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lunes, 4 de noviembre de 2019

Proclama del Mayor General G Carr Berresford, sobre la condición de los negros, y apertura de casa de comercio.


Proclama del Mayor General G Carr Berresford, sobre la condición de los negros, y apertura de casa de comercio.

Proclama del Mayor General G Carr Berresford, sobre la condición de los negros, y apertura de casa de comercio.
(Julio de 1806)
Esta proclama fue emitida durante la ocupación inglesa en la primera invasión




"Por Guillermo Carr Berresford, Mayor General; Comandante en xefe de las Fuerzas de Su Majestad Británica, empleadas en la Costa del Este de la América del Sur, y Gobernador de Buenos-Ayres y todas sus dependencias. Que habiéndose notado en la Ciudad que los Negros y Mulatos esclavos, después de tomada la Plaza, han pretendido y pretenden sacudir la subordinación á, que por su estado están ligados, faltando a la obediencia que deben a sus respectivos Amos, y negándose a todos aquellos ejercicios en que por su constitución han sido empleados hasta hoy ; se les haga entender que permanecen en el mismo estado que estaban, sin variación alguna, que deben estar sujetos á sus Amos, obedecerles en un todo con absoluta subordinación, y no andar ociosos por las calles, bajo las más rigorosas penas que tenga a bien imponer el Exmo. Sr. Mayor General Británico. Que habiéndose notado escasez de todo en los renglones de abasto y demás necesario en la Ciudad, por estar, a causa de cierto sobresalto, cerradas las Tiendas de mercancías, Almacenes, Pulperías y de Menestrales, y Oficios mecánicos, se les prevenga
las abran, haciéndoles entender que por haberse tomado la Plaza, no debe en esto hacerse novedad, ni por el hecho de abrirlas se les seguirá perjuicio, antes bien todo lo contrario; designándose las más rigurosas penas que juzgue oportunas el Exmo. Sr. Mayor General contra toda persona de cualquiera calidad y condición, aun de la Tropa Británica, que atropelle, insulte de palabra u obra, o infiera el más leve perjuicio a dichos Tenderos Pulperos, Almaceneros y Menestrales."
Guillermo Carr Berresford May. General y Gobervador. (Museo Mitre, Biblioteca, sección 4.a, 20, 5, 98, doc. 3.)
Es copia. — Luis Mitre

-Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina, Tomo IV. Abastos de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1773-1809). Número 97.- Compañía sud Americana de Billetes de Banco, 1914. . P. (381)
Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Letras. FH, UNMdP.


miércoles, 23 de octubre de 2019

HOTELES, CAFÉS Y CASAS DE COMIDA EN LA BUENOS AIRES DE 1820 A 1825


HOTELES, CAFÉS Y CASAS DE COMIDA EN LA BUENOS AIRES DE 1820 A 1825

HOTELES, CAFÉS Y CASAS DE COMIDA EN LA BUENOS AIRES DE 1820 A 1825

DESCRIPCIÓN DE UN INGLES EN EL LIBRO Cinco años en Buenos Aires 1820-1825



Hay dos hoteles ingleses en Buenos Aires: el de Faunch y el Keen. El primero es excelente; se sirven muy buenas cenas en nuestras fiestas patrias —San Jorge y San Andrés— además de numerosas comidas privadas a ingleses, norteamericanos, criollos, etc. Está situado cerca del Fuerte. Faunch, el propietario, y su mujer, han tenido una vasta experiencia de su profesión en Londres; al punto de que no creo se coma allá mucho mejor. El cumpleaños de Su Majestad Británica es celebrado con gran brillo: el local se adorna con banderas de diversas naciones y hay cantos y músicas. De setenta a ochenta personas participan en la fiesta; entre ellas se hallan siempre los ministros del país, especialmente invitados. Ese día el gobierno retribuye el cumplimiento haciendo izar la bandera inglesa en el Fuerte.
            Una viuda norteamericana, Mrs. Thorn, tiene a su cargo otro hotel muy concurrido por sus compatriotas.
            En los hoteles mencionados cobran cuarenta pesos mensuales por alojante y pensión y se hace rebaja a quienes desean quedarse por cierto tiempo. Una comida, incluyendo el vino, cuesta un peso; el desayuno, el té o la cena oscilan entre dos y cuatro reales; la cama por la noche cuesta cuatro reales. En el puerto cerca del Fuerte, hay una casa de comidas llamada «Hotel Comercial». El dueño es español, pero la mayor parte de los sirvientes y camareros son franceses: hay también un mucamo inglés. Se come allí bien por el mismo precio que en otros sitios. El comedor, grande y arreglado con gusto, tiene capacidad para ochenta personas. Cuelgan de las paredes cuadros que representan la batalla de Alejandría, el asalto de Seringapatán, retratos de Bertrand, Drouet, Foy, etc., así como vistas de París y otras ciudades.
            El «Café de la Victoria», en Buenos Aires, es espléndido y no tenemos en Londres nada parecido; aunque quizá sea inferior al «Mille Colonnes» y otros cafés parisinos. Dignos de mención son el «San Marcos», el «Catalán» y el «Café de Martín». Todos ellos tienen patios tan amplios como no podría darse en Londres, donde el terreno es tan caro. En verano están estos patios cubiertos de toldos, ofreciendo un placentero refugio contra el calor del sol y tienen aljibes con agua potable. Nunca falta en estos cafés una mesa de billar siempre concurrida —juego muy apreciado por los criollos— y las mesas están siempre rodeadas de gente. Las paredes de los salones están cubiertas de vistoso papel francés con escenas de la India o Tahití, y también episodios de Don Quijote y de la historia greco-romana.
            En diciembre de 1824 fue inaugurado un nuevo café cerca de la iglesia de San Miguel. La música, iluminaciones y fuegos de artificios frente al edificio, en la noche de la apertura, atrajeron mucho público.
            A unas cuatro millas de la ciudad se encuentra una posada llamada «El Hotel de York», propiedad de un nativo. Los contramaestres criollos y gentes de a bordo suelen llegar allí en caballos alquilados a razón de un peso la tarde; y tan habituados están los animales al trayecto que difícilmente se logra llevarlos más lejos.
            Los precios en los cafés son muy moderados: un vaso de licor o brandy o cualquier bebida, té, café, y pan importan medio real; con brindis, un real. Los mozos no esperan propina, como en Inglaterra; un «maître» dirige el servicio en el establecimiento.[3]
            En el arreglo y decoración de los cafés nos superan franceses y españoles. En efecto: no somos hombres de pasar tiempo en esos lugares. Ese tiempo transcurre para el inglés en medio de su familia o mientras está dedicado a los negocios. Muchos ingleses que llegan al país por primera vez paran en casas de familias criollas con el propósito de aprender el idioma; el precio es el de siempre (cuarenta pesos mensuales). Las casas de las señoras Casamayor y Rubio aceptan pensionistas; estas familias son altamente respetables y las niñas muy atractivas y de trato amable, pero la cocina española, con sus grasas y su ajo, disgusta tanto a paladares ingleses como a franceses.

sábado, 20 de octubre de 2018

HISTORIA DEL SÁNDWICH


HISTORIA DEL SÁNDWICH

HISTORIA DEL SÁNDWICH
Es curioso que el sándwich que es un alimento tan popular y fácil de hacer tenga un encumbrado linaje en su origen. Es un platillo aristocrático porque su creador fue Sir John Montagnu (1718-1792) cuarto Conde de Sandwich. Era un hombre importante en su época. Había sido educado en los mejores colegios, ocupó cargos importantes como embajador plenipotenciario, primer lord del Almirantazgo, lord Justicia, vicetesorero adjunto de Irlanda... pero su nombre no se recuerda por sus méritos.


Cuentan algunos historiadores que la fecha exacta del nacimiento de este alimento se remite a 1762. El Conde de Sandwich era un personaje con renombre en la política de la sociedad británica, pero tenía una tremenda debilidad: era adicto al juego. Claro que muchos autores dicen que su pasión era el ajedrez pero otros afirman que eran las cartas. 

En lo que todos coinciden es que a la edad de 44 años, este conde se pasó 24 horas jugando de una sola sentada. Llegó un momento que el tigre rugió en su estómago y se vio en el grandísimo dilema de suspender la partida o comer. Optó por pedir que le trajeran cualquier cosa para comer en la mesa de juego. 

Fue en esa disyuntiva que se alumbró su mayordomo -que en realidad fue el creador pero como no era conde, ya se imaginan ¿verdad? y preparó un pedazo de carne entre dos panes: ¡Eureka! había nacido el sándwich, que este lord se comió con tal desesperación que lo más probable es que haya perdido el juego. 

Lo que sí es innegable que su actitud fue imitada por sus compañeros, quienes empezaron a llamar a esta manera rápida de hacer un refrigerio "comer un sándwich". 

Al fin y al cabo aunque perdió en los naipes, lord Sandwich se sintió muy orgulloso de este aporte culinario, así que no dejó de mencionarlo en su testamento, según él como el mejor legado que dejaba a su país. 

Y fíjense adonde llega toda esta historia que los herederos actuales del conde tratan de sacar provecho al invento de su antepasado y pretenden ser los proveedores de sándwich para Londres. 

El undécimo conde, John Montagnu, tiene como meta ser el rey de esta comida rápida, según El Times este conde afirmó: "Estamos buscando medios de supervivencia. Vivimos en una pequeña finca. Hasta la reina tiene que ganar para vivir".