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martes, 7 de julio de 2015

JOSÉ ANTONIO MELIÁN

JOSÉ ANTONIO MELIÁN 

Héroe contra los invasores ingleses, Granadero de San Martín




Nació en Buenos Aires, el 19 de marzo de 1784. Fueron sus padres Antonio Melián y María Josefa Correa y Lascano.

Inició se carrera militar en las invasiones inglesas en los momentos en que se produjo la primera de éstas, en junio de 1806, sentando plaza en una compañía de milicia urbana de Buenos Aires, que mandaba un señor de apellido Santa Coloma. No obstante el juvenil entusiasmo de una multitud de jóvenes porteños para hacer frente al audaz invasor, el virrey Sobremonte ordenó capitular a las fuerzas de la defensa, pero Melián, como tantos otros jóvenes que estaban incorporados a los defensores, desobedeciendo la orden, se fugó ocultándose en unas quintas, esperando el momento oportuno para tomar la revancha.

Fue entonces que se hizo sentir la voz enérgica y vibrante de Juan Martín de Pueyrredón, que logró reunir un grupo numeroso de muchachos entusiastas, propósitos que trató de malograr el general Beresfort, a mediados de julio, enviando al coronel Pack, del famoso Regimiento Nº 71 británico, con 500 hombres y dos piezas de artillería.

Esta fuerza logró desbaratar a los jóvenes, reunidos por Pueyrredón en las chacras de Perdriel, el 1º de agosto de 1806.

Melián logró escapar de los ingleses y quedó a la expectativa para ulteriores disposiciones tendientes a rechazar al invasor.

Pocos días después tuvo noticias de que Liniers alistaba una fuerza en Montevideo para reconquistar la ciudad, resolviendo entonces Melián esperar esta fuerza para incorporarse, y a tal efecto, esperó en la chacra de Márquez, en Las Lomas, y tan pronto desembarcó el general Liniers, el 3 de agosto de 1806, en el puertecillo de Las Conchas (Tigre), Melián se incorporó a la pequeña columna en San Fernando, la cual se puso en marcha sobre Buenos Aires el día 8.

El 12 los expedicionarios atacaban con todo brío a los invasores y obtenían una victoria decisiva con la rendición del general Beresford y de todas sus tropas.

Melían se distinguió por su arrojo y participó con brillo en las dos fases de la Reconquista, vale decir, la toma de la Plaza de Toros y el forzamiento del último reducto de resistencia de los británicos: La Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) y sus bocacalles poderosamente artilladas. Ese mismo día (12 de agosto) es ascendido al grado de subteniente por su notable comportamiento en la acción.

Después de la Reconquista, Melián se incorporó como soldado distinguido al Escuadrón que, con el título “Húsares de Honor”, creó el comandante Juan Martín de Pueyrredón, en el cual se alistaron en calidad de soldados los jóvenes de las principales familias de Buenos Aires; escuadrón que desempeñó numerosas comisiones como consecuencia del estado de cosas, entre ellas, participar en la expedición que, a las órdenes del teniente coronel Prudencio Murguiondo, tomó preso al ex-virrey Sobremonte, en momentos en que se dirigía a Montevideo con el objeto de perturbar el orden en Buenos Aires, donde mandaba el general Santiago Liniers.

Durante la segunda invasión inglesa, Melián, que a la sazón formaba parte del cuerpo de Húsares antes mencionado, fue uno de los componentes de un destacamento de 30 soldados que sostuvieron una fuerte guerrilla en la “Estanzuela de Santo Domingo”, contra las fuerzas inglesas que habían desembarcado en las playas de Quilmes, el 29 de junio de 1807.

Retirados a la ciudad, ante el avance incontenible de los invasores, al joven Melián le correspondió con su cuerpo ocupar la azotea de una casa conocida con el nombre de “Martín el pintor”, situada en la esquina de Perú y Alsina. Desde este acantonamiento se destacaron grupos del cuerpo para hostilizar el avance enemigo en las inmediaciones del Sur de la ciudad, perdiendo en una de esas escaramuzas dos piezas de a 24, que se les quedaron encajadas en un pantano.

En las terribles jornadas del 3 y del 5 de julio, en las que el general Whitelocke atacó con toda decisión a los defensores de la ciudad, Melián combatió con su cuerpo en la zona de la calle Perú, comprendida entre las de Victoria y Belgrano, y se sabe, que fue tan decidida la actitud de los defensores de aquel lugar, que en ningún punto de la ciudad quedaron tantos cadáveres ingleses como los que se encontraron en la calle Perú, en las tres cuadras mencionadas.

El general Liniers reconquistó Montevideo, y Melián formó parte del destacamento de su cuerpo que al mando del capitán Domingo French, pasó a aquella ciudad a formar la escolta del gobernador designado para mandar allí, por el General vencedor.

De regreso a Buenos Aires, Melián fue nombrado teniente 2º de la Segunda Compañía de un Batallón de Granaderos, el 22 de octubre de 1807. Dicho batallón fue creado por el general Liniers, a cuyo comando puso al coronel Miguel de Azcuénaga, siendo el comandante de su compañía, el capitán Juan Florencio Terrada.

En noviembre de 1807 fue comisionado por Liniers para conducir unos pliegos al general Whitelocke, que se encontraba en Montevideo, misión que cumplió a satisfacción, en forma tal que el virrey Liniers le otorgó los despachos de capitán, con fecha 20 de noviembre de aquel año, “que me entregó en propia mano –dice Melián- regalándome un uniforme”.

Luego sobrevino la Revolución del 25 de Mayo, y Melián se alistó entre los más entusiastas y el 3 de agosto de 1810 revista como capitán de la 4ª Compañía del Regimiento de “Granaderos de Fernando VII”.

A fines de 1810 se incorporó a la Expedición Libertadora al Paraguay, dirigida por Manuel Belgrano y tuvo una actuación destacada en las batallas de Paraguari y Tacuarí.

Después se incorporó a las fuerzas sitiadoras de Montevideo, permaneciendo frente a aquella ciudad hasta octubre de 1811, en que en virtud el armisticio solicitado por los defensores y acordado por el gobierno de Buenos Aires, se retiraron los sitiadores, embarcándose en el puerto de Las Higueritas, regresando a Buenos Aires el 11 de noviembre del año mencionado.

A fines de diciembre salió Melián con su Regimiento, que mandaba el coronel Juan Florencio Terrada, y fueron a acantonarse en Santa Fe, pasando después a la ciudad de La Bajada, acampando más adelante entre los dos ríos Yuquerí. Finalmente, después de haber permanecido en otros acantonamientos, regresaron a Buenos Aires.

Se incorporó a las fuerzas que sitiaban a Montevideo por segunda vez, asistiendo a todas las acciones militares que allí se produjeron. El 6 de octubre de 1813 fue ascendido a sargento mayor de Granaderos de Infantería (Terrada), grado con el que continuó prestando servicios en el ejército sitiador hasta la caída de Montevideo, el 23 de junio de 1814, por lo que le fue otorgado un escudo con la inscripción: “La Patria a los vencedores de Montevideo”.

Poco después de este suceso, el Director Posadas llamó a Melián y le comunicó que se necesitaban sus servicios en otro punto de importancia, y con fecha 22 de agosto de aquel año le otorgó el grado de teniente coronel de caballería y el puesto de comandante general de milicias de Entre Ríos, con el encargo de formar allí cuatro regimientos. A fines del mes, Melián se puso en marcha para su nuevo destino y desembarcó en Concepción del Uruguay, donde encontró al coronel Blas José Pico, gobernador de Entre Ríos, quien le dijo que era imposible llevar a cabo su propósito por el estado de insubordinación del paisanaje, sostenido por las montoneras del caudillo José Gervasio de Artigas. Después de tentativas infructuosas en varios pueblos de importancia, Melián regresó a Concepción, dando cuenta al Gobierno del fracaso de sus gestiones.

En tales circunstancias llegó a Concepción del Uruguay el coronel Viamonte para hacerse cargo del gobierno en reemplazo de Pico. Era en los días en que tuvo lugar la acción de Arerunguá, en la Banda Oriental, en la que fue completamente derrotado el coronel Manuel Dorrego con la división que había sacado del ejército de Montevideo, por Artigas. Viamonte ordenó a Melián, cruzar el Uruguay con 300 hombres y situándose en la margen opuesta, en Paysandú, proteger a los dispersos. Allí recibió al teniente coronel Rafael Hortiguera que llegaba con 80 o 100 Dragones y el coronel Eusebio Valdenegro, que había sido nombrado gobernador de Corrientes. Con ellos salió Melián a campaña en busca de los caudillos artiguistas Otorguez y Blas Basualdo, los que fueron alcanzados en el rincón de Yeruá, y completamente batidos después de un fuego de más de una hora.

De regreso en Buenos Aires Melián se encontró sin destino. En aquellos momentos tuvo lugar la sublevación de Fontezuelas, en que Alvarez Thomas y Valdenegro se rebelaron contra la autoridad del Director Supremo, general Carlos María de Alvear.

Poco después el general José de San Martín escribía desde Mendoza a Melián, con quien tenía amistad, proponiéndole fuera a ayudarlo en la empresa de organizar el Ejército de los Andes. Esta propuesta coincidió con un pedido de San Martín al Gobierno para que los Granaderos a Caballo que se encontraban en Buenos Aires fuesen enviados a Mendoza. El comandante José Matías Zapiola le brindó a Melián el comando del 4º Escuadrón del famoso regimiento, cargo para el cual fue nombrado el 7 de junio de 1815. El 1º de agosto se ponían en marcha para Mendoza, llegando el 3 de setiembre, con 160 granaderos.

Desde aquel momento Melián colaboró intensamente en la ardua tarea de organizar aquel ejército; los escuadrones 1º y 2º de Granaderos habían llegado a Mendoza, procedentes del Alto Perú, mientras que el 3º y el 4º, eran los que marcharon de Buenos Aires, procedentes de la Banda Oriental. Melián, como es natural, tuvo intervención activísima en la reorganización del Regimiento de Granaderos y después de permanecer un mes con ellos en la ciudad de Mendoza, cuando los reclutas tuvieron instrucción suficiente para montar a caballo, se trasladaron al campamento del Plumerillo, situado como a una legua de Mendoza, el cual estaba siempre banco de salitre, según afirma el propio Melián.

Este refiriéndose a los oficiales de Granaderos a Caballo, dice en su autobiografía:
“La oficialidad del Regimiento era flor y nata de Buenos Aires y de alguna de las demás provincias. Decentes, animosos y llenos de honor, se aplicaban a aprender en las academias presididas por sus jefes y dirigidas por José de San Martín, que nos había sujetado a los jefes a los mismos principios que nosotros infundíamos a nuestros subalternos”.

El 21 de enero de 1817 se puso en marcha la columna principal del ejército bajo el mando de general Soler, atravesando la Cordillera por el Paso de los Patos; el primer escalón de la vanguardia lo constituyó el 4º Escuadrón de Granaderos, 4 compañías de granaderos y volteadores de los batallones 7 y 9 respectivamente, el cual fue puesto bajo el comando del teniente coronel Melián y rompió la marcha el día 19 de enero. Este escalón, el 3 de febrero iniciaba el descenso de la Cordillera, penetrando en territorio chileno. El 8 llegaba a San Felipe de Aconcagua, donde permaneció el ejército hasta el 10, demorándose un día, hasta estar compuesto un puente que habían destruido los españoles, sobre el río Aconcagua, el cual es suficientemente caudaloso como para efectuar su pasaje sin puente. El 11, reparado el puente, lo atravesó la columna de Soler, y por la noche la reunión de ésta con la de Las Heras, se efectuó en Santa Rosa de Los Andes, donde esperaba ésta última.
El 12, a las 5 de la mañana, las fuerzas independientes empezaron a trepar la cuesta de Chacabuco, lo que lograron, venciendo la débil resistencia realista, cuyas fuerzas destacadas se replegaron al llano. A las 10 de la mañana empezó la batalla, y a las seis de la tarde no existía un solo enemigo a distancia de 12 leguas del campo de la acción.
El día 13, el general Soler se dirigió a Santiago a la salida del sol, llevando como escolta los escuadrones de Necochea y Melián, llegando a las cuatro de la tarde de ese mismo día. El 14 llegó San Martín y los días 15, 16 y 17, el resto del ejército con los prisioneros.

El 24 de febrero de 1817, San Martín proponía a Melián para el cargo de Teniente Coronel de Granaderos a Caballo, el cual le fue otorgado por el Director Supremo de las Provincias Unidas el 16 de octubre de ese año, con antigüedad del 27 de febrero. Con esta fecha, Melián pasó a comandar el 3er Escuadrón de su Regimiento.

Organizada la “División del Sur”, bajo las órdenes del coronel Las Heras, Melián fue designado su segundo jefe. El 4 de abril esta División libraba el combate de Curapaligüe, a seis leguas de Concepción (distante ésta a 160 kilómetros de Santiago), contra un millar de realistas mandados por el coronel Ordóñez, los que fueron batidos y dispersados por las fuerzas patriotas. El día 5, Las Heras ocupó la ciudad de Concepción.

Pocos días después el teniente coronel José Antonio Melián se sentía enfermo y solicitaba su relevo, llegando el comandante del 4º Escuadrón, Manuel Medina, en su reemplazo, el 30 de abril, y Melián se puso en viaje para Santiago, adonde llegó el 6 de mayo. Allí reemplazó al coronel José Matías Zapiola, que había obtenido licencia temporal para trasladarse a Buenos Aires. En el cuartel general de la “Hacienda de Orrego” , primero, y en de “Las Tablas”, después, Melián se dedicó con entusiasmo a la tarea de reorganizar el Regimiento de Granaderos, alistándose para la campaña inminente, con la noticia que se había recibido de que el general Ossorio había partido del Callao con 4.000 hombres, en dirección a Chile.

En aquellos días el gobierno de Chile solicitó al general San Martín un jefe de confianza con 200 hombres de caballería, el cual fuese suficientemente autorizado para que limpiase de desertores y salteadores los caminos de la parte Sud, las haciendas y los pueblos que estaban plagados de mala gente, siendo elegido el teniente coronel Melián para desempeñar esta tarea.
Tomó parte en el tercero y último tramo de la campaña libertadora de Chile, para iniciar la cual se concentró todo el Ejército Unido en Chimbarongo, el 12 de marzo de 1818. En la desgraciada noche del 19, cuando bajo la influencia de un conjunto de circunstancias tan inesperadas como funestas, se produjo el desbande de una parte considerable del ejército independiente, Melián logró a fuerza de tacto y de energía, sacar de ese campo de muerte y de confusión, a una fracción importante del Regimiento de Granaderos a Caballo. En aquella noche, Melián perdió sus despachos y correspondencia particular, según lo afirma en su autobiografía.

En la batalla de Cancha Rayada se distinguió entre los jefes que salvaron más número de tropas del desastre.

En la acción decisiva de Maipú, el 5 de abril de 1818, la maestría y vigor con que cargó alternativamente contra la infantería y caballería enemigas, llamó la atención de todo el ejército, que saludó con júbilo su promoción a Coronel graduado el 13 de mayo, con antigüedad del 15 de abril. Pasó inmediatamente a la provincia de Colchagua, en San Fernando, para disciplinar e instruir la tropa de aquellos lugares.
Desgraciadamente, a pesar de su juventud (34 años), la salud de este valiente soldado estaba tan profundamente minada, que se vio precisado a pedir su retiro y absoluta separación del servicio, lo que le fue concedido el 18 de julio de 1818, después de haber recibido el día 16 del mismo, los despachos de coronel efectivo.

Mereció las condecoraciones por las Batallas de Chacabuco y Maipú, y en octubre de 1821, fue designado Miembro del Consejo de la Legión del Mérito de Chile.

El bravo guerrero permaneció en Chile por espacio de más de treinta años, regresando a su patria recién en 1849. El 19 de julio de 1851 fue designado comandante general de San Nicolás de los Arroyos y jefe del Batallón de aquel lugar. El 1º de setiembre de 1852 pasó a la Plana Mayor Activa y algún tiempo después fue borrado del escalafón militar por orden del gobernador de Buenos Aires, Dr. Pastor Obligado; pero con posterioridad se le reincorporó a la Plana Mayor Inactiva, donde permaneció hasta el instante de su fallecimiento, que acaeció a las 5 de la mañana del 1º de diciembre de 1857, en su domicilio de Buenos Aires, en la actual calle Bartolomé Mitre, entre las de Suipacha y Carlos Pellegrini, verificándose su entierro en el Cementerio de la Recoleta, el día 2, a las 17hs. Concurrió al mismo, el bravo coronel Pedro José Díaz, a pesar de su quebrantada salud y desatendiendo las indicaciones de su médico, entierro que le fue fatal, falleciendo el día 11, este valiente soldado, que rindió así al veterano de Los Andes, la prueba más elocuente de su compañerismo.

Actualmente sus restos se hallan en la bóveda Melián-Blanco del Cementerio de Flores, en Buenos Aires.

El coronel José Melián había formado su hogar con Carmen Ureta, oriunda de Santiago de Chile, hija de Santiago Ureta y de Mercedes Banda. El matrimonio del coronel Melián tuvo lugar en la capital chilena el 29 de diciembre de 1840, y fueron testigos de la ceremonia el general José Ignacio Zenteno, Carmen Hurtado y Francisco Ureta. Carmen Ureta de Melián falleció en Buenos Aires en el año 1887.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal www.revisionistas.com.ar
Tuma, María Elena – Area de Patrimonio Histórico del Cementerio de la Chacarita.
Yaben, Jacinto R. – Biografías Argentinas y Sudamericanas – Buenos Aires (1939)

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar




sábado, 4 de julio de 2015

HILARIÓN DE LA QUINTANA "EL EDECÁN DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN"

HILARIÓN DE LA QUINTANA  

"EL EDECÁN DEL GENERAL JOSÉ DE SAN MARTÍN"



Nació en 1774 en Maldonado murió en  Buenos Aires, Argentina en 1843.

Era hijo de José Ignacio de la Quintana, un militar de larga carrera, que había sido oficial en el tiempo de la Guerra Guaranítica de 1754. Más tarde había luchado con el virrey Pedro de Ceballos en la conquista de Santa Catarina, en las luchas contra los indígenas a órdenes del coronel Viana (padre) y en la reconquista de Colonia del Sacramento.

Era el jefe de los ejércitos de Buenos Aires cuando se produjo la primera invasión inglesa, y su actuación fue muy criticada. También era tío de María de los Remedios de Escalada, la esposa del general José de San Martín.

Se inició como cadete del regimiento de Dragones de Buenos Aires y prestó servicios en varios destinos militares, especialmente en Montevideo.

Estaba en Montevideo en 1806, cuando se produjo la primera invasión inglesa y fue puesto al mando de las tropas que el gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, le entregó a Santiago de Liniers. Como tal, era el segundo de Liniers cuando la Reconquista.

Antes del ataque, le llevó al gobernador inglés, William Carr Beresford, la intimación de rendirse, que éste desechó.

Después de la victoria, negoció con él las condiciones de la rendición. En esa ocasión tuvo que apaciguar a los milicianos porteños, con riesgo de su vida.

Participó también de la defensa contra la Segunda Invasión Inglesa en 1807, pero pasó a retiro militar después de ese año.

Se reincorporó al ejército en 1810, después de la Revolución de Mayo, como parte de las fuerzas de la Banda Oriental. Participó de los sitios de Montevideo, en 1811 y 1812, y se destacó en la batalla de Cerrito.

Fue nombrado comandante general de Entre Ríos por el director Gervasio Antonio Posadas, pero a los pocos días de su llegada, en enero de 1814, su segundo, el coronel Holmberg, fue totalmente derrotado por el caudillo federal Eusebio Hereñú en el Combate de El Espinillo, cerca de Paraná. Fue tomado prisionero por Fernando Otorgués junto a Holmberg, pero a los pocos días fueron liberados y enviados a Buenos Aires.

Desde marzo de 1814, y por poco tiempo, fue teniente de gobernador de San Miguel de Tucumán, que aún dependía de laprovincia de Salta. En enero de 1815 fue nombrado gobernador de Salta, y apoyó todo lo que pudo la marcha del Ejército del Norte hacia el Alto Perú. Fue desplazado del poder por el coronel Martín Miguel de Güemes, que formó su propio gobierno. Marchó al Alto Perú y se unió al Ejército del Norte, hasta la derrota de éste a fines de ese año.

Formó parte del partido federal dirigido por Manuel Dorrego, y se opuso al gobierno de Juan Martín de Pueyrredón, al que consideraban despótico. Éste lo envió al Ejército de los Andes: era una forma cómoda de sacarse de encima a los militares opositores, que ya había ensayado con Soler, y fracasado con Dorrego.

Se unió al Ejército de los Andes el 24 de enero de 1817, cuando el ejército ya estaba en marcha, integrándose al estado mayor -el coronel Hilarión de la Quintana llegó de Buenos Aires con pliegos para San Martín, y éste lo invitó a sumarse a la expedición-.

Luchó en la batalla de Chacabuco, fue edecán del general José de San Martín — casado con una sobrina suya — y peleó en Cancha Rayada y Maipú.

En 1817 fue director supremo interino de Chile. Durante su breve mandato, proclamó la Independencia de Chile, hizo oficial su Bandera y acuñó la primera moneda nacional.

Regresó en 1819 a Buenos Aires y fue acusado de participar en un complot contra el gobierno. Fue dado de baja del ejército, de modo que el mismo Pueyrredón se lo sacó de encima dos veces.

Después de la batalla de Cepeda, el nuevo gobernador, Manuel de Sarratea, lo llamó para que se hiciera cargo de la comandancia de armas de la provincia, cargo en que duró poco.

Participó del lado de Soler y Dorrego en los hechos de la anarquía del año XX. Dirigió el asalto a San Nicolás de los Arroyos — donde se habían refugiado los aliados del caudillo Estanislao López, Alvear y Carrera — bajo las órdenes de Dorrego.

Tras la pequeña victoria de Pavón, quedó como jefe de San Nicolás, lo que le ahorró la derrota y la vergüenza en la batalla de Gamonal.

Participó en la revolución de octubre de ese año, junto al coronel Manuel Pagola, por la cual fue arrestado tras su derrota frente al general Martín Rodríguez y el coronel Juan Manuel de Rosas. Emigró a Montevideo y regresó al año siguiente, cuando la situación política se estabilizó bajo el gobierno de Rodríguez.

Fue pasado a retiro por la reforma militar del ministro Bernardino Rivadavia y permaneció alejado de la política por varios años.

Volvió a la actividad para ejercer cargos secundarios bajo la gobernación de Dorrego y a su caída se retiró definitivamente.

El general Juan Lavalle lo desterró y a su regreso sólo volvió a aparecer en público para un apoyo a Rosas en una manifestación.

Murió pobre en 1843, en un hospital público de Buenos Aires.

Una calle en el partido bonaerense de Vicente López lleva su nombre, al igual que otra calle en el barrio Malvín Norte en Montevideo, Uruguay.



viernes, 3 de julio de 2015

JOSÉ ALBERTO BACLER D'ALBE El Ingeniero militar de San Martín

JOSÉ ALBERTO BACLER D'ALBE 

El Ingeniero militar de San Martín



Alberto Bacler d'Albe nació el 22 de julio de 1789 en Sallanches, Alta Saboya, hijo de María Marta Alejandrina Godin y de Louis Albert Guislain Bacler d'Albe.

Bacler fue educado en la Escuela Militar de París de donde egresó como oficial de ingenieros. En 1793 se incorporó al ejército francés y tras convertirse en director del Servicio Topográfico de Napoleón Bonaparte (septiembre de 1804) y después Comandante del cuerpo de Ingenieros geógrafos, alcanzó una baronía en 1809 y el grado de mariscal de campo y la Legión de Honor en 1813.

Participó luego en numerosas acciones en Austria, Rusia, Alemania, España, Bélgica y Francia.

Después de la derrota definitiva de Bonaparte en la batalla de Waterloo, Bacler emigró a los Estados Unidos de América, arribando a Baltimore en agosto de 1816. Allí fue convencido por el chileno José Miguel Carrera de embarcarse al Río de la Plata en la fragata Clifton para sumarse a la lucha por la libertad de Chile.

En 1817 se incorporó al ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata con el grado de sargento mayor de ingenieros, participando en la campaña de Chile al mando de José de San Martín.

Tuvo descollante actuación en el sitio y asalto de Talcahuano, levantando un plano del área que "por la exactitud absoluta y por la ejecución artística revela en su autor un verdadero ingeniero militar" y el 6 de diciembre al mando de un cuerpo de zapadores integró la división que al mando de Gregorio de las Heras consiguió apoderarse del reducto del Morro. Durante la campaña fue el responsable directo de la mayor parte de los trabajos topográficos realizados en apoyo de las operaciones militares.

Asistió a la batalla de Maipú en 1818, siendo recomendado en su parte por el general San Martín al gobierno de Chile.

En ese combate se encontró con el comandante de la reserva el coronel Hilarión de la Quintana quien en momentos en que la victoria era incierta le manifestó "Vaya Ud y avise al general que voy a atacar con mi reserva sin su orden, pues si me dejo estar un solo momento sin moverme todo es perdido", tras lo que dio órdenes de intervenir a su división decidiendo así la jornada para las armas patriotas.

Fue quien levantó los planos de los campos de batalla de Cancha Rayada y de Maipú que incluiría Bartolomé Mitre en su Historia de San Martín.

Tras ser ascendido al grado de teniente coronel de ingenieros retroactivo al 15 de abril de 1818, en 1819 Bacler regresó a Buenos Aires y tras un breve paso por el Departamento de Artillería e Ingenieros se sumó a la Expedición Libertadora del Perú comandada por San Martín con el grado de teniente coronel, prestando importantes servicios desde el desembarco del ejército libertador.

Realizó entre otros trabajos levantamientos topográficos en Pisco y tras el traslado del ejército de operaciones al norte, en Huaura. Para facilitar las operaciones de embarque y desembarque durante la permanencia del Ejército Libertador en la región, construyó rápidamente un muelle en el puerto de Huacho y fortificó la posición defensiva ocupada por las tropas en el valle de esa localidad.

El general Miller describió así las obras: "Se organizó la posición en la orilla del río Huaura, que había hecho fortificar San Martín con obras de campaña. La derecha de esta línea se apoyaba en el mar, teniendo a Huacho al frente y a Sayán a la izquierda, siete u ocho leguas dentro del valle de Huaura".

Tras regresar a Chile en 1823 fue comisionado junto a su compatriota el geógrafo Carlos Ambrosio Lozier para levantar un mapa geográfico de esa nación, proyecto que se vio trunco al serle encargadas otras comisiones.

Según algunos autores falleció en Valparaíso el 24 de diciembre de 1823 víctima de la fiebre amarilla. Según otros, tras participar de la expedición a Chiloé en 1824 al mando de su compatriota Jorge Beauchef, Bacler regresó a Francia donde murió ese mismo año, al igual que su padre.

Estaba casado con Manuela López y Dorrego.

Bibliografía
• Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930), Editorial Elche, 1968.
• Yaben, Jacinto R., Biografías argentinas y sudamericanas, 1938
• María Haydée Martín, Alberto S. J. de Paula, Ramón Gutiérrez, Los ingenieros militares y sus precursores en el desarrollo argentino, Fabricaciones Militares, 1976
• Claude-Alain Saby, 1815, Les naufragés de l'Empire aux Amériques, Servimédia, 2005, ISBN 2-9526488-0-8
• Diego Barros Arana, Historia general de Chile, Editorial Universitaria, 2000
• Diego Barros Arana, Las campañas de Chiloé 1820-1826, memoria histórica, 1856
Enlaces externos[editar]
• San Martín en Huaura Un valioso Plano Topográfico de la época.
• Louis Albert Guislain Bacler d'Albe.


MIGUEL CHEPOYÁ Trompeta de San Martin

MIGUEL CHEPOYÁ  

Trompeta de San Martin


Granadero Guaraní de la máxima confianza del Libertador

También fue llamado “El clarín de la gloria” y “el Corneta de la Gloria”

El pedido rezaba: "...que reclutaran jóvenes de talla y robustez que S.E. destina al Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando del Teniente Coronel Don José de San Martín, oriundo de aquel territorio...".

Chepoyá, al igual que Cabral, hombre decisivo en la vida del Gran Capitán, entre otros 260 guaraníes se alistó en sus filas.
Algunos de los guaraníes de estos grupos lo acompañaron durante toda la campaña libertadora, incursionaron en la campaña al Norte, acompañaron al Libertador en el cruce de los Andes, lucharon en Chile y mantuvieron el último encuentro bélico con las tropas realistas en Ayacucho.

Eran un puñado de hombres adiestrados en un todo por el Gran Capitán y que hasta el último encuentro demostraron cuánto vale la disciplina férrea, el tesón y la valentía puestos al servicio de un noble ideal.

Miguel Chepoyá actuó también bajo las órdenes del Gral. Manuel Belgrano, Rondeau, Bolívar y Sucre. Era uno de los últimos invencibles del resto del Regimiento de Granaderos a Caballos de los Andes, que cargados de gloria llegan a Buenos Aires el 13 de febrero de 1826 bajo las órdenes de Félix Bogado después de 13 años de lucha para concretar la libertad de América.

En Buenos Aires recibieron el agasajo con desfile por las calles en el último adiós a las armas.

A su regreso a la Patria amada, contaba a la sazón con 30 años de edad, y estando muy próxima a desatarse la contienda bélica con el imperio del Brasil bajo la corona de Pedro, es muy difícil que no se haya tentado a combatir junto a sus hermanos que nuevamente habían sido convocados para esta nueva gesta patriótica.


Posteriormente se perdieron noticias sobre él.

MIGUEL BRAYER Soldado Napoleónico al que San Martin dio de baja con las siguientes palabras “hasta el último tambor del ejército tiene más honor que usted.”

MIGUEL BRAYER 

Soldado Napoleónico al que San Martin dio de baja con las siguientes palabras “hasta el último tambor del ejército tiene más honor que usted.”



Michel Silvestre Brayer, conocido en América del Sur como Miguel Brayer  (Douai, 1  Francia, 31 de diciembre de 1769 – París, 28 de noviembre de 1840), militar francés que participó en las Guerras Napoleónicas, llegando al grado de General de Brigada. Tras la Restauración Borbónica, huyó a Chile, donde tuvo una actuación desastrosa en la guerra de independencia de Chile. De regreso a Francia, recuperó todos sus grados y honores y continuó su carrera militar, participando en la organización de la invasión de España por los Cien Mil Hijos de San Luis que acabó con los logros del trienio liberal. El nombre de Michel Brayer está grabado en el Arco del Triunfo.

Ingresó como soldado al Regimiento Suizo de Reinhart a los 13 años. Incorporado después al regimiento de Puy-de-Dôme, hizo en 1792 la campaña de las Ardenas, del Mosela, del Danubio y del Rin. Más tarde fue ascendiendo hasta llegar a jefe de batallón en 1799. Cuatro años más tarde se destacó en la batalla de Hohenlinden y fue incorporado a la Legión de Honor en 1805. En 1809 fue ascendido al grado de general de brigada.

Participó en la campaña de Austria de 1803, y tuvo actuaciones destacadas en las batallas de Austerlitz, Friedland.
En algún momento, en esos años, fue diputado a la Asamblea Nacional.

Pasó posteriormente a los ejércitos napoleónicos en España. Allí combatió en la batalla de Burgos, llegando al grado de general en 1809, año en que tuvo una actuación destacada en la batalla de Ocaña y la campaña de la Sierra Morena. Reconocido como barón imperial, actuó también en la batalla de Gévora y en la de Albuera.
Regresó al frente oriental, combatiendo en las batallas de Dresde y Leipzig.

Tras la abdicación de Napoleón Bonaparte, pasó a retiro, aunque Luis XVIII lo nombró caballero de la Orden de San Luis. Era el comandante de la plaza militar de Lyon cuando el regreso de Napoleón a Francia, pasando nuevamente a órdenes del Emperador; éste lo nombró gobernador de la ciudad y palacio de Versalles el 5 de mayo de 1815, par de Francia el 2 de julio y conde del Imperio con una dotación de 4.000 francos.

Tras la derrota definitiva de Napoleón, el rey Luis XVIII lo incluyó en su ordenanza que condenaba a muerte a los oficiales que hubieran acompañado al Emperador, en septiembre de 1816. No obstante, ya había huido a Prusia, desde donde pasó a los Estados Unidos.

Allí conoció al general José Miguel Carrera, líder de una de las fracciones del independentismo de Chile. Juntos regresaron a Sudamérica, desembarcando en Buenos Aires en febrero de 1817 al frente de una flotilla destinada a la independencia chilena. Pero la flota fue requisada y Carrera pasó a Montevideo, mientras Brayer continuó su viaje por tierra hasta Chile, país que acababa de reconquistar su libertad gracias al Ejército de los Andes, comandado por José de San Martín.

Al llegar a Chile, su experiencia era muy superior a la de cualquier otro oficial del Ejército Chileno, por lo que San Martín lo nombró Jefe de Estado Mayor del mismo, segundo del general Bernardo O'Higgins. En tal carácter, participó en el Sitio de Talcahuano: esa ciudad – ubicada demasiado cerca de la ciudad de Concepción como para ser ignorada – estaba bien amurallada, y era fácilmente aprovisionada desde el mar por la flota española.

Cuando O'Higgins pidió opiniones sobre cómo tomar la ciudad sitiada, el general Juan Gregorio de Las Heras propuso una estrategia de desgaste gradual. En cambio, Brayer indicó que debía asaltarse la fortaleza avanzada de Talcahuano de frente y desde allí avanzar hacia la ciudad; cuando Las Heras objetó que eso significaba tener que asaltar inútilmente dos murallas, Brayer le recordó que él había asaltado una fortaleza prusiana en muletas y le aconsejó que no participara en el asalto. Como O'Higgins prefirió confiar en Brayer, Las Heras exigió ser quien comandara el asalto a las posiciones, para demostrar que no era por cobardía que había criticado la estrategia.

Pese al heroísmo del ataque de Las Heras – que estuvo a punto de morir en el intento – y sus hombres – que cayeron de a cientos – el ataque fue un total fracaso. Brayer trató de culpar del fracaso a Las Heras, lo que O'Higgins rechazó.

Retrocediendo hacia el norte con el resto del ejército, Brayer volvió a cometer un error grave cuando ordenó al coronel Ramón Freire abandonar Lontué en presencia del enemigo, que estuvo a punto de destruir su división.

Cuando ocurrió la sorpresa de Cancha Rayada, Brayer abandonó el ejército sin dar indicaciones precisas de cómo efectuar la retirada. Esta acción causó muchas bajas, entre ellas, la herida de O'Higgins. Al llegar a Santiago difundió entre la población que se había perdido la guerra y que había que huir a Argentina, mientras San Martín reunía nuevamente su ejército.

Al iniciarse la batalla de Maipú, Brayer solicitó autorización para irse a tomar unos baños termales. San Martín le contestó que eso bien podía esperar unas horas, hasta después de la batalla que ya había comenzado.

Como Brayer insistió, San Martín lo dio de baja frente a todo su estado mayor y le gritó
"hasta el último tambor del ejército tiene más honor que usted."

Mientras los realistas huían derrotados en Maipú, Brayer huyó a Buenos Aires; allí publicó unos panfletos contra San Martín y exigió el pago de sus sueldos y premios. San Martín, desde Mendoza, exigió y obtuvo su encarcelamiento. Aprovechando una especie de libertad condicional, huyó meses después a Montevideo. Allí volvió a encontrarse con Carrera, a quien ayudó en su campaña periodística contra O'Higgins, difamando nuevamente a San Martín en la prensa. Posteriormente intentó volver a Buenos Aires en 1820, pero no fue autorizado. Entonces regresó a Francia.

Regresó a Francia en 1820. Indultado de la antigua condena a muerte, recuperó todos sus cargos militares y honores. Participó en la organización de la invasión de los “Cien Mil Hijos de San Luis”, que reinstauró el absolutismo en España.
Posteriormente fue ascendido al grado de teniente general, puesto al mando de la Quinta División, con sede enEstrasburgo. Entre 1833 y 1835 fue Inspector General de Infantería. Pasó a retiro definitivo en 1836.
Falleció en París en 1840.
Su nombre figura en el Arco de Triunfo de París. También es mencionado en el testamento de Napoleón, que le legó una suma de cien mil francos.
Su hijo, Miguel Silvestre Felipe Brayer (1813-1870), conde del imperio, llegó al grado de general de brigada muriendo en combate el 16 de agosto de 1870 en la batalla de Mars-la-Tour (Rézonville), durante la Guerra Franco-Prusiana.
Bibliografía
• Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, 7 volúmenes, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
• Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Ed. Aguilar, Bs. As., 2005. ISBN 987-04-0105-8
• Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004. ISBN 950-04-2675-7
• Mitre, Bartolomé, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. Ed. Eudeba, Bs. As., 1968.
• Mullié, Charles, Biographie des célébrités militaires des armées de terre et de mer de 1789 à 1850, París, 1852.
• Robert, Adolphe, Bourloton, Edgar y Cougny, Gaston, Dictionnaire des parlementaires français (1789-1891), París, s/f.


jueves, 9 de abril de 2015

GENERAL JOSÉ MATÍAS ZAPIOLA: SOLDADO DE SAN MARTÍN

GENERAL JOSÉ MATÍAS ZAPIOLA: SOLDADO DE SAN MARTÍN

Héroe de la Independencia, comandante de los granaderos a caballo en la batalla de Chacabuco. 



José Matías Zapiola era hijo de Manuel Joaquín de Zapiola, oficial de marina español que acompañó la expedición de Pedro de Ceballos al Río de la Plata y de María Encarnación de Lezica y Alquiza. Fue enviado a España para instruirse en la marina española; egresó de la Escuela Naval en 1796 y le asignaron tareas navales. Hacia 1805 lo destinaron a la guarnición naval de Montevideo, y de allí pasó a Buenos Aires, donde luchó en 1807 en la defensa contra las invasiones inglesas.

En 1810 era jefe del Puerto de Buenos Aires; apoyó la Revolución de Mayo y fue dado de baja de la Armada Española. De regreso en Montevideo, fue arrestado y enviado de regreso a España. Al llegar a Cádiz se unió a la logia de esa ciudad y acompañó a José de San Martín y Carlos María de Alvear a Londres. De allí regresó a Buenos Aires en la fragata "George Canning"; cuando llegaron, en 1812, Zapiola se presentó, de inmediato junto con ellos, ante la Primera Junta

También colaboró para establecer la Logia Lautaro, de la cual fue el primer secretario. Él junto con San Martin, Mier, Villa Urrutia y Chilavert fueron mensionados hermanos fundadores de esta logia. Ayudó a San Martín a formar el Regimiento de Granaderos a Caballo, y fue el jefe del primer batallón de esta unidad.

En 1814 pasó al sitio de Montevideo, a órdenes de Alvear, y participó en la última etapa de este, hasta la caída de la ciudad. Tras esto, quedó como segundo jefe de la guarnición en esa ciudad; al año siguiente hizo, con Manuel Dorrego, una campaña contra Artigas. No llegó a tiempo a salvar a Dorrego de la derrota de Guayabos, que significó la pérdida de la Banda Oriental para el Directorio.


Quedó al mando del Regimiento de Granaderos y lo llevó a Mendoza, con lo cual reforzó el Ejército de los Andes. Cruzó la cordillera con San Martín, y peleó en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. En esta última batalla tuvo una actuación descollante, dirigiendo la mitad de la caballería patriota. Fue el comandante de la 2da campaña del sur de Chile, después de Marcos Balcarce, y tomó la ciudad de Chillán por asalto. Fue ascendido a general.

En junio de 1819 regresó a Buenos Aires y se reincorporó a la marina. Después de la muerte de su anterior jefe, Ángel Hubac, fue el comandante de la escuadra fluvial de Buenos Aires, y participó de la guerra contra Santa Fe y Entre Ríos, en los años 1820 y 1821.
Pidió y obtuvo la baja de la marina en 1822, y se convirtió en estanciero gracias a la enfiteusis ideada por el ministro Bernardino Rivadavia. Organizó la flota que serviría en la Guerra del Brasil, pero no llegó a embarcarse; le pasó el mando a Guillermo Brown.

Después de la revolución de Juan Lavalle en 1828, fue jefe del Departamento de Marina, pero en 1829, al final de su gobierno, se retiró de la vida pública para dedicarse a las actividades rurales; permaneció en esta situación hasta después de la caída de Rosas en Caseros en 1852. Ese año regresó al servicio activo como comandante de marina y fue ministro de Guerra y de Marina en el gabinete del gobernador Valentín Alsina de Buenos Aires. No intentó resistir el bloqueo impuesto por Justo José de Urquiza a la ciudad a principios de 1853, que finalmente terminó con una victoria, resultado de un soborno masivo.

Permaneció en distintos cargos públicos hasta la derrota de Cepeda y la renuncia de Alsina, y se retiró definitivamente en 1859. Bartolomé Mitre lo entrevistó muchas veces para lograr datos de primera mano respecto de la historia de la campaña de Chile y de la vida de San Martín. En especial — gracias a haber alcanzado una edad avanzada — fue el único testigo que dejó datos precisos sobre la Logia Lautaro, sus miembros y sus intenciones.


Murió en junio de 1874 en Buenos Aires.

miércoles, 8 de abril de 2015

MARIANO NECOCHEA: SOLDADO DE SAN MARTIN Y DE BOLIVAR.

MARIANO NECOCHEA: SOLDADO DE SAN MARTIN Y DE BOLIVAR

PROCER DE ARGENTINA Y DE PERU


Mariano Necochea nació en Buenos Aires el 7 de septiembre de 1792, hijo padres españoles, del rico vasco navarro Casimiro Francisco Necochea y de María Mercedes porteña. En 1802, fue enviado a Sevilla, donde estudió matemáticas, humanidades e idiomas a Sevilla. Regresó a Buenos Aires en 1809, a la muerte de su padre, para hacerse cargo de los negocios de éste. Salió rumbo a Buenos Aires el 14 de noviembre de 1809 y llegó a su tierra en vísperas de la Revolución de Mayo.
No participó en la Revolución de Mayo, y se mantuvo ligado al comercio exterior.
En 1812, sorpresivamente se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo que acababa de fundar el coronel José de San Martín con el grado de alférez. El 24 de abril de 1812,  el 24 de septiembre del mismo año fue promovido a teniente. Participó en la batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, y por su actuación mereció ser ascendido a ayudante mayor.     Dada su cultura refinada, su jefe le encargó redactar el parte oficial de la victoria.

Se hallaba en Santa Fé, con una compañía de granaderos, cuando recibió la orden que debía marchar con destino a Tucumán para incorporarse al regimiento, ya que San Martín había sido designado jefe del Ejército del Norte.
Luego fue destacado para prestar servicios en la vanguardia de las tropas que debían apoyar los restos del ejército de Belgrano a las órdenes del general Rondeau. Marchó  más tarde hacia el norte destacándose por su coraje en el encuentro del Tejar, el 26 de enero de 1815, donde se salvó de caer prisionero por la desmesura de su arrojo.
Así describe Yaben el hecho: “El jefe de vanguardia de las fuerzas del Alto Perú, Cnl D Martín Rodríguez fue sorprendido por una división española y capturado con su fuerza en el Tejar; cuando se realizó la sorpresa, el capitán Necochea resistió en un corral de piedra con 25 granaderos, mas al ver la inutilidad de sus esfuerzos, monta su caballo en pelo y como un rayo se lanza sobre la caballería enemiga, partiendo en dos la cabeza de un bravo soldado que intenta detenerlo y esgrimiendo siempre su ensangrentado sable, se abre paso a través de las tropas realistas, siendo el único que escapa de aquella sorpresa, gracias a su arrojo temerario”.
Estuvo en Venta y Media y Sipe Sipe, donde  luego de un brillante desempeño, fue herido durante la retirada del ejército sucedida la derrota, y estuvo a punto de ser víctima de los lugareños prorrealistas siendo salvado por el Cnl Hilarión de la Quintana.

Tras esa campaña en el Alto Perú, se trasladó a Mendoza para integrar las fuerzas que preparaba San Martín en el campamento del Plumerillo.
Tenía el grado de sargento mayor cuando comenzó la campaña a Chile. En el cruce de los Andes formó la vanguardia de la columna al mando de O’Higgins y tuvo los primeros encuentros con los realistas.
Se distinguió en la batalla de Chacabuco, y en el parte que San Martín envió al gobierno señaló que el comandante Necochea, con su 4to Escuadrón y su escolta cayó por la derecha haciéndoles un estrago terrible.
Fue enviado más tarde al sur de Chile, concurriendo al asalto de la plaza de Talcahuano, el 6 de diciembre de 1817, estuvo en Cancha Rayada y en la batalla de Maipú, donde recibió una herida de importancia en la mano derecha.
Por su actuación en 1818 fue promovido a coronel graduado, obteniendo también la condecoración de la “Orden del Mérito” de Chile. Continuó con San Martín la campaña del Perú, participando en la ocupación de Lima y del Callao, obteniendo el grado de general de brigada en 1821.
Retirado San Martín después de la entrevista de Guayaquil, continuó prestando sus servicios a las órdenes de Bolívar, quien en febrero de 1824, lo designó gobernador de Lima, labor en la que tuvo como secretario general de gobierno a Tomás Guido.
Participó en muchas acciones de guerra, y acreditó en todas partes su arrojo temerario.
En la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824 cayó en poder de los españoles con siete heridas de lanza siendo rescatado por Manuel Isidro Suárez, quien decidió la batalla con una oportuna carga de los escuadrones que mandaba. Bolívar hizo constar en el parte su heroísmo, con las siguientes palabras: “Necochea se arrojó a las filas enemigas con una impetuosidad heroica” recomendándolo a “la admiración de América”, por lo que fue ascendido a general de división.
Repuesto de sus heridas, luego de Ayacucho, Bolívar le encomendó la dirección de la Casa de Moneda de Lima pero en 1826 fue detenido bajo el cargo de conspirar contra el Libertador  de la Gran Colombia sin que se le probara cargo alguno. Agraviado, decidió abandonar el Perú no sin antes devolver los despachos de general y algunos valores que poseía.
Al regresar a Buenos Aires, le sorprendió la noticia de la guerra del Brasil designándolo Rivadavia jefe de las fuerzas de reserva reunidas en la Capital, además de ser designado coronel del Cuerpo de Voluntarios denominado “Húsares defensores del honor nacional”, el 20 de diciembre de 1826. Pidió ser enviado al frente de operaciones, pero al no lograrlo regresó al Perú.
A raíz de haber roto Perú relaciones con Colombia, volvió a Buenos Aires, donde solicitó un puesto en el Ejército  de Operaciones, pero el gobierno se contentó con dárselo en la frontera sur, destino que declinó.
Fue sancionado por el gobernador Manuel Dorrego por pretender volcar una elección en favor de los unitarios, votando con todo su regimiento. No obstante, algunos autores citan el episodio como la intervención de Necochea en contra de un oficial partidario de Dorrego, que pretendía hacer votar a sus soldados en su favor.
Apoyó a Juan Lavalle en la revolución de diciembre de 1828, pero no tomó parte en la guerra civil que siguió. Abandonó Buenos Aires a fines del año siguiente, poco después de la caída de Lavalle.
En 1829 regresó al Perú, fue deportado a Bolivia y en 1831, retornó una vez más allí en virtud de una ley de amnistía, a cuyo beneficios se acogió. Volvió a ocupar la dirección de la Casa de Moneda. 
Al estallar la guerra civil en 1831, el gobierno le dió el mando del ejército y en ese carácter, marchó sobre la capital donde se encontraba el presidente Obregoso. En 1834 se le confirió la más alta distinción peruana, el grado de gran mariscal.
Víctima por tercera vez de la proscripción, se vió obligado a refugiarse en Chile. Allí pasó serias necesidades y sufrimientos hasta que en el Perú fue repuesto en sus grados y honores, y volvió a ocupar la dirección de la Casa de Moneda.
Desde fines de 1845, los padecimientos de Necochea, ocasionados por una grave enfermedad pulmonar, como consecuencia de las heridas recibidas en Junín, fueron permanentes. Sanchez Zinny afirmó que el lanzazo recibido en tan cruento combate, que le atravesó el pulmón izquierdo, fue causa de la consunción que se exacerbó en el año citado.
En la primavera de 1848, se estableció en la casa donde le sorprendió la muerte, en el entonces caserío de Miraflores, 5 Km al sur de Lima, hoy parte integrante de la gran Lima, el 5 de abril de 1849.
Al conmemorarse el centenario de su fallecimiento la república hermana del Perú lo declaró prócer nacional y sus restos mortales, que reposaban en un dignísimo mausoleo levantado por suscripción pública, fueron trasladados al Panteón de los Próceres.
En la provincia de Buenos Aires se encuentra la ciudad de Necochea, cabecera del municipio del mismo nombre. El Ejército Argentino denomina con su nombre al Regimiento de Caballería de Tanques Nro 8 con asiento en la ciudad de Magdalena, en la misma provincia. También es homenajeado en las principales ciudades de la Argentina, mediante la imposición de su nombre a diferentes calles. En el Perú es considerado un héroe de la independencia y ostenta el título de Gran Mariscal del Perú. Sus restos descansan en Lima en la iglesia de San Carlos.
El 5 de abril de 1949 al cumplirse el centenario de su muerte el presidente argentino Juan D. Perón solicitó al gobierno del Perú la restitución de los restos del héroe.
La respuesta del gobierno peruano fue que Necochea había vivido mucho más tiempo en el Perú que en la Argentina, que se había transformado en ciudadano del Perú por voluntad propia, que el pueblo del Perú lo amaba y que había sido mariscal de sus ejércitos, por lo que no aceptó el traslado propuesto por la Argentina.

Yaben cierra su biografía recordando un largo fragmento de la justiciera semblanza que Angel J. Carranza hiciera de Mariano Necochea del que extraemos estos conceptos: “Figura gallarda, maneras cultas y desenvueltas, cabello ondeado y renegrido, barba tupida, rostro significativo y mirada magnética, cualidades que reunía una salud de bronce, fuerzas hercúleas, destreza suma en el caballo, y más que todo, una gigantesca reputación de valiente. ...”
“Huracán de furor en la refriega, cuanto benigno en los cuarteles, poseía en alto grado el secreto de aguerrir y hacerse adorar por sus soldados”.
“Patriota sin exageración, subordinado sin humillación, reflexivo antes de resolverse y resuelto sin consultar peligro, su vida era la vida de la Patria. Necochea era el soldado de toda hora y el general en el vivac”.

BIBLIOGRAFIA

EDUARDO F. SANCHEZ ZINNY, Historia del General Mariano Necochea, La Plata, 1939, 2 ts.
RAMON PEREZ DEL VISO, General don Mariano Necochea. Síntesis biográfica, Santa Fé, 1949.
FEDERICO A. GENTILUOMO, Necochea. El General romántico, Tucumán, 1951.
CARLOS ALBERTO SALAS, Muerte y glorificación del Gran Mariscal Mariano Necochea, en La Nación, 16 marzo de 1961. 
GUSTAVO MARTINEZ ZUVIRIA, Los tiempos de Mariano Necochea, Bs. As., 1961.



jueves, 26 de marzo de 2015

Hábitos de San Martín

HÁBITOS DE SAN MARTÍN 

El General Tomas Guido fué uno de los mejores amigos del General San Martín, considerado como uno de sus ideólogos y de la Revolución. Este San Martín íntimo que nos relata Guido surge de su Memoria, basada en las conversaciones sostenidas con el prócer en Saldán, Córdoba, durante la convalecencia del general.

"Se me consentirá aquí, en gracia de tan célebre personaje, una digresión encaminada a suministrar algunos detalles sobre su vida íntima. Era generalmente sobria y metódica. Durante su larga permanencia en Chile, tenía por costumbre levantarse de tres y media a cuatro de la mañana, y aunque con frecuencia le atormentaba al ponerse de pie un ataque bilioso, causándole fuertes nauseas, recobraba pronto sus fuerzas por el uso de bebidas estomacales, y pasaba luego a su bufete. Comenzaba su tarea casi siempre a las cuatro de la mañana, preparando apuntes para su secretario, obligado a presentársele a las cinco. Hasta las diez se ocupaba de los detalles de la administración del ejército, parque, maestranza, ambulancias, etc, suspendiendo el trabajo a las diez y media. Desde esa hora adelante, recibía al Jefe del estado Mayor, de quien tomaba informes y a quien daba la orden del día. Sucesivamente concedía entrada franca a sus jefes y personas de cualquier rango, que solicitaren su audiencia. El almuerzo general era en extremo frugal, y a la una del día, con militar desenfado, pasaba a la cocina y pedía al cocinero lo que le parecía más apetitoso. Se sentaba solo, a la mesa que le estaba preparada con su cubierto, y allí se le pasaba aviso de los que solicitaban verlo, y cuando se le anunciaban personas de su predilección y confianza, les permitía entrar. En tal humilde sitio ventilábase toda clase de asuntos, como si estuviera en un salón, pero con franca llaneza, frecuentemente amenizada con agudezas geniales. Sus jefes predilectos eran los que gozaban más a menudo de esas sabrosas pláticas. Este hábito, que revelaba en el fondo un gran despego a toda clase de ostentación, y la sencillez republicana que lo distinguía, no era casi nunca alterada por lo general, considerándola, -decía él en tono de chanza- un eficaz preservativo del peligro de tomar en mesa opípara algún alimento dañoso a la debilidad de su estómago. Más esto, que pudiera llamarse una excentricidad, no invertía la costumbre de servirse a las cuatro de la tarde una mesa de estado que, en ausencia del general, presidía yo, preparada por reposteros de primera clase, dirigidos por el famoso Truche de gastronómica memoria. Asistían a ella jefes y personas notables, invitadas o que ocasionalmente se hallasen en palacio a la indicada hora. El general solía concurrir a los postres, tomando en sociedad el café, y dando expansión a su genio en conversaciones festivas. Por la tarde recibía visitas o hacía corto ejercicio, y al anochecer regresaba a continuar su labor, imponiéndose de la correspondencia del día, tanto interna como del exterior, hasta las diez, que se retiraba a su aposento y se acostaba en su angosto lecho de campaña, no habiendo querido, fiel a sus antiguos hábitos, reposar nunca en la cama lujosa que allí le habían preparado. Más este régimen era con frecuencia interrumpido por largas vigilias, en las que meditaba y combinaba operaciones bélicas del más alto interés, y cuanto se relacionaba con su inmutable designio de asegurar la independencia y organización política de Chile. A más de la dolencia casi crónica que diariamente lo mortificaba, sufría de vez en cuando ataques agudísimos de gota, que, entorpeciendo la articulación de la muñeca de la mano derecha, lo inhabilitaban para el uso de la pluma. Su médico, el doctor Zapata, lo cuidaba con incesante esmero, induciéndolo no obstante, por desgracia, a un uso desmedido del opio, a punto de que, convirtiéndose esta droga, a juicio del paciente, en una condición de su existencia, cerraba el oído a las instancias de sus amigos para que abandonase el narcótico (de que muchas veces le sustraje los pomitos que lo contenían) y se desentendía del nocivo efecto con que lenta pero continuadamente minaba su físico y amenazaba su moral". 
Tomás Guido
Fuente: Busaniche José Luis (ed). San martín visto por sus contemporáneos. B.As. Instituto Sanmartiniano, 1995, págs. 153 a 155. 

jueves, 12 de febrero de 2015

PARTE DEL COMBATE DE SAN LORENZO, SUSCRITO POR EL CORONEL JOSE de SAN MARTIN

PARTE DEL COMBATE DE SAN LORENZO, SUSCRITO POR EL CORONEL JOSE de SAN MARTIN 



AL SUPERIOR GOBIERNO 
SAN LORENZO, 3 de FEBRERO de 1813
Exmo. Señor.
Tengo el honor de decir a V.E. que en el día 3 de febrero los granaderos de
mi mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo á las armas de la
patria. Los enemigos en numero de 250 hombres desembarcaron a las 5 y media
de la mañana en el puerto de S. Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al
colegio S. Carlos conforme al plan que tenían meditado en dos divisiones de
a 60 hombres cada una, los ataques por derecha e izquierda, hicieron no
obstante una esforzada resistencia sostenida por lo fuegos de los buques,
pero no capaz de contener el intrépido arrojo con que los granaderos
cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se replegaron en fuga a las
bajadas dejando en el campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos,
12 heridos sin incluir los que se desplomaron, y llevaron consigo, que por
los regueros de sangre, que se ven en las barrancas considero mayor numero.
Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de
V.E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipolito
Bouchard. De nuestra parte se han perdido 26 hombres, 6 muertos, y los demás
heridos, de este numero son: el capitán D. Justo Bermúdez, y el teniente
Manuel Díaz Velez, que avanzándose con energía hasta el borde de la barranca
cayó este recomendable oficial en manos del enemigo.
El valor e intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando
los hace acreedores a los respetos de la patria, y atenciones de V.E.;
cuento entre estos al esforzado y benemérito párroco Dr. Julián Navarro, que
se presentó con valor animando con su voz, y suministrando los auxilios
espirituales en el campo de batalla: igualmente lo han contraído los
oficiales voluntarios D. Vicente Mármol, y D. Julián Corvera, que á la par
de los míos permanecieron con denuedo en todos los peligros.
Seguramente el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en
este día de un solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del
Paraná, si la proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero
me arrojo a pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio
para que los enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores.
Dios guarde a V.E. muchos años. San Lorenzo febrero 3 de 1813.
JOSE de SAN MARTIN