FRANCISCO ANTONIO LAUREANA
Sátiro
de San Isidro, el serial de San Isidro, el "Caníbal", el asesino de
las seis de la tarde, el asesino serial que la historia argentina se empeñó en
ocultar, “El Sátiro de San Martín”, el predador
de San Isidro, son
distintas formas en que se denomina al asesino más prolífico del país, y a la
vez, menos conocido.
Quizas por ello no trascendió a la historia con un único
nombre, como la mayoría de los asesinos seriales.
Francisco
Laureana era un ciudadano común que se ganaba la vida como artesano y formó una
familia a la que amaba. Pero cada atardecer, se transfiguraba en un asesino
impiadoso.
Laureana
nació en Corrientes en 1952, su infancia trascurrió como interno en un colegio
católico en la ciudad de Corrientes, fue seminarista en una orden religiosa,
lugar del que huyó luego de haber violado y ahorcado a una monja en las
escaleras del establecimiento. La dejó colgada del techo con una soga.
En
julio de 1974 se mudó a la ciudad de San Isidro
Era
un artesano que esculpía hermosas figuras de madera, figuras gauchescas,
ceniceros y caballitos y las vendía en un puesto de la Feria de San Isidro,
sobre el parque arbolado que está frente a la Catedra. Las imitaciones de
tótems y los gauchos que tallaba con un torno le habían hecho ganar el respeto
de comerciantes y clientes. Quienes lo conocieron lo definieron como un “sujeto
huraño, callado, de mirada torva y analfabeto”. Sus compañeros de trabajo
comentaban que parecía ser un hombre muy serio, reservado y quizás un poco
huraño. “Un tipo tímido”, lo definió la mujer que ofrecía sahumerios y velas
caseras en la caseta de al lado.
El
artesano se había casado doce años atrás y tenía tres hijos. Todas las tardes,
antes de salir hacia la plaza, le recomendaba a su esposa que cuidara a los
chicos: “No los saqués a la calle porque andan muchos degenerados dando
vueltas”. Acaso por esta sugerencia, o por el carácter sereno que había
exhibido hasta ese momento, ni la mujer ni los feriantes podían creer lo que la
Policía Bonaerense les reveló el 27 de febrero de 1975: un asesino serial que
en los últimos diez meses había violado a quince mujeres y niñas y matado a
once de ellas.
Casi
todos los días miércoles y jueves cerca de las 6 de la tarde desaparecían una
mujer o una niña en la ciudad y sus cuerpos sin vida eran encontrados poco
tiempo después en baldíos, con signos de haber sido violadas y asesinadas
salvajemente, en algunos casos estranguladas y en otros asesinadas con un
revólver calibre 32.
Laureana
se desplazaba en un FIAT 600, se hallaron en ese auto un pistolón calibre 14 y una pistola calibre
7,65 mm.
Sus
víctimas eran mujeres que tomaban sol en los chalés o que esperaban en paradas
de colectivo. Las violaba, las estrangulaba y les arrancaba partes del cuerpo a
mordiscones. Los peritos lo definieron como un sádico sexual. Todas las
mujeres atacadas eran jóvenes, bonitas y rubias.
Eso
es típico de un asesino en serie que considera que los humanos son un objeto de
su propiedad, sus piezas privadas. Sentía excitación cuando mataba sin piedad.
Con su fuerza bestial deshacía los cuellos.
El
«sátiro» siempre robaba algo a su víctima, como un anillo, una pulsera, una
cadenita, etc., que nunca vendía, sino que guardaba en una bota en su casa para
mantenerlos como trofeos.
Cuando
allanaron su casa, en el interior de una bota, encontraron pequeños anillos y
aros que habían sido robados a las víctimas de los ataques. Los conservaba para
'recordar a cada una de sus víctimas, era un fetichista', diría un investigador
policial.
En
ocasiones regresaba semanas después al mismo lugar para revivir el momento del
crimen.
Debido
al modus operandi repetido, la policía y el experto forense Osvaldo
Raffo creyeron que las muertes podrían ser obra de un solo individuo.
Después
de cometer uno de los homicidios, un testigo lo vio huyendo por los techos de
una casa, pero el homicida le disparó con su arma. El testigo resultó ileso y
fue clave para confeccionar un identikit del sospechoso que empezó a circular
por toda la ciudad.
"Altura:
1,70; andar: ágil y esbelto; acento: norteño o de país limítrofe". Esas
eran algunas de las descripciones que acompañaban un dibujo del rostro de un
hombre que poco a poco se fue difundiendo entre los vecinos de San Isidro. Ese
partido bonaerense era la zona de caza del "depredador".
El
identikit fue realizado a partir del relato de un vecino que intentó correr al
serial cuando escapaba por los techos de una casa. "Jamás olvidaría ese
rostro", fue lo que dijo el testigo que recibió un disparo cuando quiso
cruzarse en el camino del criminal. Para entonces ya había violado y matado a
una decena de mujeres, aunque nunca pudo probarse la cantidad exacta de
ataques.
"La
policía de la provincia de Buenos Aires solicita al vecindario, en el caso de
observarse circular por las arterias de la zona a personas cuyas
características fisionómicas guarden similitud con la imagen, se de inmediato
aviso telefónico a la dependencia mas cercana", decía el texto que
acompañaba esta imagen.
El
caso más resonante ocurrió el miércoles 23 de noviembre de 1972. La víctima
fue Diana Goldstein, de 23 años. Era rubia, alta, linda, de ojos
celestes, estudiaba periodismo y trabajaba en la fábrica de colchones de su
padre. La encontró un canillita en el jardín de un vecino de la víctima, entre
rosales y cipreses, en un chalé de Emilio Mitre 134, en Martínez.
La
chica tenía un pulóver rojo y una pollera negra destrozados y le faltaban
partes del cuerpo.
La
autopsia, hecha por Raffo, determinó que murió estrangulada, tras ser
violada a pocas cuadras del lugar donde fue encontrado el cuerpo. Le
faltaba un tercio de la lengua, el labio inferior, una parte de una mejilla,
piel de la mano derecha, en el cuello y la punta de la nariz.
Su
padre había denunciado la desaparición la noche anterior.
“ Era
una hippie, le gustaba cantar en las fiestas, vestía de modo estrafalario”,
dijo una vecina.
Al
principio, la Policía detuvo a cuatro ex presuntos amantes de la chica:
uno de ellos se hizo pasar por pianista en un crucero que la joven hizo a Río
de Janeiro. Los liberaron. Los criminalistas confeccionaron
una dentadura sobre la base de las mordidas que dejaba en el cuerpo
de sus víctimas. Así eliminaron a 24 sospechosos, tras comparar las piezas
dentales. “ Las mordidas eran violentísimas”, recuerda Raffo.
No
era un crimen pasional; estaban en presencia de un asesino serial que
mataba por períodos, respetando lo que los criminalistas llaman etapa de
“ cool-off ” o de enfriamiento.
Para
atraparlo le pusieron varios anzuelos: policías con peluca
rubia y mujeres tomando sol en piletas. Nunca lo mordió.
Su
último ataque no llegó a consumarse: el jueves 27 de
febrero de 1975 a la tarde. Ese día Laureana volvió a atacar, se
trataba de un chalet con pileta de natación de la calle Int. Tomkinson, partido
de San Isidro. En la pileta estaba una niña de 8 años de edad, y le pareció
igual al asesino del identikit (que su familia tenía fijado a una heladera) y
le contó a su madre: “Mamá ese es el hombre de la foto que mata a las nenas”,
la madre comenzó a gritar pidiendo auxilio. Laureana ganó la calle. Sin perder
la calma, la señora, vía telefónica, alertó a la policía de la comisaría
primera de San Isidro.
Laureana
pasó por el frente, sonrió, y siguió de largo.
La
policía lo encontró a pocas cuadras, y las características eran parecidas al
identikit que tenían; se acercaron al sospechoso para pedirle que los
acompañara para un interrogatorio.
Según
el informe de los policías, Francisco Laureana sacó entonces de una bolsa que
llevaba en el hombro un arma de fuego y empezó a disparar a los oficiales,
iniciando así un tiroteo en el que Laureana recibió un disparo en el hombro y
luego escapó malherido, escondiéndose de la policía en el gallinero que se
encontraba en los fondos de una mansión.
Una
perra que cuidaba el lugar «marcó» a su dueño el lugar donde se escondía
Laureana. En el lugar hallaron dos gallinas estranguladas.
Pero
se cree que el asesino no estaba armado y que fue fusilado. Se piensa que los
policías bonaerenses se acercaron al gallinero y acribillaron a Francisco
Laureana.
La
policía lamentó haber tenido que matarlo, ya que hubieran querido interrogarlo
sobre los motivos que lo llevaron a cometer los crímenes. Se encontraron en el
gallinero dos gallinas muertas a tiros (se desconoce si de la policía o de
Francisco Laureana que el asesino aparentemente no resistió de matar.
.
“Con el auxilio de un perro y luego de dos tiroteos, matan en San Isidro al
sátiro que en sus fechorías nocturnas asesinó a 15 mujeres en seis meses”, fue
el extenso título del artículo que publicó el diario La Nación de esa época.
Luego
de la autopsia, que fue realizada por el prestigioso forense Osvaldo Raffo, el
cuerpo fue entregado a su viuda. Cuando se le informó a su mujer, ella atinó a
decir "acá tuvo que haber un error. Mi marido no pudo haber hecho todo
eso.
Desde
ese momento, los crímenes de mujeres en San Isidro se frenaron. También la
historia de Francisco Laureana quedó oculta en los archivos policiales, a tal
punto que casi nadie recuerda el nombre de este hombre que, en rigor, fue el
serial más prolífero de la Argentina.
Aunque
fue ignorado por la historia criminal argentina, Laureana mató más que el
Petiso Orejudo y que Carlos Robledo Puch.
Con
menos fama, pero no con menor cantidad de crímenes, puede ser considerado tan
temible como Cayetano Santos Godino, alias “Petiso Orejudo”, Eduardo Robledo
Puch, también conocido como “el Angel de la muerte” y Mateo Bancks, quien
cometió siete homicidios en la localidad de Azul.
Buenas tardes, tengo una duda sobre el caso debido a que en la información que se aporta en la web, se dice que Francisco Laureana cometió sus crímenes entre 1974 y 1975, es así que mi duda recae en si Francisco Laureana es Juan Carlos Laureana o el "Caníbal de San Isidro"... ya que se describa un caso que sucedió en 1972 atribuyéndoselo a Francisco, pero las fechas en que el comenzó a actuar y la del caso no concuerdan.
ResponderEliminarSegún mucha información, Francisco llego a San Isidro en 1974 desde Corrientes, como es que en 1972 pudo haber cometido un crimen en Martinez?
Agradezco la información. Me encuentro cursando el último año de la Lic. en Criminología y Ciencias Forenses, y para una materia me encuentro realizando un Trabajo Final, en el cual elegí este tema para analizarlo en profundidad.
Desde ya, muchas gracias.
Saludos cordiales.
Moyano Julieta
Me gustaria contactarme contigo. tengo las mismas dudas de fechas y una posible teoria del porque del error en las fechas. El muerto no seria el asesino. Estaria viviendo hoy en santa teresita ,costa atlantica
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