EL DIA QUE ALFREDO PALACIOS PUDO SER EL VICEPRESIDENTE DE PERON
Antes de
proclamarse la fórmula laborista, Juan Domingo Perón y Alfredo L. Palacios
se entrevistaron en una casona de una isla del Tigre.
Ya antes, después del 17 de octubre, Antonio López, dirigente sindical
socialista devenido en peronista, tuvo con Palacios una reunión preparatoria.
López 41 años y Alfredo 67 años. El más joven había sido y era obrero. El más
viejo abogado y docente universitario.
Y aunque el más joven había entrado al Partido Socialista cuando el
más viejo ya había sido expulsado, tenían muchas cosas en común.
Se vieron en la casa de un amigo de ambos, en el barrio porteño de
Palermo.
-Doctor, se están definiendo cosas muy graves para la Nación -le dijo Antonio
López cuando quedaron solos-, estos son tiempos históricos.
-De lo que aquí y ahora hagamos, y de lo que aquí y ahora dejemos de
hacer, daremos cuenta a la historia.
-No tengo dudas, López, de eso no tengo dudas.
-Usted sabe, hace meses que he dejado el Partido
-Doctor, los hombres que rodeamos al coronel Perón queremos mantener
y profundizar las conquistas obreras por las que usted luchó como nadie.
Alfredo L. lo miró sin un solo gesto.
-¿Todos?
-¿Cómo?
- ¿Todos los hombres que rodean al coronel Perón quieren mantener y
profundizar las conquistas obreras?
-Todos, aunque cada uno a su manera mintió
-Algunos, estimado compañero, de manera poco obrera.
-No puedo negárselo.
Alfredo L. también tomo un sorbo de café y le soltó, sin anestesia
alguna: ¿Cuánto de fascismo hay entre ustedes? López sintió que le transpiraban
las manos, quizá no era él la persona más adecuada para conseguir lo que había
venido a buscar.
Hacia una semana le había dicho a Perón que era necesario hablar con
Palacios, el coronel se había mostrado de acuerdo y, a su manera calma, cuando
se despidieron el coronel le dijo:
-López, Palacios es capaz de ponernos en el poder, él llega a quien
nosotros no llegamos, tiene en su mochila al electorado que está en contra de
nosotros. Sí, Palacios es capaz de ponemos en el poder.
Ya había abierto la puerta de la oficina cuando escuchó:
-Confío en usted, López, Jugará la rnitad de nuestras esperanzas.
Y allí estaba ahora, delante del socialista más carismático y
respetado, acaso el único dirigente socialista que podía entenderlos. Allí
estaba, pidiéndole a Palacios que rompiese con el Partido Socialista.
Dr. Palacios, detrás del coronel Perón no se encolumna un partido
tradicional, detrás de él están, desordenadas y confundidas, todas las
corrientes nacionales, o. todos aquellos que entienden la causa nacional y que
pronuncian la palabra patria sin vergüenza.
Que triunfe un pensamiento obrero depende de nosotros, no de él.
Se desconoce si hubo alguna otra reunión entre López y Palacios antes
de la final, que, con la presencia del coronel Perón, se desarrolló en la
casona del Tigre.
Es lógico suponer que la hubo, pero en ese caso habrá sido como la
aquí narrada, sin testigos, ya que Alfredo había puesto como condición para
cualquier encuentro que éste se mantuviese secreto.
No era para menos, en manos de sus enemigos, aquello era un arma
capaz de destruirlo.
La reunión entre Alfredo Palacios y Juan Perón fue breve. Perón por
interine- ' dio de López lo había invitado a entrar al peronismo y, según
parece, puso a su disposición la candidatura que él quisiera, es decir la
formula Perón-Palacios.
El dueño de casa les dejó café y les preguntó si querían un licor,
ninguno bebía. Cuando se estaba yendo, le dijo a Antonio López por lo bajo:
-¡Que dios proteja a nuestro país, está en manos de abstemios!
Antonio López sonrió y acercó las sillas.
-Doctor Palacios, los que estamos con la causa nacional -dijo el
coronel- debemos estar juntos. Después de décadas de entrega ahora estamos en
condiciones de llevar adelante una política de emancipación.
Perón se levantó y sirvió él mismo los cafés.
-Y éste es así doctor, porque ahora el movimiento obrero esta
participando de la causa nacional. Por eso he querido verlo, porque usted es
su mejor representante político.
Antonio López no dejaba de sorprenderse con ese coronel, tan militar
a veces, tan poco militar otras.
-Como ya le ha dicho, López, ponemos a su disposición cualquier
candidatura. Hizo silencio. Esperó la respuesta.
-Coronel, yo no he venido en busca de candidaturas, vea usted la causa
nacional requiere de tres columnas: independencia económica, justicia social y
democracia. Sé que uds. tienen claras las primeras dos, coronel, si quiere que
luchemos juntos lo que yo reclamo es democracia.
-Estamos de acuerdo.
-No estoy seguro, coronel, de que democracia signifique lo mismo para
usted que para mí.
Alfredo L. le extendió a Perón un papel, era una lista de personas
cuya participación en un futuro gobierno era incompatible con la democracia y
la libertad, y por ende incompatible con él. Esa fue la única vez que Perón y
Palacios se vieron privadamente. La lista, aunque acertada y prudente, fue
para el coronel del todo inaceptable.
El 24 de febrero de 1946, cuando se cerraron los comicios, los diarios
informaron lo increíble: el Partido Laborista obtuvo 1.487.886 votos y la Unión Democrática
1.207.080.
El gran perdedor de las elecciones fue el Partido Socialista, que,
por primera vez desde 1912, no logró ni una sola banca. La clase obrera le
había da do la espalda.
Alfredo L. Palacios murió a las seis y diez de la tarde del 20 de
abril de 1965, siendo senador de la Nación. Sus restos fueron velados en el Congreso
de la Nación y
una muchedumbre acompañó al líder socialista.
Bibliografía: Sorín, Daniel "Palacios: un caballero socialista.
Buenos Aires", Sudamericana, 2004
Autor Gustavo Galland (*)
(*) Diputado Nacional (MC) y Dirigente Socialista p/afense. fs el
actual Defensor Ciudadano de La
Plata
Publicado
en el Diario Hoy de La Plata
el viernes
20 de abril de 2007
Es curiosa la manera en que los principios que guían la conducta de algunos políticos, actúan como cables que impiden la realización de sus ideales anteponiendo prejuicios anti-fascistas más o menos justificados.
ResponderEliminarEs más curioso aún que esos mismos cables que obstaculizaron una colaboración que podría haber resultado muy positiva, no le hayan impedido convertirse en embajador de un régimen de facto cuya etiqueta de "libertadora" era una especie de burla mortal no sólo para los cientos de argentinos muertos y heridos el 16 de junio de 1955 sino también para los fusilados del año siguiente.
A partir del 19 de abril de 1956, Argentina ingresó al Fondo Monetario Internacional.
Saludos