RESISTENCIA AL INVASOR INGLES EN 1806: EL TÚNEL
Entre
los tantos planes conspirativos urbanos, la mayoría desechados por
impracticables, hubo uno que empezó a ponerse en marcha: volar el cuartel de la
Ranchería, donde estaba establecido el Regimiento 71. La idea era excavar un
túnel, desde el Colegio San Carlos, hasta llegar bajo el cuartel. Una vez allí,
se minaría el lugar y al explotar el reducto inglés, se combinaría el atentado
con el ataque de unos 500 hombres que Pueyrredón estaba reuniendo en
la quinta de Perdriel. El propio Sentenach, disfrazado, entró al cuartel
de la Ranchería, para reconocer la disposición de los dormitorios y estimar las
medidas que debían utilizar los excavadores. Desde los altos del café
de Pedro José Marcó, enfrente de la Ranchería, vigilaban los movimientos
de los ingleses.
El
túnel comenzó a excavarse, pero el plan no se llevó a cabo. Liniers logró
disuadir a los conjurados urbanos de posponer sus planes, por el temor de que
una acción fuera de tiempo provocará una represalia sangrienta contra los
habitantes de la ciudad. En su lugar, pidió reunir hombres, al tiempo que él
mismo pediría el apoyo de Montevideo.
No
obstante, los restos del túnel, a medio excavar, pueden verse hoy en día en el
trayecto de túneles subterráneos de la Manzana de las Luces, descubierto
en 1917 por el arquitecto Héctor Greslebin, quien investigó los túneles de
esa manzana histórica de la ciudad, cuando aún era un estudiante de la Facultad
de Arquitectura, al asistir al derrumbe de una de las salas en la que se estaba
construyendo un nuevo salón de estudios.
No
obstante la precaución con que fueron llevadas las obras de excavación del
túnel, los ingleses ya estaban al tanto del hecho, como lo prueba las
anotaciones del capitán Alexander Gilespie: “Frente al cuartel del
régimiento 71 había un seminario perteneciente a la orden de San Francisco, que
con todas las casas contiguas, gradualmente se abandonaron por los estudiantes
e inquilinos. Una calle angosta mediaba entre ambos y se cavó una mina desde el
colegio hasta el ángulo suroeste de las cuadras de los soldados. Un muchacho
tambor en una de ellas dio cuenta a su sargento de haber sido repetidamente
molestado por un ruido durante la noche, como si procediese de trabajadores
subterráneos. Se acudió a un expediente, poniendo varios mosquetes, cañones
para arriba, suavemente asegurados en el suelo, sobre los que se colocaron
algunos alfileres, de modo que se desarreglaran a la menor concusión. Una
mañana se hallaron en el suelo, mas, aunque se ordenó una investigación, nada
se descubrió, porque la boca de la mina no pudo retrasarse; pero el hecho se
descubrió después: se trataba de un infernal complot para hacer volar nuestros
hombres mediante treinta y seis cuñetes de pólvora” .
FUENTE: MARCELO DE BIASE
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