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viernes, 10 de noviembre de 2017

CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN Felicita por la victoria de Maipú

CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN Felicita por la victoria de Maipú

CARTA DE BELGRANO A SAN MARTIN Felicita por la victoria de Maipú
SAN MARTÍN le había escrito a BELGRANO dándole noticia de su victoria en los campos de Maipú.

El 20 de abril de 1818, el vencedor de Tucumán, le responde al Libertador.

En carta que ha recogido la Historia, expresa:  Excelentísimo señor: Señor: Nunca se manifiesta el sol con más brillantez y alegría que después de una tempestad furiosa. El azaroso acontecimiento del 19 de marzo, en los campos de Talca, le dio palpablemente el último grado de importancia e inmortalidad al venturoso del 5 del corriente, en los campos de Maipú, del que me habla V. E. en la suya del 8 del mismo. Al enemigo, fascinado en aquél, no se le ocurrió, por lo visto, que aun existía el general San Martín y que, capaz de transmitir su heroísmo al último de sus subalternos, haría prodigios aun con la espada al cuello. Él, sin duda, contó con que V. E. sería el primero que arrastrase su carro triunfal auxiliado de los jefes que le secundaban, pero, la copa de la felicidad jamás se concedió a un orgullo presuntuoso: encontró su ruina y su vergüenza, donde creyó dar con su gloria y exaltación. Circunscribo los plácemes que doy a V. E., a la extensión de mi característica sinceridad, ya que no se me ofrecen expresiones que los signifiquen del modo más adecuado, complaciéndome la infalibilidad, de que la nación en masa, entrando yo en parte, elevará en el centro de su corazón, el monumento de eterna gratitud que inmortalice al héroe de los Andes. Tampoco olvidará a los dignos hijos suyos, jefes, subalternos, oficiales y tropa que acompañaron a V. E. en la brillante jornada: todos son acreedores a una memoria perpetua, vivirán, como me lisonjeo, la vida eterna de la nación.
Dios guarde a V. E. muchos años.-
Tucumán, 20 de abril de 1818.

Manuel Belgrano.

lunes, 24 de octubre de 2016

QUINCE PENSAMIENTOS de MANUEL BELGRANO

QUINCE PENSAMIENTOS de 
MANUEL BELGRANO

QUINCE PENSAMIENTOS de MANUEL BELGRANO

1. “El miedo sólo sirve para perderlo todo”.
2. “Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos”.
3. “Nuestros patriotas están revestidos de pasiones, y en particular, la de la venganza; es preciso contenerla y pedir a Dios que la destierre, porque de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad”.
4. “El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente”.
5. “El camino seguro de la libertad es la lucha por la libertad social”.
6. “Fundar escuelas es sembrar en las almas”.
7. “Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método, no desorden; disciplina, no caos; constancia, no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia”.
8. “No es lo mismo vestir el uniforme militar, que serlo”.
9. “La vida es nada si la libertad se pierde”.
10. “No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al fin es con la que vivo en todos los instantes y no quiero que me remuerda”.
11. “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”.
12. “Lo que creyere justo lo he de hacer, sin consideraciones ni respetos a nadie”.
13. “Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. Pero yo me río, y sigo mi camino”.
14. “Renuncio a mi sueldo de vocal de la Primera Junta de Gobierno por que mis principios así me lo exigen”.
15. “Un pueblo culto nunca puede ser esclavizado”.

MANUEL BELGRANO INCITÓ A LA DESOBEDIENCIA CUANDO LLEGÓ CISNEROS PARA ASUMIR COMO VIRREY

MANUEL BELGRANO INCITÓ A LA DESOBEDIENCIA CUANDO LLEGÓ CISNEROS PARA ASUMIR COMO VIRREY

MANUEL BELGRANO INCITÓ A LA DESOBEDIENCIA CUANDO LLEGÓ CISNEROS PARA ASUMIR COMO VIRREY


(. . .) Y entonces aspiré a inspirar la idea de Liniers de que no debía entregar el mando, por no ser su autoridad legítima la que lo despojaba: los ánimos de los militares estaban adheridos a esta opinión: mi objeto era que se diese un paso de inobediencia al legítimo gobierno de España, que en medio de su decadencia quería dominarnos, conocí que Liniers no tenía espíritu ni reconocimiento a los americanos que lo habían elevado y sostenido, y que ahora lo querían de mandón, sin embargo de que había muchas pruebas de que abrigaba o por su opinión o por el prurito de todo europeo, mantenernos en el abatimiento y esclavitud. Cerrada esta puerta, aun no desesperé de la empresa de no admitir a Cisneros, y sin embargo de que la diferencia de opiniones y otros incidentes me habían desviado del primer comandante de Patricios don Cornelio Saavedra, resuelto a cualquier acontecimiento, bien que temiendo de que me vendiese, tomé el partido de ir a entregarle dos cartas que tenía para él de la Infanta Carlota; las puse en sus manos y le hablé con toda ingenuidad: le hice ver que no podía presentársenos época más favorable para adoptar el partido de nuestra rendición y sacudir el injusto yugo que gravitaba sobre nosotros.
La contestación fue que lo pensaría y que le esperase por la noche siguiente a oraciones en mi casa: concebí ideas favorables a mi proyecto, por las disposiciones que observé en él, los momentos se hacían para mí siglos; llegó la hora y apareció en mi casa don Juan Martín de Pueyrredón y me significó iba a celebrarse una Junta de comandantes en la casa de este a las once de la noche, a la que yo precisamente debía concurrir que era preciso no contar sólo con la fuerza, sino con los pueblos, y que allí se arbitrarían los medios.
Cuando oí hablar así y tratar de contar con los pueblos, mi corazón se ensanchó, y risueñas ideas de un proyecto favorable vinieron a mi imaginación: quedé sumamente contento sin embargo de que conocía la debilidad de los que iban a componer la Junta, la divergencia de intereses que había entre ellos, y particularmente la viveza de uno de los comandantes europeos que debía asistir, sus comunicaciones con los mandones, y la gran influencia que tenía en el corazón de Saavedra, y en los otros, por el temor.
A la hora prescripta vino el nominado Saavedra con el comandante don Martín Rodríguez a buscarme para ir a la Junta: híceles mis reflexiones acerca de mi asistencia pero insistieron y fui en su compañia; allí se me dió un asiento y abierta la sesión por Saavedra, manifestando el estado de la España, nuestra situación, y que debía por empezarse por no recibir a Cisneros, con un discurso bastante metódico y conveniente, salió a la palestra uno de los comandantes europeos con infinitas ideas, a que siguió otro con un papel que había trabajado, reducido a disuadir del pensamiento, y contraído a decir agravios contra la Audiencia, por lo que los había ofendido con sus informes ante la Junta Central.
Los demás comandantes exigieron mi parecer; traté la materia con la justicia que ella de suyo tenía, y nada se ocultaba a los asistentes, que después entrados en conferencia, solo trataban de un interés particular, y si alguna vez se decidían a emprender, era por temor de que se abría aquel congreso y los castigarían, mas asegurándose mutuamente el silencio volvían a su indecisión y no buscaban otros medios ni arbitrios para conservar sus empleos. ¡Cuán desgraciada vi entonces esta situación!
¡Qué diferentes conceptos formé de mis paisanos! No es posible, dije, que estos hombres trabajen por la libertad del país; y no hallando que quisieran reflexionar un instante sobre el verdadero interés general, me separé de allí desesperado de encontrar remedio; esperando ser una de las víctimas por mi deseo de que formásemos una de las naciones del mundo.

Fuente:
Belgrano, Autobiografía, en: Corbellini, Enrique,
La Revolución de Mayo y sus antecedentes desde las invasiones inglesas,
Buenos Aires, Lajjoaune, 1950, 2 tomos, pág. 335



viernes, 1 de abril de 2016

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güemes

CHOCOLATE SARAVIA
Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güemes.

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
José Apolinario Saravia conocido como "Chocolate" "por el color cobrizo muy subido, de tinte amoratado" nació en la ciudad de Salta en 1791, era hijo del Coronel Pedro Saravia, personaje de gran prestigio –ostentaba la condecoración de Caballero de la Real Orden de Carlos III-, quien abrazó resueltamente la causa de nuestra independencia, desde el primer momento, siendo el iniciador de la lucha de guerrillas que haría, después, tan célebre a Güemes, la madre fue doña Petronila Ríos.

Deseando su padre que adquiriera una buena instrucción lo envió a un acreditado colegio de Buenos Aires, teniendo allí de condiscípulo a Bernardino Rivadavia.

Como a tantos otros, el estallido revolucionario del 25 de mayo de 1.810, lo hizo abandonar los estudios, y propio de la fogosidad impulsada por su juventud abandonó el colegio para abrazar las armas de la revolución, alistándose en las filas del Ejército Auxiliar que partió el 6 de julio de 1810 de Buenos Aires bajo el mando del Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, ostentando el grado de subteniente del Regimiento 6 de Infantería.

Posteriormente se incorporó al Ejercito Auxiliar en la primera Campaña al Alto Perú bajo el Mando de Gonzalo Balcarce, lucho en Suipacha como ayudante de su comandante y en la derrota de Huaqui como ayudante del Coronel Juan Viamonte.

Lucho junto a Belgrano en la batalla de Tucumán (1812), llegó a Salta y como espía organizo la preparación de la ciudad para la Batalla de Salta, mostrándole a Belgrano una senda oculta por la quebrada de Castañares que permitió sorprender a los realistas por retaguardia, en la batalla del 20 de Febrero donde fue jefe del escuadrón de caballería formado por salteños.

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
En efecto, llegado el ejército patriota a Salta, se encontró con una situación muy peligrosa, pues el general Pío Tristán había fortificado “Los Portezuelos”, sobre la única entrada conocida, viniendo desde Tucumán. Fue el Teniente José Apolinario Saravia el que hizo vencer esa situación, tan desfavorable para Belgrano invirtiendo los papeles avisando al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, de propiedad de su padre, el Coronel Saravia, que estaba precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto lado de la sierra”.

Efectivamente, con su amplio conocimiento del terreno desbarató la excelente posición de Tristán, obligándolo a un cambio total del frente de combate, cortándole la retirada en caso de derrota, como había de ocurrir y separándolo de un fuerte contingente de quinientas plazas que tenía apostado en Jujuy.


CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
Completó el joven oficial esta valiosísima colaboración con su acto de arriesgado espionaje, antes de la batalla. Aprovechando su físico y hasta su voz ronca y rústica, se disfrazó como un pobre hombre de campo, con ropas raídas, un viejo y roto sombrero, y ojotas en sus pies. Así, hábilmente caracterizado, entró en la ciudad “arreando una recua de burros cargados de leña, que era el único combustible que se usaba entonces”. Después de recorrer toda la ciudad –bastante pequeña por cierto- cobrando un precio excesivo por la mercadería a fin de que no se le terminara antes de observar todo lo que podía ser de interés, llegó a la casa paterna, ubicada en el centro y allí descargó toda la leña que le quedaba, saliendo de la ciudad con sus burros para ir a informar de cuanto había visto y oído.


En la batalla de Vilcapugio, librada el 1º de octubre de 1.813, después de ser abatidos los jefes de su Regimiento, cayó él también al frente de su compañía con un balazo en el pecho. Notando su ausencia, el hermano José Domingo Saravia, que era ayudante mayor, fue en su busca y encontró su cuerpo en medio de cadáveres creyéndolo muerto. Al abrazarlo, como despidiéndose de él, observó que aún respiraba. Pudo alzarlo y, poniéndolo sobre su mula lo alejó del campo de batalla, prestándole  todos los cuidados necesarios. A esa eficaz ayuda, y la atención médica posterior, debió José Apolinario que curara de tan grave herida A causa de ello no pudo participar en Ayohuma, siendo enviado a Salta.

Su padre, después de aquellas graves derrotas, imitando al célebre éxodo ordenado por Belgrano en Jujuy, el año 1.812, dispuso otro análogo en el Valle de Lerma, un verdadero repliegue de esas poblaciones, hacia el sur, estableciendo su línea de defensa en Guachipas, posición estratégica que lo alejaba del enemigo, cuando llegara a posesionarse de la ciudad de Salta, mientras mantenía vinculación con el granero del valle calchaquí y también con la línea del Pasaje.

En este último carácter y ya repuesto de la herida de Vilcapugio liberó un recio combate en ‘Sauce Redondo’, el 24 de marzo contando sólo con 30 hombres armados de fusil, mientras el destacamento realista al mando del capitán José Lucas Fajardo se componía de 56 soldados, todos con buen armamento.

El triunfo de Saravia y su gente, que lucharon a “sable, garrote y chuzo en mano” fue categórico: el capitán Fajardo muerto con varios de sus soldados, de los cuales la mitad cayó prisionera. A los vencedores se les llamó ‘Infernales, por su bravura y el empuje arrollador con que peleaban’. (Historia de San Martín, por Mitre Tomo I).

En Tucumán el Gral. San Martín lo nombró jefe del escuadrón Guachipas.

El 1º de marzo de 1.815 recibió el grado de Sargento Mayor, equivalente al de Mayor, actualmente.

Su participación en la ‘Guerra Gaucha’ bajo la suprema discusión de Güemes fue múltiple y eficaz. A fines de 1.816 se lo encuentra operando en El Toro.

En marzo del año siguiente al frente de los escuadrones del Valle Calchaquí, toma parte en el sitio de la ciudad de Jujuy, ocupada por la vanguardia de La Serna.

Y después siguiendo al enemigo, ya posesionado de Salta, actúa en el combate de ‘El Bañado’ y otros, a fines de abril de 1.817.

Tan eficaces fueron esas guerrillas que obligaron al poderoso ejército de La Serna a evacuar Salta y en seguida Jujuy, siendo constantemente hostigado hasta internarse en el Alto Perú.

Participó en los combate de La Cabaña y El Bañado, persiguió al jefe realista De la Serna hasta Tilcara. En 1818 rechazó el avance del general Olañeta y al año siguiente al nuevo jefe el Gral. Canterac.

Saravia, a fines de 1.819, se desempeña como jefe de Estado Mayor de Güemes, quien ya ejercía el cargo de Comandante en Jefe del Ejército de Observación del Perú, discernido por el general San Martín desde Chile y en vista de la anarquía reinante en las Provincias del Río de la Plata, que obligó a marchar al ejército de Belgrano para sofocar la rebelión del Litoral.

Ascendido a teniente coronel en 1.820 fue uno de los más destacados defensores de Jujuy ante el ataque de los realistas al mando de Juan Ramírez Orozco.

Su lucha siguió después de Güemes hasta el fin de las ultimas invasiones realistas a Salta, las guerras entre provincias lo vió al frente de los salteños que enfrentaron al gobernador tucumano Alejandro Heredia durante el gobierno de Pablo Latorre. Fue jefe del estado mayor del ejército salteño durante el gobierno de Manuel Saravia.

Mientras gobernaba esta provincia su pariente, el coronel Manuel Antonio Saravia en 1.842, don Apolinario revista como Jefe de Estado Mayor y al año siguiente, siendo jefe de Policía el 9 de julio, mientras se celebraba en la plaza el aniversario de la Independencia, un fanático rosista lo hirió gravemente.
            
Tan sacrificada existencia, se vio declinar con esa nueva herida, falleciendo en el año 1.844.
            

ROMANCE AL CHOCOLATE SARAVIA

Como quien busca lanceros
en estas tierras hidalgas,
agrimensor de la Historia
me fui por tierras de Salta.

Llené mis cofres en los rumbos
con nombres como esmeraldas,
y me faltaron las manos
para contar las palabras.

Pero de pronto, en la senda,
como despierto fantasma,
un tambor batió redobles
en hontanares del alma.

Para qué seguir buscando
por estas tierras hidalgas,
si estaba saliendo al paso
los que mis ansias buscaban.

Greda con greda de cielo,
varón como los de cuanta,
en frente mío se alzaba
¡el Chocolate Saravia.

¡Qué sacudón tremendo,
qué signo de esperanza!
¡Qué ganas de alzar los brazos
en gesto de clarinada!

Se me nublaron los ojos,
se me frustró la palabra
¡con sólo saber el nombre
del Chocolate Saravia.!

Un escuadrón de recuerdos
gritó ¡presente! en mi alma
y el cielo vistió de orgullo
de sus colores de patria.

Dos nombres baraja el viento
por las tierras nobles de Salta:
los de Tristán y Belgrano
para quemarse en la hazaña.

Y allá por otro camino,
no el que miran las miradas,
alerta como los tigres
un hombre de los de cuanta.

Un hombre que lleva altivo
como quien lleva una lanza,
el orgullo del salteño,
la dignidad de la raza.

¡Ese nombre era tu nombre,
mi Chocolate Saravia!
En tus manos se amasaba
destino de la batalla,

La Gloria bajaba virgen
por sendas de tu quebrada
para decirle a Belgrano
la bienhadada palabra.

¡Manes de Chachapoyas
alertaban tu mirada,
hijo humilde de este pueblo
donde se agranda la patria!

Y todo fue como un cuento,
como una historia sagrada,
en un veinte de Febrero
para jamás olvidarla.

Palomas con tierno arrullo
del cielo de tus hazañas
en esta tarde de junio
te están quemando alabanzas.

Y yo que soy peregrino
de tierras que tú ignorabas,
por un argentino y por hombre,
tejiéndote un homenaje
pongo tu nombre en mi lágrima,
¡soldado sin uniforme,
mi Chocolate Saravia!

(Lobos Porto)

Fuente: Andrés Mendieta, Sergio Flores



domingo, 23 de agosto de 2015

PROYECTO DE CONSTITUCION NACIONAL DE BELGRANO

PROYECTO DE CONSTITUCION NACIONAL DE BELGRANO



Mientras se encontraba en el campamento de Tacuarí, durante su expedición al Paraguay, donde fuera enviado tras la Revolución de Mayo, el general Manuel Belgrano redactó lo que algunos consideran la primera Constitución de Misiones, un texto de treinta artículos con una fuerte impronta social.

Fue el 30 de diciembre de 1810, luego de haber estado en Candelaria y otros pueblos de la región, donde presenció la brutalidad y la barbarie con que eran tratados los “naturales” y los criollos.

En el museo Aníbal Cambas se encuentra una copia mecanografiada de aquel histórico documento y se sabe que en el archivo general de Asunción del Paraguay existe otra escrita a mano, en idioma guaraní. Esta sería la más cercana al original redactado por Belgrano durante su campaña al Paraguay.

El documento original se titula “Reglamento para el régimen político y administrativo y reforma de los pueblos de Misiones”.

Se trata de un manifiesto que expresa el cariz profundamente humanista de Belgrano quien deja expresada la libertad de los naturales de Misiones y el derecho a disponer de sus propiedades. Belgrano reconoce en forma explícita la igualdad de los nativos con los españoles, por lo que los primeros quedan habilitados para “todos los empleos políticos, civiles,  militares y eclesiásticos”.

Además, prohíbe en forma expresa todo castigo físico contra los naturales, una práctica muy común por entonces.

Fue el primer proyecto constitucional del Río de la Plata
Este Reglamento será incorporado por Juan Bautista Alberdi en 1853 como una de las bases de la Constitución Nacional.
Fuente: Senado de la Nación. Biblioteca de Mayo, Guerra de la Independencia, Buenos Aires, 1963, Tomo XIV, págs. 12482-12483.
REGLAMENTO PARA EL RÉGIMEN POLÍTICO Y ADMINISTRATIVO Y REFORMA DE LOS 30 PUEBLOS DE LAS MISIONES
A consecuencia de la proclama que expedí para hacer saber a los naturales de los pueblos de Misiones, que venía a restituirlos a sus derechos de libertad, propiedad y seguridad de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo únicamente para las rapiñas de los que han gobernado, como está de manifiesto hasta la evidencia, no hallándose una sola familia que pueda decir: "estos son los bienes que he heredado de mis mayores"; y cumpliendo con las intenciones de la Excelentísima Junta de las Provincias del Río de la Plata, y a virtud de las altas facultades que como a su vocal representante me ha conferdo, he venido en determinar los siguientes artículos, con que acredito que mis palabras, que no son otras que la de Su Excelencia, no son las del engaño, ni alucinamiento, con que hasta ahora se ha tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo del fierro, tratándolos peor que a las bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro entre los horrores de la miseria e infelicidad, que yo mismo estoy palpando con ver su desnudez, sus lívidos aspectos, y los ningunos recursos que les han de dejado para subsistir:
1º Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades, y podrán disponer de ellas como mejor les acomode, como no sea atentando contra sus semejantes.
2º Desde hoy los liberto del tributo; y a todos los Treinta Pueblos, y sus respectivas jurisdicciones los exceptúo de todo impuesto por el espacio de diez años.
3º Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso la del tabaco con el resto de las Provincias del Río de la Plata.
4º Respecto a haberse declarado en todo iguales a los españo­les que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América, les habilito para todos los empleos civiles, militares, y eclesiásticos, debiendo recaer en ellos, como en nosotros los empleados del gobierno, milicia, y administración de sus pueblos.
5º Estos se delinearán a los vientos N.E., S.O. y N.O. y S.E.. formando cuadras de a cien varas de largo, veinte de ancho, que se repartirán en tres Suertes cada una con el fondo de cincuenta varas.
6º Deberán construir sus casas en ellas todos los que tengan poblaciones en la campaña, sean naturales o españoles y tanto unos como otros podrán obtener los empleos de la República.
7º A los naturales se les dará gratuitamente las propiedades de las suertes de tierra que se les señalen que en el pueblo será de un tercio de cuadra, y en la campaña según las leguas y calidad de tierra que tuviere cada pueblo su suerte, que no haya de pasar de legua y media de frente y dos de fondo.
8º A los españoles se les venderá la suerte que desearen en el pueblo después de acomodados los naturales, e igualmente en la campaña por precios moderados, para formar un fondo, con que atender a los objetos que adelante se dirá.
9º Ningún pueblo tendrá más de siete cuadras de largo, y otras tantas de ancho, y se les señalará por campo común dos leguas cuadradas, que podrán dividirse en suertes de a dos cuadras, que se han de arrendar a precios muy moderados, que han de servir, para el fondo antedicho, con destino a huertas, u otros sembrados que más se les acomodase y también para que en lo sucesivo sirvan para propios de cada pueblo.
10º Al Cabildo de cada pueblo se les ha de dar una cuadra que tenga frente a la Plaza Mayor, que de ningún modo podrá enajenar, ni vender y sólo edificar para con los alquileres atender a los objetos de su instituto.
11º Para la Iglesia se han de señalar dos suertes de tierra en el frente de la cuadra del Cabildo, y como todos o los más de ellos tienen un templo ya formados podrán éstos servir de guía, pera la delineación de los pueblos aunque no sean tan exactamente a los vientos, que dejo determinados.
12º Los cementerios se han de colocar fuera de los pueblos, señalándose en el ejido una cuadra para este objeto, que haya de cercarse, y cubrirse con árboles, como los tienen en casi todos los pueblos, desterrando la absurda costumbre que prohíbo absoluta­mente de enterrarse en la iglesia.
13º El fondo que se ha de formar según los artículos 8º y 9º no ha de tener otro objeto que el establecimiento de escuelas de primeras letras, artes y oficios, y se han de administrar sus productos después de afincar los principales, como dispusiese la Excelentísima Junta, o el Congreso de la Nación por los cabildos de los respectivos pueblos, siendo responsables de mancomún, e insolidum los individuos que los compongan, sin que en ello puedan tener otra intervención los gobernantes, que la de mejor cumplimiento de esta disposición, dando parte de su falta, para determinar al Superior Gobierno.
14º Como el robo había arreglado los pesos y medidas, para sacrificar más y más a los infelices naturales señalando 12 onzas a la libra, y así en lo demás, mando que se guarden los mismos pesos y medidas que en la Gran Capital de Buenos Aires hasta que el Superior Gobierno determine en el particular lo que tuviere conveniente encargando a los corregidores y Cabildos que celen el cumplimiento de éste artículo, imponiendo la pérdida de sus bienes y extrañamiento de la jurisdicción a los que contravinieren a él, aplicando aquellos a beneficio del fondo para escuelas.
15º Respecto a que los curas satisface el erario el sínodo conveniente, y en lo sucesivo pagarán por el espacio de diez años de otros ramos; que es el espacio que he señalado, para que estos pueblos no sufran gabela, ni derecho de ninguna especie, no podrán llevar ­derecho de bautismo ni entierro y por consiguiente les exceptúo dé pagar cuartas a los obispos de las respectivas diócesis.
16º Cesan desde hoy en sus funciones todos los mayordomos de los pueblos y dejo al cargo de los corregidores, Cabildos, la administración de lo que haya existente, y el cuidado del cobro de arrendamiento de tierras, hasta que esté verificado el arreglo, debiéndose conservar los productos de harca de tres llaves, que han de tener el corregidor, el alcalde de primer voto, y el síndico procurador, hasta que se le dé el destino conveniente que no ha de ser otro que el fondo citado para escuelas.
17º Respecto a que las tierras de los pueblos están intercaladas, se hará una masa común de ellas, y se repartirán a prorrata entre todos los pueblos; para que unos a los otros puedan darse la mano, y formar una provincia respetable de las del Río de la Plata.
18º En atención a que nada se haría con repartir tierra a los naturales si no se les hacían anticipaciones así de instrumentos para la agricultura como de ganados para el fomento de las crías, ocurriré a la Excelentísima Junta para que se abra una suscripción para el primer objeto, y conceda los diezmos de la cuatropea de los partidos de Entre Ríos para el segundo; quedando en aplicar algunos fondos de los insurgentes, que permanecieron renitentes en contra de la causa de la Patria a objetos de tanta importancia; y que tal vez son habidos del sudor y sangre de los mismos naturales.
19º Aunque no es mi ánimo desterrar el idioma nativo de éstos pueblos; pero como es preciso que sea fácil una comunicación para el mejor orden, prevengo que la mayor parte de los Cabildos se ha de componer de individuos que hablen el castellano y particularmente el corregidor, el alcalde de primer voto, el síndico procurador y un secretario que haya de extender las actas en lengua castellana.
20º La administración de Justicia queda al cargo del corregidor y alcaldes conforme por ahora a la legislación que nos gobierna, concediendo las apelaciones para ante el gobernador de los Treinta Pueblos, y de éste para ante el Superior Gobierno de la Provincia en todo lo concerniente a gobierno y a la Real Audiencia en lo contencioso.
21 El Corregidor será el presidente del Cabildo, pero con un voto solamente, y entenderá en todo lo político siempre con dependencia del gobernador de los Treinta Pueblos.
22º delegaciones, que han de recaer en hijos del país para la mejor expedición de los negocios, que se encarguen por el gobernador, los que han de tener sueldo por la real hacienda, hasta tanto que el superior gobierno resuelva lo conveniente.
23º En cada capital de departamento se ha de reunir un individuo de cada pueblo que lo compone con todos los poderes para elegir un diputado que haya de asistir al Congreso Nacional, bien entendido que ha de tener las cualidades de probidad y buena conducta, ha de saber hablar el castellano; y que será mantenido por la Real Hacienda en atención al miserable estado en que se hallan los pueblos.
24º Para disfrutar la seguridad así interior como exteriormente se hace indispensable que se levante un cuerpo de milicias, que se titulará Milicia Patriótica de Misiones, en que indistintamente serán oficiales así los naturales como los españoles que vinieren a vivir en los pueblos, siempre que su conducta y circunstancias los hagan acreedores a tan alta distinción; en la inteligencia que ya estos cargos tan honrosos no se deban al favor ni se prostituyen, como hacían los déspotas del antiguo gobierno.
25º Este cuerpo será una legión completa de Infantería y Caballería que se irá disponiendo por el gobernador de los pueblos como igualmente que el cuerpo de Artillería, con los conocimientos que se adquieran de la población; y estarán obligados a servir en ella según el arma a que se les destina desde la edad de dieciocho años hasta los cuarenta y cinco, bien entendido es que su objeto es defender la patria, la religión y sus propiedades; y que siempre que se hallen en actual servicio se les ha de abonar a razón de diez pesos al mes al soldado y en proporción a los cabos, sargentos y oficiales.
26º Su uniforme para la infantería es el de los Patricios de Buenos Aires, sin más distinción que un escudo blanco en el brazo derecho, con esta cifra "M. E de Misiones" [Ilustre Pueblo de Misiones], y para la caballería el mismo con igual escudo y cifra; pero con la distinción de que llevarán casacas cortas, y vuelta azul.
27º Hallándome cerciorado de los excesos horrorosos que se cometen por los beneficiadores de la hierba no sólo talando los árboles que la traen sino también con los Naturales de cuyo trabajo se aprovechan sin pagárselos y además hacen padecer con castigos escandalosos, constituyéndose jueces en causa propia, prohíbo que se pueda cortar árbol alguno de la hierba so la pena de diez pesos por cada uno que se cortare, a beneficio la mitad del denunciante y para el fondo de la escuela la otra.
28° Todos los conchabos con los naturales se han de contratar ante el corregidor o alcalde del pueblo donde se celebren y se han de pagar en tabla y mano en dinero efectivo, o en efectos si el natural quisiera con un diez por ciento de utilidad deducido el principal y gastos que se tengan desde su compra en la inteligencia de que no ejecutándose así, serán los beneficiadores de hierba multados por la primera vez en diez pesos, por la segunda en con quinientos y por la tercera embargados sus bienes y desterrados, destinando aquellos valores por la mitad al delator y fondo de la escuela.
29º No se les será permitido imponer ningún castigo a los naturales, como me consta lo han ejecutado con la mayor iniquidad, pues si tuvieren de que quejarse ocurrirán a los jueces para que se les administre justicia, so la pena que si continuaren en tan abominable conducta, y levantaren el palo para cualquier natural serán privados de todos sus bienes, que se han de aplicar en la forma arriba descrita, y si usaren el azote, serán penados hasta el último suplicio.
30° Para que estas disposiciones tengan todo su efecto, reservándome por ahora el nombramiento de sujetos que hayan de encargarse de la ejecución de varias de ellas, y lleguen a noticia de todos los pueblos, mando que se saquen copias para dirigir al gobernador Don Tomás de Rocamora y a todos los Cabildos para que se publiquen en el primer día festivo, explicándose por los padres curas antes del ofertorio y notoriándose por las respectivas jurisdicciones de los predichos pueblos hasta los que vivan más remotos de ellos: remítase igualmente copia a la Excelentísima Junta Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata para su aprobación, y archívense en los cabildos los originales para el gobierno de ellos, y celo de su cumplimiento.
Hecho en el Campamento del Tacuarí a treinta de diciembre de mil ochocientos diez.
Manuel Belgrano.


jueves, 20 de agosto de 2015

Manuel Belgrano: “las causas de la destrucción o la conservación y engrandecimiento de las naciones”

Manuel Belgrano
"las causas de la destrucción o la conservación y engrandecimiento de las naciones”
Procurando indagar en la historia de los pueblos las causas de la extinción de su existencia política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de autoridad de sus gobernantes, en la corrupción de costumbres y demás.
Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir que cada uno de aquellos motivos y todos juntos no han sido más que causas, o mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión.
Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella pueda sufrir una sociedad, sea cual fuere el gobierno que la dirija: basta la desunión para originar guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más floreciente.
Por el contrario la unión ha sostenido a las naciones contra los ataques más bien meditados del poder, y las ha elevado al grado de mayor engrandecimiento, hallando por su medio cuantos recursos han necesitado en todas las circunstancias o para sobrellevar sus infortunios, o para aprovecharse de las ventajas que el orden de los acontecimientos les ha presentado.
Ella es la única capaz de sacar a las naciones del estado de opresión en que las ponen sus enemigos, de volverlas a su esplendor y de contenerlas en las orillas del precipicio: infinitos ejemplos nos presenta la historia en comprobación de esto; y así es que los políticos sabios de todas las naciones, siempre han aconsejado a las suyas que sea perpetua la unión, y que exista, del mismo modo, el afecto fraternal entre todos los ciudadanos.
Por lo tanto es la joya más preciosa que tienen las naciones.
Manuel Belgrano

Fuente: Manuel Belgrano, El Correo de Comercio, 19 de mayo de 1810. He seleccionado un fragmento de un artículo aparecido en El Correo de Comercio, sobre la importancia de la unión como base fundacional de las naciones.


lunes, 20 de julio de 2015

La soltería de Manuel Belgrano

LA SOLTERÍA DE MANUEL BELGRANO


La soltería de Manuel Belgrano es algo que sorprende- a quienes tratan de adentrarse en su personalidad a través de sus actos y sus escritos. Sin embargo no era infrecuente para un hombre el hecho de casarse más allá de los cincuenta con alguna joven a la que se triplicaba en edad. Así que resulta imposible saber qué hubiera hecho Belgrano de no morir en forma prematura.

Toda una gama de ocupaciones: políticas, periodísticas, comerciales y militares, ocupaban el tiempo de Manuel Belgrano. Nada se dice de sus actividades sociales pero sin duda las tendría. Estaba muy bien considerado por la elite porteña. Era inquieto, progresista, luchador y físicamente atractivo, de aspecto más germano que latino, con pelo castaño claro, ojos azules, cara y nariz finas. ¿Qué lo alejaba del matrimonio? Muchos opinan que una enfermedad venérea contraída en sus juergas salmantinas eran un impedimento, más moral que físico, para formalizar un matrimonio. Quién sabe qué temores habrían infundido los médicos y hasta los mismos amigos, sobre las posibles consecuencias de contagio a su mujer o a sus hijos. Estos temas no se trataban en la correspondencia y si hubiera llegado a hacerlo no faltarían parientes que por "velar el honor" del sujeto y de la familia, destruyeran todo testimonio. Este mismo prurito fue el que impidió a Belgrano reconocer a sus hijos. No estaba en juego sólo su honor sino el de dos mujeres casadas.

En los meses que van desde la llegada de Belgrano a Buenos Aires y su partida hacia Tucumán, debe haberse producido el encuentro con María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación y cuñada de Rosas. Quizás la conociera de antes, de alguna de las tantas tertulias donde los porteños alternaban con las porteñas. María Josefa, la mayor de las Ezcurra, se había casado a los dieciocho años con un primo, Juan Esteban Ezcurra, llegado de Navarra. Después de nueve años de matrimonio, sin haber tenido hijos, Ezcurra, disconforme con la revolución de mayo, había vuelto a su tierra para seguir desde allí sus negocios de comercio de ultramar. Esta separación de hecho se prolongaría para toda la vida pero sin rencores, ya que él, al morir, la nombraría su heredera, dejándola en muy buena situación económica. María Josefa era a los veintisiete años, una casada con la libertad de una viuda. Ella se enamoró del apuesto general, que no representaba los cuarenta y pico de años que tenía, e iniciaron un romance. Cuando Belgrano partió con el Ejército del Norte, ella tuvo la valentía suficiente para seguirlo hasta Tucumán, pero no tanta como para reconocer al hijo de ambos, que fue adoptado por Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas, poco tiempo después de haberse casado. El niño se llamó Pedro Rosas y Belgrano.

En un baile en celebración del 9 de julio de 1816, realizado en San Miguel de Tucumán el 10 de julio, Belgrano conoció a María Dolores Helguero, joven de 18 años, de una distinguida y antigua familia tucumana, integrada por sus padres, Victoriano Helguero y Manuela Liendo, que tenían seis hijos, la segunda de los cuales era María Dolores, más conocida por Dolores. Pronto Belgrano se prendó de la bella tucumana, rubia y de ojos negros, y frecuentaba la casa de la familia (...).

Fruto de ese idilio, en agosto de 1818, Dolores quedó embarazada y, como consecuencia de los trajines de la guerra, Belgrano debió marchar con su ejército por orden del gobierno, el 1 de febrero de 1819, al sur, al frente de 5.500 hombres para reprimir el alzamiento de los caudillos mediterráneos. Ante esta situaci6n, los padres de Dolores la casaron con un catamarqueño de apellido Rivas y el 4 de mayo de 1819 nació una niña, a la que pusieron al ser bautizada los nombres de Manuela Mónica del Corazón de Jesús. siendo sus padrinos su abuela materna, Manuela J. Liendo, y un hermano de ésta, don Celestino Liendo. Del casamiento de Dolores con Rivas, nacen tres niños que obviamente son medios hermanos de Manuela Mónica; tiempo después, Rivas abandona a su esposa.

Belgrano, que se encontraba con su ejército en agosto de 1819 en Pilar, provincia de Córdoba, veía agravase su hidropesía y pidió al director supremo se lo relevara del cargo para restablecer su salud a lo que accedió. En lugar de viajar a Buenos Aires, que estaba más próxima y donde tenía a hermanos y su casa paterna, y podía ser atendido adecuadamente de su enfermedad, hizo un penoso viaje a Tucumán para conocer a su hijita.
Antes de partir de esta ciudad envió una carta al Cabildo de Tucumán, el 22 de enero de 1820, en la que manifestaba: "...Que la cuadra de terreno, contenida en la donación que me hizo la M.I. Municipalidad y consta de los documentos antecedentes, con todo lo que en ella edificado por mí, pertenece por derecha de heredad a mi hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida el 4 de mayo de 1819 en esta capital y bautizada el 7, siendo sus padrinos la Sra. Dña. Manuela Liendo y Don Celestino Liendo, hermanos y vecinos de la misma. Para que conste la firmo hoy 22 de enero de 1820 en la valerosa Tucumán, rogando a las juntas militares, como a las civiles, le dispensen toda justa protección".

Manuela Mónica del Corazón de Jesús se casó en 1852, con un pariente político, Manuel Vega Belgrano y tuvieron tres hijos. Vivía en Azul, donde también viviendo aquel niño huérfano adoptado por Rosas y medio hermano de Manuela: Pedro Rosas y Belgrano. ¿Casualidad? No, unión familiar. En esos tiempos la solidaridad de las familias era el arma más poderosa contra las dificultades y la adversidad.

Si bien Pedro Rosas y Belgrano no necesitaba protección, su padre había dejado dicho que, a su mayoría de edad lo informaran de que era su hijo. Así lo hizo Rosas en 1837, cuando el muchacho tenía veinticuatro años y había sido nombrado Juez de Paz de Azul, donde poseía extensas tierras, regalo de su padre adoptivo. Desde entonces empezó a firmar Pedro Belgrano y trabó relación con sus recuperados parientes, especialmente con su medio hermana Manuela Mónica. No sería raro que hubiera sido el mismo Pedro quien presentara a su medio hermana, ya de treinta y tres años, a su futuro marido Manuel Vega Belgrano, que tenía cuarenta y vivía en Azul. Que la relación entre los hijos de Belgrano fue muy fluida lo demuestra la correspondencia entre ellos.

Pedro Belgrano, que se había convertido en un rico estanciero, se había casado en octubre de 1851, a los treinta y ocho años, con Juana Rodriguez en la iglesia de Azul, siendo sus padrinos María Josefa Ezcurra y Manuel Angel Medrano. De este matrimonio nacieron nada menos que dieciséis hijos, de los cuales sobrevivieron Pedro, Dolores, Juana Manuela, Braulia, Melitona, María Josefa, Manuel, Juan Manuel, Francisco y Emiliano. Los nombres perpetuaban también la unidad familiar.

Manuel Belgrano murió el 20 de junio de 1820, el día más anárquico del anárquico año 20. Sus últimas palabras fueron para la revolución. Pero quizás su último suspiro haya sido para Dolores, aquel amor contrariado, al que llegó tarde, ocupado como estaba en forjar un destino grande para la patria que tanto amaba.


FUENTE: Historias de amor de la historia argentina DE Gálvez, Lucía