sábado, 27 de febrero de 2016

FRANCISCO ANTONIO LAUREANA Sátiro de San Isidro, el serial de San Isidro, el "Caníbal", el asesino de las seis de la tarde, el asesino serial que la historia argentina se empeñó en ocultar, “El Sátiro de San Martín”, el predador de San Isidro, son distintas formas en que se denomina al asesino más prolífico del país, y a la vez, menos conocido.

FRANCISCO ANTONIO LAUREANA

FRANCISCO ANTONIO LAUREANA

Sátiro de San Isidro, el serial de San Isidro, el "Caníbal", el asesino de las seis de la tarde, el asesino serial que la historia argentina se empeñó en ocultar,  “El Sátiro de San Martín”, el predador de San Isidro, son distintas formas en que se denomina al asesino más prolífico del país, y a la vez, menos conocido. 

Quizas por ello no trascendió a la historia con un único nombre, como la mayoría de los asesinos seriales.

Francisco Laureana era un ciudadano común que se ganaba la vida como artesano y formó una familia a la que amaba. Pero cada atardecer, se transfiguraba en un asesino impiadoso.

Laureana nació en Corrientes en 1952, su infancia trascurrió como interno en un colegio católico en la ciudad de Corrientes, fue seminarista en una orden religiosa, lugar del que huyó luego de haber violado y ahorcado a una monja en las escaleras del establecimiento. La dejó colgada del techo con una soga.

En julio de 1974 se mudó a la ciudad de San Isidro 

Era un artesano que esculpía hermosas figuras de madera, figuras gauchescas, ceniceros y caballitos y las vendía en un puesto de la Feria de San Isidro, sobre el parque arbolado que está frente a la Catedra. Las imitaciones de tótems y los gauchos que tallaba con un torno le habían hecho ganar el respeto de comerciantes y clientes. Quienes lo conocieron lo definieron como un “sujeto huraño, callado, de mirada torva y analfabeto”. Sus compañeros de trabajo comentaban que parecía ser un hombre muy serio, reservado y quizás un poco huraño. “Un tipo tímido”, lo definió la mujer que ofrecía sahumerios y velas caseras en la caseta de al lado.

El artesano se había casado doce años atrás y tenía tres hijos. Todas las tardes, antes de salir hacia la plaza, le recomendaba a su esposa que cuidara a los chicos: “No los saqués a la calle porque andan muchos degenerados dando vueltas”. Acaso por esta sugerencia, o por el carácter sereno que había exhibido hasta ese momento, ni la mujer ni los feriantes podían creer lo que la Policía Bonaerense les reveló el 27 de febrero de 1975: un asesino serial que en los últimos diez meses había violado a quince mujeres y niñas y matado a once de ellas.

Casi todos los días miércoles y jueves cerca de las 6 de la tarde desaparecían una mujer o una niña en la ciudad y sus cuerpos sin vida eran encontrados poco tiempo después en baldíos, con signos de haber sido violadas y asesinadas salvajemente, en algunos casos estranguladas y en otros asesinadas con un revólver calibre 32. 

Laureana se desplazaba en un FIAT 600, se hallaron en ese auto un  pistolón calibre 14 y una pistola calibre 7,65 mm.

Sus víctimas eran mujeres que tomaban sol en los chalés o que esperaban en paradas de colectivo. Las violaba, las estrangulaba y les arrancaba partes del cuerpo a mordiscones. Los peritos lo definieron como un sádico sexual. Todas las mujeres atacadas eran jóvenes, bonitas y rubias.

Eso es típico de un asesino en serie que considera que los humanos son un objeto de su propiedad, sus piezas privadas. Sentía excitación cuando mataba sin piedad. Con su fuerza bestial deshacía los cuellos.

El «sátiro» siempre robaba algo a su víctima, como un anillo, una pulsera, una cadenita, etc., que nunca vendía, sino que guardaba en una bota en su casa para mantenerlos como trofeos. 

Cuando allanaron su casa, en el interior de una bota, encontraron pequeños anillos y aros que habían sido robados a las víctimas de los ataques. Los conservaba para 'recordar a cada una de sus víctimas, era un fetichista', diría un investigador policial.

En ocasiones regresaba semanas después al mismo lugar para revivir el momento del crimen.

Debido al modus operandi repetido, la policía y el experto forense Osvaldo Raffo creyeron que las muertes podrían ser obra de un solo individuo.

Después de cometer uno de los homicidios, un testigo lo vio huyendo por los techos de una casa, pero el homicida le disparó con su arma. El testigo resultó ileso y fue clave para confeccionar un identikit del sospechoso que empezó a circular por toda la ciudad.


FRANCISCO ANTONIO LAUREANA
"Altura: 1,70; andar: ágil y esbelto; acento: norteño o de país limítrofe". Esas eran algunas de las descripciones que acompañaban un dibujo del rostro de un hombre que poco a poco se fue difundiendo entre los vecinos de San Isidro. Ese partido bonaerense era la zona de caza del "depredador".

El identikit fue realizado a partir del relato de un vecino que intentó correr al serial cuando escapaba por los techos de una casa. "Jamás olvidaría ese rostro", fue lo que dijo el testigo que recibió un disparo cuando quiso cruzarse en el camino del criminal. Para entonces ya había violado y matado a una decena de mujeres, aunque nunca pudo probarse la cantidad exacta de ataques.

"La policía de la provincia de Buenos Aires solicita al vecindario, en el caso de observarse circular por las arterias de la zona a personas cuyas características fisionómicas guarden similitud con la imagen, se de inmediato aviso telefónico a la dependencia mas cercana", decía el texto que acompañaba esta imagen.

El caso más resonante ocurrió el miércoles 23 de noviembre de 1972. La víctima fue Diana Goldstein, de 23 años. Era rubia, alta, linda, de ojos celestes, estudiaba periodismo y trabajaba en la fábrica de colchones de su padre. La encontró un canillita en el jardín de un vecino de la víctima, entre rosales y cipreses, en un chalé de Emilio Mitre 134, en Martínez.

La chica tenía un pulóver rojo y una pollera negra destrozados y le faltaban partes del cuerpo. 

La autopsia, hecha por Raffo, determinó que murió estrangulada, tras ser violada a pocas cuadras del lugar donde fue encontrado el cuerpo. Le faltaba un tercio de la lengua, el labio inferior, una parte de una mejilla, piel de la mano derecha, en el cuello y la punta de la nariz. 

Su padre había denunciado la desaparición la noche anterior. 

“ Era una hippie, le gustaba cantar en las fiestas, vestía de modo estrafalario”, dijo una vecina.

Al principio, la Policía detuvo a cuatro ex presuntos amantes de la chica: uno de ellos se hizo pasar por pianista en un crucero que la joven hizo a Río de Janeiro. Los liberaron. Los criminalistas confeccionaron una dentadura sobre la base de las mordidas que dejaba en el cuerpo de sus víctimas. Así eliminaron a 24 sospechosos, tras comparar las piezas dentales. “ Las mordidas eran violentísimas”, recuerda Raffo.

No era un crimen pasional; estaban en presencia de un asesino serial que mataba por períodos, respetando lo que los criminalistas llaman etapa de “ cool-off ” o de enfriamiento. 

Para atraparlo le pusieron varios anzuelos: policías con peluca rubia y mujeres tomando sol en piletas. Nunca lo mordió.

Su último ataque no llegó a consumarse: el jueves 27 de febrero de 1975 a la tarde. Ese día Laureana volvió a atacar, se trataba de un chalet con pileta de natación de la calle Int. Tomkinson, partido de San Isidro. En la pileta estaba una niña de 8 años de edad, y le pareció igual al asesino del identikit (que su familia tenía fijado a una heladera) y le contó a su madre: “Mamá ese es el hombre de la foto que mata a las nenas”, la madre comenzó a gritar pidiendo auxilio. Laureana ganó la calle. Sin perder la calma, la señora, vía telefónica, alertó a la policía de la comisaría primera de San Isidro.

Laureana pasó por el frente, sonrió, y siguió de largo.

La policía lo encontró a pocas cuadras, y las características eran parecidas al identikit que tenían; se acercaron al sospechoso para pedirle que los acompañara para un interrogatorio.

Según el informe de los policías, Francisco Laureana sacó entonces de una bolsa que llevaba en el hombro un arma de fuego y empezó a disparar a los oficiales, iniciando así un tiroteo en el que Laureana recibió un disparo en el hombro y luego escapó malherido, escondiéndose de la policía en el gallinero que se encontraba en los fondos de una mansión.

Una perra que cuidaba el lugar «marcó» a su dueño el lugar donde se escondía Laureana. En el lugar hallaron dos gallinas estranguladas.

Pero se cree que el asesino no estaba armado y que fue fusilado. Se piensa que los policías bonaerenses se acercaron al gallinero y acribillaron a Francisco Laureana.

La policía lamentó haber tenido que matarlo, ya que hubieran querido interrogarlo sobre los motivos que lo llevaron a cometer los crímenes. Se encontraron en el gallinero dos gallinas muertas a tiros (se desconoce si de la policía o de Francisco Laureana que el asesino aparentemente no resistió de matar.

. “Con el auxilio de un perro y luego de dos tiroteos, matan en San Isidro al sátiro que en sus fechorías nocturnas asesinó a 15 mujeres en seis meses”, fue el extenso título del artículo que publicó el diario La Nación de esa época.

FRANCISCO ANTONIO LAUREANA
Luego de la autopsia, que fue realizada por el prestigioso forense Osvaldo Raffo, el cuerpo fue entregado a su viuda. Cuando se le informó a su mujer, ella atinó a decir "acá tuvo que haber un error. Mi marido no pudo haber hecho todo eso.

Desde ese momento, los crímenes de mujeres en San Isidro se frenaron. También la historia de Francisco Laureana quedó oculta en los archivos policiales, a tal punto que casi nadie recuerda el nombre de este hombre que, en rigor, fue el serial más prolífero de la Argentina.

Aunque fue ignorado por la historia criminal argentina, Laureana mató más que el Petiso Orejudo y que Carlos Robledo Puch.

Con menos fama, pero no con menor cantidad de crímenes, puede ser considerado tan temible como Cayetano Santos Godino, alias “Petiso Orejudo”, Eduardo Robledo Puch, también conocido como “el Angel de la muerte” y Mateo Bancks, quien cometió siete homicidios en la localidad de Azul.


viernes, 26 de febrero de 2016

MANUELA BELTRÁN.

MANUELA BELTRÁN

MANUELA BELTRÁN.




















Nació en la ciudad del Socorro, Colombia .Heroina de Nueva Granada a quien se señala con comenzar la revolución de los comuneros. El 16 de marzo de 1781 lideró un motín contra los impuestos mercantiles establecidos por el visitador regente Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, que desembocó en la revolución de los comuneros. Fue la primera mujer en enfrentarse al régimen del gobierno español, destruyendo los edictos donde se anunciaba el alza de los impuestos, siendo por lo tanto considerada como "la heroína del pueblo.
Llegó, al frente de las masas, a la Alcaidía, arrancó el edicto del impuesto, simuló limpiarse el traste con el papel, y lo arrojó al viento. Ese gesto fue la chispa que encendió la rebelión que mantendría en jaque al gobierno virreinal
Esta actitud de rebeldía se extendió por territorio neogranadino desde Mérida, Venezuela hasta Pasto, Colombia, creándose una conciencia en el pueblo contra el gobierno colonial de la época.
Manuela, como la Gaitana hasta esa época fueron, las mujeres más valientes de la historia Colombiana y 



MANUELA BELTRÁN.












de las primeras capaces de desafiar a la corona española.
Esta heroína también fue llamada "Heraldo Femenino de la Libertad.

Manuela Beltrán formo un papel muy importante para el desarrollo de la independencia, supo de que forma desafiar al régimen español y saber el porque de aquella independencia.

Fuente: http://mujerindependencia.blogspot.com.ar/
Muchas Gracias

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”

CAYETANO DOMINGO GROSSI
“primer asesino serial de la historia argentina”


CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”


Asesinó a sus 5 hijos recién nacidos que tuvo como fruto de las violaciones a las cual eran sometidas sus dos hijastras. Por ello fue condenado a muerte y se lo ejecutó por fusilamiento el 6 de abril de 1900.

El 29 de mayo de 1896, se encontró cerca de una fabrica de grasa, ubicada en la “quema” de basura, una bolsa conteniendo un brazo de una criatura recién nacida. El titular de la comisaria 12, entonces ubicada en la calle Caseros 2724, informó el hallazgo, ordeno una inspección ocular de lugar hallándose entre la basura un cráneo destrozado, piernas, y el brazo restante, dejando bajo vigilancia el sitio, ese mismo día cuando uno de los carros recolectores descargo residuos apareció el tronco, completándose así, el cadáver del bebe.

La autopsia llevada a cabo determino que el niño había muerto por la fractura de cráneo. La investigación no arrojo resultados positivos, quedando el crimen sin resolución.

Dos años después, el 5 de mayo de 1898, se encontró en el mismo lugar, un nuevo cadáver de un recién nacido con el cráneo destrozado y en avanzado estado de descomposición. En sus brazos y manos existían signos de quemaduras de primer y segundo grado. El cuerpo, según las pericias forenses efectuadas, tenía 4 días de vida y su muerte se había producido por compresión violenta de la parte anterior del cuello.

En la investigación, alguien notó que el cadáver había aparecido envuelto en arpillera y trozos de saco de un hombre, de casimir negro, bastante usado y en el que se podían ver muchas composturas y arreglos.

Por algunas direcciones postales que entre los desperdicios rodeaban el cuerpo, pudieron establecer que un carro había recogido esa basura y los restos humanos.

Demorado el carrero y después de ser interrogado, confeso que había visto los restos, pero que por temor a verse involucrado, había decidido no decir nada a la Policía.

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”

Revisados exhaustivamente los elementos recogidos, las pesquisas notaron que el pedazo de saco con numerosos remiendos hechos con género de luto, tenían un notable desgaste en las espalderas, como si lo hubiera usado un vendedor ambulante portando canastas con correas y que en sus bolsillos, había restos de cigarrillos y granos de anís, lo que hizo considerar a las autoridades, la posibilidad de que su portador último fuese español o calabrés, ya que éstos solían tener el hábito de las semillas de anís. Las demás prendas, por su calidad y estado, sugerían la pobreza de su dueño.

Así, los policías, tomando como zona de rastrillaje la misma que recorría diariamente el carro de la basura y orientando la búsqueda a gente de escasos recursos; pudo localizar y tomar conocimiento el 9 de mayo de 1898, que en una casa de la calle Artes 1438 (hoy Carlos Pellegrini) en el barrio de Retiro en Buenos Aires, vivía una familia que vestía siempre de luto.

La citada familia estaba compuesta por una mujer, llamada Rosa Ponce de Nicola, su cónyuge, Cayetano Domingo Grossi (un acarrero de profesión); dos hijas mayores de Rosa, Clara y Catalina y otros tres niños menores de edad.

La Policía pudo saber por testimonios de los vecinos, que Grossi mantenía relaciones íntimas con sus hijastras. Pudo establecerse, además, que Clara poco tiempo antes había estado embarazada y algunos días después, había sido vista en estado normal, desconociéndose que había ocurrido con el bebé.

Un día después, el 10 de mayo, una comisión policial con orden de revisar la habitación ocupada por la familia, encontró debajo de una de las camas, una lata conteniendo el cadáver de un bebé, envuelto en trapos.

Las sospechas se habían confirmado.

Grossi explicó que el saco que envolvía a una de las criaturas asesinadas, hallado en el deposito de basura pertenecía a su hijo Carlos y que él había matado al bebé a pedido de Clara, señaló, además, que el otro bebé había nacido muerto.

Esa noche, Rosa y su hija Clara declararon que ésta última había tenido dos hijos con Cayetano Grossi. Grossi, negó inicialmente haber mantenido relaciones sexuales con sus hijastras, responsabilizando de sus embarazos a los novios de las mismas. Por fin algunos días después, confesó haber matado al primer bebé hallado en 1896; a la vez que reconoció haber incinerado a varios bebés más, pero sin asumir haberlos asesinado.

En posteriores interrogatorios, Grossi reconoció haber tenido un hijo con Catalina y cuatro con Clara, estrangulando a tres, siendo quemados los dos restantes por su concubina y sus hijastras. Rosa, Clara y Catalina, aceptaron los cinco crímenes pero culparon a Grossi de las muertes de los recién nacidos.

La policía le llamó la atención, el extraño grado de sumisión de las mujeres al criminal que las había llevado a guardar silencio por tanto tiempo.

Pudo saberse también, que en una ocasión, el asesino había intentado violar a una de las hijas menores de Rosa pero las hermanas lograron evitarlo.

Pudo establecerse finalmente, que el propio Grossi las auxiliaba en los partos y que luego, arrojaba a los recién nacidos al fuego, siendo presenciado esto por las mujeres.

La concubina de Grossi, Rosa Ponce de Nicola y sus hijastras, Clara y Catalina, fueron consideradas “encubridoras” de los homicidios y fueron condenadas a 3 años de prisión efectiva cada una y pago de costas procesales. Finalmente, la pena de Catalina se redujo a 2 años de prisión.

Habiéndose establecido las responsabilidades de cada uno de los acusados, Cayetano Domingo Grossi fue hallado culpable como autor material de los asesinatos de los bebés. Y fue condenado por el juez, Ernesto Madero, a pena de muerte.

Cayetano Domingo Grossi fue ejecutado en la Penitenciaría Nacional de Las Heras, el 6 de abril de 1900. Fue le primer asesino serial en la historia criminal argentina.

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”
Llevado Grossi a la capilla, hasta que llegó el momento de ser conducido al banquillo, el asesino de sus propios hijos repartió el tiempo que le quedaba de vida en escuchar las exhortaciones del P. Macceo, en hacer continuadas protestas de su inocencia, irritándose por la parcialidad con que, según él, se había juzgado a sus cómplices, Rosa de Nicola y las hijas de ésta Clara y Catalina

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”
El día de su ejecución, a las 5 de la mañana se le permitió la entrada a la capilla de la prisión a los hijos de Grossi, uno de ellos un joven de 19 años fue el primero en entrar, hacia como un año que no veía a su padre, pero al verlo frente a frente no mostró emoción alguna. El hijo más pequeño, Lorenzo, de 6 años de edad, no quiso acercarse a su padre y rehuyó sus caricias. Teresita, su hija, lloro al verlo, y también mostró alguna resistencia en abrazarle.

Un piquete de soldados llegó a la puerta de la capilla, acompañado del juez Madero y del Director de la Penitenciaría coronel Boerr, y Grossi, ayudado por dos de sus guardianes, se dirigió al lugar de la ejecución.

Llegaron frente al banquillo, el P. Macceo vendó los ojos a Grossi, un penado le ató las manos y el sacerdote le habló por última vez. Grossi, que no había dejado de fumar un solo instante, colocó en el borde del banquillo el cigarro que tenía en los labios, como si hubiera de concluirlo después.

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”
El teniente primero Rosa Burgos, el teniente primero Calisto García y el capitán Manuel Medrano fueron los encargados de la ejecución,

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”
Grossi fue puesto en el banquillo, se les vendaron los ojos, fue atado de pies y manos y finalmente fue ejecutado por fusilamiento el 6 de abril de 1900 a las 8 a.m. (UTC-3), el sargento segundo,

CAYETANO DOMINGO GROSSI “primer asesino serial de la historia argentina”
Emilio Lascano, se acercó a él y le disparó un tiro de gracia.

Es el primer asesino serial de la historia argentina y no como mayormente se cree que fue Cayetano Santos Godino.

La casualidad quiso que los dos peores asesinos seriales de la historia del crimen de Argentina, se llamasen de igual manera, Cayetano Domingo Grossi y Cayetano Santos Godino (a) “el Petiso Orejudo”…


FUENTE: WIKIPEDIA

miércoles, 17 de febrero de 2016

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA "¡Hoy es un buen día para combatir, es un buen día para morir: corazones fuertes, corazones bravos, al frente!"

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA
"¡Hoy es un buen día para combatir, es un buen día para morir: corazones fuertes, corazones bravos, al frente!"

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA
El 15 de diciembre de 1890, cuando iba a ser detenido una vez más por la policía de esa especie de ghetto campestre que llamaban "Reserva", ante el presunto peligro que suponía su autoridad moral entre los guerreros de las praderas centrales, fue asesinado junto a una docena de "indios revoltosos" el gran caudillo político-militar de la nación Sioux Toro Sentado, valiente jefe de jefes sioux, cheyennes, pies negros y apaches.

Tatanka Iyotanka había nacido en 1831 en lo que hoy es el estado de Dakota del Sur. Desde chico mostró afición por la danza, la poesía y la música y con el correr del tiempo, mientras crecía su inteligencia, sabiduría y carisma, el joven escuálido pero saludable echó un cuerpo bien adiestrado en el arte de la guerra; de enorme coraje, aprendió a montar a caballo a puro pelo sin albarda y haciendo grandes malabarismos.

El solemne tratado de Fort Laramie de 1868 garantizaba a los sioux que por siempre serían dueños de las Montañas Negras, su centro del mundo, el lugar sagrado donde los guerreros hablaban con los dioses. Pero en 1874 se descubrió oro en esas tierras. El propio presidente Ulysses Grant ordenó a los indios que abandonaran esos campos de caza donde los mineros blancos buscaban afiebradamente el maravilloso metal entre rocas y manantiales. El ultimátum presidencial decía: "Si no hacen caso o se niegan a irse, se dará cuenta de ellos en el Departamento de Guerra como indios hostiles, y se enviará a las fuerzas militares para obligarles a obedecer las órdenes de la Agencia India". Y así mandó tres poderosas columnas de veteranos del U.S. Army reunificado después del fin de la Guerra de Secesión de 1865, a fin de resolver la conquista del far west mediante la "solución final" contra las tribus indígenas.

El gran Jefe Toro Sentado dijo entonces: "Si un hombre pierde algo, vuelve sobre sus pasos y lo busca concienzudamente, lo encontrará. Eso y no otra cosa es lo que hacen los indios, ahora, al acudir a ti en demanda de lo que se les prometió en el pasado, y no creo que sea justo que se les trate como a bestias. Esta es la razón de que hayan crecido en mí los sentimientos que albergo. [...] Me doy cuenta de que mi nación ha ganado mala fama y yo quiero que su nombre esté limpio. Así solía ser. A veces, cuando me siento a meditar en paz, me pregunto quién le ha dado este mal nombre". Convocó así a un gran campamento de cerca de 1.500 tipis en los que se alojaban unos 12.000 sioux, cheyennes, apaches y pies negros del Canadá, a orillas del río Little Big Horn (Pequeño Gran Cuerno), en Montana.

El Séptimo de Caballería era un cuerpo de elite del ejército, al mando del prestigioso héroe de guerra teniente coronel George Armstrong Custer. Constituía una de las tres columnas, la mejor, de la campaña militar ordenada por Grant. El 25 de junio de 1876 Toro Sentado y su lugarteniente Caballo Loco libraron una de las batallas más importantes y encarnizadas de la historia norteamericana. Caballo Loco, al dar la orden de ataque de la caballería india gritó: "¡Hoy es un buen día para combatir, es un buen día para morir: corazones fuertes, corazones bravos, al frente!". En Little Big Horn el mítico Toro Sentado y sus guerreros aniquilaron totalmente a los doce escuadrones y cinco compañías de gringos, que contaban con el armamento y la instrucción más avanzados de la época, incluso con los temibles hotchkiss guns (cañones ligeros de repetición). Allí perdió la vida el propio Custer.

Toro Sentado logró huir a las frías tierras de los pies negros del Canadá con tres mil jinetes, perseguido por todo el ejército norteamericano. En 1881 recibió una promesa de amnistía para volver a la Reserva y ponerse al frente de su pueblo, que estaba pasando por una hambruna pavorosa. Pero resultó una burda trampa para apresarlo. Algunos de sus poemas más melancólicos datan de esos años.

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA
En 1885 consiguió que le dieran permiso para salir de su confinamiento en la Reserva y sumarse a una gira con el famoso "Show del Salvaje Oeste", de Buffalo Bill. Por entonces apareció en Nevada un "mesías" indígena de nombre Wovoka, que predicaba la caída de los blancos. Wovoka le enseñó la "Danza del Espíritu" a Toro Sentado. Se suponía que mediante esa danza se invocaba al Gran Espíritu para solicitar su ayuda en la devolución de las tierras usurpadas, y para que los indígenas vivieran de nuevo en abundancia y paz. Toro Sentado incorporó este baile a su repertorio del show. Las autoridades se alarmaron con la enorme popularidad de la danza, y creyeron que generaría un levantamiento generalizado de los indios, por lo que ordenaron apresar a Toro Sentado, hecho durante el que encontró la muerte, según ya comentamos.

Después del asesinato de Toro Sentado se desató una serie desaforada de feroces masacres de indígenas que en las últimas décadas el revisionismo histórico norteamericano sacó a la luz, completando el cuadro de un verdadero genocidio.

Parece que los "carapálidas" no resultaron tan buenos como nos mostraba Hollywood.


BOADICEA, o Boudica, LA MUJER MARAVILLA DEL SIGLO I

BOADICEA, o Boudica, LA MUJER MARAVILLA DEL SIGLO I

BOADICEA, o Boudica, LA MUJER MARAVILLA DEL SIGLO I

No sólo el Rey Arturo encabezó rebeliones contra invasores extranjeros en la isla de Britania. Casi cuatro siglos antes, los celtas isleños se unieron gracias a una mujer, Boadicea o Boudica, reina de la tribu Icena, habitantes del este de Inglaterra.
       Todas las etnias celtas debían pagar tributos al imperio, y los icenos no eran la excepción. Sin embargo, a la muerte del rey de la tribu, Boadicea se aseguró parte de la herencia para sus hijas, pero el procurador romano no lo aceptó. Hecho por el cual, los soldados romanos atacaron y arrasaron las tierras icenas, resultando la reina prisionera, desnudada y flagelada delante de su pueblo.
       Tras esto, Boadicea convocó a la guerra a todas las tribus celtas britanas, incluidas aquellas con quienes las relaciones no eran de lo mejor. Así, logró reunir a más de cien mil guerreros y guerreras, prestos para expulsar al invasor de sus tierras.
       Luego de tomar varias ciudades en poder romano, incendió y destruyó Londinium (actual Londres). Pero el gobernador Suetonius, militar experimentado, le presentó batalla - no se sabe ciertamente el enclave geográfico exacto - y con una formidable estrategia militar, diezmó a los ejércitos celtas.
       Muchos rebeldes lograron escapar, entre ellos Boadicea, que para evitar su captura y tortura, y ser enviada al circo romano, acabó quitándose la vida ingiriendo veneno. Según la tradición, el lugar de su sepultura permaneció en secreto, como símbolo de la resistencia al invasor.


BOADICEA, o Boudica, LA MUJER MARAVILLA DEL SIGLO I
Por ello tiene su estatua.

LA CREACION DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

LA CREACION DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

LA CREACION DEL VIRREINATO DEL RÍO DE LA PLATA

La causalidad de la creación del Virreinato del Río de la Plata está directamente emparentada con la política desarrollada por Portugal prácticamente desde el momento mismo en que España descubrió América.  Por las bulas papales de Alejandro VI de 1493, se dividía el océano Atlántico por una línea que fuera del Polo Norte al Polo Sur, distante de las Islas Azores o del Cabo Verde, cien leguas hacia occidente: las tierras hacia el oeste de esa línea serían españolas, las del este portuguesas, habida cuenta de los derechos de este país según el tratado celebrado en Toledo en 1480.  Pero el rey portugués Juan II, no aceptó la decisión papal y entonces ambas naciones llegaron al Tratado de Tordesillas en 1494 por el cual la línea se trazaría ahora a 370 leguas marinas al oeste de la más occidental isla de Cabo Verde.  El problema no quedó dilucidado: los portugueses pretendían usar la legua marina española de 1.850 metros y los españoles la portuguesa de 1.543 metros, y tampoco hubo acuerdo sobre los instrumentos de medición a usarse.  Por ello, la línea no llegó a establecerse nunca.  Esa línea, que debía haber pasado más o menos a la altura de la actual ciudad de San Pablo, hubiese restringido el territorio portugués en América del Sur a una tercera parte, más o menos, de lo que es el actual espacio brasileño (tres millones y nueve millones de kilómetros cuadrados respectivamente).
En lo que nos toca, la costa Atlántica, desde San Vicente hacia el sur, y territorios conexos, debieron ser españoles, y ulteriormente argentinos.  ¿Cómo lograron Portugal primero, y después Brasil, expandirse tan formidablemente en nuestra área?  Esto es motivo de análisis en distintos pasajes de este trabajo.  La cuestión empezó prácticamente con el Descubrimiento, y ya en la época de la fundación del Virreinato estaba en plena ebullición.  Un hito importante fue Caseros, como se verá; hacia fines del siglo XIX se liquidó el último problema limítrofe con Brasil en Misiones, como siempre, desfavorablemente para Argentina.  Recientemente, sin ir tan lejos, la construcción de la represa de Itaipú por Brasil, trajo tiranteces vinculadas con el dominio de la cuenca del Plata, en el que el país vecino ha ido haciendo progresos notorios.
Pero volviendo a los siglos XVI y XVII, los lusitanos nunca dejaron de avanzar, más allá de la línea del tratado de Tordesillas, en territorio español, ni siquiera cuando, entre 1580 y 1640, Portugal pasó a ser parte del Imperio español, y por ende también el Brasil.  El objetivo hacia el oeste era llegar al Pacífico, atraídos por las minas metalíferas del Alto y Bajo Perú, y hacia el sur los ríos Paraná y del Plata, en búsqueda de tierras templadas que compensaran las tierras monótonamente cálidas de los portugueses.  Además, les interesaba transformar al Río de la Plata, tan importante desde el punto de vista comercial, en dominio compartido con España, en un río internacional, teatro del tráfico portugués y de su aliado, el comercio británico.
Precisamente, para asegurarse una base de operaciones del contrabando que practicaban hacia el Imperio español en el Río de la Plata –con Buenos Aires, específicamente- la osadía portuguesa, alentada por los proyectos ingleses, la llevó a establecerse en 1680, frente al mismo Buenos Aires, a menos de cincuenta kilómetros de ésta.  Los españoles, por la vía de las armas, llegaron a reconquistar esta fortificación denominada Colonia del Santísimo Sacramento, con la colaboración guaranítica; pero la habilidad de la diplomacia portuguesa logró que se le devolviera la plaza provisoriamente.  Este hecho, inexplicablemente, ocurrió otras tres veces: con motivo de la guerra de Sucesión, a principios del siglo XVIII; en 1735, nuevamente fue sitiada Colonia por el gobernador de Buenos Aires, Miguel Salcedo, y cuando todo hacía prever la toma de ella por fuerzas españolas y guaraníticas, llegó el arreglo de siempre con los portugueses, y el sitio fue levantado; en 1762, Cevallos tomó Colonia, pero la componenda oportuna con Portugal llegó otra vez, con la Paz de París, y la fortaleza le fue devuelta.
Se ha hablado de la colaboración guaranítica, ¿por qué?  Luego de la batalla de Mbororé, los bandeirantes dejaron de depredar y los guaraníes hicieron una vida apacible en sus treinta reducciones, bajo la paternal dirección de los hijos de San Ignacio de Loyola.  Por ello es que, agradecidos a España, colaboraron en las ulteriores guerras con Portugal por la posesión de la Colonia.  Pero en el siglo siguiente, dos hechos empañaron gravemente esta situación de concordia hispano-guaraní.
Gobernando Fernando VI, en 1750, por el Tratado de Permuta, se decidió a trocar los siete pueblos guaraníticos al este del Río Uruguay, las llamadas Misiones Orientales, por Colonia del Sacramento, cosa inexplicable no solamente porque las posesiones que se “permutaban” eran posesiones españolas ambas, sino porque los siete pueblos guaraníticos habían sido erigidos por éstos y allí tenían sus chacras y animales, viviendo pacíficamente bajo la tutela jesuítica.  Los padres trataron de hacer reflexionar al obtuso rey, devoto de su esposa, una princesa portuguesa llamada Bárbara de Braganza, que mucho tuvo que ver con el torpe arreglo, de la enormidad que se cometía despojando a los guaraníes de sus pueblos y cultivos, porque de acuerdo a lo convenido con los lusitanos, aquéllos debían pasar al oeste del Río Uruguay, actuales provincias de Misiones y Corrientes, a levantar nuevos pueblos y chacras.  Los guaraníes no pudieron entender este desafuero y no quisieron escuchar a los padres, que luego de agotadas las gestiones ante la Corte, intentaron evitar males mayores tratando de convencer a los naturales de que obedecieran el increíble mandato real.  Estos se levantaron en armas y el ejército español hubo de someterlos cruelmente, mientras los portugueses se regodeaban sin entregar Colonia.  La guerra guaranítica duró tres años (1756-1759); en este último falleció Fernando VI, y quien le sucedió, su hermano Carlos III, más lúcido, anuló el ominoso Tratado, y los guaraníes volvieron a sus pueblos que estaban destruidos, como el interior de sus almas, ante tamaña infamia.
Ahora sería Carlos III quien cometería otro error, por lo menos tan garrafal como el anterior.  Convencido de que los jesuitas eran un peligro para sus ínfulas de instaurar un régimen déspota ilustrado en la península, expulsa a todos los jesuitas del Imperio español.  Lo hace influido por los ministros masones que lo rodeaban, principalmente el Conde de Aranda, Gran Maestre y fundador del Gran Oriente masónico de Madrid, obedeciendo a la insidia francesa y portuguesa, con nombres propios como Choiseul y Pombal, respectivamente, ambos notorios masones también, que habían logrado la expulsión de los jesuitas en Francia y Portugal.
No podemos analizar toda la causalidad histórica de este nuevo despropósito.  Pero diremos que las consecuencias de la expulsión fueron nefastas para la América española.  De un plumazo, los enemigos de la cultura hispano-criolla lograron que la torpe España de los Borbones se desembarazara de lo mejor de su inteligencia, de hombres de sabiduría y ciencia irremplazables, de educadores insustituibles.  Las consecuencias para la dominación española en el Río de la Plata fueron severas: el antemural que significaban las reducciones guaraníticas al avance portugués, se desplomó en buena medida por el extrañamiento de los jesuitas, que habían sido el alma y el nervio de esa civilización estupenda que crearon a la vera de nuestros grandes ríos.  Las consecuencias fueron graves también para la Argentina, heredera de la dominación española: bien puede decirse que la pérdida de la Banda Oriental, del Río Grande do Sul, de la costa atlántica hasta San Vicente, tiene su antecedente remoto y fundamental en esta desdichada medida tomada por este rey en su admiración de la Ilustración.
Lejos de considerarse satisfechos, los portugueses siguieron avanzando: durante la gobernación de Vértiz, “progresista de la escuela de Floridablanca y Campomanes, regalista a machamartillo y amigo de las luces”, mientras el gobernador hermoseaba a Buenos Aires, los lusitanos se apoderaban de San Pedro de Río Grande, Pelotas, Santa Tecla, Santa Teresa y Castillos, llegando hasta Uruguayana y San Borja.
Por su parte, Inglaterra, en 1764, se posesiona de las Malvinas y le da largas a los reclamos españoles, mientras la Patagonia era merodeada por buques de la dueña de los mares.
Afortunadamente para la suerte del Río de la Plata, estalla la guerra entre España y Francia, unidas ambas por un Pacto de Familia, contra Gran Bretaña, aprovechando que ésta se encuentra abocada a enfrentar un serio conflicto con sus colonias del norte americano, que las llevaría a su emancipación.  Como Portugal era aliada de Inglaterra, ambas interesadas como vimos en estas tierras, era lógico enfrentar a ambas en la zona rioplatense.
Carlos III, entonces, decidió enviar a un hombre experimentado en las cuestiones platenses como lo fue Pedro de Cevallos, quien arribó con el título de Virrey y Capitán General, al frente de una poderosa escuadra de 117 navíos y cerca de 20.000 soldados.  Llegada la expedición, Cevallos sitió la plaza de Colonia, la tomó, y, con la experiencia de hechos pasados, demolió las fortificaciones y la edificación para evitar que volvieran a ser utilizadas en el futuro por los portugueses.  Inmediatamente se dirigió al norte, a Río Grande do Sul, teatro de las agresiones de nuestros vecinos.
Desgraciadamente, al morir el rey portugués José I, el poder pasó a manos de la reina madre, que era hermana de Carlos III.  Este vio la oportunidad de separar a Portugal de la alianza con Inglaterra, muy ocupada ésta en la guerra contra sus colonias, y firmó la paz con los lusitanos en San Ildefonso, cediéndole graciosamente a los portugueses, a cambio de Colonia, todo Río Grande, entre el río Yaguarón, por el sur, hasta el río Yacuí, por el norte.
El gran objetivo de Carlos III que era recuperar el Peñón de Gibraltar, no se lograría dada la inferioridad de la escuadra franco-española frente a la inglesa.
Por el Tratado de Versalles (1783) era reconocida la independencia de Estados Unidos, pero la influencia inglesa sobre Portugal retornaría, y si bien se había recuperado Colonia, no se detuvo el contrabando, que Inglaterra ahora seguiría practicando por tierra, desde Río Grande, por la Mesopotamia, en dirección a Buenos Aires.
De todo esto hubo un saldo positivo; hemos dicho que Cevallos vino nombrado como virrey de una nueva jurisdicción político-administrativa, de un nuevo Virreinato o vice-reino: el del Río de la Plata.  El objetivo de la diplomacia hispánica al crear este Virreinato fue claro: reunir todos los territorios fronterizos con Portugal por el sudeste, para crear un fuerte muro que detuviera el avance de ese país; por el sur, fortalecer la defensa frente a las incursiones británicas.
La erección del Virreinato trajo consigo el funcionamiento de una audiencia que comenzó a actuar en Buenos Aires a partir de 1785.  La vieja audiencia de Charcas mantuvo su jurisdicción sobre el Alto Perú.
El espléndido territorio de cinco millones de kilómetros cuadrados, que constituía el nuevo Virreinato comprendía los actuales territorios de la República Argentina, del Uruguay, del Paraguay y de Bolivia, y zonas hoy pertenecientes a Brasil y Chile.
Tenía amplia salida al Océano Atlántico, pero también al Pacífico, hoy territorio chileno, a la altura de Jujuy, Salta y Orán.  Comprendía áreas propicias a la agricultura y ganadería, como nuestra pampa húmeda y de la Banda Oriental; y el Alto Perú, hoy Bolivia, de riqueza predominantemente mineral; la Patagonia y el Chaco eran tierras de futuro.  Dos universidades, la de Córdoba y la de Chuquisaca, le daban relieve cultural al conjunto.  Desde la puerta de entrada a este vasto territorio, el Río de la Plata, Buenos Aires y Montevideo, ésta fundada en 1726, constituían vigías que controlaban el acceso a la Cuenca del Plata.
Buena parte de los interrogantes que deja planteados la historia argentina están vinculados a hallar los porqués de aquel magnífico espacio territorial originario del Virreinato, que fue nuestra herencia, noventa años después de la Revolución de Mayo, quedaba reducido a algo así como la mitad.

Fuentes:
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Palacio, Ernesto, Historia de la Argentina – Buenos Aires (1954).
Petrocelli, Héctor B. – Historia Constitucional Argentina – Keynes – Rosario (1993).
Portal www.revisionistas.com.ar

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domingo, 14 de febrero de 2016

LOS ASDINGOS Pueblos vándalos que invadieron España

LOS ASDINGOS
Pueblos vándalos que invadieron España

LOS ASDINGOS Pueblos vándalos que invadieron España

Los asdingos fueron un pueblo germánico, más concretamente una ramificación de los Vándalos que se establecieron alrededor del siglo II en el área actual de Hungría, Rumanía, Eslovaquia y Polonia.

Los vándalos asdingos fueron desplazados por los los hunos de las llanuras de Hungría y tras intentar cruzar el Danubio, bien defendido por Estilicón a la sazón general de Flavio Honorio emperador de Occidente, se dirigieron hacia el Rin arrastrando a los vándalos silingos, esta vez si atravesaron el Rin, concretamente por Maguncia y asolaron la Galia, puesto que Estilicón tuvo que retirar su tropas para defender la península de Italia de la invasión de los visigodos de la mano de su rey Alarico I.

Todo el Occidente romano, a principios del siglo V d.C., sufría una profunda inestabilidad debida a los movimientos de los pueblos germánicos y orientales. El paso del Rin, la última noche del año 406, por parte de los alanos, originarios del Cáucaso, los suevos, procedentes de la Germania, y de los vándalos asdingos y silingos, también de origen germánico , supuso la penetración en la Gallia y el paso de los Pirineos en el año 409.


Fue solo después de esto y no antes sin arrasar Aquitania, cuando cruzaron los Pirineos en el 409 para asentarse en Galicia y norte de Portugal, tras llegar a un acuerdo con los representantes del emperador.

Tras un acuerdo, que cabe pensar fue de tipo imperial, estos pueblos se distribuyeron en las distintas zonas de la diocesis Hispaniarum, a excepción de la Tarraconensis. 
De este modo la Gallaecia, donde existía una población autóctona galaica muy enraizada y poco receptiva, fue compartida por los vándalos asdingos encabezados por su rey Gunderico y los suevos dirigidos por Hermerico. Al quedar arrinconados en una región aislada, éstos no plantearon grandes preocupaciones a la administración imperial. Las relaciones entre suevos e hispanos sufrieron altibajos en una mayor o menor convivencia regulada por una serie de pactos, aunque parece que en pocos casos se entremezclaron, hecho -como veremos más adelante- completamente opuesto a lo que ocurrió entre romanos y visigodos. Los suevos, a lo largo del siglo V y tras la marcha de los vándalos, llevaron a cabo una serie de intentos expansionistas, sobre todo al sur o sudeste de la Gallaecia. Sus reyes Requila, Hermerico y Requiario, lucharon no sólo contra la población galaica, sino también frente a las tropas imperiales repartidas por toda Hispania y especialmente en la Bética y la Lusitania, donde hubo graves enfrentamientos. Los suevos permanecieron en la Gallaecia hasta el año 584, cuando fueron vencidos y anexionados por las tropas visigodas del reino de Toledo. 
Las fricciones surgidas entre vándalos asdingos y suevos condujeron a los primeros a trasladarse a la Baetica. Durante los años 419 al 429, se enfrentaron a las tropas romanas, tanto en tierra como en mar, pues poseían una importante flota, hasta que Genserico, sucesor de su hermanastro Gunderico, decidió transportar a su pueblo, compuesto por cerca de 80.000 personas, al norte de Africa. El paso se llevó a cabo por el fretum gaditanum (Estrecho de Gibraltar). La consolidación del reino vándalo de Africa vino dada por la conquista de Cartago, tan sólo diez años después, el 19 de octubre del 439. 
En la Lusitania y las partes occidentales de la Carthaginensis se establecieron los alanos gobernados por Adax. Por último, la Baetica fue ocupada por los vándalos silingos a la cabeza de los cuales se encontraba Fredibaldo, que pocos años más tarde, en el año 419, fueron derrotados por las tropas visigodas conducidas por Walia, al igual que lo fueron los alanos. 

Gunderico, el rey de los asdingos, tras haber sido derrotado por los suevos y los romanos, se marcha con su ejército a la Bética, donde se convierte en rey de ambas ramas de los silingos y los alanos, mientras que su reino en la Gallecia se incorpora al Reino Suevo de Hermerico.

Hidacio de Chaves en su crónica no dice cual fue el destino de la población del reino asdingo, si consiguió huir a la bética o como era costumbre en la época, fue reducida a la esclavitud. Más tarde, el reino unido de los vándalos y alanos liderado por Gaiserico se trasladó al norte de África.