miércoles, 17 de febrero de 2016

LA CREACION DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

LA CREACION DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

LA CREACION DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

La causalidad de la creación del Virreinato del Río de la Plata está directamente emparentada con la política desarrollada por Portugal prácticamente desde el momento mismo en que España descubrió América.  Por las bulas papales de Alejandro VI de 1493, se dividía el océano Atlántico por una línea que fuera del Polo Norte al Polo Sur, distante de las Islas Azores o del Cabo Verde, cien leguas hacia occidente: las tierras hacia el oeste de esa línea serían españolas, las del este portuguesas, habida cuenta de los derechos de este país según el tratado celebrado en Toledo en 1480.  Pero el rey portugués Juan II, no aceptó la decisión papal y entonces ambas naciones llegaron al Tratado de Tordesillas en 1494 por el cual la línea se trazaría ahora a 370 leguas marinas al oeste de la más occidental isla de Cabo Verde.  El problema no quedó dilucidado: los portugueses pretendían usar la legua marina española de 1.850 metros y los españoles la portuguesa de 1.543 metros, y tampoco hubo acuerdo sobre los instrumentos de medición a usarse.  Por ello, la línea no llegó a establecerse nunca.  Esa línea, que debía haber pasado más o menos a la altura de la actual ciudad de San Pablo, hubiese restringido el territorio portugués en América del Sur a una tercera parte, más o menos, de lo que es el actual espacio brasileño (tres millones y nueve millones de kilómetros cuadrados respectivamente).
En lo que nos toca, la costa Atlántica, desde San Vicente hacia el sur, y territorios conexos, debieron ser españoles, y ulteriormente argentinos.  ¿Cómo lograron Portugal primero, y después Brasil, expandirse tan formidablemente en nuestra área?  Esto es motivo de análisis en distintos pasajes de este trabajo.  La cuestión empezó prácticamente con el Descubrimiento, y ya en la época de la fundación del Virreinato estaba en plena ebullición.  Un hito importante fue Caseros, como se verá; hacia fines del siglo XIX se liquidó el último problema limítrofe con Brasil en Misiones, como siempre, desfavorablemente para Argentina.  Recientemente, sin ir tan lejos, la construcción de la represa de Itaipú por Brasil, trajo tiranteces vinculadas con el dominio de la cuenca del Plata, en el que el país vecino ha ido haciendo progresos notorios.
Pero volviendo a los siglos XVI y XVII, los lusitanos nunca dejaron de avanzar, más allá de la línea del tratado de Tordesillas, en territorio español, ni siquiera cuando, entre 1580 y 1640, Portugal pasó a ser parte del Imperio español, y por ende también el Brasil.  El objetivo hacia el oeste era llegar al Pacífico, atraídos por las minas metalíferas del Alto y Bajo Perú, y hacia el sur los ríos Paraná y del Plata, en búsqueda de tierras templadas que compensaran las tierras monótonamente cálidas de los portugueses.  Además, les interesaba transformar al Río de la Plata, tan importante desde el punto de vista comercial, en dominio compartido con España, en un río internacional, teatro del tráfico portugués y de su aliado, el comercio británico.
Precisamente, para asegurarse una base de operaciones del contrabando que practicaban hacia el Imperio español en el Río de la Plata –con Buenos Aires, específicamente- la osadía portuguesa, alentada por los proyectos ingleses, la llevó a establecerse en 1680, frente al mismo Buenos Aires, a menos de cincuenta kilómetros de ésta.  Los españoles, por la vía de las armas, llegaron a reconquistar esta fortificación denominada Colonia del Santísimo Sacramento, con la colaboración guaranítica; pero la habilidad de la diplomacia portuguesa logró que se le devolviera la plaza provisoriamente.  Este hecho, inexplicablemente, ocurrió otras tres veces: con motivo de la guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII; en 1735, nuevamente fue sitiada Colonia por el gobernador de Buenos Aires, Miguel Salcedo, y cuando todo hacía prever la toma de ella por fuerzas españolas y guaraníticas, llegó el arreglo de siempre con los portugueses, y el sitio fue levantado; en 1762, Cevallos tomó Colonia, pero la componenda oportuna con Portugal llegó otra vez, con la Paz de París, y la fortaleza le fue devuelta.
Se ha hablado de la colaboración guaranítica, ¿por qué?  Luego de la batalla de Mbororé, los bandeirantes dejaron de depredar y los guaraníes hicieron una vida apacible en sus treinta reducciones, bajo la paternal dirección de los hijos de San Ignacio de Loyola.  Por ello es que, agradecidos a España, colaboraron en las ulteriores guerras con Portugal por la posesión de la Colonia.  Pero en el siglo siguiente, dos hechos empañaron gravemente esta situación de concordia hispano-guaraní.
Gobernando Fernando VI, en 1750, por el Tratado de Permuta, se decidió a trocar los siete pueblos guaraníticos al este del Río Uruguay, las llamadas Misiones Orientales, por Colonia del Sacramento, cosa inexplicable no solamente porque las posesiones que se “permutaban” eran posesiones españolas ambas, sino porque los siete pueblos guaraníticos habían sido erigidos por éstos y allí tenían sus chacras y animales, viviendo pacíficamente bajo la tutela jesuítica.  Los padres trataron de hacer reflexionar al obtuso rey, devoto de su esposa, una princesa portuguesa llamada Bárbara de Braganza, que mucho tuvo que ver con el torpe arreglo, de la enormidad que se cometía despojando a los guaraníes de sus pueblos y cultivos, porque de acuerdo a lo convenido con los lusitanos, aquéllos debían pasar al oeste del Río Uruguay, actuales provincias de Misiones y Corrientes, a levantar nuevos pueblos y chacras.  Los guaraníes no pudieron entender este desafuero y no quisieron escuchar a los padres, que luego de agotadas las gestiones ante la Corte, intentaron evitar males mayores tratando de convencer a los naturales de que obedecieran el increíble mandato real.  Estos se levantaron en armas y el ejército español hubo de someterlos cruelmente, mientras los portugueses se regodeaban sin entregar Colonia.  La guerra guaranítica duró tres años (1756-1759); en este último falleció Fernando VI, y quien le sucedió, su hermano Carlos III, más lúcido, anuló el ominoso Tratado, y los guaraníes volvieron a sus pueblos que estaban destruidos, como el interior de sus almas, ante tamaña infamia.
Ahora sería Carlos III quien cometería otro error, por lo menos tan garrafal como el anterior.  Convencido de que los jesuitas eran un peligro para sus ínfulas de instaurar un régimen déspota ilustrado en la península, expulsa a todos los jesuitas del Imperio español.  Lo hace influido por los ministros masones que lo rodeaban, principalmente el Conde de Aranda, Gran Maestre y fundador del Gran Oriente masónico de Madrid, obedeciendo a la insidia francesa y portuguesa, con nombres propios como Choiseul y Pombal, respectivamente, ambos notorios masones también, que habían logrado la expulsión de los jesuitas en Francia y Portugal.
No podemos analizar toda la causalidad histórica de este nuevo despropósito.  Pero diremos que las consecuencias de la expulsión fueron nefastas para la América española.  De un plumazo, los enemigos de la cultura hispano-criolla lograron que la torpe España de los Borbones se desembarazara de lo mejor de su inteligencia, de hombres de sabiduría y ciencia irremplazables, de educadores insustituibles.  Las consecuencias para la dominación española en el Río de la Plata fueron severas: el antemural que significaban las reducciones guaraníticas al avance portugués, se desplomó en buena medida por el extrañamiento de los jesuitas, que habían sido el alma y el nervio de esa civilización estupenda que crearon a la vera de nuestros grandes ríos.  Las consecuencias fueron graves también para la Argentina, heredera de la dominación española: bien puede decirse que la pérdida de la Banda Oriental, del Río Grande do Sul, de la costa atlántica hasta San Vicente, tiene su antecedente remoto y fundamental en esta desdichada medida tomada por este rey en su admiración de la Ilustración.
Lejos de considerarse satisfechos, los portugueses siguieron avanzando: durante la gobernación de Vértiz, “progresista de la escuela de Floridablanca y Campomanes, regalista a machamartillo y amigo de las luces”, mientras el gobernador hermoseaba a Buenos Aires, los lusitanos se apoderaban de San Pedro de Río Grande, Pelotas, Santa Tecla, Santa Teresa y Castillos, llegando hasta Uruguayana y San Borja.
Por su parte, Inglaterra, en 1764, se posesiona de las Malvinas y le da largas a los reclamos españoles, mientras la Patagonia era merodeada por buques de la dueña de los mares.
Afortunadamente para la suerte del Río de la Plata, estalla la guerra entre España y Francia, unidas ambas por un Pacto de Familia, contra Gran Bretaña, aprovechando que ésta se encuentra abocada a enfrentar un serio conflicto con sus colonias del norte americano, que las llevaría a su emancipación.  Como Portugal era aliada de Inglaterra, ambas interesadas como vimos en estas tierras, era lógico enfrentar a ambas en la zona rioplatense.
Carlos III, entonces, decidió enviar a un hombre experimentado en las cuestiones platenses como lo fue Pedro de Cevallos, quien arribó con el título de Virrey y Capitán General, al frente de una poderosa escuadra de 117 navíos y cerca de 20.000 soldados.  Llegada la expedición, Cevallos sitió la plaza de Colonia, la tomó, y, con la experiencia de hechos pasados, demolió las fortificaciones y la edificación para evitar que volvieran a ser utilizadas en el futuro por los portugueses.  Inmediatamente se dirigió al norte, a Río Grande do Sul, teatro de las agresiones de nuestros vecinos.
Desgraciadamente, al morir el rey portugués José I, el poder pasó a manos de la reina madre, que era hermana de Carlos III.  Este vio la oportunidad de separar a Portugal de la alianza con Inglaterra, muy ocupada ésta en la guerra contra sus colonias, y firmó la paz con los lusitanos en San Ildefonso, cediéndole graciosamente a los portugueses, a cambio de Colonia, todo Río Grande, entre el río Yaguarón, por el sur, hasta el río Yacuí, por el norte.
El gran objetivo de Carlos III que era recuperar el Peñón de Gibraltar, no se lograría dada la inferioridad de la escuadra franco-española frente a la inglesa.
Por el Tratado de Versalles (1783) era reconocida la independencia de Estados Unidos, pero la influencia inglesa sobre Portugal retornaría, y si bien se había recuperado Colonia, no se detuvo el contrabando, que Inglaterra ahora seguiría practicando por tierra, desde Río Grande, por la Mesopotamia, en dirección a Buenos Aires.
De todo esto hubo un saldo positivo; hemos dicho que Cevallos vino nombrado como virrey de una nueva jurisdicción político-administrativa, de un nuevo Virreinato o vice-reino: el del Río de la Plata.  El objetivo de la diplomacia hispánica al crear este Virreinato fue claro: reunir todos los territorios fronterizos con Portugal por el sudeste, para crear un fuerte muro que detuviera el avance de ese país; por el sur, fortalecer la defensa frente a las incursiones británicas.
La erección del Virreinato trajo consigo el funcionamiento de una audiencia que comenzó a actuar en Buenos Aires a partir de 1785.  La vieja audiencia de Charcas mantuvo su jurisdicción sobre el Alto Perú.
El espléndido territorio de cinco millones de kilómetros cuadrados, que constituía el nuevo Virreinato comprendía los actuales territorios de la República Argentina, del Uruguay, del Paraguay y de Bolivia, y zonas hoy pertenecientes a Brasil y Chile.
Tenía amplia salida al Océano Atlántico, pero también al Pacífico, hoy territorio chileno, a la altura de Jujuy, Salta y Orán.  Comprendía áreas propicias a la agricultura y ganadería, como nuestra pampa húmeda y de la Banda Oriental; y el Alto Perú, hoy Bolivia, de riqueza predominantemente mineral; la Patagonia y el Chaco eran tierras de futuro.  Dos universidades, la de Córdoba y la de Chuquisaca, le daban relieve cultural al conjunto.  Desde la puerta de entrada a este vasto territorio, el Río de la Plata, Buenos Aires y Montevideo, ésta fundada en 1726, constituían vigías que controlaban el acceso a la Cuenca del Plata.
Buena parte de los interrogantes que deja planteados la historia argentina están vinculados a hallar los porqués de aquel magnífico espacio territorial originario del Virreinato, que fue nuestra herencia, noventa años después de la Revolución de Mayo, quedaba reducido a algo así como la mitad.

Fuentes:
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Palacio, Ernesto, Historia de la Argentina – Buenos Aires (1954).
Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).
Portal www.revisionistas.com.ar

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

domingo, 14 de febrero de 2016

LOS ASDINGOS Pueblos vándalos que invadieron España

LOS ASDINGOS
Pueblos vándalos que invadieron España

LOS ASDINGOS Pueblos vándalos que invadieron España

Los asdingos fueron un pueblo germánico, más concretamente una ramificación de los Vándalos que se establecieron alrededor del siglo II en el área actual de Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Polonia.

Los vándalos asdingos fueron desplazados por los los hunos de las llanuras de Hungría y tras intentar cruzar el Danubio, bien defendido por Estilicón a la sazón general de Flavio Honorio emperador de Occidente, se dirigieron hacia el Rin arrastrando a los vándalos silingos, esta vez si atravesaron el Rin, concretamente por Maguncia y asolaron la Galia, puesto que Estilicón tuvo que retirar su tropas para defender la península de Italia de la invasión de los visigodos de la mano de su rey Alarico I.

Todo el Occidente romano, a principios del siglo V d.C., sufría una profunda inestabilidad debida a los movimientos de los pueblos germánicos y orientales. El paso del Rin, la última noche del año 406, por parte de los alanos, originarios del Cáucaso, los suevos, procedentes de la Germania, y de los vándalos asdingos y silingos, también de origen germánico , supuso la penetración en la Gallia y el paso de los Pirineos en el año 409.


Fue solo después de esto y no antes sin arrasar Aquitania, cuando cruzaron los Pirineos en el 409 para asentarse en Galicia y norte de Portugal, tras llegar a un acuerdo con los representantes del emperador.

Tras un acuerdo, que cabe pensar fue de tipo imperial, estos pueblos se distribuyeron en las distintas zonas de la diocesis Hispaniarum, a excepción de la Tarraconensis. 
De este modo la Gallaecia, donde existía una población autóctona galaica muy enraizada y poco receptiva, fue compartida por los vándalos asdingos encabezados por su rey Gunderico y los suevos dirigidos por Hermerico. Al quedar arrinconados en una región aislada, éstos no plantearon grandes preocupaciones a la administración imperial. Las relaciones entre suevos e hispanos sufrieron altibajos en una mayor o menor convivencia regulada por una serie de pactos, aunque parece que en pocos casos se entremezclaron, hecho -como veremos más adelante- completamente opuesto a lo que ocurrió entre romanos y visigodos. Los suevos, a lo largo del siglo V y tras la marcha de los vándalos, llevaron a cabo una serie de intentos expansionistas, sobre todo al sur o sudeste de la Gallaecia. Sus reyes Requila, Hermerico y Requiario, lucharon no sólo contra la población galaica, sino también frente a las tropas imperiales repartidas por toda Hispania y especialmente en la Bética y la Lusitania, donde hubo graves enfrentamientos. Los suevos permanecieron en la Gallaecia hasta el año 584, cuando fueron vencidos y anexionados por las tropas visigodas del reino de Toledo. 
Las fricciones surgidas entre vándalos asdingos y suevos condujeron a los primeros a trasladarse a la Baetica. Durante los años 419 al 429, se enfrentaron a las tropas romanas, tanto en tierra como en mar, pues poseían una importante flota, hasta que Genserico, sucesor de su hermanastro Gunderico, decidió transportar a su pueblo, compuesto por cerca de 80.000 personas, al norte de Africa. El paso se llevó a cabo por el fretum gaditanum (Estrecho de Gibraltar). La consolidación del reino vándalo de Africa vino dada por la conquista de Cartago, tan sólo diez años después, el 19 de octubre del 439. 
En la Lusitania y las partes occidentales de la Carthaginensis se establecieron los alanos gobernados por Adax. Por último, la Baetica fue ocupada por los vándalos silingos a la cabeza de los cuales se encontraba Fredibaldo, que pocos años más tarde, en el año 419, fueron derrotados por las tropas visigodas conducidas por Walia, al igual que lo fueron los alanos. 

Gunderico, el rey de los asdingos, tras haber sido derrotado por los suevos y los romanos, se marcha con su ejército a la Bética, donde se convierte en rey de ambas ramas de los silingos y los alanos, mientras que su reino en la Gallecia se incorpora al Reino Suevo de Hermerico.

Hidacio de Chaves en su crónica no dice cual fue el destino de la población del reino asdingo, si consiguió huir a la bética o como era costumbre en la época, fue reducida a la esclavitud. Más tarde, el reino unido de los vándalos y alanos liderado por Gaiserico se trasladó al norte de África.

sábado, 13 de febrero de 2016

CACA DE PERRO Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif

CACA DE PERRO
Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif


CACA DE PERRO Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif

Nos cuenta el gran Osvaldo Soriano en su libro “Cómicos, tiranos y leyendas” sobre ella

En marzo pasado, con un frío de mil demonios, vi una manifestación de un centenar de personas que desembocaba en la Place de l’Hotel de Ville. Llevaban tres pancartas que trinaban contra los dueños de perros que les permitían hacer sus necesidades en las veredas. Me paré a mirar y a escuchar las consignas indignadas. Si bien París había dejado de sorprenderme me pareció que el asunto no merecía tanto barullo.
El cortejo gritó un rato frente al edificio, hizo estallar algunos cohetes y volanteó la plaza. Todo sin mucho entusiasmo. El acto no duró más de diez minutos y los manifestantes se retiraron hacia Notre Dame en perfecto orden, sin que nadie se dispersara. Diez minutos más tarde un grupo vino al bar donde yo me había refugiado. Mi mujer les preguntó por qué les molestaba tanto la caca de perro sobre las veredas. Una petisa de bucles que todavía conservaba una pila de volantes le respondió: «¡A mí qué me importa! ¡Ellos pagan y yo vengo a gritar!».
El asunto era simple: existe en París una asociación llamada All’o Manif que provee gente para todo tipo de mítines. A cien francos por cabeza cualquiera puede contratar su propia manifestación callejera para el fin que se le dé la gana. Por diez mil francos (1200 dólares) es posible alborotar a cien muchachones y jubilados a favor o en contra de la caca de perro, por los árabes o contra el café de Brasil. Insultar al presidente de la República o burlarse de la policía. El seguro cubre los posibles destrozos.


CACA DE PERRO Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif

viernes, 12 de febrero de 2016

¿SALVÓ EL OPUS DEI LA ECONOMÍA DE FRANCO?

¿SALVÓ EL OPUS DEI LA ECONOMÍA DE FRANCO?

  

¿SALVÓ EL OPUS DEI LA ECONOMÍA DE FRANCO?

En el capítulo que transcribo a continuación César Vidal en su libro “ Enigmas históricos al descubierto” hace un interesante aporte sobre este momento de la historia de España.

Durante las últimas décadas del franquismo, las referencias al Opus Dei adquirieron un carácter casi mítico. Para muchos, aquel grupo de católicos seguidores de las enseñanzas del padre Escrivá de Balaguer constituía una especie de masonería blanca o de mafia política cuya única finalidad era apoderarse de todos los resortes del poder. El hecho de que además un cierto número de sus miembros se convirtiera en ministros especialmente activos y conocidos de gobiernos franquistas contribuyó, además, a dar una apariencia de solidez a aquella leyenda negra en torno al Opus. Pero ¿cuáles fueron las razones del ascenso del Opus? ¿Salvó el Opus Dei la economía de la España de Franco?



El año 1959 comenzó bajo negros auspicios para el régimen de Franco. A dos décadas de la victoria en la guerra civil y a más de un lustro del final del bloqueo internacional, la dictadura seguía manifestándose claramente incapaz de mejorar el nivel de vida de unos españoles privados por añadidura de algunas de las libertades políticas más elementales. Aherrojada bajo las recetas autárquicas que la Falange había copiado servilmente del fascismo italiano y del nazismo alemán, la economía era raquítica y estaba exangüe. Aunque la censura ejercida sobre los medios de comunicación ocultaba cualquier dato sobre la terrible realidad económica a la población, lo cierto es que la posición de disponible, saldos en cuentas de corresponsales, caja y cartera del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME) se hallaba en números rojos y ascendía a una cifra inferior a los 52 millones de dólares.
El volumen de endeudamiento comercial se elevaba entonces a la cifra —realmente astronómica para la época— de 375 millones de dólares. A lo largo del año, la situación no dejó de empeorar. Los vencimientos para el segundo semestre de 1959 llegaban a casi doscientos millones. Ante la agudización de una situación de precariedad que podía incluir nuevamente el racionamiento de la gasolina, algunos de los funcionarios de la administración española llegaron a la conclusión de que resultaría adecuado atender las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.
La misión de este organismo, dirigida por el economista francés Gabriel Ferras, se alojó en el hotel Palace y trazó el plan para la recuperación económica de España. La receta del FMI implicaba un riguroso plan de estabilización y una liberalización de la economía que, aunque no se dijera, chocaba frontalmente con los presupuestos defendidos hasta entonces por el régimen de Franco.
La tarea iba a recaer sobre una serie de personajes que formaban parte del Opus Dei, una organización católica de escaso peso en aquel entonces pero que ya se veía sometida a un cierto acoso por parte de algunas órdenes religiosas por razones no del todo espirituales. De hecho, cuando el 27 de febrero de 1957 Franco decidió cambiar el gobierno y cesar al camisa vieja Girón, que había sido ministro de Trabajo durante casi dieciséis años, cabía pensar en algún tipo de transformación especialmente al entregarse la cartera de Hacienda a Mariano Navarro Rubio, supernumerario del Opus, y la de Comercio a Alberto Ullastres Calvo, numerario.
Los personajes clave en el ascenso político del Opus no fueron, sin embargo, Navarro ni Ullastres, sino el almirante Luis Carrero Blanco —quizá el personaje más cercano a Franco durante las últimas décadas de su vida— y Laureano López Rodó. Distintas fuentes apuntan al hecho de que Carrero Blanco había padecido durante años algunos problemas de signo doméstico que la intervención de López Rodó, a la sazón un jurista joven, ayudó a solventar. Esta circunstancia proporcionó a López Rodó un notable ascendiente sobre Carrero y, de paso, sirvió para que otros miembros del Opus fueran situados en las cercanías del poder reformando áreas tan importantes como la administración del Estado. Su primer gran éxito, sin embargo, iba a darse en el terreno de la política económica.
En julio de 1959, Alberto Ullastres, ministro de Comercio, marchó a Washington en busca del apoyo de Estados Unidos, mientras en Madrid otro miembro del Opus, Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda, intentaba convencer a Franco de la necesidad de introducir cambios en la economía. Para ello apeló a uno de los pocos argumentos a que era sensible el general: el del patriotismo. Franco, que siempre tuvo una visión pragmática, aceptó los criterios expuestos por Navarro. El 18 de julio —curiosa coincidencia—, el régimen contaba con el apoyo no de Estados Unidos, que se limitó a otorgar un respaldo meramente institucional, pero sí del FMI. Durante los días 20 y 21 de julio, mediante una declaración gubernamental y un decreto-ley de ordenación económica, se anunció el inicio del plan de estabilización presentado por Ullastres ante las Cortes el 28 de julio.
El conjunto de medidas contempladas en el plan incluía la limitación del gasto total del sector público, una mayor flexibilidad de los tipos de descuento e interés aplicados por el Banco de España, la liberalización en la importación de ciertas mercancías, la revisión de los organismos que desempeñaban funciones interventoras y una amnistía para los residentes que repatriaran el capital evadido en los próximos seis meses.
Los resultados inmediatos de este conjunto de medidas resultaron para millares de familias españolas auténticamente pavorosos. De entrada se produjo una contracción de la actividad económica a causa de la afluencia de capitales extranjeros con los que no podía competir la débil economía nacional. Consecuencia directa de ello fue la quiebra de no pocas empresas, el aumento del desempleo e incluso la disminución de los salarios en algunos sectores de la producción. Sin embargo, a medio plazo, aquella «purga de caballo», como la denominó alguno, tuvo unos efectos económicos y sociales muy positivos.
Si a finales de 1958 existía un déficit de 58 millones de dólares, un año después el superávit era de 52 millones. Asimismo, desaparecieron los temores a que España suspendiera pagos internacionalmente, lo que favoreció enormemente su economía.
Con una estructura empresarial saneada, una emigración importante hacia Europa occidental, nuevas inversiones extranjeras y la llegada del turismo, la nación no tardó en comenzar a experimentar los primeros síntomas del desarrollo económico. Las razones no podían ser más obvias: la liberalización económica había relanzado una economía atenazada por el intervencionismo. Éste, como suele ser habitual, podía estar cargado de buenas intenciones políticas, pero sólo había servido para estrangular la economía, impulsar la corrupción, disparar la inflación y aumentar el desempleo. Desde entonces acá las consecuencias de optar en economía por el intervencionismo o la liberalización no sólo no han cambiado sino que se han confirmado una y otra vez. Entonces, desde luego, los resultados fueron innegables. En 1965, España se había convertido, gracias al Plan de Estabilización y a sus consecuencias, en el décimo país más desarrollado del mundo.
La intervención de los tecnócratas —y el acierto de Franco al aceptar sus juicios— ciertamente salvó la economía española, pero tuvo consecuencias mayores. Aunque, muy posiblemente, la mayoría no eran demócratas sino simplemente monárquicos, este género de avances se tradujo en un aumento del nivel de vida que abortó las posibilidades de una salida violenta del régimen de Franco y contribuyó decisivamente a una transición pacífica. Su contribución así a la historia de España resultó mayor y mejor, por tanto, de lo que nunca habían pensado.


EL DIABLO IMPLORANDO A DIOS Y LA LECHE DE LA MUJER AMADA

EL DIABLO IMPLORANDO A DIOS Y LA LECHE DE LA MUJER AMADA

Invasión Alemana a Rusia


En este interesante capítulo sobre la Invasión Alemana a Rusia durante la 2ª. Guerra mundial, que Gonzalo Ugidos publica en su libro “ Chiripas de la historia”, que es una antología de las casualidades más increíbles que han forjado el destino de la humanidad.

Mientras los americanos perdían en Pearl Harbor a 2402 hombres, ocho acorazados, tres cruceros, tres destructores, un buque escuela y un minador, además de 188 aviones, en ese mes de diciembre de 1941 los soviéticos hacían arqueo de los estragos sufridos en la guerra. Habían perdido frente al ejército de Hitler cuatro millones de hombres, ocho mil aviones y diecisiete mil carros de combate. Los alemanes se habían apoderado de más de la mitad de la producción de acero y carbón de la Unión Soviética y de todos sus graneros, las fértiles regiones de tierra negra de Ucrania y de la estepa occidental. Tan fuerte fue el azote que ahora, gracias a la apertura de los archivos soviéticos, sabemos que Stalin estuvo a punto de rendirse. Solo desistió de ello al ver el frenético patriotismo que desplegó el pueblo soviético transportando las fábricas amenazadas más allá de los Urales, fuera del alcance de los alemanes. En 1943 el Ejército Rojo derrotó a su enemigo en Stalingrado, y luego en Kursk, y de esta manera empezó lo que Goebbels, en un virtuoso ejercicio de esgrima retórica, llamó «el avance táctico sobre la retaguardia» de las divisiones de Hitler. Cómo y por qué sucedió así, en contra de todas las expectativas razonables, sigue siendo el interrogante principal de la guerra más sanguinaria y devastadora de la historia. Si Stalin se hubiera rendido, como pretendió, Hitler muy probablemente habría muerto en la cama y la civilización habría muerto en aquella guerra.
En el ardor guerrero de los rusos hubo algo más que patriotismo. Hubo también NKVD. Con esas siglas se conocía en la Unión Soviética al Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos; o sea, una policía política secreta. El miedo a la NKVD empujó al pueblo soviético a luchar contra la invasión de los nazis en la Operación Barbarroja, que era el nombre en clave dado por Hitler al plan de invasión de la Unión Soviética por parte de las fuerzas del Eje.
El 22 de junio de 1941 tres millones de soldados —alemanes y otros contingentes de sus aliados— cruzaron la frontera rusa. Esta operación abrió el frente oriental, que se convirtió en el teatro de operaciones más grande de la guerra, el escenario de las batallas más sangrientas y brutales del conflicto en Europa. Pero el miedo es una sensación negativa y destruye tanto o más de lo que construye. Por eso a Stalin se le ocurrió algo mejor para animar a la resistencia a los rusos. Para estimular el patriotismo volvió a abrir las iglesias y fomentó la asistencia a los oficios religiosos. El diario Pravda escribió por primera vez con mayúscula inicial la palabra Dios. Stalin tendió puentes con la Rusia zarista y en julio de 1942 se acuñaron medallas al heroísmo que llevaban los nombres de los grandes generales zaristas Kutuzov, Suvorov y Najimov. En los momentos más críticos de la batalla de Stalingrado se anunció que los oficiales volverían a llevar insignias y galones dorados. Ni las iglesias ni las medallas ni los galones derrotaron a los ejércitos alemanes, pero devolvieron al Ejército Rojo la confianza en sí mismo. Para ganar la guerra el diablo no dudó en implorar a Dios.
Pero la alimentación fue también decisiva. La clave de la resistencia de los rusos al gélido ambiente fue su alimentación a base de carbohidratos y grasa: cerdo, tocino crudo curado con sal, limón y ajo (sálo), mantequilla, crema agria de leche, y bebidas calientes a base almíbares de melocotón, dátiles, o cerezas… y vodka, por supuesto, acompañado de un diente de ajo y una cebollita en encurtido. Los alemanes tenían una dieta pobre en grasas y bebían «leche de la mujer amada» (Liebefraumilch), que aunque se llamaba así no era leche, ni mucho menos de la mujer amada, sino un tipo de vino blanco semidulce.
chiripas de la historia


martes, 9 de febrero de 2016

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD


LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD

En la antigüedad sobre todo en Grecia se consideraba el vino beneficioso para la salud y nutritivo, siempre y cuando no se bebiera en exceso, que es cuando se le recrimina a las personas por esta acción ya que no son dueños de sus actos.

Se podía consumir puro sin mezclar solo en tres ocasiones especiales.(para desayunar, como medicina, o en un acto religioso) fuera de estas posibilidades estaba penado por la ley.

Bajo pena de grandes castigos. Así que lo bebían mezclado con agua, más agua que vino en las siguientes proporciones: Aunque estas podían variar según los casos, dos partes de vino por cinco de agua, una o tres partes de vino por cinco de agua. Así evitaban el emborrachamiento y el vino se hacía más agradable dado su fuerte sabor.

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD
CLASES DE VINOS

Tomando como referencia el color existían tres clases de vinos:

-Negro (mélas) tomaba ese color porque al vino se le adicionaba arrope en una proporción bastante grande siendo el arrope el que le proporciona ese color.
-Rojos (erythrós) o el tinto que todos conocemos.
-Blancos (leukós) el blanco normal.
Del tinto o negro se dice que es el más fuerte y nutritivo y mantiene más los efectos del emborrachamiento.
Se pueden distinguir vino seco tinto y dulce.
Del vino blanco es considerado el más ligero de todos diurético y digestivo aunque con tendencia a subirse más a la cabeza.

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD
VINIFICACIÓN:

Cuando la uva no estaba suficientemente madura o se quería sobre madurar se dejaba secar al sol, unos días así se obtenía un vino más dulce.(mismo proceso que el chianti en Italia de hoy en día)
En cuanto la uva maduraba era llevada a la bodega donde se prensaba.
había tres clases de mostos la primera prensada que era el de más alta calidad que no se mezclaba con otros mostos y servía para hacer vino de lagrima( igual que hoy en día), la segunda prensada de más baja calidad servía para vinos de segunda o para mezclar con otros mostos y la prensada de hollejos, raspones y pepitas diluido con agua se procedía al prensado. Considerado de ínfima calidad por su fuerte sabor a margo.
Una vez hecho el mosto era llevado a unos odres grandes o a vasijas de barro echas de ex proceso para ello.
Dejando fermentar el vino por si solo o sino fermentaba podía calentarse un poco para conseguir la fermentación.
Estos recipientes presentan el problema de que el vino se oxida demasiado por consiguiente eran untados con pez o resina para evitar la porosidad de estos. Dándole al vino un sabor característico si bien es cierto que estas sustancias se podían añadir además durante la fermentación con el fin de conservar el vino mejor. ( un ejemplo de estos vinos lo tenemos en el retsina de Grecia actual que cuando fermenta le echan un poco de resina de pino que le da un sabor agradable y peculiar).  

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD
Crianza

La crianza del vino se hacía en recipientes de barro (vasijas grandes) u odres de piel los griegos no conocían los toneles de madera, aunque si los romanos porque vieron a los galos poner el vino en estos recipientes, pero no los utilizaban.
Para conservarlos primero echaban una capa de aceite al vino así evitan la oxidación y la quiebra acética. Después sellaban las ánforas con yeso, arcilla o pez. Los romanos conocieron el corcho si bien no lo emplearon usando las mismas técnicas que los griegos.
Así podían permanecer diez años o 15 o más. Aunque era necesario echar mano de algunos procedimientos para evitar que se estropeara o se conservara, veamos algunos ejemplos.
-Mezclar vinos o arrope, echar heces(restos de uva) de otros vinos mejor en otro más normal.
-El más frecuente era añadir agua de mar al vino, se hacía más estable, le daba un color más vivo y soportaba mejor los viajes.
Aumenta la acidez que contribuye a dificultar el crecimiento de microorganismos causantes del enturbiamiento y la inestabilidad. Los vinos de más alta calidad como los de Tasos y Quios no recibían este tratamiento.
-Arcilla: Sirve para clarificar (todavía hoy se clarifica así con un componente de la arcilla llamado bentonita.)Purificar, dar perfume, endulzandolo, le da estabilidad.
-Marmol: Conservante, evita la quiebra acética.
-Yeso: Sube la temperatura del vino favoreciendo la fermentación con lo cual se añade antes de esta y no después como las demás sustancias.
Aviva he intensifica el color, aumenta la acidez algo deseable si el vino es de uvas asoleadas o con botritys cineria un hongo que ataca a la uva concentrando los azucares de esta.(todavía hoy se vinifica las uvas atacadas con este hongo).
Sin embargo hay que usar poca dosis pues sino puede afectar a la salud cosa que ya observaron los antiguos griegos.(En algunos países se sigue utilizando el yeso).
-Calor: Calentaban el vino para conservarlo mejor algo que recuerda mucho a nuestra moderna pasteurización.
-Ahumado: una forma de conservación pero también de envejecimiento, dejaban el vino en las tinas en una habitación superior y en la inferior hacían fuego con lo cual el humo subía a la habitación de arriba, muy típico de vinos romanos, sus consecuencias son perdida de color (igual que ahora en la crianza en barricas)y alcohol, ganancia de acidez
-Exposición a la intenperie: Otra forma de añejar el vino exponerlo al sol y al viento.

Sustancias aromáticas que se le pueden añadir al vino con el fin de hacerlo más suave o perfumarlo. Miel, flores, pasas, dátiles...
Mezcla de una decoloración según Aristoteles: mirra, junco aromatico,anis, azafran, balsamo, amomo y canela.

CONCLUSION:
Vamos que los métodos de vinificacion no han cambiado mucho después de tantos siglos, no pasa así con sus variedades muchas de ellas perdidas, una lástima pero alguna variedad han quedado por Grecia y Roma como es el trebiano variedad italiana.
Así ejemplos de vinos de hoy que se parezcan a los de antaño podemos decir que son estos:
-Retsina: Vino blanco de Grecia también se encuentra en rosado pero menos.
Chianti: Vino tinto dulce procedente de uvas asoleadas de Italia.
-Jerez o marsala: Vinos blancos con alta graduación alcohólica origen España e Italia.(Esta clase de vinos es la que recomiendan sendos autores de la traducción de Marco Gavio Apicio)
-Málaga dulce color o Málaga dulce negro: Vino caracterizado por la gran concentración de arrope un 15% en el de color y más del 15% el negro.
(No confundir con Málaga dulce a secas son distintos vinos, pues este último procede de uvas dulces no de la adicción de arrope)

-Rioja: Pongo también esta denominación porque en Grecia y en Roma también había tintos secos y blancos secos y es de las más antiguas de España y la vinificación es tradicional.

UN PLANETA LLAMADO JORGE

UN PLANETA LLAMADO JORGE

UN PLANETA LLAMADO JORGE

William Herschel descubrió un nuevo planeta del sistema solar. 
Fue en 1781 y el planeta habría llevado su nombre de no haber sido por la euforia del rey Jorge III y la obligada respuesta de Herschel. 
El rey premió al emigrado alemán con una pensión por su descubrimiento. 
En reciprocidad, Herschel se vio obligado a bautizar a su planeta con el nombre de Jorge en honor del rey. 
Esto irritó a los astrónomos no británicos, que empezaron a llamar al nuevo planeta Herschel. 
Durante cuarenta años, el planeta tuvo dos nombres. 
Finalmente, algunos años después de la muerte de Herschel en 1822, los astrónomos aceptaron la idea de Johann Bode, que propuso llamar al nuevo planeta Urano para seguir con la secuencia mitológica que unía a los planetas anteriores. Si Saturno era el padre de Júpiter, el nombre del nuevo planeta debería ser Urano, que era el padre de Saturno. 
La idea se aceptó y desde entonces el séptimo planeta del sistema solar se llama Urano y no Jorge, como quiso Herschel, ni Herschel, como quisieron los astrónomos alemanes. 
Ni para ti, ni para mí, sino para los dioses del Olimpo.
Lo precedente es una capítulo del libro de Gonzalo Ugidos Chiripas de la historia