LA SOLTERÍA DE MANUEL
BELGRANO
La soltería de Manuel Belgrano es algo que sorprende-
a quienes tratan de adentrarse en su personalidad a través de sus actos y sus
escritos. Sin embargo no era infrecuente para un hombre el hecho de casarse más
allá de los cincuenta con alguna joven a la que se triplicaba en edad. Así que
resulta imposible saber qué hubiera hecho Belgrano de no morir en forma
prematura.
Toda una gama de ocupaciones: políticas, periodísticas, comerciales y militares, ocupaban el tiempo de Manuel Belgrano. Nada se dice de sus actividades sociales pero sin duda las tendría. Estaba muy bien considerado por la elite porteña. Era inquieto, progresista, luchador y físicamente atractivo, de aspecto más germano que latino, con pelo castaño claro, ojos azules, cara y nariz finas. ¿Qué lo alejaba del matrimonio? Muchos opinan que una enfermedad venérea contraída en sus juergas salmantinas eran un impedimento, más moral que físico, para formalizar un matrimonio. Quién sabe qué temores habrían infundido los médicos y hasta los mismos amigos, sobre las posibles consecuencias de contagio a su mujer o a sus hijos. Estos temas no se trataban en la correspondencia y si hubiera llegado a hacerlo no faltarían parientes que por "velar el honor" del sujeto y de la familia, destruyeran todo testimonio. Este mismo prurito fue el que impidió a Belgrano reconocer a sus hijos. No estaba en juego sólo su honor sino el de dos mujeres casadas.
En los meses que van desde la llegada de Belgrano a Buenos Aires y su partida hacia Tucumán, debe haberse producido el encuentro con María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación y cuñada de Rosas. Quizás la conociera de antes, de alguna de las tantas tertulias donde los porteños alternaban con las porteñas. María Josefa, la mayor de las Ezcurra, se había casado a los dieciocho años con un primo, Juan Esteban Ezcurra, llegado de Navarra. Después de nueve años de matrimonio, sin haber tenido hijos, Ezcurra, disconforme con la revolución de mayo, había vuelto a su tierra para seguir desde allí sus negocios de comercio de ultramar. Esta separación de hecho se prolongaría para toda la vida pero sin rencores, ya que él, al morir, la nombraría su heredera, dejándola en muy buena situación económica. María Josefa era a los veintisiete años, una casada con la libertad de una viuda. Ella se enamoró del apuesto general, que no representaba los cuarenta y pico de años que tenía, e iniciaron un romance. Cuando Belgrano partió con el Ejército del Norte, ella tuvo la valentía suficiente para seguirlo hasta Tucumán, pero no tanta como para reconocer al hijo de ambos, que fue adoptado por Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas, poco tiempo después de haberse casado. El niño se llamó Pedro Rosas y Belgrano.
En un baile en celebración del 9 de julio de 1816, realizado en San Miguel de Tucumán el 10 de julio, Belgrano conoció a María Dolores Helguero, joven de 18 años, de una distinguida y antigua familia tucumana, integrada por sus padres, Victoriano Helguero y Manuela Liendo, que tenían seis hijos, la segunda de los cuales era María Dolores, más conocida por Dolores. Pronto Belgrano se prendó de la bella tucumana, rubia y de ojos negros, y frecuentaba la casa de la familia (...).
Fruto de ese idilio, en agosto de 1818, Dolores quedó embarazada y, como consecuencia de los trajines de la guerra, Belgrano debió marchar con su ejército por orden del gobierno, el 1 de febrero de 1819, al sur, al frente de 5.500 hombres para reprimir el alzamiento de los caudillos mediterráneos. Ante esta situaci6n, los padres de Dolores la casaron con un catamarqueño de apellido Rivas y el 4 de mayo de 1819 nació una niña, a la que pusieron al ser bautizada los nombres de Manuela Mónica del Corazón de Jesús. siendo sus padrinos su abuela materna, Manuela J. Liendo, y un hermano de ésta, don Celestino Liendo. Del casamiento de Dolores con Rivas, nacen tres niños que obviamente son medios hermanos de Manuela Mónica; tiempo después, Rivas abandona a su esposa.
Belgrano, que se encontraba con su ejército en agosto de 1819 en Pilar, provincia de Córdoba, veía agravase su hidropesía y pidió al director supremo se lo relevara del cargo para restablecer su salud a lo que accedió. En lugar de viajar a Buenos Aires, que estaba más próxima y donde tenía a hermanos y su casa paterna, y podía ser atendido adecuadamente de su enfermedad, hizo un penoso viaje a Tucumán para conocer a su hijita.
Antes de partir de esta ciudad envió una carta al Cabildo de Tucumán, el 22 de enero de 1820, en la que manifestaba: "...Que la cuadra de terreno, contenida en la donación que me hizo la M.I. Municipalidad y consta de los documentos antecedentes, con todo lo que en ella edificado por mí, pertenece por derecha de heredad a mi hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida el 4 de mayo de 1819 en esta capital y bautizada el 7, siendo sus padrinos la Sra. Dña. Manuela Liendo y Don Celestino Liendo, hermanos y vecinos de la misma. Para que conste la firmo hoy 22 de enero de 1820 en la valerosa Tucumán, rogando a las juntas militares, como a las civiles, le dispensen toda justa protección".
Manuela Mónica del Corazón de Jesús se casó en 1852, con un pariente político, Manuel Vega Belgrano y tuvieron tres hijos. Vivía en Azul, donde también viviendo aquel niño huérfano adoptado por Rosas y medio hermano de Manuela: Pedro Rosas y Belgrano. ¿Casualidad? No, unión familiar. En esos tiempos la solidaridad de las familias era el arma más poderosa contra las dificultades y la adversidad.
Si bien Pedro Rosas y Belgrano no necesitaba protección, su padre había dejado dicho que, a su mayoría de edad lo informaran de que era su hijo. Así lo hizo Rosas en 1837, cuando el muchacho tenía veinticuatro años y había sido nombrado Juez de Paz de Azul, donde poseía extensas tierras, regalo de su padre adoptivo. Desde entonces empezó a firmar Pedro Belgrano y trabó relación con sus recuperados parientes, especialmente con su medio hermana Manuela Mónica. No sería raro que hubiera sido el mismo Pedro quien presentara a su medio hermana, ya de treinta y tres años, a su futuro marido Manuel Vega Belgrano, que tenía cuarenta y vivía en Azul. Que la relación entre los hijos de Belgrano fue muy fluida lo demuestra la correspondencia entre ellos.
Pedro Belgrano, que se había convertido en un rico estanciero, se había casado en octubre de 1851, a los treinta y ocho años, con Juana Rodriguez en la iglesia de Azul, siendo sus padrinos María Josefa Ezcurra y Manuel Angel Medrano. De este matrimonio nacieron nada menos que dieciséis hijos, de los cuales sobrevivieron Pedro, Dolores, Juana Manuela, Braulia, Melitona, María Josefa, Manuel, Juan Manuel, Francisco y Emiliano. Los nombres perpetuaban también la unidad familiar.
Manuel Belgrano murió el 20 de junio de 1820, el día más anárquico del anárquico año 20. Sus últimas palabras fueron para la revolución. Pero quizás su último suspiro haya sido para Dolores, aquel amor contrariado, al que llegó tarde, ocupado como estaba en forjar un destino grande para la patria que tanto amaba.
Toda una gama de ocupaciones: políticas, periodísticas, comerciales y militares, ocupaban el tiempo de Manuel Belgrano. Nada se dice de sus actividades sociales pero sin duda las tendría. Estaba muy bien considerado por la elite porteña. Era inquieto, progresista, luchador y físicamente atractivo, de aspecto más germano que latino, con pelo castaño claro, ojos azules, cara y nariz finas. ¿Qué lo alejaba del matrimonio? Muchos opinan que una enfermedad venérea contraída en sus juergas salmantinas eran un impedimento, más moral que físico, para formalizar un matrimonio. Quién sabe qué temores habrían infundido los médicos y hasta los mismos amigos, sobre las posibles consecuencias de contagio a su mujer o a sus hijos. Estos temas no se trataban en la correspondencia y si hubiera llegado a hacerlo no faltarían parientes que por "velar el honor" del sujeto y de la familia, destruyeran todo testimonio. Este mismo prurito fue el que impidió a Belgrano reconocer a sus hijos. No estaba en juego sólo su honor sino el de dos mujeres casadas.
En los meses que van desde la llegada de Belgrano a Buenos Aires y su partida hacia Tucumán, debe haberse producido el encuentro con María Josefa Ezcurra, hermana de Encarnación y cuñada de Rosas. Quizás la conociera de antes, de alguna de las tantas tertulias donde los porteños alternaban con las porteñas. María Josefa, la mayor de las Ezcurra, se había casado a los dieciocho años con un primo, Juan Esteban Ezcurra, llegado de Navarra. Después de nueve años de matrimonio, sin haber tenido hijos, Ezcurra, disconforme con la revolución de mayo, había vuelto a su tierra para seguir desde allí sus negocios de comercio de ultramar. Esta separación de hecho se prolongaría para toda la vida pero sin rencores, ya que él, al morir, la nombraría su heredera, dejándola en muy buena situación económica. María Josefa era a los veintisiete años, una casada con la libertad de una viuda. Ella se enamoró del apuesto general, que no representaba los cuarenta y pico de años que tenía, e iniciaron un romance. Cuando Belgrano partió con el Ejército del Norte, ella tuvo la valentía suficiente para seguirlo hasta Tucumán, pero no tanta como para reconocer al hijo de ambos, que fue adoptado por Encarnación Ezcurra y Juan Manuel de Rosas, poco tiempo después de haberse casado. El niño se llamó Pedro Rosas y Belgrano.
En un baile en celebración del 9 de julio de 1816, realizado en San Miguel de Tucumán el 10 de julio, Belgrano conoció a María Dolores Helguero, joven de 18 años, de una distinguida y antigua familia tucumana, integrada por sus padres, Victoriano Helguero y Manuela Liendo, que tenían seis hijos, la segunda de los cuales era María Dolores, más conocida por Dolores. Pronto Belgrano se prendó de la bella tucumana, rubia y de ojos negros, y frecuentaba la casa de la familia (...).
Fruto de ese idilio, en agosto de 1818, Dolores quedó embarazada y, como consecuencia de los trajines de la guerra, Belgrano debió marchar con su ejército por orden del gobierno, el 1 de febrero de 1819, al sur, al frente de 5.500 hombres para reprimir el alzamiento de los caudillos mediterráneos. Ante esta situaci6n, los padres de Dolores la casaron con un catamarqueño de apellido Rivas y el 4 de mayo de 1819 nació una niña, a la que pusieron al ser bautizada los nombres de Manuela Mónica del Corazón de Jesús. siendo sus padrinos su abuela materna, Manuela J. Liendo, y un hermano de ésta, don Celestino Liendo. Del casamiento de Dolores con Rivas, nacen tres niños que obviamente son medios hermanos de Manuela Mónica; tiempo después, Rivas abandona a su esposa.
Belgrano, que se encontraba con su ejército en agosto de 1819 en Pilar, provincia de Córdoba, veía agravase su hidropesía y pidió al director supremo se lo relevara del cargo para restablecer su salud a lo que accedió. En lugar de viajar a Buenos Aires, que estaba más próxima y donde tenía a hermanos y su casa paterna, y podía ser atendido adecuadamente de su enfermedad, hizo un penoso viaje a Tucumán para conocer a su hijita.
Antes de partir de esta ciudad envió una carta al Cabildo de Tucumán, el 22 de enero de 1820, en la que manifestaba: "...Que la cuadra de terreno, contenida en la donación que me hizo la M.I. Municipalidad y consta de los documentos antecedentes, con todo lo que en ella edificado por mí, pertenece por derecha de heredad a mi hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida el 4 de mayo de 1819 en esta capital y bautizada el 7, siendo sus padrinos la Sra. Dña. Manuela Liendo y Don Celestino Liendo, hermanos y vecinos de la misma. Para que conste la firmo hoy 22 de enero de 1820 en la valerosa Tucumán, rogando a las juntas militares, como a las civiles, le dispensen toda justa protección".
Manuela Mónica del Corazón de Jesús se casó en 1852, con un pariente político, Manuel Vega Belgrano y tuvieron tres hijos. Vivía en Azul, donde también viviendo aquel niño huérfano adoptado por Rosas y medio hermano de Manuela: Pedro Rosas y Belgrano. ¿Casualidad? No, unión familiar. En esos tiempos la solidaridad de las familias era el arma más poderosa contra las dificultades y la adversidad.
Si bien Pedro Rosas y Belgrano no necesitaba protección, su padre había dejado dicho que, a su mayoría de edad lo informaran de que era su hijo. Así lo hizo Rosas en 1837, cuando el muchacho tenía veinticuatro años y había sido nombrado Juez de Paz de Azul, donde poseía extensas tierras, regalo de su padre adoptivo. Desde entonces empezó a firmar Pedro Belgrano y trabó relación con sus recuperados parientes, especialmente con su medio hermana Manuela Mónica. No sería raro que hubiera sido el mismo Pedro quien presentara a su medio hermana, ya de treinta y tres años, a su futuro marido Manuel Vega Belgrano, que tenía cuarenta y vivía en Azul. Que la relación entre los hijos de Belgrano fue muy fluida lo demuestra la correspondencia entre ellos.
Pedro Belgrano, que se había convertido en un rico estanciero, se había casado en octubre de 1851, a los treinta y ocho años, con Juana Rodriguez en la iglesia de Azul, siendo sus padrinos María Josefa Ezcurra y Manuel Angel Medrano. De este matrimonio nacieron nada menos que dieciséis hijos, de los cuales sobrevivieron Pedro, Dolores, Juana Manuela, Braulia, Melitona, María Josefa, Manuel, Juan Manuel, Francisco y Emiliano. Los nombres perpetuaban también la unidad familiar.
Manuel Belgrano murió el 20 de junio de 1820, el día más anárquico del anárquico año 20. Sus últimas palabras fueron para la revolución. Pero quizás su último suspiro haya sido para Dolores, aquel amor contrariado, al que llegó tarde, ocupado como estaba en forjar un destino grande para la patria que tanto amaba.
FUENTE: Historias de amor
de la historia argentina DE Gálvez, Lucía
No encuentro nada de Melitona, hay alguna información de su descendencia?
ResponderEliminarGracias