LAS SIETE INVASIONES
INGLESAS AL
RÍO DE LA PLATA
Nos han acostumbrado a considerar las invasiones de 1806 y 1807 como la primera
y la segunda; pero las invasiones inglesas son siete, cuatro en la Época Hispánica
y tres en nuestro desarrollo independiente. Antes de referirnos a ellas debemos
primero hacer algunas consideraciones.
Uruguay y la Argentina son los países americanos que más cantidad de costa han
perdido a lo largo de la historia. Se nos dirá que Bolivia perdió toda su costa
del Pacífico, es cierto, pero Uruguay y en parte la Argentina perdieron una
extensión mucho mayor que la boliviana.
Si partimos de la base de que nuestro territorio original fue el del Virreinato
del Río de la Plata, hemos perdido la costa marítima que va de la Isla Santa
Catalina hasta la frontera actual con Brasil en la localidad del Chuy.
En el sur desde 1810, Argentina ha perdido por lo menos la mitad del Estrecho
de Magallanes y las costas de las islas, al sur del Beagle que dan sobre el
Atlántico.
Hasta 1826, las costas del Alto Perú (hoy Bolivia) sobre el Pacífico,
pertenecían primero al Virreinato y luego a las Provincias del Río de la Plata.
Incluso el Puerto de Cobija perteneció a la jurisdicción de Salta.
Tampoco somos dueños, todavía, de nuestras grandes islas del Atlántico Austral
como Malvinas y Georgias del Sur y se nos disputa la posesión de las islas
Sándwich. Argentina las reclama pero desde que fueron puestas a la orden de la
Capitanía de Puertos de Montevideo PERTENECIERON INDISCUTIBLEMENTE A LA
PROVINCIA ORIENTAL.
En cambio Brasil tiene su isla Trinidad a 1.200 kms. de Río de Janeiro; Ecuador
conserva las islas Galápagos a 1.050 kms. de su costa y Chile tiene las islas
Juan Fernández y la de Pascua, esta última a más de 3.000 kms. de su costa
continental.
En general casi todas las naciones americanas han conservado sus islas, aunque
Venezuela haya perdido a Trinidad; pero ninguna ha sufrido y sigue sufriendo
una presión tan sostenida y constante del Imperio Británico.
En la época hispánica se podía comprender esa presión y ese ataque a España, en
una lucha de predominio España y Francia por un lado, unidas por los lazos
familiares Borbónicos y desde 1761 por el "Pacto de Familia", e
Inglaterra pujante, formando su imperio en base a su poderío marítimo y su
adelanto industrial.
En la época independiente, la agresión es mucho menos justificable. La
Argentina obtiene su independencia contando con la ayuda inglesa en armas y
pertrechos. Es cierto que paga el duro precio de la dependencia económica, pero
esa era una fatalidad como explicaremos.
Los argentinos fueron muy buenos amigos de Inglaterra, nos convertimos nosotros
también en su proveedor de cueros, grasas y carnes; nos adaptamos a sus
necesidades y modalidades; pero fuimos atacados en Malvinas, en el Atlántico
Austral y en la Antártida, en plena paz.
Los tiempos han cambiado, la Argentina ha alcanzado su independencia económica,
pero aún sigue la irritante presencia inglesa en parte de su territorio y
seguimos sufriendo en nuestro país la ocupación argentina en Martín Garcia, aún
estando en paz y esperando reivindicaciones que duran demasiado en concretarse.
No todo fue negativo en este dominio inglés de nuestra economía, ni podemos
dejar de admirar el empuje inglés en las empresas humanas y el vigor de sus
instituciones democráticas, así como la defensa de la libertad que realizó
Inglaterra en las dos últimas guerras mundiales; pero la nación de Nelson,
Wellington y Churchill, la de Locke y Shakespeare deberá reconocer que otra
nación que ha tenido a San Martín, Belgrano, Brown, Rivadavia, Mitre, Sarmiento
y Roca, no puede seguir teniendo ocupadas las Malvinas, sus islas australes y
antárticas, con argumentos basados y sostenidos con la fuerza.
Esa pérdida de costas e islas soportada por la Argentina, por una presión que
es la de las mayores que ha realizado la "Reina de los Mares" a un
país sudamericano, es cierto que tiene otros factores de causa; pero la acción
inglesa ha sido decisiva. Nuestra falta de conciencia marítima, nacida de
problemas coloniales y 1a existencia de una vasta y rica tierra, de demografía
débil, han influido para posibilitar ciertas acciones; pero los uruguayos
tenemos condiciones para el mar y estamos reaccionando.
¿Cuáles han sido las causas para que Inglaterra interviniera más en Uruguay y
la Argentina que en otras naciones sudamericanas? Creemos que son varias y las
expondremos brevemente.
Es indudable que hubo un motivo político básico que fue el de consolidar el
poder del imperio inglés, en una zona importante y rica con grandes
posibilidades potenciales.
Consideramos muy importantes los motivos geopolíticos y navales, por ser el
Atlántico austral un mar de creciente importancia estratégica y a Inglaterra le
interesaba dominar la Argentina o alguna de sus partes,como la Banda Oriental,
hoy Uruguay, así como dominó en Singapur, la India y Ceylán, Sudáfrica Y
Gibraltar. Todas esas posiciones eran o son dominantes del pasaje entre mares,
capitales para una potencia marítima. Así como desde Cabo de Buena Esperanza se
domina el pasaje Atlántico al Indico, desde Colonia del Sacramento se dominaba
la entrada y salida de la hoy llamada Hidrovía del Río Uruguay y Paraná hasta
el Mato Grosso brasileño y la Patagonia, Malvinas o la península Antártica, se
domina el pasaje del Atlántico al Pacífico Austral. Esta última meta empezó a
tener enorme importancia desde fines del siglo XVI a 1914, en que se inauguró
el Canal de Panamá. Su importancia potencial siguió subsistiendo y ahora crece
con la posibilidad de anulación del Canal por sabotaje o la presencia en los
mares de petroleros, graneleros o minerales gigantes, cuya manga no permite el
uso de Panamá.
Los motivos económicos dieron importancia a la Argentina y sus mares fueron
otro de los factores importantes, motivadores de las repetidas agresiones.
Desde que en 1680 Dn. Manuel Lobo fundó la Colonia del Sacramento, base
avanzada de la penetración portuguesa en el Río de la Plata, esta población fue
el mayor centro del comercio legal y contrabando en el Virreinato. Buenos Aires
creció con el contrabando realizado por los ingleses, portugueses, holandeses y
franceses. Los funcionarios hacían la 'vista gorda' y los perjudicados fueron
los comerciantes monopolistas y el comercio mercantil español.
Se reveló entonces la capacidad potencial de Buenos Aires y del litoral,
fundamentalmente en riqueza ganadera. Además, desde 1776 la plata del Potosí
debía llegar y salir de Buenos Aires. La riqueza ganadera, cueros en enorme
mayoría, astas, cebo, tasajo o carne salada, se obtenían y vendían muy baratos
y se adquirían todo tino de productos manufacturados de los que carecía el
virreinato, especialmente textiles de calidad.
Inglaterra fue la primera nación e tuvo su revolución industrial y desde 1770,
aventajó en 30 ó 50 años al resto de Europa. Con excesos de producción debía
buscar mercados o si era factible o mejor, colonias donde ubicarlos. Si además
podía extraer de esos mercados materias primas baratas, mucho mejor.
El Río de la Plata no sólo reunía todas las condiciones, sino que
potencialmente era extraordinario.
Finalmente otra circunstancia económica primó en los últimos tiempo para la
"invasión marítima inglesa": la riqueza en pinnípedos y ballena de
nuestras costas y mares patagónicos y malvineros.
A partir de la tercer década del siglo XVIII hasta nuestros días, primero los
británicos, luego los norteamericanos, franceses, noruegos, holandeses,
sudafricanos, han devastado nuestros mares de cientos de miles de cetáceos y de
varios millones de pinnípedos, hasta casi la extinción de especies y exterminio
masivo de otras.
Hoy siguen rusos y japoneses y esta historia continúa.
Pasemos entonces somera revista a las siete invasiones inglesas, recalcando
sólo algunos aspectos menos conocidos o expresando conceptos que pueden
resultar novedosos.
La primera invasión inglesa (1763)
El poner una fecha sólo significa marcar el momento de mayor esfuerzo de la
intentona, porque podríamos decir que desde 1680 a 1777, casi por un siglo,
Inglaterra apoyó, alentó o participó en un continuado ataque contra el
virreinato del Río de la Plata, ya fuera como aliada declarada en la ayuda al
agresor portugués, o en el apoyo diplomático con su poderío de primera potencia
en el momento de la paz, o con su acción directa, todo en la zona del noreste y
Río de la Plata.
Desde su fundación de la Colonia del Sacramento en 1680, este puerto se
convirtió en el centro del comercio y contrabando portugués y también Inglés.
En 1703 por el tratado de Methuen, Inglaterra y Portugal iniciaron una alianza
comercial y política que traería frutos muy importantes para ambas potencias.
Esta alianza estrecha y sostenida fielmente hasta 1911, es una de las más
notables y de mayor extensión en el tiempo de la historia moderna. Portugal
siguió en interdependencia las aguas inglesas triunfadoras y obtuvo, en cambio,
muchos dividendos que no hubiera obtenido en forma singular.
Podríamos decir en cuanto al Virreinato, que la acción anglo-portuguesa se
ejerció en forma combinada en el nordeste y Río de la Plata, con los
portugueses como principales protagonistas y en la Patagonia e islas del
Atlántico Sur por solo los ingleses, los cuales ocuparían Puerto Egmont en
Malvinas.
No bien se conoció en Buenos Aires la creación de la Colonia del Sacramento, el
Gobernador dispuso una expedición para expulsarlos y el 7 de agosto de 1680
luego de encarnizado combate, la plaza fue tomada. El brillante y completo
triunfo fue anulado por las acciones diplomáticas y en febrero de 1683, la
"Colonia" fue restituida a los portugueses.
Producida la guerra de sucesión española, la plaza fue tomada nuevamente el 14
de mayo de 1705, luego de brillantes acciones de los hombres de Buenos Aires.
Luego de la Paz de Utrecht y por influencia de Inglaterra, volvió a ser
devuelta en 1716. El tratado de Mathuen estaba en marcha.
En 1735 la Colonia fue sitiada hasta 1737, en que una Convención de Paz
suspendió las operaciones.
El Tratado de Utrecht de 1713 dio a los ingleses la trata de negros en América
y la posibilidad de intervenir económicamente en Buenos Aires hasta 1739.
Fernando VI, casado con Doña Bárbara de Braganza, sufrió la influencia de su
esposa y favoreció con su política a Portugal, en detrimento de los intereses
españoles. El Tratado del 13 de enero de 1750, llamado "Permuta" o de
"Madrid", obtuvo la promesa de devolver la Colonia a cambio de
grandes avances -portugueses en Río Grande y el Paraguay. Incluía la deplorable
cláusula de la entrega de los siete pueblos de las Misiones Jesuíticas, a todas
luces injusto y desató la "guerra misionera". Debido a la misma vino
al Río de la Plata en 1756 una poderosa expedición naval al mando de Don Pedro
de Cevallos, último gran paladín hispano en América de finales del siglo XVNI.
Fernando VI, pacifista, tuvo en Zenón de Zomodevila, Marqués de la Ensenada, un
gran propulsor de la escuadra española, de importancia secundaria, después las
de Inglaterra y Francia, desde los tiempos de Felipe V. Inglaterra, con una
intriga cortesana, logró eliminar a Ensenada, lo que fue celebrado en Londres
como un triunfo inglés. Sin embargo, a fines del reinado de Fernando VI en
1758, la escuadra española era ya poderosa nuevamente, pues tenía 45 navíos.
Inglaterra tenía más de 130 y Francia contaba con 60.
En 1759 subió al trono Carlos NI con un claro concepto del poder naval. Y
comenzó a engrandecer la escuadra española. Lamentablemente el Pacto de Familia
con Francia de 1761 fue muy oneroso para España.
La guerra en las misiones jesuíticas fue el pretexto de Portugal para no
devolver Colonia del Sacramento; pero se había logrado, además, vulnerar y
remover la línea de Tordesillas en forma legal, ya que, en la práctica, se la
había violado desde hacía más de un siglo.
En 1761 se suspendió el 'Tratado de Permuta" y Cevallos inició
hostilidades contra la Colonia, a la que sitió y rindió el 2 de noviembre de
1762, con su poderío militar y sus grandes condiciones de guerrero y conductor.
Pronto debió defenderse a su vez de un ataque anglo-portugués, al que como
punto culminante de esta agresión secular denominaremos primera invasión
inglesa, aunque sea anglo-portuguesa en realidad.
El embajador portugués en Londres organizó una verdadera expedición de
conquista al Río de la Plata. Se trataba de ocupar posiciones militares y
convertir la zona de la Colonia en un centro comercial anglo portugués en una
especie de enclave en el Río de la Plata. A tal efecto, y con la intervención
de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, se efectuó una suscripción
hasta lograr reunir 100.000 libras esterlinas, cargando las naves de géneros y
mercaderías para unir, a la campaña guerrera, el provecho comercial.
John Mac Namara, aventurero valeroso y experimentado, fue el jefe de la
expedición, el cual armó por su cuenta un navío, el "Lord Clive", de
64 cañones que le vendió al Almirantazgo. Igualmente se armó la fragata
'Ambuscade" (Capitán Roberts) de 40 cañones y se embarcaron 700 hombres de
tropa y dotación de los buques.
Las naves zarparon de Inglaterra en julio de 1762 y fueron a Lisboa, donde se
dispensaron grados y honores y, por último, salieron hacia Río de Janeiro el 30
de agosto de 1762. En la escala de este puerto, el Conde de Bobadilla,
gobernador de la plaza, le agregó un poderoso refuerzo de un navío, el
"Gloria", de 60 cañones, una fragata y seis bergantines, además de 600
hombres de tropa. La expedición era una verdadera invasión para que darse. Era
la más poderosa fuerza naval que hasta entonces se había preparado contra el
Río de la Plata.
Los invasores arribaron frente Maldonado a principios de diciembre de 1762 y allí
apresaron una pequeña embarcación española que les informó la rendición de la
Colonia.
El 4 de diciembre estaban frente a Montevideo e intentaron dirigirse contra
Buenos Aires; pero el Río d la Plata, con sus bajos y corrientes, se lo
impidió. El 2 de enero se apostaron frente a Montevideo con intenciones de
efectuar un ataque contra la plaza, pero al día siguiente llegó un práctico
desde Río de Janeiro informándoles que los navíos tenían mucho calado para
entrar a Montevideo y por ello resolvieron atacar la Colonia.
Entretanto Cevallos, muy enfermo de paludismo, estaba en la Colonia y repartía
sus tropas en Maldonado, Montevideo y Buenos Aires, dejando en la Colonia 500
hombres y 100 en la de San Gabriel.
El 6 de enero de 1763 el Comodoro Mac Namara encabezó el ataque con el
"Lord Clive" sobre el fuerte de Santa Rita; el "Ambuscade"
atacó el fuerte de San Pedro y el "Gloria" lo hizo contra el de San
Miguel. El cañoneo comenzó a mediodía y fue intenso, pero las tropas de Cevallos,
parapetadas en un terreno bajo, no sufrieron mayores bajas, pues los tiros
enemigos eran muy elevados.
Los disparos fueron muchísimos, habiendo efectuado las naves atacantes más de
3.000, de bala rasa, palanqueta y metralla, y desde tierra se le contestó con
igual intensidad.
A las 1600 horas, el "Lord Clive", que ya tenía 40 bajas entre sus
500 tripulantes, fue incendiado por un disparo desde la plaza. Sin duda, sería
una bala roja, es decir, una bala de hierro calentada al rojo vivo. El incendio
se propagó y no pudo ser dominado, incendiándose la nave totalmente y su
tripulación pereció quemada o se ahogó. Se salvaron 80 hombres a nado y 2 en un
pequeño bote; en cuanto a Mac Nammara murió en el incendio, o según otras
versiones fue herido y se arrojó al agua, pereciendo ahogado.
Las otras naves que habían recibido fuerte castigo, especialmente, la fragata
"Ambuscade", se retiraron. El "Gloria", y además naves
menores portuguesas, también recibieron algún castigo, aunque no se empeñaron
tanto en el combate. La fragata tuvo 80 muertos y numerosos heridos y la
división naval portuguesa se retiró hacia Río de Janeiro. Floja fue la
actuación de una débil división naval española.
La Paz de París de 1763, donde medió en favor de Portugal la decisiva
influencia inglesa, determinó una nueva entrega de la plaza a Portugal.
En los ataques portugueses desde 1773 y en especial en 1775, sobre Río Grande,
se reanudó la lucha y, además, la ocupación inglesa de Puerto Egmont en el sur
hicieron que España creara el virreinato del Río de la Plata. Don Pedro de
Cevallos fue nombrado primer virrey y zarpó con 20 naves de guerra, entre ellas
seis poderosos y flamantes navíos, 96 naves mercantes de transporte y más de
9.500 hombres de tropa que, con las tripulaciones completaba 20.000 hombres.
Además, se contaba con 600 cañones y pertrechos de guerra. La más poderosa
maquinaria bélica que habían visto nuestras aguas, tomó Santa Catalina, sitió y
rindió Colonia en 1777.
Con la poderosa expedición y el genio guerrero de Cevallos terminó esta guerra
por más de treinta años, recomenzando en la época independiente.
La segunda invasión inglesa (1765-1774)
Fue casi contemporánea de la anterior, pero realizada exclusivamente por
Inglaterra, en nuestro Atlántico Sur.
La zona sur de nuestro territorio empezó a ser codiciada por franceses y
británicos a partir de principios del siglo XVNI.
El tratado de Tordesillas no fue respetado por Francia e Inglaterra en el
Atlántico Norte, prácticamente desde su promulgación el 7 de junio de 1494.
La actitud de Francisco I explica claramente su pensamiento cuando exclama:
"Quiero ver el testamento de Adán". Se refería al reparto realizado
por el Papa Alejandro VI y perfeccionado en Tordesillas.
A pesar de las frecuentes violaciones al famoso tratado en el Norte, el
Atlántico Sur era un mar español y lo mismo sucedía con el Océano Pacífico en
su parte americana.
Fue a partir de fines del siglo XVI cuando corsarios y piratas empezaron a
visitar las Islas Malvinas.
También es justo agregar que desde fines del siglo XVI los holandeses merodeaban
por las islas, pero iban en tránsito para el Pacífico.
Los ingleses visitaron nuestros mares a partir de 1683, con los aventureros
William Dampier, John Cook y Ambrose Cowley, todos en una nave. En 1690 John
Strong visitó las Malvinas y nombró Falkland Sound al estrecho que separa las
dos islas mayores. Finalmente, en 1708 las islas fueron avistadas por el
corsario inglés Woodes Rogers.
En 1711 se escribió un memorial que fue publicado más de veinte años después en
Londres, con el sugestivo título de "A proposal for humbling Spain -
written in 1711 by a person of distinction". En el mismo se proponía el
envío do una expedición para tomar Buenos Aires con 2.500 hombres y se daban
detalles sobre las riquezas y producciones del país. La expedición del
almirante Anson, por su parte, en 1739/44 llamó la atención sobre la necesidad
de ocupar las islas Malvinas y otros puntos de nuestra Patagonia.
Existían entonces grandes posibilidades de una acción británica en las islas, y
sumándose al interés geopolítico y estratégico se agregó un incentivo
económico: la caza de ballenas y pinnípedos que pululaban en las islas.
Los cazadores ingleses de ballenas y lobos iniciaron una intensa acción de
depredación desde mediados del siglo XVN; comenzó en las Malvinas y siguió en
la costa patagónica, hasta el Cabo de Hornos, Isla de los Estados, etc
En cuanto a los marinos franceses, digamos que, especialmente de Bretaña y muy
particularmente de Saint Maló, vinieron numerosas naves, que cruzaban el
Pacífico para realizar su comercio.
De 1648 a 1716 se m más de 100 viajes a nuestros mares del sur y también más de
una decena de ellos tocaron o avistaron Malvinas, que exploraron y de las
cuales fueron los primeros en dar una representación. Las llamadas Islas
"Nouvelles", aunque se impuso el nombre de Malvinas, derivado de
Saint Maló.
Fueron también los franceses, los primeros en colonizar las Malvinas y lo
hicieron por intermedio de Luis Antonio de Bougainville, excepcional
diplomático, militar, marino y científico francés. Con las "L'Aigle"
y la corbeta "Le Sphinx", zarpó de Saint Maló el 8 de septiembre de
1763 y el 2 de febrero de 1764 entraron en la bahía que llamaron Francesa, o
del Este, que es Anunciación para los españoles y "Berkeley Sound"
para los ingleses.
Poco después desembarcaron cañones y fundaron un fuerte, a partir del 2 de mayo
de 1764 y lo llamaron "Fort Du Roi" o "Fort Royal". Al
puerto lo denominaron "Saint Louis".
Bougainville había fundado un fuerte en las Islas Malvinas que pertenecían a
España, y esto iba a originar lógicas reclamaciones a Francia, su estrecha
aliada.
Entretanto, Inglaterra, desde 1749, y bajo los impulsos estratégicos de Lord
Anson, Lord del Almirantazgo, intentó realizar una exploración de las Malvinas,
para lo cual solicitó permiso a España, en una clara demostración del
reconocimiento hispánico. El permiso les fue negado por el ministro español
Carvajal, y esta prohibición fue acatada por los británicos.
Unos años después y apenas producida la colonización francesa, la idea de
ocupar las Malvinas por su posición estratégica y estación de aguada y víveres
para pasar al Pacífico, fue llevada a cabo en detrimento, nuevamente, de los
intereses; españoles.
Mí recordado maestro y amigo, el doctor Ricardo Caillet Bois, ha significado
que esta acción inglesa fue emprendida para lograr el pago español prometido
por la devolución de Manila, en las islas Filipinas, que aún no se había
concretado. Creemos, sin embargo, que estas expediciones, para ocupar las
Malvinas, son la continuación de una firme política británica de usurpación y
conquista de posiciones del imperio hispanoamericano, con la cual coincidió el
problema de Manila.
El 21 de junio de 1764 partió de Inglaterra una división naval al mando del
Comodoro John Byron, con el "Dolphin", de 24 cañones, y el sloop
"Tamar", de 16 cañones. Debía efectuar reconocimientos de las islas
Pepys y Malvinas y buscar un lugar apropiado para establecer una colonia. Aún
se creía posible la existencia de la imaginada isla fantasma llamada Pepys por
Ambrose Cowley.
No relataremos el viaje de Byron, experimentado marino, oficial de la
expedición de Anson y antecesor del ilustre poeta romántico inglés; sólo
diremos que el 4 de enero de 1765 salió del Estrecho y se dirigió hacia las
Malvinas y el día 15 se hallaba en un hermoso puerto, situado entre la isla
Trinidad (Saunders para los ingleses), Vigía (Keppel) y una saliente irregular
de la Gran Malvina, en el noroeste de la misma.
Byron denominó al Puerto Egmont en honor de John Percevel, primer Lord del
Almirantazgo y segundo Conde Egmont.
El 23, el comodoro y sus planas mayores desembarcaron en la isla Trinidad y
tomaron posesión del puerto y las islas vecinas, con el nombre de Falkland
Islands, para el rey Jorge NI de Inglaterra. Los franceses ya hacía un año que
habían tomado posesión a nombre de Luis XV y ambos eran intrusos.
Luego que Byron regresó a Inglaterra se decidió tomar posesión formal de Puerto
Egrnont y para cumplir esa comisión zarpó el capitán de navío John Macbride,
con la fragata "Jason", de 30 cañones, la balandra
"Carcass" y un buque de abastecimiento llamado 'Experiment".
El capitán Macbride llegó a Puerto Egmont el 8 de enero de 1776 y comenzó a
construir un fuerte artillado que llamó Fort George.
Empezó, entonces, desde la expedición Byron, la "segunda invasión
inglesa".
Los españoles, que tenían conocimiento de la ocupación francesa, reclamaron
ante su aliado y luego de arduas negociaciones consiguieron el reconocimiento
francés de su soberanía en las Malvinas. Puerto San Luis les sería entregado
previo una compensación económica al capitán Luis Antonio de Bougainville. Así
se cumplió solemnemente el 2 de abril de 1767, quedando el fuerte, que pronto
se llamaría Nuestra Señora de la Soledad, a cargo del gobernador español de las
islas, capitán de navío Felipe Ruiz Puente. Era un importantísimo
reconocimiento internacional.
Con respecto a la ocupación inglesa, los españoles buscaron primero la
situación de Puerto Egmont y luego presionaron diplomáticamente para lograr su
devolución o llegar a la guerra con el apoyo de sus aliados franceses. Esto
último no pudo lograrse por defección del rey francés y, en consecuencia,
España se decidió a efectuar un ataque para reconquistar las islas. La Real
Orden del 25 de febrero de 1768 ordenaba al gobernador de Buenos Aires, Don
Francisco de Paula Buccarelli, expulsar a los ingleses de los dominios de Su
Majestad Católica. Para ello se había reunido en el Río de la Plata una
poderosa división de cuatro fragatas al mando del capitán de navío Ignacio de
Madariaga, que era Mayor General de la Real Armada, es decir, algo así como
Jefe del Estado Mayor.
En esta escueta síntesis digamos que el gobernador dio órdenes a Madariaga, el
26 de marzo de 1770, para que procediera a expulsar a los ingleses, y éste
alistó sus fuerzas, entonces compuestas por las cuatro fragatas de 20 a 28
cañones, un chambequín y un bergantín. La tropa embarcada era de 260 a 294
hombres y el total de hombres, entre marinos y soldados, sumaban 1.400 y los
cañones 140.
Esta expedición había sido precedida por una división compuesta de la fragata
"Santa Catalina' y dos embarcaciones menores que habían visitado Puerto
Egmont. Comprobaron que los ingleses únicamente tenían en ese lugar una fragata
y que la artillería del fuerte era muy débil.
Madariaga con sus fuerzas atacó Puerto Egmont, y los ingleses dispararon el
"cañonazo del honor" y se rindieron. Ello ocurrió el 10 de junio de
1770.
Cuando llegaron a Inglaterra las noticias de la ocupación de Puerto Egmont por
parte de los españoles, el gobierno se preparó para la guerra y exigió, se
reparase el honor nacional herido. España solicitó la alianza de Francia, pero
esta nación se desentendió de la cuestión, aduciendo no estar preparada
suficientemente. Carlos NI hubo de ceder y ordenó se devolviese Puerto Egmont;
pero dejando a salvo la soberanía española sobre las islas en una declaración
expresa.
En estas negociaciones Inglaterra se comprometió a devolver las islas, una vez
que hubiese transcurrido un tiempo prudencial. Es lo que se ha llamado la
"promesa secreta". Puerto Egmont fue devuelto a Inglaterra el 16 de
septiembre de 1771.
A partir de esa fecha, los ingleses continuaron en Puerto Egmont y lo españoles
en Puerto Soledad; mientras los diplomáticos de Carlos NI reclamaban el
cumplimiento de la "pro mesa secreta".
Recién el 20 de mayo de l774 lo ingleses abandonaron las islas, evacuando
Puerto Egmont, el cual fue destruido posteriormente por los españoles.
¿Cumplieron los ingleses su "promesa secreta", aunque tarde, u otra
razones, aconsejaron la evacuación? Quizás se dieron cuenta de la debilidad de
la posición en una probable guerra previsible, o se encontraban muy preocupados
por la insurrección de su gran colonia americana, la cual estaba en abierta
oposición con la metrópoli.
La segunda invasión inglesa duró así de 1765 a 1774, con la corta interrupción
en que Puerto Egmont fue tomado por los españoles. De todos modos, antes y
después, los balleneros y loberos ingleses siguieron depredando. Desde poco
antes de la evacuación de Puerto Egmont, también se agregaron loberos
norteamericanos.
Los españoles seguirían gobernando solos hasta 1811.
La tercera y cuarta invasiones inglesas (1806-1807)
Son las que comúnmente se conocen como la Primera y Segunda Invasión Inglesa en
nuestros colegios. Es suficientemente conocido este tema y nos referiremos
principalmente a las consecuencias de las acciones libradas.
Carlos Roberts, en su obra "Las Invasiones Inglesas del Río de la Plata
(1806-1807)"[1], señala varias proyectadas invasiones inglesas al Río de
la Plata. En varias de ellas está implicado D. Francisco Miranda, ilustre
precursor de la independencia americana. En 1789/90; en 1796, en 1799/1801 y en
1803 hubo planes, órdenes y aún inicios de invasiones que no prosperaron.
Librada la batalla naval de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, Inglaterra
adquirió el dominio total de los mares, quedando muy disminuido el de sus
rivales Francia y España. Inglaterra dominó los mares y la "Francia
Napoleónica", el continente. Desde 1804 España había entrado en la
contienda al lado de su antigua aliada: Francia.
En Trafalgar, Francia y España perdieron entre ambas 19 navíos, pero este hecho
no era decisivo, aunque sí la culminación de una serie de derrotas y la
desmoralización que produjo sentir la superioridad del material, tripulaciones
y tácticas, demostradas por los ingleses. Muchos más navíos había perdido
España en sus arsenales, donde se pudrían por falta de presupuesto para sus
reparaciones.
Después de Trafalgar los ingleses tenían más de 130 navíos en servicio,
mientras que España y Francia sumaban menos de 90 y de ellos sólo unos 60
estaban en condiciones de actividad. La superioridad inglesa era absoluta y el
dominio de los mares lo conservó por más de un siglo. Esa superioridad permitió
la tentativa particular del comodoro Sir Home Popham, "tam Marte quam
Mercurio", personaje extraordinario que creyó, a fines de 1805, que se
habían dado las condiciones para dar un golpe sobre Buenos Aires. Partiendo de
Ciudad del Cabo, según un último plan inglés que él conocía, se decidió a
realizar la tentativa, contando con el seguro respaldo que obtendría, si
lograba sus propósitos.
Las dos invasiones inglesas, de 1806 y 1807, tuvieron por causa la política
inglesa de entonces, concordante con la que permanentemente era sostenida por
el imperio: obtener una colonia importante de gran valor estratégico naval y un
mercado de gran porvenir que, además, podría absorber sus excedentes
industriales.
Fueron dos importantes operaciones anfibias, especialmente la segunda, que sólo
admite comparación con la de Don Pedro de Cevallos en 1776/1777.
Estas dos operaciones anfibias pudieron desarrollarse con absoluta tranquilidad
en su faz naval, por el dominio absoluto del mar recientemente adquirido.
La fuerza naval que atacó Buenos Aires era poderosa: dos navíos de 64 cañones,
dos fragatas, un bergantín y cinco transportes armados; eran demasiado para las
fuerzas navales españolas del Río de la Plata, constituida por débiles o viejas
unidades cañoneras. En efecto, una corbeta ligera, un bergantín, tres goletas,
dos sumacas y 25 lanchas cañoneras, era todo lo que contaban los españoles. La
desproporción ante el invasor era tanto que con sólo un navío de 64 cañones, se
superaba la potencia de fuego de toda la fuerza española. Por ello los marinos
españoles combatieron en tierra y lo hicieron con bravura y tesón.
La fuerza terrestre inglesa compuesta por 1.641 hombres, era en cambio pequeña
para dominar una ciudad de casi 50.000 almas, contando los habitantes cae los
alrededores. Allí radicó la debilidad inglesa y el Capitán de Navío Santiago de
Liniers, el alma de la Reconquista, fue quien se apercibió de ello.
Comenzada con 1.000 hombres desde la Banda Oriental, la reconquista se realizó
entre el 5 y el 12 de agosto de 1806 y el héroe fue Liniers que quedó como
autoridad militar y civil, en ausencia del Virrey.
Mientras sus tropas eran rendidas en el fuerte, la flota inglesa no pudo
prestarle ayuda porque los bancos de la ciudad la mantenían alejada y sus
cañones no tenían alcance suficiente para cooperar con su gente. El Río de la
Plata había ayudado a dificultar el ataque inglés con una de sus sudestadas y
sus bancos, que impidieron actuar a los buques ingleses contra la flotilla
reconquistadora.
Cuando el gran tesoro recogido como botín en Buenos Aires llegó a Londres, se
hizo una triunfal recepción y la popularidad de Sir Heme Popham alcanzó la de
los grandes héroes de Inglaterra. La noticia de la derrota fue terrible y
preparó las acciones para insistir. Había una base en el Río de la Plata y un
hecho importante: En todo el tiempo, que transcurrió entre la reconquista y el
segundo ataque inglés, la flota británica fue dueña del no sin que nadie
pudiera disputarle el dominio de las aguas. Esta prueba histórica de la enorme
importancia del poder naval en nuestro país debe ser siempre tenida en cuenta.
La segunda invasión inglesa se realizó con efectivos muy superiores, reunidos
en varias expediciones parciales.
La flota mandada por el Vicealmirante Jorge Murray se componía de cinco navíos
de 64 cañones cada uno, cinco fragatas con un total de 150 cañones, 12 naves
menores que sumaban 175 cañones. Todo esto hacía un poderío total de 23 o 24
naves de guerra con más de 650 cañones.
Los transportes, muchos de ellos armados, eran más de 50.
Las tropas reunidas oscilaban en 15.000 hombres, aunque repartidos en la Banda
Oriental parte de ellos.
Tomado Maldonado. luego Montevideo, el desembarco inglés se realizó el 27 de
junio de 1807 y poco más de 9.000 hombres tomaron tierra en la Ensenada con 16
piezas de artillería. Las mandaba el Teniente General John Whitelocke.
Ya sabemos que del lado español un ejército miliciano al mando de Liniers
compuesto de 8.000 hombres se aprestó a la defensa con 49 cañones de diversos
calibres.
Después de la falsa maniobra de Liniers al cruzar el Riachuelo y de su derrota
en Miserere, el ataque final inglés se realizó al amanecer de un frío 5 de
julio de 1807.
De 5.021 a 5.787 ingleses fueron alistados y atacaron a los 8.000 españoles y
criollos. Los invasores eran tropa aguerrida y veteranos. Los españoles bisoños
y algunos armados con solo armas blancas.
Después de tomar la Plaza de Toros con fuerzas superiores y luego de una
heroica resistencia, el resto de la tropa inglesa fue derrotada por los
criollos con la ayuda de toda la población, que hostilizó y causó bajas a los
invasores en su paso por la ciudad.
El Retiro y Plaza de Toros fueron los lugares de más sangrienta resistencia,
pues allí el total de bajas de los defensores (muertos, heridos y
desaparecidos) llegó al 27 % y el de los ingleses vencedores alcanzó al 20 %.
En el resto de la línea las bajas de los defensores fueron del orden del 8 % y
entre los ingleses alcanzó al 23 %.
Enorme fue el esfuerzo inglés en la segunda invasión. Se preparó una tercera, más
poderosa, que no llegó a concretarse al convertirse España en aliada de
Inglaterra cuando su territorio fue ocupado por fuerzas de Napoleón.
La expectativa comercial está señalada por las naves abarrotadas de mercancías
inglesas, especialmente géneros, que entraron a Montevideo, durante los breves
meses de ocupación.
Año 1807 - Naves entradas a Montevideo.
Febrero: 78 naves
Marzo: 27 naves
Abril: 18 naves
Mayo: 5 naves
Junio: 4 naves
Suman un total de 132 naves. [2]
Era una invasión comercial paralela.
Gran parte de la mercadería fue mal vendida, luego de la nueva derrota.
Buenos Aires conoció su hora más gloriosa y tornó clara conciencia del valor de
sus hijos. Las dos grandes victorias presagiaban a Mayo.
Quinta invasión inglesa (1833 hasta nuestros días)
Nos referimos a la ocupación de las Malvinas el 3 de enero de 1833.
Desde la evacuación de los ingleses en 1774 los españoles continuaron ocupando
las islas desde Puerto Soledad y lo hicieron continuamente. Hubo veinte
gobernadores y al mismo tiempo comandantes navales de las islas, con
funcionarios gubernamentales y más de cien habitantes, entre colonos,
presidiarios, soldados y marinos.
Los edificios llegaron a ser treinta, la mitad era de piedra, mientras que el
resto era de "tepes", o sea tierra entramada por raíces de césped.
Dos de los gobernadores fueron criollos, el Teniente de Fragata Jacinto de
Altolaguirre (nacido en Buenos Aires en 1754 y muerto en Madrid como Teniente
de Navío en 1787), quien gobernó las islas de 1781 a 1783, y el Capitán de
Fragata Francisco Xavier de Viana y Alzaibar (nacido en Montevideo en 1764 y
muerto en la misma ciudad en 1820) que gobernó dos veces, de 1798 a 1799 y de
1800 a 1801.
De los otros gobernadores señalamos sus nombres y períodos de gobierno en el
Apéndice nº 1 de este trabajo.
El 26 de octubre de 1790 se firmó en San Lorenzo, el Tratado de Nookta Sound,
llamado así por una cuestión suscitada entre España e Inglaterra por la
ocupación de la Bahía de Nookta, hoy de Vancouver, en la costa occidental de
América del Norte. Por ese Tratado, Inglaterra y España se reconocían los
territorios que poseían entonces, entre las cuales se encontraba Malvinas. No
obstante España concedió por primera vez autorización legal para comerciar,
navegar, pescar y cazar en sus mares del Atlántico austral y Pacífico; aunque
no se podía hacerlo a menos de diez leguas de población o establecimientos
hispanos.
Los cazadores de pinnípedos, pues la ballena se había hecho menos frecuente en
la zona, se ocuparon, ahora con permiso legal, de depredar nuestras costas y
mares.
Muchos de los loberos eran oficiales de la Real Armada a media paga, los cuales
aquí reforzaban sus finanzas particulares, a costa de la riqueza marítima
española. Al mismo tiempo se hacían conocedores de la zona y se convertían en
propulsores de ideas y empresas para ocupar estas tierras para Inglaterra.
Los americanos trabajaban en el aspecto comercial y de paso también aprendían
los métodos de sus antiguos maestros ingleses.
Estos son hechos que, repetimos, nos muestran la acción imperialista británica
en la zona. Ya después de Nookta Sound, ni las resoluciones de Tordesillas o
los "Status Quo" que de ellos derivan, serían barrera legal, y podían
pescar, cazar, navegar y comerciar en estos mares del Sud y ocupar los lugares
que estuvieran abandonados o desiertos, en la Patagonia o en las islas del
Atlántico Sud.
Los españoles evacuaron las islas Malvinas, ante la imposibilidad de
defenderlas, por la situación planteada por la revolución del 25 de Mayo de
1810.
El último Gobernador hispano Pablo Guillen evacuó las islas, dejando placa y
leyendas que expresaban que las islas Pertenecían a Fernando VN y que España
las reocuparía en el futuro (Ver Apéndice nº 2).
Las islas permanecieron sin autoridad local hasta 1820, siempre frecuentada por
los loberos ingleses y americanos.
El 6 de Noviembre de 1820, el Coronel de Marina David Jewett, Comandante de la
Fragata "Heroína" tomó posesión de las islas a nombre de las
Provincias Unidas de Sudamérica. Luego de este acto de reafirmación de
soberanía sobre el archipiélago heredado de España, las autoridades de Buenos
Aires siguieron ejerciéndola.
En 1821, por dos meses, Guillermo Mason, nuevo Comandante de la
"Heroína", fue el Comandante Militar de las islas. De 1823 a 1829 se
dieron concesiones de tierras y derechos de explotación del ganado y caza de
anfibios a Jorge Pacheco y Luis Vemet.
En 1824 fue nombrado Comandante militar de las islas Pablo Areguatí, durante
varios meses.
El 10 de junio de 1829 fue nombrado "Primer Gobernador Militar y Político
de las Islas" Luis Vernet, un hamburgués descendiente de franceses, de
gran cultura y espíritu de empresa.
Vernet restauró Puerto Soledad, que llamó Puerto Luis, creó una próspera
colonia de hasta 150 habitantes y ejerció sus derechos de exclusividad, en
cuanto a la caza de anfibios y la pesca. A pesar de sus repetidas advertencias,
los loberos se negaban a abandonar la caza de lobos y depredaban en las islas.
Finalmente Vernet detuvo tres goletas americanas y las envió a Buenos Aires, siendo
justa y legal su acción, desató las iras del cónsul americano Slocum que ordenó
al Comandante de la corbeta americana "Lexington" Silas Duncan, que
tomara represalias.
El comandante americano cumplió con creces sus órdenes, atacó y destruyó la
colonia de Vernet a fines de diciembre de 1831 y se alejó de las islas a
principios de enero de 1832. Estados Unidos nos debe una reparación.
Inglaterra entretanto esperaba su oportunidad para ocupar las islas y la
ocasión parecía propicia.
En ese aciago 1832, mientras el país se debatía en potencial guerra civil, un
nuevo gobernador fue transportado a las Malvinas a bordo de la goleta de guerra
"Sarandí": el Mayor Francisco Mestivier. En ejercicio de su cargo,
fue asesinado por su dotación, pocos meses después.
Al regresar la goleta "Sarandí" a Puerto Soledad, su Comandante, el
Teniente Coronel de Marina José María Pinedo, inició el sumario y apresó a los
asesinos. En ese crítico momento apareció la poderosa Corbeta "Clío"
de Su Majestad Británica y su Capitán John Onslow informó que venía a tomar
posesión de las islas que habían pertenecido siempre a Inglaterra.
La breve relación de situaciones, los Tratados, los 20 gobernadores españoles,
los gobernadores argentinos, la ocupación exclusiva de España y Argentina desde
1774, prueban que el argumento era falso y que las Malvinas pertenecían a
España y a su heredera la Argentina. Que se habían ocupado en forma efectiva
durante muchos años y que Inglaterra siempre lo había sabido.
El 3 de febrero de 1833 se consumó el cínico despojo, ante la actitud de Pinedo
que puesto, es cierto, en muy crítica situación de debilidad militar, demostró
no ser un cobarde, pero si un pusilánime. Estando en plena paz, con oficialidad
y tripulación compuesta con fuerte proporción de británicos, Pinedo cedió y
regresó a Buenos Aires el 5 de enero de 1833, con los habitantes que quisieron
hacerlo. Al resto no se les preguntó si querían o no seguir siendo argentinos
...
Desde entonces y por la fuerza, siguen en las Malvinas, ocupadas desde esa
injusta quinta invasión inglesa.
Sexta invasión inglesa (1845-1847)
Esta invasión inglesa es parte de los bloqueos anglo-franceses que se suceden
desde 18,18 a 1840 por parte de Francia y desde 1845 a 1847 con la cooperación
inglesa. Francia siguió sola hasta 1848.
Los argentinos seguíamos en guerra civil y Juan Manuel de Rosas ejercía la
dictadura. Sus procedimientos para con los súbditos franceses y luego ingleses,
a los que quiso incorporar a sus ejércitos, dieron el pretexto para la
intervención francesa y luego inglesa. Ambas potencias esperaban la oportunidad
para ocupar zonas o ejecutar ventajosas empresas comerciales en el país.
Los bloqueos duraron 2.000 días y Buenos Aires permaneció cerrada para el
comercio durante ese tiempo. Nada pudimos hacer ante tan poderosa fuerza de
barcos modernos, fragatas, corbetas y bergantines de eficiente y nueva
artillería. Sin embargo se sostuvo el honor nacional.
Los acontecimientos más importantes, son el apresamiento de la pequeña fuerza
Argentina naval que mandaba el Almirante Brown el 2 de agosto de 1846;
excursiones por los ríos, especialmente de Garibaldi; y el Combate de Obligado,
por siempre honroso para la historia Argentina.
Obligado se libró en el Paraná el 20 de noviembre de 1845. Los efectivos
anglo-franceses consistían en tres poderosas naves y ocho veleros con cien
piezas de artillería modernas, algunas de ellas arrojaban granadas Paixhans,
con espoleta.
La acción fue sangrienta y las tropas criollas, que defendían su tierra, se
comportaron con heroísmo, aunque solo tenían viejos cañones de poco calibre.
La cadena que obstruyó el río era defendida por algunas naves y lanchones que
pronto fueron atacados y eliminados. La acción empezó a las 9 de la mañana y
las cuatro baterías federales, tres de ellas mandadas por los oficiales de
marina, Alvaro de Alzogaray, Juan B. Thorne y Eduardo Brown, hijo del
Almirante, se batieron hasta agotar la munición, sufriendo el terrible fuego
que les causaba fuertes bajas. La cadena fue finalmente cortada y a las 17 horas
se le terminó la munición a Thorne en la última batería que aún contestaba.
Casi a las 6, desembarcaron las tropas aliadas, y el General Mansilla las cargó
a la bayoneta; pero cayó herido y las otras cargas criollas incluida la de la
caballería obtuvieron algún éxito pero fueron finalmente rechazadas.
Los aliados tuvieron un centenar de bajas y varias averías en sus naves. Las
bajas argentinas sumaron 240 hombres.
Rosas era el gobernante argentino a cuyo cargo las Provincias Argentinas habían
delegado sus relaciones exteriores; pero en Obligado combatió la Argentina de
siempre y no la defensa de un régimen o una persona como se presenta
corrientemente.
Un gran convoy escoltado por un barco mayor y otras naves de guerra, realizó un
viaje accidentado por el Paraná en 1846. Pero el Tonelero, San Lorenzo y
Quebracho, demostraron a los aliados que la Argentina no cedería.
La paz que se firmó fue honrosa a nuestro país, pero no compensó los
sacrificios realizados, ni las pérdidas sufridas.
Séptima invasión inglesa (1908 ha nuestros días)
Para explicar esta séptima invasión inglesa es necesario hacer unas
apreciaciones previas.
Las Islas Malvinas son islas de nuestro Atlántico Austral, las Georgia y las
Sándwich del Sur son islas subantárticas, o sea comprendidas dentro de la
convergencia antártica, línea donde las temperaturas marítimas de las aguas que
rodean al sexto continente, crecen varios grados de súbito.
La Antártida es un continente más grande que Europa, y la Argentina reclama un
sector que tiene más de un millón de kilómetros cuadrados.
La Antártida fue descubierta hacia 1819 por loberos argentinos, ingleses o
americanos, pero las islas subantárticas fueron descubiertas bastante antes.
Así Georgias lo fue en forma muy dudosa y discutible por Antonio de la Roche en
1670, en forma más perfecta por el navío mercante español "León" en
1756 y visitadas por James Cook en 1775.
El mismo gran navegante inglés James Cook descubrió en 1775 las islas Sándwich
del Sur, situadas a más de 2.000 kilómetros de las costas patagónicas. Pero las
tres islas más norteñas fueron descubiertas por el almirante ruso Fabián
Gotlieb de Bellingshausen en 1820.
La Antártida y las islas subantárticas fueron visitadas por exploraciones de
varios países. En nuestro sector, la Argentina, se inició desde 1901 y ocupó
permanentemente el observatorio de Orcadas desde 1904, siendo el único caso de
base permanente en todo el continente antártico. Desde 1908 y en forma regular
desde 1947, la Argentina envió expediciones antárticas a su sector. El Alférez
de Navío y Doctor José María Sobral fue el primer argentino que invernó en
1902/03 en la Antártida y es uno de los hombre-símbolo de la soberanía
antártica Argentina.
En 1892, C. A. Larsen fue enviado a los mares antárticos por una compañía ballenera
de Sandfjord (Noruega), para estudiar las posibilidades de explotar las
ballenas. La nave de Larsen fue el "Jasón", que efectuó una campaña
en la zona del noroeste del Mar de Weddell. Este fue el inicio del
descubrimiento de una explotación despiadada de la ballena, comenzada en 1904 y
que aún continúa. La ballena perseguida casi hasta el extremo en los mares
boreales, solo habitaba en grandes cantidades en la Antártida.
La primera compañía ballenera que se estableció en las Georgias del Sur en Isla
San Pedro, su isla mayor, fue argentina, propulsada por el mismo Capitán
Larsen, que luego de la aventura con Otto Nordenskjöld y el naufragio del
"Antarctic", se quedó en el país.
La compañía de pesca argentina se creó con capitales y naves de bandera argentina
pero con tripulaciones noruegas en su mayoría. Larsen era el gerente y el 16 de
noviembre de 1904 establecía la primera factoría ballenera en Grytviken, en
Isla San Pedro, Bahía de Cumberland. Las islas estaban deshabitadas entonces y
la Argentina izó allí su pabellón y la compañía comenzó a cazar ballenas.
En 1905 visitó la isla San Pedro el "Guardia Nacional", transporte de
nuestra Marina, el que llevó víveres y pertrechos para la Compañía.
También se hicieron reconocimientos y se levantó un cuarterón de Bahía
Cumberland.
En 1905/6 se instaló en la isla una factoría flotante noruega, que poco después
naufragó, y en 1907 apareció una segunda.
En 1907/8 las compañías que operaban eran tres y en 1908/9 eran cinco, dos
noruegas, una inglesa, una sudafricana y la Argentina.
El gran auge del negocio ballenero despertó la codicia inglesa, y una idea la
puede dar el hecho de que desde 1905 a 1929 se habían capturado en aguas
antárticas, en su gran mayoría en nuestro sector, 95.776 ballenas. En ese
cuarto de siglo, el gran total mundial fue de 200.000 ballenas capturadas, lo
que indica que en la Antártida se capturaba el 50 % del total. Entonces había
69 compañías balleneras y una sola era Argentina, la primera.
Hasta 1908, Inglaterra, asentada en Malvinas, no había dado mayores muestras de
interés en apropiarse de esa zona, pero la riqueza económica la impulsó a dar
el zarpazo que consideramos como la séptima invasión inglesa.
En efecto, el 21 de, julio de 1908 se promulgaba, rubricada con el Gran Sello
del Reino Unido, una Carta Patente que establecía cine eran Dependencias de la
Colonia de las Islas Falkland, las islas "South Georgia, South Orkneys,
South Shetlands, Sándwich Islands, y el territorio conocido bajo el nombre de
Graham's Land situado en el Océano Atlántico del Sur, al sur del Paralelo 50º
de latitud sur y ubicado entre los grados 20 y 80 de latitud oeste". El
texto casi completo lo publicarnos como Apéndice Nº 3, traducido del inglés y
tomado de la obra "La disputa con Gran Bretaña por las islas del Atlántico
Sur", del doctor Ernesto J. Fitte, recientemente fallecido y a quien con
este trabajo rendimos nuestro homenaje.
Veamos lo que dice un autor británico de esta insólita declaración unilateral,
que por primera vez se apropiaba de islas, tierras y mares: "Este año de
1908 fue marcado por un acontecimiento de suprema importancia en la historia de
las islas. El 21 de julio un Título de Privilegio fue pasado bajo el gran
Sello, designando al Gobernador de las Islas Falkland como Gobernador de Georgias
del Sur, las islas Orkney del Sur, las Islas Shetland del Sur, las Islas
Sándwich del Sur, y la Tierra de Graham y dando disposiciones para ese gobierno
como Dependencias de la Colonia. Este impreciso, inadecuado Título de
Dependencias de las islas Falkland comprende la tierra entre las longitudes 20º
y 50º O. al sur de la latitud 50º S. y entre las longitudes 50º y 80º o al sur
de la latitud 58º S. Estos límites incluyen un sector del área de tierra
antártica del sur, y también más de un millón de millas cuadradas de mar,
fácilmente accesible para la caza de ballenas, la pesca y la caza de focas,
ascendiendo el área total a alrededor de tres millones de millas cuadradas, o
al uno y medio por ciento de la superficie total del globo [3].
Dominio soberano sobre mares e islas en 1908, cuando Inglaterra sostuvo el
"Mare Liberum", aún hoy se están discutiendo los derechos reales
sobre el mar, especialmente de soberanía de los estados ribereños. Por otra
parte, en la Antártida no consultó ni tuvo en cuenta derechos argentinos.
La más extraordinario es que dentro de esa extensión enorme quedaba incluida
nada menos que la parte sur de nuestra Provincia de Santa Cruz, Tierra del
Fuego y tierras chilenas al Sur del paralelo 50º S. pertenecientes al
territorio trasandino de Magallanes.
Tanto el gobierno argentino como el chileno protestaron por esta absurda y
arbitraria medida y el 28 de marzo de 1917, Inglaterra rectificó,
graciosamente, su imperio antártico y estableció como límite Norte, entre los
meridianos 30º y 8º W, el paralelo 58º S. El resto seguía igual y con esta
medida quedaban fuera del mencionado sector, las Malvinas, que no necesitaban
de esa declaración adicional de prepotencia y los territorios chilenos y
argentinos.
Nuestro sector antártico, señalado con tanta mesura como derecho, está
totalmente incluido en el sector inglés.
A miles de kilómetros de su metrópoli, el imperio y el poder inglés daban una
muestra de fuerza y aprovechaban la debilidad marítima de una nación amiga y
cooperadora.
PRIMERAS INVASIONES INGLESAS AL RIO DE LA PLATA.
Ataque de la flota anglo – portuguesa a Colonia del Sacramento. 6 de enero de
1763.
El actual territorio de la República Oriental del Uruguay, debido a su
ubicación estratégica en el continente, es, fue y será por siempre, la llave
para la navegación del Río de la Plata, Río Uruguay, Paraná y Paraguay, además
de todos sus afluentes navegables como Río Negro de Uruguay, Bermejo, Carcaraña
o Pilcomayo de Argentina, este último limite con el Paraguay, por nombrar solo
algunos, contando también con importantes costas y puertos sobre el Océano
Atlántico. Esta situación geopolítica provoco reiterados enfrentamientos entre
naciones por el control de los puertos (naturales y de excelente calidad) y las
vías navegables para su acceso al interior del continente.
Esto permitía el control del comercio de la región y concomitantemente, el
dominio militar y político de la cuenca del Plata y sus afluentes. Si bien en
nuestros días resulta una importante ventaja contar con puertos naturales, en
la época, dominar estos sitios dispersos en las costas del continente,
representaba lisa y llanamente la concentración del comercio, la producción de
servicios adjuntos y otras actividades más. Para las autoridades del Imperio
Español, el establecimiento de un asiento portugués y su aliado ingles en la
entrada trasera de su reino americano les hacía más complejo el mantenimiento
de su supremacía económica y comercial.
¿Como esas ventajas naturales para el comercio se apreciaban a la vez como una
dificultad para el control de la Corona? La respuesta no es para nada simple; y
deberemos despojarnos de nuestra visión de personas del siglo XXI y analizar la
situación con los conceptos del siglo XVIII., para una comprensión cabal.
En primera instancia, las ventajas de nuestros puertos y vías navegables eran
apreciadas por las autoridades y comerciantes portugueses y anglo holandés. El
comercio era incentivado por ellos hacia nuestras costas y de aquí hacia el
interior del territorio español. No siendo igual en el pensamiento y acción de
las autoridades españolas, quienes imponían un férreo y cerrado monopolio
comercial principalmente en el Pacífico o Mar del Sur. El sistema de comercio
español (pocos puertos, sistema de extracción colonial) imponía que desde las
colonias del Plata se enviara hacia Europa productos pecuarios primarios
(principalmente cueros, cebo), así como de forma directa e indirecta
(contrabando) metales preciosos. Se las abastecía con productos españoles que
llegaban con poca asiduidad, altos costos y en la mayoría de los casos de muy
baja calidad.
En contraposición el sistema de comercio británico, impulsado desde lo material
por la revolución industrial y basados en las ideas del escocés Adam Smith y a
las del francés Francois Quesnay con su laissez faire, laissez passer, (dejar
hacer dejar pasar); se lanza a conquistar el mundo blandiendo en una mano
productos industrializados y en la otra su espada. Estas ideas de “dejar hacer,
dejar pasar” fueron aplicadas por la corona británica a su política exterior,
en una combinación de intereses privados y públicos (geopolíticos y
socio-económicos). Se dejaba a los empresarios la iniciativa sobre las
distintas expediciones que además de tener rentabilidad económica deberían
servir a los intereses de la corona. Ejemplo de estas empresas es la East India
Company que promovió la invasión de la India en 1757.
Las primeras invasiones al Río de la Plata son consecuencia de la política
británica anteriormente mencionada.
EL ATAQUE A COLONIA DEL SACRAMENTO Y EL CELEBRE HUNDIMIENTO DEL NAVÍO INGLES
LORD CLIVE.
En el mes de Junio de 1762 se convoca a voluntarios en Londres para integrar
una expedición al Río de la Plata, con promesas tales como el libre saqueo de
las ciudades de Montevideo y Buenos Aires.
Aproximadamente 700 tripulantes fueron convocados para la expedición,
financiada por una sociedad por acciones, que reunió una cifra de
aproximadamente 100.000 libras esterlinas. Con este dinero se adquirieron,
remodelaron y equiparon dos buques de guerra pertenecientes al Almirantazgo
británico, los buques fueron: el HMS Kingston de 50 cañones – rebautizado como
LORD CLIVE - y la fragata Ambuscade de 28 cañones, a los que se les complementó
su capacidad artillera hasta 64 y 40 cañones respectivamente. En julio de 1762
la expedición parte de Londres con destino a Lisboa (en ese momento Colonia
estaba en poder de Portugal y constituía el punto de partida lógico para
cualquier expedición contra Montevideo o Buenos Aires).
A bordo del Lord Clive iba el capitán Mac Nammara (comandante) y su socio
Joseph Reed. Desde Lisboa el gobierno portugués (aliado del Imperio Británico)
despacha hacia Río de Janeiro una carta para su gobernador Gomes Freire de
Andrade, Conde de Bobadela para que “asistiera a los ingleses en cuanto
necesitaran”, además de proporcionarle refuerzos. Para cumplir con dicha orden,
en Río de Janeiro se realiza una leva forzada en la que 600 hombres fueron
rápidamente adiestrados y embarcados a bordo de la fragata Gloria de 60
cañones, a la que se agregaron 6 bergantines. A fines del mes de Noviembre el
contingente luso-británico se hizo a la vela desde Río de Janeiro hacia el Río
de la Plata.
Ignoraban que a principios de mes, exactamente el 2 de noviembre, Colonia había
caído en manos de Pedro de Cevallos, en esos días, Gobernador de Buenos Aires,
el que sin perder un instante se abocó a la reparación de las defensas de dicha
ciudad.
El 10 de Diciembre la flota captura en las cercanías de Montevideo una lancha
española, y a través de su tripulación toman conocimiento de que Colonia se
encuentra en manos españolas.
Luego de algunas escaramuzas (intento de ataque a los buques fondeados en
Colonia – repelido por la artillería española- y una fallida misión de
aprovisionamiento– se retira el grupo enviado a tales efectos luego de ser
atacado por una partida española-), el 2 de enero se le incorpora un buque
portugués enviado desde Río de Janeiro con órdenes de recuperar Colonia, luego
de una junta de oficiales a bordo del Lord Clive, y después de escuchar los
argumentos (estado de las obras defensivas de la plaza, cantidad importante de
portugueses en ella, etc.) y de Guillermo Kelly, práctico del río recientemente
llegado con el buque portugués, se decide atacar Colonia.
LA BATALLA DEL 6 DE ENERO.
Sobre el mediodía del 6 de enero la flota luso-británica se acerca a la costa;
la fragata Ambuscade y el Lord Clive entran en la zona del puerto y se colocan
paralelas a la costa, a unos 300 metros donde fondean sus anclas. El Lord Clive
enfrentado al baluarte de Santa Rita y la Ambuscade al de San Pedro, la fragata
Gloria se enfrentó (por la costa sur) al baluarte de San Miguel. El duelo de
artillería entre los 60 cañones británicos y las fortificadas 100 piezas de
artillería españolas, que en poco tiempo produjo una dispar cantidad de bajas
en los contingentes enfrentados (120 en el británico y menos de 10 en el
español).
A las 4 de la tarde, una “bala roja” (balas de cañón incendiarias que producían
estragos en los buques de madera) impacta en la popa del Lord Clive, el que en
pocos minutos toma fuego hasta la arboladura, produciéndose después un incendio
en todo el buque; provocando que la tripulación se lanzara a las aguas en un
acto de desesperación. Inmediatamente después las fragatas Ambuscade y Gloria
picaron cabos y se retiraron de la batalla.
Debido al número de sobrevivientes que podrían ganar la costa (con
posibilidades de reagruparse y atacar la plaza), el Gobernador Cevallos ordeno
dispara los cañones contra los náufragos de los que solo 78 de los 400
tripulantes llegaron a tierra firme, mientras el majestuoso Lord Clive se
hundía presa de las llamas.
LOS SOBREVIVIENTES
Los 78 sobrevivientes eran, 4 oficiales, 2 Guardiamarinas y 72 marineros. EL
gobernador Cevallos luego de que los náufragos fueran interrogados ordenó que
se les proporcionara un juego de ropa a cada uno de ellos. Los oficiales fueron
juzgados sumariamente y ahorcados en la plaza. El resto de los tripulantes fue
enviado a Buenos Aires y posteriormente internados en las provincias de Mendoza
y Córdoba, donde algunos se asentaron, en tanto otros volvieron a su país de
origen ese mismo año al firmarse la paz en Fontainebleau.