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lunes, 4 de diciembre de 2017

DOCTRINA ARTIGUISTA

DOCTRINA ARTIGUISTA



DOCTRINA ARTIGUISTA
· La causa de los pueblos no admite la menor demora.
· Que los más infelices sean los más privilegiados
· Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos.
· Con libertad ni ofendo ni temo.
· Sean los orientales tan ilustrados como valientes.
· Tiemblen los tiranos de haber excitado nuestro enojo.
· El despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren inviolable la soberanía de los pueblos.
· La cuestión es sólo entre la libertad y el despotismo.
· Todas las provincias tienen igual dignidad e iguales derechos.
· Que los indios en sus pueblos se gobiernen por sí.
· Para mí no hay nada más sagrado que la voluntad de los pueblos.
· En lo sucesivo solo se vea entre nosotros una gran familia.
· Yo no soy vendible, ni quiero más premio por mi empeño que ver libre mi nación.
· No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad.
· Que en modo solemne se exprese la voluntad de los pueblos en sus gobernantes.
· El pueblo es soberano y él sabrá investigar las operaciones de sus representantes.
· Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana.
· Unidos íntimamente, luchamos contra tiranos que intentan profanar nuestros más sagrados derechos.
· Los pueblos de la América del Sur están íntimamente unidos por vínculos de naturaleza e intereses recíprocos.
· No existe un pacto expreso que deposite en otro pueblo de la federación la administración de la soberanía.

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domingo, 3 de diciembre de 2017

REGLAMENTO DICTADO POR EL GENERAL BELGRANO, PARA EL RÉGIMEN POLÍTICO Y ADMINISTRATIVO Y REFORMA DE LOS PUEBLOS DE MISIONES

REGLAMENTO DICTADO POR EL GENERAL BELGRANO, PARA EL RÉGIMEN POLÍTICO Y ADMINISTRATIVO Y REFORMA DE LOS PUEBLOS DE MISIONES

         
REGLAMENTO DICTADO POR EL GENERAL BELGRANO, PARA EL RÉGIMEN POLÍTICO Y ADMINISTRATIVO Y REFORMA DE LOS PUEBLOS DE MISIONES
Al teniente Gobernador de Corrientes, don Elias Galván.


            A consecuencia de la proclama que expedí para hacer saber á los naturales de los pueblos de Misiones, que venía á restituirlos á sus derechos de libertad, propiedad y seguridad de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo únicamente para las rapiñas de los que han gobernado, como está de manifiesto hasta la evidencia, no hallándose una sola familia que pueda decir, «estos son los bienes que he heredado de mis mayores,» y cumpliendo con las intenciones de la Exema. Junta de las provincias del Rio de la Plata y á virtud de las altas facultades que como á su vocal representante me ha conferido, he venido en determinar los siguientes artículos, con que acreditan que mis palabras no son las del engaño ni alucinamiento con que hasta ahora se ha tenido á los desgraciados naturales bajo el yugo de fierro, tratándolos peor que á las bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro entre los horrores de miseria é infelicidad, yo mismo estoy palpando con ver su desnudez, sus lívidos aspectos, y los ningunos recursos que les han dejado para subsistir.
         1. Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode; como no sea atentando contra sus semejantes.
         2. Desde hoy les liberto del tributo; á todos los treinta pueblos y sus respectivas jurisdicciones, les exceptúo de todo impuesto por el espacio de diez años.
         3. Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones incluso el tabaco, con el resto de las provincias del Rio de la Plata.
         4. Respecto á haberse declarado en todo iguales á los españoles que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América, les habilito para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos, debiendo recaer en ellos como en nosotros los empleos del Gobierno, milicia y administración de sus pueblos.
         5. Estos se delinearán á los vientos Nordeste, Sudoeste, Noroeste, Sudeste, formando cuadras de á cien varas de largo y ciento de ancho, que se repartirán en tres suertes cada una, con el fondo de cincuenta varas.
         6. Deberán construir sus casas en ellos, todos los que tengan poblaciones en la campaña, sean naturales ó españoles, y tanto unos como otros podrán obtener los empleos de la República.
         7. A los naturales se les darán gratuitamente las propiedades de las suertes de tierra que se les señalen, que en el pueblo será un tercio de cuadra, y en la campaña según las leguas y calidad de tierras que hubiere en cada pueblo, de suerte, que no haya de pasar de legua y media de frente y dos de fondo.
         8. A los españoles se les venderá la suerte que desearen en el pueblo después de acomodados los naturales, é igualmente en la campaña por precios moderados para formar un fondo con que atender á los objetos que adelante se dirá.
         9. Ningún pueblo tendrá mas que siete cuadras de largo y otras tantas de ancho, y se les señalará por campo común dos leguas cuadradas que podrán dividirse en suertes de á dos cuadras que se han de arrendar á precios muy moderados, que han de servir para el fondo antedicho, con destino á huertas ú otros sembrados que mas les acomodase, y también para que en lo sucesivo sirvan para propios de cada pueblo.
         10. Al Cabildo de cada pueblo se les ha de dar una cuadra que tenga frente á la Plaza Mayor, que de ningún modo podrá enajenar ni vender y solo edificar, para con los alquileres atender los objetos de su instituto.
         11. Para la Iglesia se han de señalar dos suertes de tierra en el frente de la cuadra al Cabildo, y como todos ó los mas de ellos tienen sus templos ya formados, podrán estos servir de guía para la delincación de los pueblos aunque no sea tan exacta á los vientos que dejo determinados.
         12. Los cementerios se han de colocar fuera de los pueblos señalándose en el égido una cuadra para este objeto, que haya de cercarse y cubrirse con árboles como hoy los tienen en casi todos los pueblos, desterrando la absurda costumbre, prohibida absolutamente, de enterrarse en las iglesias.
         13. El fondo que se ha de formar con los artículos 8º y 9º no ha de tener otro objeto que el establecimiento de escuelas de primeras letras, artes y oficios, y se han de administrar sus productos después de afincar los principales, como dispusiere la Excma. Junta ó el Congreso de la Nación por los cabildos de los respectivos pueblos, siendo responsables de mancomún é insolidum los individuos que los compongan, sin que en ello puedan tener otra intervención los gobernantes que la del mejor cumplimiento de esta disposición, dando parte de su cumplimiento para determinar al superior Gobierno.
         14. Como el robo había arreglado los pesos y medidas para sacrificar más y más á los infelices naturales, señalando doce onzas á la libra, y así en lo demás, mando que se guarden los mismos pesos y medidas que en la gran capital de Buenos Aires, hasta que el superior Gobierno determine en lo particular lo que tuviere conveniente, encargando á los corregidores y cabildos que celen el cumplimiento de ese artículo, imponiendo la pérdida de sus bienes y extrañamiento de la jurisdicción á los que contravinieren á él, aplicando aquellos á beneficio del fondo para escuelas.
         15. Respecto de que á los curas satisface el erario el sínodo conveniente, y en lo sucesivo pagará por espacio de diez años de otros ramos, que es el espacio que he señalado para que estos pueblos no sufran gabela ni derecho de ninguna especie, no podrán llevar derechos de bautismo ni entierro, y por consiguiente los exceptúo de pagar cuartas á los obispos de las respectivas diócesis.
         16. Cesan desde hoy en sus funciones todos los mayordomos de los pueblos, y dejo al cargo de los corregidores y cabildos la administración de lo que haya existente, y el cuidado del cobro de arrendamientos de tierras, hasta que esté verificado el arreglo, debiendo conservar los productos en arca de tres llaves, que han de tener el Correjidor, el Alcalde de Ier voto, y el Síndico Procurador, hasta que se les dé el destino conveniente, que no ha de ser otro que el del fondo ya citado para escuelas.
         17. Respecto á que las tierras de los pueblos estén intercaladas, se hará una masa común de ellas, y se repartirán á prorata entre todos los pueblos para que unos y otros puedan darse la mano, y formar una provincia respetable de las del Rio de la Plata.
         18. En atención á que nada se haría con repartir tierras á los naturales, si no se les hacían anticipaciones así de instrumentos para la agricultura, como de ganados para el fomento de las crias, ocurriré á la Excma. Junta, para que abra una suscricion, para el primer objeto, y conceda los diezmos de la cuatropea de los partidos de Entre Rios, para el 2º, quedando en aplicar algunos fondos de los insurjentes que permanecieren renitentes en contra de la causa de la patria, á objeto de tanta importancia, y que tal vez son habidos del sudor y sangre de los mismos naturales.
         19. Aunque no es mi ánimo desterrar el idioma nativo de estos pueblos; pero como es preciso que sea fácil nuestra comunicacion, para el mejor orden prevengo, que la mayor parte de los cabildos se han de componer de individuos que hablen el castellano, y particularmente el Corregidor, el Alcalde de 1er voto y el Síndico Procurador, y un secretario que haya de extender las actas en lengua castellana.
         20. La administración de Justicia queda al cargo del Corregidor y Alcaldes, conforme por ahora á la legislación que nos gobierna, concediendo las apelaciones para ante el superior Gobierno de los treinta pueblos y de este para ante el superior Gobierno de las provincias en todo lo concerniente á Gobierno y á la real Audiencia de lo contencioso.
         21. El Corregidor será el presidente del Cabildo, pero con un voto solamente, y entenderá en todo lo político, siempre con dependencia del gobernador de los treinta pueblos.
         22. Subsistirán los departamentos que existen con las subdelegaciones que han de recaer precisamente en hijos del país para la mejor expedición de los negocios que se encarguen por el gobernador, los que han de tener sueldo por la Real Hacienda, hasta tanto que el superior Gobierno resuelva lo conveniente.
         23. En cada capital del departamento, se ha de reunir un individuo de cada pueblo que lo compone, con todos los poderes para elegir un diputado que haya de asistir al Congreso nacional, bien entendido que ha de tener las cualidades de probidad y buena conducta, ha de saber hablar el castellano, y será mantenido por la Real Hacienda, en atención al miserable estado en que se hallan los pueblos.
         24. Para disfrutar la seguridad así interior, como exteriormente, se hace indispensable que se levante un cuerpo de milicia, que se titulará Milicia Patriótica de Misiones, en que indistintamente serán oficiales, así los naturales como los españoles que vinieren á vivir á los pueblos, siempre que su conducta y circunstancias, los hagan acreedores á tan alta distinción; en la inteligencia de que ya estos cargos tan honrosos no se dan hoy al favor, ni se prostituyen como lo hacían los déspotas del antiguo Gobierno.
         25. Este cuerpo será una legión completa de infantería y caballería, que irá disponiéndose por el Gobernador de los pueblos, igualmente que el cuerpo de artillería, con los conocimientos que se adquieran de la población, y están obligados á servir á ella según el arma á que les destine desde la edad de 18 años hasta los 45; bien entendido que su objeto es defender la patria, la religión y sus propiedades, y que siempre que se hallen en actual servicio se les ha de abonar á razón de diez pesos al mes al soldado, y en proporción á los cabos, sargentos y oficiales.
         26. Su uniforme para la infantería es el de los Patricios de Buenos Aires, sin mas distinción que un escudo blanco en el brazo derecho, con esta cifra: «M. P. de Misiones»; y para la caballería, el mismo con igual escudo y cifras, pero con la distinción de que llevarán casacas cortas y vuelta azul.
         27. Hallándome cerciorado de que los excesos horrorosos que se comenten por los beneficiadores de la yerba, no solo talando los árboles que la traen, sino también con los naturales, de cuyo trabajo se aprovechan sin pagárselos, y además hacen poder con castigos escandalosos, constituyéndose jueces en causa propia, prohíbo que se pueda cortar árbol ninguno de la yerba, so la pena de diez pesos por cada uno que se cortare, á beneficio, la mitad del denunciador y la otra para el fondo de las escuelas.
         28. Todos los conchavos con los naturales se han de contratar ante el Corregidor ó Alcalde del pueblo donde se celebren y se han de pagar en tabla y mano, en dinero efectivo, ó en efectos, si el natural quisiere, con un diez por ciento de utilidad, deducido el principal, y gastos qué tenga desde su compra, en la inteligencia de que no ejecutándose así, serán los beneficiadores de yerba multados por la primera vez en cien pesos, por la segunda en quinientos, y por la tercera embargados sus bienes y desterrados, destinando aquellos vales por la mitad al delator, y fondos de escuelas.
         29. No les será permitido imponer ningún castigo á los naturales, como me consta lo han ejecutado con la mayor iniquidad; pues si tuvieren de qué quejarse, ocurrirán á sus jueces para que les administre justicia, so la pena, que si continuaren en tan abominable conducta, y levantaren palo para cualquier natural, serán privados de todos sus bienes, que se han de aplicar en la forma dicha arriba y si usaren del azote, serán penados hasta con el último suplicio.
         30. Para que todas estas disposiciones tengan todo su efecto, reservándome por ahora el nombramiento de sujetos que hayan de encargarse de la ejecución de varias de ellas, y lleguen á noticia de todos los pueblos, mando que se saquen copias para dirijir al Gobernador don Tomás de Rocamora, y á todos los Cabildos para que se publiquen en el primer dia festivo, explicándose por los padres curas, antes del Ofertorio, y notariándose por la respectivas jurisdicciones de los predichos pueblos hasta los que viven mas remotos de ellos Remítase igualmente copia á la Excma. Junta provincial gubernativa de las provincias del Rio de la Plata, para su aprobación, y archívense en los Cabildos los orijinales para el gobierno de ellos, y celo de su cumplimiento.
         Fecho en el campamento de Tacuarí á treinta de Diciembre de mil ochocientos diez.
            MANUEL BELGRANO.



viernes, 26 de febrero de 2016

MANUELA BELTRÁN.

MANUELA BELTRÁN

MANUELA BELTRÁN.




















Nació en la ciudad del Socorro, Colombia .Heroina de Nueva Granada a quien se señala con comenzar la revolución de los comuneros. El 16 de marzo de 1781 lideró un motín contra los impuestos mercantiles establecidos por el visitador regente Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, que desembocó en la revolución de los comuneros. Fue la primera mujer en enfrentarse al régimen del gobierno español, destruyendo los edictos donde se anunciaba el alza de los impuestos, siendo por lo tanto considerada como "la heroína del pueblo.
Llegó, al frente de las masas, a la Alcaidía, arrancó el edicto del impuesto, simuló limpiarse el traste con el papel, y lo arrojó al viento. Ese gesto fue la chispa que encendió la rebelión que mantendría en jaque al gobierno virreinal
Esta actitud de rebeldía se extendió por territorio neogranadino desde Mérida, Venezuela hasta Pasto, Colombia, creándose una conciencia en el pueblo contra el gobierno colonial de la época.
Manuela, como la Gaitana hasta esa época fueron, las mujeres más valientes de la historia Colombiana y 



MANUELA BELTRÁN.












de las primeras capaces de desafiar a la corona española.
Esta heroína también fue llamada "Heraldo Femenino de la Libertad.

Manuela Beltrán formo un papel muy importante para el desarrollo de la independencia, supo de que forma desafiar al régimen español y saber el porque de aquella independencia.

Fuente: http://mujerindependencia.blogspot.com.ar/
Muchas Gracias

miércoles, 17 de febrero de 2016

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA "¡Hoy es un buen día para combatir, es un buen día para morir: corazones fuertes, corazones bravos, al frente!"

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA
"¡Hoy es un buen día para combatir, es un buen día para morir: corazones fuertes, corazones bravos, al frente!"

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA
El 15 de diciembre de 1890, cuando iba a ser detenido una vez más por la policía de esa especie de ghetto campestre que llamaban "Reserva", ante el presunto peligro que suponía su autoridad moral entre los guerreros de las praderas centrales, fue asesinado junto a una docena de "indios revoltosos" el gran caudillo político-militar de la nación Sioux Toro Sentado, valiente jefe de jefes sioux, cheyennes, pies negros y apaches.

Tatanka Iyotanka había nacido en 1831 en lo que hoy es el estado de Dakota del Sur. Desde chico mostró afición por la danza, la poesía y la música y con el correr del tiempo, mientras crecía su inteligencia, sabiduría y carisma, el joven escuálido pero saludable echó un cuerpo bien adiestrado en el arte de la guerra; de enorme coraje, aprendió a montar a caballo a puro pelo sin albarda y haciendo grandes malabarismos.

El solemne tratado de Fort Laramie de 1868 garantizaba a los sioux que por siempre serían dueños de las Montañas Negras, su centro del mundo, el lugar sagrado donde los guerreros hablaban con los dioses. Pero en 1874 se descubrió oro en esas tierras. El propio presidente Ulysses Grant ordenó a los indios que abandonaran esos campos de caza donde los mineros blancos buscaban afiebradamente el maravilloso metal entre rocas y manantiales. El ultimátum presidencial decía: "Si no hacen caso o se niegan a irse, se dará cuenta de ellos en el Departamento de Guerra como indios hostiles, y se enviará a las fuerzas militares para obligarles a obedecer las órdenes de la Agencia India". Y así mandó tres poderosas columnas de veteranos del U.S. Army reunificado después del fin de la Guerra de Secesión de 1865, a fin de resolver la conquista del far west mediante la "solución final" contra las tribus indígenas.

El gran Jefe Toro Sentado dijo entonces: "Si un hombre pierde algo, vuelve sobre sus pasos y lo busca concienzudamente, lo encontrará. Eso y no otra cosa es lo que hacen los indios, ahora, al acudir a ti en demanda de lo que se les prometió en el pasado, y no creo que sea justo que se les trate como a bestias. Esta es la razón de que hayan crecido en mí los sentimientos que albergo. [...] Me doy cuenta de que mi nación ha ganado mala fama y yo quiero que su nombre esté limpio. Así solía ser. A veces, cuando me siento a meditar en paz, me pregunto quién le ha dado este mal nombre". Convocó así a un gran campamento de cerca de 1.500 tipis en los que se alojaban unos 12.000 sioux, cheyennes, apaches y pies negros del Canadá, a orillas del río Little Big Horn (Pequeño Gran Cuerno), en Montana.

El Séptimo de Caballería era un cuerpo de elite del ejército, al mando del prestigioso héroe de guerra teniente coronel George Armstrong Custer. Constituía una de las tres columnas, la mejor, de la campaña militar ordenada por Grant. El 25 de junio de 1876 Toro Sentado y su lugarteniente Caballo Loco libraron una de las batallas más importantes y encarnizadas de la historia norteamericana. Caballo Loco, al dar la orden de ataque de la caballería india gritó: "¡Hoy es un buen día para combatir, es un buen día para morir: corazones fuertes, corazones bravos, al frente!". En Little Big Horn el mítico Toro Sentado y sus guerreros aniquilaron totalmente a los doce escuadrones y cinco compañías de gringos, que contaban con el armamento y la instrucción más avanzados de la época, incluso con los temibles hotchkiss guns (cañones ligeros de repetición). Allí perdió la vida el propio Custer.

Toro Sentado logró huir a las frías tierras de los pies negros del Canadá con tres mil jinetes, perseguido por todo el ejército norteamericano. En 1881 recibió una promesa de amnistía para volver a la Reserva y ponerse al frente de su pueblo, que estaba pasando por una hambruna pavorosa. Pero resultó una burda trampa para apresarlo. Algunos de sus poemas más melancólicos datan de esos años.

GRAN JEFE TORO SENTADO (SITTING BULL) ó TATANKA IYOTANKA
En 1885 consiguió que le dieran permiso para salir de su confinamiento en la Reserva y sumarse a una gira con el famoso "Show del Salvaje Oeste", de Buffalo Bill. Por entonces apareció en Nevada un "mesías" indígena de nombre Wovoka, que predicaba la caída de los blancos. Wovoka le enseñó la "Danza del Espíritu" a Toro Sentado. Se suponía que mediante esa danza se invocaba al Gran Espíritu para solicitar su ayuda en la devolución de las tierras usurpadas, y para que los indígenas vivieran de nuevo en abundancia y paz. Toro Sentado incorporó este baile a su repertorio del show. Las autoridades se alarmaron con la enorme popularidad de la danza, y creyeron que generaría un levantamiento generalizado de los indios, por lo que ordenaron apresar a Toro Sentado, hecho durante el que encontró la muerte, según ya comentamos.

Después del asesinato de Toro Sentado se desató una serie desaforada de feroces masacres de indígenas que en las últimas décadas el revisionismo histórico norteamericano sacó a la luz, completando el cuadro de un verdadero genocidio.

Parece que los "carapálidas" no resultaron tan buenos como nos mostraba Hollywood.


sábado, 16 de enero de 2016

BUENAVENTURA SUÁREZ OTRO JESUITA ARGENTINO PRIMER ASTRÓNOMO AMERICANO

BUENAVENTURA SUÁREZ 
OTRO JESUITA ARGENTINO PRIMER ASTRÓNOMO AMERICANO

PADRE BUENAVENTURA SUÁREZ


El 3 de septiembre de 1679 nació en la ciudad de Santa Fe, a la vera del río Paraná, Buenaventura Suárez Garay, primer astrónomo americano que efectuó importantes observaciones y estudios astronómicos con cartas e instrumentos de su propia elaboración


Buenaventura Suárez, descendiente directo por línea materna de don Juan de Garay, tenía 16 años de edad cuando en 1695 ingresó en la Compañía de Jesús deseoso de servir al Señor y la Santa Iglesia Católica. En la Universidad de Córdoba, la misma que fundara el obispo Trejo y Sanabria en 1613, cursó sus estudios y de allí pasó a las misiones en 1706, para establecerse en las reducciones de San Cosme y San Damián actual territorio del Paraguay. En su nuevo destino, además de predicar, enseñar el Evangelio y atender las necesidades espirituales de la población guaraní, llevó a cabo una abrumadora labor de asistencia que quedó claramente manifestada durante las terribles epidemias que en 1733 y 1737 acabaron con la vida de más de 50.000 indígenas.

BUENAVENTURA SUÁREZ
El padre Buenaventura también misionó en Apóstoles, Santa María la Mayor, La Candelaria, Mártires y las ciudades de Asunción y Corrientes celebrando el Santo Sacrificio de la Misa, confesando, enseñando, impartiendo los santos sacramentos y ejerciendo la medicina, en cuyos conocimientos estaba versado.

BUENAVENTURA SUÁREZ

Pionero de la astronomía

Más que por su apostolado y su entrega, Buenaventura Suárez pasó a la historia por ser el primer astrónomo del hemisferio sur que efectuó observaciones y mediciones de la bóveda celeste, estudios que trascendieron los límites de la cuenca del Plata y despertaron el interés de los científicos de Europa.

Si bien el primer observatorio de América del Sur fue montado por el alemán Georg Marcgrave sobre el tejado de la casa del gobernador de Recife, Mauricio de Nassau, el 28 de septiembre de 1639 y que al año siguiente utilizó desde allí el primer telescopio traído al continente, el padre Suárez construyó el suyo con elementos de los alrededores empleando cañas, madera, metales y cristales de roca, fáciles de encontrar en los yacimientos cercanos.


Con esos componentes y la ayuda de asistentes guaraníes, el padre Buenaventura montó en plena selva su propio observatorio después de tallar y pulir las piedras de cuarzo que extrajo de las canteras de basalto a orillas del Paraná y de incorporarle un sofisticado reloj de péndulo con su correspondiente índice de minutos y segundos y un cuadrante astronómico para ajustar el mismo a la rotación del Sol. Su primer telescopio, instalado en el campanario de la iglesia de San Cosme, consistía en un tubo metálico sobre armazón de madera sostenido y desplazado por arneses y poleas, dotado de dos lentes convexos de 8 y 10 pies, con el que efectuó las primeras observaciones, en especial eclipses de Sol y de Luna.

Estudios de magnitud

Por la misma época en la que nacía Benjamín Franklin, el padre Suárez escudriñaba el firmamento nocturno apuntando todo lo que veía en su cuaderno de notas, siguiendo las trayectorias del Sol, la Luna y los planetas. Poco después elaboró telescopios mayores, provistos de lentes de 13, 14, 16 y hasta 18, 20 y 23 pulgadas con los que analizó a fondo el comportamiento de los satélites de Júpiter que observó durante trece años, estudios que envió a Europa en momentos en que los sabios de ese continente intentaban determinar sus períodos e itinerarios. Las observaciones del padre Suárez llamaron poderosamente la atención y despertaron gran interés. También estudió el globo de Marte, la trayectoria de Venus, la superficie de la Luna y los anillos de Saturno descubiertos por el holandés Huygens en 1655, tomando meticulosa inscripción de todo lo que veía.


Fruto de esas observaciones fueron sus calendarios, sus mapas celestes y su célebre Lunario Centenar de más de 200 páginas, escrito a partir de 1720, cuyas  cinco ediciones datan de 1740 (Reducción de La Candelaria), 1743 (Lisboa), 1748 (Lisboa), 1752 (Barcelona) y 1762 (Quito). Ese estudio determinaba la fecha exacta de los eclipses avizorados por un observador desde tierra misionera entre 1740 y 1903, detallando los movimientos del astro rey y nuestro satélite natural con asombrosa precisión, lo mismo sus conjunciones, oposiciones y cuartos. También publicó Curso de los planetas, Tablas astronómicas y Anuario.
Desde las reducciones jesuíticas del Paraguay, el padre Suárez llevó a cabo sus estudios astronómicos

Científico y matemático

Además de astrónomo, Buenaventura Suárez fue científico, geógrafo y matemático. Sus cálculos y mediciones le permitieron elaborar tablas con la posición exacta de las treinta misiones jesuíticas del Paraguay y trazar el primer mapa de la zona. También fabricar globos terráqueos y celestes, construir un reloj solar e instrumentos de medición, efectuar acertados pronósticos meteorológicos, elaborar un calendario y confeccionar un herbario, clasificando las diversas especies de la región. También fue ducho en el arte de fundir y manufacturar metales y en el de fabricar campanas. En 1745 llegaron a sus manos instrumentos astronómicos de fabricación europea con los que, debido a su alta calidad, hizo observaciones de mayor envergadura.

Trabajó incansablemente en las misiones durante treinta y tres años hasta su muerte, acaecida en territorio de la Banda Oriental en una fecha incierta de 1750, cuando contaba 69 años de edad.

El legado de fray Buenaventura

Según refiere Ricardo N. Alonso, investigador del Conicet, cuando el sabio español Félix de Azara pasó por la región de Misiones, descubrió abandonados los primitivos instrumentos con los que el padre Buenaventura hizo sus estudios, prueba elocuente de que en materia de investigación astronómica nuestra tierra, una vez más, fue pionera y cuna de sabios. Sin embargo, los historiadores e investigadores del mundo desconocen a nuestro hombre de ciencia cuando al referirse a los grandes astrónomos de la historia, omiten su nombre. Y eso es otra prueba elocuente del desinterés de una sociedad más pendiente de lo superfluo que de lo que realmente tiene valor.



lunes, 11 de mayo de 2015

LOS BUCANEROS DE AMERICA

LOS BUCANEROS DE AMERICA



La necesidad de las expediciones navales de largo re corrido de procurarse carne fresca, dio lugar a lo que tal vez sea el episodio más extraño del relato que cuenta cómo los alimentos cambiaron el curso de la historia; me refiero a la era de los bucaneros.
Hacia principios del siglo XVII, en las islas del Caribe, algunas pequeñas comunidades de colonos europeos, no españoles, emprendieron el floreciente negocio de aprovisionar a los barcos de pasaje con carne fresca recién curada.
Las carnes de vacuno y de porcino se curaban en casa siguiendo una antigua receta de los indios de la zona. Los caribes han contribuido a enriquecer el vocabulario de la lengua inglesa con muchas más palabras que cualquier otro grupo de indios, y «bucanero» es una de ellas. El bucanero construía un enrejado de palos, que los caribes llamaban barbacoa, debajo del cual encendían una hoguera de leña. Encima se colocaban lonchas de carne recién cortadas, alimentándose el fuego con ramas verdes, para que produjesen mucho humo, con una llama pequeña. La carne se secaba, se ahumaba, y se asaba al mismo tiempo, convirtiéndose en carne conservable, de color rojo-rosa, y que desprendía un aroma tentador. Los caribes la llamaban boucan. El boucan tenía un sabor delicado, y era al mismo tiempo un magnífico antídoto contra el escorbuto. Se trataba de un alimento que ni siquiera un cocinero inglés podía estropear, pues se podía comer crudo, masticándolo como si fuese un embutido, o ablandarlo en agua para después guisarlo al estilo tradicional.
El boucan se podía preparar salando la carne antes de cortarla, o untando las lonchas con salmuera y colgándolas al sol para que se secasen sin tener que recurrir a ahumarlas. La carne ahumada se podía conservar durante varios meses, pero la que se secaba al sol tenía que ser consumida con bastante rapidez, y en las húmedas bodegas de un barco se estropeaba muy pronto.
El boucan que se conservaba mejor era el que se hacía con carne de jabalí, y se empaquetaba en bultos de cien piezas, cada una de las cuales se vendía por seis monedas de a ocho, equivalentes a una libra y diez chelines del actual dinero inglés. Por lo tanto, haciéndose bucanero se podía ganar mucho, pues los gastos eran mínimos, y todo lo que hacía falta era ser un buen cazador.
Pequeñas partidas de unos siete bucaneros organizaban una expedición de caza. Cada uno de ellos llevaba un fusil especial, con un cañón larguisimo de 4 pies y medio, y con una culata en forma de pala. También llevaban enrolladas una manta y una tienda de lona ligera, un machete y un cuchillo marinero para cortar la espesa maleza de la jungla caribeña. Los bucaneros vestían gruesas polainas, pantalones y chaquetas de lino, y calaban mocasines; todo ello teñido de rojo por la Sangre de los animales que cazaban. Tanto la chaqueta como la camisa que llevaban debajo no se lavaban nunca y acostumbraban untarse la cara con grasa. Tomaban todas estas precauciones con la esperanza de que los mosquitos no les atacasen. Las junglas del Caribe estaban llenas de enemigos mortales, como la víbora de cabeza de lanza, o el arbusto venenoso manichel, pero la única criatura a la que los bucaneros tenían auténtico pánico era el mosquito.
La parte más interesante del equipo del bucanero era su gorra. Se trataba de un sombrero moderno con todo el borde recortado, excepto en su parte delantera, para darle sombra a los ojos. Fue el precursor de las gorras de los jinetes y de los jugadores de béisbol.
Detrás de los bucaneros iban sus sirvientes o mayordomos, y casi siempre se trataba de infortunados esclavos blancos importados de Europa. Si dejaban caer los fardos de pieles y de boucan que transportaban, o hacían cualquier cosa que disgustase a sus amos, se exponian a ser azotados brutalmente, y a que untasen sus heridas con una mezcla de zumo de limón, sal y pimienta roja.
Prácticamente el único gasto del bucanero era la pólvora, y como no podía permitirse el lujo de errar el tiro con demasiada frecuencia, se hizo tan experto que casi podía aceitar a una moneda en el aire. Así pues, en su día, los bucaneros fueron los mejores tiradores del mundo.
La mayoría de ellos se estableció en la costa norte de Haití y de la isla de la Tortuga. La Tortuga era su base; allí compraban municiones; cuchillos, hachas y todos los demás pertrechos. Cuando divisaban un contrabandista danés que se dirigía al paso entre la isla de Cuba y Haití, salían a su encuentro en sus pequeños bergantines, confiados en que le podrían vender su carne ahumada a buen precio, y los barcos ingleses y franceses fondeaban cerca de sus bases para comprar provisiones en su viaje de regreso a casa. La mayoría de los bucaneros eran franceses o ingleses, pero también había entre ellos indios campeches, esclavos negros evadidos, muchos holandeses, e incluso irlandeses de Montserrat. Algunos eran hombres honrados - exiliados por cuestiones religiosas, náufragos, y pequeños terratenientes expulsados de Barbados y de otras islas de la zona por los grandes cultivadores de azúcar. Otros eran piratas, criminales, desertores y demás gente de mal vivir. Sin embargo, aunque hubiesen sido tan honrados como el que más, los españoles nunca los habrían aceptado como vecinos de unas islas que ellos consideraban suyas.
En 1638, decididos a terminar con el problema de los bucaneros de una vez por todas, los españoles atacaron la isla de la Tortuga, capturaron a todos los que encontraron y colgaron a los que no se rindieron. Con esta masacre de unas trescientas personas, las esperanzas de los bucaneros de ganarse la vida honradamente, suministrando su carne ahumada a los buques de paso, se esfumaron para siempre.
Sin embargo, el día del ataque a la Tortuga, la mayoría de los bucaneros estaban cazando, y escaparon así de la ira de los españoles. Cuando regresaron y comprobaron los estragos de la incursión, enterraron a sus compañeros, y sobre sus tumbas juraron que no descansarían hasta haberlos vengado. De esa forma, se juramentaron y constituyeron la confederación de «La Hermandad de la Costa».

La idea de que un pequeño grupo de bandidos pudiese desafiar al vasto imperio español, en cuyos dominios no se ponía el sol, le habría parecido ridícula a cualquiera que desconociese la Hermandad. Los bucaneros no dejaban nada al azar. Como escribió Alexander Exquemelin, uno de sus cirujanos, los bucaneros «nunca están desprevenidos», ninguno de ellos se aparta ni un segundo de su mosquete de treinta cartuchos, de un machete y de las armas que constituyen la base de su supervivencia, sus pistolas.
Como sabía que a campo abierto no podía competir con la magnífica caballería española, la Hermandad de la Costa decidió atacar a los españoles en el mar. Al principio salían en canoas, compradas a los indios campeches, o en sus pequeños bergantines. Estos barcos tan pequeños eran prácticamente invisibles a la luz del ocaso, y podían llegar fácilmente hasta cerca de un galeón sin que éste se diese cuenta. Una vez puestos a tiro, los que tenían mejor puntería, que al igual que sus compañeros iban echados en el fondo de la canoa para que sus movimientos no fuesen demasiado bruscos, se incorporaban y disparaban contra el timonel y contra el vigía de cubierta. Antes de que el resto de la tripulación pudiese reaccionar, las canoas ya habían llegado hasta el barco, y una oleada de hombres realizaba el abordaje, disparando los varios fusiles que llevaba cada uno. El galeón capturado, ahora bajo la enseña de los bucaneros, partía de nuevo en busca de presas de mayor envergadura.
Exquemelin nos ha descrito un ataque típico de los bucaneros, y es muy posible que él mismo formase parte activa de esta historia, aunque modestamente oculte su participación.
El vicealmirante de la flotilla española se había destacado algo del resto del convoy, cuando el vigía de cubierta le informó haber avistado un pequeño barco en la lejanía, advirtiéndole de que podía tratarse de un bucanero. El oficial contestó despectivamente que no tenía nada que temer de un barco de ese tamaño.
Sospechando con razón que el vicealmirante estaría demasiado confiado como para vigilar adecuadamente los movimientos de su nave, el capitán bucanero se mantuvo al acecho hasta el anochecer. Entonces llamó a sus hombres (eran veintiocho) y les recordó que les quedaba poca comida, que el barco se encontraba en malas condiciones y podía hundirse en cualquier momento, pero que había una forma de salir del apuro: capturando el galeón español y repartiéndose las riquezas que sin duda llevaría. Los bucaneros juraron enfervorizados que le seguirían y que estaban dispuestos a luchar con todo su entusiasmo, pero por si alguno de ellos estaba más remiso, el capitán ordenó al cirujano que hundiese el barco tan pronto como el grupo atacante hubiese abordado al galeón español.
Los bucaneros realizaron el abordaje en apenas un minuto y en completo silencio, sorprendiendo a' capitán y a sus oficiales jugando a las cartas en su camarote. Ante la amenaza de las pistolas el vicealmirante entregó el barco.
El botín capturado en un barco de este tipo sería suficiente para convertir en multimillonario a cada uno de los veintiocho asaltantes. Un galeón español, el Santa Margarita, que se hundió en Cayo Oeste en 1622, en pleno apogeo de los bucaneros, reportó a sus rescatadores, hace poco tiempo, nada menos que 13.920.000 dólares. Un galeón que se capturase en aquellos años debería ser aún más valioso, pues además de las joyas y de los lingotes de oro y plata, transportaría todo tipo de bienes perecederos. Se cuenta el caso curioso de que unos bucaneros que interceptaron un cargamento de cacao, lo tiraron al mar porque creyeron que se trataba de estiércol de caballo.

El aliciente del botín era un incentivo contra el que no era suficiente el valor que podían oponer los españoles. En 1668, como punto álgido de la época de los bucaneros, Henry Morgan saqueó Panamá. «Aunque nuestro número es pequeño», dijo a sus hombres, «nuestros corazones son grandes, y cuantos menos sobrevivamos más fácil será repartir el botín, y a más tocaremos cada uno».
Henry Morgan fue el último de los bucaneros. Con el tiempo llegó a conseguir el perdón real, un título nobiliario, y que le nombraran gobernador de Jamaica. Nunca regresó a su Gales natal, y se instaló en Port Royal, bebiendo ron hasta morirse. El poder en el Caribe pasó de las manos de la Hermandad de la Costa, a las de la marina de Francia e Inglaterra, y aquellos hermanos que no pudieron adaptarse de una continua lucha contra los españoles a una relativa paz, zarparon hacia el oriente, en busca de una nueva carrera como piratas en las costas de la India y de Madagascar.
Es difícil deducir cuáles fueron las consecuencias de la era de los bucaneros. Para los españoles, la aparición de los que ellos llamaban «los diablos del infierno», fue evidentemente desastrosa. Se puede compartir la opinión de los españoles, sobre todo cuando se leen algunos de los relatos de Exquemelin sobre Pedro el brasileño, el cual solía pasear por las calles de Jamaica segando a hachazo limpio piernas y brazos de inocentes transeúntes; o sobre el primer jefe del cirujano, que colocaba un barril de vino en mitad de la calle, y obligaba a todo el que pasaba por delante a beber de él o morir allí mismo de un pistoletazo; o respecto a otros amigos suyos que asaban mujeres desnudas sobre piedras calientes, luchaban bajo el agua contra los caimanes, o torturaban a los prisioneros para que les revelasen dónde escondían sus tesoros.
Quizás la consecuencia de la aparición de los bucaneros no fue lo que realizaron de hecho, sino lo que impidieron que ocurriese. Mientras la Hermandad de la Costa asestaba duros golpes al pulpo español en su mismo centro del Caribe, sus tentáculos tenían que retraerse para proteger sus puntos más vitales. Por lo tanto, el imperio español no pudo expansionarse hacia las incipientes colonias que se estaban formando a lo largo de la costa norteamericana, como hubiera sido razonable, y como muchas personas esperaban y otros temían.
Extraido de "La busqueda de las especias", de Carson I. A. Ritchie. Editorial Alianza Cien.
Se considera la obra del siglo XVII que más imitaciones y literatura de ficción ha inspirado en todas las lenguas.


Del autor de este libro, Alexandre Olivier Exquemelin, también conocido como el cirujano de los piratas, sabemos poco a ciencia cierta.

Al parecer, podría tratarse de un hugonote nacido en Honfleur (Francia) en torno a 1645, que huyó de las persecuciones religiosas hacia el «nuevo mundo» en 1666, fecha en la que se inicia la crónica de este libro, y regresó años después para establecerse en Amsterdam, donde muere con posterioridad al año 1707.
Bucaneros de América se publica inicialmente en Amsterdam en 1678, y sólo tres años después aparece la versión española, versión que reproducimos, con las correcciones y el prólogo de Carlos Barral, en esta edición.
Exquemelin se embarca en 1666 en el navío San Juan, de la Compañía Francesa de las Indias Occidentales, con la que parte del puerto de El Havre rumbo a la isla de la Tortuga, en el Caribe.
El barco en el que viaja cae en manos de los piratas y Exquemelin es vendido como esclavo en Tortuga.
Durante el cautiverio aprendió de su amo el oficio de cirujano, y, en calidad de tal, abrazó la Ley de la Costa e ingresó en la congregación de los piratas.
Sirvió a las órdenes de piratas tan «insignes» como L’Olonnais, Morgan o Bertrand d’Oregon hasta el catastrófico desembarco en la costa occidental de Puerto Rico en 1674.
Participó activamente en el corso y en los asedios a las plazas de tierra firme: estuvo presente en los dos asaltos a Maracaibo, en las dos tomas de la isla de Santa Catalina y en la toma e incendio de Panamá.
Bucaneros de América es la crónica apasionante, narrada en primera persona, de un testigo directo de la vida y hazañas de los piratas del siglo XVII.


jueves, 19 de febrero de 2015

EL PRIMER REBELDE DE AMERICA: CACIQUE HATUEY

EL PRIMER REBELDE DE AMERICA: CACIQUE HATUEY


Este cacique de los taínos había nacido en la isla de Quisqueya (Hoy Haití y Republica Dominicana). Se rebeló contra los españoles, que lo expulsaron a Cuba.
Allí Hatuey organizó a sus hombres contra los conquistadores, en un adelanto de lo que se dio luego en llamar “guerra de guerrillas”, en pequeños grupos y atacando por sorpresa. Pero sus armas (palos, piedras y flechas) finalmente fueron vencido por los españoles comandados por Diego Velazquez, que tenían armas de fuegon corazas, ballestas, etc.
No obstante lograron tomar prisionero al cacique Hatuey porque lo delataron prisioneros indígenas mediante tormentos.
El Fray Bartolomé de las Casas le atribuye en su obra las siguientes palabras:  Este es el Dios que los españoles adoran. Por estos pelean y matan; por estos es que nos persiguen y es por ello que tenemos que tirarlos al mar... Nos dicen, estos tiranos, que adoran a un Dios de paz e igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Ellos nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Incapaces de igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper”.
Detenido, el cacique Hatuey fue condenado a morir en la hoguera.
Previo al sacrificio, el sacerdote Olmedo le preguntó si quería convertirse en cristiano para subir al cielo.
Hatuey sin dudar le contestó su famosa frase: "No quiero yo ir allá, sino al infierno, por no estar donde estén y por no ver tan cruel gente.