martes, 25 de octubre de 2016

EL OASIS DE ANTOINE DE SAINT EXUPERY

EL OASIS DE ANTOINE DE SAINT EXUPERY
EL OASIS DE ANTOINE DE SAINT EXUPERY

El 12 de octubre de 1929 llega a nuestro país Antoine de Saint-Exupéry. Lo esperan en el puerto de Buenos Aires Jean Mermoz, Henri Guillaumet y Marcel Reine, pilotos franceses integrantes de la Aeroposta Argentina, filial de la Compagnie Générale Aéropostale de Francia, empresa dedicada al transporte de correo aéreo. Saint-Exupéry ocupará el puesto de Director de Explotación de la empresa argentina.
De común acuerdo con las autoridades de la Aeroposta, Saint-Exupéry, establece los vuelos en temporada veraniega a Mar del Plata,  crea otra escala en Uruguayana, Brasil, en la línea a Asunción e inaugura los servicios de transporte de pasajeros y correspondencia a Uruguay y Brasil.
Y aquí comienza verdaderamente esta breve anécdota-historia, que nos da pie para mostrar uno de los lugares más bellos de Entre Ríos. Ver
http://rudyargentina.blogspot.com/2016/10/castillo-san-carlos-parque-san-carlos.html
El oasis era, para Saint-Exupéry, una vieja mansión ubicada en una de las zonas más hermosas de Entre Ríos: Salto Chico, a orillas del Río Uruguay, sobre una altísima barranca desde donde se ve el Uruguay a través de las ventanas, cuando el río está bajo, permite el cruce casi a pie hasta el otro lado.
Fue construida en 1888 por el Sr. Eduardo de Machy (llamado Conde por la gente del lugar debido a sus ostentaciones) quién puso una fábrica de hielo y otra de extracto de carne, además de un saladero y desapareciera misteriosamente con toda su familia, de forma inexplicable. Cuarenta años mas tarde fue ocupado por la familia Fuchs Vallon.
En esa enorme casa que la gente del lugar idealiza llamándola "el castillo de San Carlos", vivía esta familia francesa que por esas cosas de la vida llevaba en ese lugar una apacible vida. Vida de franceses, aquí o allá, siempre va de la mano de una exquisita formación cultural y buen gusto, mezclado aquí con lo salvaje del lugar, en las afueras de Concordia, puro monte y aire fresco y playa y río y animales.
Las dos hijas del matrimonio Fuchs-Vallon fueron quienes descubrieron al francés volador una vez que su avión se averió y tuvo que aterrizar de emergencia en las suaves colinas aledañas al castillo. Y ellas, Edda y Suzanne (es un deleite leer en “Oasis” la descripción de estas niñas, ver documento relacionado), más la vinculación de su padre con la aviación, más la personalidad avasallante, erudición y amor por el piano de la señora de la casa lo hechizaron de modo tal que Antoine se hizo buen amigo de la familia. Y ese lugar, su gente, su geografía, su modo de vida singular constituyeron para el francés el oasis, el refugio para su corazón solitario tan lejos de la amada patria y su gente. Muchas veces volvió a visitarlos y luego, ya de vuelta en Europa, escribió ese cuento simple, nostálgico, ejemplar, que retrata de modo protagónico a las niñas que le parecían tan dignas como su Principito y que, como él, conocían el modo de llegar al corazón de los animales y los hombres.
Se cuenta que el las llamaba las “princesitas”.
Una anécdota en una vida. Una inspiración que sirve para otra inspiración que se hace carne en la memoria de la humanidad. Y parte de eso sucedió en estas tierras entrerrianas.
En enero de 1931 vuelve a Francia donde contrae matrimonio con Consuelo Suncin de Sandoval, a quien conociera en Buenos Aires. Una vivienda palaciega...
El Palacio hechizaba a los lugareños por la belleza de la construcción, sumado a la finísima decoración de su interior. El Castillo de San Carlos data de 1888, fecha que puede leerse en el portón de acceso al patio interior.
Pero todavía para los investigadores continúa siendo un misterio las causas que pusieron punto final a esta historia, cuando misteriosamente los dueños del lugar partieron desde su puerto para no volver.
Quien realice una visita al Parque Rivadavia, donde se encuentra el castillo, podrá disfrutar de la escultura “El Principito y su Asteroide”, obra realizada por la artista paranaense Amanda Mayor con el auspicio de los alumnos de la escuela República de Entre Ríos de la ciudad de Paraná.
Apostillas:

Cabe destacar que durante el mes de Mayo de 2000, concurrió a Concordia Richard Bach (escrito norteamericano que cuenta entre sus obras a Juan Salvador Gaviota) acompañado por el entonces Presidente de la Nación Dr. Fernando De La Rúa.
Este famoso escritor que llegó a Buenos Aires invitado por la Feria del Libro no quiso dejar pasar la oportunidad de ver con sus propios ojos la tierra de la que se enamoró Saint-Exupery.



lunes, 24 de octubre de 2016

QUINCE PENSAMIENTOS de MANUEL BELGRANO

QUINCE PENSAMIENTOS de 
MANUEL BELGRANO

QUINCE PENSAMIENTOS de MANUEL BELGRANO

1. “El miedo sólo sirve para perderlo todo”.
2. “Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos”.
3. “Nuestros patriotas están revestidos de pasiones, y en particular, la de la venganza; es preciso contenerla y pedir a Dios que la destierre, porque de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad”.
4. “El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente”.
5. “El camino seguro de la libertad es la lucha por la libertad social”.
6. “Fundar escuelas es sembrar en las almas”.
7. “Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método, no desorden; disciplina, no caos; constancia, no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia”.
8. “No es lo mismo vestir el uniforme militar, que serlo”.
9. “La vida es nada si la libertad se pierde”.
10. “No busco el concepto de nadie, sino el de mi propia conciencia, que al fin es con la que vivo en todos los instantes y no quiero que me remuerda”.
11. “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”.
12. “Lo que creyere justo lo he de hacer, sin consideraciones ni respetos a nadie”.
13. “Parece que la injusticia tiene en nosotros más abrigo que la justicia. Pero yo me río, y sigo mi camino”.
14. “Renuncio a mi sueldo de vocal de la Primera Junta de Gobierno por que mis principios así me lo exigen”.
15. “Un pueblo culto nunca puede ser esclavizado”.

MANUEL BELGRANO INCITÓ A LA DESOBEDIENCIA CUANDO LLEGÓ CISNEROS PARA ASUMIR COMO VIRREY

MANUEL BELGRANO INCITÓ A LA DESOBEDIENCIA CUANDO LLEGÓ CISNEROS PARA ASUMIR COMO VIRREY

MANUEL BELGRANO INCITÓ A LA DESOBEDIENCIA CUANDO LLEGÓ CISNEROS PARA ASUMIR COMO VIRREY


(. . .) Y entonces aspiré a inspirar la idea de Liniers de que no debía entregar el mando, por no ser su autoridad legítima la que lo despojaba: los ánimos de los militares estaban adheridos a esta opinión: mi objeto era que se diese un paso de inobediencia al legítimo gobierno de España, que en medio de su decadencia quería dominarnos, conocí que Liniers no tenía espíritu ni reconocimiento a los americanos que lo habían elevado y sostenido, y que ahora lo querían de mandón, sin embargo de que había muchas pruebas de que abrigaba o por su opinión o por el prurito de todo europeo, mantenernos en el abatimiento y esclavitud. Cerrada esta puerta, aun no desesperé de la empresa de no admitir a Cisneros, y sin embargo de que la diferencia de opiniones y otros incidentes me habían desviado del primer comandante de Patricios don Cornelio Saavedra, resuelto a cualquier acontecimiento, bien que temiendo de que me vendiese, tomé el partido de ir a entregarle dos cartas que tenía para él de la Infanta Carlota; las puse en sus manos y le hablé con toda ingenuidad: le hice ver que no podía presentársenos época más favorable para adoptar el partido de nuestra rendición y sacudir el injusto yugo que gravitaba sobre nosotros.
La contestación fue que lo pensaría y que le esperase por la noche siguiente a oraciones en mi casa: concebí ideas favorables a mi proyecto, por las disposiciones que observé en él, los momentos se hacían para mí siglos; llegó la hora y apareció en mi casa don Juan Martín de Pueyrredón y me significó iba a celebrarse una Junta de comandantes en la casa de este a las once de la noche, a la que yo precisamente debía concurrir que era preciso no contar sólo con la fuerza, sino con los pueblos, y que allí se arbitrarían los medios.
Cuando oí hablar así y tratar de contar con los pueblos, mi corazón se ensanchó, y risueñas ideas de un proyecto favorable vinieron a mi imaginación: quedé sumamente contento sin embargo de que conocía la debilidad de los que iban a componer la Junta, la divergencia de intereses que había entre ellos, y particularmente la viveza de uno de los comandantes europeos que debía asistir, sus comunicaciones con los mandones, y la gran influencia que tenía en el corazón de Saavedra, y en los otros, por el temor.
A la hora prescripta vino el nominado Saavedra con el comandante don Martín Rodríguez a buscarme para ir a la Junta: híceles mis reflexiones acerca de mi asistencia pero insistieron y fui en su compañia; allí se me dió un asiento y abierta la sesión por Saavedra, manifestando el estado de la España, nuestra situación, y que debía por empezarse por no recibir a Cisneros, con un discurso bastante metódico y conveniente, salió a la palestra uno de los comandantes europeos con infinitas ideas, a que siguió otro con un papel que había trabajado, reducido a disuadir del pensamiento, y contraído a decir agravios contra la Audiencia, por lo que los había ofendido con sus informes ante la Junta Central.
Los demás comandantes exigieron mi parecer; traté la materia con la justicia que ella de suyo tenía, y nada se ocultaba a los asistentes, que después entrados en conferencia, solo trataban de un interés particular, y si alguna vez se decidían a emprender, era por temor de que se abría aquel congreso y los castigarían, mas asegurándose mutuamente el silencio volvían a su indecisión y no buscaban otros medios ni arbitrios para conservar sus empleos. ¡Cuán desgraciada vi entonces esta situación!
¡Qué diferentes conceptos formé de mis paisanos! No es posible, dije, que estos hombres trabajen por la libertad del país; y no hallando que quisieran reflexionar un instante sobre el verdadero interés general, me separé de allí desesperado de encontrar remedio; esperando ser una de las víctimas por mi deseo de que formásemos una de las naciones del mundo.

Fuente:
Belgrano, Autobiografía, en: Corbellini, Enrique,
La Revolución de Mayo y sus antecedentes desde las invasiones inglesas,
Buenos Aires, Lajjoaune, 1950, 2 tomos, pág. 335



viernes, 21 de octubre de 2016

AGAMENÓN

AGAMENÓN


AGAMENÓN

Agamenón era el hijo de Atreo, rey micénico, y de su esposa Anaxibia.

Tras haber sido asesinado su padre, Agamenón, junto con su hermano Menelao, más la colaboración del rey de Esparta, Tindareo, tomaron control del trono de Micenas, agarrando Tindareo el trono, quién más tarde sería sucedido por Menelao. Ambos hermanos se casaron cada uno con una hija del rey, Menelao con la increíble Helena y Agamenón con Clitemnestra. Esta última pareja tuvo cuatro hijos, tres mujeres y un hombre, Orestes.

Paris, príncipe troyano, había raptado a Helena, causando la Guerra de Troya, en la cual Agamenón se convirtió en comandante en jefe del ejército griego, que representaba a diferentes reinos en contra del troyano.
Con tal de defender el honor de su hermano Menelao, Agamenón llegó a límites desconocidos.

Hubo una ocasión en la que la flota griega no puedo partir desde Aulis hasta Troya porque el viento no les era favorable, ya que Agamenón había insultado a Artemisa, encargada del aire, y el comandante llegó incluso a ofrecer a una de sus hijas, Ifigenia, en forma de sacrificio.

De todos modos, las fuentes de los textos no confirman la veracidad de estos hechos ya que hay algunos que dicen que Ifigenia pasó a convertirse en una de las sacerdotisas de Artemisa en su ciudad Tauris. Sea cual sea la versión, ya es una clara muestra de lo mucho que le importaba ganar a Agamenón.

En la Ilíada de Hornero se describe a Agamenón como un líder con coraje y valentía, pero a la vez muy arrogante, testarudo y frío que muchas veces se dejaba guiar por sus propios deseos o caprichos, sin tener en cuenta la opinión de los demás, tratando a sus iguales como si fueran vasallos.

El propio Hornero comenta que Agamenón salió hacia Troya embarcado con cien flotas y que tenía en su poder un cetro de marfil entregado por Hefesto.

Agamenón complicó las cosas al reclamar para sí a la amante de Aquiles, Briseis, luego de haber entregado a su esclava Criseis a su padre Crises, uno de los tantos sacerdotes de Apolo.
Por esto, y sumado a que no le agradaba demasiado su comandante desde antes, Aquiles comenzó a cultivar un profundo resentimiento, rechazando volver a batallar. Así, los griegos comenzaron a perder una contienda que tenían dominada. En uno de los ataques, las tropas enemigas prendieron fuego los barcos griegos.
Tras regresar de Troya, quedó bien en claro los pocos amigos que tenía Agamenón. Su esposa, quién no le perdonó que ofrezca a Ifigenia en sacrificio, se había convertido en la amante de Egisto, uno de los responsables de la muerte del comandante.
No hay una historia concreta sobre su muerte, ya que los poetas trágicos han mencionado diferentes posibilidades y cada historia difiere de otra pero la más aceptada suele ser la que comenta que tras volver fue invitado a un banquete. En dicho banquete, Clitemnestra y su amante mataron a Agamenón, aprovechando la ocasión para matar además a su amante Criseis. En el inframundo, Odiseo se encontró con la sombra del caído comandante y Menelao, su hermano, le erigió un monumento en el río Egipto.

Otra posibilidad, como la que cuenta Esquilo, fue que Clitemnestra lo mató sola, arrojando una red sobre él mientras se bañaba y lo remataba de tres golpes. En parte fue por sus celos de Criseis y por su vida adultera con Egisto. Por su parte, Tzetzes comenta que la pareja lo asesinó. Eurípides y Sófocles cuentan que Clitemnestra lo mayó arrojándole una red, siendo la causa de su enojo el ofrecer a su hija como sacrificio.
Al morir Agamenón y Criseis, sus dos hijos fueron asesinados sobre la tumba de sus propios padres, en manos de Egisto.
Sin lugar a dudas, lo más llamativo de la historia de Agamenón fue lo sin escrúpulos que vivió su vida, ofreciendo la vida de su hija para poder combatir y defender el honor de su hermano, que era el único vínculo que le quedaba con su adorado padre. Además, su instinto y capricho le jugaron en contra al buscar a la amante de Aquiles, quedando sin uno de los hombres más importantes en la guerra, lo que fue desencadenando en una serie de sucesos trágicos.

Si bien su muerte fue causada por su esposa y su amante, o por uno de ellos (como prefieran tomar la historia), se puede decir que el propio Agamenón fue condenándose a muerte, primero ganándose el odio de su esposa ofreciendo a su hija, y segundo tomando una amante, lo cual puso en claro descontento a Clitemnestra, que demostró ser una mujer con muchas agallas, y sin piedad ni escrúpulos como el propio Agamenón.
Así, Agamenón quedó marcado como uno de los comandantes más épicos por su impresionante valor pero también por un fuerte carácter que terminó significando su perdición.

Instruido en las epopeyas griegas clásicas de las que se enamoró siendo un niño, Heinrich Schliemann estaba convencido de que Agamenón realmente regresó victorioso de la mítica ciudad de Troya para gobernar sobre todas las ciudadelas de Grecia, sólo para después ser asesinado por su esposa en la bañera.

Pocas personas compartían su creencia – en ese momento, los estudiosos consideraban que la Odisea y la Ilíada no eran más que ficción especulativa. En 1876 se dispuso a probar que se equivocaban, volviendo sobre los pasos del ejército de Grecia en la Ilíada y excavando un lugar que él pensó que era el lugar final de descanso del rey.

Después de una cuidadosa excavación en la isla de Creta, por casualidad Schliemann desenterró una tumba de la Ciudadela de Micenas de la Edad de Bronce. En esa tumba, entre muchos tesoros, había tres cadáveres. Uno todavía llevaba una máscara de oro  de la muerte según la tradición de Micenas, como Homero había descrito. Al quitar la máscara, Schliemann descubrió un cráneo conservado. Asombrado por su descubrimiento, dijo: "Hoy he observado la faz de Agamenón".

Es difícil tomar a Schliemann en serio, teniendo en cuenta que cometió bastantes actos extraños en su vida.

Mientras los arqueólogos modernos han determinado que la máscara funeraria data del 1500 a C., cientos de años antes de la vida de Agamenón como lo relata la tradición.



miércoles, 19 de octubre de 2016

VERÓNICA FRANCO, CORTESANA, POETISA, PRECURSORA DEL FEMINISMO EN EL RENACIMIENTO ITALIANO

VERÓNICA FRANCO, CORTESANA, POETISA, PRECURSORA DEL FEMINISMO EN EL RENACIMIENTO ITALIANO


VERÓNICA FRANCO, CORTESANA, POETISA, PRECURSORA DEL FEMINISMO EN EL RENACIMIENTO ITALIANO


El renacimiento italiano nos ha dejado en herencia un sin fin de historias, conspiraciones y personajes, así como, maravillosas obras de arte. Pero sobre todo, nos ha regalado a personas grandiosas con vidas interesantes.

Verónica Franco es un símbolo de la época dorada de la ciudad de Venecia, cuando una de sus damas era admirada como uno más de sus monumentos. Esa fue Verónica, la cortesana más famosa de la ciudad, cuya compañía era deseada por nobles y reyes.
                                                                                                                                                                                          
VERÓNICA FRANCO, CORTESANA, POETISA, PRECURSORA DEL FEMINISMO EN EL RENACIMIENTO ITALIANO

Si hay una cortesana verdaderamente conocida esa fue Verónica Franco. Nació en Venecia en 1546, Verónica Franco (1546–1591), hija de un cuasi aristócrata y de una cortesana honesta legendaria quien le enseñó a usar sus recursos naturales y la capacidad para lograr un matrimonio económicamente beneficioso. Siendo muy joven se casó con un médico rico pero pronto se separó e inició una carrera que la llevó a ser la más famosa de las "cortigiane onesta", es decir, una cortesana intelectual amiga y colega de los mejores escritores y pintores, retratada nada más y nada menos que por Tintoretto, quien fue tal vez uno de sus amantes. Llegó a ser tan famosa que, durante una visita de Enrique III de Francia, (antes de llegar a ser Rey de Francia fue elegido como monarca polaco), los dirigentes de la Serenísima República la eligieron a ella para que el monarca pasase una noche en su compañía: hermosa, refinada y culta, Franco era en efecto la mejor "compagnessa" para entretener a todo un rey.

En Venecia se conocían dos tipos de cortesanas, las “cortigiana onesta”, es decir la intelectual, y la “cortigiana di lume”, prostitutas de clase baja que trabajan cerca del puente Rialto. Verónica fue el claro ejemplo de Cortesana honesta.

La madre de Verónica que había sido una cortesana honesta fue quien la instruyó para utilizar sus dones naturales, lo cual favoreció que Verónica apareciera en una lista clandestina denominada: “Catalogo di tutte le principale et più honorate cortigiane di Venezia”.

VERÓNICA FRANCO, CORTESANA, POETISA, PRECURSORA DEL FEMINISMO EN EL RENACIMIENTO ITALIANO

Su belleza e inteligencia le hacen ganar fama y amistades poderosas de inmediato, entre sus conquistas se cuentan pintores, poetas, diversos artistas de la época y hasta el mismísimo rey Enrique III de Francia. Gracias a estos contactos y su sagacidad logró publicar sus primeros tomos de poesía, hermosos párrafos que trataban de machismo, la desigualdad de géneros, amores perdidos, y, por supuesto, de erotismo puro y sexo en su máxima expresión.

En 1575, gracias a Domenico Venier (su protector), se publicó "Rima Terze", un volúmen de poesías compuesto por 18 capítulos y siete escritos, redactados por personas notables, en honor a la poetisa. Dicho volúmen tuvo una gran acogida y gozó de buena fama.

Ese mismo año un brote de peste afectó a la Serenissima y Verónica tuvo que abandonar la ciudad. Dos años después, en 1577, regresó a Venecia  y Ridolfo Vannitelli la denunció a la inquisición por supuesta “brujería” (solía ser una acusación común para las cortesanas).

Con el dinero que ganó por sus publicaciones y los pagos que recibía por sus servicios, fundó una especie de academia donde educaba mujeres, a cortesanas sobre todo, les inculcaba el espíritu de lucha y los deseos de superarse.

A su regreso en 1577 fue acusada de practicar la brujería por la Santa Inquisión así como de permitir que en su casa se jugasen fuertes sumas de dinero, descuidar los sacramentos, comer carne en días prohibidos y hasta pactar con el demonio para lograr que ciertos hombres se enamorasen de ella, acusaciones extensas y variadas que respondían a los prototipos de denuncias ante el Santo Oficio. Pero si el poder de la Inquisición era grande, el de Verónica lo era aún más ya que logró demostrar que todo respondía a un complot en su contra.
En el momento de la causa con la Inquisición, la escritora tenía treinta y un años, edad suficiente en la época para que deterioro físico empezase a abalanzarse sobre ella. Ese mismo año, aquella cortesana que tanto presumía de su condición, aconsejó a una amiga que no empujara a su hija a ejercer la prostitución, ni siquiera la de alto nivel. Tal vez la cercanía de la vejez había cambiado su manera de ver las cosas. A la vejez reflexionó sobre la verdadera situación de las protitutas, amadas en la juventud, repudiadas a la vejez y luchó porque el gobierno de la Serenísima Repúbica fundara una casa de retiro donde pudieran recogerse aquellas mujeres que por voluntad o por necesidad abandonaran el oficio.

En 1780, fracasa en su empeño de que el Consejo Municipal construyera una casa para las mujeres indigentes y, a su vez, escribe su segundo libro "Lettere familiari a diversi", que  vendrían siendo  “Cartas escritas en la juventud”. Constaba de unas 50 cartas donde pretendía enseñar o dar consejos, aunque también había dos sonetos dedicados a la figura de Enrique III de Francia.

Su segundo libro, tuvo una gran acogida por el público y, con los beneficios que sacó, invirtió en la creación de una casa de la caridad para ayudar a las cortesanas y a los hijos de estas.

De los años venideros se sabe bien poco, algunas fuentes dicen que se retiró y tuvo una vida modesta pero esto no se sabe a ciencia cierta.  Lo que sí sabemos es que tuvo seis hijos (tres fallecidos en la infancia) y que tuvo que cuidar de sus nietos ya que la peste los dejó huérfanos.

Sin embargo fue obligada a huir de Venecia debido a la propagación de la peste, dejando su hogar a merced de la delincuencia y a su regreso le espero la amarga decepción de haber perdido la mayor parte de su fortuna. En las últimas décadas de su vida, y con lo poco que le quedaba, vuelve a publicar un tomo de poesía, y finalmente decide retirarse del mundo de las letras para dedicarse a cuidar a sus nietos. Finalmente, un 22 de Julio de 1591, y apenas a los 45 años, muere luego de pasar 20 días en agonía febril.

En 1591, fallecía en la ciudad de Venecia. Mujer inteligente y valiente que luchó contra la hipocresía de la época,  denuncio los maltratos que recibían las mujeres  y peleó para que se les permitiera estudiar.

La vida de Verónica fue recogida por Margaretn Rosenthal en "La cortesana honesta" y en 1998 se estrenó "Dangerous Beauty" ("Más fuerte que su destino") protagonizada por Catherine McCormack y Rufus Sewel que cuenta la vida de Verónica basándose en el libro de Rosenthal.


Verónica nos dejó un legado que aún en nuestros días no es tan apreciado  sembró la semilla para lo que se convertiría en la liberación femenina muchos siglos después, les dio la fuerza y el impulso a miles de mujeres que pugnaban por soñar con cosas imposibles, dejó su impronta en la historia y en el mundo literario, y se convirtió en musa y heroína eterna.

miércoles, 12 de octubre de 2016

El Reino del Preste Juan

El Reino del Preste Juan


El Reino del Preste Juan

Leonardo Moledo publicó el siguiente relato en Pagina 12 del 4 de febrero del 2008, que comparto por ser interesante.

Hoy, los lugares fantásticos fueron desplazados por el turismo y el espacio virtual; pero en la época medieval, sin comunicaciones, ni por supuesto Internet, los lugares imaginarios gozaban de un prestigio inmenso, algo parecido a lo que pasa hoy con los parques nacionales y las reservas ecológicas. Bastaba un relato, una leyenda suficientemente coherente, y sobre todo atractiva, para que prendiera en gente con ganas de creer cualquier cosa en un mundo que consideraban pronto a derrumbarse en cualquier momento y dar paso a los poco atractivos momentos del Juicio Final. Rastros de esos lugares fantásticos se encuentran en el bello nombre del lugar mágico por excelencia de los cuentos rusos, al que el héroe debía llegar y que quedaba más allá del reino de Tres Veces Nueve, en el Imperio de Tres Veces Diez. La Atlántida, las Tierras de Gog y Magog, y hasta el mismo Edén tenían una ubicación precisa en mapas no menos fantásticos, por los que correteaban los unicornios, las aves rock, el fénix y cuatro ríos que bañaban el paraíso terrenal.
Una de las tierras fantásticas más atractivas para ir a pasar una vacaciones era el Reino del Preste Juan, que surgió de una legendaria carta enviada por un tal “Preste (presbítero) Juan” alrededor de 1150 al emperador Manuel I Comneno de Bizancio, a Federico Barbarroja (emperador del Sacro Imperio Romanogermánico), y, según parece, al propio papa Eugenio III, en la que le hablaba de su reino y le prometía ayuda para conquistar el Santo Sepulcro, en un momento en que la Cristiandad se sentía especialmente amenazada por el Islam, después de que, por suerte, fracasaran las Cruzadas (que distaban de ser nobles emprendimientos y se parecían a orgías de sangre y muerte).
La velocidad inexplicable con la que corren las noticias, en especial las más extravagantes, se ocupó del resto: en poco tiempo, el relato fantástico que contenía la carta fue traducido a decenas de idiomas. Avidos de noticias sobre lugares remotos y, sobre todo, de una defensa concreta contra la amenaza musulmana, los cristianos adoptaron con alegría y esperanza la historia del Reino del Preste Juan.
Este individuo, según decía él mismo, había logrado someter a los musulmanes en su reino y había avanzado valerosamente para luchar por la Iglesia en Jerusalén. La tenaz ilusión de encontrar un líder poderoso que derrotara a los “infieles” fue suficiente para lograr que el Reino del Preste Juan se convirtiera en una tierra tan real, volátil e ilocalizable como el mismísimo paraíso, y para que se creyera en la carta a pie juntillas. Se realizaron montones de traducciones, y se recubrió al mítico lugar (que nadie sabía dónde quedaba, pero que se ubicaba vagamente en Oriente, más allá de Persia y Armenia) con el piadoso manto de realidad del deseo.
Las descripciones de la carta eran realmente asombrosas: las tierras del Preste comprendían cuarenta y dos reyes “buenos y cristianos” y la Gran Feminia, gobernada por tres reinas y con un ejército de cien mil mujeres armadas, además de los pigmeos que luchaban con los pájaros y arqueros mitad hombres y mitad caballos. Había gusanos que vivían en el fuego y producían hebras que se lavaban quemándolas; aves, llamadas grifos, que podían transportar un buey o un caballo a su nido para alimentar a los polluelos. En una provincia del país habitaban hombres con cuernos, un ojo delante de la cabeza y tres atrás.
Y aunque carecía de electricidad, agua corriente y banda ancha, el Preste Juan poseía artefactos tan o más asombrosos: un espejo mágico, fuentes encantadas y aguas que provenían de ríos subterráneos, y que cuando veían la luz se transformaban en piedras preciosas y un collar con tales poderes que quien lo encontrase dominaría las naciones de Africa. No había agua corriente, ni electricidad, pero tampoco había pobres, ladrones y avaros, ni aduladores, ni viciosos, ni mentirosos, ni peleadores, ni pecado (ya que el espejo mágico permitía ejercer una vigilancia digna de Orwell).
Y además, decía el Preste: “Tenemos unas aves llamadas grifos que pueden transportar con facilidad un buey o un caballo al nido para alimentar a sus polluelos. También contamos con una clase de pájaros llamados Ylleriones. No hay más que dos en todo el mundo y viven unos sesenta años, al cabo de los cuales se alejan volando y se sumergen en el mar. En una provincia de nuestro país hay un yermo y en él viven hombres con un cuerno que tienen un ojo en la parte delantera de la cabeza y tres en la trasera”.
¿Cómo podía resistirse semejante cosa, teniendo en cuenta que el Preste Juan, además, descendía de los Reyes Magos?
Desde ya, la carta del Preste Juan no era más que una mera falsificación, que mezclaba los milagros de Santo Tomás, los viajes de Simbad el Marino y romances sobre Alejandro Magno.
Pero a los exploradores medievales les encantaba, y no se cansaron de buscar los dominios de este señor: a veces lo confundieron con el inmenso Imperio Mongol de Gengis Khan, otras lo situaron más allá de Persia y Armenia. Osciló indefinidamente entre Asia y Africa, y perduró en algunos mapas hasta el año 1573. El mismísimo Enrique el Navegante (1394-1460), rey de Portugal, amante de las artes y las ciencias, que no tenía nada de medieval y que fletó una expedición para llegar a las Indias por el Oeste setenta años antes de Colón, estaba convencido de su existencia y lo buscó activamente: exploró el Congo, el río Senegal, el Níger y el Gambia, e incluso envió emisarios a Jerusalén preguntando por el Preste. Obviamente, no tuvo éxito: en Jerusalén contestaron que nunca habían oído hablar de ese señor.
Y el Reino del Preste Juan, finalmente y tras una agitada lucha de unos dos siglos, se esfumó tristemente y sin dejar rastros, salvo la legendaria carta que inspiró a miles de viajeros alrededor del mundo. Se cuenta que, en algunos lugares, gente amante de la fantasía y de lo inútil se embarca en la aventura de buscar los Ylleriones, el espejo mágico y los cuarenta y dos reinos poderosos, sabiendo que no obtendrán resultados, ya que ninguna foto satelital reveló nada, y el Reino del Preste Juan se esfumó decorosamente. Con el tiempo fue sustituido por paraísos igualmente legendarios y más banales, como el ciberespacio, la aldea global y la economía de mercado.


El Reino del Preste Juan

El Reino del Preste Juan


El Reino del Preste Juan

Leonardo Moledo publicó el siguiente relato en Pagina 12 del 4 de febrero del 2008, que comparto por ser interesante.

Hoy, los lugares fantásticos fueron desplazados por el turismo y el espacio virtual; pero en la época medieval, sin comunicaciones, ni por supuesto Internet, los lugares imaginarios gozaban de un prestigio inmenso, algo parecido a lo que pasa hoy con los parques nacionales y las reservas ecológicas. Bastaba un relato, una leyenda suficientemente coherente, y sobre todo atractiva, para que prendiera en gente con ganas de creer cualquier cosa en un mundo que consideraban pronto a derrumbarse en cualquier momento y dar paso a los poco atractivos momentos del Juicio Final. Rastros de esos lugares fantásticos se encuentran en el bello nombre del lugar mágico por excelencia de los cuentos rusos, al que el héroe debía llegar y que quedaba más allá del reino de Tres Veces Nueve, en el Imperio de Tres Veces Diez. La Atlántida, las Tierras de Gog y Magog, y hasta el mismo Edén tenían una ubicación precisa en mapas no menos fantásticos, por los que correteaban los unicornios, las aves rock, el fénix y cuatro ríos que bañaban el paraíso terrenal.
Una de las tierras fantásticas más atractivas para ir a pasar una vacaciones era el Reino del Preste Juan, que surgió de una legendaria carta enviada por un tal “Preste (presbítero) Juan” alrededor de 1150 al emperador Manuel I Comneno de Bizancio, a Federico Barbarroja (emperador del Sacro Imperio Romanogermánico), y, según parece, al propio papa Eugenio III, en la que le hablaba de su reino y le prometía ayuda para conquistar el Santo Sepulcro, en un momento en que la Cristiandad se sentía especialmente amenazada por el Islam, después de que, por suerte, fracasaran las Cruzadas (que distaban de ser nobles emprendimientos y se parecían a orgías de sangre y muerte).
La velocidad inexplicable con la que corren las noticias, en especial las más extravagantes, se ocupó del resto: en poco tiempo, el relato fantástico que contenía la carta fue traducido a decenas de idiomas. Avidos de noticias sobre lugares remotos y, sobre todo, de una defensa concreta contra la amenaza musulmana, los cristianos adoptaron con alegría y esperanza la historia del Reino del Preste Juan.
Este individuo, según decía él mismo, había logrado someter a los musulmanes en su reino y había avanzado valerosamente para luchar por la Iglesia en Jerusalén. La tenaz ilusión de encontrar un líder poderoso que derrotara a los “infieles” fue suficiente para lograr que el Reino del Preste Juan se convirtiera en una tierra tan real, volátil e ilocalizable como el mismísimo paraíso, y para que se creyera en la carta a pie juntillas. Se realizaron montones de traducciones, y se recubrió al mítico lugar (que nadie sabía dónde quedaba, pero que se ubicaba vagamente en Oriente, más allá de Persia y Armenia) con el piadoso manto de realidad del deseo.
Las descripciones de la carta eran realmente asombrosas: las tierras del Preste comprendían cuarenta y dos reyes “buenos y cristianos” y la Gran Feminia, gobernada por tres reinas y con un ejército de cien mil mujeres armadas, además de los pigmeos que luchaban con los pájaros y arqueros mitad hombres y mitad caballos. Había gusanos que vivían en el fuego y producían hebras que se lavaban quemándolas; aves, llamadas grifos, que podían transportar un buey o un caballo a su nido para alimentar a los polluelos. En una provincia del país habitaban hombres con cuernos, un ojo delante de la cabeza y tres atrás.
Y aunque carecía de electricidad, agua corriente y banda ancha, el Preste Juan poseía artefactos tan o más asombrosos: un espejo mágico, fuentes encantadas y aguas que provenían de ríos subterráneos, y que cuando veían la luz se transformaban en piedras preciosas y un collar con tales poderes que quien lo encontrase dominaría las naciones de Africa. No había agua corriente, ni electricidad, pero tampoco había pobres, ladrones y avaros, ni aduladores, ni viciosos, ni mentirosos, ni peleadores, ni pecado (ya que el espejo mágico permitía ejercer una vigilancia digna de Orwell).
Y además, decía el Preste: “Tenemos unas aves llamadas grifos que pueden transportar con facilidad un buey o un caballo al nido para alimentar a sus polluelos. También contamos con una clase de pájaros llamados Ylleriones. No hay más que dos en todo el mundo y viven unos sesenta años, al cabo de los cuales se alejan volando y se sumergen en el mar. En una provincia de nuestro país hay un yermo y en él viven hombres con un cuerno que tienen un ojo en la parte delantera de la cabeza y tres en la trasera”.
¿Cómo podía resistirse semejante cosa, teniendo en cuenta que el Preste Juan, además, descendía de los Reyes Magos?
Desde ya, la carta del Preste Juan no era más que una mera falsificación, que mezclaba los milagros de Santo Tomás, los viajes de Simbad el Marino y romances sobre Alejandro Magno.
Pero a los exploradores medievales les encantaba, y no se cansaron de buscar los dominios de este señor: a veces lo confundieron con el inmenso Imperio Mongol de Gengis Khan, otras lo situaron más allá de Persia y Armenia. Osciló indefinidamente entre Asia y Africa, y perduró en algunos mapas hasta el año 1573. El mismísimo Enrique el Navegante (1394-1460), rey de Portugal, amante de las artes y las ciencias, que no tenía nada de medieval y que fletó una expedición para llegar a las Indias por el Oeste setenta años antes de Colón, estaba convencido de su existencia y lo buscó activamente: exploró el Congo, el río Senegal, el Níger y el Gambia, e incluso envió emisarios a Jerusalén preguntando por el Preste. Obviamente, no tuvo éxito: en Jerusalén contestaron que nunca habían oído hablar de ese señor.
Y el Reino del Preste Juan, finalmente y tras una agitada lucha de unos dos siglos, se esfumó tristemente y sin dejar rastros, salvo la legendaria carta que inspiró a miles de viajeros alrededor del mundo. Se cuenta que, en algunos lugares, gente amante de la fantasía y de lo inútil se embarca en la aventura de buscar los Ylleriones, el espejo mágico y los cuarenta y dos reinos poderosos, sabiendo que no obtendrán resultados, ya que ninguna foto satelital reveló nada, y el Reino del Preste Juan se esfumó decorosamente. Con el tiempo fue sustituido por paraísos igualmente legendarios y más banales, como el ciberespacio, la aldea global y la economía de mercado.