Me gustó este artículo que publicó Jorge Giles en El Argentino
El kirchnerismo es hijo de la adversidad y padre de la victoria.
Es una linda definición para presentar el nuevo DNI con el que este movimiento ingresará a la historia por la puerta grande de las transformaciones.
No nació de un día glorioso como el 17 de Octubre, aunque se inspire en él, sino como consecuencia de una tumultuosa movilización que se desprendía a dentelladas de un modelo de país injusto.
Era diciembre del 2001, cuando quedaron en la Plaza ensangrentada, 32 muertos y 117 heridos.
Tampoco nació de una avalancha de votos, sino de apenas el 22,24 %.
Y sin embargo, el rastro que siguió fue avisar rápidamente que venía a cambiar la vida de los argentinos.
A falta de relaciones de fuerza más favorables, las fue creando al calor de los derechos que iba reparando con su propia voluntad.
Néstor Kirchner fue el conductor de esta revolución de las pequeñas cosas.
Su propia estampa desacartonada anunciaba a su paso que los hombres comunes volvían a regir los destinos del país.
El presidente se parecía a su pueblo, abrevió Cristina.
En 2005 y 2007 el nuevo movimiento acrecentó el espacio de representación popular. Lo hizo sin prepotencia, tejiendo y cociendo el tejido roto de la dignidad allí donde los injustos lo habían desgarrado.
Pero en el 2008 primero y 2009 después, el viejo país del privilegio lo tomó del cuello y no lo quiso soltar. Creyeron que había llegado la hora de cazar la presa.
La inocencia de un pueblo fue asaltada por las minorías, al sonido estridente del “Clarín” y “La Nación”.
De esa adversidad pocos creían poder escapar.
Para sorpresa de muchos, se salió de la emboscada a todo pueblo en el Paseo del Bicentenario.
Pero después, llegó la muerte de Néstor y nos dejó para siempre este dolor en la mirada.
De allí nació esta luz.
Fue cuando miles de jóvenes salieron debajo de los adoquines, que es una forma de decir debajo de las estrellas y le cambiaron la edad al porvenir.
Por eso el kirchnerismo cosechó la gran victoria del 23 de octubre después de varias derrotas.
Es que el proyecto que conduce Cristina está signado por la certidumbre.
Arroja certezas en medio de un mundo de incertidumbres.
Sabemos que mañana y la semana siguiente y el año que viene y el otro, estaremos un poquito mejor que ayer con este rumbo.
El kirchnerismo es tierra firme; pero no está quieta nunca; gira siempre hacia el mismo lado, aunque no prenda el guiño a la izquierda.
La victoria de Cristina provoca, por ejemplo, que mi madre llene de flores y faroles el humilde patio de ladrillos y cante nuevamente a toda voz.
Según ella, ahora bajarán las estrellas a bailar por las noches, sin que tengan miedo, ni vergüenza de hacerlo.
El Argentino, martes 25 de octubre de 2011
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