posterior pero muy
posible desarrollo de su proyecto, se podía llegar a ubicar en condiciones
de influir, asociada con sus vecinos, en el control del Atlántico sur.
El desarrollo de la revolución nacionalista popular duró 12 años, de 1943 a
1955. Los últimos diez años fueron conducidos por el mas talentoso de los
militares revolucionarios, el Gral. Juan D. Perón. Bajo su conducción, Argentina
llegó a encaminarse vigorosamente hacia destinos de potencia. Pero los grupos
de poder anglo-norteamericanos no aceptaron nunca el rol que Argentina
pretendió. Jamas cesaron en sus presiones y cercamiento al díscolo país sudamericano.
Sin embargo, aunque en el origen de este proceso, (justamente en 1943 y 1944),
las elites que comandaban la política exterior de las potencias angloamericanas
planearon la acción militar, primero en forma directa y después a través
de Brasil, se inclinaron por el tiempo, y no por la sangre para resolver
el problema de, al decir de Welles, " la espina atravesada en la garganta
del Departamento de Estado". Esperaron el momento oportuno para poner fin
a este proceso, pero siempre actuando en consecuencia. Y una fatal combinación
de actores y factores internos y externos, convergieron dramáticamente para
producir un nuevo Caseros, un 16 de setiembre de 1955.
Si observamos desapasionadamente las realizaciones, las obras, las políticas de
la revolución justicialista, ninguno de los aspectos de la misma podían afectar
el poderío económico ni militar de la superpotencia americana. Ninguno excepto
uno: el interés geopolítico. Y naturalmente, todas las implicancias y
derivaciones que de aquí devienen. He aquí, entonces, el verdadero y profundo
fundamento del antagonismo norteamericano e ingles a la argentina revolucionaria
de 43. Ahí está la verdadera trascendencia de la revolución del 4 de
junio, que la hizo peligrosa, irreconciliable, condenada por los
poderosos. Esa es la cuestión. Nos desvían la atención poniendo temáticas de la
época para ocultarnos su verdadera importancia. Todo un sistema
educativo-cultural se mueve al unísono en ese sentido. Y tanto liberales como
marxistas, filosofías
operantes en ese sistema, convergen en impedir un profundo conocimiento
del Peronismo tal cual es, para conveniencia de los poderes mundialistas, hoy
sumamente desarrollados.
Pero aún posible de retomar por nosotros, los hijos y nietos de aquella gesta
gloriosa. La historia se "hace", solo después "se dice". ¡
Hagámosla nosotros también ¡ Un recuerdo muy sentido y pleno de agradecimiento
a los hombres de aquel 4 de junio del 43, para que su visión y su ejemplo,
renazcan y nos elevemos de las ruinas culturales y políticas del abismo
argentino de hoy, y nuestra Patria Argentina vuelva a ser lumbre de América
libre.
Jorge Cuello
Licenciado en Historia