viernes, 1 de abril de 2016

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güemes

CHOCOLATE SARAVIA
Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güemes.

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
José Apolinario Saravia conocido como "Chocolate" "por el color cobrizo muy subido, de tinte amoratado" nació en la ciudad de Salta en 1791, era hijo del Coronel Pedro Saravia, personaje de gran prestigio –ostentaba la condecoración de Caballero de la Real Orden de Carlos III-, quien abrazó resueltamente la causa de nuestra independencia, desde el primer momento, siendo el iniciador de la lucha de guerrillas que haría, después, tan célebre a Güemes, la madre fue doña Petronila Ríos.

Deseando su padre que adquiriera una buena instrucción lo envió a un acreditado colegio de Buenos Aires, teniendo allí de condiscípulo a Bernardino Rivadavia.

Como a tantos otros, el estallido revolucionario del 25 de mayo de 1.810, lo hizo abandonar los estudios, y propio de la fogosidad impulsada por su juventud abandonó el colegio para abrazar las armas de la revolución, alistándose en las filas del Ejército Auxiliar que partió el 6 de julio de 1810 de Buenos Aires bajo el mando del Coronel Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, ostentando el grado de subteniente del Regimiento 6 de Infantería.

Posteriormente se incorporó al Ejercito Auxiliar en la primera Campaña al Alto Perú bajo el Mando de Gonzalo Balcarce, lucho en Suipacha como ayudante de su comandante y en la derrota de Huaqui como ayudante del Coronel Juan Viamonte.

Lucho junto a Belgrano en la batalla de Tucumán (1812), llegó a Salta y como espía organizo la preparación de la ciudad para la Batalla de Salta, mostrándole a Belgrano una senda oculta por la quebrada de Castañares que permitió sorprender a los realistas por retaguardia, en la batalla del 20 de Febrero donde fue jefe del escuadrón de caballería formado por salteños.

CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
En efecto, llegado el ejército patriota a Salta, se encontró con una situación muy peligrosa, pues el general Pío Tristán había fortificado “Los Portezuelos”, sobre la única entrada conocida, viniendo desde Tucumán. Fue el Teniente José Apolinario Saravia el que hizo vencer esa situación, tan desfavorable para Belgrano invirtiendo los papeles avisando al General que, como salteño y habitante de por allí, tenía conocimiento de una senda extraviada y así por nadie conocida que, pasando por el escabroso laberinto de las montañas, pues los cerros se suceden unos a espaldas de otros, y poblada de vegetación, conducía en su prolongación hacia el norte, por cosa de dos leguas entre el seno de los montes, hasta dar con una pequeña quebrada llamada de chachapoyas que desembocaba en la estanzuela de castañares, de propiedad de su padre, el Coronel Saravia, que estaba precisamente en el campo norte y lindero con la tablada de Salta, al opuesto lado de la sierra”.

Efectivamente, con su amplio conocimiento del terreno desbarató la excelente posición de Tristán, obligándolo a un cambio total del frente de combate, cortándole la retirada en caso de derrota, como había de ocurrir y separándolo de un fuerte contingente de quinientas plazas que tenía apostado en Jujuy.


CHOCOLATE SARAVIA Patriota salteño que  posibilitó el triunfo de Belgrano en Salta y participó de la expulsión de los españoles junto a Güeme
Completó el joven oficial esta valiosísima colaboración con su acto de arriesgado espionaje, antes de la batalla. Aprovechando su físico y hasta su voz ronca y rústica, se disfrazó como un pobre hombre de campo, con ropas raídas, un viejo y roto sombrero, y ojotas en sus pies. Así, hábilmente caracterizado, entró en la ciudad “arreando una recua de burros cargados de leña, que era el único combustible que se usaba entonces”. Después de recorrer toda la ciudad –bastante pequeña por cierto- cobrando un precio excesivo por la mercadería a fin de que no se le terminara antes de observar todo lo que podía ser de interés, llegó a la casa paterna, ubicada en el centro y allí descargó toda la leña que le quedaba, saliendo de la ciudad con sus burros para ir a informar de cuanto había visto y oído.


En la batalla de Vilcapugio, librada el 1º de octubre de 1.813, después de ser abatidos los jefes de su Regimiento, cayó él también al frente de su compañía con un balazo en el pecho. Notando su ausencia, el hermano José Domingo Saravia, que era ayudante mayor, fue en su busca y encontró su cuerpo en medio de cadáveres creyéndolo muerto. Al abrazarlo, como despidiéndose de él, observó que aún respiraba. Pudo alzarlo y, poniéndolo sobre su mula lo alejó del campo de batalla, prestándole  todos los cuidados necesarios. A esa eficaz ayuda, y la atención médica posterior, debió José Apolinario que curara de tan grave herida A causa de ello no pudo participar en Ayohuma, siendo enviado a Salta.

Su padre, después de aquellas graves derrotas, imitando al célebre éxodo ordenado por Belgrano en Jujuy, el año 1.812, dispuso otro análogo en el Valle de Lerma, un verdadero repliegue de esas poblaciones, hacia el sur, estableciendo su línea de defensa en Guachipas, posición estratégica que lo alejaba del enemigo, cuando llegara a posesionarse de la ciudad de Salta, mientras mantenía vinculación con el granero del valle calchaquí y también con la línea del Pasaje.

En este último carácter y ya repuesto de la herida de Vilcapugio liberó un recio combate en ‘Sauce Redondo’, el 24 de marzo contando sólo con 30 hombres armados de fusil, mientras el destacamento realista al mando del capitán José Lucas Fajardo se componía de 56 soldados, todos con buen armamento.

El triunfo de Saravia y su gente, que lucharon a “sable, garrote y chuzo en mano” fue categórico: el capitán Fajardo muerto con varios de sus soldados, de los cuales la mitad cayó prisionera. A los vencedores se les llamó ‘Infernales, por su bravura y el empuje arrollador con que peleaban’. (Historia de San Martín, por Mitre Tomo I).

En Tucumán el Gral. San Martín lo nombró jefe del escuadrón Guachipas.

El 1º de marzo de 1.815 recibió el grado de Sargento Mayor, equivalente al de Mayor, actualmente.

Su participación en la ‘Guerra Gaucha’ bajo la suprema discusión de Güemes fue múltiple y eficaz. A fines de 1.816 se lo encuentra operando en El Toro.

En marzo del año siguiente al frente de los escuadrones del Valle Calchaquí, toma parte en el sitio de la ciudad de Jujuy, ocupada por la vanguardia de La Serna.

Y después siguiendo al enemigo, ya posesionado de Salta, actúa en el combate de ‘El Bañado’ y otros, a fines de abril de 1.817.

Tan eficaces fueron esas guerrillas que obligaron al poderoso ejército de La Serna a evacuar Salta y en seguida Jujuy, siendo constantemente hostigado hasta internarse en el Alto Perú.

Participó en los combate de La Cabaña y El Bañado, persiguió al jefe realista De la Serna hasta Tilcara. En 1818 rechazó el avance del general Olañeta y al año siguiente al nuevo jefe el Gral. Canterac.

Saravia, a fines de 1.819, se desempeña como jefe de Estado Mayor de Güemes, quien ya ejercía el cargo de Comandante en Jefe del Ejército de Observación del Perú, discernido por el general San Martín desde Chile y en vista de la anarquía reinante en las Provincias del Río de la Plata, que obligó a marchar al ejército de Belgrano para sofocar la rebelión del Litoral.

Ascendido a teniente coronel en 1.820 fue uno de los más destacados defensores de Jujuy ante el ataque de los realistas al mando de Juan Ramírez Orozco.

Su lucha siguió después de Güemes hasta el fin de las ultimas invasiones realistas a Salta, las guerras entre provincias lo vió al frente de los salteños que enfrentaron al gobernador tucumano Alejandro Heredia durante el gobierno de Pablo Latorre. Fue jefe del estado mayor del ejército salteño durante el gobierno de Manuel Saravia.

Mientras gobernaba esta provincia su pariente, el coronel Manuel Antonio Saravia en 1.842, don Apolinario revista como Jefe de Estado Mayor y al año siguiente, siendo jefe de Policía el 9 de julio, mientras se celebraba en la plaza el aniversario de la Independencia, un fanático rosista lo hirió gravemente.
            
Tan sacrificada existencia, se vio declinar con esa nueva herida, falleciendo en el año 1.844.
            

ROMANCE AL CHOCOLATE SARAVIA

Como quien busca lanceros
en estas tierras hidalgas,
agrimensor de la Historia
me fui por tierras de Salta.

Llené mis cofres en los rumbos
con nombres como esmeraldas,
y me faltaron las manos
para contar las palabras.

Pero de pronto, en la senda,
como despierto fantasma,
un tambor batió redobles
en hontanares del alma.

Para qué seguir buscando
por estas tierras hidalgas,
si estaba saliendo al paso
los que mis ansias buscaban.

Greda con greda de cielo,
varón como los de cuanta,
en frente mío se alzaba
¡el Chocolate Saravia.

¡Qué sacudón tremendo,
qué signo de esperanza!
¡Qué ganas de alzar los brazos
en gesto de clarinada!

Se me nublaron los ojos,
se me frustró la palabra
¡con sólo saber el nombre
del Chocolate Saravia.!

Un escuadrón de recuerdos
gritó ¡presente! en mi alma
y el cielo vistió de orgullo
de sus colores de patria.

Dos nombres baraja el viento
por las tierras nobles de Salta:
los de Tristán y Belgrano
para quemarse en la hazaña.

Y allá por otro camino,
no el que miran las miradas,
alerta como los tigres
un hombre de los de cuanta.

Un hombre que lleva altivo
como quien lleva una lanza,
el orgullo del salteño,
la dignidad de la raza.

¡Ese nombre era tu nombre,
mi Chocolate Saravia!
En tus manos se amasaba
destino de la batalla,

La Gloria bajaba virgen
por sendas de tu quebrada
para decirle a Belgrano
la bienhadada palabra.

¡Manes de Chachapoyas
alertaban tu mirada,
hijo humilde de este pueblo
donde se agranda la patria!

Y todo fue como un cuento,
como una historia sagrada,
en un veinte de Febrero
para jamás olvidarla.

Palomas con tierno arrullo
del cielo de tus hazañas
en esta tarde de junio
te están quemando alabanzas.

Y yo que soy peregrino
de tierras que tú ignorabas,
por un argentino y por hombre,
tejiéndote un homenaje
pongo tu nombre en mi lágrima,
¡soldado sin uniforme,
mi Chocolate Saravia!

(Lobos Porto)

Fuente: Andrés Mendieta, Sergio Flores



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