sábado, 13 de febrero de 2016

CACA DE PERRO Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif

CACA DE PERRO
Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif


CACA DE PERRO Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif

Nos cuenta el gran Osvaldo Soriano en su libro “Cómicos, tiranos y leyendas” sobre ella

En marzo pasado, con un frío de mil demonios, vi una manifestación de un centenar de personas que desembocaba en la Place de l’Hotel de Ville. Llevaban tres pancartas que trinaban contra los dueños de perros que les permitían hacer sus necesidades en las veredas. Me paré a mirar y a escuchar las consignas indignadas. Si bien París había dejado de sorprenderme me pareció que el asunto no merecía tanto barullo.
El cortejo gritó un rato frente al edificio, hizo estallar algunos cohetes y volanteó la plaza. Todo sin mucho entusiasmo. El acto no duró más de diez minutos y los manifestantes se retiraron hacia Notre Dame en perfecto orden, sin que nadie se dispersara. Diez minutos más tarde un grupo vino al bar donde yo me había refugiado. Mi mujer les preguntó por qué les molestaba tanto la caca de perro sobre las veredas. Una petisa de bucles que todavía conservaba una pila de volantes le respondió: «¡A mí qué me importa! ¡Ellos pagan y yo vengo a gritar!».
El asunto era simple: existe en París una asociación llamada All’o Manif que provee gente para todo tipo de mítines. A cien francos por cabeza cualquiera puede contratar su propia manifestación callejera para el fin que se le dé la gana. Por diez mil francos (1200 dólares) es posible alborotar a cien muchachones y jubilados a favor o en contra de la caca de perro, por los árabes o contra el café de Brasil. Insultar al presidente de la República o burlarse de la policía. El seguro cubre los posibles destrozos.


CACA DE PERRO Una peculiar manifestación gracias a All’o Manif

viernes, 12 de febrero de 2016

¿SALVÓ EL OPUS DEI LA ECONOMÍA DE FRANCO?

¿SALVÓ EL OPUS DEI LA ECONOMÍA DE FRANCO?

  

¿SALVÓ EL OPUS DEI LA ECONOMÍA DE FRANCO?

En el capítulo que transcribo a continuación César Vidal en su libro “ Enigmas históricos al descubierto” hace un interesante aporte sobre este momento de la historia de España.

Durante las últimas décadas del franquismo, las referencias al Opus Dei adquirieron un carácter casi mítico. Para muchos, aquel grupo de católicos seguidores de las enseñanzas del padre Escrivá de Balaguer constituía una especie de masonería blanca o de mafia política cuya única finalidad era apoderarse de todos los resortes del poder. El hecho de que además un cierto número de sus miembros se convirtiera en ministros especialmente activos y conocidos de gobiernos franquistas contribuyó, además, a dar una apariencia de solidez a aquella leyenda negra en torno al Opus. Pero ¿cuáles fueron las razones del ascenso del Opus? ¿Salvó el Opus Dei la economía de la España de Franco?



El año 1959 comenzó bajo negros auspicios para el régimen de Franco. A dos décadas de la victoria en la guerra civil y a más de un lustro del final del bloqueo internacional, la dictadura seguía manifestándose claramente incapaz de mejorar el nivel de vida de unos españoles privados por añadidura de algunas de las libertades políticas más elementales. Aherrojada bajo las recetas autárquicas que la Falange había copiado servilmente del fascismo italiano y del nazismo alemán, la economía era raquítica y estaba exangüe. Aunque la censura ejercida sobre los medios de comunicación ocultaba cualquier dato sobre la terrible realidad económica a la población, lo cierto es que la posición de disponible, saldos en cuentas de corresponsales, caja y cartera del Instituto Español de Moneda Extranjera (IEME) se hallaba en números rojos y ascendía a una cifra inferior a los 52 millones de dólares.
El volumen de endeudamiento comercial se elevaba entonces a la cifra —realmente astronómica para la época— de 375 millones de dólares. A lo largo del año, la situación no dejó de empeorar. Los vencimientos para el segundo semestre de 1959 llegaban a casi doscientos millones. Ante la agudización de una situación de precariedad que podía incluir nuevamente el racionamiento de la gasolina, algunos de los funcionarios de la administración española llegaron a la conclusión de que resultaría adecuado atender las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.
La misión de este organismo, dirigida por el economista francés Gabriel Ferras, se alojó en el hotel Palace y trazó el plan para la recuperación económica de España. La receta del FMI implicaba un riguroso plan de estabilización y una liberalización de la economía que, aunque no se dijera, chocaba frontalmente con los presupuestos defendidos hasta entonces por el régimen de Franco.
La tarea iba a recaer sobre una serie de personajes que formaban parte del Opus Dei, una organización católica de escaso peso en aquel entonces pero que ya se veía sometida a un cierto acoso por parte de algunas órdenes religiosas por razones no del todo espirituales. De hecho, cuando el 27 de febrero de 1957 Franco decidió cambiar el gobierno y cesar al camisa vieja Girón, que había sido ministro de Trabajo durante casi dieciséis años, cabía pensar en algún tipo de transformación especialmente al entregarse la cartera de Hacienda a Mariano Navarro Rubio, supernumerario del Opus, y la de Comercio a Alberto Ullastres Calvo, numerario.
Los personajes clave en el ascenso político del Opus no fueron, sin embargo, Navarro ni Ullastres, sino el almirante Luis Carrero Blanco —quizá el personaje más cercano a Franco durante las últimas décadas de su vida— y Laureano López Rodó. Distintas fuentes apuntan al hecho de que Carrero Blanco había padecido durante años algunos problemas de signo doméstico que la intervención de López Rodó, a la sazón un jurista joven, ayudó a solventar. Esta circunstancia proporcionó a López Rodó un notable ascendiente sobre Carrero y, de paso, sirvió para que otros miembros del Opus fueran situados en las cercanías del poder reformando áreas tan importantes como la administración del Estado. Su primer gran éxito, sin embargo, iba a darse en el terreno de la política económica.
En julio de 1959, Alberto Ullastres, ministro de Comercio, marchó a Washington en busca del apoyo de Estados Unidos, mientras en Madrid otro miembro del Opus, Mariano Navarro Rubio, ministro de Hacienda, intentaba convencer a Franco de la necesidad de introducir cambios en la economía. Para ello apeló a uno de los pocos argumentos a que era sensible el general: el del patriotismo. Franco, que siempre tuvo una visión pragmática, aceptó los criterios expuestos por Navarro. El 18 de julio —curiosa coincidencia—, el régimen contaba con el apoyo no de Estados Unidos, que se limitó a otorgar un respaldo meramente institucional, pero sí del FMI. Durante los días 20 y 21 de julio, mediante una declaración gubernamental y un decreto-ley de ordenación económica, se anunció el inicio del plan de estabilización presentado por Ullastres ante las Cortes el 28 de julio.
El conjunto de medidas contempladas en el plan incluía la limitación del gasto total del sector público, una mayor flexibilidad de los tipos de descuento e interés aplicados por el Banco de España, la liberalización en la importación de ciertas mercancías, la revisión de los organismos que desempeñaban funciones interventoras y una amnistía para los residentes que repatriaran el capital evadido en los próximos seis meses.
Los resultados inmediatos de este conjunto de medidas resultaron para millares de familias españolas auténticamente pavorosos. De entrada se produjo una contracción de la actividad económica a causa de la afluencia de capitales extranjeros con los que no podía competir la débil economía nacional. Consecuencia directa de ello fue la quiebra de no pocas empresas, el aumento del desempleo e incluso la disminución de los salarios en algunos sectores de la producción. Sin embargo, a medio plazo, aquella «purga de caballo», como la denominó alguno, tuvo unos efectos económicos y sociales muy positivos.
Si a finales de 1958 existía un déficit de 58 millones de dólares, un año después el superávit era de 52 millones. Asimismo, desaparecieron los temores a que España suspendiera pagos internacionalmente, lo que favoreció enormemente su economía.
Con una estructura empresarial saneada, una emigración importante hacia Europa occidental, nuevas inversiones extranjeras y la llegada del turismo, la nación no tardó en comenzar a experimentar los primeros síntomas del desarrollo económico. Las razones no podían ser más obvias: la liberalización económica había relanzado una economía atenazada por el intervencionismo. Éste, como suele ser habitual, podía estar cargado de buenas intenciones políticas, pero sólo había servido para estrangular la economía, impulsar la corrupción, disparar la inflación y aumentar el desempleo. Desde entonces acá las consecuencias de optar en economía por el intervencionismo o la liberalización no sólo no han cambiado sino que se han confirmado una y otra vez. Entonces, desde luego, los resultados fueron innegables. En 1965, España se había convertido, gracias al Plan de Estabilización y a sus consecuencias, en el décimo país más desarrollado del mundo.
La intervención de los tecnócratas —y el acierto de Franco al aceptar sus juicios— ciertamente salvó la economía española, pero tuvo consecuencias mayores. Aunque, muy posiblemente, la mayoría no eran demócratas sino simplemente monárquicos, este género de avances se tradujo en un aumento del nivel de vida que abortó las posibilidades de una salida violenta del régimen de Franco y contribuyó decisivamente a una transición pacífica. Su contribución así a la historia de España resultó mayor y mejor, por tanto, de lo que nunca habían pensado.


EL DIABLO IMPLORANDO A DIOS Y LA LECHE DE LA MUJER AMADA

EL DIABLO IMPLORANDO A DIOS Y LA LECHE DE LA MUJER AMADA

Invasión Alemana a Rusia


En este interesante capítulo sobre la Invasión Alemana a Rusia durante la 2ª. Guerra mundial, que Gonzalo Ugidos publica en su libro “ Chiripas de la historia”, que es una antología de las casualidades más increíbles que han forjado el destino de la humanidad.

Mientras los americanos perdían en Pearl Harbor a 2402 hombres, ocho acorazados, tres cruceros, tres destructores, un buque escuela y un minador, además de 188 aviones, en ese mes de diciembre de 1941 los soviéticos hacían arqueo de los estragos sufridos en la guerra. Habían perdido frente al ejército de Hitler cuatro millones de hombres, ocho mil aviones y diecisiete mil carros de combate. Los alemanes se habían apoderado de más de la mitad de la producción de acero y carbón de la Unión Soviética y de todos sus graneros, las fértiles regiones de tierra negra de Ucrania y de la estepa occidental. Tan fuerte fue el azote que ahora, gracias a la apertura de los archivos soviéticos, sabemos que Stalin estuvo a punto de rendirse. Solo desistió de ello al ver el frenético patriotismo que desplegó el pueblo soviético transportando las fábricas amenazadas más allá de los Urales, fuera del alcance de los alemanes. En 1943 el Ejército Rojo derrotó a su enemigo en Stalingrado, y luego en Kursk, y de esta manera empezó lo que Goebbels, en un virtuoso ejercicio de esgrima retórica, llamó «el avance táctico sobre la retaguardia» de las divisiones de Hitler. Cómo y por qué sucedió así, en contra de todas las expectativas razonables, sigue siendo el interrogante principal de la guerra más sanguinaria y devastadora de la historia. Si Stalin se hubiera rendido, como pretendió, Hitler muy probablemente habría muerto en la cama y la civilización habría muerto en aquella guerra.
En el ardor guerrero de los rusos hubo algo más que patriotismo. Hubo también NKVD. Con esas siglas se conocía en la Unión Soviética al Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos; o sea, una policía política secreta. El miedo a la NKVD empujó al pueblo soviético a luchar contra la invasión de los nazis en la Operación Barbarroja, que era el nombre en clave dado por Hitler al plan de invasión de la Unión Soviética por parte de las fuerzas del Eje.
El 22 de junio de 1941 tres millones de soldados —alemanes y otros contingentes de sus aliados— cruzaron la frontera rusa. Esta operación abrió el frente oriental, que se convirtió en el teatro de operaciones más grande de la guerra, el escenario de las batallas más sangrientas y brutales del conflicto en Europa. Pero el miedo es una sensación negativa y destruye tanto o más de lo que construye. Por eso a Stalin se le ocurrió algo mejor para animar a la resistencia a los rusos. Para estimular el patriotismo volvió a abrir las iglesias y fomentó la asistencia a los oficios religiosos. El diario Pravda escribió por primera vez con mayúscula inicial la palabra Dios. Stalin tendió puentes con la Rusia zarista y en julio de 1942 se acuñaron medallas al heroísmo que llevaban los nombres de los grandes generales zaristas Kutuzov, Suvorov y Najimov. En los momentos más críticos de la batalla de Stalingrado se anunció que los oficiales volverían a llevar insignias y galones dorados. Ni las iglesias ni las medallas ni los galones derrotaron a los ejércitos alemanes, pero devolvieron al Ejército Rojo la confianza en sí mismo. Para ganar la guerra el diablo no dudó en implorar a Dios.
Pero la alimentación fue también decisiva. La clave de la resistencia de los rusos al gélido ambiente fue su alimentación a base de carbohidratos y grasa: cerdo, tocino crudo curado con sal, limón y ajo (sálo), mantequilla, crema agria de leche, y bebidas calientes a base almíbares de melocotón, dátiles, o cerezas… y vodka, por supuesto, acompañado de un diente de ajo y una cebollita en encurtido. Los alemanes tenían una dieta pobre en grasas y bebían «leche de la mujer amada» (Liebefraumilch), que aunque se llamaba así no era leche, ni mucho menos de la mujer amada, sino un tipo de vino blanco semidulce.
chiripas de la historia


martes, 9 de febrero de 2016

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD


LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD

En la antigüedad sobre todo en Grecia se consideraba el vino beneficioso para la salud y nutritivo, siempre y cuando no se bebiera en exceso, que es cuando se le recrimina a las personas por esta acción ya que no son dueños de sus actos.

Se podía consumir puro sin mezclar solo en tres ocasiones especiales.(para desayunar, como medicina, o en un acto religioso) fuera de estas posibilidades estaba penado por la ley.

Bajo pena de grandes castigos. Así que lo bebían mezclado con agua, más agua que vino en las siguientes proporciones: Aunque estas podían variar según los casos, dos partes de vino por cinco de agua, una o tres partes de vino por cinco de agua. Así evitaban el emborrachamiento y el vino se hacía más agradable dado su fuerte sabor.

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD
CLASES DE VINOS

Tomando como referencia el color existían tres clases de vinos:

-Negro (mélas) tomaba ese color porque al vino se le adicionaba arrope en una proporción bastante grande siendo el arrope el que le proporciona ese color.
-Rojos (erythrós) o el tinto que todos conocemos.
-Blancos (leukós) el blanco normal.
Del tinto o negro se dice que es el más fuerte y nutritivo y mantiene más los efectos del emborrachamiento.
Se pueden distinguir vino seco tinto y dulce.
Del vino blanco es considerado el más ligero de todos diurético y digestivo aunque con tendencia a subirse más a la cabeza.

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD
VINIFICACIÓN:

Cuando la uva no estaba suficientemente madura o se quería sobre madurar se dejaba secar al sol, unos días así se obtenía un vino más dulce.(mismo proceso que el chianti en Italia de hoy en día)
En cuanto la uva maduraba era llevada a la bodega donde se prensaba.
había tres clases de mostos la primera prensada que era el de más alta calidad que no se mezclaba con otros mostos y servía para hacer vino de lagrima( igual que hoy en día), la segunda prensada de más baja calidad servía para vinos de segunda o para mezclar con otros mostos y la prensada de hollejos, raspones y pepitas diluido con agua se procedía al prensado. Considerado de ínfima calidad por su fuerte sabor a margo.
Una vez hecho el mosto era llevado a unos odres grandes o a vasijas de barro echas de ex proceso para ello.
Dejando fermentar el vino por si solo o sino fermentaba podía calentarse un poco para conseguir la fermentación.
Estos recipientes presentan el problema de que el vino se oxida demasiado por consiguiente eran untados con pez o resina para evitar la porosidad de estos. Dándole al vino un sabor característico si bien es cierto que estas sustancias se podían añadir además durante la fermentación con el fin de conservar el vino mejor. ( un ejemplo de estos vinos lo tenemos en el retsina de Grecia actual que cuando fermenta le echan un poco de resina de pino que le da un sabor agradable y peculiar).  

LOS VINOS EN LA ANTIGÜEDAD
Crianza

La crianza del vino se hacía en recipientes de barro (vasijas grandes) u odres de piel los griegos no conocían los toneles de madera, aunque si los romanos porque vieron a los galos poner el vino en estos recipientes, pero no los utilizaban.
Para conservarlos primero echaban una capa de aceite al vino así evitan la oxidación y la quiebra acética. Después sellaban las ánforas con yeso, arcilla o pez. Los romanos conocieron el corcho si bien no lo emplearon usando las mismas técnicas que los griegos.
Así podían permanecer diez años o 15 o más. Aunque era necesario echar mano de algunos procedimientos para evitar que se estropeara o se conservara, veamos algunos ejemplos.
-Mezclar vinos o arrope, echar heces(restos de uva) de otros vinos mejor en otro más normal.
-El más frecuente era añadir agua de mar al vino, se hacía más estable, le daba un color más vivo y soportaba mejor los viajes.
Aumenta la acidez que contribuye a dificultar el crecimiento de microorganismos causantes del enturbiamiento y la inestabilidad. Los vinos de más alta calidad como los de Tasos y Quios no recibían este tratamiento.
-Arcilla: Sirve para clarificar (todavía hoy se clarifica así con un componente de la arcilla llamado bentonita.)Purificar, dar perfume, endulzandolo, le da estabilidad.
-Marmol: Conservante, evita la quiebra acética.
-Yeso: Sube la temperatura del vino favoreciendo la fermentación con lo cual se añade antes de esta y no después como las demás sustancias.
Aviva he intensifica el color, aumenta la acidez algo deseable si el vino es de uvas asoleadas o con botritys cineria un hongo que ataca a la uva concentrando los azucares de esta.(todavía hoy se vinifica las uvas atacadas con este hongo).
Sin embargo hay que usar poca dosis pues sino puede afectar a la salud cosa que ya observaron los antiguos griegos.(En algunos países se sigue utilizando el yeso).
-Calor: Calentaban el vino para conservarlo mejor algo que recuerda mucho a nuestra moderna pasteurización.
-Ahumado: una forma de conservación pero también de envejecimiento, dejaban el vino en las tinas en una habitación superior y en la inferior hacían fuego con lo cual el humo subía a la habitación de arriba, muy típico de vinos romanos, sus consecuencias son perdida de color (igual que ahora en la crianza en barricas)y alcohol, ganancia de acidez
-Exposición a la intenperie: Otra forma de añejar el vino exponerlo al sol y al viento.

Sustancias aromáticas que se le pueden añadir al vino con el fin de hacerlo más suave o perfumarlo. Miel, flores, pasas, dátiles...
Mezcla de una decoloración según Aristoteles: mirra, junco aromatico,anis, azafran, balsamo, amomo y canela.

CONCLUSION:
Vamos que los métodos de vinificacion no han cambiado mucho después de tantos siglos, no pasa así con sus variedades muchas de ellas perdidas, una lástima pero alguna variedad han quedado por Grecia y Roma como es el trebiano variedad italiana.
Así ejemplos de vinos de hoy que se parezcan a los de antaño podemos decir que son estos:
-Retsina: Vino blanco de Grecia también se encuentra en rosado pero menos.
Chianti: Vino tinto dulce procedente de uvas asoleadas de Italia.
-Jerez o marsala: Vinos blancos con alta graduación alcohólica origen España e Italia.(Esta clase de vinos es la que recomiendan sendos autores de la traducción de Marco Gavio Apicio)
-Málaga dulce color o Málaga dulce negro: Vino caracterizado por la gran concentración de arrope un 15% en el de color y más del 15% el negro.
(No confundir con Málaga dulce a secas son distintos vinos, pues este último procede de uvas dulces no de la adicción de arrope)

-Rioja: Pongo también esta denominación porque en Grecia y en Roma también había tintos secos y blancos secos y es de las más antiguas de España y la vinificación es tradicional.

UN PLANETA LLAMADO JORGE

UN PLANETA LLAMADO JORGE

UN PLANETA LLAMADO JORGE

William Herschel descubrió un nuevo planeta del sistema solar. 
Fue en 1781 y el planeta habría llevado su nombre de no haber sido por la euforia del rey Jorge III y la obligada respuesta de Herschel. 
El rey premió al emigrado alemán con una pensión por su descubrimiento. 
En reciprocidad, Herschel se vio obligado a bautizar a su planeta con el nombre de Jorge en honor del rey. 
Esto irritó a los astrónomos no británicos, que empezaron a llamar al nuevo planeta Herschel. 
Durante cuarenta años, el planeta tuvo dos nombres. 
Finalmente, algunos años después de la muerte de Herschel en 1822, los astrónomos aceptaron la idea de Johann Bode, que propuso llamar al nuevo planeta Urano para seguir con la secuencia mitológica que unía a los planetas anteriores. Si Saturno era el padre de Júpiter, el nombre del nuevo planeta debería ser Urano, que era el padre de Saturno. 
La idea se aceptó y desde entonces el séptimo planeta del sistema solar se llama Urano y no Jorge, como quiso Herschel, ni Herschel, como quisieron los astrónomos alemanes. 
Ni para ti, ni para mí, sino para los dioses del Olimpo.
Lo precedente es una capítulo del libro de Gonzalo Ugidos Chiripas de la historia

LA ESTUPENDA HISTORIA DEL CARAJO

LA ESTUPENDA HISTORIA DEL CARAJO 

LA ESTUPENDA HISTORIA DEL CARAJO

 Carlos Fisas en su libro “ Historias de la Historia” Primera serie publica el siguiente capítulo sobre esta palabreja:

De antemano pido perdón a mis lectores —como, un día, se lo pedí a mis oyentes— por la repetición de la palabreja que da título a este capítulo. No se escandalice nadie, no hay para tanto, ya lo verán ustedes.
El Diccionario de expresiones malsonantes del español de Jaime Martín —Ediciones Istmo, Madrid, 1974— dedica nada menos que página y media al uso de esta palabra en la lengua castellana.
Ni que decir tiene que un capítulo entero reserva el académico Camilo José Cela al carajo en el tomo II de su Diccionario Secreto —Series Pis y afines. Editorial Alfaguara, Madrid, 1971—.
Manuel Criado de Val, en su Diccionario de español equívoco —Edi 6, S.A., Madrid, 1981— dice: «Voz usada como interjección, que designa unívocamente el órgano masculino sin que habitualmente se tenga idea de su significado en Argentina, Chile, República Dominicana, Panamá, México, Paraguay, Venezuela, Uruguay. En España se conoce la idea inicial de su significado (en Brasil, “caralho”).» Puedo añadir que también se llama «carallo» en gallego.
Pero ¿cuál es el origen de la palabra?, ¿cuál es su etimología? El monumental y exhaustivo Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, de J. Coraminas y J. A. Pascual —Vol. I, Gredos, Madrid, 1980—, nos dice que este «vocablo común a los tres romances hispánicos [es] de origen incierto». La primera documentación se remonta hacia el 1400 en el Glosario de El Escorial, aunque ya en un documento de Sahagún de 1247 aparece el apodo de Pedro Carayuelo y en 1160 el sobrenombre de Sancho CarayIho.
Copio una cita de Corominas: «En un documento del Alto Ampurdán (Cataluña) de 982 se cita ya un mons Caralio, que otro documento de 974 llama mons qui habet inhonestum et incompositum nomen… Hoy son muchas en las montañas catalanas las rocas de figura fálica llamadas Carall Bernat (que por lo general se disimula en Cavall Bernat). A propósito de esto no sé si ya se ha expuesto la hipótesis de que la etimología real del carajo sexual podía ser del catalán quer “peñasco”…, de donde un aumentativo querall, cavall. Sería expresión germanesca primeramente “miembro erecto y… duro como un peñasco” [!]… En cuanto a Bernat… se tratará de “baranat” rodeado de agua o de aire con el valor originario del étimo prerromano varando “linde que rodea algo”».
Sea cual fuere su origen el caso es que la palabra carajo no es precisamente vocablo que deba pronunciarse en cierto ambientes educados, correctos y algo pacatos.
De todos modos, ya se ha dicho que en ciertas áreas de la lengua castellana no tiene el contexto que se le da en España.
Sirve como ejemplo lo que dice el padre Efraín Gaitán Orjuela c.m.f. en su libro Biografía de las palabras, Ed. Cocuisa, Madrid, 1965.
«CARAJO. Extraña que esta interjección, que se oye desde el río Bravo hasta el estrecho de Magallanes, según creo, no haya conquistado un puesto en el diccionario. Y no sólo es interjección sobre modo expresiva, sino voz que se usa como sustantivo de agudo significado, pues al bolonio o majagranzas le llamamos carajo, diciendo de él, por ejemplo: “¡Es un carajo!” Si ese carajo molesta o enfada se le suele despedir con la frase: “¡Váyase al carajo!” Que es un lugar tenido por un sitio poco agradable. Verdad es que la palabra es malsonante, pero a maravillas sirve de válvula de escape en los momentos de enfadosa tensión, rabia y desesperación. Fue, según refiere con encantadores detalles Lacroix, en su Diario de Bucaramanga, la exclamación favorita de Bolívar. Impaciente el Libertador en esos días de la infausta Convención de Ocaña, al referirse a ciertas gentes culpables de la disolución de la Gran Colombia, exclamaba:
»—¡Esos carajos!
»Persuadido de que había “arado en el mar”, y presintiendo la tempestad sobre su cabeza de superhombre, se paseaba solo, cabizbajo, con las manos atrás; entonces frecuentemente se le oía decir:
»—¡Carajo, carajo!».
Como última defensa de la socorrida palabreja, hemos de traer la frase diamantina, caída nada menos que de labios de monseñor Ragonessi, nuncio del Papa ante el gobierno del general Rafael Reyes, y quien más tarde vistió la púrpura cardenalicia:
«—Bendito carajo, que ha librado de la blasfemia a la gente colombiana».
Hubo un tiempo en que se creyó que el carajo era oriundo de Vizcaya pero tal afirmación se puso en tela de juicio toda vez que ni Cervantes ni Quevedo, archivos abundosos e inagotables de genialidades y groserías, ni siquiera lo citan una vez en sus numerosos escritos.
Últimamente se ha tenido como cosa averiguada que su origen se encuentra en el nombre de una tribu india de Brasil. El publicista yanqui Cerleton Beals en el libro América ante América, demuestra que el «ajo» es criollo y no español: «En Brasil, la primera misa se dijo en una isla desierta, el 26 de abril de 1500, y la conquista del gran Imperio, después de la expedición de Martin Alonso de Sousa, en 1530, solamente empezó cuando el padre Anchieta y Montoya, jesuita, empezó a impartir a las masas indias —los tipies, los caribes, los borosos, los carajos y otras tribus— los elementos de la doctrina cristiana».

Ustedes escojan la versión que quieran.

lunes, 8 de febrero de 2016

LEONOR DE AQUITANIA ¿La prostituta más grande de la Edad Media?

LEONOR DE AQUITANIA

¿La prostituta más grande de la Edad Media?


LEONOR DE AQUITANIA ¿La prostituta más grande de la Edad Media?

La historia de Leonor de Aquitania es una de las mas interesantes de la Edad Media. Bernd Ingmar Gutberlet en su libro “Die 50 grössten Lügen und Legenden der Weltgeschichte”, sobre las mentiras más grandes de la historia, nos aporta sobre este personaje esta importante investigación:

LEONOR DE AQUITANIA ¿La prostituta más grande de la Edad Media?

Una historia de vida tan deslumbrante como la de Leonor de Aquitania (ca. 1122-1204) no parece en absoluto compatible con la puritana Edad Media. Fue heredera del ducado de Aquitania, reina consorte de Francia y partícipe, junto con su marido Luis VII, de la segunda cruzada a Tierra Santa, donde fue amante de su tío Raimundo de Poitiers, príncipe de Antioquía, y del sultán Saladino. Tras anular el matrimonio con Luis VII se casó con Enrique Plantagenet, que era mucho menor que ella y con cuyo tío tenía una relación. Mató a sangre fría a la amante de su marido, la bella Rosamunda, envenenándola. Su matrimonio con Enrique la convirtió en reina consorte de Inglaterra, madre del rey inglés Ricardo Corazón de León y de Juan Sin Tierra, a quienes incitó a rebelarse contra su padre por envidia y ansia de poder. Incluso después de su muerte, y por medio de las cada vez más complicadas pretensiones entre la Corona inglesa y la francesa, Leonor fue considerada agitadora de la relación franco-inglesa y corresponsable de la guerra de los Cien Años. Unas décadas después de su muerte, el dominico francés Hélinand sentenció en su crónica mundial que Leonor no se comportó como una reina sino como una prostituta. Muchas crónicas condenaron su adúltera vida amorosa, que no excluía ni a los paganos, y su carácter perverso, incluso demoníaco. Pero la historiografía cambió: el siglo XIX la enalteció como una típica francesa del Mediodía, voluptuosa, apasionada y afectuosa, y actualmente es considerada por muchos como una mujer segura de sí misma y emancipada que siguió su camino imperturbablemente y en contra de todas las presiones de la época. En la película The Lion in Winter, Katherine Hepburn interpretó con total convicción esta imagen de Leonor de Aquitania. Entonces ¿cuál de las dos fue?
Aquitania era conocida como territorio fértil desde la era romana. La fructífera «tierra del agua» vivía principalmente del comercio de la sal y del vino. En la época de mayor expansión, bajo el gobierno del abuelo de Leonor, el ducado se extendía desde el Loira hasta los Pirineos y era famoso por sus trovadores, quienes entretenían a los cortesanos con sus canciones de amor cortés. El padre de Leonor, Guillermo X, enfrentó problemas de sucesión tras la muerte temprana de su hijo. De modo que para asegurar la permanencia de la familia en el poder, le confió su hija mayor, Leonor, al Rey de Francia, quien la destinó como esposa de su hijo mayor. En el verano de 1137, en Burdeos, tuvo lugar el suntuoso matrimonio de la chica de dieciséis años con Luis. Acto seguido, Leonor fue coronada como reina consorte de Francia y, dos semanas después, duquesa de Aquitania. En el desarrollo de estos acontecimientos, Leonor no fue más que la pelota pasiva de los juegos dinásticos, políticos y eclesiásticos, y tampoco jugó un papel políticamente importante en su calidad de reina de Francia.
Por aquel entonces, la Casa Real francesa poseía sólo el dominio nominal de toda Francia, pues su poder no se extendía realmente más allá de la Île-de-France, la zona interior alrededor de París, razón por la cual Luis VII, al igual que sus antecesores, intentó consolidar su poder y estrechar los lazos de la Casa Real con la gran e importante Aquitania. Para asegurar el poder se necesitaba, por supuesto, un sucesor. Pero Luis y Leonor tuvieron dos hijas, que no entraban en consideración en lo referente a la sucesión al trono.
En las navidades de 1145, Luis anunció su participación en la segunda cruzada para detener el avance de las tropas musulmanas en Tierra Santa. Leonor decidió unírsele, probablemente porque esta cruzada también competía a su tío Raimundo, su pariente más cercano y soberano del principado cristiano de Antioquía. Es posible que en ese momento el matrimonio ya tuviera problemas, y en vista de los celos de Luis y la renuencia de éste a ayudar militarmente a Raimundo, los rumores acerca de una cercanía inadmisible entre tío y sobrina cayeron en terreno fértil. Allí nació, justificada o injustificadamente, la imagen de Leonor como esposa infiel, de la que no podría librarse nunca más. Luis la obligó a continuar con él hasta Jerusalén en vez de ayudar a Raimundo, quien caería en la lucha contra los musulmanes al año siguiente. La disyuntiva entre la cruzada religiosa o la ayuda familiar descompuso definitivamente la relación de los reyes, y Leonor solicitó la anulación del matrimonio alegando que ella y Luis estaban demasiado emparentados. Se dice que también alegó que su marido era más monje que hombre.
El matrimonio de Luis y Leonor fue declarado inválido en 1152. Aunque había vuelto a perder la zona de Aquitania, el Rey podía buscarse una nueva esposa que le diese el tan deseado sucesor. Entretanto, Leonor había conocido a Godofredo de Anjou, duque de Normandía, así como a su hijo Enrique, y los rumores nacidos en la cruzada continuaron con las declaraciones de algunas crónicas, según las cuales Leonor habría cometido adulterio tanto con el uno como con el otro antes del divorcio. Pero, al parecer, ella había decidido volver a casarse hacía tiempo. En 1152, a los treinta años, Leonor se convirtió en la esposa de Enrique Plantagenet, que tenía diecinueve años y era conde de Anjou, Maine y Tourraine, así como duque de Normandía. Es posible que hubiese amor de por medio, pero lo cierto es que Leonor se buscó un marido que descendiera de una dinastía poderosa y le permitiera defender su preciada Aquitania ante el Rey de Francia.
Luis no aprobó el segundo matrimonio de su ex esposa, mientras que Leonor no tardó en dar a luz al heredero de su ducado. Su nuevo marido no sólo era un francés poderoso sino también el hijo de una princesa de Inglaterra y una emperatriz viuda que le había cedido su derecho al trono inglés. Después de casarse con Leonor, Enrique marchó a Inglaterra y consiguió, tras varios éxitos militares, que el Rey inglés reconociera su derecho de sucesión, la cual se efectuó al año siguiente. A partir de entonces, Leonor era no sólo duquesa de Aquitania y Normandía y condesa de Anjou, sino, además, Reina de Inglaterra; una carrera inaudita que los propagandistas franceses durante la guerra de los Cien Años interpretarían como traición a la patria.
Sin embargo, sus posibilidades de influir políticamente, al menos en Inglaterra, también eran reducidas, y la felicidad matrimonial tampoco duró mucho. No obstante, Leonor y Enrique tuvieron ocho hijos en total, de los cuales muchos se convirtieron posteriormente en reyes. En 1173, los hijos se pelearon con el padre por problemas de la herencia. Para disgusto de los cronistas ingleses, en este caso, Leonor tomó partido por sus hijos y en contra del rey, lo cual le acarreó el encarcelamiento que habría de durar más de un decenio.
Como era costumbre, Enrique tenía varias amantes, entre las cuales se destacaba la bella Rosamunda, cuya muerte los cronistas relacionaron con el arresto domiciliario de Leonor. La concubina fue asesinada de las formas más variadas: según unos, envenenada; según otros, por intermedio de una bruja que le puso sapos venenosos encima del pecho, y según otros, ahogada en una tina. Pero estos cuentos también son puros inventos y maledicencias.
En 1189, coronado Rey de Inglaterra a la muerte de Enrique, Ricardo Corazón de León procuró a su madre una influencia considerable sobre el reino. La relación de Ricardo con su hermano Juan siguió siendo difícil, y cuando el Rey cayó preso camino a Tierra Santa, Juan vio posible que, por fin, su deseo se realizara: obtener la Corona inglesa. Pero Leonor removió cielo y tierra para reunir el dinero para el rescate de Ricardo hasta que consiguió liberarlo y devolverlo a Inglaterra. Después de que éste muriera sin dejar descendencia, Leonor volvió a concentrar todas sus fuerzas en asegurarle la corona a su hijo menor. A pesar del caos político y de la guerra por el poder entre sus hijos, Leonor ejerció su influencia hasta una edad avanzada.
La extraordinaria biografía de esta mujer sedujo a los cronistas incluso en vida. Se tejieron numerosas leyendas, en las cuales se ofrecían imágenes de ella que iban desde la voluptuosa y frívola «reina de los trovadores» hasta la prostituta deshonrada que se involucra incluso con un pagano; desde la envenenadora celosa hasta la madre obsesionada por el poder que lleva a sus hijos a la guerra. Pero, desde un punto de vista neutral, su vida resulta mucho menos extrema: Leonor de Aquitania fue una mujer fuerte y valiente que quiso resistir bajo las circunstancias políticas de su tiempo. Tuvo siempre en primer plano la salvaguardia de los intereses de su patria, Aquitania, e inmediatamente después, en su lista de prioridades, se encontraban el bienestar de sus hijos y su herencia. Sus dos maridos manejaron su orgulloso ducado como un campo de maniobras territoriales y ambos matrimonios fracasaron por esa razón y no por una pasión pronunciada y reprochable, como le imputaron después de su muerte los cronistas (masculinos), que veían todo lo femenino como peligroso y pecaminoso. Leonor de Aquitania comparte la suerte de muchas mujeres que intervinieron en una política dominada —y documentada— por hombres. La sombra de la adúltera despiadada empañó su imagen durante siglos, y su presunta traición a los intereses franceses o su desobediencia ante el Rey de Inglaterra fueron puestas de relieve con distintos énfasis.