CHOCOLATE SARAVIA
Patriota salteño que posibilitó
el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles
junto a Güemes.
José Apolinario Saravia conocido como "Chocolate" "por el
color cobrizo muy subido, de tinte amoratado" nació en la ciudad de Salta
en 1791, era hijo del Coronel Pedro Saravia, personaje de gran prestigio
–ostentaba la condecoración de Caballero de la Real Orden de Carlos III-, quien
abrazó resueltamente la causa de nuestra independencia, desde el primer
momento, siendo el iniciador de la lucha de guerrillas que haría, después, tan
célebre a Güemes, la madre fue doña Petronila Ríos.
Deseando su padre que adquiriera una buena instrucción lo envió a un
acreditado colegio de Buenos Aires, teniendo allí de condiscípulo a Bernardino
Rivadavia.
Como a tantos otros, el estallido revolucionario del 25 de mayo de
1.810, lo hizo abandonar los estudios, y propio de la fogosidad impulsada por
su juventud abandonó el colegio para abrazar las armas de la revolución,
alistándose en las filas del Ejército Auxiliar que partió el 6 de julio de 1810
de Buenos Aires bajo el mando del Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo,
ostentando el grado de subteniente del Regimiento 6 de Infantería.
Posteriormente se incorporó al Ejercito Auxiliar en la primera Campaña
al Alto Perú bajo el Mando de Gonzalo Balcarce, lucho en Suipacha como ayudante
de su comandante y en la derrota de Huaqui como ayudante del Coronel Juan
Viamonte.
Lucho junto a Belgrano en la batalla de Tucumán (1812), llegó a Salta y
como espía organizo la preparación de la ciudad para la Batalla de Salta, mostrándole
a Belgrano una senda oculta por la quebrada de Castañares que permitió
sorprender a los realistas por retaguardia, en la batalla del 20 de Febrero
donde fue jefe del escuadrón de caballería formado por salteños.
En efecto, llegado el ejército patriota a Salta, se encontró con una
situación muy peligrosa, pues el general Pío Tristán había fortificado “Los
Portezuelos”, sobre la única entrada conocida, viniendo desde Tucumán. Fue el
Teniente José Apolinario Saravia el que hizo vencer esa situación, tan
desfavorable para Belgrano invirtiendo los papeles avisando al General que,
como salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda
extraviada y así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de
las montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de
vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas
entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de
chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, de propiedad de su
padre, el Coronel Saravia, que estaba precisamente en el campo norte y lindero
con la tablada de Salta, al opuesto lado de la sierra”.
Efectivamente, con su amplio conocimiento del terreno desbarató la
excelente posición de Tristán, obligándolo a un cambio total del frente de
combate, cortándole la retirada en caso de derrota, como había de ocurrir y
separándolo de un fuerte contingente de quinientas plazas que tenía apostado en
Jujuy.
En la batalla de Vilcapugio, librada el 1º de octubre de 1.813, después
de ser abatidos los jefes de su Regimiento, cayó él también al frente de su
compañía con un balazo en el pecho. Notando su ausencia, el hermano José
Domingo Saravia, que era ayudante mayor, fue en su busca y encontró su cuerpo
en medio de cadáveres creyéndolo muerto. Al abrazarlo, como despidiéndose de
él, observó que aún respiraba. Pudo alzarlo y, poniéndolo sobre su mula lo
alejó del campo de batalla, prestándole todos los cuidados
necesarios. A esa eficaz ayuda, y la atención médica posterior, debió José
Apolinario que curara de tan grave herida A causa de ello no pudo participar en
Ayohuma, siendo enviado a Salta.
Su padre, después de aquellas graves derrotas, imitando al célebre éxodo
ordenado por Belgrano en Jujuy, el año 1.812, dispuso otro análogo en el Valle
de Lerma, un verdadero repliegue de esas poblaciones, hacia el sur,
estableciendo su línea de defensa en Guachipas, posición estratégica que lo
alejaba del enemigo, cuando llegara a posesionarse de la ciudad de Salta,
mientras mantenía vinculación con el granero del valle calchaquí y también con
la línea del Pasaje.
En este último carácter y ya repuesto de la herida de Vilcapugio liberó
un recio combate en ‘Sauce Redondo’, el 24 de marzo contando sólo con 30
hombres armados de fusil, mientras el destacamento realista al mando del
capitán José Lucas Fajardo se componía de 56 soldados, todos con buen
armamento.
El triunfo de Saravia y su gente, que lucharon a “sable, garrote y chuzo
en mano” fue categórico: el capitán Fajardo muerto con varios de sus soldados,
de los cuales la mitad cayó prisionera. A los vencedores se les llamó
‘Infernales, por su bravura y el empuje arrollador con que peleaban’. (Historia
de San Martín, por Mitre Tomo I).
En Tucumán el Gral. San Martín lo nombró jefe del escuadrón Guachipas.
El 1º de marzo de 1.815 recibió el grado de Sargento Mayor, equivalente
al de Mayor, actualmente.
Su participación en la ‘Guerra Gaucha’ bajo la suprema discusión de
Güemes fue múltiple y eficaz. A fines de 1.816 se lo encuentra operando en El
Toro.
En marzo del año siguiente al frente de los escuadrones del Valle
Calchaquí, toma parte en el sitio de la ciudad de Jujuy, ocupada por la
vanguardia de La Serna.
Y después siguiendo al enemigo, ya posesionado de Salta, actúa en el
combate de ‘El Bañado’ y otros, a fines de abril de 1.817.
Tan eficaces fueron esas guerrillas que obligaron al poderoso ejército
de La Serna a evacuar Salta y en seguida Jujuy, siendo constantemente hostigado
hasta internarse en el Alto Perú.
Participó en los combate de La Cabaña y El Bañado, persiguió al jefe
realista De la Serna hasta Tilcara. En 1818 rechazó el avance del general
Olañeta y al año siguiente al nuevo jefe el Gral. Canterac.
Saravia, a fines de 1.819, se desempeña como jefe de Estado Mayor de
Güemes, quien ya ejercía el cargo de Comandante en Jefe del Ejército de
Observación del Perú, discernido por el general San Martín desde Chile y en
vista de la anarquía reinante en las Provincias del Río de la Plata, que obligó
a marchar al ejército de Belgrano para sofocar la rebelión del Litoral.
Ascendido a teniente coronel en 1.820 fue uno de los más destacados
defensores de Jujuy ante el ataque de los realistas al mando de Juan Ramírez
Orozco.
Su lucha siguió después de Güemes hasta el fin de las ultimas invasiones
realistas a Salta, las guerras entre provincias lo vió al frente de los
salteños que enfrentaron al gobernador tucumano Alejandro Heredia durante el
gobierno de Pablo Latorre. Fue jefe del estado mayor del ejército salteño
durante el gobierno de Manuel Saravia.
Mientras gobernaba esta provincia su pariente, el coronel Manuel Antonio
Saravia en 1.842, don Apolinario revista como Jefe de Estado Mayor y al año siguiente,
siendo jefe de Policía el 9 de julio, mientras se celebraba en la plaza el
aniversario de la Independencia, un fanático rosista lo hirió gravemente.
Tan sacrificada existencia, se vio declinar con esa nueva herida,
falleciendo en el año 1.844.
ROMANCE AL CHOCOLATE SARAVIA
Como quien busca lanceros
en estas tierras hidalgas,
agrimensor de la Historia
me fui por tierras de Salta.
Llené mis cofres en los rumbos
con nombres como esmeraldas,
y me faltaron las manos
para contar las palabras.
Pero de pronto, en la senda,
como despierto fantasma,
un tambor batió redobles
en hontanares del alma.
Para qué seguir buscando
por estas tierras hidalgas,
si estaba saliendo al paso
los que mis ansias buscaban.
Greda con greda de cielo,
varón como los de cuanta,
en frente mío se alzaba
¡el Chocolate Saravia.
¡Qué sacudón tremendo,
qué signo de esperanza!
¡Qué ganas de alzar los brazos
en gesto de clarinada!
Se me nublaron los ojos,
se me frustró la palabra
¡con sólo saber el nombre
del Chocolate Saravia.!
Un escuadrón de recuerdos
gritó ¡presente! en mi alma
y el cielo vistió de orgullo
de sus colores de patria.
Dos nombres baraja el viento
por las tierras nobles de Salta:
los de Tristán y Belgrano
para quemarse en la hazaña.
Y allá por otro camino,
no el que miran las miradas,
alerta como los tigres
un hombre de los de cuanta.
Un hombre que lleva altivo
como quien lleva una lanza,
el orgullo del salteño,
la dignidad de la raza.
¡Ese nombre era tu nombre,
mi Chocolate Saravia!
En tus manos se amasaba
destino de la batalla,
La Gloria bajaba virgen
por sendas de tu quebrada
para decirle a Belgrano
la bienhadada palabra.
¡Manes de Chachapoyas
alertaban tu mirada,
hijo humilde de este pueblo
donde se agranda la patria!
Y todo fue como un cuento,
como una historia sagrada,
en un veinte de Febrero
para jamás olvidarla.
Palomas con tierno arrullo
del cielo de tus hazañas
en esta tarde de junio
te están quemando alabanzas.
Y yo que soy peregrino
de tierras que tú ignorabas,
por un argentino y por hombre,
tejiéndote un homenaje
pongo tu nombre en mi lágrima,
¡soldado sin uniforme,
mi Chocolate Saravia!
(Lobos Porto)
Fuente: Andrés Mendieta, Sergio Flores
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