viernes, 22 de mayo de 2015

LA PIEDRA DE ROSETTA

LA PIEDRA DE ROSETTA



La piedra de Rosetta, con inscripciones en egipcio, demótico y griego antiguo, fue hallada a mediados de julio de 1799 por parte de un destacamento militar francés.


Historia de la Piedra de Rosetta – Napoleón y Su Ejército
¿Cuál es la historia de la Piedra de Rosetta? ¿Cuál es la historia detrás del famoso descubrimiento que revolucionó la egiptología?

Después de que el imperio romano tomó el control de Egipto, aproximadamente en el 30 a.C., el arte de leer y escribir jeroglíficos se perdió finalmente. En realidad, desconocidos para muchos, los jeroglíficos egipcios fueron considerados un idioma "muerto" por más de 1.500 años.

Entonces, en 1798, Napoleón atracó su flotilla francesa cerca de Alejandría, Egipto, y movilizó sus tropas hacia el sur para luchar contra los ingleses cerca de El Cairo. Los franceses ganaron la batalla terrestre, pero mientras estaban en el terreno, la Marina inglesa, conducida por Lord Horacio Nelson, zarpó y hundió a la flotilla francesa. Napoleón y sus tropas no tenían modo de regresar a Francia, así que terminaron pasando los próximos tres años en Egipto.

Historia de la Piedra de Rosetta – El Descubrimiento

En 1799, mientras "cavaban" y construían posiciones defensivas cerca de Rashid (antigua Rosetta), una pequeña ciudad en las afueras de Alejandría, un soldado del ejército de
A mediados de julio de 1799 (el día exacto no está claro), hace 214 años, un destacamento militar francés, bajo las órdenes del oficial Pierre-François Bouchard (1771-1822), se puso a desenterrar una antigua fortaleza egipcia, denominada por los franceses Fort Julien, en Rashid (Rosetta), en la costa norte de Egipto, cuando un soldado descubrió la llamada piedra de Rosetta, un bloque de piedra granítica de unos 760 kilos que dos décadas después resultó ser un elemento clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. Napoleón descubrió una piedra negra de basalto, de 1,18 metros de largo por 73,1 centímetros de ancho, con tres nítidas bandas de grabados. Aunque el soldado no reconoció los jeroglíficos egipcios en la parte superior, ni la escritura demótica del centro, sí reconoció el griego antiguo de la parte inferior. En lugar de utilizar la piedra como parte de la barricada, se la dio a eruditos que viajaban con el ejército de Napoleón. Ellos se dieron cuenta de que la piedra era algún tipo de antiguo decreto real escrito tres veces, en tres idiomas diferentes. La llamaron Piedra de Rosetta y comenzaron algunos estudios.

En la cara pulimentada de la piedra, que era un fragmento de una antigua estela egipcia, aparecían tres tipos de escritura: la parte superior, compuesta por 14 líneas, estaba formada por jeroglíficos egipcios; las 32 líneas de la parte central estaban escritas en demótico, la última fase de la escritura egipcia; y la parte inferior la formaban 54 líneas en griego, una lengua hablada y escrita en Egipto desde época helenística.

Bouchard llevó el bloque al Instituto de Egipto en El Cairo, recientemente fundado en 1798, donde los estudiosos empezaron a analizarlo, aunque el significado de los jeroglíficos egipcios se había perdido hacía más de 1.000 años. Los estudiosos comprobaron que los tres epígrafes eran en realidad versiones de un mismo texto. La estela contenía un decreto sacerdotal en honor del faraón Ptolomeo V, datado en el año 196 a.C. Los ingleses se la llevaron como botín de guerra a Londres tras derrotar, en 1801, a las tropas napoleónicas en Egipto.
Poco después, en 1801, los ingleses derrotaron a los franceses, y la Piedra de Rosetta se convirtió en una posesión inglesa, como parte del tratado de Alejandría. Fue transportada a Londres en 1802, donde desde entonces ha estado en exhibición en el Museo Británico. Hasta el presente, la Piedra de Rosetta es el objeto más visitado del Museo Británico.

En 1820, después de un par de décadas de intrigas políticas y artimañas académicas, Jean Francois Champollion (un lingüista e historiador francés) y Thomas Young (un lingüista y físico inglés) unieron sus talentos para descifrar finalmente la escritura demótica y los jeroglíficos egipcios de la Piedra de Rosetta, comparándolos con el texto griego conocido. Aunque el proceso fue complicado y no sin controversias, este fue el tan importante momento de "¡Ajá!" para los egiptólogos, los arqueólogos, los lingüistas, y para los historiadores. En resumen, la Piedra de Rosetta fue el código que resolvió el misterio de los jeroglíficos egipcios. Fue la Piedra de Rosetta la que le permitió a los eruditos leer las inscripciones y relieves -- los textos, tablillas, y tumbas -- que finalmente proporcionaron una comprensión moderna de la antigua civilización egipcia.

La famosa pieza, que resultó ser un elemento clave para descifrar los jeroglíficos egipcios, fue hallada casualmente en el norte de Egipto por parte de un destacamento militar francés

Hoy en día es la pieza más visitada del Museo Británico de Londres.



jueves, 21 de mayo de 2015

Hatshepsut, la primera gran dama de la historia

Hatshepsut, la primera gran dama de la historia

Hoy les acerco una muy interesante investigación hecha por los "DETECTIVES DE LA HISTORIA", quienes se definen como "Resolviendo las páginas ocultas de la historia".

¿Os imagináis ser mujer allá por el año 1490 a.c en el antiguo Egipto? ¿Y además de ser mujer, ser la primera reina de Egipto? ¿Y si añadimos que tuvo que gobernar después del faraón más importante de Egipto, su padre Tutmosis I?
Pues esta mujer, Hatshepsut reina-faraón de la dinastía XVIII de Egipto no sólo gobernó como primera mujer, sino que llegó a ser la reina que más tiempo estuvo en el trono.
Hatshepsut1
Como gran reina, tuvo grandes enemigos que se dedicaron a borrar su nombre y todo lo que ella había sido. Esto hizo que investigar su vida 3000 años más tarde, se haya convertido en una novela de detectives donde la historia y la arqueología moderna se encuentran.
Egipto contaba con el ejército más grande del mundo y una buena economía. pero, ¿qué podía aportar esta gran mujer a una nación que parecía que lo tenía todo? Una vez en el trono, Maatkara Hatshepsut no fue una faraón testimonial. De hecho, se proclamó a si misma “diosa”.
Durante siglos, los gobernantes de Egipto construian monumentos para demostrar su fuerza y poder, a cada cual más grande. Hatshepsut se salió del guión, pues su propio templo, posee una suave elegancia que no es común en los monumentos egipcios. Pero más intrigante es lo que se encontraron los arqueólogos cerca del templo, un pasadizo muy profundo que lleva a la tumba de un hombre llamado Senmut.
Senenmut Hatshepsut and her medjay
Senmut era un plebeyo del que se rumoreaba que fue su amante. ¿Realmente una “diosa” como Hatshepsut pudo enamorarse de un hombre humilde como Senmut? ¿desafió ella a todo el mundo y rompió todos las normas para estar junto a este hombre? No sería la primera vez, pues ya desafió las normas que mantenían a las mujeres de Egipto fuera del poder. Pero sobre todo, ¿cómo consiguió Hatshepsut mantenerse durante tanto tiempo en el poder teniendo grandes enemigos como el gran guerrero Faraón Tutmosis III?.
Tutmosis III, apodado también como el “Napoleón egipcio”, era su sobrino y la persona a la que desplazó cuando reclamó el trono para ella. ¿Qué habilidades políticas ejerció para mantenerse en el trono durante 20 años?. Los ejércitos no podían ser, pues el ejército de Tutmosis era vencedor de todas sus batallas. Pero esta pequeña mujer lo mantuvo bajo control. ¿Cómo lo hizo?.
foto31
El poder en el antiguo Egipto se mantenía en las familias reales gracias a losmatrimonios entre parientes. No era inusual que un hermano se casara con su hermana, un padre con su hija o cualquier otra combinación. La idea es que la sangre real, se mantiene más pura si es con miembros de la familia real, aunque para ello tuvieran que casarse unos con otros.
Siguiendo esta tradición, Hatshepsut se casó con su medio hermano Tutmosis II, el cual no llegó a ser ni la sombra de lo que fue su padre. Bien es cierto, que su reinado transcurrió sin incidentes notables. La muerte de Tutmosis II, el cual falleció muy joven, fue un verdadero problema para la familia real, pues el único heredero posible era un niño que no tenía ni doce años, Tutmosis III. Pero comoHatshepsut era la reina viuda de Egipto, se decidió que fuera la regente hasta que el niño tuviera edad suficiente para reinar.
Bedman-Hatshepsut5
Muchos documentos afirman que Hatshepsut fue una excelente reina regente de Egipto. Durante siglos, se ha discutido mucho sobre si su toque femenino pudo haber influido en la forma de gobernar Egipto, pues desde que Hatshepsut reinara su regimen fue pacífico y armonioso.
Son muchas las preguntas que no se pueden contestar debido a la excasez de información de esta magnifica reina. Como reina puede que gobernara el país con talento y habilidad, pero tristemente la visión que se tenía sobre las mujeres prevaleció. Irónicamente el triunfo final ha sido para Hatshepsut, porque durante este siglo se han desenterrado muchos objetos procedentes de su reinado haciendo que su historia, no sólo no desaparezca, sino que cada día que pasa, sea más importante para el papel que tuvo la mujer en el antiguo Egipto y en el resto de la historia.




http://www.detectivesdelahistoria.es/hatshepsut-la-primera-gran-dama-de-la-historia/

domingo, 17 de mayo de 2015

BALNEARIOS EN LA ANTIGUA ROMA (siglo II a C Roma)


BALNEARIOS EN LA ANTIGUA ROMA (siglo II a C Roma)

 

Fueron los romanos quienes, hacia el siglo II a.C., convirtieron el baño en un acto social y construyeron enormes balnearios públicos que hoy podrían rivalizar con los más caros y lujosos clubes dedicados a la salud. Con su amor al lujo y al ocio, los romanos dotaron estos baños públicos con jardines, tiendas, bibliotecas, gimnasios y zonas de reposo para lecturas poéticas.
 
Las termas de Caracalla, por ejemplo, ofrecían a los ciudadanos romanos una amplia variedad de pociones para el cuidado de la salud y la belleza. En este inmenso complejo había salones para unturas y masajes corporales; baños calientes, tibios y fríos; salas de sudoración; zonas dedicadas a peluquería, con aplicaciones de champú y perfumes, además del rizado; salas de manicura y un gimnasio. También se podía adquirir allí una selección de cosméticos y perfumes. Después de hacer ejercicio y una vez bañado y debidamente aseado, el patricio romano podía leer en la biblioteca adyacente o entrar en una sala de conferencias para asistir a un debate filosófico o artístico. Una galería exhibía obras del arte griego y romano, y en otra sala, que también formaba parte del complejo, los esclavos servían fuentes de comida y escanciaban el vino.
 
Si esto recuerda los servicios de los más célebres balnearios modernos, es porque tal semejanza existe, con la diferencia de que el club romano era mucho mayor y podía albergar a muchos más clientes, a menudo 2500 a la vez. Y sólo me he referido al balneario para hombres; las mujeres solían disponer de instalaciones similares, aunque más pequeñas.
 
Si bien al principio hombres y mujeres se bañaban por separado, más tarde se pusieron de moda los baños mixtos, costumbre que duró hasta bien entrado el inicio de la era cristiana, cuando la Iglesia empezó a dictar la política estatal. (A juzgar por los escritos, el baño mixto no dio como resultado la extrema promiscuidad que se produjo 1000 años más tarde, cuando resurgieron los baños mixtos en Europa. Durante este primer período renacentista, la palabra italiana bagnio significaba a la vez "baño" y "burdel.
 
En el año 500 d.C., el lujoso balneario romano se había extinguido. Desde el declive del Imperio Romano, cuando los invasores bárbaros destruyeron la mayoría de los baños revestidos de azulejos y los acueductos de terracota, hasta el final de la Edad Media, el baño y la higiene en general fueron poco conocidos o apreciados. En aquellos tiempos, la opinión ortodoxa cristiana sostenía que la carne debía mortificarse todo lo que fuera posible. El baño completo, con exposición total del cuerpo, se consideraba que fomentaba las tentaciones y, por tanto, era pecaminoso, y esta opinión prevaleció en la mayor parle de Europa. Una persona se bañaba al ser bautizada por inmersión, y pocas veces más posteriormente. Los ricos se rociaban con perfumes, y los pobres hedían.    
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Con los baños, públicos o privados, se olvidó la tecnología del cuarto de baño en general. Las zanjas y letrinas exteriores, así como los orinales, resurgieron en todos los niveles de la sociedad. Los escrúpulos religiosos, a los que se unían las supersticiones médicas relativas a los peligros del baño para la salud, estuvieron a punto de poner fin a toda norma sanitaria. Durante cientos de años, cundieron las enfermedades, y las epidemias diezmaron pueblos y ciudades.
 
En Europa, los efectos de la Reforma en el siglo XVI exacerbaron todavía más esta aversión a la higiene. Protestantes y católicos rivalizaban en el repudio de las tentaciones de la carne, y eso les llevaba a no exponer su piel al jabón y al agua a lo largo de sus vidas. Las instalaciones de fontanería, tan complejas 2000 años antes, eran inalcanzables o inexistentes, incluso en los grandes palacios europeos. Y el desahogo de las necesidades corporales, efectuado cuando y donde acuciaran a cualquiera, llegó a ser tan corriente que en el año 1589 la corte real inglesa se vio obligada a fijar una advertencia pública en palacio:
 
"No se permite a nadie, quienquiera que sea, antes de las comidas, durante las mismas o después de ellas, ya sea tarde o temprano, ensuciar las escaleras, los pasillos o los armarios con orina u otras porquerías."
 
A la vista de este aviso, el consejo de Erasmo en el año 1530, "Es descortés saludar a alguien mientras esté orinando o defecando", adquiere todo su significado. 100 años más tarde, los libros de etiqueta insistían en la misma recomendación para el mismo problema público. "La ética galante, en la que se enseña cómo debe presentarse un joven ante la sociedad educada", obra escrita alrededor del año 1700, recomienda: "Si pasas junto a una persona que se esté aliviando, debes hacer como sí no la hubieras visto." Y un periódico francés de la época aporta una visión de la magnitud del problema sanitario: "París es un lugar odioso. Las calles huelen tan mal que no es posible salir... La multitud de personas en la calle produce un hedor tan detestable que no puede soportarse."
 
El problema de los desechos se solucionaba mediante el orinal. Sin medios de evacuación de residuos en las viviendas corrientes, el contenido de tales recipientes era arrojado a menudo en plena calle. Numerosos grabados de este período ilustran los peligros de caminar bajo las ventanas altas de las casas a horas avanzadas de la noche, el momento preferido para vaciar orinales. Este peligro, así como los arroyos de la calle, permanentemente repletos de suciedad, bien pudieron instituir la costumbre de acompañar un caballero a una dama por el centro de la calzada, lejos de la porquería.
 
Legalmente estaba dispuesto que el contenido de los "vasos de noche" había de ser recogido a primera hora de la mañana por hombres dedicados a este menester, y que transportaban tales materias en carros hasta grandes vertederos públicos, pero no todas las familias podían permitirse pagar este servicio.
 
Al principiar el siglo XVII, la tecnología de la fontanería había reaparecido en ciertas partes de Europa, pero no en el cuarto de baño, La construcción inicial del palacio de Versalles en ese siglo, palacio que, una vez completado, alojaría a la familia real francesa, a un millar de nobles y a 4000 sirvientes, no incluía instalaciones para retretes o cuartos de baño, pese a la grandiosidad de las fuentes y cascadas exteriores.
 
El inicio de la revolución industrial en Gran Bretaña, en el siglo XVIII, nada hizo en favor de las instalaciones sanitarias, caseras o públicas. La rapidez de la urbanización y de la industrialización causó un hacinamiento sofocante y una miseria sin paralelo. Pueblos en otro tiempo pintorescos se convirtieron en insalubres poblados de barracas.
 
Hasta que en la década de 1830 un grave brote de cólera diezmó la población de Londres, no iniciaron las autoridades una campaña en pro de las instalaciones sanitarias en las viviendas, en los lugares de trabajo y en las calles y parques públicos. Durante el resto del siglo, los ingenieros británicos ocuparían el primer lugar del mundo occidental en la construcción de medios sanitarios públicos y privados. El cuarto de baño, tal como damos hoy por sentado que existe en cualquier casa, había empezado a imponerse con su característica esencial: el moderno water de cisterna.
 
extraído de: http://www.tinet.org/~vne/C_bano_01.htm

viernes, 15 de mayo de 2015

CHAU JUNTA GRANDE

CHAU JUNTA GRANDE



De aquella vital, sanguínea, visceral, Primera Junta, no había quedado ni la sombra. El grito de la Francia del 89 había sido ahogado en sangre. La oligarquía comenzaba a defender sus intereses con cualquier método. Así conservó sus privilegios durante dos siglos. La Junta de 1810 con una circular redactada por Castelli había invitado a las provincias del virreinato a sumarse al proyecto sudamericano. Fueron llegando a la gran Aldea los representantes del interior utilizados para atizar un falso federalismo en contra de quienes eran en realidad sus verdaderos aliados: los jóvenes morenianos. El saavedrismo y el dean Gregorio Funes supieron usar esa falsa contradicción y ese frente lo quebró sabiamente la burguesía rapaz de Buenos Aires. Fue su especialidad durante dos siglos de romper el espinazo de las alianzas revolucionarias.
Atizar las brazas de las falsas contradicciones.

Los diputados del interior habían sido utilizados para desmembrar al morenismo y pulverizar a Mariano Moreno. La Junta Grande, convertida en conservadora era una cadáver putrefacto. Solo faltaba que alguien tirara  al pozo y echarle tierra. Los tenderos aprovecharon una jugada del Dean Gregorio Funes que redactó un Reglamento Orgánico para limitar las atribuciones del Triunvirato de su activo secretario, don Bernardino. Un estatuto provisional y la disolución de la Junta Grande fue la operatoria que culminó con las vacaciones en Buenos Aires de los representantes del Interior. Medalla, beso y pasajes de vuelta fueron el gracias por los servicios prestados que la “pandilla del Barranco” le extendió a los representantes provincianos. Subidos con prisa y  sin más trámite en los vehículos que los llevaban de vuelta a sus provincias. Se alejaban de las luces de la Gran Aldea. 

lunes, 11 de mayo de 2015

LOS BUCANEROS DE AMERICA

LOS BUCANEROS DE AMERICA



La necesidad de las expediciones navales de largo re corrido de procurarse carne fresca, dio lugar a lo que tal vez sea el episodio más extraño del relato que cuenta cómo los alimentos cambiaron el curso de la historia; me refiero a la era de los bucaneros.
Hacia principios del siglo XVII, en las islas del Caribe, algunas pequeñas comunidades de colonos europeos, no españoles, emprendieron el floreciente negocio de aprovisionar a los barcos de pasaje con carne fresca recién curada.
Las carnes de vacuno y de porcino se curaban en casa siguiendo una antigua receta de los indios de la zona. Los caribes han contribuido a enriquecer el vocabulario de la lengua inglesa con muchas más palabras que cualquier otro grupo de indios, y «bucanero» es una de ellas. El bucanero construía un enrejado de palos, que los caribes llamaban barbacoa, debajo del cual encendían una hoguera de leña. Encima se colocaban lonchas de carne recién cortadas, alimentándose el fuego con ramas verdes, para que produjesen mucho humo, con una llama pequeña. La carne se secaba, se ahumaba, y se asaba al mismo tiempo, convirtiéndose en carne conservable, de color rojo-rosa, y que desprendía un aroma tentador. Los caribes la llamaban boucan. El boucan tenía un sabor delicado, y era al mismo tiempo un magnífico antídoto contra el escorbuto. Se trataba de un alimento que ni siquiera un cocinero inglés podía estropear, pues se podía comer crudo, masticándolo como si fuese un embutido, o ablandarlo en agua para después guisarlo al estilo tradicional.
El boucan se podía preparar salando la carne antes de cortarla, o untando las lonchas con salmuera y colgándolas al sol para que se secasen sin tener que recurrir a ahumarlas. La carne ahumada se podía conservar durante varios meses, pero la que se secaba al sol tenía que ser consumida con bastante rapidez, y en las húmedas bodegas de un barco se estropeaba muy pronto.
El boucan que se conservaba mejor era el que se hacía con carne de jabalí, y se empaquetaba en bultos de cien piezas, cada una de las cuales se vendía por seis monedas de a ocho, equivalentes a una libra y diez chelines del actual dinero inglés. Por lo tanto, haciéndose bucanero se podía ganar mucho, pues los gastos eran mínimos, y todo lo que hacía falta era ser un buen cazador.
Pequeñas partidas de unos siete bucaneros organizaban una expedición de caza. Cada uno de ellos llevaba un fusil especial, con un cañón larguisimo de 4 pies y medio, y con una culata en forma de pala. También llevaban enrolladas una manta y una tienda de lona ligera, un machete y un cuchillo marinero para cortar la espesa maleza de la jungla caribeña. Los bucaneros vestían gruesas polainas, pantalones y chaquetas de lino, y calaban mocasines; todo ello teñido de rojo por la Sangre de los animales que cazaban. Tanto la chaqueta como la camisa que llevaban debajo no se lavaban nunca y acostumbraban untarse la cara con grasa. Tomaban todas estas precauciones con la esperanza de que los mosquitos no les atacasen. Las junglas del Caribe estaban llenas de enemigos mortales, como la víbora de cabeza de lanza, o el arbusto venenoso manichel, pero la única criatura a la que los bucaneros tenían auténtico pánico era el mosquito.
La parte más interesante del equipo del bucanero era su gorra. Se trataba de un sombrero moderno con todo el borde recortado, excepto en su parte delantera, para darle sombra a los ojos. Fue el precursor de las gorras de los jinetes y de los jugadores de béisbol.
Detrás de los bucaneros iban sus sirvientes o mayordomos, y casi siempre se trataba de infortunados esclavos blancos importados de Europa. Si dejaban caer los fardos de pieles y de boucan que transportaban, o hacían cualquier cosa que disgustase a sus amos, se exponian a ser azotados brutalmente, y a que untasen sus heridas con una mezcla de zumo de limón, sal y pimienta roja.
Prácticamente el único gasto del bucanero era la pólvora, y como no podía permitirse el lujo de errar el tiro con demasiada frecuencia, se hizo tan experto que casi podía aceitar a una moneda en el aire. Así pues, en su día, los bucaneros fueron los mejores tiradores del mundo.
La mayoría de ellos se estableció en la costa norte de Haití y de la isla de la Tortuga. La Tortuga era su base; allí compraban municiones; cuchillos, hachas y todos los demás pertrechos. Cuando divisaban un contrabandista danés que se dirigía al paso entre la isla de Cuba y Haití, salían a su encuentro en sus pequeños bergantines, confiados en que le podrían vender su carne ahumada a buen precio, y los barcos ingleses y franceses fondeaban cerca de sus bases para comprar provisiones en su viaje de regreso a casa. La mayoría de los bucaneros eran franceses o ingleses, pero también había entre ellos indios campeches, esclavos negros evadidos, muchos holandeses, e incluso irlandeses de Montserrat. Algunos eran hombres honrados - exiliados por cuestiones religiosas, náufragos, y pequeños terratenientes expulsados de Barbados y de otras islas de la zona por los grandes cultivadores de azúcar. Otros eran piratas, criminales, desertores y demás gente de mal vivir. Sin embargo, aunque hubiesen sido tan honrados como el que más, los españoles nunca los habrían aceptado como vecinos de unas islas que ellos consideraban suyas.
En 1638, decididos a terminar con el problema de los bucaneros de una vez por todas, los españoles atacaron la isla de la Tortuga, capturaron a todos los que encontraron y colgaron a los que no se rindieron. Con esta masacre de unas trescientas personas, las esperanzas de los bucaneros de ganarse la vida honradamente, suministrando su carne ahumada a los buques de paso, se esfumaron para siempre.
Sin embargo, el día del ataque a la Tortuga, la mayoría de los bucaneros estaban cazando, y escaparon así de la ira de los españoles. Cuando regresaron y comprobaron los estragos de la incursión, enterraron a sus compañeros, y sobre sus tumbas juraron que no descansarían hasta haberlos vengado. De esa forma, se juramentaron y constituyeron la confederación de «La Hermandad de la Costa».

La idea de que un pequeño grupo de bandidos pudiese desafiar al vasto imperio español, en cuyos dominios no se ponía el sol, le habría parecido ridícula a cualquiera que desconociese la Hermandad. Los bucaneros no dejaban nada al azar. Como escribió Alexander Exquemelin, uno de sus cirujanos, los bucaneros «nunca están desprevenidos», ninguno de ellos se aparta ni un segundo de su mosquete de treinta cartuchos, de un machete y de las armas que constituyen la base de su supervivencia, sus pistolas.
Como sabía que a campo abierto no podía competir con la magnífica caballería española, la Hermandad de la Costa decidió atacar a los españoles en el mar. Al principio salían en canoas, compradas a los indios campeches, o en sus pequeños bergantines. Estos barcos tan pequeños eran prácticamente invisibles a la luz del ocaso, y podían llegar fácilmente hasta cerca de un galeón sin que éste se diese cuenta. Una vez puestos a tiro, los que tenían mejor puntería, que al igual que sus compañeros iban echados en el fondo de la canoa para que sus movimientos no fuesen demasiado bruscos, se incorporaban y disparaban contra el timonel y contra el vigía de cubierta. Antes de que el resto de la tripulación pudiese reaccionar, las canoas ya habían llegado hasta el barco, y una oleada de hombres realizaba el abordaje, disparando los varios fusiles que llevaba cada uno. El galeón capturado, ahora bajo la enseña de los bucaneros, partía de nuevo en busca de presas de mayor envergadura.
Exquemelin nos ha descrito un ataque típico de los bucaneros, y es muy posible que él mismo formase parte activa de esta historia, aunque modestamente oculte su participación.
El vicealmirante de la flotilla española se había destacado algo del resto del convoy, cuando el vigía de cubierta le informó haber avistado un pequeño barco en la lejanía, advirtiéndole de que podía tratarse de un bucanero. El oficial contestó despectivamente que no tenía nada que temer de un barco de ese tamaño.
Sospechando con razón que el vicealmirante estaría demasiado confiado como para vigilar adecuadamente los movimientos de su nave, el capitán bucanero se mantuvo al acecho hasta el anochecer. Entonces llamó a sus hombres (eran veintiocho) y les recordó que les quedaba poca comida, que el barco se encontraba en malas condiciones y podía hundirse en cualquier momento, pero que había una forma de salir del apuro: capturando el galeón español y repartiéndose las riquezas que sin duda llevaría. Los bucaneros juraron enfervorizados que le seguirían y que estaban dispuestos a luchar con todo su entusiasmo, pero por si alguno de ellos estaba más remiso, el capitán ordenó al cirujano que hundiese el barco tan pronto como el grupo atacante hubiese abordado al galeón español.
Los bucaneros realizaron el abordaje en apenas un minuto y en completo silencio, sorprendiendo a' capitán y a sus oficiales jugando a las cartas en su camarote. Ante la amenaza de las pistolas el vicealmirante entregó el barco.
El botín capturado en un barco de este tipo sería suficiente para convertir en multimillonario a cada uno de los veintiocho asaltantes. Un galeón español, el Santa Margarita, que se hundió en Cayo Oeste en 1622, en pleno apogeo de los bucaneros, reportó a sus rescatadores, hace poco tiempo, nada menos que 13.920.000 dólares. Un galeón que se capturase en aquellos años debería ser aún más valioso, pues además de las joyas y de los lingotes de oro y plata, transportaría todo tipo de bienes perecederos. Se cuenta el caso curioso de que unos bucaneros que interceptaron un cargamento de cacao, lo tiraron al mar porque creyeron que se trataba de estiércol de caballo.

El aliciente del botín era un incentivo contra el que no era suficiente el valor que podían oponer los españoles. En 1668, como punto álgido de la época de los bucaneros, Henry Morgan saqueó Panamá. «Aunque nuestro número es pequeño», dijo a sus hombres, «nuestros corazones son grandes, y cuantos menos sobrevivamos más fácil será repartir el botín, y a más tocaremos cada uno».
Henry Morgan fue el último de los bucaneros. Con el tiempo llegó a conseguir el perdón real, un título nobiliario, y que le nombraran gobernador de Jamaica. Nunca regresó a su Gales natal, y se instaló en Port Royal, bebiendo ron hasta morirse. El poder en el Caribe pasó de las manos de la Hermandad de la Costa, a las de la marina de Francia e Inglaterra, y aquellos hermanos que no pudieron adaptarse de una continua lucha contra los españoles a una relativa paz, zarparon hacia el oriente, en busca de una nueva carrera como piratas en las costas de la India y de Madagascar.
Es difícil deducir cuáles fueron las consecuencias de la era de los bucaneros. Para los españoles, la aparición de los que ellos llamaban «los diablos del infierno», fue evidentemente desastrosa. Se puede compartir la opinión de los españoles, sobre todo cuando se leen algunos de los relatos de Exquemelin sobre Pedro el brasileño, el cual solía pasear por las calles de Jamaica segando a hachazo limpio piernas y brazos de inocentes transeúntes; o sobre el primer jefe del cirujano, que colocaba un barril de vino en mitad de la calle, y obligaba a todo el que pasaba por delante a beber de él o morir allí mismo de un pistoletazo; o respecto a otros amigos suyos que asaban mujeres desnudas sobre piedras calientes, luchaban bajo el agua contra los caimanes, o torturaban a los prisioneros para que les revelasen dónde escondían sus tesoros.
Quizás la consecuencia de la aparición de los bucaneros no fue lo que realizaron de hecho, sino lo que impidieron que ocurriese. Mientras la Hermandad de la Costa asestaba duros golpes al pulpo español en su mismo centro del Caribe, sus tentáculos tenían que retraerse para proteger sus puntos más vitales. Por lo tanto, el imperio español no pudo expansionarse hacia las incipientes colonias que se estaban formando a lo largo de la costa norteamericana, como hubiera sido razonable, y como muchas personas esperaban y otros temían.
Extraido de "La busqueda de las especias", de Carson I. A. Ritchie. Editorial Alianza Cien.
Se considera la obra del siglo XVII que más imitaciones y literatura de ficción ha inspirado en todas las lenguas.


Del autor de este libro, Alexandre Olivier Exquemelin, también conocido como el cirujano de los piratas, sabemos poco a ciencia cierta.

Al parecer, podría tratarse de un hugonote nacido en Honfleur (Francia) en torno a 1645, que huyó de las persecuciones religiosas hacia el «nuevo mundo» en 1666, fecha en la que se inicia la crónica de este libro, y regresó años después para establecerse en Amsterdam, donde muere con posterioridad al año 1707.
Bucaneros de América se publica inicialmente en Amsterdam en 1678, y sólo tres años después aparece la versión española, versión que reproducimos, con las correcciones y el prólogo de Carlos Barral, en esta edición.
Exquemelin se embarca en 1666 en el navío San Juan, de la Compañía Francesa de las Indias Occidentales, con la que parte del puerto de El Havre rumbo a la isla de la Tortuga, en el Caribe.
El barco en el que viaja cae en manos de los piratas y Exquemelin es vendido como esclavo en Tortuga.
Durante el cautiverio aprendió de su amo el oficio de cirujano, y, en calidad de tal, abrazó la Ley de la Costa e ingresó en la congregación de los piratas.
Sirvió a las órdenes de piratas tan «insignes» como L’Olonnais, Morgan o Bertrand d’Oregon hasta el catastrófico desembarco en la costa occidental de Puerto Rico en 1674.
Participó activamente en el corso y en los asedios a las plazas de tierra firme: estuvo presente en los dos asaltos a Maracaibo, en las dos tomas de la isla de Santa Catalina y en la toma e incendio de Panamá.
Bucaneros de América es la crónica apasionante, narrada en primera persona, de un testigo directo de la vida y hazañas de los piratas del siglo XVII.


domingo, 10 de mayo de 2015

PANCHO SIERRA El "Gaucho Santo de Salto"

PANCHO SIERRA

  El "Gaucho Santo de Salto"


Francisco Pancho Sierra es un personaje de origen bonaerense de la tradición oral y literaria argentina

El "Gaucho Santo de Pergamino", "El Doctor del agua Fría", "El Resero del Infinito" era un hombre modesto y delgado con barba y cabellos largos y enteramente blancos. Nació en Salto,  en las orillas del río Salto. provincia de Buenos Aires el 21 de abril en 1831, de familia de ricos hacendados. Sus padres fueron Francisco Sierra y Raimunda Ulloa y era el menor de cinco hermanos. Estudió en Buenos Aires, se dice incluso que llegó hasta cuarto año de Medicina y que debió regresar a Salto a la muerte de su madre.

En esos momentos, la amistad con su prima Nemesia Sierra se transforma en amor, iniciando un romance que interrumpen sus respectivos padres. Abandona sus estudios y olvidándose de sí mismo se aísla en la "Estancia San Francisco" de la familia Sierra Ulloa, en Rancagua (Partido de Pergamino); en esa desaparición social ocurrió un cambio que sorprendería a todos, retornó reflexivo, abstraído, interesado en los males de los semejantes.

Después de estar en Rojas, se instaló definitivamente en la estancia "El Porvenir" en Carabelas (Buenos Aires), asumiendo el papel de confesor, hombre de fe y médico.

Instalado en su estancia "El Porvenir", situada en el pueblo de Carabelas, entre Pergamino y Rojas, comenzó una etapa que según sus propias palabras consistía en "servir constantemente a cuantos me necesitaron". Vistiendo trajes anchos, bombacha, camiseta criolla, sombrero de ala ancha, poncho y manta de vicuña; con su rostro blanco, ojos azules y nariz aguileña, se convirtió en protector de desvalidos y manosanta.

Surgió la fama acerca de sus dotes sobrenaturales, multiplicándose más allá de los límites del país.


Curaba con pocas armas: agua fresca del aljibe, el profundo magnetismo de su voz, su mirada penetrante y, fundamentalmente, la fe de quienes solicitaban su ayuda. Su fama se trasmite de boca en boca y la estancia se llena de carruajes y carretas. Muchos sostienen que se curaron simplemente bebiendo un vaso de agua e invocando su nombre.

Cosme Mariño, que estuvo presente en las curaciones de Pancho Sierra sostiene en su crónica: "Hemos presenciado la romería permanente de enfermos de toda clase que acudían a caballo, en charret, coches y sulkys. Hemos visto de paso su manera de curar, generalmente con agua magnetizada o por medio de la sugestión. Pero a veces lo hacía por la imposición de las manos, por lo general ya conocía desde que el enfermo detenía su carruaje cuál era su mal". Luego agrega: "Hemos oído, además, en Rojas y Pergamino, a muchas personas que estando desahuciadas por los médicos habían sido curadas por Pancho Sierra. Algunas de éstas eran acaudalados estancieros como Ortiz Basualdo, Roberto Cano y otros más".

Ejerce su actividad de sanador sin persecución policial alguna. La fama de Don Pancho es primero local. Después va más allá del pago chico pero él no se aparta de ahí. Hasta su casa llegan los peregrinos. Vivía de manera austera en un altillo de la estancia (donde estaba su camastro de cuero de vaca, un crucifijo pequeño en la pared, su guitarra, su mate de plata y nada más).


En 1890, Pancho Sierra se casó con Leonor Fernández, de 16 años, sobrina segunda, en la iglesia "San Francisco de Asís" de Rojas.

Murió al año siguiente -año muy caluroso, con polvaredas que afectaban el tránsito y arrinconaban a los animales junto a los alambrados de los campos, asfixiándolos en muchos casos-, a las 19:10 del 4 de diciembre de 1891. Un mes antes del deceso predicho por él mismo, dio finalizada la misión que se había impuesto. No pudo conocer a su única hija, Laura Pía, nacida siete meses más tarde.


Sus exequias fueron destacadas, en esos años, por la cantidad de personas que acompañaron al féretro hasta el Cementerio del Salto y por el grupo de ciudadanos de renombre nacional que pronunciaron emotivas palabras.


Los lugares de culto se encuentran todos en Salto, provincia de Buenos aires. Son: 1) el Mausoleo ubicado en el cementerio donde los creyentes rezan y dejan ofrendas florales; 2) una pared exterior y lateral de ese mismo cementerio se utiliza como soporte de numerosas placas y allí se levantaron dos estatuas del "Gaucho Santo", y 3) frente al cementerio un aljibe con agua bendecida por Pancho Sierra aunque el verdadero aljibe está en "El Porvenir". Este último fue tapado tres veces y las tres veces volvió a brotar agua, quedando actualmente al descubierto.

Pancho Sierra y el Espiritismo

Se vinculo a Pancho Sierra con el espiritismo por varias razones. En primer lugar fueron los espiritistas los que organizaron la ceremonia de homenaje realizada un año después de su muerte. El acto se llevó a cabo el día 15 de marzo de 1892 en el cementerio de Salto. Fue presidido por Don Rafael Hernández (hermano del autor del Martín Fierro), y se constituyó una Comisión de Amigos que colocaron en el sepulcro una corona de bronce. Dicha corona consistía en dos gajos de hiedra y una corona de laurel, los símbolos de la amistad y la unión de la idea.

Se pronunciaron varios discursos resaltando las virtudes del "Gaucho Santo": el ejercicio de la caridad cristiana y el amor a sus semejantes, el sacrificio propio por el bien de los demás. Además se habló de la doctrina espiritista como ciencia, religión, doctrina, moral y patria, y la Comisión se juró "Solidaridad de la idea, en la vida y en la muerte". Se calculó cerca de dos mil asistentes, con representantes de distintos centros espiritistas, entre ellos Juan M. Broullón, Juan Pablo Quinteros, Mercedes Escudero, Remigio Barrasa, Félix Guruzeta, Rosendo López, Juan Brown, Dolores Oyampe, Liberata Sandes, Máximo Paez, Pascual Mardaras, Victorino y Cecilia Azurmendi, Segunda y Escolástica Simillan, Juan y Esteban Hierne.

Otra de las razones es su papel protagónico de las Asociaciones Espiritistas en la divulgación y propagación del mito. El libro La Verdad de Pancho Sierra con varias ediciones publicadas por la Asociación Alas Blancas que recoge supuestas comunicaciones y mensajes que el "Gaucho Santo" habrían sido recibidos por espiritistas durante 1937.

Pancho Sierra fue invitado varias veces a la Sociedad Espiritista Constancia y lo hicieron socio de dicha institución ya que sus directivos consideraban que Dios le había otorgado el don curativo, el carisma de la curación, intuición y clarividencia y era "un hombre dotado de facultades mediúmnicas, por medio de las cuales realizó mucho bien a los enfermos del cuerpo y del alma y a los pobres y humildes desde el punto de vista terapéutico". Los espiritistas llaman médium a la persona con gran desarrollo espiritual capaz, en ciertas ocasiones, de establecer un contacto con lo que se denomina plano astral.

Fue amigo de Cosme Mariño (1847-1927) periodista, director de La Prensa quien fundó la revista espiritista Constancia y era directivo de la Sociedad. Mariño dedicó varios artículos y notas a la "mediumnidad curativa" de Pancho Sierra.

Sin embargo, Fermín Chaves como otros historiadores e investigadores consideran que el Gaucho Santo no fue en vida un practicante del espiritismo y que su imagen espiritista es exterior y ajena a su personalidad y quizá posterior a su muerte "sería espiritista por atribución".

Extraido del cdrom "ALMAS MILAGROSAS, SANTOS POPULARES Y OTRAS DEVOCIONES" por María de Hoyos y Laura Migale, Edición NAyA

Fuente: www.lagazeta.com.ar

Oración de bendición a Don Pancho Sierra

Gran Dios del Universo,
Creador del cielo y de la tierra,
Padre de todo lo creado,
santificado sea tu nombre en todo el Universo.
Perdona Señor nuestra maldad.
No me dejes caer en la tentación.
Líbrame de todo mal en nombre del espíritu Santo.


Oración Popular a Don Pancho Sierra

Pancho Sierra querido Hermano
Tu que ayer sembraste de luz,
y a cuantos desamparados
y desesperados llegaron hacia ti,
ayúdame a seguir por este sendero de luz,
ya que como hombre supiste vencer al mal,
ayuda a todos nuestros hermanos,
rompiendo barreras y cadenas.
Baja tu santa mano.
Bendíceme la frente.
Que el Padre Eterno que te dio tu gran poder
cada día que pasa te haga más fuerte.
Yo después de la muerte, con Dios,
te seguiré amando, querido Pancho Sierra.

Gracias Gracias Gracias, Amen

viernes, 8 de mayo de 2015

JULIAN ALVAREZ: EL PROCER DESCONOCIDO DE LA REVOLUCION DE MAYO

JULIAN ALVAREZ

EL PROCER DESCONOCIDO DE LA REVOLUCION DE MAYO




Cuando San Martín pisó tierra argentina, en 1812, procedente de Londres, junto a un notable grupo de revolucionarios (Zapiola, Alvear, Holmberg, Chilavert, Vera Arellano, el padre Anchoris entre otros) fue  recibido por el jefe de la masonería local que presidía la "Logia Independencia", doctor Julián Alvarez. 
Alvarez era un morenista jacobino, que trabajó en La Gaceta de Buenos Aires, designado en ese cargo por Mariano Moreno y dirigía varios centros conspirativos del liberalismo revolucionario, tanto de filiación masónica o eminentemente política, entre éstos últimos el club que se reunía en el Café De Marcos y la Sociedad Patriótica.
Luego de la muerte prematura de Mariano Moreno, le tocó dirigir durante un breve período La Gaceta mencionada. Alvarez puso a San Martín en contacto con tres cuadros revolucionarios que lo acompañarían durante su campaña libertadora: Manuel Guillermo Pinto (1783-1853), José Gregorio Gómez (1780-1876) y el publicista Bernardo de Monteagudo (1789-1825). Gómez (el "Goyo" Gómez), fue la única persona que se tuteó con el Libertador durante la campaña emancipadora. Provenía de la "Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América", según datos aportados por los historiadores Vicente Cutolo y A. J. Pérez Amuchástegui.
Alvarez había nacido en Buenos Aires el 9 de enero de 1788. Pertenecía a una familia rica, su padre era el español Saturnino Alvarez y su madre, Ana María Perdriel. Ello le permitió frecuentar las mejores escuelas, colegios y estudios terciarios. La educación dirigida por los jesuitas, y enseñanzas que recibió en el Colegio San Carlos, en Córdoba y en Chuquisaca le permitieron obtener el título de Teólogo, pero paralelamente a sus estudios sacerdotales, en Chuquisaca, leyó los libros prohibidos de Juan Jacobo Rousseau, de los enciclopedistas, las ideas de los jesuitas Mariana y Suárez sobre el tiranicidio y el derecho de resistir a la opresión.
Se trata del prócer desconocido de la Revolución de Mayo, que tuvo en aquellos acontecimientos de 1810 y en la década posterior, una actividad central pero que ha sido ignorado por los historiadores liberales, católicos, revisionistas o de otras tendencias, probablemente por su carácter de dirigente masónico. Posee una calle en la Buenos Aires actual, en el Barrio Norte, pero difícilmente alguien conozca realmente, incluidos los profesores de historia, quién era, sus datos biográficos, su actividad política revolucionaria y su obra como destacado jurista.
Prócer argentino y uruguayo
Julián Alvarez se exilió en Uruguay con su mujer María Pascuala Obes y el resto de su familia en 1820, al comenzar la guerra civil. En Montevideo fundó El Constitucional, destinado a difundir el credo republicano e institucionalista, que desalentara las contiendas internas de las nuevas naciones.
Como nadie es profeta en su tierra, en Uruguay, Julián Alvarez es considerado uno de los Padres de la Patria y, al morir en 1843, hay que destacar que se desempeñaba como presidente de la Corte Suprema de Justicia de la nación oriental.
Cuando estalló el proceso de Mayo, dejó la sotana y se unió a los revolucionarios en su fracción más combativa. Amigo y colaborador estrecho de Mariano Moreno con quien trabajó en los once meses de vertiginosas jornadas, conocía con seguridad las ideas del Secretario de la Primera Junta y su famoso "Plan de Operaciones", escrito por Moreno.
Es interesante constatar que cuando el Libertador San Martín implantó la economía de guerra en Mendoza, coincidió con las ideas de Moreno, impulsor de la industrialización, el proteccionismo económico y una suerte de estatismo.
También es probable, teniendo en cuenta que Alvarez hasta 1820 trabajó estrechamente con San Martín, realizando misiones que éste le encomendó u organizando grupos revolucionarios o de choque en Buenos Aires, haya sido el nexo entre las ideas morenistas del período de mayo de 1810 y las de San Martín, en Mendoza, durante la organización del Ejército de los Andes.
Juan Andrés Gelly fue contemporáneo de Julián Alvarez, y probablemente la suya sea la primer biografía escrita sobre el prócer, un año después de su muerte. Así lo testimonió con su trabajo Apuntes biográficos del Dr. D. Julián Alvarez, presidente de la Honorable Cámara de Representantes, en el año de su fallecimiento y presidente jubilado de la Excma. Cámara de Apelaciones de la República del Uruguay.
Posteriormente, Vicente T. Caputi (1882-1939), publicó en 1930, las Rememoraciones centenarias. Gestación y jura de la Constitución de la República Oriental del Uruguay reproduciendo las intervenciones y discursos de Julián Alvarez en la Constituyente uruguaya de 1829, donde el prócer rioplatense tuvo una activa participación en su calidad de político y jurista.
Hombre de Mayo
Fue uno de los que suscribieron la presentación popular del 25 de Mayo de 1810. En enero de 1811, se le nombró como funcionario en la Secretaría de Gobierno de Buenos Aires, al lado de Moreno. Posteriormente fue diputado por San Juan a la Asamblea de 1812-3. Fue procesado y encarcelado por sostener, desde la prensa, en contra de la Asamblea General Constituyente, la necesidad de que el poder se concentrara en una sola persona. Al instalarse el Directorio fue absuelto y pasó a desempeñarse como oficial en la Secretaría de Estado. Desde 1816 hasta 1820, tuvo a su cargo la redacción de la Gaceta para quien cumplió diversas tareas revolucionarias.
Junto a Alvarez Thomas, cumplió otras tareas ante el gobernador de Santa Fe, Estanislao López. En 1820, enfrentado con el partido porteñista, luego de ser encarcelado por poco tiempo, partió a Montevideo con su familia. Sobre el prócer, Mitre dijo que era de "un bellísimo carácter, talento epigramático sin amargura, escritos fácil aunque algo difuso, nutrido de estudios serios, que derramaba en sus escritos toda la savia exuberante de la juventud".

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