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lunes, 19 de noviembre de 2018

QUIENES FUERON LOS QUE ACOMPAÑARON A PERON EN SU RETORNO AL PAIS


QUIENES FUERON LOS QUE ACOMPAÑARON A PERÓN EN SU RETORNO AL PAÍS

QUIENES FUERON LOS QUE ACOMPAÑARON A PERON EN SU RETORNO AL PAIS
El 17 de noviembre de 1972 el General Perón regresó a nuestro país. 133 personas acompañaron el retorno en avión. Aquí está el listado completo de quienes viajaron con Perón:
1
1.    María Estela Martínez de Perón
2.    Héctor J. Cámpora
3.    José López Rega
4.    Vicente Solano Lima
5.    Antonio Cafiero
6.    Carlos Saúl Menem
7.    Raúl Lastiri
8.    Jorge Alberto Taiana
9.    Lorenzo Miguel
10.  Julio Romero
11.  Vicente Leónidas Saadi
12.  Benito Llambí
13.  Ángel Federico Robledo
14.  Rogelio Coria
15.  Casildo Herreras
16.  Oscar Bidegain
17.  Nilda Garré
18.  Amado Juri
19.  Ricardo Obregón Cano
20.  Anibal Demarco
21.  Guido Di Tella
22.  Raúl Matera
23.  Maximiliano Castillo
24.  Juana Larrauri
25.  Nélida de Miguel
26.  José Humberto Martiarena
27.  Alberto Rocamora
28.  Deolindo Felipe Bittel
29.  Carlos Mugica
30.  Enrique Tomás Cresto
31.  Eduardo Luís Duhalde
32.  Rodolfo Ortega Peña
33.  José Rodríguez
34.  Alfredo Gómez Morales
35.  Milo de Bogetich
36.  Ernesto Fatigatti
37.   Emilio Mignone
38.  Carlos Snopek
39.  Antenor Argentino Gauna
40.  Miguel Revestido
41.  Abelardo Arce
42.  Estanislao Rosales
43.  Ludovico Lavia
44.  Mario Franco
45.  Elías Adre
46.  Jorge Cepernic
47.  Manuel de Anchorena
48.  Eloy Camus
49.  Héctor Sustaita Seeber
50.  Carlos Seeber
51.  Horacio Farmache
52.  Valentín Irigoyen
53.  Guillermo Solveyra Casares
54.   Jorge Morganti
55.  Luís Oscar Ratti
56.  Adalberto Eduardo Wimer
57.  Jesús Porto
58.  Alberto Fonrouge
59.  Rodolfo Vittar
60.  Horacio Pietragalla
61.  Rodolfo Antonio Ponce
62.  Celestino Marini
63.  Luis Longhi
64.  José Antonio Sánchez Toranzo
65.  Horacio Apicella
66.  Roberto Pettinato
67.  Arturo Pons Bedoya
68.  Juan Aquiles Regazzoli
69.  René Bustos
70.  Saturnino Funes
71.  Carlos María Lascano
72.  Esther Fadul de Sobrino
73.  Jorge Vernazza
74.  Eduardo Pablo Setti
75.  Florencio Carranza
76.  Antonio Campos
77.  Ricardo F. Anzorena
78.  Julián Moreno
79.  Carlos Caro
80.  Enrique Svrsek
81.   Eduardo Julio Forteza
82.  Pedro J. Bonnani
83.  Leopoldo Frenkel
84.  Victoria Lorente
85.  Irene Román
86.  Julio Quinteiro
87.  Jorge Gianola
88.  Antonio Santiago Castro
89.  Angel Miel Asquía
90.  Néstor Carrasco
91.  Juan D`alessio
92.  Guillermo Amarilla
93.  Fernando Santiago González
94.  Juan Palarea
95.  Otto Calace
96.  Buenaventura Vai
97.  Enrique Basualdo
98.  Pedro Cámpora
99.  Enrique Gau
100. Hugo Guillamón
101.Carlos Menéndez
102.Orlando Santos
103.  Fidel Gustavo Peralta
104. Rodolfo Desperbasques
105. Santiago Mele
106. Miguel Ángel Barrau
107.  Emilia Poll de Aruj
108. Hugo del Carril
109. Leonardo Favio
110.   José María Rosa
111.  José Francisco Sanfilippo
112. Jorge Descotte
113. José María Castiñeira de Dios
114. Miguel Bellizi
115.  Marilina Ross
116.  Juan Carlos Gené
117.  Marta Lynch
118. Chunchuna Villafañe
119.  Francisco Muñoz Azpiri
120.Oscar Alonso
121.  Pedro Maratea
122.  Abel Cachazú
123.  Silvana Roth
124. Bruno Porta
125. Norma López Rega
126.Señora de Campano
127. Georgina Acevedo de Cámpora
128. Sergio Villarruel
129. Jorge Conti
130. Horacio Riego
131.Armando Puente
132.Gianni Corbi
133.  Manolo Alcalá


sábado, 14 de mayo de 2016

PORQUE PERON ELIGIÓ A CAMPORA COMO PRESIDENTE, CONTADO POR TESTIGO Y PROTAGONISTA

PORQUE PERON ELIGIÓ A CAMPORA COMO PRESIDENTE, CONTADO POR TESTIGO Y PROTAGONISTA

PORQUE PERON ELIGIÓ A CAMPORA COMO PRESIDENTE, CONTADO POR TESTIGO Y PROTAGONISTA
En un reportaje que le hace a Emma Tacta de Romero el periodista Luis Alarcón del diario EL LIBERTADOR de Corrientes, esta responde como fue la elección de Perón del candidato a Presidente en 1973, de la que fue testigo presencial y protagonista su cónyuge, Julio Romero.


PORQUE PERON ELIGIÓ A CAMPORA COMO PRESIDENTE, CONTADO POR TESTIGO Y PROTAGONISTA
Entre las anécdotas políticas, sus experiencias junto a Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón son las más significativas, las que convierten a Emma Tacta, viuda de Romero, en una historia viviente del peronismo. No sólo del peronismo correntino, sino también nacional.
No basta una sola entrevista para agotar el rico anecdotario que doña Emma guarda en sus alforjas. Esta conversación con EL LIBERTADOR, aunque limitada en sus alcances, se desarrolló del siguiente modo:
-Dice Juan Bautista Yofre en su libro La trama de Madrid que hubo dos figuras importantes en la designación de Héctor Cámpora como candidato presidencial del peronismo en 1972: Jorge Antonio y Julio Romero, su esposo. ¿Qué hay de cierto?
-Totalmente cierto. Jorge Antonio era un empresario muy amigo de Perón. Y por otra parte nuestro líder tenía una alta consideración por mi esposo, tanto en así que lo nombró su consejero y asesor.
-¿Y por qué Cámpora?
-Porque Perón les había comentado que si él no podía ser candidato (como efectivamente ocurrió en aquel momento), le gustaría que fuera un peronista que pudiera interpretar fielmente los principios del peronismo y llevarlos a la práctica, tal cual él mismo lo haría. Cámpora era la figura que en aquel momento reunía mejor que nadie esas condiciones.
-¿Julio Romero le aconsejó entonces a Perón el nombre de Cámpora como candidato a Presidente?
-Así es. Perón tenía mucho respeto por la opinión de don Julio. También a mí, como muestra de gran confianza me designó como apoderada nacional del justicialismo antes de ser yo justicialista.
-¿Usted estaba en ese momento?
-Claro. Una noche, por esas circunstancias de la vida, estábamos cenando en la residencia de Perón en Madrid y él nos comentó eso que le dije. Dijo algo así como "me gustaría que, si yo no puedo ser candidato, que sea un hombre que haya entendido a fondo el peronismo; que entienda que hay que gobernar para los humildes, los ricos, los discapacitados…todos".
-Entonces el General les pidió que le aconsejen a alguien…
-Le pidió un consejo a mi marido, incluso a mí, que estaba presente. Con esas condiciones y por su gran su humildad, el hombre que quería Perón en ese momento era indudablemente Cámpora.
-¿Recuerda quién más estaba en esa cena?
-Estaban Isabelita, el secretario José López Rega y alguien de la provincia de Santa Fe, cuyo nombre no recuerdo.

viernes, 10 de julio de 2009

EEl 11 de marzo de 1973 por Ernesto Jauretche

El 11 de marzo de 1973 será recordado en la historia como el día en que el pueblo peronista recuperó la democracia para todos los argentinos. Para nosotros, los militantes de esa época, fue el día en que las millones de manos que introdujeron en el sobre la boleta del FREJULI materializaron un sueño. Tan real como ese encuentro espontáneo en la esquina de Oro y Santa Fe donde "el tío" Cámpora aparecía pletórico a saludar a la multitud rodeado de jóvenes combatientes por la libertad en los balcones de la casona vieja sobre la marquesina de La Burdalesa. Vale la pena meditar hoy sobre los antecedentes de esa victoria popular.

Ese 11 de marzo el pueblo argentino pudo expresarse libremente, por primera vez desde que en 1955 el golpe apoyado por radicales, conservadores, comunistas y socialistas, la llamada Revolución Libertadora, había tronchado un sueño de libertad, de soberanía y de justicia. Durante esos 18 años habían ocurrido hechos oprobiosos: el Decreto 4161/55 firmado por Aramburu-Rojas-Alsogaray (que fue Ley en 1962 y conservó vigencia hasta después de Junio de 1963, cuando la Corte Suprema ratificó la constitucionalidad de esa norma que proscribía electoralmente al peronismo para despejar el camino del poder a Arturo Humberto Illia) es un ejemplo monstruoso de la iniquidad con que la llamada clase política de la época acompañó la brutalidad de los fusilamientos y el acoso de que fue víctima la mayoría electoral del país. Pero también sucedieron acontecimientos cuya lectura resuena en ecos aleccionadores para nuestro presente. Cuando fue desalojado del Estado, el pueblo se albergó en sus organizaciones sociales. Abolida la democracia política, la democracia popular se refugió en todo tipo de organizaciones libres del pueblo. Fábrica por fábrica se votó en la elección de Comisiones Internas, dando muestra de la vocación democrática y unidad de la clase trabajadora argentina. Florecieron el mutualismo, las cooperadoras escolares, hospitalarias y de trabajo y consumo, las asociaciones de ayuda social y de consumidores, la agremiación de profesionales, docentes y alumnos, las entidades educativas y culturales de base y hasta los clubes deportivos. En todas partes, donde se juntaban más de tres frustrados ciudadanos, se organizaban de manera solidaria para defender sus intereses. Y burlando la proscripción política, las organizaciones sociales prolongaron a pesar de todo el negado ritual de padrones, listas, urnas, cuarto oscuro, fiscales.Esos movimientos sociales -por más diverso que fuera su origen, sus objetivos y sus proyectos- poseían rasgos comunes, y similares a los que protagonizan la políticaargentina en nuestros días. Provenían del rechazo al fraude de una democracia irrepresentativa, que negaba la concurrencia u ofrecía opciones indeseables; participaban repudiándolas (como en el caso de los votos en blanco) o desnudando la farsa (como al elegir al obrero Andrés Framini gobernador de la provincia de Buenos Aires). Así, durante años, el movimiento social disputó palmo a palmo el monopolio de la representación política a los partidos.Aprovechando los márgenes de la legalidad, se constituían bajo formas organizativas de inspiración libertaria (en 1965 y 1966, en los Planes de Lucha de la CGT, llegaron a autogestionar miles de fábricas "tomadas"). Las decisiones se adoptaban en asambleas, en una práctica democrática de fuerte rasgo plesbiscitario. Y sus conducciones exponían el mandato a constantes pruebas revocatorias. La precariedad de sus recursos y la frecuente clandestinidad, las obligaba a asumir métodos de gestión sumamente eficaces y fluidos y a abominar toda burocracia. Por fin, la cercanía entre los asociados y el riesgo a que se exponían, imponían trasparencia y lealtad: la ética gobernaba las conductas individuales y asociativas. Aunque su actividad reivindicativa se orientaba hacia objetivos determinados sectorialmente, éstos representaban demandas concretas y cardinales para la vida de toda la sociedad (trabajo, vivienda, salud, educación, etcétera). Y las soluciones prácticas y sensatas que proponían las emparentaba en sus luchas con las de las otras organizaciones sociales comprometidas con un cambio de la situación social, económica y política imperante, excluyendo sin embargo toda voluntad de apropiación. Esa suma, que se manifestaba en una movilización constante de todos los sectores sociales en todo el territorio del país, desestabilizaba a las instituciones del régimen pero no lograba abrirle el acceso al poder político, dando origen a lo que algún sociólogo calificó como "empate hegemónico".El fundamento último de esa asociatividad pivoteaba sobre el eje que siempre caracteriza a las organizaciones del pueblo: la solidaridad. Por lo tanto, como hoy, sus fines disentían radicalmente con los proclamados por las doctrinas neoliberales. En ese marco general se inscribieron las múltiples tendencias ideológicas y políticas que enriquecieron el proceso de formación de conciencia del pueblo argentino en aquellos años de ilusiones: clasismo, izquierdas parlamentarias y revolucionarias, cristianos y clerecía progresista, organizaciones político-militares y sindicalismo combativo y revolucionario se nutrieron de esa experiencia de militancia social. Hacia 1973, la fortaleza formidable de ese movimiento popular, aportando cada una de las organizaciones sociales sus competencias y métodos, arrinconó al Partido Militar y a sus aliados políticos, aislándolo y combatiéndolo con huelgas, movilizaciones e insurrecciones. Obtuvo enormes victorias en el terreno de las reivindicaciones económicas y laborales, logró el retorno de Perón y, cuando arrancó la posibilidad de canalizar su energía renovadora a través del sistema representativo, rompió la proscripción de las mayorías y ganó las elecciones. En esa circunstancia, el gran movimiento social tuvo la sabiduría de adaptarse al orden constitucional, amparándose en las formas de diversos partidos políticos para legalizar su participación en la justa final por el poder. Los radicales juntaron adhesiones con Ricardo Balbín como postulante; el desarrollista Oscar Alende encabezó un acuerdo progresista; el grueso de las fuerzas conservadoras se alineó tras el "candidato joven", Ezequiel Martínez, caballo del comisario de Lanusse, y la izquierda paleolítica, como siempre, confluyó en una efímera coalición. El Movimiento Peronista, parcialidad predominante del movimiento social de la época, se constriñó hasta caber dentro del corset jurídico del Partido Justicialista y armó un vasto arco de alianzas: el Frente Justicialista de Liberación, que obtuvo más votos que todos los demás juntos. Pero esta victoria no escatimó esfuerzos ni arrugó frente a los riesgos. Innumerable cantidad de dirigentes sociales fogueados en casi dos décadas de luchas legales, semilegales y hasta clandestinas acudieron al llamado a una afiliación masiva a los partidos políticos. El activo de las organizaciones sociales blanqueó sus nombres y domicilios ante una justicia todavía servil al poder militar y padrones partidarios que fueron a dar a manos de traidores y corruptos. Había que ganar las "internas". Pero después tampoco fue fácil la convivencia entre los recién llegados -inexpertos y a menudo ingenuos en esas lides-, los desplazados por la irrupción de un activo dinámico y moderno y la vieja guardia cuyas fullerías partidocráticas venían a extirpar. Pero se aprendió también a convivir, defendiendo políticamente ideas y convicciones; a veces ganando y otras perdiendo, pero siempre disputando milímetro a milímetro cada espacio de poder. El conflicto social por la apropiación del excedente económico socialmente generado, había dado un salto en calidad: pasó de la fragmentación de las luchas reivindicativas, asaltó los Partidos Políticos y conquistó el Estado. Fueron las fuerzas veteranas que habían librado mil luchas sociales las que desde una renovada práctica política rompieron el cerco a que la partidocracia sometía a las jóvenes generaciones militantes y penetraron la democracia hegemonizada por los políticos del enjuague, el clientelismo y la exclusión. No está de más aclarar que semejantes esfuerzos de lo nuevo no alcanzaron para poner en retirada a las viejas fuerzas aliadas de la dependencia y el despotismo. Pero fue muy alto el nivel alcanzado históricamente por la libertad y el respeto a la soberanía popular. Se habían quebrado 18 años de proscripciones al movimiento mayoritario. Y la militancia había aprendido dos cosas: que en cada coyuntura histórica, apenas si somos eslabones de una larga cadena siempre inconclusa; y que la política es contingente y hay que saber avanzar concretando los sueños poco a poco. Paso a paso, porque "la victoria final" es una zoncera. Hoy, el proceso de reconquista de los espacios políticos por parte de un joven movimiento social está en marcha: avanza en la construcción de organizaciones económicas, sociales y culturales y mejora la calidad de su participación en el cambio de rumbo que Kirchner ha impuesto al estado. Concurre hacia una nueva democracia, donde el pueblo no sólo espera ser convocado cada cuatro años a votar, sino que cotidianamente cuestiona a sus dirigentes políticos, se mantiene activo frente a las amenazas del poder financiero y el capital concentrado y alerta ante el mensaje de los medios masivos de comunicación, y se organiza para expresar y defender sus intereses. Esa militancia rechaza con mayor énfasis cada día el mensaje nihilista con que el neoliberalismo alienta la indiferencia y la resignación. Es hora de que los contumaces dirigentes del sistema político decrépito comprendan que la defensa del viejo orden y sus privilegios contribuye también al éxito de la política de la antipolítica.
Ernesto Jauretche
Marzo 2005

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