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lunes, 4 de noviembre de 2019

Proclama del Mayor General G Carr Berresford, sobre la condición de los negros, y apertura de casa de comercio.


Proclama del Mayor General G Carr Berresford, sobre la condición de los negros, y apertura de casa de comercio.

Proclama del Mayor General G Carr Berresford, sobre la condición de los negros, y apertura de casa de comercio.
(Julio de 1806)
Esta proclama fue emitida durante la ocupación inglesa en la primera invasión




"Por Guillermo Carr Berresford, Mayor General; Comandante en xefe de las Fuerzas de Su Majestad Británica, empleadas en la Costa del Este de la América del Sur, y Gobernador de Buenos-Ayres y todas sus dependencias. Que habiéndose notado en la Ciudad que los Negros y Mulatos esclavos, después de tomada la Plaza, han pretendido y pretenden sacudir la subordinación á, que por su estado están ligados, faltando a la obediencia que deben a sus respectivos Amos, y negándose a todos aquellos ejercicios en que por su constitución han sido empleados hasta hoy ; se les haga entender que permanecen en el mismo estado que estaban, sin variación alguna, que deben estar sujetos á sus Amos, obedecerles en un todo con absoluta subordinación, y no andar ociosos por las calles, bajo las más rigorosas penas que tenga a bien imponer el Exmo. Sr. Mayor General Británico. Que habiéndose notado escasez de todo en los renglones de abasto y demás necesario en la Ciudad, por estar, a causa de cierto sobresalto, cerradas las Tiendas de mercancías, Almacenes, Pulperías y de Menestrales, y Oficios mecánicos, se les prevenga
las abran, haciéndoles entender que por haberse tomado la Plaza, no debe en esto hacerse novedad, ni por el hecho de abrirlas se les seguirá perjuicio, antes bien todo lo contrario; designándose las más rigurosas penas que juzgue oportunas el Exmo. Sr. Mayor General contra toda persona de cualquiera calidad y condición, aun de la Tropa Británica, que atropelle, insulte de palabra u obra, o infiera el más leve perjuicio a dichos Tenderos Pulperos, Almaceneros y Menestrales."
Guillermo Carr Berresford May. General y Gobervador. (Museo Mitre, Biblioteca, sección 4.a, 20, 5, 98, doc. 3.)
Es copia. — Luis Mitre

-Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina, Tomo IV. Abastos de la ciudad y campaña de Buenos Aires (1773-1809). Número 97.- Compañía sud Americana de Billetes de Banco, 1914. . P. (381)
Edición y corrección: Van Hauvart Duart, Maximiliano L. Estudiante de Letras. FH, UNMdP.


miércoles, 23 de octubre de 2019

HOTELES, CAFÉS Y CASAS DE COMIDA EN LA BUENOS AIRES DE 1820 A 1825


HOTELES, CAFÉS Y CASAS DE COMIDA EN LA BUENOS AIRES DE 1820 A 1825

HOTELES, CAFÉS Y CASAS DE COMIDA EN LA BUENOS AIRES DE 1820 A 1825

DESCRIPCIÓN DE UN INGLES EN EL LIBRO Cinco años en Buenos Aires 1820-1825



Hay dos hoteles ingleses en Buenos Aires: el de Faunch y el Keen. El primero es excelente; se sirven muy buenas cenas en nuestras fiestas patrias —San Jorge y San Andrés— además de numerosas comidas privadas a ingleses, norteamericanos, criollos, etc. Está situado cerca del Fuerte. Faunch, el propietario, y su mujer, han tenido una vasta experiencia de su profesión en Londres; al punto de que no creo se coma allá mucho mejor. El cumpleaños de Su Majestad Británica es celebrado con gran brillo: el local se adorna con banderas de diversas naciones y hay cantos y músicas. De setenta a ochenta personas participan en la fiesta; entre ellas se hallan siempre los ministros del país, especialmente invitados. Ese día el gobierno retribuye el cumplimiento haciendo izar la bandera inglesa en el Fuerte.
            Una viuda norteamericana, Mrs. Thorn, tiene a su cargo otro hotel muy concurrido por sus compatriotas.
            En los hoteles mencionados cobran cuarenta pesos mensuales por alojante y pensión y se hace rebaja a quienes desean quedarse por cierto tiempo. Una comida, incluyendo el vino, cuesta un peso; el desayuno, el té o la cena oscilan entre dos y cuatro reales; la cama por la noche cuesta cuatro reales. En el puerto cerca del Fuerte, hay una casa de comidas llamada «Hotel Comercial». El dueño es español, pero la mayor parte de los sirvientes y camareros son franceses: hay también un mucamo inglés. Se come allí bien por el mismo precio que en otros sitios. El comedor, grande y arreglado con gusto, tiene capacidad para ochenta personas. Cuelgan de las paredes cuadros que representan la batalla de Alejandría, el asalto de Seringapatán, retratos de Bertrand, Drouet, Foy, etc., así como vistas de París y otras ciudades.
            El «Café de la Victoria», en Buenos Aires, es espléndido y no tenemos en Londres nada parecido; aunque quizá sea inferior al «Mille Colonnes» y otros cafés parisinos. Dignos de mención son el «San Marcos», el «Catalán» y el «Café de Martín». Todos ellos tienen patios tan amplios como no podría darse en Londres, donde el terreno es tan caro. En verano están estos patios cubiertos de toldos, ofreciendo un placentero refugio contra el calor del sol y tienen aljibes con agua potable. Nunca falta en estos cafés una mesa de billar siempre concurrida —juego muy apreciado por los criollos— y las mesas están siempre rodeadas de gente. Las paredes de los salones están cubiertas de vistoso papel francés con escenas de la India o Tahití, y también episodios de Don Quijote y de la historia greco-romana.
            En diciembre de 1824 fue inaugurado un nuevo café cerca de la iglesia de San Miguel. La música, iluminaciones y fuegos de artificios frente al edificio, en la noche de la apertura, atrajeron mucho público.
            A unas cuatro millas de la ciudad se encuentra una posada llamada «El Hotel de York», propiedad de un nativo. Los contramaestres criollos y gentes de a bordo suelen llegar allí en caballos alquilados a razón de un peso la tarde; y tan habituados están los animales al trayecto que difícilmente se logra llevarlos más lejos.
            Los precios en los cafés son muy moderados: un vaso de licor o brandy o cualquier bebida, té, café, y pan importan medio real; con brindis, un real. Los mozos no esperan propina, como en Inglaterra; un «maître» dirige el servicio en el establecimiento.[3]
            En el arreglo y decoración de los cafés nos superan franceses y españoles. En efecto: no somos hombres de pasar tiempo en esos lugares. Ese tiempo transcurre para el inglés en medio de su familia o mientras está dedicado a los negocios. Muchos ingleses que llegan al país por primera vez paran en casas de familias criollas con el propósito de aprender el idioma; el precio es el de siempre (cuarenta pesos mensuales). Las casas de las señoras Casamayor y Rubio aceptan pensionistas; estas familias son altamente respetables y las niñas muy atractivas y de trato amable, pero la cocina española, con sus grasas y su ajo, disgusta tanto a paladares ingleses como a franceses.

lunes, 10 de junio de 2019

MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES


  MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES 


  MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES

Nació en la ciudad de Salta el 8 de febrero de 1785, siendo sus padres Gabriel de Güemes Montero, comisario de guerra y ministro general de la real hacienda de la Provincia, y María Magdalena de Goyenechea y la Corte (nacida en Jujuy e hija del general Martín Miguel de Goyenechea). Ambos progenitores del famoso caudillo estaban vinculados a las familias más respetables de Salta y de Jujuy.

Influenciado el joven Güemes por la tradición de su abuelo materno y con el beneplácito de sus padres, sentó plaza de cadete en el Regimiento “Fijo” de Buenos Aires (en una compañía que se encontraba en Salta), el 13 de febrero de 1799.  El “Fijo” bajó a Buenos Aires en 1801 y de aquí a Montevideo en 1803.  Más tarde compartió de las gloriosas jornadas de 1806 y 1807, con motivo de las invasiones inglesas, en las filas de su regimiento, ascendiendo por estos hechos a Alférez graduado, al mismo tiempo que le hacían Teniente de Milicias de Granaderos del Virrey Liniers.  En la Reconquista de la ciudad de Buenos Aires, el 12 de agosto de 1806, Güemes desempeñaba funciones de ayudante de Liniers, general en jefe de las fuerzas libertadoras.  La tradición cuenta que el combate había terminado después de dos horas de rápida acción llevada con toda energía por soldados bisoños, por el amor de la tierra en que nacieron, quebrantando el esfuerzo de expertos veteranos que habían hecho frente a los soldados de Bonaparte en San Juan de Acre.  Pueyrredón acababa de arrebatarles el estandarte del glorioso Regimiento Nº 71, y el general Beresford había rendido su espada.  Cercanas las sombras de lluviosa tarde de invierno, se reunía un grupo de jefes y oficiales al pie del asta bandera en el bastión Norte, contemplando con satisfacción el real pabellón, flameando donde hacía pocos momentos tremolaba el de la vieja Albión.  El jefe vencedor dialogaba en aquellos instantes con el jefe de la escuadrilla que había trasportado de La Colonia a las legiones reconquistadoras, Gutiérrez de la Concha.  El diálogo agitado de Liniers, apenas llegaba a herir los oídos de un joven bizarro de brillante uniforme, que inclinado desde sus años juveniles a la noble carrera de las armas, había revelado en aquellos angustiosos días una actividad y un comportamiento tan digno, que el general en jefe le había hecho quedar a su lado, en calidad de ayudante, como queda dicho; el día 11, enviado desde la plaza para informar a Liniers de la situación allí, había quedado al lado del futuro vencedor.

El diálogo entre Liniers y Gutiérrez de la Concha era producido por un buque de la escuadra de Popham, que había estado bombardeando la ciudad, el cual aparentemente estaba varado.  El jefe de la Reconquista, después de observar con el catalejo el buque de referencia, se dio vuelta al ayudante Güemes y le dijo: “Usted que siempre anda bien montado, galope por la orilla de la Alameda, que ha de encontrar a Pueyrredón, acampado a la altura de la batería Abascal y comuníquele la orden de avanzar soldados de caballería por la playa, hasta la mayor aproximación de aquel barco que resta cortado de la escuadra en fuga”.

Güemes con la velocidad del relámpago trasmitió a Pueyrredón la orden de Liniers y más rápidos aún, los húsares de aquel Jefe, se apresuraron a arrojarse al río con el agua hasta el encuentro de sus cabalgaduras, y rompían el fuego de sus tercerolas sobre el buque varado, cuyo comandante comprendiendo la gravedad de su situación, hizo señales desde el alcázar con un paño blanco, anunciando su rendición; era el “Justina”, de 26 cañones, 100 tripulantes, el cual durante aquella dura jornada, habiéndose acercado mucho a tierra, había hecho un fuego realmente destructor contra las legiones libertadoras, pero su audacia le resultó cara, como se ve.  Era una de las unidades de la escuadra británica del comodoro Home Popham.

Participó también en las operaciones que tuvieron por escenario la Banda Oriental, con motivo de las invasiones inglesas, y de regreso de estas campañas, solicitó permiso para regresar a Salta, ya teniente de milicias, lo que le fue concedido el 7 de abril de 1808.  llegado a su ciudad natal, el gobernador Isasmendi dispuso fuese agregado a la guarnición de la plaza con el grado de Teniente.  La “Suprema Junta Gubernativa del Reino”, en Sevilla, el 13 de enero de 1809, le expidió a Güemes el ascenso a subteniente efectivo del Regimiento de Infantería de Buenos Aires.

Corría el año de 1810 y Güemes con el grado de Teniente de Granaderos de Fernando VII se encontraba en Salta con licencia, cuando estalló en Buenos Aires el movimiento emancipador.  Este resonó con eco extraordinario en aquella ciudad, que fue la primera que respondió al grito de libertad lanzado desde la Capital.  Güemes se incorporó a las fuerzas que la Primera Junta lanzó sobre el Alto Perú, con una partida de 60 jinetes, a cuyo frente se presentó al nuevo Gobierno.  Esta partida de 60 hombres, fue llamada “Partida de Observación” y fue equipada con gran lujo, para el cual habían contribuido en gran parte las casas de Gurruchaga y de Moldes.  Güemes fue nombrado capitán de la misma, en setiembre de 1810, fecha en que se le encuentra destacado en Humahuaca (el día 22 de aquel mes).

Güemes al frente de su partida, contribuyó a la victoria de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810.  Reunidas las fuerzas en Potosí, algo grave pasó entre el general Balcarce y Güemes, con motivo del parte de Suipacha, por lo que este último fue separado del ejército, actitud de la cual reclamó Güemes ante la Junta, la que con fecha 23 de junio de 1811 accedió a su reclamo, ordenando su reincorporación al ejército, el cual ya se hallaba al mando de Pueyrredón, pues había sufrido ya el contraste de Huaqui, el día 20 de junio, lo que obligó a replegarse sobre Jujuy.  Güemes ya había sido ascendido a capitán y Pueyrredón al llegar a Jujuy reorganizó sus fuerzas, con las que avanzó nuevamente al Alto Perú, ocupando Suipacha con su vanguardia, mandada por Díaz Vélez; pero allí fue derrotado el 11 de enero de 1812, y al día siguiente en el combate de El Nazareno.  Ante este fracaso, Pueyrredón resuelve retirarse a Tucumán, y desde Humahuaca solicita su relevo, llegando el 20 de marzo del mismo año, a Yatasto, donde le recibe el mando el general Belgrano.

Belgrano contramarchó a Jujuy, donde se propuso la tarea de reorganizar el ejército.  Desde allí, despachó a Santiago del Estero al capitán Güemes, por un acto de indisciplina.  El “pecado” de Güemes fue su relación amorosa con la esposa de un teniente del Ejército, que la había abandonado y ya separada convivía con Güemes, que era soltero todavía.  Enterado Belgrano que esta señora se había ido a vivir a Santiago, decide el traslado de Güemes a Buenos Aires.

A su paso por Córdoba fue encargado de conducir a la Capital el contingente de presos realistas que se encontraba en aquella ciudad.

El 20 de enero de 1813 llega Güemes a Buenos Aires y solicita al gobierno se le haga conocer la causa de su confinación, respondiendo el Estado Mayor que “no hay antecedente alguno”, por lo que el gobierno se dirige a Belgrano para que haga conocer las causas.  Pero antes de recibir la respuesta y en mérito a su carrera militar, Güemes es agregado al Estado Mayor General en calidad de capitán de Infantería.

El Oficio de Belgrano al gobierno decía: “Habiéndome informado el alcalde de la ciudad de Santiago don Germán Lugones de la escandalosa conducta del teniente coronel graduado, don Martín Güemes, con doña Juana Inguanzo, esposa de don Sebastián Mella, teniente de dragones en el ejército de mi mando, por vivir ambos en aquella ciudad aposentados en una sola mansión, y habiendo adquirido noticias que este oficial ha escandalizado públicamente mucho antes de ahora con esta mujer en la ciudad de Jujuy… Con estos antecedentes indubitables, considerando que cualquier procedimiento judicial sobre la materia sería demasiado escandaloso y acaso ineficaz, he tomado la resolución de mandarle a Güemes … Espero que vuestra excelencia se dignara aprobar estas medidas en que sólo he tenido por objeto la conservación del orden, el respeto a la religión…”.

El 15 de abril de 1813, Belgrano le escribía a Chiclana: …”Si usted no presta oídos más que a los patriotas, le llenarán la cabeza de especies,…estoy arrepentido, usted sabe cuál es mi lenguaje y siempre digo lo que siento…” (1)

El 12 de agosto de 1813 el Gobierno resolvió que Güemes pasase agregado al Estado Mayor del ejército sitiador de Montevideo, como teniente coronel graduado; lo que no lo satisfizo porque se le rebajaba la jerarquía; ordenándose que se le abonasen los sueldos devengados desde aquella fecha.  Ante una solicitud de Güemes pidiendo marchar al Norte con San Martín, y que este informó el 6 de diciembre del mismo año en forma conveniente, se accedió a lo pedido por el causante.

El 7 de diciembre de 1813 Güemes era ascendido a Teniente Coronel graduado del Ejército y era destinado nuevamente al Ejército Auxiliar, del cual recibía el mando en jefe el coronel San Martín, el 30 de enero de 1814.  Güemes había concurrido presuroso a su provincia natal, al tener conocimiento de que se había producido una nueva invasión realista. San Martín que había oído ponderar los servicios del caudillo salteño, aceptó complacido sus servicios y lo nombró comandante de las avanzadas de Salta, por el lado del río Pasaje, mientras que Apolinario Saravia quedaba de comandante de avanzadas por el lado de Guachipas.

No estaba equivocado el futuro general de los Andes en la elección del personaje para hacer aquella guerra de partidas que mantendría en jaque a los españoles cuando se aventurasen en las provincias del Norte; en compañía de Francisco Gorriti, se propuso levantar todo el paisanaje por la causa de la libertad.  Su éxito fue tan grande como rápido, pues todos los partidarios de la libertad pusieron su vida y sus bienes a su servicio, halagados tan sólo por cooperar en la emancipación del suelo natal.  Desde aquel momento empieza a hacerse sentir la acción personal de Güemes en aquella guerra interminable de partidas, en que los realistas no podían asomar por ninguna parte sin encontrar inmediatamente fuerzas dependientes de Güemes que les presentarán combate, o mejor dicho, que les asesten un terrible zarpazo. Cuando los realistas ocupaban la ciudad de Salta, en 1814, Güemes concibió el audaz proyecto de apoderarse de su ciudad natal; en demanda de este objetivo, el día 27 de marzo de aquel año, pernocta en la Cuesta de la Pedrera, a tres leguas de Salta, donde existía una guardia realista, que Güemes sorprende al amanecer del 28, tomándola casi toda prisionera.  Sabedor de que el jefe español de la ciudad, coronel Castro,  se encontraba allí con todas sus fuerzas, resuelve atraerlo a su posición, para lo cual destaca un piquete para provocarlo.  Pero Castro también era salteño y conocía muy bien las tretas criollas y no avanzó en la persecución de sus enemigos más de una legua, el día 29 de marzo, persecución que efectuó con 80 jinetes, los mejores del regimiento.  Ante el fracaso para atraer a Castro, Güemes resolvió atacarlo y haciendo avanzar a su gente, le ordenó cargar puñal en mano, poniendo en fuga a Castro y sus jinetes, que no pararon hasta llegar a Salta, quedando en poder de Güemes 45 prisioneros, armas y caballos.  Por sus merecimientos en esta acción, el Director Supremo le reconoció la efectividad de teniente coronel de Ejército el 9 de mayo de 1814 y por recomendación de San Martín, se lo declaró “Benemérito”, dándosele las gracias en nombre de la Patria.  Se le nombró Comandante General de la Vanguardia, con lo cual los patriotas que operaban en Guachipas y en el Pasaje, quedaban bajo su comando.  Güemes los organizó divididos en tres secciones; la primera, la más próxima al enemigo, tomó el nombre de guerrilla o avanzada de los campos de Salta, al mando de Pedro José Zavala; la segunda, llamada avanzada de Guachipas, que servía de sostén a la anterior, a las órdenes siempre de Apolinario Saravia, teniendo por teatro el Valle de Lerma; la tercera tenía por zona de operaciones hacia Oriente, sobre el camino que une Tucumán con Salta Y Jujuy, compuesta en su mayor parte por gauchos de esa región, bajo el mando personal de Güemes, con su vanguardia particular estacionada en Cobos y Campo Santo, al mando de Pablo Latorre.

Tantas dificultades para el avance de las fuerzas reales, decidieron al general Pezuela, comandante en jefe, trasladarse desde Tupiza hasta Jujuy, donde permanecía el general Ramírez Orozco, como jefe de la guarnición.  A esta ciudad llegó Pezuela el 27 de mayo de 1814, al frente de 4.000 soldados aguerridos.  Traían el propósito de realizar el plan que el Virrey Abascal había trazado en 1812 al general Goyeneche, esto es, socorrer a Montevideo, salvando al ejército de 6.000 hombres allí encerrado, que agregado a sus tropas y a las que le enviarían desde Chile, tendría a sus órdenes 12.000 soldados, con los cuales esperaba dar fácil cuenta del gobierno patriota de Buenos Aires.

Los gauchos de Güemes pronto convencieron al general español de las insuperables dificultades que era necesario vencer; que 4.000 gauchos armados de puñales, lanzas, boleadoras y escaso número de armas de fuego, a los que apoyaban apenas 300 soldados del ejército regular, era una barrera difícil de vencer.  Pronto se convenció Pezuela de que no había nada que hacer contra esta infranqueable barrera y no encontró otro expediente que buscar una batalla general y con este propósito trató de atraer a San Martín a Salta, ya que los gauchos le impedían a él llegar hasta Tucumán, y concentró todas sus fuerzas en Salta.  Sin embargo, la acción de Güemes y sus gauchos fue tan efectiva que el general Pezuela con todo su ejército en Salta y su Cuartel General en Jujuy, se encontraba imposibilitado de avanzar. Marquiegui, jefe realista natural de Jujuy, propuso al general Pezuela abandonar el camino real por el Pasaje a Tucumán, y tomar el que conduce al mismo punto más hacia Oriente, atravesando el desierto.  Marquiegui se puso en marcha desde Jujuy con 400 hombres de infantería y caballería, llegando a Yaví el 15 de junio, donde arrolló al comandante patriota Arias, y tomó rumbo al Este en dirección a Orán, tomando sucesivamente una serie de fortines en el Chaco con rumbo al Sur.  Pero Güemes lo había sentido y cuando Marquiegui se proponía regresar a Jujuy, fue atacado por aquel el 26 de junio en Anta y el 29 en Santa Victoria; se desvió al Oeste y se dirigió a Jujuy por el camino de la Cuesta Nueva, pero el 4 de julio fue destrozada por Güemes su retaguardia.  Al mismo tiempo, su subordinado Zavala, el 11 de junio llegaba hasta los aledaños de Salta en un ataque contra los realistas.  Estos contratiempos le decidieron a iniciar su retirada el 25 de julio de 1814.  Entretanto el general Rondeau mandaba el Ejército Auxiliar, en reemplazo de San Martín.

Tan pronto como Güemes tuvo conocimiento de la retirada de Pezuela, se aproximó a Salta, cuyo sitio estrechó a fines de julio.  Güemes ocupó su ciudad natal y Pablo Latorre la de Jujuy, adelantando sus avanzadas en persecución del enemigo a las órdenes de Alejandro Heredia.  Güemes se apresuró a trasladarse a Jujuy, mientras Pezuela, volaba más que corría,  desde que abandonó Jujuy el 3 de agosto, llegando a Suipacha el día 21, después de haber perdido 1.500 hombres y haber recibido una lección soberbia.  Indudablemente, influyó en la decisión para retirarse, la noticia de la caída de la plaza de Montevideo, el 23 de junio.

Rondeau avanzó a fines de 1814 hacia el Norte, habiendo sido reforzado su ejército en forma notable, gracias a los cuerpos que había dejado libres la caída de Montevideo.  El 17 de abril de 1815, en la sorpresa del Puesto de Marqués, Güemes ejecutó una carga contra los realistas, haciendo una horrible matanza.  Al día siguiente, el caudillo salteño pretextaba una enfermedad al general Rondeau para retirarse del ejército.  Desde el 30 de setiembre del año anterior ostentaba los galones de coronel graduado.  La causa de la enfermedad no era más que un pretexto.  Al pasar por Jujuy se apoderó de 700 fusiles que existían en el parque del ejército, que Rondeau había ordenado que le remitieran, a lo que Güemes contestó con franqueza que era necesarios llevarlos para armar las partidas de Salta y resistir a la próxima invasión española.  Llevó también unos 300 hombres enfermos que encontró en Jujuy, de modo que en breve, el caudillo salteño alcanzó a contar con 1.500 hombres.

Güemes se había retirado del ejército, porque prontamente se dio cuenta que con la indisciplina reinante en él, iba derecho a un desastre, como aconteció.  El 6 de mayo de 1815 Güemes era elegido por asamblea popular, gobernador de Salta.  Cinco meses más tarde lo eligió también el pueblo de Jujuy.  Rondeau, después de su desastrosa campaña de aquel año, al replegarse a Huacalera, ya había declarado a Güemes traidor a la patria, en agosto, mediante un manifiesto; ahora, el 8 de marzo de 1816, Rondeau abandonaba su campamento de Huacalera, anunciando que como Güemes le había negado recursos, para proveérselos con más comodidad, se trasladaba a Salta con 3.500 soldados.  Fracaso total de Rondeau fue esta empresa contra el bravo caudillo salteño.  Aquel, que había llegado a Jujuy, sin esperar a Güemes para una entrevista a la que se habían citado, el 13 de marzo se puso en marcha sobre Salta, con 2.500 soldados veteranos, acampando en el campo de Castañares, a una legua de la ciudad, el día 15, ocupando la ciudad sin resistencia.  Después Rondeau salió de Salta y acampó en el Viñedo de Tejada, a la entrada de Cerrillos, donde los gauchos le arrebataron 200 cabezas de ganado, toda la caballada del Regimiento de Dragones que la custodiaba, con lo que el ejército quedó a pie y sin sustento.  El día 20 de marzo, los gauchos arrebataron a Rondeau los últimos animales que le restaban para la alimentación, lo que desconcertó profundamente al general en Jefe.  El día 22, los buenos oficios de los hermanos Figueroa lograron llevar en los Cerrillos a Güemes a una entrevista con Rondeau, en la que ambos firmaron una capitulación, por la que se reconocía una paz sólida entre el Ejército Auxiliar y el Gobernador de Salta.  Al llegar Rondeau a Jujuy de regreso, el 17 de abril, lanzaba un bando justificando la conducta de Güemes.  El 7 de agosto del mismo año el primero entregaba en  Las Trancas, al general Belgrano, el comando en jefe del ejército, mientras el segundo había vuelto a ocupar su línea de defensa al Norte, lo cual era una garantía para la causa patriota.  Desde aquel momento Güemes es el Angel Tutelar de la Patria en aquellas apartadas regiones.

El general Ramírez de Orozco ordena a Olañeta que invada por la Quebrada de Humahuaca con su División de Vanguardia; el 17 de agosto de 1816 ocupa Yaví y el 29 llega a Humahuaca; por su parte el coronel Marquiegui logra tomar Tilcara, el 19 de setiembre, pero pocos días después las partidas de gauchos quebraderos y jujeños obligan a los invasores a retirarse, tenazmente hostilizados.

El general Olañeta ocupa sorpresivamente el 15 de noviembre del mismo año, Yaví, tomando prisionero al Marqués de este nombre, coronel mayor Juan José Fernández Campero, y a su segundo, el teniente coronel Juan José Quesada (El primero conducido a Potosí, logró fugar y permanecer algún tiempo oculto, pero no pudiendo salir de aquella Provincia, optó por presentarse; murió en viaje para España, en 1820).  El 6 de enero de 1817, Olañeta se apodera de Jujuy, donde es sitiado tenazmente por Pérez de Urdinenea, que hábilmente dificulta el abastecimiento de sus tropas.  El 14 del mismo mes llega el general en jefe, La Serna, a Humahuaca con el grueso del ejército., y resuelve fortificar dicho pueblo, dejando un depósito de armamento y víveres al cuidado de un destacamento y prosigue su marcha sobre Jujuy, donde diariamente se combate en los alrededores de la ciudad, distinguiéndose particularmente el capitán Juan Antonio Rojas, que al frente de los “Infernales” lucha ventajosamente contra fuerzas superiores mandadas por Arregui, en San Pedrito, haciéndoles muchas bajas.  El 12 de enero, Olañeta se vio obligado a abandonar Jujuy para marchar en apoyo de su cuñado, el coronel Marquiegui; y el 23 del mismo mes, estos dos últimos entran en Jujuy seguidos del general La Serna.

El 13 de abril este último parte de la mencionada ciudad, en dirección a Salta,  en la que entra el 16; pero cruelmente hostilizadas sus tropas por las partidas de Güemes que impiden el acopio imprescindible de víveres, el General español inicia la evacuación de la capital salteña el 5 de mayo, y el día 21 del mismo mes quedó evacuado todo el territorio de las dos provincias norteñas.  En los primeros días de junio el ejército real llegaba a Tilcara; el día 2, proseguía su repliegue por fracciones, constantemente hostilizado por las partidas patriotas, quienes atacaron a sus enemigos en Tres Cruces, en Sococha y aún en Tupiza, donde obligaron a la guarnición a encerrarse bajo los muros de la ciudad.  Por toda esta serie de brillantes triunfos alcanzados por Güemes y sus gauchos, el Gobierno premió a aquél con el grado de Coronel Mayor, con fecha 17 de mayo de 1817; una medalla de oro y  una pensión vitalicia para su primer hijo, de $400.-; una medalla de plata con brazos de oro para los jefes y una puramente de plata para los oficiales, y para la tropa, un escudo de paño con la inscripción: “A los heroicos defensores de Salta”.

El 11 de junio de igual año, Olañeta invade nuevamente por la Quebrada de Humahuaca con 100 hombres y es combatido por el capitán Manuel Eduardo Arias el 23 en Los Toldos y Baritú; el 25 de noviembre en Colanzuli; el 27 en Humahuaca; el 1º, el 15, 18, 25 y 26 de diciembre en Uquía, Caluti, San Lucas y Tilcara, habiéndose visto obligado a retirarse de Humahuaca el día 3 del mismo mes, con grandes pérdidas y continuamente hostilizado por las columnas patriotas.

El 1º de enero de 1818. el general La Serna destaca desde Tupiza al general Gerónimo Valdés con 400 hombres para reforzar a su vanguardia, mandada por Olañeta, que se mantenía en Humahuaca.  Reunidos ambos jefes realistas, avanzaron sobre Jujuy, que ocupaban el 14 de enero, saqueándola, pero fuertemente hostilizado Olañeta por las partidas de Güemes, el mismo día abandona su presa, retirándose al Norte, siendo perseguido por los patriotas hasta cerca de Yaví.  El 26 de junio de aquel año, el general Canterac, unido al coronel Valdés, expediciona hasta Orán, pero diariamente son hostilizados por las partidas independientes,  Canterac y el coronel Vigil combaten el 5 de agosto en Tarija y Orán, contra las partidas de Rojas y Uriondo.

El 17-18 de marzo de 1819 los generales Canterac y Olañeta invaden por la Quebrada de Humahuaca y son combatidos: el 3 de abril, en Huacalera y Tilcara; el 12 de mayo, en Iruya y Orán; el 9 de setiembre, en El Rosario; en octubre, en Orán y Santa Victoria y el 28 de ese mismo mes, en San Antonio de los Cobres.  Del 10 al 20 de diciembre son combatidos: Canterac, en La Rinconada; Lóriga en la quebrada de Toro y Gamarra en San Antonio de los Cobres.

En mayo de 1820 es invadida Salta por un ejército de 4.000 hombres a las órdenes del general Ramírez Orosco, y los generales Canterac, Olañeta y Valdés y los coroneles Gamarra, Vigil y Marquiegui.  Del 8 al 27 de mayo los gauchos de Güemes combaten contra Ramírez y Canterac, en Guaia, La Cabaña, Perico y Monte Rico.  El 24 de mayo los españoles se apoderan de Jujuy y el 31 del mismo mes, después de las acciones en Lomas de San Lorenzo y en Salta, se apoderan de esta última ciudad; pero del 2 al 8 de junio se libran numerosos encuentros con las partidas salteñas; en La Pedrera, Quesera, Cruz y Chamical (contra Olañeta y Valdés) y Cerrillos, Chamical, en la Troja (con Olañeta) y en Pasaje (contra Vigil y Méndez).  El 28 de junio de 1820 fuertes combates en Cerrillos contra Canterac, Clover y Ferraz, en los que muere el coronel patriota Juan Antonio Rojas (célebre guerrillero).  El día 30, el ejército real inicia su retirada, evacuando la provincia de Salta el 5 de julio.

El 1º de febrero de 1821, Güemes delega el mando de la provincia en el Dr. Gorriti y se ausenta al Sud de la misma, para rechazar la invasión del gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz e invade a su vez la de Tucumán.  Los españoles, noticiados de este acontecimiento, a las órdenes de Olañeta,  el 10 de marzo de 1821 invaden la Quebrada de Humahuaca, siendo combatidos hasta mediados de abril: en Humahuaca, Laguna, San Lucas, Valle Grande, Tilcara, Uquia y el día 21 de abril, la vanguardia realista, formada por 300 hombres mandados por Marquiegui, entra en la ciudad de Jujuy.

Mientras tanto, las tropas de Güemes, aliadas a las de Ibarra (de Santiago del Estero), son batidas por los coroneles Abraham González y Manuel Eduardo Arias, el 3 de abril, en las cercanías de Tucumán.

Ante el peligro de la invasión española, el gobernador substituto, Dr. Gorriti, delegó el gobierno en el Cabildo y se puso a la cabeza de 600 hombres que logró reunir y marchó en busca del enemigo, al que puso sitio en la boca de la Quebrada de Humahuaca, obligándolo el día 27 de abril a rendirse a discreción, con su jefe el coronel Marquiegui, contraste que obligó a Olañeta a regresar a sus posiciones.

Pocos días después del primer desastre, Güemes era nuevamente batido en Acequiones y Trancas, por las fuerzas tucumanas.  La noticia de este contraste, así como también la del triunfo de Gorriti, llegadas casi simultáneamente a Salta, indujeron al Cabildo, el 24 de mayo, a deponer a Güemes y a designar gobernador provisorio al alcalde del primer voto Saturnino Saravia, pero el día 30, se presentó Güemes frente a Salta y no obstante que una parte de los civiles y dos escuadrones de caballería lo esperaban formados para combatirlo, bastó que sus soldados oyeran su vos gangosa, para que el grito “¡Viva Güemes!” brotara de todos los pechos y el famoso caudillo ocupara nuevamente el gobierno.

Estableció su cuartel general en Chamical, cuatro leguas al S. E. de Salta.  Sabedor Olañeta de todos los acontecimientos relatados, resolvió destacar al coronel José María Valdés (Barbarucho) con 500 hombres, con orden de avanzar sobre la ciudad de Salta por el camino del Despoblado (quebrada del Toro) atravesando las fragosas sierras de Leser y Yacones. En la noche del 7 de junio de 1821 los españoles ocupaban la ciudad de Salta y Güemes que con una escolta de 50 hombres se encontraban en casa de su hermana Magdalena despachando la correspondencia con su secretario; al necesitar un documento que se encontraba en el Cabildo, despachó un ayudante a buscarlo, el cual en la plaza fue tiroteado en la oscuridad al contestar un ¿Quién vive? de los realistas.  Güemes que creyó nuevamente en un movimiento subversivo, salió de la casa para indagar el origen del tiro y en la plaza fueron tiroteados por otra partida y al desbandarse la escolta, el caudillo tomó por una calle lateral, donde tropezó con otra partida realista que le hizo fuego, hiriéndolo de gravedad.  La bala ingresó por la cadera y salió por la ingle.  Sin largarse del caballo, logró salir a las afueras de la ciudad, donde algunos de sus partidarios acompañaron al general herido desde el Campo de la Cruz hasta su campamento en El Chamical.  A los diez días, el 17 de junio de 1821, el gran caudillo, debilitado por la abundante hemorragia, quebrado por crueles dolores, viendo que se le escapaba la vida, aún tuvo aliento para celebrar una conferencia con un parlamentario que le enviara el general Olañeta.  A esta conferencia hizo llamar al jefe de Estado Mayor, el coronel Jorge Enrique Vidt y delante de los parlamentarios le ordenó: “que marchase inmediatamente con sus fuerzas a poner sitio a la capital, haciéndole jurar sobre el pomo de le espada que continuaría la campaña hasta que en el suelo de la Patria no hubiera ya argentinos o no hubiera ya conquistadores” y dirigiéndose al emisario enemigo añadió: “Señor oficial, diga a su jefe que agradezco sus ofrecimientos sin aceptarlos; está usted despachado”.  Aquel día, 17 de junio, a pesar de los solícitos cuidados de su médico Dr. Antonio Castellanos, moría el bravo guerrero, en La Cruz, en el lugar llamado La Higuera (o Higuerillas).  Al día siguiente era sepultado en la capilla de El Chamical (hoy San Francisco), al mismo tiempo que se levantaba el país en masa contra los invasores, cumplimentando la orden postrera de su valeroso caudillo.  Los “Infernales” al mando de Vidt cumplían aquella, poniendo sitio a la ciudad de Salta, con lo cual quedaban rotas las hostilidades, no obstante las gestiones de Olañeta con el Cabildo salteño para llegar a un armisticio.  El 26 de julio de 1821, el general Olañeta, constantemente hostilizado por los patriotas, se retiraba al Alto Perú, con lo que terminaba la última invasión realista al territorio argentino.  El espíritu de Güemes había sido el ángel tutelar de la Patria en peligro en aquellos días.

Una pincelada que metaforiza los alcances de la guerra social encabezada por el caudillo está contenida en el relato de Bernardo Frías: una vez muerto el General Güemes, los gauchos se arrojan sobre su cadáver para despojarlo de las vestiduras y quedarse con “un jirón de aquellos trapos”. Mientras esto ocurría en Salta, la elite porteña festejaba su deceso y la prensa bonaerense fiel a Rivadavia exclamaba: “Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los enemigos.  Ya tenemos un cacique menos”.

Güemes había contraído enlace el 9 de junio de 1815 con Margarita del Carmen Puch, hija única del afincado español de notable fortuna, Domingo Puch y Alcaraz, nacido en Tupiza, y Dorotea Velarde Cámara; la que murió apenada por el fallecimiento de su esposo.

Por Ley del Congreso Nacional Nº 6286, del 30 de setiembre, fue erigido en la ciudad de Salta un hermoso monumento a la memoria del general Güemes, el cual fue inaugurado el 20 de febrero de 1931, por el Tte Grl José Félix Uriburu, Presidente Provisional de la Nación.

Referencia

(1) El 9 de septiembre de 1816, Belgrano noblemente se reconcilia con Güemes en una carta donde le dice: “Mi amigo y compañero querido…”

Fuente
Colmenares, Luis Oscar – Martín Güemes, el héroe mártir – Ed. Ciudad Argentina.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Poderti, Alicia – Martín Miguel de Güemes, Fisonomías Históricas y Ficcionales.
Portal www.revisionistas.com.ar
Yaben. Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938).

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miércoles, 4 de octubre de 2017

RESISTENCIA AL INVASOR INGLES EN 1806: EL TÚNEL

RESISTENCIA AL INVASOR INGLES EN 1806: EL TÚNEL

RESISTENCIA AL INVASOR INGLES EN 1806: EL TÚNEL

Entre los tantos planes conspirativos urbanos, la mayoría desechados por impracticables, hubo uno que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71. La idea era excavar un túnel, desde el Colegio San Carlos, hasta llegar bajo el cuartel. Una vez allí, se minaría el lugar y al explotar el reducto inglés, se combinaría el atentado con el ataque de unos 500 hombres que Pueyrredón estaba reuniendo en la quinta de Perdriel. El propio Sentenach, disfrazado, entró al cuartel de la Ranchería, para reconocer la disposición de los dormitorios y estimar las medidas que debían utilizar los excavadores. Desde los altos del café de Pedro José Marcó, enfrente de la Ranchería, vigilaban los movimientos de los ingleses.

El túnel comenzó a excavarse, pero el plan no se llevó a cabo. Liniers logró disuadir a los conjurados urbanos de posponer sus planes, por el temor de que una acción fuera de tiempo provocará una represalia sangrienta contra los habitantes de la ciudad. En su lugar, pidió reunir hombres, al tiempo que él mismo pediría el apoyo de Montevideo. 

No obstante, los restos del túnel, a medio excavar, pueden verse hoy en día en el trayecto de túneles subterráneos de la Manzana de las Luces, descubierto en 1917 por el arquitecto Héctor Greslebin, quien investigó los túneles de esa manzana histórica de la ciudad, cuando aún era un estudiante de la Facultad de Arquitectura, al asistir al derrumbe de una de las salas en la que se estaba construyendo un nuevo salón de estudios. 

No obstante la precaución con que fueron llevadas las obras de excavación del túnel, los ingleses ya estaban al tanto del hecho, como lo prueba las anotaciones del capitán Alexander Gilespie: “Frente al cuartel del régimiento 71 había un seminario perteneciente a la orden de San Francisco, que con todas las casas contiguas, gradualmente se abandonaron por los estudiantes e inquilinos. Una calle angosta mediaba entre ambos y se cavó una mina desde el colegio hasta el ángulo suroeste de las cuadras de los soldados. Un muchacho tambor en una de ellas dio cuenta a su sargento de haber sido repetidamente molestado por un ruido durante la noche, como si procediese de trabajadores subterráneos. Se acudió a un expediente, poniendo varios mosquetes, cañones para arriba, suavemente asegurados en el suelo, sobre los que se colocaron algunos alfileres, de modo que se desarreglaran a la menor concusión. Una mañana se hallaron en el suelo, mas, aunque se ordenó una investigación, nada se descubrió, porque la boca de la mina no pudo retrasarse; pero el hecho se descubrió después: se trataba de un infernal complot para hacer volar nuestros hombres mediante treinta y seis cuñetes de pólvora” .

FUENTE: MARCELO DE BIASE


martes, 15 de noviembre de 2016

Alberti Héroe de las Invasiones Inglesas

Alberti Héroe de las Invasiones Inglesas
Alberti Héroe de las Invasiones Inglesas

La poco conocida vida de Manuel Alberti desde las Invasiones Inglesas hasta que fuera elegido Vocal de la Primera Junta de Gobierno.
 Manuel Alberti era párroco de Maldonado cuando, en Octubre de 1806, los ingleses ocuparon su pueblo, en la Banda Oriental. Poco tiempo después, los invasores, para congraciarse con la población local, mayoritariamente católica, que resistió fuertemente la invasión, y demostrar que no se trataba de una guerra religiosa, como se rumoreaba en el pueblo, publicaron un bando donde señalaban las pocas diferencias que existían entre el credo anglicano (que practicaba la mayoría del ejército ocupante) y la religión católica. Este bando fue fijado en las paredes de las distintas poblaciones ocupadas de la Banda Oriental (hoy Uruguay).
Cuando el padre Alberti lo leyó, se indignó mucho y procedió a arrancarlo de la pared, a la vista de sus feligreses; y se sumó, en ese acto, enérgicamente a la resistencia contra el invasor inglés; instando a sus fieles a hacer lo mismo. Llegó a ocultar en la iglesia, a medio construir, efectos, provisiones y valores, para esconderlos del saqueo enemigo. Se ve que el padre Alberti no debió haber sido tan disimulado en su prédica antibritánica; toda vez que su actividad se volvió sospechosa para los ingleses, quienes lo hicieron seguir y lo capturaron conduciendo cartas comprometedoras, cerca del Cerro Pan de Azúcar, revelando el movimiento de tropas británicas para las huestes españolas apostadas allí. El cerro Pan de Azúcar es la tercera elevación del Uruguay, y se ubica cerca de Piriápolis, en la ruta costera entre Punta del Este y Montevideo.

Recuperando la libertad

En virtud de la notoria popularidad del sacerdote, y para no generar la idea de que se trataba de una persecución religiosa, o para evitar sublevaciones de sus feligreses, Alberti fue liberado al cabo de poco tiempo, y se le permitió ejercer, limitadamente, su función pastoral, con una rigurosa custodia, en Montevideo. Con la derrota británica y su evacuación de la Banda Oriental (Setiembre de 1807), Alberti recuperó su libertad y retornó a su ministerio en Maldonado, donde fue recibido como un héroe. Hoy una placa lo recuerda en la Catedral de esa ciudad.

De regreso en Buenos Aires

En 1808, Alberti retornó a Buenos Aires, donde obtuvo, por concurso, la titularidad de la flamante parroquia de San Benito de Palermo, que se estaba por crear. Otro sacerdote se opuso a su toma de posesión, asesorado por un abogado que luego sería célebre: Mariano Moreno (futuro compañero de Alberti en la Primera Junta); reclamo que luego el obispo desestimaría por improcedente.
Como no se efectivizaba la creación de esa parroquia, Manuel Alberti ejercerá su ministerio, hasta el final de sus días, en la iglesia de San Nicolás de Bari (de la cual se había desprendido la de San Benito de Palermo, sin oficializarse aún). En esa época, Alberti empezó a frecuentar a Nicolás Rodríguez Peña, Miguel de Azcuénaga e Hipólito Vieytes (su antiguo compañero de colegio); vinculándose con los círculos revolucionarios. Algunos creen que integraba la famosa "Sociedad de los Siete". Asistió al Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 y de los 27 religiosos que concurrieron, fue uno de los 19 que votaron por el cese del virrey, contrariando la posición del Obispo Lué, de quien dependía en su ejercicio pastoral.

Alberti en la Primera Junta

En la jornada del 25 de Mayo, mientras su hermano y tocayo Manuel Silvestre (luego capitán del Regimiento de Granaderos a Caballo) firmaba, entusiasta, en la Plaza de la Victoria, el petitorio para que su hermano, el clérigo, integrara la Primera Junta; Manuel Maximiano estaba en la casa de su amigo Miguel de Azcuénaga, junto con otros patriotas; desde donde podían seguir los movimientos en la Plaza. La casa de Azcuénaga quedaba al frente de la Plaza, sobre la actual calle Rivadavia, lindera con la Catedral Metropolitana; donde hoy se erige un edificio donde funcionan oficinas del Banco Francés. Allí fue donde se enteró que había resultado designado vocal del Primer Gobierno Patrio, junto, precisamente, con su anfitrión, Azcuénaga.
No se sabe muy bien por qué se lo incluyó como Vocal de la Primera Junta. Algunos creen que los hombres de Mayo quisieron transmitir el mensaje de que no pretendían romper con la tradición católica de casi toda la población, a diferencia de los revolucionarios franceses.
Otros piensan que, su prestigio, su calidad de "cura héroe" de las Invasiones Inglesas y su carácter piadoso, reconocido unánimemente, contribuían a prestigiar a un nuevo gobierno, que necesitaba legitimarse rápidamente ante amplias franjas de la población del entonces virreinato, acostumbrado a la tradición colonial hispana.
Otros piensan que, ligado a Azcuénaga y a las ideas de Cornelio Saavedra, representaba un elemento "conservador" necesario para lograr un balance y equilibrio en la Junta. Finalmente, otros creen, sencillamente, que Alberti fue elegido por su carácter sacerdotal, para ser el "capellán" del flamante Gobierno Patrio.

Sin rencores

Sin embargo, una vez en la Junta, y a sus 46 años, Manuel Alberti adhirió a casi todas las ideas, principios y proyectos de Mariano Moreno, aquel abogado que, curiosamente, se había opuesto a que él se hiciera cargo de la Parroquia de San Benito de Palermo.
Ello revelaba que Alberti no tenía un carácter rencoroso o vengativo, y se guiaba por sus propios principios, valores y convicciones. Así, la firma de Alberti figuró en todos los actos en que la Junta resolvió: crear el Ejército Argentino y la Gazeta de Buenos Aires, la deportación del ex virrey Cisneros y los oidores de la Real Audiencia a las Islas Canarias, así como la destitución de los cabildantes realistas.
Por Juan Pablo Bustos Thames *
(*) Abogado, Ingeniero
en Sistemas de Información
y Docente Universitario



viernes, 18 de marzo de 2016

Informe del Monasterio de Nuestra Señora del Pilar de Buenos Aires 2n 1807 sobre las Invasiones Inglesas

Monasterio de Nuestra Señora del Pilar de Buenos Aires

Informe del Monasterio de Nuestra Señora del Pilar de Buenos Aires 2n 1807 sobre las Invasiones Inglesas

Después de las invasiones Inglesas la Superiora de este monasterio, Abadesa Sor Gregoria  brinda este particular informe sobre lo ocurrido:

 12 de septiembre de 1807
El año de 1806, día 27 de junio, fue esta Ciudad de Buenos Aires, fue tomada de los Ingleses, permitiéndole así, Dios Nuestro Señor, por sus ocultos juicios, pues merecido lo teníamos, por nuestras culpas, e ingratitudes, mas, este buen Dios, siempre propicio para con sus criaturas, nos miró con Ojos de Clemencia y entrañas de Misericordia; no queriendo que este pueblo católico, gimiera bajo el pesado yugo de la herejía, dispuso y preparó, el cristiano corazón del Señor Don Santiago de Liniers, para su reconquista, que fue el día 12 de agosto, día de Nuestra Santa Madre Santa Clara, del mismo año, fue reconquistada, a la misma hora que se hace todos los años la fiesta a la Gloriosa Santa, por lo que le ofrecimos, como sus hijas, aunque indignas, de común consentimiento por el beneficio recibido y para gloria de Nuestro Amado Dios y obsequio a la misma Santa, el hacer una procesión todos los años por el claustro, el día de su Octava, por no poder ser su mismo día, por las cuarentas horas en que está expuesto su Majestad, llevando en andas a la Santa, para que siempre tengamos impreso en nuestros corazones, el beneficio recibido y les rindamos al Señor gracias. Y para que esto se continúe en lo sucesivo y lo continúen las Preladas que me sucedieren, queda éste, en el Archivo de este Nuestro Monasterio de Nuestra Señora del Pilar de Buenos Aires y lo firmo yo, como Prelada, con las ocho consiliarias, de esta pobre Comunidad hoy día 12 de septiembre de 1807. Sor María Gregoria, Indigna Abadesa.

Consiliarias Sor María Tadea Sor María Angela Sor María Antonia Sor María Josefa Sor María Micaela Sor María Francisca Sor Rafaela Sor María Dominga