EL ESPIRITU REVOLUCIONARIO EN LA EPOCA PREVIA A MAYO DE 1810
En su libro “Recuerdos
de un vecino de Buenos Aires durante mayo de 1810” Tomás Guido nos relata esta
interesante anécdota sobre la prisión de Juan Martín de Pueyrredón por orden
del Virrey Cisneros
“Hízose
entender al virrey que se fraguaba una conspiración, a que estaba afiliado don
Juan Martín de Pueyrredón, reputado entre los españoles por partidario acérrimo
de la independencia. Decretóse su prisión y transporte a España. Desde entonces
ningún patriota se consideró seguro. Para que se forme idea de la impresión que
produjo la conducta del virrey, bueno será recordar la importancia del
personaje sobre el cual habían recaído sus sospechas. La popularidad de aquel
distinguido argentino venía desde su intrépida decisión a levantar un cuerpo de
caballería para concurrir con él a la reconquista de su ciudad natal,
sorprendida en 1806 por una división británica. Además de eso sus maneras
afables y su gentil porte dábanle un ascendiente entre sus patriotas, que
Cisneros, por inspiración propia o ajena, creyó deber cortar enviándole a
España bajo partida de registro.
Y
aquí es el caso de narrar un acontecimiento que a la par de una grande acción,
revela juntamente los progresos del espíritu revolucionario, que en vano se
pretendía ahogar en germen. Apenas circuló la noticia de hallarse preso
Pueyrredón en el cuartel de Patricios su hermana doña Juana Pueyrredón de Sáenz
Valiente, matrona de altas prendas, se le presentó a las guardas que le
custodiaba, y que con la elocuencia del alma, y con palabra fácil é insinuante,
rodeada de oficiales y soldados, increpóles de servir de instrumentos de la
tiranía contra un paisano, sin otro crimen que su entusiasmo por la libertad de
su patria. "Consentiréis - les dijo - que sea sacrificado vuestro
compatriota y amigo por la cruel injusticia de un gobernante? ¿Consentiréis que
sea expulsado de su país, tal vez para siempre, sin hacerle un cargo, sin oírle
y sin juzgarle? ¡No, Patricios! ¡Dejad que huya mi hermano, si no queréis
haceros cómplice de una iniquidad que amenguaría vuestra fama!"
La
tropa escuchaba silenciosa éstas y otras razones; los oficiales hablábanse en
secreto, fijando la vista llenos de admiración y de respeto en aquella ilustre
Argentina. En sus semblantes traslucían fácilmente la impresión del espíritu y
su resolución tomada de libertar al prisionero. Dos horas después de esta
escena, evadíase el comandante Pueyrredón por una de las ventanas del cuartel,
sin ser detenido por ningún centinela. La amistad se encargó enseguida de
ofrecerle un refugio. Cúpole al señor horma esta noble misión.
Los
patriotas que acechaban todas las circunstancias que pudiesen favorecer sus
intentos, apresuráronse a sacar partido de estos incidentes. Las simpatías por
la desgracia subían a punto de que se exagerasen las violencias del mandón
español, y la opinión de los naturales se predisponía gradualmente contra un
orden de cosas que empezaba a irritarse.”