martes, 16 de marzo de 2010

DON ANTONIO DE VERA Y MUJICA

Heroe que rechazó una invasión al Río de la Plata
En el mes de enero de 1680, una flotilla portuguesa procedente de Río de Janeiro, penetró en el estuario del Plata y echó anclas en la isla San Gabriel. Componían la misma dos navíos de alto bordo, dos zumacas y tres lanchones en los que navegaban tres compañías de infantería, un escuadrón de caballería y numerosos colonos. Traían consigo 18 piezas de artillería, un centenar de barriles de pólvora, elementos para la construcción, herramientas de labranza y vituallas en general.




Venía la expedición al mando de un militar de prestigio, don Manuel de Lobo, que en su juventud, se había destacado en algunas campañas de guerra. Lobo traía consigo 60 esclavos negros de su propiedad y varios indios tapes, completando un total de 500 personas aproximadamente, con las que pensaba colonizar la margen izquierda del Río de la Plata, reclamada como propia por la corona portuguesa.



El lugar elegido, frente a la isla San Gabriel, era una península arenosa protegida por un escudo de islas, ubicada a 250 kilómetros de las bocas del gran estuario, a solo 100 de la desembocadura del río Uruguay y a 40 de la ya centenaria ciudad de Buenos Aires, asiento de las autoridades de la Gobernación del Río de la Plata.



No cabe ninguna duda que el territorio de la Banda Oriental era dominio de España. Allí pastaba el ganado introducido por Hernandarias a mediados del siglo anterior; allí se habían efectuado atribuciones de encomiendas y mercedes, allí se alzaba la población de Santo Domingo de Soriano, misión levantada por los padres franciscanos en 1624 (en la actualidad es la ciudad más antigua del Uruguay) y la región caía en su totalidad, dentro de los límites estipulados por el Tratado de Tordesillas, además de haber sido descubierta y explorada por las expediciones de Juan Díaz de Solís y Juan Sebastián Gaboto, de haber sido reconocida por don Pedro de Mendoza en 1536 y de haberla ocupado temporalmente Juan Ortíz de Zárate, para levantar algunas fortificaciones. Los españoles de Buenos Aires se proveían allí de piedra y madera para la construcción y utilizaban muchos puntos de sus costas como puertos alternativos.




Era regente de Portugal por aquellos tiempos, el príncipe Don Pedro y gobernaba Río de Janeiro Souza Freire, quien maduró el plan de levantar una colonia en el Plata, entre 1669 y 1671.

La escuadrilla portuguesa cruzó a tierra firme y comenzó a edificar la ciudad que don Manuel Lobo denominó Nova Colonia do Sacramento, sobre planos del ingeniero militar Antonio Correia Pinto.



Lo que no sabían los recién llegados era que gobernaba en Buenos Aires un tozudo vasco, que como buen vasco era fiel y leal a la Corona: don José de Garro, que al saber la novedad, se apresuró a notificar a las autoridades de Lima solicitando ayuda (la región del Río de la Plata dependía por esos tiempos del virreinato del Perú), al tiempo que despachaba embarcaciones hacia la zona, con la misión de observar los movimientos de aquellos intrusos.



Pero don José no iba a esperar la llegada de refuerzos desde un sitio tan distante (la capital virreinal), por lo que se apresuró a solicitar tropas a las vecinas gobernaciones de Paraguay y Tucumán mientras procedía a alistar a la guarnición de Buenos Aires.



Garro era un funcionario ducho y un militar experimentado, que ya se había desempeñado como gobernador del Tucumán. Militar de carrera y caballero del hábito de Santiago, supo desenvolverse en tan tensa situación, actuando con decisión y energía; esa energía propia de la raza española.



La zumaca española “San Joseph”, perteneciente a la escuadra porteña, tomó contacto con los lusitanos en la isla de San Gabriel. Su oficialidad fue recibida con suma cortesía por el gobernador Garro, quien les explicó que se hallaba en ese lugar cumpliendo una misión encomendada por su rey. Los españoles no olvidaban que unos días antes, el 28 de enero, otra embarcación había escuchado el tronar de doce cañonazos, la salva con la que los portugueses formalizaron el acto de fundación.



La “San Joseph” regresó a Buenos Aires para llevar las nuevas a su gobernador, portando una atenta nota de don Manuel de Lobo en la que deseaba (a Garro), todo tipo de bondades. Sin dudarlo un instante, el español procedió a redactar una dura misiva, exigiendo con firmeza el abandono de los territorios ocupados. Cuando los portugueses respondieron negativamente, no quedaron dudas que habría guerra en el Río de la Plata.







La movilización fue casi general en todo el actual territorio argentino; una movilización como nunca antes se había visto, ni siquiera en tiempos de las guerras calchaquíes.



El gobernador del Tucumán, don Juan Diez de Andino despachó 300 efectivos fuertemente armados, proveniente la mayoría de La Rioja y Córdoba, a las órdenes del maestre de campo don Francisco de Tejera y Guzmán, entre cuyos ancestros se destacaba fray Luis de Tejeda, primer poeta de estas tierras; don Francisco llevaba como segundo al bisnieto del fundador de Córdoba, don Antonio Suárez de Cabrera (que moriría en la campaña), a don Luis de Bracamonte, también cordobés, jefe de caballería y a don Alvaro de Luna y Cárdenas, otro descendiente de conquistadores y colonizadores, comandando el contingente riojano. La ciudad de Santa Fe aportó 50 soldados al mando del capitán criollo Juan de Aguilera; Corrientes 60, al frente de los cuales, marchó el sargento mayor don Francisco de Villanueva y las Misiones 3000 indios guaraníes provenientes de las reducciones, al mando de oficiales blancos (españoles y criollos), dirigidos por el padre Diego Altamirano, su provincial. Los indios, que traían 9000 cabezas de ganado para el mantenimiento de la tropa, partieron de Santo Tomé el 28 de marzo, parte embarcados en balsas y parte avanzando por tierra, mientras en Buenos Aires, 120 guerreros luciendo corazas y yelmos de hierro, se aprestaban a marchar a las órdenes de su capitán, don Francisco de la Cámara, natural de Alcalá de Henares.

Había que designar a un individuo enérgico y experimentado para comandar aquel aparato bélico, el más grande que recordara la historia del Río de la Plata. La elección recayó en la persona del maestre de campo don Antonio de Vera y Mujica, militar valeroso, nacido en Santa Fe en 1620, que además de haber desempeñado las funciones de alcalde de su ciudad natal, se había destacado por su bravura y coraje en las guerras contra los indios del Chaco impenetrable.



No pertenecía Vera y Mujica al linaje de los Vera y Aragón como tantas veces se ha sostenido. Era hijo de un caballero oriundo de las islas Canarias y de una dama de noble abolengo rioplatense, de apellido Esquivel, por cuyas venas corría sangre de conquistadores y gobernantes. Don Antonio, firme opositor a que las gobernaciones del Río de la Plata y el Paraguay estuviesen divididas, se trasladó a Santo Domingo de Soriano cuando arreciaba el invierno austral y se puso al frente de sus tropas, que provenientes de los puntos anteriormente mencionados, convergían sobre la población para marchar sobre la Colonia.



Finalizando el mes de junio las huestes hispanas abandonaron la misión de Soriano y enfilaron hacia el sur, uniéndose a la legión porteña en las cercanías del enclave enemigo. El 6 de julio, los españoles plantaron sitio, instalando el comandante su campamento en un punto conocido en la actualidad como el Real de Vera, muy cerca del Real de San Carlos, donde un siglo después, el virrey Cevallos haría lo mismo, para expulsar definitivamente al invasor.



Los portugueses, que todo lo observaban desde lo alto de sus fortificaciones, comprendieron que se avecinaban momentos difíciles y a poco, comenzaron a desertar, primero un alférez de nombre Sebastiao Peralta, que se pasó como informante al bando enemigo y terminó sus días radicado en Buenos Aires; después once soldados y finalmente varios indios tupíes. Mucho extrañaba a don Manuel de Lobo la tardanza de los refuerzos que al mando del capitán Jorge Suárez de Macedo, debían llegar a la Colonia a bordo de una zumaca y un lanchón. Ignoraba que su compatriota había naufragado en la entrada del Río de la Plata tras estrellarse contra los arrecifes del cabo Santa María y que había caído prisionero de indios misioneros provenientes de Yapeyú, que exploraban la zona por órdenes del padre Altamirano.



Pero del lado de los sitiadores también surgieron inconvenientes. Un centenar de indios de las Misiones, decayendo su moral, comenzaron a vender en secreto a los sitiados, vituallas, caballos, carne y lo que era peor, todo tipo de información.



Descubierta la traición, Vera y Mujica decidió castigar a tres de ellos, haciéndolos azotar frente al total de la tropa y ordenando retirar al resto de los guaraníes hacia las márgenes del río San Juan, a 15 kilómetros de distancia. Sabía que no podía aplicar escarmientos más duros porque el elemento indígena comenzaría a desertar masivamente y eso terminaría por desbaratar la expedición. Se dice que los seis caciques que comandaban a esa gente, avergonzados por el proceder de los suyos, solicitaron al comandante el inmediato ataque a la plaza ya que además de la desmoralización y la flojera, comenzaba a cundir entre ellos la enfermedad.



El 21 de julio de 1680 don Antonio de Vera y Mujica intimó a los portugueses a capitular y ante la respuesta negativa, el día 26 reunió a sus capitanes y les comunicó su decisión de atacar.



Dos días después se celebró en casa del obispo de Buenos Aires una reunión en la que el gobernador Garro reunió a cabildantes, funcionarios, sacerdotes, militares y vecinos principales de la ciudad, para decidir si se continuaba adelante con el sitio o se emprendía el asalto definitivo a la plaza. Los representantes de Córdoba y Tucumán votaron por la segunda opción que fue apoyada por la mayoría porteña y ante aquel estado de cosas, Garro ordenó a su escribano redactar la orden de ataque. El momento había llegado.



Recibida la comunicación procedente de Buenos Aires, Vera y Mujica dividió su ejército en tres columnas y en plena noche inició la marcha, decidido a asaltar el bastión por sus tres fortificaciones principales.



Debió tratarse de un espectáculo impresionante, propio de los relatos medievales, la movilización en perfecto orden de batalla de toda esa formación. Es cierto que no se asemejaba ni por asomo a los feroces tercios y legiones españolas que arrollaron a los alemanes en Mulberg, a los franceses en San Quintín, a franceses e italianos en Pavía o a los flamencos en Bleda y mucho menos a las aguerridas fuerza que arrollaron a los turcos en Lepanto, pero por tratarse de una movilización en el confín más alejado del imperio, el ejército de Vera y Mujica era imponente.



En la ciudadela sitiada, los portugueses aguardaban el ataque de un momento a otro. Don Manuel de Lobo, consumido por altas fiebres, yacía postrado en su cama después de delegar el gobierno en la persona de don Manuel Galvao.



Las fuerzas españolas se aproximaron en silencio, una columna al mando del capitán Alejandro de Aguirre, otra al del capitán don Gabriel de Toledo, natural de Corrientes y la del centro al del propio Vera y Mujica. Los indios se aproximaron sigilosamente, treparon los muros y degollaron a uno de los guardias, pero su compañero dio la alarma disparando su arcabuz.



Dentro del recinto amurallado estalló el caos. Todo el mundo corrió a sus puestos portando sus armas y dando voces de mando a los gritos.



La columna al mando del capitán Aguirre colocó sus escalas y comenzó a trepar el bastión del sur en tanto la de su igual en el mando, Gabriel de Toledo, hacía lo mismo por el norte. Don Manuel Galvao, montado en su corcel impartía órdenes aquí y allá y al ver a los españoles a punto de tomar el baluarte meridional, corrió hasta el lugar y logró rechazarlos, aunque solo por un breve espacio de tiempo. Aguirre volvió a cargar y uno de sus hombres abatió al portugués de un certero disparo en la cabeza.



El bastión del sur fue el primero en caer, mientras un grupo de soldados lusitanos intentaba sostener el del norte. Fue en ese momento que el ingeniero Correia Pinto y toda la oficialidad portuguesa fueron masacrados. Mientras la ciudad comenzaba a ser saqueada, algunos de los sobrevivientes optaron por abandonar el lugar. Un grupo al mando del futuro gobernador Francisco Naper de Alencastre se encerró en la iglesia e intentó resistir y otro corrió hacia un lanchón depositado en las playas, con evidentes intenciones de alejarse del lugar. No lo logró porque fue aniquilado antes de concretar el cometido.



Don Antonio de Vera y Mujica irrumpió en pleno fragor de la batalla, arengando a sus huestes mientras sostenía su espada en la diestra. Fue cuando vio aparecer, extenuado por la fiebre, esquelético y tembloroso, a don Manuel de Lobo que con su sable en alto, intentaba vender cara su viga.



Al verlo aparecer, con ese aspecto fantasmagórico y espeluznante, los indios misioneros se arrojaron sobre él, con la evidente intención de ultimarlo, pero el noble y valeroso Vera se les interpuso, protegiéndolo con su cuerpo mientras gritaba con voz firme, que tanto la vida como las propiedades del gobernador portugués, le pertenecían.



Al cabo de poco mas de una hora, la batalla finalizó. 112 portugueses habían perecido, muertos en el combate o ultimados después. Los heridos duplicaban ese número. Por parte de los atacantes, los muertos sumaban 36, entre indios y blancos y los heridos un centenar. Es difícil explicarse como perecieron tan pocos, recibiendo, como recibieron los disparos de los pedreros y arcabuceros estratégicamente apostados a lo largo de las defensas, mientras llevaban a cabo el asalto. Los hombres de Alencastre recién dejaron el recinto de la iglesia cuando Vera y Mujica en persona les garantizó la vida.

Ese mismo día, por la tarde, los muertos fueron enterrados mientras las fortificaciones eran demolidas y los fosos rellenados. Al día siguiente, 8 de agosto, la noticia del triunfo llegó a Buenos Aires, desde donde partieron mensajeros para hacerla saber en las restantes poblaciones de las tres gobernaciones.



Lobo y los sobrevivientes, entre ellos dos sacerdotes, llegaron a la capital porteña ese mismo día, mientras la población festejaba el triunfo ruidosamente en las calles. La artillería, el armamento y los estandartes lusitanos también fueron conducidos, como trofeos de guerra y depositados en el fuerte, por entonces una modesta edificación. El resto de los lusitanos fueron distribuido en prisiones de diferentes puntos de la provincia y allí permanecieron cautivos hasta 1683.



Don Antonio de Vera y Mujica fue vitoreado al desfilar por las calles de Buenos Aires y en los días posteriores, recibió los plácemes y salutaciones de funcionarios y vecinos destacados, agradecidos de la gran empresa que había realizado. Entre 1681 y 1685 fue gobernador del Tucumán y entre 1685 y 1695, de la provincia del Paraguay. Fue una de las figuras más importantes del período colonial, funcionario emprendedor y guerrero de valor, que dio notable impulso al cultivo de la yerba mate, que a partir suyo, dejó de recolectarse directamente de la planta que la producía. Natural de nuestra tierra argentina, heredero del coraje y la fortaleza española, capitaneó al primer ejército argentino en una de nuestras primeras contiendas de magnitud.

martes, 2 de marzo de 2010

La epopeya de las cataratas

Difícilmente se pueda ignorar que en cada retazo de la Conquista en América existe una señal homérica, en tanto queramos ubicarla como hazaña del Hombre, empujado por tremendos heroísmos, ambiciones, ensueños, etc. Y en cada secuencia, él o los protagonistas se destacan en el tiempo en forma clara, definida, tiñendo los hechos con el color de su nítida individualidad.
Todos los grandes Capitanes que abrieron sendas dejaron su sello. Esto ocurre también con la figura legendaria del Segundo Adelantado del Río de la Plata, don Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Nació en Jerez de la Frontera, hijo de don Francisco Vera y de doña Teresa Cabeza de Vaca, de noble linaje, como refiere Lafuente Machaín, se educó en casa de su tío el comendador Pedro Estopiñán, poniéndose luego al servicio de los Reyes Católicos; hizo las campañas de Italia y en las luchas de las Comunidades de Castilla combatió sin tregua. Refiere el citado historiador que en el año 1521, gentes de Don Juan de Figueroa tomaron el Alcázar de Jerez, oportunidad en que Cabeza de Vaca, en unión de algunos parciales del Duque de Medina Sidonia, retomó ese bastión y lo entregó a Don Jorge de Portugal.


Quizá templaran a Don Alvar Núñez estas luchas para afrontar la gran aventura en Indias.



Sabemos que el alejamiento de escena de Don Pedro de Mendoza, creó un período de incertidumbre, de choques, de gobiernos provisorios, determinando el Rey de España firmar una Capitulación a 15 de junio de 1540, por la cual designa a nuestro personaje en calidad de Adelantado, cuando éste ya había regresado a la Península, ahíto de aventuras, huellas, cicatrices y relatos, tras el peregrinaje con Pánfilo de Narváez en la Expedición a la Florida, donde salvó apenas su vida, tras un cautiverio entre los indígenas, episodios que después relata en sus valiosas Memorias.



“En esta Capitulación –señala Medardo Chávez- especificaba no permitir letrados ni procuradores, porque las experiencias habían demostrado que esas profesiones ocasionaban diferencias y pleitos originándose discordias mortales y odios implacables; repartimiento de tierras a perpetuidad a los que la hubiesen poseído cinco años cumplidos; facultad para tratar y contratar libremente con los indios; libertad a los vecinos de las Provincias del Río de la Plata para volver a España sin necesidad de permiso del Rey”, etc. etc. Es evidente que esa Capitulación establecía premisas ejemplares, dignas de la mejor constitución democrática, pero bien sabemos que en su casi totalidad, en la práctica, era letra muerta.



Con los pliegos reales y el corazón animoso, dispuesto a “cumplir y hacer cumplir”, parte el Adelantado desde el puerto de Sanlúcar, el 2 de noviembre de 1540, llegando muchas semanas después a las costas del Brasil para iniciar de inmediato la segunda y definitiva etapa de aventuras en esta parte del Continente.



Es así que sale de Santa Catalina, donde desembarcara con sus acompañantes, soldados, frailes, hombres de servicio, indios amigos, con todo el habitual cargamento de armas, caballos, vituallas, etc., propios de estas empresas. Y lo hace por tierra. El océano y las carabelas quedaban atrás. Por tierra como en la primera ocasión, generalmente a pie por lo cerrado y abrupto de las sendas y el itinerario a recorrer.



Aún en nuestros días, cuando el hombre ya dejó su huella en las selvas llamadas vírgenes, resulta dramática una travesía en la espesura, con mil acechanzas, alimañas, insectos, fieras, temperaturas, lluvias. Imaginemos lo dantesco del esfuerzo. Y fue entonces cuando como si descorriera de pronto un mítico telón, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, con lógico deslumbramiento se encuentra frente al gigantesco milagro de las Cataratas del Iguazú, y nos da, personalmente, las primeras noticias sobre ellas.



Pero es útil que recurramos a la versión directa del acontecimiento, que hallamos en la segunda parte de su ya citada Memoria de los sucesos que le tocó vivir en Indias, y que conocemos bajo el título original de “Naufragios y Comentarios”.



En el capítulo XI, consigna: “De cómo el Gobernador caminó con canoas por el río Iguazú y por salvar un mal paso de un salto que el río hacía, llevó por tierra las canoas una legua a fuerza de brazos”. Y luego el relato: “A postrero día del dicho mes de enero, yendo caminando por la tierra y provincia, llegaron a un río que se llama Iguazú, y antes de llegar al río anduvieron ocho jornadas de tierra despoblada, sin hallar ningún lugar poblado de indios. Este río Iguazú es el primer río que pasaron al principio de la jornada cuando salieron de la costa del Brasil. Llámase también por aquella parte Iguazú; corre del esteoeste; en él no hay poblado ninguno; tomose el altura en veinte y cinco grados y medio. Llegados que fueron al río de Iguazú, fue informado de los indios naturales que el dicho río entra en el río del Paraná, que asimismo se llama río de la Plata; que entre río del Paraná y el río de Iguazú mataron los indios a los portugueses que Martín Alonso de Sosa envió a descubrir aquella tierra; al mismo tiempo que pasaron el río en canoas, dieron los indios en ellos y los mataron. Algunos de estos indios de la ribera del Paraná, que ansí mataron a los portugueses, le avisaron al Gobernador que los indios del río Piquerí, que era mala gente, enemigos nuestros, y que les estaban aguardando para acometerlos y matarlos en el paso del río, que por esta causa acordó el Gobernador, sobre acuerdo, de tomar y asegurar por dos partes el río, yendo él con parte de su gente en canoas por el río Iguazú abajo y salirse a poner en el río del Paraná y por la otra parte fuese el resto de la gente y caballos por tierra, y se pusiesen y confrontasen con la otra parte del río, para poner temor a los indios y pasar en las canoas toda la gente; lo cual fue así puesto en efecto; y en ciertas canoas que compró a los indios de la tierra se embarcó el Gobernador con hasta ochenta hombres, y así se partieron por el río Iguazú abajo, y el resto de la gente y caballos mandó que fuesen por tierra, según esta dicho, y que todos se fuesen a juntar en el río del Paraná. Y yendo por dicho río de Iguazú abajo era la corriente tan grande que corrían las canoas por él con mucha furia; y esto causólo que muy cerca de donde se embarcó da el río un salto por unas peñas muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan gran golpe que de muy lejos se oye, y la espuma el agua como cae con tanta fuerza, sube en salto dos lanzas y más, por manera que fue necesario salir de las canoas y sacarlas del agua y llevarlas por tierra hasta pasar el sitio, y a fuerza de brazos las llevaron más de media legua en que se pasaron muy grandes trabajos”. Y prosigue: “salvado aquel mal paso, volvieron a meter en el agua las dichas canoas y proseguir su viaje; y fueron por el dicho río abajo hasta que llegaron al río del Paraná; y fue Dios servido que la gente y caballos que iban por tierra, y las canoas y gente, con el Gobernador que en ellas iban, llegaron todos a un tiempo, y en la ribera del río estaban muy gran número de indios de la misma generación de los guaraníes, todos muy emplumados con plumas de papagayos y almagrados, pintados de muchas maneras y colores, y con sus arcos y flechas en las manos hecho un escuadrón de ellos, que era muy gran placer de los ver. Como el Gobernador y su gente (de la forma ya dicha), pusieron mucho temor a los indios, y estuvieron muy confusos, y comenzó por lenguas de los intérpretes a les hablar, y a derramar entre los principales de ellos muy grandes rescates; y como fuese gente muy codiciosa y amiga de novedades, comenzaron a sosegar y allegarse al Gobernador y su gente, y muchos de los indios les ayudaron a pasar de la otra parte del río; y como hubieren pasado mandó el Gobernador que de las canoas se hiciesen balsas juntándolas de dos en dos; las cuales hechas, en espacio de dos horas fue pasada toda la gente y caballos de la otra parte del río; con concordia de los naturales, ayudándoles ellos propios a los pasar. Este río del Paraná, por la parte que lo pasaron, era de ancho un gran tiro de ballesta, es muy hondable y lleva muy gran corriente, y al pasar del río se trastornó una canoa con ciertos cristianos, uno de los cuales se ahogó porque la corriente lo llevó, que nunca más apareció. Hace este río muy grandes remolinos, con la fuerza del agua y gran hondura de él”.



Así, con el típico detallismo y estilo de la época, vivimos el episodio. Félix de Azara establece que el hecho ocurrió el 1º de febrero, precisamente, de 1542.



Alvar Núñez Cabeza de Vaca proseguirá la lenta marcha hacia la Asunción, ya por tierra, con el frondoso acompañamiento, sorteando duras jornadas. Y llegaría a la colonial “fundadora de ciudades”, el 11 de marzo del citado año, con un recibimiento auspicioso de las autoridades provisorias y vecindario. Pero bien pronto el Adelantado debería afrontar dificultades, odios, rencores, rencillas, aquellas mismas que había querido prevenir la Capitulación suscripta por el Rey cuando lo designara. Pronto habría una sorda guerra interna que desembocaría en su dura prisión. Cárcel, cadenas, amenazas, exilio. Y con esto último, el regreso a España en la sentina de una carabela, como un mísero que debía finalmente afrontar un proceso incoado con intrigas y malquerencias. En ello igualó el destino del Gran Almirante. Su vida, en detalle, merecería muchos capítulos que nos darían la dimensión de su perfil verdadero, de su tesitura de soldado de férrea conducta, pero al mismo tiempo, una calidad particular, obstinada, valiente y temeraria. Es decir, un verdadero capitán de la Conquista. Pero todo eso es ya otra historia. Nos movió su paso accidental por las tierras de la actual provincia de Misiones. Ese paso que lo llevó al descubrimiento de las Cataratas, únicas en su grandeza universal.



Y quizá esa fortuita circunstancia sirva para agregar a tanta belleza el sello romancesco que puso sin saberlo el Adelantado con su inopinada presencia, en un primer día de febrero del ya lejano año de Señor de 1542.



Fuente

Areco, Lucas Braulio – La epopeya de las cataratas.

Azara, Félix – Descripción e Historia del Paraguay y del R. de la Plata.

Cabeza de Vaca, Alvar Núñez – Naufragios y comentarios – Ed. 1947.

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Chávez, Medardo – Los Adelantados del Río de la Plata.

Lafuente Machain, R – Los Conquistadores del Río de la Plata.

Navarro Lamarca - Apuntes de Historia Americana.

Todo es Historia, Nº 125 – Buenos Aires, Octubre de 1977.

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viernes, 26 de febrero de 2010

Comisarios eran los de antes

[ Copia fiel de actuación policial de la comisaría de Las Flores del año 1909. Se ha respetado la ortografía original ]




Comisaría de: Las Flores ATUACIÓN POLICIAL Nros 3 DE 1909 Del Señor Comisario Don Marcos Andrade.

Denuncia de Angélica Solores contra Bonifacio estrella, acusándolo de aber abusado de ella y de sus dos hijas.




El día de oy, 15 denero de 1909 se presenta ante mí, Marcos Andrade, Comisario de Policía de Las Flores, una mujer que dijo venía a levantar una denuncia, y que respondiendo a las preguntas que le hizo contestó llamarse Angélica Flores, viuda (no sabe de quién), santiagueña de treintaiocho años deedá quien vive en una casa blanqueada de verde que ay al otro lao de la estasión, en el camino que va pal matadero. Dispues deso "le pasé" la palabra a eya y dijo: que la primera me se casó con Francisco Carreño, de quién tuvo dos hijas, la Micaela, y la Dolores, de 18 y 15 añios deedá cada una deeyas, que eran mui felises pero un día el se fue a trabajar a la cosecha, pero como estuvo cuatro años sin volver palas casas ni dar señales de vida, eya creyéndolo muerto se volvió a casar con el Casimiro Reyes, con quién tuvo otros tres hijos más.



Que no sabe porque causa Reyes también la abandono hace ya mucho tiempo, y como no está sigura si dos maridos están muertos o no, es que no sabe de cuál deyos es viuda. Que hace un añio se conoció con el Bonifacio Estrella, foguista de tren, quién quiso casarse denseguida con ella, pero ladisente de miedo que le pasara lo mismo que con los otros maridos no le dio el sí y solo le asetó vivir arrimada con él pero guardandole el rispeto, como si fuera su esposo endeveras, que el Estrella se portó bien al prinsipio, era cariñioso con sus hijas y corría con los gastos de la casa. Pero muy pronto la disente, sedio cuenta que entre él y la Micaela, haiba algo y no está desasertada porque cuando aclaró las cosas resultó que su hija ya estaba gruesa y que el sedutor era su propio marido.



Que por supuesto ubo un gran baruyo entre ellos, pero como se habían acostumbrado a vivir todos juntos, arreglaron las cosas, pero como marido de la Micaela, con ella "nihablarse". Claro que eya sentía perderse un marido jóven y con empleo como Estrella, pero dispuso de lo que pasara "que iba aser" que la disente le entregó a la pareja su cama matrimonial y eya se fue a dormir en el catre que usaba antes la Micaela, que las cosas siguieron bien un tiempo nomás, porque el cartero Prutorio Gómez al verla libre a la disente empesó cortejarla, pero al enterarse Estrella de esos amores, le proibio Gómez, que se llegara a las casas, alegando que mientras él sostuviera la familia él mandaba.



Que la disente reconoce que Estrella tiene rasón en parte, pero que eya también la tiene, porque ya que él la dejó por su hija no puede proibirle a que eya busque la felicidad al lao de otro ombre. Que apesar de sus protestas Estrella se impuso y la disente le izo caso porque comprendía que apesar de sus caprichos el ombre no es malo del todo y le desía que por ay le acía unas caídas pero la disente no aflojó. Y cuando después de tantas desilusiones pensaba renunciar a los ombres buscando felicidad del nieto que la Micaela esta con filo, risulta que el Estrella se le manda mudar llevándose a la otra a la Dolores, de quinse añios deedá, y de yapa media sonsa, porque si nó no se explica como puede haberseido con un ombre así.



Que si la disente etubiera en otras condiciones no pediría nada pero obligada a dar este paso teniendo en cuanta a que dispué de lo ocurrido es muy difícil encontrar otro ombre que se quiera ser cargo de la familia. Que por eso presenta esta denuncia pidiendo a la autoridad que le hagan justicia obligando a Estrella a volver a la casa y que se cace con cualquiera de sus hijas. (subrayado en el original) asi se ciente más obligado a cumplir sus compromisos y que si el no quiere casarse con las muchachas la disente a pesar del resentimiento que le guarda estaría dispuesta a sacrificarse casándose con él nada más que para salbar el honor de la familia. Está todo lo que ha dicho, di por terminada la denuncia, firmando la disente conmigo y los testigos son Froilan Sombra, mas conocido por el Rengo Sombra, el peluquero Vitorio Avalos, vecinos de esta comisaría y ombres de toda mi confianza.



Fdo: Marcos Andrade Angélica Solores Vitorio Avalos Froilan Sombra



Nombrese: Al sargento Feliciano Troncoso para que pida prestados dos cabayos y en cuanto pueda salga atrás de la pareja y la agarre ande aya.



Fdo: Marcos Andrade





La Flores, veinte de enero de milnovecientos nueve:



Abiendo vuelto el Sargento Troncoso trayendo la pareja que se disparó, resuelvo que se presenten ante mi presencia, para tomarle declaración.



Fdo: Marcos Andrade





Un rato mas tarde la ago trair a mi escritorio a la menor Dolores Carreño que estaba detenida por averse mandao a mudar con el marido de la hermana y habiendo prometido que contaría todo lo que hab sucedido, empesé por preguntarle por cuantos años tenía y las demas cosa que se preguntan a las personas que cain presos, contestando yamarse como ya lo dijo al principiar, hija de su madre Angélica Solores, santiagueña tamien, como toda la familia, tiene no mas de quince añios y no sabe escribir cartas ni leerlas y si firmar. El suscrito tiene la obligación de dejar constancia que la muchacha bien desarroyada y que a pesar dela edá que confiesa, ya es mujercita y buena. Prieguntada si sabe preguntada si sabe por que a caido presa contesta: que sabe que la an tomao poraberse fugado con Bonifacio Estrella , preguntada para que cuente todo lo que aiga pasado contesta: que eya lo quiere a Estrella deside que lo conoció y que el le correspondió denseguida pero como ella era algo chica todavía y el tenía compromiso con su madre y su hermana la Micaela, resolvieron esperar; que ase una semana Estrella la a probao como mujer y está muy conforme con ella y que si no la quieren creer que se lo pregunten a Estrella. Preguntada para que diga si está o no arripentida del paso que a dao contesa: que no se arripiente de nada, que Estrella ya ha cumplido con su madre y su ermana y bastante que a debido esperar mientras el las atendia a eyas antes que a la disente y lo justo es que aura se lo dejen a eya siquiera por un tiempo para que el pueda conocerla mejor y dispues diga con quien quiere quedarse. Que su madre ha hecho esta denuncia por despecho y no quiere desir otras cosa piores para que la gente no able. Ante la repentina salida de la muchacha termino con eya firmando los dos con los mismos testigos que usé la primera ves.



Fdo: Marcos Andrade Dolores Carreño Vitorio Avalos Froilan Sombra



Dispues lo ago pasar al causado que fue tomado prisionero junto a la mujer que disparó con él y como el ombre me prometiera decir la verdá de todo, emprincipié por preguntarle quien era, contestándome en presencia mía y del Sargento Troncoso que no me deja mentir, yamarse Bonifacio Estrella, Santafesino como de veinticinco añios, casado, bien parecido y buen empleado del Ferrocarril del Sur.



Apriguntas si se a estao preso y tiene antesedentes contesta: "nunca" Preguntao si sabe por que a caido preso contesta que sabe que loemos agarrao por lo que a echo y se pone a disposición de la autoridad. Preguntao para que cuente como an pasao los cosa, contestando: que lo único que a echo es fugarse con la Dolores porque la quiere y eya lo corresponde. Preguntado si antes vivía con la Micaela Carreño, contestó que es verdá, que ella está por tener un ijo del disente y que la quiere mucho tambien porque la muchacha es buena y no se habria sentido animada a meterlo en este enriedo sino que la madre qui a echo todo el baruyo enojada porque al prinsipio vivía con eya y dispues la dejó.



Preguntado si le ha dado palabra de casamiento a alguna de eyas, contestó que no, porque el disente ya es casado con la Rimualda Bustos, pero que si la mujer muere pronto como tiene esperansa, porque la pobre asi viendo questá enferma, entonses talves piensa cumplir con la Dolores, aunque sea, pero con la vieja nunca. Preguntado si su esposa sabía de sus relaciones con las Carreño, contesta: que sabía todo, pero que el disente cumple con sus obligacione y no tiene ningun visio, antes de ande chupando y jugando por los boliches, su mujer permite que tenga esas distracciones ajuera de la casa, pues como es mujer es sensata, comprende que esta eya enferma y siendo el disente ombre sano y joven, tiene que tener tentaciones. Preguntado si no se le a dao de decir alguna cosa contesta: que quiere desir ante al autorida que no se ciente culpable de nada, y que si bien reconoce que a echo vida marital con la Angelica Solores y sus dos hijas, tambien es cierto que sostenía a toda la familia con su trabajo y entonces lo justo es que eyas le pagaran de alguna forma el servicio que el les asía. Como ya se a echo tarde y no tenemos velas en la comisería terminamos con esta declarasión firmando los tres con el sargento Troncoso, porque los testigos que usamos siempre nos pidieron que los dejemos descansar por esta vuelta y les emos dado con el gusto.



Fdo: Marcos Andrade Bonifacio Estrella Troncoso Sargento





Las Flores, 25 de enero de 1909



Pareciendo al suscrito que la mujer Dolores Carreño se a disparado por su gusto con su sedutor Bonifacio Estrella y que entre eyos se quieren, resuelbo largarlos al los dos, ya que viviendo juntos no an echo mal a naides pues ay que tener en cuenta que aunque sea casado, su mujer es inferma y no le sierve para nada. Pero para que mi consencia quede tranquila voy a mandarle el sumario al mismo Jefe de Policía del Departamento para que lo rebise y diga si está bien o no lo echo por mi.



Fdo: Marcos Andrade



Las Flores, 25 de enero de 1.909



Señor Jefe de Policia Don Liberato Monje Querido Compadre:



...Con el cartero Gomez que va a Mercedes a comprarse ropa y hacerse retratar para antes de casarse te mando la denuncia que a levantao nuestra comisaría doña Angélica Solores, viuda (no sabe de quien) contra Bonifacio Estrella, un buen muchacho de que a sido marido de la denunciante y de sus hijas, la Micaela y la Dolores, para que rebises el sumario y me digas si está bien o mal lo que el suscrito a resolvido por su cuenta. Como me parece que al tal Estrella le gusta mas la Dolores que es la mejor de las tres, yo los e dejao en libertá a los dos porque me parese que a nosotros que alguna ves fuimo tambien potros no tenemos derecho a estropear la felicidad de naides. Vos arás la que te paresca, porque para eso sos el jefe, pero mirá, pa mi que la vieja a echo denuncia por despecho nomas, dispue que el mosito la cambió por sus hijas y por eso me parese que si los dejamo en libertá, se an de volver arreglar entre ellos otra ves. Es sierto que el a sido marido de todas, pero pensá tambien que si el ombre les daba de comer, no es justo que las tres comieran de sus costiyas y de arriba nomas.

Total: que si lo metemo preso a él ellas se van a arreglar con el primer projimo que se arrime a pararles la oya y entonces, ante que anden cambiando de monta, me parese lo mejor dejar las cosas como están, asi eyas siguen viviendo con Estrella no mas y el cuidando la decencia de las casas (Que decis vos)



Escribime. Tu compadre.



Fdo: Marcos Andrade



Jefatura de Policia Departamento de Mercedes Enero 26 de 1909



Y visto: El sumario instruido por denuncia de Angélca Solores acusando al Bonifacio Estrella de abusar de eya y de sus hijas.



Y considerando: que tanto la denunciante como sus dos hijas son tan mujeres en estado de merecer, las que deben ya saber lo que le conviene y puesto quean vivido muy a gusto con el acusado mientras él les daba de comer, y solo se quejan aora cuando cansado de sostener la familia las abandona para quedarse con una sola, lo que me parece muy bien echo, puesto que según se mire el abuso es mas de eyas que del él.

Resuelvo: Aprobar lo procedimiento del comisario de Flores Don Marcos Andrade y disponer el archivo de estas atuaciones. A ruego del Señor Jefe de Policía Don Liberto Monje por no saber hacerlo, firmado

Emilio Demilio Secretario y Comisario de Ordenes



(Es copia fiel del sumario original).

Se permite la reproducción citando la fuente: www.lagazeta.com.ar

REQUERIMIENTO

(Texto leído por los conquistadores españoles en América a las culturas autóctonas. Si no aceptaban lo que les decían, entonces los someterían por la fuerza. El texto era leído en castellano.)
De parte de S. M. Don N. Rey de Castilla, etc., yo N., su criado, mensajero y capitán, vos notifico y hago saber como mejor puedo que Dios Nuestro Señor, uno y eterno, creó el cielo y la tierra, y un hombre y una mujer, de quién nosotros y vosotros y todos los hombres del mundo fueron y son descendientes procreados y todos los que después de nosotros vinieren; más por la muchedumbre de generación que de éstos nos ha procedido desde cinco mil y más años que ha que el mundo fue creado, fue necesario que los unos hombres fuesen por una parte y los otros por otra, y se dividiesen por muchos reinos y provincias, que en una sola no se podían sustentar e conservar.


De todas estas gentes Dios Nuestro Señor dio cargo a uno que fue llamado San Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese señor y superior, a quien todos obedeciesen, y fuese cabeza de todo el linaje humano, dondequiera que los hombres viviesen y estuviesen, y en cualquier ley, secta o creencia, y diole a todo el mundo por su señorío y jurisdicción. Y como quiera que le mandó que pusiese su silla en Roma, como en lugar más aparejado para regir el mundo, mas también le permitió que pudiese estar y poner su silla en cualquier otra parte del mundo y juzgar y gobernar todas las gentes: cristianos, moros, judíos, gentiles y de cualquier otra secta o creencia que fuesen. A éste llamaron Papa, que quiere decir admirable mayor padre y guardador, porque es padre y gobernador de todos los hombres. A este San Pedro obedecieron, y tomaron posesión Rey y superior del universo [sic] los que en aquel

tiempo vivían; y asimismo han tenido a todos los otros que después de él fueron al Pontificado elegidos; así se ha continuado hasta ahora y se continuará hasta que el mundo se acabe. Uno de los Pontífices pasados que en lugar de éste sucedió en aquella silla e dignidad que he dicho, como señor del mundo, hizo donación de estas islas y tierra firme del mar Océano a los católicos Reyes de España, que entonces eran Don Fernando y Doña Isabel, de gloriosa memoria, y sus sucesores en estos reinos, nuestros señores, con todo lo que en ellos hay, según se contiene en ciertas escrituras que sobre ello pasaron, según dicho es, que podéis ver si quisiereis. Así que su majestad es rey y señor de estas islas y tierra firme por virtud de la dicha donación, y como a tal rey y señor, algunas islas más y casi todas a quienes esto ha sido notificado, han recibido a Su Majestad y le han obedecido y servido, y sirven, como súbditos lo deben hacer. Y con buena voluntad y sin ninguna resistencia, luego sin ninguna dilación, como fueron informados de lo susodicho, obedecieron y recibieron los varones religiosos que les enviaba para que les predicasen y enseñasen nuestra Fe; y todos ellos, de su libre y agradable voluntad, sin premio ni condición alguna, se tornaron cristianos y lo son; y Su Majestad los recibió alegre y benignamente, y así los mandó tratar como a los otros súbditos y vasallos: y vosotros sois tenidos y obligados a hacer lo mismo. Por ende, como mejor puedo, vos ruego y requiero que entendáis bien esto que os he dicho, y toméis para entenderlo y deliberar sobre ello el tiempo que fuese justo, y reconozcáis a la Iglesia porseñora y superiora del universo mundo, y al sumo pontífice llamado papa en su nombre, y a

Su Majestad en su lugar, como superior y señor y rey de las islas y tierra firme, por virtud de la dicha donación, y consintáis que estos padres religiosos os declaren y prediquen lo susodicho. Si así lo hiciereis, haréis bien, y aquello que sois tenidos y obligados, y Su Majestad, y yo en su nombre, vos recibirán con todo amor y caridad, y vos dejarán vuestras mujeres e hijos libres sin servidumbre, para que de ellas y de vosotros hagáis libremente todo lo que quisiereis y por bien tuviereis; y no vos compelerá a que os tornéis cristianos, salvo si vosotros, informados de la verdad os quisiereis convertir a la santa fe católica, como lo han hecho casi todos los vecinos de las otras islas; y a más de esto Su Majestad vos dará muchos privilegios y excepciones y os hará muchas mercedes. Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifícoos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad, y tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere, como a vasallo que no obedece ni quieren recibir a su señor y le resisten y contradicen; y protesto que las muertes y daños que de ella se recrecieren sea a vuestra culpa, y no de Su Majestad, ni mía, ni de estos caballeros que conmigo vinieron y de cómo os lo digo y requiero, pido al presente escribano que me lo dé por testimonio signado.

Fuente: Lewis Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América

miércoles, 24 de febrero de 2010

Bando de 1811 del Primer triunvirato

BANDO
EL GOBIERNO EXECUTIVO DE
LAS PROVINCIAS DEL RIO
de la Plata á nombre de S. M. el Sr.
D. Fernando VII.
Todos los delitos, así como las virtudes, tienen por desgracia sus épocas. Y si no hay
nacion que haya llegado á acabar el sistema de sus sanciones penales, no ha habido
ninguna que no estableciese remedios extraordinarios para cortar el extremos de los
vicios, que á la vez llegan á poner en general contraste la seguridad pública. Este
gobierno desde el primer acto de su autoridad no se ha visto urgido con mas
vehemencia por mal alguno, que por el hurto, que desgraciadamente ha grasado en
esta capital. La propiedad individual y la seguridad pública, son los dos principios que
incitan en el presente caso: en esta virtud, uniformado con el real acuerdo del tribunal
de real audiencia de esta capital, ha venido en establecer y publicar la observancia de la
ley 3ª. tít. 14. lib. 12, y la ley 5ª. del mismo título y libro de la novísima recopilada de
Castilla. Pero como las circunstancias particulares de esta capital, y mas que todo lo
extraordinario de la situación actual, hace inaplicables varios artículos de las citadas
leyes, y otros enervan la eficacia del remedio; se ordena y manda, que por todo el
tiempo que este gobierno tenga por necesario, que será en proporcion de la enmienda,
y miéntras no se publique órden contrario; todo el que perpretase algun robo
qualificado, esto es, violentando alguna persona, horadando, ó escalando alguna casa,
frangiendo ó falseando puera, sea de la cantidad que fuese en moneda ó especie será
condenado á muerte de horca: todo el que cometiese un robo simple, esto es, que no
combine qualquiera de las circunstancias expresadas, llegando á la cantidad de cien
pesos en moneda ó especie, será afecto á la misma pena; y no llegando á dicha
cantidad, se le aplicará al de diez años de presidio, en el trabajo de las obras públicas.
Debiéndose entender, que esta sancion tendrá un cabal y pronto efecto, con derogación
de todo fuero, privilegio, clase ó excepcion: que comprehende todo el distrito de doce
leguas en contorno de esta capital: que la observancia de esta disposicion en todas sus
partes se la reservará este gobierno por caso especial, con exclusión de toda otra justicia
ó autoridad: y que todos los reos que en ella se comprehenden será juzgados
militarmente, y sentenciados por este gobierno, ó por especial comisión suya; y se
previene, que toda causa referente á la naturaleza expresada deberá concluirse y
fenecerse en el perentorio é improrogable término de diez dias, entregándose para la
execucion á la justicia ordinaria todo el que resulte condenado. Y para que esta
determinacion lleuge á noticia de todos se publicará por bando en la forma ordinaria,
fixándose exemplares para su mayor notoriedad en los parages de estilo.
Buenos Ayres 4 de octubre de 1811.
Feliciano Antonio Chiclana.
Manuel de Sarratea.
Juan José Passo.
Por mandado de S.E. D. José Ramon de Basavilbaso

miércoles, 17 de febrero de 2010

EL ROBO Y LA TRAICIÓN DE LA INVASIONES INGLESAS - 1806/1807:


EL “ROBO”

Los verdaderos motivos de la Invasión Inglesa a Buenos Aires

Ya antes de 1800, los ingleses, siempre ávidos no sólo de gloria sino de los bienes ajenos, habían incursionado por el Río de la Plata. Montevideo fue fundada en 1726, en el siglo XVIII. Inglaterra en el Siglo XVI no era una potencia a nivel de España y recién estaba comenzando a desarrollar su marina. Los que actuaban mayormente eran los piratas como Drake (que asolaba las costas americanas), Cavendish y otros. Lo que hizo Inglaterra durante los siglos XVI y XVII fue hostigar a España en el mar y en los puertos americanos desarrollando una especie de guerra de guerrillas marítimas a través de "empresarios" privados. También a Portugal y Holanda.

Así fue como en 1760 colaboraron con los portugueses en el ataque a la Colonia del Sacramento.

Después fue la expedición “privada” del Almirante MacNamara, que salió de Gran Bretaña con escala en Río de Janeiro, con nueve buques de guerra y 3.000 soldados, que atacaron Colonia como paso previo a invadir Buenos Aires. Pero fracasaron y murió en el intento.

En 1765 hacen un paso fugaz por las Islas Malvinas, reclamando soberanía y creando las bases “ilegales” para en 1833 ocuparlas definitivamente, echando a sus pobladores, a los colonos y a los presos del Río de la Plata, que redimían su pena con la sociedad.

Desde entonces sólo se dedicaron al contrabando de mercaderías y a la venta de esclavos negros en las colonias.

El 12 de diciembre de 1804, el inglés Almirante Cochrane ataca y apresa cuatro fragatas españolas que, desde Montevideo, transportaban un tesoro español que se debía entregar a Francia, hecho que motivó la declaración de guerra por parte de España a Inglaterra.

En estas naves viajaba a España la familia del ex-gobernador de las Misiones Jesuíticas Cnl Diego de Alvear, falleciendo en el ataque su mujer y uno de sus hijos, mientras Don Diego y su hijo Carlos salvan la vida, por encontrarse en otra nave, “CLARA”. La carga es apresada y todos son llevados a Londres, donde con el tiempo Don Diego vuelve a casarse, y recibiendo su hijo Carlos su educación en institutos ingleses. Y posteriormente ingresará al Ejército de España.

El lunes 21 de octubre de 1805 los ingleses derrotan en Trafalgar a las flotas aliadas de España y Francia. Como consecuencia quedan con el dominio naval sobre los mares. Después de la gran batalla naval, España todavía entregaba fuertes sumas a su “aliado” Napoleón, que obtenía de los “tesoros” extraídos de sus colonias americanas.

A principios de 1806 se instaló una estación naval británica en África del Sud, desde donde habían comenzado la ocupación de ese territorio, echando a los colonos holandeses hacia el interior del país. La tropa estaba ociosa y el Contralmirante Home Riggs Popham fue sugestionado por un tal White, comerciante yanqui establecido en Buenos Aires desde hacia unos años, con la idea de robar el tesoro que se estaba acumulando en las colonias españolas del Río de la Plata. Si bien en los planes de Gran Bretaña figuraba la invasión a varios lugares del continente americano, por otras prioridades había encarpetado los mismos. Así la misión que comenzó a gestarse, puede definirse como una especie de “empresa privada”, y sin órdenes expresas de SM Británica.

Convencido Popham de las riquezas que habría en Buenos Aires y de la indefensión de la misma, amén del apoyo según White, que le prestaría la población, se convierte en el “jefe” del emprendimiento. Convence al comandante de la base de El Cabo, el General David Baird, y este le “presta” 1.600 hombres, a cambio de una “comisión” en el botín. Y además nombra al General William Carr Béresford de su entera confianza, como Jefe de expedición.

Al producirse la Invasión Inglesa, las órdenes que imparte el Virrey Sobremonte, dejan al descubierto que la Monarquía española en América se había organizado unicamente para extraer y acumular “tesoros”, marginando la política gubernamental, social y la defensa militar de sus provincias.

Sobremonte sin armas y sin fuerzas militares, ordena a último momento armar las milicias, y ejerce una débil defensa de la ciudad. Pero lo que si tenía muy bien organizado, era una rápida evacuación de los fondos acumulados en lingotes y monedas de oro y plata, enviándolos a la ciudad de Córdoba con un tren volante, con tropas de caballería, más su familia y amigos. Dejando a la capital del Virreynato en manos de sus segundos para que negociaran la capitulación.

La ciudad fue ocupada bajo la lluvia, en la noche del 27 de junio de 1806. Los Ingleses Gobernaban Buenos Aires.


Los Fondos Públicos Robados

El General Béresford recién concedió las condiciones de la rendición de Buenos Aires, el día 2 de julio. Sólo después de tener en su poder, los caudales del virreynato que habían estado reuniendo en la ciudad para ser enviados a España, y que Sobremonte al conocer ésta invasión, sacara en forma urgente para ocultarlos en la ciudad de Córdoba, con una fuerte custodia.

Los caudales consistían en la suma de un millón doscientos noventa y un mil trescientos veintitrés pesos plata ($ 1.291.323,00), de los que se enviaron a Inglaterra sólo un millón, distribuyéndose el resto entre la tropa, después de tomar para sí abultadas cantidades, los jefes de la expedición saqueadora, conforme al régimen de presas vigente en la época.

El reparto del botín robado se realizó de la siguiente manera:

- al gobernador del Cabo Gral David Baird, que facilitó las tropas a cambió de una buena paga, la suma de veintitrés mil novecientos noventa libras (Libras 23.990,00).
- al General Béresford once mil ciento noventa y cinco libras (Libras 11.195,00).
- al Contralmirante Popham siete mil libras (Libras 7.000,00).
- los Jefes de tierra o Capitanes siete mil libras (Libras 7.000,00).
- Capitanes y Tenientes de marina setecientos cincuenta libras (Libras 750,00).
- Tenientes de tierra o Alféreces de marina quinientas libras (Libras 500,00).
- para los sargentos o suboficiales ciento setenta libras (Libras 170,00).
- para cada soldado y marinero treinta libras (Libras 30,00).-
Esa fue la verdadera finalidad del Asalto militar a Buenos Aires.

Los informes del espía inglés William Pío White desde Buenos Aires eran acertados. Sobre el “tesoro” que se estaba reuniendo en la capital del Virreynato para enviar a España, que era una fortuna en lingotes y monedas de oro y plata y además toda la información sobre la poca defensa militar de la ciudad, que era casi nula. Y esta oportunidad no fue desaprovechada.

No perdió su tiempo el General Béresford. Su propio ayudante el Capitán Arbuthnot del Regimiento 20 de Dragones Ligero, fue inmediatamente designado para perseguir y obtener los caudales en camino a Córdoba. Con el apoyo de los Tenientes Graham y Murray, acompañados por el espía William White y una escolta de 30 soldados del hasta entonces invencible Regimiento 71 “Highlanders”. Los caudales fueron localizados en la Villa de Luján, oficiando de guía para el trayecto el criollo Francisco González (quién recibió de manos de Béresford el pago en efectivo por los servicios prestados).

El Jefe de las Fuerzas Navales inglesas contralmirante Popham, era partidario de embarcar inmediatamente el “botín apresado” una vez que fuera obtenido, y levando anclas alejarse prontamente con la misión cumplida, previo bombardeo de la ciudad.




El botín

La Fragata Narcissus al mando del capitán Donelly, que recibió cinco mil quinientas libras en concepto de flete, más lo que le correspondiera del Botín, desembarcó en Portsmouth el 12 de setiembre de 1806, en medio del júbilo popular. Conocida la noticia en Londres, estalla la euforia. Al día siguiente el diario TIMES daba a conocer la noticia: “…Buenos Aires en este momento forma parte del Imperio Británico…”

El 17 de setiembre el capitán Donelly desembarcó el Tesoro que cargó en ocho carros. Cada uno con seis caballos de tiro adornados con banderas, penachos y cintas azules, que trasladaban una carga de un total de cinco toneladas de pesos plata. En Portsmuth la caravana fue acompañada por la banda militar del apostadero naval y una escuadra de marineros de Popham, con uniformes rojos y el capitán sentado sonriente en uno de los carros. El 20 de setiembre llegaron a las afueras de Londres. El “Tesoro” desfiló por las calles de la ciudad. Los “Voluntarios Leales Británicos” a órdenes del Cnl Prescot, escoltaron el tesoro y sobre las banderas estaba escrita la palabra “TESORO”. Cerraban la columna los “Voluntarios de Clapham. Una excelente Banda Británica tocaba “Dios Salve al Rey” y “Rule Britannia” . Pararon en la casa del Cnl Davidson cuya señora ofreció dos cintas con letras de oro que decía: “Buenos Aires – Popham – Beresford – Victoria” .- El Tesoro llegó al Banco de Londres donde más de dos millones de dólares de esos tiempos, fueron depositados.

El botín, se repartió entre el Gobierno británico y todos los intervinientes, incluso la tropa. Con cantidades muy importantes para Baird, Beresford (comandante de tierra) y Popham. El gobierno inglés, dado el éxito de la expedición, la autoriza post facto y sus bucaneros son aplaudidos como héroes del imperio.

Tal política tuvo que ser cambiada rápidamente, no sólo al saberse la reconquista de Buenos Aires, sino por la necesidad del apoyo de España para combatir a Napoleón.

Fue la primera vez en la Historia que España derrotara a los ingleses, no sólo eso, en la segunda Invasión enviada al año siguiente, Gran Bretaña envió “oficialmente” un ejército poderoso de más de 16.000 hombres, y una gran flota naval con sus más conspicuos Generales y Almirantes. Y también fueron derrotados y rendidos incondicionalmente.

Todo el mérito se lo lleva Buenos Ayres y su pueblo. Que sin las autoridades nombradas por España porque huyeron, designó nuevas autoridades, y formó un ejército de la nada, designando a sus Jefes militares. Y es de destacar la colaboración inclaudicable de la población, fundamentalmente de los jóvenes, de los gauchos, de los negros y de nuestros indios tehuelches (los pampas), que ayudaron y ofrendaron sus vidas incondicionalmente.

Del “Tesoro” que robaron los ingleses de Buenos Aires …. ! Bien y Gracias ¡ . Nunca más se supo, ni se reclamó, ni nadie habló de ello.

Al día de hoy, si se afila bien el lápiz, con intereses e indexaciones, más el valor actualizado del Oro y la Plata, sin contar el daño a la ciudad, a las gentes, a las propiedades, etc, etc, cubriría un poco más que todo lo adeudado por Argentina (Deuda Estatal y Deuda Privada).


LA “TRAICIÓN”

16 de febrero de 1807 - La Fuga de Beresford

El 12 de agosto de 1806, se rindieron en Buenos Aires las Fuerzas Inglesas de la Primera Invasión al mando del Gral William Carr Beresford, ante el comandante de las Fuerzas Patriotas el Capitán de Navío Santiago Liniers y Brémond. Fueron un poco más de 1500 oficiales, suboficiales y soldados, además unas 60 mujeres y niños que acompañaban la expedición. Entre ellos 1 General, varios Jefes de Regimiento, oficiales antiguos y de rango, músicos, banderas, banderolas de Regimiento y guiones.

La Flota naval inglesa al comando del Contralmirante Sir Home Riggs Popham se retiró de Ensenada sin combatir, abandonando a su suerte a los derrotados soldados ingleses ya “Prisioneros de Guerra”.

Los prisioneros de guerra

Ya prisioneros los oficiales y tropa reciben sus sueldos, pagados por las autoridades de Buenos Aires y durante los primeros tiempos que viven en la ciudad de Buenos Aires, se alojaban en el Fuerte, en la “Ranchería” fuera del Fuerte, y en los cuarteles abandonados de la ciudad, mientras que los oficiales se alojaban en casas de familias importantes, comiendo en las posadas y cantinas de la ciudad.

Los heridos ingleses, algunos se encontraban alojados en “casas de familia” bajo atención médica y los más en el Hospital de Belén (creado para estos fines), donde llegaron a estar hospitalizados 37 ingleses. Bajo la dirección de Fray José Vicente (de San Nicolás), el enfermero mayor Fray Blas (de los Dolores) y como secretario y ayudante Fray José (del Carmen).

Ante las noticias previas y posteriormente la nueva Invasión Inglesa a Maldonado y Montevideo (en la Provincia Oriental del Uruguay), el Cabildo de Buenos Aires le ordena a Liniers el traslado y la Internación de la totalidad de los prisioneros. Muchos de ellos ya se encontraban “detenidos” en los Fortines de la Campaña como la Guardia del Salto, Rojas, San Antonio de Areco, la Villa de Luján y otros fortines más.

Traslado al interior

Se decide internar bajo fuerte custodia, a 500 prisioneros a los fortines del Oeste del País, a 500 presos al Norte y a otros 500 prisioneros al Litoral y las Misiones, a cargo de los Húsares de Pueyrredón.

Los principales Jefes de la Primera Invasión, que ya se encontraban internados en la Villa de Luján, con amplias facilidades y consideraciones; fueron destinados a Catamarca en forma “urgente”, al recibir los integrantes del Cabildo el informe que “Montevideo estaba en manos inglesas”.

El 10 de febrero de 1807, se inicia la marcha a caballo desde la Villa de Luján de los siguientes prisioneros ingleses:

- el Gral Williams Carr Beresford., Comandante de la Fuerzas Invasoras,
- el Jefe del Regimiento 71 “Highlanders”, Coronel Dennis Pack,
- el Cap y asistente Robert Williams Patrick , del Cuartel Maestre General,
- el My de Brigada Alexander Forbes,
- el Capitán de Dragones y Edecán del Gral Beresford, Roberth Arbuthnot, del Regimiento 20 de Dragones Ligeros,
- el Teniente Alexander Mac Donald , de la Real Artillería,
- el Teniente Edgard L´Estrange, del Regimiento 71 “Highlanders”,el Cirujano Santiago Evans , del Regimiento 71 “Highlanders”.
A cargo de la custodia, es designado el Capitán de Blandengues Manuel Luciano Martínez de Fontes, destinado en el Fuerte de Rojas, quién debió presentarse en Luján 2 días antes y allí le fue impuesta la misión por el oidor del Cabildo de Buenos Aires Juan Bazo y Berry acompañado por el Tcnl de Infantería Pedro Andrés García, trasladados de urgencia a la Villa de Luján a los efectos de “dar las órdenes del traslado de los Prisioneros”.

Integran la custodia: de la frontera de Salto 1 cabo y 7 blandengues de la frontera, de la frontera de Rojas, 1 sargento mayor y 7 blandengues, y además de 1 blandengue de la novena compañía. Total 18 hombres incluído el Jefe. Además se le asignaba el “tropero” Manuel Álvarez a órdenes directas, quién debería proveer de carne a la escolta y a los prisioneros. Llevarían consigo una sopanda en que iría el general inglés.

Esta custodia debía cesar en el paraje llamado “La Encrucijada”, donde comenzaba el camino que conducía hacia Catamarca, destino final de los ingleses; donde la seguridad debía entregar los prisioneros ingleses a una escolta enviada especialmente desde Córdoba, para su cuidado y vigilancia hasta Catamarca. El Capitán Martínez de Fontes requeriría al oficial a cargo de la nueva custodia desde “La Encrucijada”, la entrega de un recibo, con la cantidad de prisioneros y el nombre de cada uno de ellos.

El 12 de febrero de 1807 los baqueanos en su marcha, eligen para acampar la Estancia Grande de los Padres Betlemitas, próxima a Arrecifes, y a unas cuarenta leguas de Buenos Aires. Desde allí Martínez de Fontes oficia al Gobernador de Córdoba Victorino Rodríguez, con tiempo suficiente, para que prepare todo lo atinente para que los prisioneros ingleses continúen su camino a Catamarca. En el oficio explicaba que el equipaje de los ingleses iba en siete carretas con sus peones, otra con galleta y además una sopanda con cajones y para uso del general inglés. Señalaba que los oficiales ingleses prisioneros eran ocho, acompañados por cuatro mujeres, con dos niños y quince criados.


La conjura

Debemos mencionar que el día 6 de febrero, Saturnino José Rodríguez Peña secretario, ayudante y confidente de Santiago de Liniers (Comandante de las Fuerzas militares), mantuvo una entrevista con Juan de Dios Dozo, capitán de la Primera Compañía del Cuerpo de Voluntarios Patriotas de la Unión, al que ambos pertenecían, siendo Dozo secretario y de la íntima confianza de Martín de Álzaga. Rodríguez Peña inicia el diálogo expresando que la situación de Buenos Aires era lamentable y que sería imposible derrotar a los ingleses, dueños ya de Montevideo, y que no podrían defenderse de los nuevos invasores. Agregó que lo conveniente era cambiar de medios y de partido para salvaguardar sus vidas, la de sus familias, y “preservar sus patrimonios”. Que ya había mantenido charlas con el Gral Beresford en varias oportunidades y que esperaba que éste los ayudase a independizarse de España. Rodríguez Peña pretendía obtener el apoyo del partido español en Buenos Aires, que dirigía Álzaga.

La reunión entre Martín de Álzaga y Saturnino José Rodríguez Peña se realizó en la noche del 7 de febrero.


La Fuga de Beresford y Pack

El 16 de febrero Saturnino J. Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, llegaron a la Estancia Grande de los Hermanos Betlemitas. Acompañados por los soldados Machuca y Medina del Batallón de los Cuatro Reinos de Andalucía participantes de la Reconquista de Buenos Aires, a revienta caballos desde la Ciudad.

Cabe acotar que la hermana de Manuel Luciano Martinez de Fontes, María Magdalena estaba casada con Juan Ignacio Rodríguez Peña, hermano de los mencionados Saturnino J. y Nicolás Rodríguez Peña. Este vínculo familiar estaba acrecentado porque Manuel Luciano se había casado con María de la Concepción Amores, hermana de Gertrudis Amores, quien se había casado a su vez con Saturnino José Rodríguez Peña.

Al llegar manifestaron que debían entregar una carta de Liniers al Gral Beresford y que le tenía que transmitir una orden verbal impartida por Liniers y por el Cabildo de Buenos Aires que decía “que debía entregar bajo su custodia al general inglés y a otro oficial prisionero”, con la finalidad de trasladarlos a Buenos Aires, que así lo exigían “razones del servicio, el bien del monarca español y los intereses de la Patria”.

Comunicado esto último el general inglés eligió para que lo acompañase a su amigo y futuro cuñado, el Coronel Dennis Pack. (El Cnel inglés contrajo matrimonio con Lady Isabel Luisa Beresford, en 1816).

Se le informó que debía esperar en la Estancia de Fontezuelas durante seis días, y que recibiría órdenes. A los seis días Martinez de Fontes, recibió una carta de Saturnino José Rodríguez Peña, en la que se le avisaba que al llegar a Buenos Aires, encontraron tan mal la situación, que debieron viajar con los oficiales ingleses a Montevideo. Entonces advirtió Martínez de Fontes el engaño que había sido victima.

Martínez de Fontes se presentó detenido el día 8 de marzo ante el teniente Mariano Gazcón. Quién lo condujo arrestado a sus órdenes hasta Buenos Aires, donde fué entregado a las autoridades.

Al enterarse de la “fuga y traición”, la clase media y baja que fueron el núcleo de las fuerzas que reconquistaron Buenos Aires, se encontraba totalmente irritada y contrariada con los dos Oficiales ingleses que se fugaron de Buenos Aires. Ellos habían dado su palabra de honor de NO escaparse, ni volver a tomar las armas contra la ciudad, el virreynato del Plata y de España, Se les habían dado todo tipo de facilidades y libertades, bajo “su palabra de honor y de caballeros que eran”.

No cumplieron con su palabra de HONOR.

Beresford, cumplió parcialmente su palabra No queriendo tomar el mando de la “nueva Invasión”, y regresando de inmediato a Londres. Pero No cumplió su palabra cuando en 1816, el Reino de Portugal lo “contrata” cómo asesor del Jefe del Estado Mayor, para que organice la invasión y destrucción de los Pueblos Jesuitas de Corrientes y Misiones, la invasión y ocupación permanente de los Pueblos Jesuitas orientales del Río Uruguay hasta el océano Atlántico (los actuales Estados de Paraná, Santa Catarina y Río Grande del Sur), y además con la excusa de atacar al Caudillo Artigas, a la Provincia Oriental del Uruguay, que invade y ocupa al mando del portugués Gral LECOR, toda la Banda Oriental incorporándola después de Tacuarembó (en 1820) como la “Provincia Cisplatina” del Reino de Portugal y Algarves. Bajo la mirada distraída de los “centralistas porteños”, posteriormente llamadas “unitarios”.

El Cnl Dennis Pack, Jefe del “temido” Regimiento 71 “Highlanders”, que se había rendido incondicionalmente en la reconquista de la primera ocupación, con gran número de bajas y con “todo“ el Regimiento prisionero, al llegar a Montevideo toma nuevamente las armas contra los criollos del Plata. Y en la segunda invasión cae nuevamente prisionero bajo rendición incondicional en la Iglesia de Santo Domingo, donde se había refugiado, pidiendo clemencia por su vida. Cuentan que los soldados y el pueblo lo quería fusilar ”allí mismo”, por su “falta de honor y hombría de buen”, pero que fue salvado por el Párroco y Jefes prestigiosos como Liniers y Belgrano.

Escape y llegada a Montevideo

Mientras tanto los dos ingleses y sus cómplices en la fuga, llegaron a Buenos Aires y se escondieron en la casa del Celador del Cabildo Francisco González, quien dejó la casa vacía llevando a su familia a la quinta de Mercedes Bayo, prima de su señora, próxima a la ciudad, donde también se encontraba Mariano Moreno, que era el abogado representante de los hacendados ingleses instalados en el Plata. El veinte de febrero cruzaron la ciudad de noche, pero en la desembocadura del Riachuelo, ninguna tripulación los quiso llevar, regresando a la casa de González. Al día siguiente 21 de febrero, hicieron el mismo camino donde los esperaba un lanchón de la balandra portuguesa “Flor del Cabo”, cuyo patrón era Antonio Luis de Lima. Pagaron por anticipado al doble de lo estipulado y los marineros los llevaron hasta Ensenada. A las ocho de la mañana atracaron contra la corbeta de la marina de guerra inglesa “Charwell”, quién se hizo a la vela de inmediato.

Llegaron a Colonia del Sacramento y por tierra se dirigieron a Montevideo, donde llegaron el 25 de febrero.


Los verdaderos gestores de la fuga – Los Juicios realizados.

En el Memorial elevado a Wellesley (Primer Ministro Inglés) el 8 de abril de 1808 por el criollo Manuel Aniceto Padilla, desde Londres donde se había instalado, mencionaba como partícipes en la fuga del General Beresford a: Nicolás Rodríguez Peña hermano menor de Saturnino, Juan José Castelli, Hipólito Vieytes, Antonio Luis Berutti, y prestando su consentimiento miembros de las clases altas de Buenos Aires.

Posteriormente el general inglés Beresford, en señal de agradecimiento, obsequió un “juego de mesa de loza del Cabo” a Juan J. Castelli.

El 21 de marzo de 1807, la Real Audiencia dictó un decreto iniciando juicio a los imputados del delito de “independencia y fuga de William Carr Beresford”. Se resolvió remitir a los imputados con escolta y la seguridad del caso a la Capitanía de Chile, para mantenerlos arrestados hasta que fuese posible su retorno a Buenos Aires, para continuar las causas y el trámite debido. Los presos eran los siguientes: Pedro José Zabala, Antonio Luis Lima y su criado Cleto, Francisco González, Antonio de Olavaria (Jefe de Frontera), Manuel Luciano Martínez de Fontes, José Presas y Marull, Felipe Sentenach, y el sargento Juan de Vent.

El Juicio concluyó el 7 de octubre de 1808, se había sobreseído de la causa a don Antonio de Olavaria y a don Manuel L. Martínez Fontes, a Francisco González, Antonio Luis Lima y José Zabala. Ordenando su libertad, y levantando el embargo sobre sus bienes, los que serían devueltos.

El proceso final a los verdaderos culpables, lo inicia el Fiscal Caspe el 6 de diciembre de 1808, encontrándose algunos de ellos prófugos. Queda en la duda, si la orden que transmitió Saturnino J. Rodríguez Peña al Capitán Martínez de Fontes fue una orden falsa o verdadera, dado los intachables antecedentes del Secretario privado de Liniers, Saturnino J. Rodríguez Peña y del Secretario privado de Martín de Álzaga, Juan de Dios Dozo.

El Final

Los tres principales involucrados fueron embarcados el 8 de setiembre de 1807 desde Montevideo hacia Río de Janeiro, en un navío de guerra inglés enviado por el inglés Alte Murray a tal fin.

En premio por la organización y fuga del Gral Beresford y el Cnl Dennis Pack, y por su actitud a favor de Gran Bretaña, Saturnino José Rodríguez Peña, Manuel Aniceto Padilla y Antonio Luis de Lima (patrón de la balandra portuguesa “Flor del Cabo”), fueron gratificados con una pensión de trescientas libras anuales hasta su muerte.

El Alcalde de Primer voto Martín de Álzaga recibe desde Montevideo una carta de Beresford fechada el 26 de febrero de 1807 informándole “ ... estoy por irme a Europa: pero a pesar de cuanto me ha ocurrido, me siento interesado por la gente de Buenos Aires ...”.

El mismo Santiago de Liniers, recibe otra carta desde Montevideo enviada por Beresford, donde le informa “ … que se había evadido con la esperanza de poder hacer algo útil para ambas partes y evitar en lo posible los horrores de la guerra” y le aseguraba “… que no obstante todo lo sucedido, trabajaría para el bien de Buenos Aires...”.



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martes, 9 de febrero de 2010

La chacra de Los Ombúes


La chacra de Los Ombúes
El 11 de junio de 1580, Juan de Garay fundó la ciudad de la Santísima Trinidad a orillas del Río de la Plata y en homenaje a Pedro de Mendoza le puso el nombre Santa María de Buenos Aires al puerto. El 24 de octubre realizó el reparto de suertes, parcelas de tierra con límites, 6 de las 65 futuras quintas estaban ubicadas en el actual barrio de la Recoleta.

La suerte número 5 correspondió a Rodrigo Ortíz de Zárate. Le puso por nombre Quinta de los Ombúes. Tenía por límites la barranca hacia el río y las actuales calles Ayacucho, Azcúenaga y Arenales aproximadamente. La zona era conocida como Pago del Monte Grande. Pago se lo llamaba porque había viñedos y Monte Grande se debía a los numerosos bosques de altura baja, los cuales llegaban hasta San Fernando. Los montes eran de baja altura y madera pobre, donde había muchos ombúes. En 1606 vende la chácara a Francisco de Beaumont y Navarra, en 1608 pasa a ser propiedad de Juan Domínguez de Palermo quien estaba ampliando sus tierras. Diez años después la adquiere Martín Dávila y Villavicencio, pasa por herencia a Enrique de Mendoza, quien la vende a Inés Romero de Santa Cruz y a Isabel Frías de Martel. Luego la obtiene Juan de Herrera y Hurtado, quien deja la quinta a su hija Gregoria casada con el capitán Fernando de Valdez e Inclán quienes ceden la parte más elevada de su chacra a Juan de Narbona para que este edifique una iglesia y un convento para los frailes Recoletos de la orden franciscana, recién llegados de España 1708. Fue el fray Pedro de la Torre, el cabildo y el gobernador los que solicitan permiso a su majestad el rey Felipe V para construir un templo para los frailes de la Recolección de San Pedro de Alcántara en la Trinidad, hoy Buenos Aires. Para esto contaban con una donación muy fuerte de Pedro de Bustinza. En 1716 fray Diego de Ceballos, lego del convento, hace una nueva gestión ante la Corte logrando la real cédula autorizándolo. Para entonces ya habían muerto tanto fray Pedro como el donante. Es cuando aparece Juan de Narbona quien hace un nuevo legado y construye una modesta capilla y cuatro celdas para los franciscanos. Como el nuevo donante era devoto de la virgen del Pilar de Zaragoza pone como condición que la iglesia este bajo su advocación.