CHAU JUNTA GRANDE
De aquella vital, sanguínea, visceral,
Primera Junta, no había quedado ni la sombra. El grito de la Francia del 89
había sido ahogado en sangre. La oligarquía comenzaba a defender sus intereses
con cualquier método. Así conservó sus privilegios durante dos siglos. La Junta
de 1810 con una circular redactada por Castelli había invitado a las provincias
del virreinato a sumarse al proyecto sudamericano. Fueron llegando a la gran
Aldea los representantes del interior utilizados para atizar un falso federalismo
en contra de quienes eran en realidad sus verdaderos aliados: los jóvenes
morenianos. El saavedrismo y el dean Gregorio Funes supieron usar esa falsa
contradicción y ese frente lo quebró sabiamente la burguesía rapaz de Buenos
Aires. Fue su especialidad durante dos siglos de romper el espinazo de las
alianzas revolucionarias.
Atizar las brazas de las falsas
contradicciones.
Los diputados del interior habían sido
utilizados para desmembrar al morenismo y pulverizar a Mariano Moreno. La Junta
Grande, convertida en conservadora era una cadáver putrefacto. Solo faltaba que
alguien tirara al pozo y echarle tierra. Los tenderos aprovecharon una
jugada del Dean Gregorio Funes que redactó un Reglamento Orgánico para limitar
las atribuciones del Triunvirato de su activo secretario, don Bernardino. Un
estatuto provisional y la disolución de la Junta Grande fue la operatoria que
culminó con las vacaciones en Buenos Aires de los representantes del Interior.
Medalla, beso y pasajes de vuelta fueron el gracias por los servicios prestados
que la “pandilla del Barranco” le extendió a los representantes provincianos.
Subidos con prisa y sin más trámite en los vehículos que los llevaban de
vuelta a sus provincias. Se alejaban de las luces de la Gran Aldea.
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