domingo, 15 de marzo de 2015

EL ROBO Y LA TRAICIÓN DE LA INVASIONES INGLESAS – 1806/1807:


EL ROBO Y LA TRAICIÓN DE LA INVASIONES INGLESAS – 1806/1807

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EL “ROBO”
Los verdaderos motivos de la Invasión Inglesa a Buenos Aires
Ya antes de 1800, los ingleses, siempre ávidos no sólo de gloria sino de los bienes ajenos, habían incursionado por el Río de la Plata. Montevideo fue fundada en 1726, en el siglo XVIII. Inglaterra en el Siglo XVI no era una potencia a nivel de España y recién estaba comenzando a desarrollar su marina. Los que actuaban mayormente eran los piratas como Drake (que asolaba las costas americanas), Cavendish y otros. Lo que hizo Inglaterra durante los siglos XVI y XVII fue hostigar a España en el mar y en los puertos americanos desarrollando una especie de guerra de guerrillas marítimas a través de “empresarios” privados. También a Portugal y Holanda.
Así fue como en 1760 colaboraron con los portugueses en el ataque a la Colonia del Sacramento.
Después fue la expedición “privada” del Almirante MacNamara, que salió de Gran Bretaña con escala en Río de Janeiro, con nueve buques de guerra y 3.000 soldados, que atacaron Colonia como paso previo a invadir Buenos Aires. Pero fracasaron y murió en el intento.
En 1765 hacen un paso fugaz por las Islas Malvinas, reclamando soberanía y creando las bases “ilegales” para en 1833 ocuparlas definitivamente, echando a sus pobladores, a los colonos y a los presos del Río de la Plata, que redimían su pena con la sociedad.
Desde entonces sólo se dedicaron al contrabando de mercaderías y a la venta de esclavos negros en las colonias.
El 12 de diciembre de 1804, el inglés Almirante Cochrane ataca y apresa cuatro fragatas españolas que, desde Montevideo, transportaban un tesoro español que se debía entregar a Francia, hecho que motivó la declaración de guerra por parte de España a Inglaterra.
En estas naves viajaba a España la familia del ex-gobernador de las Misiones Jesuíticas Cnl Diego de Alvear, falleciendo en el ataque su mujer y uno de sus hijos, mientras Don Diego y su hijo Carlos salvan la vida, por encontrarse en otra nave, “CLARA”. La carga es apresada y todos son llevados a Londres, donde con el tiempo Don Diego vuelve a casarse, y recibiendo su hijo Carlos su educación en institutos ingleses. Y posteriormente ingresará al Ejército de España.
El lunes 21 de octubre de 1805 los ingleses derrotan en Trafalgar a las flotas aliadas de España y Francia. Como consecuencia quedan con el dominio naval sobre los mares. Después de la gran batalla naval, España todavía entregaba fuertes sumas a su “aliado” Napoleón, que obtenía de los “tesoros” extraídos de sus colonias americanas.
A principios de 1806 se instaló una estación naval británica en África del Sud, desde donde habían comenzado la ocupación de ese territorio, echando a los colonos holandeses hacia el interior del país. La tropa estaba ociosa y el Contralmirante Home Riggs Popham fue sugestionado por un tal White, comerciante yanqui establecido en Buenos Aires desde hacia unos años, con la idea de robar el tesoro que se estaba acumulando en las colonias españolas del Río de la Plata. Si bien en los planes de Gran Bretaña figuraba la invasión a varios lugares del continente americano, por otras prioridades había encarpetado los mismos. Así la misión que comenzó a gestarse, puede definirse como una especie de “empresa privada”, y sin órdenes expresas de SM Británica.
Convencido Popham de las riquezas que habría en Buenos Aires y de la indefensión de la misma, amén del apoyo según White, que le prestaría la población, se convierte en el “jefe” del emprendimiento. Convence al comandante de la base de El Cabo, el General David Baird, y este le “presta” 1.600 hombres, a cambio de una “comisión” en el botín. Y además nombra al General William Carr Béresford de su entera confianza, como Jefe de expedición.
Al producirse la Invasión Inglesa, las órdenes que imparte el Virrey Sobremonte, dejan al descubierto que la Monarquía española en América se había organizado unicamente para extraer y acumular “tesoros”, marginando la política gubernamental, social y la defensa militar de sus provincias.
Sobremonte sin armas y sin fuerzas militares, ordena a último momento armar las milicias, y ejerce una débil defensa de la ciudad. Pero lo que si tenía muy bien organizado, era una rápida evacuación de los fondos acumulados en lingotes y monedas de oro y plata, enviándolos a la ciudad de Córdoba con un tren volante, con tropas de caballería, más su familia y amigos. Dejando a la capital del Virreynato en manos de sus segundos para que negociaran la capitulación.
La ciudad fue ocupada bajo la lluvia, en la noche del 27 de junio de 1806. Los Ingleses Gobernaban Buenos Aires.
Los Fondos Públicos Robados
El General Béresford recién concedió las condiciones de la rendición de Buenos Aires, el día 2 de julio. Sólo después de tener en su poder, los caudales del virreynato que habían estado reuniendo en la ciudad para ser enviados a España, y que Sobremonte al conocer ésta invasión, sacara en forma urgente para ocultarlos en la ciudad de Córdoba, con una fuerte custodia.
Los caudales consistían en la suma de un millón doscientos noventa y un mil trescientos veintitrés pesos plata ($ 1.291.323,00), de los que se enviaron a Inglaterra sólo un millón, distribuyéndose el resto entre la tropa, después de tomar para sí abultadas cantidades, los jefes de la expedición saqueadora, conforme al régimen de presas vigente en la época.
El reparto del botín robado se realizó de la siguiente manera:
- al gobernador del Cabo Gral David Baird, que facilitó las tropas a cambió de una buena paga, la suma de veintitrés mil novecientos noventa libras (Libras 23.990,00).
- al General Béresford once mil ciento noventa y cinco libras (Libras 11.195,00).
- al Contralmirante Popham siete mil libras (Libras 7.000,00).
- los Jefes de tierra o Capitanes siete mil libras (Libras 7.000,00).
- Capitanes y Tenientes de marina setecientos cincuenta libras (Libras 750,00).
- Tenientes de tierra o Alféreces de marina quinientas libras (Libras 500,00).
- para los sargentos o suboficiales ciento setenta libras (Libras 170,00).
- para cada soldado y marinero treinta libras (Libras 30,00).-
Esa fue la verdadera finalidad del Asalto militar a Buenos Aires.
Los informes del espía inglés William Pío White desde Buenos Aires eran acertados. Sobre el “tesoro” que se estaba reuniendo en la capital del Virreynato para enviar a España, que era una fortuna en lingotes y monedas de oro y plata y además toda la información sobre la poca defensa militar de la ciudad, que era casi nula. Y esta oportunidad no fue desaprovechada.
No perdió su tiempo el General Béresford. Su propio ayudante el Capitán Arbuthnot del Regimiento 20 de Dragones Ligero, fue inmediatamente designado para perseguir y obtener los caudales en camino a Córdoba. Con el apoyo de los Tenientes Graham y Murray, acompañados por el espía William White y una escolta de 30 soldados del hasta entonces invencible Regimiento 71 “Highlanders”. Los caudales fueron localizados en la Villa de Luján, oficiando de guía para el trayecto el criollo Francisco González (quién recibió de manos de Béresford el pago en efectivo por los servicios prestados).
El Jefe de las Fuerzas Navales inglesas contralmirante Popham, era partidario de embarcar inmediatamente el “botín apresado” una vez que fuera obtenido, y levando anclas alejarse prontamente con la misión cumplida, previo bombardeo de la ciudad.
El botín
La Fragata Narcissus al mando del capitán Donelly, que recibió cinco mil quinientas libras en concepto de flete, más lo que le correspondiera del Botín, desembarcó en Portsmouth el 12 de setiembre de 1806, en medio del júbilo popular. Conocida la noticia en Londres, estalla la euforia. Al día siguiente el diario TIMES daba a conocer la noticia: “…Buenos Aires en este momento forma parte del Imperio Británico…”
El 17 de setiembre el capitán Donelly desembarcó el Tesoro que cargó en ocho carros. Cada uno con seis caballos de tiro adornados con banderas, penachos y cintas azules, que trasladaban una carga de un total de cinco toneladas de pesos plata. En Portsmuth la caravana fue acompañada por la banda militar del apostadero naval y una escuadra de marineros de Popham, con uniformes rojos y el capitán sentado sonriente en uno de los carros. El 20 de setiembre llegaron a las afueras de Londres. El “Tesoro” desfiló por las calles de la ciudad. Los “Voluntarios Leales Británicos” a órdenes del Cnl Prescot, escoltaron el tesoro y sobre las banderas estaba escrita la palabra “TESORO”. Cerraban la columna los “Voluntarios de Clapham. Una excelente Banda Británica tocaba “Dios Salve al Rey” y “Rule Britannia” . Pararon en la casa del Cnl Davidson cuya señora ofreció dos cintas con letras de oro que decía: “Buenos Aires – Popham – Beresford – Victoria” .- El Tesoro llegó al Banco de Londres donde más de dos millones de dólares de esos tiempos, fueron depositados.
El botín, se repartió entre el Gobierno británico y todos los intervinientes, incluso la tropa. Con cantidades muy importantes para Baird, Beresford (comandante de tierra) y Popham. El gobierno inglés, dado el éxito de la expedición, la autoriza post facto y sus bucaneros son aplaudidos como héroes del imperio.
Tal política tuvo que ser cambiada rápidamente, no sólo al saberse la reconquista de Buenos Aires, sino por la necesidad del apoyo de España para combatir a Napoleón.
Fue la primera vez en la Historia que España derrotara a los ingleses, no sólo eso, en la segunda Invasión enviada al año siguiente, Gran Bretaña envió “oficialmente” un ejército poderoso de más de 16.000 hombres, y una gran flota naval con sus más conspicuos Generales y Almirantes. Y también fueron derrotados y rendidos incondicionalmente.
Todo el mérito se lo lleva Buenos Ayres y su pueblo. Que sin las autoridades nombradas por España porque huyeron, designó nuevas autoridades, y formó un ejército de la nada, designando a sus Jefes militares. Y es de destacar la colaboración inclaudicable de la población, fundamentalmente de los jóvenes, de los gauchos, de los negros y de nuestros indios tehuelches (los pampas), que ayudaron y ofrendaron sus vidas incondicionalmente.
Del “Tesoro” que robaron los ingleses de Buenos Aires …. ! Bien y Gracias ¡ . Nunca más se supo, ni se reclamó, ni nadie habló de ello.
Al día de hoy, si se afila bien el lápiz, con intereses e indexaciones, más el valor actualizado del Oro y la Plata, sin contar el daño a la ciudad, a las gentes, a las propiedades, etc, etc, cubriría un poco más que todo lo adeudado por Argentina (Deuda Estatal y Deuda Privada).
LA “TRAICIÓN”
16 de febrero de 1807 – La Fuga de Beresford
El 12 de agosto de 1806, se rindieron en Buenos Aires las Fuerzas Inglesas de la Primera Invasión al mando del Gral William Carr Beresford, ante el comandante de las Fuerzas Patriotas el Capitán de Navío Santiago Liniers y Brémond. Fueron un poco más de 1500 oficiales, suboficiales y soldados, además unas 60 mujeres y niños que acompañaban la expedición. Entre ellos 1 General, varios Jefes de Regimiento, oficiales antiguos y de rango, músicos, banderas, banderolas de Regimiento y guiones.
La Flota naval inglesa al comando del Contralmirante Sir Home Riggs Popham se retiró de Ensenada sin combatir, abandonando a su suerte a los derrotados soldados ingleses ya “Prisioneros de Guerra”.
Los prisioneros de guerra
Ya prisioneros los oficiales y tropa reciben sus sueldos, pagados por las autoridades de Buenos Aires y durante los primeros tiempos que viven en la ciudad de Buenos Aires, se alojaban en el Fuerte, en la “Ranchería” fuera del Fuerte, y en los cuarteles abandonados de la ciudad, mientras que los oficiales se alojaban en casas de familias importantes, comiendo en las posadas y cantinas de la ciudad.
Los heridos ingleses, algunos se encontraban alojados en “casas de familia” bajo atención médica y los más en el Hospital de Belén (creado para estos fines), donde llegaron a estar hospitalizados 37 ingleses. Bajo la dirección de Fray José Vicente (de San Nicolás), el enfermero mayor Fray Blas (de los Dolores) y como secretario y ayudante Fray José (del Carmen).
Ante las noticias previas y posteriormente la nueva Invasión Inglesa a Maldonado y Montevideo (en la Provincia Oriental del Uruguay), el Cabildo de Buenos Aires le ordena a Liniers el traslado y la Internación de la totalidad de los prisioneros. Muchos de ellos ya se encontraban “detenidos” en los Fortines de la Campaña como la Guardia del Salto, Rojas, San Antonio de Areco, la Villa de Luján y otros fortines más.
Traslado al interior
Se decide internar bajo fuerte custodia, a 500 prisioneros a los fortines del Oeste del País, a 500 presos al Norte y a otros 500 prisioneros al Litoral y las Misiones, a cargo de los Húsares de Pueyrredón.
Los principales Jefes de la Primera Invasión, que ya se encontraban internados en la Villa de Luján, con amplias facilidades y consideraciones; fueron destinados a Catamarca en forma “urgente”, al recibir los integrantes del Cabildo el informe que “Montevideo estaba en manos inglesas”.
El 10 de febrero de 1807, se inicia la marcha a caballo desde la Villa de Luján de los siguientes prisioneros ingleses:
- el Gral Williams Carr Beresford., Comandante de la Fuerzas Invasoras,
- el Jefe del Regimiento 71 “Highlanders”, Coronel Dennis Pack,
- el Cap y asistente Robert Williams Patrick , del Cuartel Maestre General,
- el My de Brigada Alexander Forbes,
- el Capitán de Dragones y Edecán del Gral Beresford, Roberth Arbuthnot, del Regimiento 20 de Dragones Ligeros,
- el Teniente Alexander Mac Donald , de la Real Artillería,
- el Teniente Edgard L´Estrange, del Regimiento 71 “Highlanders”,el Cirujano Santiago Evans , del Regimiento 71 “Highlanders”.
A cargo de la custodia, es designado el Capitán de Blandengues Manuel Luciano Martínez de Fontes, destinado en el Fuerte de Rojas, quién debió presentarse en Luján 2 días antes y allí le fue impuesta la misión por el oidor del Cabildo de Buenos Aires Juan Bazo y Berry acompañado por el Tcnl de Infantería Pedro Andrés García, trasladados de urgencia a la Villa de Luján a los efectos de “dar las órdenes del traslado de los Prisioneros”.
Integran la custodia: de la frontera de Salto 1 cabo y 7 blandengues de la frontera, de la frontera de Rojas, 1 sargento mayor y 7 blandengues, y además de 1 blandengue de la novena compañía. Total 18 hombres incluído el Jefe. Además se le asignaba el “tropero” Manuel Álvarez a órdenes directas, quién debería proveer de carne a la escolta y a los prisioneros. Llevarían consigo una sopanda en que iría el general inglés.
Esta custodia debía cesar en el paraje llamado “La Encrucijada”, donde comenzaba el camino que conducía hacia Catamarca, destino final de los ingleses; donde la seguridad debía entregar los prisioneros ingleses a una escolta enviada especialmente desde Córdoba, para su cuidado y vigilancia hasta Catamarca. El Capitán Martínez de Fontes requeriría al oficial a cargo de la nueva custodia desde “La Encrucijada”, la entrega de un recibo, con la cantidad de prisioneros y el nombre de cada uno de ellos.
El 12 de febrero de 1807 los baqueanos en su marcha, eligen para acampar la Estancia Grande de los Padres Betlemitas, próxima a Arrecifes, y a unas cuarenta leguas de Buenos Aires. Desde allí Martínez de Fontes oficia al Gobernador de Córdoba Victorino Rodríguez, con tiempo suficiente, para que prepare todo lo atinente para que los prisioneros ingleses continúen su camino a Catamarca. En el oficio explicaba que el equipaje de los ingleses iba en siete carretas con sus peones, otra con galleta y además una sopanda con cajones y para uso del general inglés. Señalaba que los oficiales ingleses prisioneros eran ocho, acompañados por cuatro mujeres, con dos niños y quince criados.
La conjura
Debemos mencionar que el día 6 de febrero, Saturnino José Rodríguez Peña secretario, ayudante y confidente de Santiago de Liniers (Comandante de las Fuerzas militares), mantuvo una entrevista con Juan de Dios Dozo, capitán de la Primera Compañía del Cuerpo de Voluntarios Patriotas de la Unión, al que ambos pertenecían, siendo Dozo secretario y de la íntima confianza de Martín de Álzaga. Rodríguez Peña inicia el diálogo expresando que la situación de Buenos Aires era lamentable y que sería imposible derrotar a los ingleses, dueños ya de Montevideo, y que no podrían defenderse de los nuevos invasores. Agregó que lo conveniente era cambiar de medios y de partido para salvaguardar sus vidas, la de sus familias, y “preservar sus patrimonios”. Que ya había mantenido charlas con el Gral Beresford en varias oportunidades y que esperaba que éste los ayudase a independizarse de España. Rodríguez Peña pretendía obtener el apoyo del partido español en Buenos Aires, que dirigía Álzaga.
La reunión entre Martín de Álzaga y Saturnino José Rodríguez Peña se realizó en la noche del 7 de febrero.
La Fuga de Beresford y Pack
El 16 de febrero Saturnino J. Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, llegaron a la Estancia Grande de los Hermanos Betlemitas. Acompañados por los soldados Machuca y Medina del Batallón de los Cuatro Reinos de Andalucía participantes de la Reconquista de Buenos Aires, a revienta caballos desde la Ciudad.
Cabe acotar que la hermana de Manuel Luciano Martinez de Fontes, María Magdalena estaba casada con Juan Ignacio Rodríguez Peña, hermano de los mencionados Saturnino J. y Nicolás Rodríguez Peña. Este vínculo familiar estaba acrecentado porque Manuel Luciano se había casado con María de la Concepción Amores, hermana de Gertrudis Amores, quien se había casado a su vez con Saturnino José Rodríguez Peña.
Al llegar manifestaron que debían entregar una carta de Liniers al Gral Beresford y que le tenía que transmitir una orden verbal impartida por Liniers y por el Cabildo de Buenos Aires que decía “que debía entregar bajo su custodia al general inglés y a otro oficial prisionero”, con la finalidad de trasladarlos a Buenos Aires, que así lo exigían “razones del servicio, el bien del monarca español y los intereses de la Patria”.
Comunicado esto último el general inglés eligió para que lo acompañase a su amigo y futuro cuñado, el Coronel Dennis Pack. (El Cnel inglés contrajo matrimonio con Lady Isabel Luisa Beresford, en 1816).
Se le informó que debía esperar en la Estancia de Fontezuelas durante seis días, y que recibiría órdenes. A los seis días Martinez de Fontes, recibió una carta de Saturnino José Rodríguez Peña, en la que se le avisaba que al llegar a Buenos Aires, encontraron tan mal la situación, que debieron viajar con los oficiales ingleses a Montevideo. Entonces advirtió Martínez de Fontes el engaño que había sido victima.
Martínez de Fontes se presentó detenido el día 8 de marzo ante el teniente Mariano Gazcón. Quién lo condujo arrestado a sus órdenes hasta Buenos Aires, donde fué entregado a las autoridades.
Al enterarse de la “fuga y traición”, la clase media y baja que fueron el núcleo de las fuerzas que reconquistaron Buenos Aires, se encontraba totalmente irritada y contrariada con los dos Oficiales ingleses que se fugaron de Buenos Aires. Ellos habían dado su palabra de honor de NO escaparse, ni volver a tomar las armas contra la ciudad, el virreynato del Plata y de España, Se les habían dado todo tipo de facilidades y libertades, bajo “su palabra de honor y de caballeros que eran”.
No cumplieron con su palabra de HONOR.
Beresford, cumplió parcialmente su palabra No queriendo tomar el mando de la “nueva Invasión”, y regresando de inmediato a Londres. Pero No cumplió su palabra cuando en 1816, el Reino de Portugal lo “contrata” cómo asesor del Jefe del Estado Mayor, para que organice la invasión y destrucción de los Pueblos Jesuitas de Corrientes y Misiones, la invasión y ocupación permanente de los Pueblos Jesuitas orientales del Río Uruguay hasta el océano Atlántico (los actuales Estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur), y además con la excusa de atacar al Caudillo Artigas, a la Provincia Oriental del Uruguay, que invade y ocupa al mando del portugués Gral LECOR, toda la Banda Oriental incorporándola después de Tacuarembó (en 1820) como la “Provincia Cisplatina” del Reino de Portugal y Algarves. Bajo la mirada distraída de los “centralistas porteños”, posteriormente llamadas “unitarios”.
El Cnl Dennis Pack, Jefe del “temido” Regimiento 71 “Highlanders”, que se había rendido incondicionalmente en la reconquista de la primera ocupación, con gran número de bajas y con “todo“ el Regimiento prisionero, al llegar a Montevideo toma nuevamente las armas contra los criollos del Plata. Y en la segunda invasión cae nuevamente prisionero bajo rendición incondicional en la Iglesia de Santo Domingo, donde se había refugiado, pidiendo clemencia por su vida. Cuentan que los soldados y el pueblo lo quería fusilar ”allí mismo”, por su “falta de honor y hombría de buen”, pero que fue salvado por el Párroco y Jefes prestigiosos como Liniers y Belgrano.
Escape y llegada a Montevideo
Mientras tanto los dos ingleses y sus cómplices en la fuga, llegaron a Buenos Aires y se escondieron en la casa del Celador del Cabildo Francisco González, quien dejó la casa vacía llevando a su familia a la quinta de Mercedes Bayo, prima de su señora, próxima a la ciudad, donde también se encontraba Mariano Moreno, que era el abogado representante de los hacendados ingleses instalados en el Plata. El veinte de febrero cruzaron la ciudad de noche, pero en la desembocadura del Riachuelo, ninguna tripulación los quiso llevar, regresando a la casa de González. Al día siguiente 21 de febrero, hicieron el mismo camino donde los esperaba un lanchón de la balandra portuguesa “Flor del Cabo”, cuyo patrón era Antonio Luis de Lima. Pagaron por anticipado al doble de lo estipulado y los marineros los llevaron hasta Ensenada. A las ocho de la mañana atracaron contra la corbeta de la marina de guerra inglesa “Charwell”, quién se hizo a la vela de inmediato.
Llegaron a Colonia del Sacramento y por tierra se dirigieron a Montevideo, donde llegaron el 25 de febrero.
Los verdaderos gestores de la fuga – Los Juicios realizados.
En el Memorial elevado a Wellesley (Primer Ministro Inglés) el 8 de abril de 1808 por el criollo Manuel Aniceto Padilla, desde Londres donde se había instalado, mencionaba como partícipes en la fuga del General Beresford a: Nicolás Rodríguez Peña hermano menor de Saturnino, Juan José Castelli, Hipólito Vieytes, Antonio Luis Berutti, y prestando su consentimiento miembros de las clases altas de Buenos Aires.
Posteriormente el general inglés Beresford, en señal de agradecimiento, obsequió un “juego de mesa de loza del Cabo” a Juan J. Castelli.
El 21 de marzo de 1807, la Real Audiencia dictó un decreto iniciando juicio a los imputados del delito de “independencia y fuga de William Carr Beresford”. Se resolvió remitir a los imputados con escolta y la seguridad del caso a la Capitanía de Chile, para mantenerlos arrestados hasta que fuese posible su retorno a Buenos Aires, para continuar las causas y el trámite debido. Los presos eran los siguientes: Pedro José Zabala, Antonio Luis Lima y su criado Cleto, Francisco González, Antonio de Olavaria (Jefe de Frontera), Manuel Luciano Martínez de Fontes, José Presas y Marull, Felipe Sentenach, y el sargento Juan de Vent.
El Juicio concluyó el 7 de octubre de 1808, se había sobreseído de la causa a don Antonio de Olavaria y a don Manuel L. Martínez Fontes, a Francisco González, Antonio Luis Lima y José Zabala. Ordenando su libertad, y levantando el embargo sobre sus bienes, los que serían devueltos.
El proceso final a los verdaderos culpables, lo inicia el Fiscal Caspe el 6 de diciembre de 1808, encontrándose algunos de ellos prófugos. Queda en la duda, si la orden que transmitió Saturnino J. Rodríguez Peña al Capitán Martínez de Fontes fue una orden falsa o verdadera, dado los intachables antecedentes del Secretario privado de Liniers, Saturnino J. Rodríguez Peña y del Secretario privado de Martín de Álzaga, Juan de Dios Dozo.
El Final
Los tres principales involucrados fueron embarcados el 8 de setiembre de 1807 desde Montevideo hacia Río de Janeiro, en un navío de guerra inglés enviado por el inglés Alte Murray a tal fin.
En premio por la organización y fuga del Gral Beresford y el Cnl Dennis Pack, y por su actitud a favor de Gran Bretaña, Saturnino José Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Antonio Luis de Lima (patrón de la balandra portuguesa “Flor del Cabo”), fueron gratificados con una pensión de trescientas libras anuales hasta su muerte.
El Alcalde de Primer voto Martín de Álzaga recibe desde Montevideo una carta de Beresford fechada el 26 de febrero de 1807 informándole “ … estoy por irme a Europa: pero a pesar de cuanto me ha ocurrido, me siento interesado por la gente de Buenos Aires …”.
El mismo Santiago de Liniers, recibe otra carta desde Montevideo enviada por Beresford, donde le informa “ … que se había evadido con la esperanza de poder hacer algo útil para ambas partes y evitar en lo posible los horrores de la guerra” y le aseguraba “… que no obstante todo lo sucedido, trabajaría para el bien de Buenos Aires…”.
Se permite la reproducción citando la fuente: www.lagazeta.com.ar

sábado, 14 de marzo de 2015

CHURRUCA, UN GRAN HEROE ESPAÑOL

CHURRUCA, UN GRAN HEROE ESPAÑOL

Buscando averiguar sobre este nombre, me encontré con este gran héroe. Se llamaba Cosme Damián Churruca y Elorza. Murió combatiendo sólo contra seis barcos ingleses en la batalla de Trafalgar.
Cuenta la leyenda que, después de que un cañonazo le volara la pierna, metió el muñón en un cubo de harina para mantener el equilibrio y poder seguir luchando.

Nació en 1761. Estudió en el seminario de Burgos. Abandonó los estudios para el sacerdocio. Comenzó su carrera militar en la Compañía de Guardias Marinas de El Ferrol en 1776. En 1778 comenzaría su carrera marítima a bordo del navío “San Vicente”. España llevó a cabo algunas acciones para intentar recuperar Gibraltar, como el asedio de diciembre de 1781 y participó en el sitio de Gibraltar y ataque de las baterías flotantes (1781-1782) a bordo de la fragata Santa Bárbara. Enseñó en la Academia de Guardias Marinas de 1783 a 1787.
Fue integrante de la segunda expedición al estrecho de Magallanes (1788-1789) con los paquebotes Santa Casilda y Santa a las órdenes de Antonio de Córdoba.  Churruca fue el encargado de la cartografía del estrecho y de las observaciones astronómicas en esa zona austral.
En 1792 se embarcó como capitán en una expedición dirigida por  Mazarredo. El objetivo era llevar a cabo una serie de estudios hidrográficos para la reforma del atlas marino de la América septentrional. Mayor general de la escuadra de Mazarredo en 1797, el año siguiente se le confió el mando del navío Conquistador y participó en la campaña que terminó en Brest (1799). Visitó París y fue recibido por Napoleón. España y Francia en ese momento eran aliadas.
Regresa a España (1802), Churruca  se volvería a hacer famoso al escribir un tratado de puntería para la artillería de Marina. Después de publicar este «best seller», solicitó y obtuvo el mando del navío San Juan Nepomuceno. con el que participó en la campaña culminada por combate de Trafalgar, donde halló una muerte gloriosa. Fue abordado y cañoneado por 5 navios ingleses a la vez, y mandó clavar la bandera para no rendirse. José Luis Corral en su libro “Trafalgar” afirma que «En la guerra entre Inglaterra y la alianza Francia-España era muy importante el control del estrecho de Gibraltar. Napoleón había decretado el cierre de todos los puertos del continente europeo a los navíos ingleses, que tenían en Gibraltar su gran base para sus naves en el Mediterráneo. La batalla de Trafalgar fue, por así decirlo, la batalla por el control del Estrecho y, por tanto, del Mediterráneo», sentencia Corral.
Desde el comienzo, la contienda había dado un vuelco a favor inglés debido a la precaria estrategia del Almirante Villeneuve. Muchos de los barcos aliados se debían enfrentar  en clara inferioridad numérica a los británicos mientras algunos de sus compañeros todavía no habían entrado en combate. Precisamente eso le sucedió al «San Juan Nepomuceno» de Churruca, al que le obligó a combatir contra nada menos que seis navíos británicos a los que puso en serios aprietos gracias a su habilidad.
Mientras dirigía el combate desde el puesto de mando, una bala de cañón le arrancó la pierna derecha por debajo de la rodilla. Sin embargo, ni siquiera una herida tan grave pudo inmovilizar a Churruca, que se mantuvo en su puesto e, incluso, arengó a sus soldados para seguir combatiendo a pesar de que la derrota era segura. «Además, se dice que al perder la piernas y no poder mantenerse en pie ordenó que trajeran un cubo con harina (o con arena en otras versiones) y allí metió el muñón para mantener la estabilidad», explica Corral.
Al final, y para desgracia de sus marineros, Churruca acabó muriendo desangrado. De él se dice que no se quejó en ningún momento y se mantuvo estoico hasta el final. De hecho, ordenó clavar la bandera de su barco para que no fuera arriada tras el abordaje inglés. A su vez, dio órdenes antes de fallecer de que nadie se rindiera mientras en su cuerpo hubiera un leve aliento de vida.
Pero de poco le valió, pues, cuando se disipó el humo de los disparos, no había duda: los españoles habían sido derrotados y muchos de sus buques capturados. Los ingleses habían vencido en Trafalgar.
«Con su muerte, España perdió uno de los mejores marinos de la época, probablemente el más preparado y el único que tenía conocimientos geográficos comparables a los de los mejores marinos ingleses o franceses», añade el historiador.

Su navío fue remolcado a Gibraltar, siendo uno de los pocos que pudieron enseñar los británicos como trofeo del combate. Durante muchos años lo conservaron, manteniendo la cámara del comandante cerrada y con una lápida en que se leía el nombre de Churruca en letras de oro, y si algún visitante pretendía entrar, se le advertía que se descubriera para poderlo hacer, como si aún estuviera presente don Cosme Damián Churruca y Elorza, brigadier de la Real Armada Española, muerto a flote del navío de su mando, dos baterías y 74 cañones San Juan Nepomuceno.
Fue nombrado Almirante a título póstumo, y en su recuerdo su sobrino recibió el título de Conde de Churruca.
Fuentes:
·         A las órdenes de las estrellas (La vida del marino Cosme de Churruca y sus expediciones a América). Mª Dolores González-Ripoll. CSIC, Madrid, 1995.
·         Trafalgar de José Luis Corral
·         Elogio histórico del Brigadier de la Real Armada Don Cosme Damián de Churruca, que murió en el combate de Trafalgar en 21 de octubre de 1805. Julián Baldomero de Churruca y Elorza, Madrid, 1806.



miércoles, 11 de marzo de 2015

GRAF SPEE Y LA BATALLA DEL RIO DE LA PLATA: MI PADRE LLEGA ASÍ AL PAÍS

GRAF SPEE Y LA BATALLA DEL RIO DE LA PLATA:
 MI PADRE LLEGA ASÍ AL PAÍS
El 17 de diciembre de 1939, la flota inglesa encuentra al acorazado de bolsillo "Graf Spee" y en linea lo atacan. Son el Ajax, el Exeter y el Achilles. Lo toman entre dos fuegos.
Luego de intenso combate, que en el futuro se llamará "la batalla del Río de la Plata", al anochecer el acorazado ancla en el puerto de Montevideo,
 y también deja a sus muertos en la batalla.
La diplonacia inglesa consigue que al Graf Spee no pueda completar sus reparaciones.
El Exeter luego de la batalla había quedado incapacitado para el dissparo, y el Ajax en muy mal estado, pero a la flota inglesa de les agrega un cuarto barco, el Cumberland.
El Capitan del Graf Spee, von Langsdorff, con muy poca munición, y con instrucciones de que el barco no caiga en manos enemigas, decide hundirlo. 
Decide, como manda la tradición, hundirse con su barco. Perro la tripulación se niega a abandonar el acorazado sin von Langsdorff, por lo que éste debe acompañarlos.
Y hace explotar la Santabárbara
Y la tripulación es llevada así a Buenos Aires
Y el diario "La Nación" así refleja la llegada de los marinos alemanes, entre ellos mi padre, Ernesto Augusto Parbst (Es el de la X)

Las fotos son de mi archivo personal

domingo, 8 de marzo de 2015

ALFEREZ MANUELA PEDRAZA, LA TUCUMANESA

ALFEREZ MANUELA PEDRAZA, LA TUCUMANESA
Hoy en el Día Internacional de la Mujer quiero hacer un homenaje a la primera mujer que se destacó en nuestra historia. Fue durante la reconquista de Buenos Aires de los ingleses, durante la primera invasión,  los días 10, 11 y 12 de agosto de 1806.

En esa época vivía con su esposo "el cabo de Asamblea José Miranda, asturiano", y residía "en el segundo Cuartel, 6ª manzana, vereda al este", de la ciudad de Buenos Aires. Hoy sería sobre calle Reconquista, antes de llegar a la esquina de Av. Corrientes.
La lucha final por la Reconquista de la ciudad de Buenos Aires, tuvo lugar cuando Santiago de Liniers al frente de las milicias y los voluntarios  tomaron la Plaza Mayor y pusieron sitio al Fuerte de la ciudad, que era el último bastión en donde se habían atrincherado los invasores británicos. El marido de Manuela formaba parte de esa fuerza. Ella decidió combatir a su lado.  Es legendaria la participación del pueblo, hombres, mujeres y niños de todas las edades participaron de la Reconquista. Entre ellos se incluye a Juan Manuel de Rosas, que tenía en esos días 13 años, y participó con heroísmo en la misma.
El 11 de Agosto de 1806, durante el combate, el marido de Manuela cae mortalmente herido por un disparo de un soldado británico. Cuenta la historia que Manuela tomó el fusil que dejó caer su marido, y con esa arma, mató, a su vez, a quien había disparado contra su esposo. No contenta con ello persigue al pelotón enemigo y mató a otro soldado inglés de un bayonetazo. Luego le arranca el fusil, que presenta, después, como trofeo a Liniers.

Al término de la lucha, Liniers en el parte al Rey de España, específicamente al ministro Manuel Godoy (el "Príncipe de la Paz"), en la Corte de España, relatándole sobre la gesta de la Reconquista informa: "No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucumanesa, que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés del que me presentó el fusil".  El parte de Santiago de Liniers que se encuentra en el Museo del Cabildo.
Atendiendo a la precaria situación económica de Manuela. Santiago de Liniers se preocupó especialmente para que Manuela Hurtado y Pedraza tuviera un merecido reconocimiento, por parte del Rey de España y del Cabildo de Buenos Aires.
Carlos IV, el rey de España en despacho fechado 24 de febrero de 1807 en el Palacio del Pardo la reconoce expresando: “"El Rey: por cuanto atendiendo al valor y distinguida acción de doña Manuela La Tucumanesa, combatiendo al lado de su marido, en la Reconquista de Buenos Aires, he venido en concederle, el grado y sueldo de Subteniente de Infantería. Por tanto mando a los Capitanes Generales. Gobernadores de las Armas y demás cabos, mayores y menores, oficiales y soldados de mis ejércitos, la guarden y hagan guardar las honras, gracias, preeminencias y exenciones, que por razón de dicho grado le tocan y deben ser guardadas, bien y cumplidamente. Que así es mi voluntad y que el Ministro de mi Real Hacienda, a quien perteneciere, dé la orden conveniente, para que se tomen razón de este Despacho, en la Contaduría Principal y en ella se formará asiento con el expresado sueldo, del cual ha de gozar, desde el día del cúmplase de este Despacho, sin contribuir cosa alguna, al derecho de media anata. Dado en El Pardo a veinticuatro de febrero de mil ochocientos siete, firmado el Rey; José Caballero; S. M. concede grado y sueldo de Subteniente de Infantería a doña Manuela La Tucumanesa." Este documento se encuentra en el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.

Posteriormente. el 25 de mayo de 1807, el Cabildo porteño le acordaba una gratificación de 50 pesos por única vez; y a partir de junio, mientras durase la guerra con los ingleses, el sueldo de “soldado del Cuerpo de Artillería de la Unión”.
Liniers a su vez, la integra al recientemente creado Batallón de Patricios y le da el grado de Alférez (subteniente o portaestandarte)  concedido por el rey.
Tiempo después, el sacerdote patriota Pantaleón Rivarola, le dedicó unos versos de su Romance sobre la Reconquista de Buenos Aires, que la inmortalizaron en esta estrofa:
"A estos héroes generosos
una amazona se agrega
Que oculta en varonil traje
triunfa de la gente inglesa:
Manuela tiene por nombre,
Por patria Tucumanesa".

También es conocido el poema: La Guerrera Urbana

Manuela Pedraza,
flor de La Fortaleza:
no hay otro alférez
más valiente que vos.

Oigo tu voz
más allá de Buenos Aires
y tu galope audaz,
Manuela "La Tucumanesa".

Me enamora la patria en agraz,
desvelada, recorro su faz;
el inglés no pasará
con mujeres tendrá que pelear.

Manuela Pedraza,
flor de La Fortaleza:
no hay otro alférez
más valiente que vos.

Truena el cañón,
préstame tu fusil
que la revolución
viene oliendo a jazmín.

Tierra de neblina
en la antigua ciudad porteña,
el eco nombra aún
a Santiago de Liniers.

Tierra en armas que se hace mujer,
amazona de la libertad.
Quiero formar
en tu escuadrón
y al clarín de tu voz
atacar.













jueves, 19 de febrero de 2015

EL PRIMER REBELDE DE AMERICA: CACIQUE HATUEY

EL PRIMER REBELDE DE AMERICA: CACIQUE HATUEY


Este cacique de los taínos había nacido en la isla de Quisqueya (Hoy Haití y Republica Dominicana). Se rebeló contra los españoles, que lo expulsaron a Cuba.
Allí Hatuey organizó a sus hombres contra los conquistadores, en un adelanto de lo que se dio luego en llamar “guerra de guerrillas”, en pequeños grupos y atacando por sorpresa. Pero sus armas (palos, piedras y flechas) finalmente fueron vencido por los españoles comandados por Diego Velazquez, que tenían armas de fuegon corazas, ballestas, etc.
No obstante lograron tomar prisionero al cacique Hatuey porque lo delataron prisioneros indígenas mediante tormentos.
El Fray Bartolomé de las Casas le atribuye en su obra las siguientes palabras:  Este es el Dios que los españoles adoran. Por estos pelean y matan; por estos es que nos persiguen y es por ello que tenemos que tirarlos al mar... Nos dicen, estos tiranos, que adoran a un Dios de paz e igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Ellos nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Incapaces de igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper”.
Detenido, el cacique Hatuey fue condenado a morir en la hoguera.
Previo al sacrificio, el sacerdote Olmedo le preguntó si quería convertirse en cristiano para subir al cielo.
Hatuey sin dudar le contestó su famosa frase: "No quiero yo ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente.


miércoles, 18 de febrero de 2015

EL VERDADERO ORIGEN DEL HOCKEY : LA “CHUECA”

EL VERDADERO ORIGEN DEL HOCKEY : LA “CHUECA”

El origen del hoy llamado Hockey es argentino, más aún, de nuestro pueblos originarios.
¡Por eso son tan buenas las Leonas!
Se llamaba la “CHUECA”
El juego de la "chueca", antecesor indígena del hockey se jugó en casi todo el territorio argentino. Los mapuches lo llamaban "uiñu" o " palín", los tobas:"tol", los pilagá: "elemrak" y los mocobíes lo llamaban "leremá". Los adultos varones y, en algunas comunidades los niños, jugaban este juego. El número de jugadores y las dimensiones del campo de juego variaban según los distintos pueblos. Se alentaba a los equipos con cánticos y el vencedor ganaba además un premio, muchas veces se apostaba un caballo, que era un bien muy preciado.
Para vencer era necesario lograr una diferencia de 4 tantos, por lo que algunas veces los partidos se extendían durante varios días.

Estos juegos servían para dirimir conflictos y para tomar decisiones, ya que se creía que la suerte del equipo era determinada por los dioses. En ocasiones para zanjar alguna diferencia entre tribus se jugaba un partido de "chueca", el vencedor obtenía el derecho a decidir sobre la cuestión en disputa.

La verdadera historia de la Milanesa a la Napolitana

La verdadera historia de la Milanesa a la Napolitana


Son muchos los que creen que este plato procede de Italia, debido a que su nombre parece evocar las ciudades de Milán y Nápoles. Pero no. La famosa milanesa a la napolitana, hija del azar, es tan Argentina como alambre de púa, la lapicera o el registro de las huellas dactilares.



El cliente llegaba a un restaurante ubicado frente al Luna Park apenas pasada la medianoche y pedía una milanesa. El mozo lo atendía -el mismo siempre cumplía la comanda con la cordialidad acostumbrada, sin hacerle notar que ya había anticipado la orden a la cocina con sólo verlo llegar. La escena se repetía, alla por los años 50, noche tras noche sin mayores sobresaltos hasta que un imprevisto modificó la secuencia y dió un giro
sabroso a la historia de la milanesa. 
Cierta noche el habitual comensal llegó más tarde de lo que acostumbraba, hizo su pedido y se entretuvo desmigajando un pancito. Un asistente, mas voluntarioso que hábil, tomó el lugar del cocinero que ya había concluído su servicio, con tan mala suerte que pasó de punto la fritura de la única milanesa disponible en el restaurante. Medio asustado y con ánimo de encontrar una solución rápida al asunto, consultó a don José Nápoli, el dueño, quien le respondió: "No te preocupes lo vamos a arreglar. Tapa la milanesa con jamón, queso, salsa de tomate y luego la gratinás."
Mientras el asistente ponía esmero en disfrazar la milanesa en la cocina, don José en el salón, se acercó al cliente y lo predispuso a probar algo nuevo y especial. En minutos el mozo llegó a la mesa con la fuente humeante, que provocó un placer inmediato en el comensal. Así en tanto lo veía devorar su más reciente creación, Nápoli se sentó en una de las mesas libres con el menú original, que por entonces se reproducía
con gel en letras azules, y agregó al final de la lista, de puño y letra el nombre de su creación: Milanesa a la Nápoli.
Con el tiempo, y esa habilidad que tiene la lengua para esculpir nuevas palabras, el plato fue rebautizado como " milanesa a la napolitana", se hizo popular y todavía hoy sigue presente en la carta de los bodegones bohemios
y no tanto, en los restaurantes porteños y en los bares que ofrecen minutas. Para Dereck Foster, titular de la cátedra de Alimentos y Bebidas de la Escuela de Turismo de la Universidad Del Salvador, que nos brindó la
historia, el nombre desvirtúa el origen del plato, y sugiere una procedencia equivocada. Las palabras Milán y Nápoli presentes en el nombre remiten a muchos a considerar este hito de la cocina porteña como a un plato de
procedencia italiano. Pero la verdad de la milanesa es otra.
¿ A quién se le ocurre, además, que Milán y Nápoles -enemigos declarados en guerra cultural y económica que divide al norte rico y al sur pobre de Italia-podrían prescindir de sus diferencias- para confraternizar en un
plato....? Sólo a don José . A Don José Nápoli