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viernes, 19 de octubre de 2018

UNA NIETA DE NAPOLEÓN BONAPARTE NACIÓ Y MURIÓ EN BUENOS AIRES


UNA NIETA DE NAPOLEÓN BONAPARTE NACIÓ Y MURIÓ EN BUENOS AIRES




  
UNA NIETA DE NAPOLEÓN BONAPARTE NACIÓ Y MURIÓ EN BUENOS AIRES
Una historia muy curiosa. El 9 de mayo de 1847 arribó al puerto de Buenos Aires Alejando Florián Colonna Walewice-Walewski, hijo de Napoleón Bonaparte y de su amante, María Waleska. Venía acompañado de una comitiva y de su esposa María Ana Ricci a punto de dar a luz. El gobierno francés lo había enviado para negociar con el gobernador Juan Manuel de Rosas. Se hospedaron en una casa de la actual calle Bartolomé Mitre al 600.

   Estando en la ciudad, el 12 de mayo, su esposa dio a luz en forma prematura a la pequeña Isabel Batista Elisa. Tan débil estaba la niña que rencién el 13 de junio pudo ser llevada a la iglesia de "La Merced" para ser bautizada por el franciscano Pierre Durand. A pesar de los esfuerzos del doctor Lepper, la pequeña Isabel falleció el 2 de julio. Al día siguiente fue llevada al cementerio de la Recoleta. Si bien se ha perdido la ubicación exacta, algunos historiadores creen que se encontraría en el sepulcro que guarda los restos de Mariquita Sanchez de Thompson.



FUENTE: Historias Curiosas de Templos de Buenos Aires. Editado por la Direcicón de Cultos de la Ciudad. 2010.

jueves, 18 de octubre de 2018

CÓDIGO DE HONOR DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES José de San Martín


CÓDIGO DE HONOR DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES     José de San Martín
CÓDIGO DE HONOR DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES

José de San Martín, Cuartel General de Mendoza, 4 de septiembre de 1816.
"La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares."


Citar Fuente: "www.elhistoriador.com.ar"

sábado, 28 de julio de 2018

JOAN CRAWFORD Una actriz del porno que llegó a ser gran estrella del cine


JOAN CRAWFORD  Una actriz del porno que llegó a ser gran estrella del cine

JOAN CRAWFORD  Una actriz del porno que llegó a ser gran estrella del cine
Una de las más grandes estrellas del cine de todos los tiempos. 

De Joan Crawford mucho se ha escrito, sobre todo de sus ya legendarias peleas con Bette Davis. Hasta una serie de TV se hizo de estas. Pero poco se dice de sus inicios.

Lucille Fay LeSueur, su nombre real, nació en San Antonio (Texas) un 23 de marzo de entre 1904. Su padre, Thomas LeSueur, un obrero de origen canadiense, abandonó a su esposa embarazada meses antes de su nacimiento.

JOAN CRAWFORD  Una actriz del porno que llegó a ser gran estrella del cine
De muy joven abandonó su hogar para ir a Hollywood. Llegó en 1920, con16 años, acariciando el sueño de ser bailarina y actriz.

Pero como tantas otras chicas, no encontró trabajo y acabó dedicándose a la prostitución; con una salvedad… Era lesbiana, y sus clientes fueron casi siempre mujeres. Su especialidad erótica: Su portentosa lengua. Según dijo de ella la escritora Tallulah Bankhead, quien gozó de sus servicios en varias ocasiones: “Podía llevarte a las puertas del paraíso con un par de movimientos de su lengua”. 

No fueron años fáciles para ella. En 1922 fue arrestada por ejercer la prostitución, y rodó varias cintas pornográficas. Pero su suerte cambió al conocer a la periodista Hedda Hopper, quién la recomendó en la Warner Bros. 

En 1925, siendo corista en Broadway, un ejecutivo de la Metro-Goldwyn-Mayer se fijó en ella. Lo primero fue darle un nombre. LeSueur sonaba demasiado parecido a sewer(cloaca en inglés), así que la Metro convocó un concurso nacional entre los lectores de la revista Movie Weekly para rebautizar a la joven. La opción elegida, premiada con 1.000 dólares, fue Joan Crawford.

JOAN CRAWFORD  Una actriz del porno que llegó a ser gran estrella del cine
Tras varios fracasos comerciales, en 1938, la Asociación de Exhibidores Independientes de América la declaró “veneno para la taquilla”, un lastre con el que también cargarían en algún momento Katharine Hepburn, Greta Garbo, Marlene Dietrich y Fred Astaire.

El resto es historia del cine.

JOAN CRAWFORD  Una actriz del porno que llegó a ser gran estrella del cine
Con el nombre artístico de Joan Crawford se convirtió en una diva de la pantalla, y protagonizó filmes como ¿Qué fue de Baby Jane? (1962). Aunque siempre se la recordará por su papel de Vienna, la mítica heroína de Johnny Guitar (1954).


sábado, 2 de junio de 2018

4 DE JUNIO DEL 43, SU TRASCENDENCIA


4 DE JUNIO DEL 43, SU TRASCENDENCIA

4 DE JUNIO DEL 43, SU TRASCENDENCIA

Interesante análisis de esta importante fecha para el país escrito por  Jorge Cuello

Cuando el 4 de junio de 1943 las tropas comandadas por altos oficiales nacionalistas del ejercito, derrocaban al presidente Castillo y tomaban el poder en Argentina, se producía el hecho político más importante del S.XX en nuestro país y probablemente de  América Latina. Visto en perspectiva histórica ha resultado tan decisivo como el 25 de mayo o el 9 de julio y tan importante como la reconquista de Buenos Aires  o la batalla de Ayacucho.

Pero según las metodológicas historiográficas utilizadas en nuestros tiempos, en su casi totalidad derivadas de teorías  liberales o marxistas, el hecho pierde la verdadera trascendencia que en la realidad tuvo, ya que estas filosofías presentes en las bases de aquellos métodos, no observan la historia desde la realidad de las naciones y su existencia en el devenir del tiempo y de su espacio, sino de acuerdo a categorías y principios que ellas mismas crean, fruto de disquisiciones intelectuales que suelen estar alejadas de la realidad vívida de los hombres reales que hacen esa historia.

Es así que el sistema educativo argentino, impregnado de aquellas filosofías ignora o niega el peronismo, y, naturalmente, le resta total significación al acontecimiento histórico puntual que abrió el espacio para el surgimiento de este movimiento nacional argentino. Se procura reducir la revolución Justicialista solamente a la problemática social del pasado y reducir toda su significancia a un simple obrerismo, no excepto de demagogia. 

También está presente el método del "silencio". Se busca ignorar por silencio. Método este que ha tenido relativo éxito para la cultura liberal argentina  que logro, por este camino, ocultar a generaciones de compatriotas, cursos históricos de rotunda importancia para la vida de la Nación y que pudieron ver la luz casi un siglo después gracias a la tesonera labor de los historiadores "revisionistas".

En los ambientes intelectuales, universitarios, académicos, el concepto instalado respecto a "que cosa es" una revolución, sin duda contribuye igualmente a recluir casi en el olvido la magnitud del proceso iniciado aquel 4 de junio del 43. Me refiero a la creencia que una revolución en nuestra época es únicamente aquella de carácter socialista marxista. Y naturalmente, la que inician Ramirez -Farrel - Perón estaba en las antípodas.

Una revolución puede ser "política", totalmente alejada del marxismo. Y en este caso el "hecho revolucionario" esta dado por la ruptura de la dependencia de un centro de poder o potencia imperial, ruptura que necesariamente  impulsa, en la nación que ha tomado esa decisión y ha podido concretarla, un cambio radical de estructuras en todos los aspectos y niveles de la vida colectiva e individual de esa comunidad. Y no necesariamente tiene que ser marxista en sus valores, en su concepción ni en su realización.

Aquel 4 de junio, marca el comienzo de un proceso con esas características y definiciones. Fue el comienzo de una revolución tan profunda,  que a casi cincuenta años de concluida la etapa de realizaciones, y a pesar de otros tantos  años de destrucción planificada y sistematizada de su inconmensurable obra, aún sigue presente en el decurso político de nuestra nación. Y sin embargo, en las bases doctrinarias de aquella revolución, nada tan ausente como el marxismo.

Una noción superior, realista, humanista, rigió toda la obra iniciada el 4 de junio: la superior noción de Nación-Soberanía-Justicia como únicas posibilidades de realizar el "bien común" y de instaurar una conciencia geopolítica que en aquel proceso, resguardó, reorganizó e impulso a la grandeza a nuestra nación y procuró expandir estas nociones a toda América Latina.

En el momento de producirse la revolución del 43, la guerra europea tomaba ya un curso estratégico decisivo y la victoria de las potencias "Aliadas" se tornaba irreversible. Si bien es cierto el desarrollo de la guerra podría poner en duda esta afirmación, surgía en cambio claramente al estudiarse la relación tiempo-capacidad de suministros-frentes y escenarios de guerra. Esta ecuación resultaba definitivamente favorable a los Aliados, desde la entrada de EEUU a la guerra y la neutralización del Japón como potencia invasora de Rusia por el oriente y el Pacifico.  Los acuerdos de Bretton Woods, alcanzados para organizar el mundo de la postguerra en exclusivo beneficio de las superpotencias que de la conflagración surgirían, lo atestiguan.  De manera que un nuevo y rígido  orden geopolítico mundial se estaba construyendo vertiginosamente al fragor de  las armas en los campos de batalla de la vieja Europa y las banderas victoriosas, se mostraban generosas a  rusos y anglos-norteamericanos por igual.  Era un orden geopolítico planificado en todos sus detalles, por los grandes eruditos, políticos y centros de planificación de las potencias que se sabían triunfadoras. Nada escapaba ni era ajeno a esta ordenación que se concretaría definitivamente en un futuro próximo.

Nada era ajeno, excepto, la imprevisibilidad de los hombres y los pueblos.

En esta dimensión geopolítica, que todo lo abarca, es donde aparece la extraordinaria magnitud de la revolución del 43. Y ese 4 de junio sucedió justamente eso: lo imprevisible, lo que estaba fuera de los cálculos de los dirigentes de las potencias de entonces, lo que desestructuraba el nuevo orden de dominio que a sangre y fuego estaba naciendo en el mundo. En fin,   lo que provocó la virulenta reacción y presiones a que se vio sometido el gobierno militar revolucionario, tanto por parte de los organismos y funcionarios de los gobiernos Aliados, muy especialmente Estados Unidos,  como por el aparato de control y dominación que las potencias de entonces, habían consolidado en nuestro país.

Desde aquel 4 de junio una importante región del continente sudamericano pasaba a estar en conflicto con esas potencias, con el agravante que se producía dentro del espacio de absoluta influencia de intereses geopolíticos fundamentales de estas. Consecuentemente, una modificación geopolítica surgía en el horizonte inmediato de la política internacional de EEUU, ya que Argentina pasaba a controlar soberanamente, tanto la integridad de su territorio y sus riquezas,  como los mares jurisdiccionales y los pasos interoceánicos de Magallanes y Darke en el extremo sur de América, se proyectaba hacia las islas del Atlántico sur y extendía su influencia hasta la Antártida.

Agudizaba esta complicada situación,  el hecho que Argentina disponía de un relativo poder de expandir su influencia a toda la región del Cono Sur e incluso del continente. Esta potencialidad argentina definió casi inmediatamente la política hostil del Departamento de Estado hacia nuestro país y su gobierno militar. No estaban dispuesto a aceptar el lugar en el mundo de post guerra que Argentina pretendía.  Cuando el 22 de diciembre del 43, una revolución en Bolivia llevo al poder al Mayor Villaroel, la luz roja se encendió en las altas esferas de la potencia del norte y cuatro días después, el New York Time publicaba el pensamiento del
vicepresidente Welles, convencido que los "nazis" argentinos estaban detrás del golpe en al Altiplano. L.S.Rowe, quien encabezaba la Unión Panamericana, denuncio al Departamento de Estado que la Argentina hacia lo posible por "destruir el  sistema interamericano" (Berle Diaries, 10 enero 1944, box 215, en C. Escude, La Declinación Argentina, Bs.As. 1983, Ed. Belgrano ) y ese mismo mes, el presidente Roosevelt, a instancia del Departamento de Estado, aprobó un aumento del "préstamo y arriendo" para fortalecer el poder militar del Brasil y ordenó a poderosas unidades de la Flota del Atlántico sur, al mando del almirante Jone Ingram,
desplegarse hacia la boca del Plata. Acciones de esta envergadura, presiones económicas y políticas y todo tipo de operaciones diplomáticas por parte de Estados Unidos muestran claramente el malestar y la dimensión del problema que aquel 4 de junio del 43 había aparecido en la lejana Argentina para la potencia del Norte.
   

Y, aunque los norteamericanos pretendieron hacer del "peligro Nazi", resurgido en el extremo sur de América del Sur, el eje y justificativo de los ataques a la argentina no existía la mas remota posibilidad de una expansión de la Alemania nazi a nuestras costas, simplemente porque la potencia europea no tenia marina de guerra en relación con la armada inglesa, y el Atlántico separaba definitivamente a la Alemania nazi de Argentina. Ni mucho menos suponer que los militares argentinos en el gobierno creían que podían enfrentarse con todo el mundo por profesar esa ideología.

Tampoco había motivos económicos de peso, mucho menos militares para justificar la irritabilidad y la acción norteamericana cuasi violenta para con nuestro país. Mas bien todo lo contrario. Argentina, aunque no había roto relaciones con el Eje, suministraba a Inglaterra todos los excedentes de carne que le permitieron a esta sostener el esfuerzo de guerra justamente contra Alemania. Y sin embargo, a pesar de esta política favorable a  Inglaterra, la potencia del norte no trepidó en poner en riesgo el vital suministro argentino a su aliado. Claramente notamos que no era la cuestión nazi, ni lo económico ni lo militar la fuente del encono de EEUU con Argentina. El riesgo era otro, y se ocultaba cuidadosamente.

 Lo cierto era que, como consecuencia del peligro de una fractura geopolítica de la en el escenario del continente sudamericano, el mundo bi polar planificado, su utilización dialéctica y el reordenamiento mundial que con esta arma se lograría,  era  alterado por un "tercero en discordia" que reemplanteba la postguerra y podía iniciar un posible proceso multipolar, totalmente ajeno a las planificaciones de los dos grandes futuros vencedores de la segunda Gran Guerra europea.

También se insinuaba incierto el sistema de defensa del hemisferio occidental proyectado por los Aliados, concretado en la OTAN pues, aquel 4 de junio surge  una incipiente potencia soberana, que, en un posterior pero muy posible desarrollo de su proyecto,  se podía llegar a ubicar en condiciones de influir, asociada con sus vecinos,  en el control del Atlántico sur.

El desarrollo de la revolución nacionalista popular duró 12 años, de 1943 a 1955. Los últimos diez años fueron conducidos por el mas talentoso de los militares revolucionarios, el Gral. Juan D. Perón. Bajo su conducción, Argentina llegó a encaminarse vigorosamente hacia destinos de potencia. Pero los grupos de poder anglo-norteamericanos no aceptaron nunca el rol que Argentina pretendió. Jamas cesaron en sus presiones y cercamiento al díscolo país sudamericano. Sin embargo, aunque en el origen de este proceso, (justamente en 1943 y 1944), las elites que comandaban la política exterior de las potencias angloamericanas planearon la acción militar, primero en forma directa y después  a través de Brasil,  se inclinaron por el tiempo, y no por la sangre para resolver el problema de, al decir de Welles, " la espina atravesada en la garganta del Departamento de Estado". Esperaron el momento oportuno para poner fin a este proceso, pero siempre actuando en consecuencia. Y una fatal combinación de actores y factores internos y externos, convergieron dramáticamente para producir un nuevo Caseros, un 16 de setiembre de 1955.


Si observamos desapasionadamente las realizaciones, las obras, las políticas de la revolución justicialista, ninguno de los aspectos de la misma podían afectar el poderío económico ni militar de la superpotencia americana. Ninguno excepto uno: el interés geopolítico. Y naturalmente, todas las implicancias y derivaciones que de aquí devienen. He aquí, entonces, el verdadero y profundo fundamento del antagonismo norteamericano e ingles a la argentina revolucionaria de 43. Ahí está la verdadera trascendencia de la revolución del 4 de junio,  que la hizo peligrosa, irreconciliable, condenada por los poderosos. Esa es la cuestión. Nos desvían la atención poniendo temáticas de la época para ocultarnos su verdadera importancia. Todo un sistema educativo-cultural se mueve al unísono en ese sentido. Y tanto liberales como marxistas, filosofías
operantes en ese sistema,  convergen en impedir un profundo conocimiento del Peronismo tal cual es, para conveniencia de los poderes mundialistas, hoy sumamente desarrollados.

Pero aún posible de retomar por nosotros, los hijos y nietos de aquella gesta gloriosa. La historia se "hace", solo después "se dice". ¡ Hagámosla nosotros también ¡ Un recuerdo muy sentido y pleno de agradecimiento  a los hombres de aquel 4 de junio del 43, para que su visión y su ejemplo, renazcan y nos elevemos de las ruinas culturales y políticas del abismo argentino de hoy, y nuestra Patria Argentina vuelva a ser lumbre de América libre.

Jorge Cuello
Licenciado en Historia

viernes, 25 de mayo de 2018

La revolución de mayo tuvo un gran orador


La revolución de mayo tuvo un gran orador

La revolución de mayo tuvo un gran orador
Juan José Castelli (Buenos Aires, 1764 - 1812) fue un político de las Provincias Unidas del Río de la Plata y miembro de la Primera Junta de Gobierno. Fue conocido como el "Orador de mayo" y se caracterizó, junto a Mariano Moreno, por el enérgico apoyo a la Revolución de Mayo.

Castelli fue el primero de los ocho hijos del médico veneciano Ángel Castelli Salomón y Josefa Villarino.

Castelli cursó sus primeros estudios con los jesuitas en el Real Colegio de San Carlos que le sirvieron de base para sus posteriores estudios religiosos.

Por disposición de herencia uno de los hijos del matrimonio Castelli debía ordenarse sacerdote y ese destino fue asignado a Juan José. Con ese motivo llegó a Córdoba como estudiante al Colegio Monserrat. Ahí fue compañero de estudios de otros hombres que influirían en la vida pública sudamericana, como Saturnino Rodríguez Peña, Juan José Paso, Manuel Alberti, Pedro y Mariano Medrano, y el cuyano Juan Martínez de Rozas, entre otros. En esos tiempos conoció las obras de Voltaire y Diderot y en especial, con el Contrato social de Rousseau.

Finalizado ese ciclo comenzó estudios universitarios de filosofía y teología. Pero, en 1785, al morir su padre, abandonó la carrera sacerdotal y rechazó el ofrecimiento de su madre para estudiar junto a su primo Manuel Belgrano en la Universidad de Salamanca. Optó por ir a la Universidad de Chuquisaca, Bolivia, a estudiar jurisprudencia y ahí conoció los ideales de la Revolución Francesa.

De regreso a Buenos Aires abrió un estudio jurídico en la casa familiar y representó a la Universidad de Córdoba en distintas causas. Su relación con Saturnino Rodríguez Peña abarcó también al hermano, Nicolás Rodríguez Peña, y a su socio Hipólito Vieytes.

La casa de Rodríguez Peña fue sede de frecuentes reuniones de criollos revolucionarios.En 1794 se casó con María Rosa Lynch, con quien tuvo seis hijos.


miércoles, 23 de mayo de 2018

Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto


Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto

Chisperos y manolos reclaman un Cabildo Abierto
Amanecieron lunes 21 en la Plaza Mayor bastante porción de encapotados... Comandaban los French, el del Correo y  Beruti, el de las Cajas. Eran 600 hombres bajo el título de Legión Infernal. En efecto, todos estaban bien armados y era mozada de resolución”. Así describe un anónimo testigo, el comienzo de la semana en que se formaría el Primer Gobierno Patrio.

Como especie de fuerza de choque de los ideólogos del movimiento revolucionario, aquellos hombres, provistos de puñales, pistolas y otros elementos de lucha, habían sido reclutados entre las denominadas “clases bajas”. Era gente de acción, dispuesta a lo que viniese. Si bien sus conductores eran conscientes de la postura de las fuerzas criollas, no sabían cuál iba a ser la reacción de los cuerpos peninsulares, en particular el Fijo, cuyo jefe se había pronunciado con tanta decisión por la continuidad del virrey.

Por cierto, en una ciudad de sesenta mil habitantes, aquel número resultaba casi insignificante, pero sin duda su presencia en la Plaza Mayor influyó en la creación de un clima apropiado para la caída del virrey. No conviene desechar la presencia de los chisperos y manolos, como se los llamaba despectivamente, sobre todo porque resulta claro que su convocatoria no resultó espontánea sino resultado de un plan. Tomás Guido expresa en sus memorias que para dar un golpe “se catequizaban individuos de diversas clases; consultándose algunos miembros del clero, cuyo sufragio fue siempre propicio a nuestras libertades, y procurábase el mayor número de adictos para exigir por un movimiento imponente un cambio en la administración, y una junta de gobierno por voto popular”.

Lo cierto es que el procurador del Cabildo, presionado por tan belicosa presencia, les hizo saber que el virrey estaba dispuesto a abandonar el mando. No se conformaron ni French, ni Beruti, ni Arzac, que se sumó al conjunto, por lo que mantuvieron a sus belicosos orilleros y compadritos en el lugar.

La idea de realizar un Cabildo Abierto había ganado fuerza, aunque sin duda en esa asamblea no tendrían lugar los que se hallaban en la plaza sino “la parte principal y más sana del vecindario”, es decir, los militares, clérigos, profesionales, comerciantes y funcionarios.

A las diez de la mañana, los regidores Ocampo y Domínguez cruzaron al Fuerte y obtuvieron el permiso del virrey, quien con bastante astucia, les hizo ver que la opinión del pueblo de Buenos Aires, por sí sola, no resultaba valedera para una decisión de tanta importancia, pues era necesario escuchar a los representantes de todos los cabildos del Virreinato.

Pero los dirigentes revolucionarios ya tenían decidido su curso de acción.

Convocado Saavedra a la sala capitular del Cabildo, para pedirle que “aplicara su celo a evitar todo tumulto y conservar el orden y la tranquilidad pública”, se hizo responsable de que nada ocurriría. A continuación se decidió la convocatoria para el día siguiente y se dispuso imprimir esquelas que serían distribuidas diligentemente a los invitados por los alcaldes de barrio.

Las fuerzas militares, fueron apercibidas y municionadas para que, al día siguiente, controlaran el acceso de los participantes.

Aparentemente, los dirigentes patriotas, que habrían formado una especie de junta de hecho, se asignaron misiones para el 22. Manuel Belgrano debía ubicarse en un lugar visible desde la plaza, pañuelo blanco en mano, para, en caso de producirse algún hecho no deseado, advertir, agitándolo, a los que aguardaban en las inmediaciones.



* Miguel Angel De Marco Presidente de la Academia Nacional de la Historia.

viernes, 13 de abril de 2018

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN


EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN

EL CORREO INDIO DE SAN MARTIN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!

sábado, 17 de marzo de 2018

Un plan revolucionario


Acompaño una publicación de mi amigo y condiscípulo Alejandro Pandra de su Agenda de Reflexión Publicado el Marzo 11, 2007



Agenda de reflexion No 344 Un plan revolucionario


Mariano Moreno Un plan revolucionario
[Por Alberto Lapolla, texto gentileza de “Señal de Alerta”, de Herbert Mujica Rojas, Perú]
Mariano Moreno. El Plan Revolucionario de Operaciones y la Revolución Nacional, Popular y Americana de la Patria Grande. El secreto más guardado
El 11 de marzo de 1811 Mariano Moreno es asesinado en alta mar por el capitán de un barco británico y su cadáver arrojado al océano.
A fines del siglo XIX un investigador argentino, Eduardo Madero, quien estudiaba en el Archivo de Indias en Sevilla la historia del puerto de Buenos Aires, halló por casualidad un documento que cambiaría la mirada sobre la Revolución de Mayo, su carácter, los hechos allí ocurridos y particularmente modificaría sustancialmente la opinión sobre el rol y el pensamiento de quien, a no dudarlo, es uno de nuestros héroes mayores: el doctor Mariano Moreno. Dicho documento se denominaba: "Plano que manifiesta el método de las operaciones que el nuevo gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata deve poner en práctica hasta consolidar el grande sistema de la obra de nuestra livertad e independencia".(1) El ejemplar hallado era una copia manuscrita del original redactado en 1810 por Moreno, por encargo de la Primera Junta de gobierno, la que en sesión secreta del 15 de julio de 1810 había aprobado un pedido del general Manuel Belgrano, en el sentido de preparar un Plan (o Plano) de operaciones que hiciera frente a la grave situación que se cernía sobre la revolución.
El 27 de junio La Gazeta había reclamado una acción punitiva contra la contrarrevolución que se reagrupaba en Córdoba, bajo el mando de Liniers a la espera de refuerzos del Alto Perú. El 28 de julio Moreno firma la orden de fusilar a Liniers y demás cabecillas de la sedición 'donde se los encontrase'. El 26 de agosto Domingo French fusila a Liniers. Luego del pedido de Belgrano la Junta encargó a su secretario de Guerra, Mariano Moreno, la redacción de dicho Plano. El 30 de agosto Moreno finalizó la redacción del Plano que fue aprobado por unanimidad de la Junta en sesión secreta. El 12 de septiembre Moreno impartió las órdenes secretas a Castelli para que se hiciera cargo del Ejército del Norte y fusilara a los contrarrevolucionarios de Potosí y el Alto Perú y tratara de marchar hasta Lima. El 7 de noviembre el Plan comienza a dar frutos y las fuerzas patriotas derrotan a los realistas en Suipacha. El 15 de diciembre Balcarce, cumpliendo sus instrucciones, fusila a De Paula Sanz y J. Córdoba, jefes de la represión a los levantamientos altoperuanos de 1809 y brutales esclavistas de indios. El 18 de diciembre el jefe de la Primera Junta, el terrateniente, encomendero y propietario de minas de Potosí don Cornelio de Saavedra logra derrocar a Moreno, quien sería asesinado en alta mar en marzo de 1811.
El Plan maldito
Sabedor de la importancia que poseía el documento hallado, Madero lo envió al general Mitre, quien por entonces se hallaba escribiendo sobre Moreno. La existencia de dicho Plan –minuciosamente ocultado por Mitre, Vicente Fidel López y el Deán Funes- trastocaba toda la ideología escrita como Historia argentina por los vencedores de Caseros y particularmente de Pavón. El contenido del Plan negaba toda la construcción teórica realizada por el genocida del pueblo paraguayo y de los paisanos federales. Negaba todo sentido a la línea Mayo-Caseros urdida por Mitre y Sarmiento y la historiografía de los vencedores de la nación federal. Por el contrario, el Plano vinculaba mucho más a la Revolución de Mayo con el accionar de San Martín en Mendoza, en Chile y en el Perú y especialmente con el gobierno del general Rosas –al punto que los dos más estrechos colaboradores de Moreno, el general Tomás Guido y su hermano Manuel –que fueron quienes estuvieron junto a su lecho de muerte cuando fuera envenenado en alta mar- serían estrechos colaboradores de toda la 'dictadura' legal de don Juan Manuel.
Mariano Moreno Un plan revolucionario
El Plano negaba de cuajo el anatema colonial de 'civilización o barbarie' inventado por Sarmiento, el primer Alberdi, Echeverría y los asesinos de Dorrego. Por el contrario, ubicaba a un Moreno claramente antiliberal, americanista, antibritánico, hispanoamericano, proteccionista, popular e indigenista. Un Moreno que proponía sumar a la revolución a José Gervasio Artigas –jefe de los gauchos y los indios Orientales y Guaraníes- y era partidario del terror revolucionario para enfrentar al terror contrarrevolucionario. Terror que Moreno conocía en detalle desde la brutal represión del levantamiento del Inca Túpac Amaru, continuado luego con la represión a Túpac Katari y por la forma terrible con que Abascal había aplastado la Revolución de La Paz de 1809. Conocedor entonces de la barbarie imperial española, Moreno respondía con el terror revolucionario al mejor estilo de Oliver Cronwell, Maximiliano Robespierre, el general Rosas.

El "extravío" de don Bartolo
La aparición del Plano Revolucionario trastocaba toda la construcción ideológica de Mitre. El general –uno de los pocos vencedores-historiadores, que dejara un diario para cuidar su futuro- no era partidario de los discursos apologéticos, irracionales y falsos al estilo de Sarmiento, que inventaba defectos inexistentes en sus enemigos. Tampoco utilizaba el sistema de Vicente Fidel López que 'hallaba' oportunos documentos que justificaran sus ideas elitistas, porteñistas y racistas. El general Mitre quería ser más serio y si bien sostenía suelto de cuerpo ideas tales como que la "raza criolla en la América del Sud, elástica, asimilable y asimiladora, era un vástago robusto del tronco de la raza civilizatoria índico-europea a la que está reservado el gobierno del mundo"(2). Pese a ello no estaba en condiciones de negar la autenticidad del documento. Por haber sido el vencedor de la larga guerra civil iniciada luego del derrocamiento de Moreno y que se prolongara hasta 1862-1875, dispuso seguramente de mucha documentación –negada a la posteridad argentina- que probaba la existencia de dicho Plano. Obró entonces de la manera elegante que le era característica. Simplemente "extravió" el manuscrito y por ende no pudo citarlo, ni opinar sobre él. No sería la única vez que el astuto don Bartolo extraviara importante documentación. Cuando muerto el Libertador San Martín, Balcarce, su yerno –que en sentido contrario a su suegro, se puso al servicio del partido Unitario luego de Caseros y Pavón- enviara a Mitre un baúl con todos los documentos que el Libertador dejara sobre su relación con Bolívar, su gobierno del Perú y la entrevista de Guayaquil, con expreso pedido que se publicara tras su muerte, el general Mitre también "extravió" dicho baúl con tan valiosa información. Dichos papeles, reconstruidos en parte por los historiadores a través de la correspondencia entre los Libertadores, las opiniones de Bolívar, de Monteagudo y particularmente las del general Tomás Guido- negaba de cabo a rabo las tesis de Mitre y su Historia del hacer 'porteño' que llevara la revolución "argentina y porteña" al resto de la América "bárbara". San Martín decía seguramente lo que siempre había dicho y que en verdad había ocurrido: su partida del Perú y la necesidad de entregar su ejército al Libertador Bolívar se debía principalmente a la traición de Buenos Aires y del partido Directorial-rivadaviano que se negó a apoyar su expedición al Perú y particularmente a conformar la columna que debía atacar en simultáneo con su desembarco en costas peruanas por el Alto Perú, al mando del general Güemes, liquidando de un golpe la guerra de la Independencia en el corazón del poder español en América y recuperando para el Río de la Plata las Provincias Altoperuanas sometidas al genocidio realista. Constituyendo el gran estado Americano con base en el antiguo Incario, que era el plan maestro de la revolución americana. También desmentía, que la revolución fuera porteña, "civilizada" o argentina, como sostenía Mitre, sino hispanoamericana, mestiza y continental. Seguramente al igual que Moreno los papeles de San Martín sostenían que ninguno de nuestros próceres fundantes pensó jamás en las patrias chicas, que los agentes del imperialismo británico tales como Rivadavia, M. J. García, Mitre y Sarmiento construyeron sobre las ruinas de la Patria Grande Americana, concebida en el Plan continental de Miranda y esbozada por Moreno, Belgrano, Castelli, San Martín, Bolívar, Monteagudo, Artigas, Morelos, Hidalgo, Dorrego y Rosas. Por el contrario, el Plano de Moreno marcaba claramente una línea revolucionaria absolutamente diferente a la llevada adelante por el partido probritánico unitario en sus versiones rivadaviana, mitrista o roquista.
Moreno sigue allí
El conocimiento de tal documento fue negado por la historiografía liberal, llegando al paroxismo con Ricardo Levene, que hiciera realizar un estudio grafológico –de una copia manuscrita (sic)- para demostrar lo que ya había anticipado el propio Madero, que la copia no había sido realizada por Moreno. Posteriormente el hallazgo de copias similares en los EEUU y en Río de Janeiro, así como la referencia a él en casi toda la correspondencia que mantuvieron entre ellos los miembros de la Primera Junta y de la Logia Revolucionaria. El propio Alberdi señalaría que "el Plan de Moreno es un aporte de Buenos Aires a la revolución americana" (3). Tales hechos obligaron a la historiografía a aceptarlo. Pero tan a regañadientes que en la enseñanza oficial o no se lo nombra o se lo hace de costado sin incorporar su contenido al conocimiento de los estudiantes. Al punto que los manuales de historia aun señalan que la pelea de Moreno contra Saavedra, el Deán Funes y Rivadavia se debía al carácter "apasionado" del Secretario de Guerra y no a los proyectos políticos absolutamente contrapuestos que poseían y que el Plano ponía blanco sobre negro.
Mariano Moreno Un plan revolucionario
El Plan proponía desde el vamos la construcción de una gran nación –toda la América Española, desde el sur del río Mississippi hasta el Cabo de Hornos, (tomando la base real de los casi mil años del Incario, y la cultura común de la mayoría de los pueblos americanos) con la inclusión de Brasil, previa revolución por levantamiento de sus esclavos y sus revolucionarios americanistas- poderoso, moderno, industrial, con la tierra repartida democráticamente entre todos sus habitantes, con la explícita dignificación de las masas indias y negras. Especialmente propiciaba la eliminación de todas las formas de esclavización de los indígenas, tales como la Encomienda, la Mita y los Obrajes, devolviéndoles sus derechos y tierras. Incluía en su propuesta de nueva nación Americana Emancipada –sobre cuya ruptura con España no dejaba duda alguna a través de la invocación a "La máscara de Fernando", como ardid para no enfrentar abiertamente al poder español- a negros, indios, mulatos, mestizos, gauchos y criollos por igual. Y en eso Moreno se instala en la vanguardia de su tiempo y del mundo de entonces, alejándose incluso de la designación de jacobino, que recibe de muchos de sus bien intencionados defensores. Moreno y nuestros revolucionarios de la Logia –Belgrano, Castelli, Monteagudo, Rodríguez Peña, French, Guido, Manuel Moreno- y también Artigas, proponían inspirados en Túpac Amaru la igualdad de todos, es decir verdadera.
Contemporáneamente, la Revolución norteamericana había suprimido de los goces de la libertad a los negros esclavos y a los indios americanos, quienes no poseían derechos. La Revolución Francesa obró de igual modo. Los derechos eran para los ciudadanos franceses –los patricios, los propietarios- no para los esclavos de las colonias o los pobres, dejando sembrada la semilla de las nuevas revoluciones que alumbrarían los siglos XIX y XX.
Moreno y nuestros próceres americanos proponían la igualdad total, partiendo de la base real material de dicha igualdad: en una sociedad agraria como era entonces Sur América, la única igualdad se basaba en el acceso democrático e igualitario en la distribución de la tierra para todos los ciudadanos. La burguesía comercial porteña, aliada con los ganaderos bonaerenses –en sus distintas variantes políticas de Pueyrredón, Martín Rodríguez, Rivadavia, Mitre, Sarmiento, Roca, Pinedo, Alsogaray, Martínez de Hoz o Cavallo- impediría una y otra vez a lo largo de nuestra historia toda distribución democrática del suelo. Se apropiaría ilegítimamente de la mayoría absoluta de las tierras de la nación, cerrando el camino al gran país pensado por Moreno. A 195 años del Plan, con el 50% de la tierra en manos de 6.900 familias-empresas y 20 millones de hectáreas en manos extranjeras, la Argentina sólo posee 37 millones de habitantes empobrecidos. Los EEUU, que distribuyeron de forma democrática la tierra –aunque sólo entre los blancos, robándosela a los indígenas; algunos negros accedieron a ella luego de la derrota del Sur esclavista- posee más de 300 millones de habitantes. Moreno sabía lo que decía.
La nación de don Mariano: todo está allí
El Plano proponía un Estado Nacional poderoso que abarcara desde el Sur de los EEUU hasta la Tierra del Fuego –territorio que Francisco de Miranda llamara Colombiae-, proponía expropiar las 150 principales fortunas mineras –entre ellas las de ricos encomenderos y mineros como Cornelio de Saavedra- de Potosí y de todo el Virreynato para 'industrializar la nación'. Proponía sublevar a los esclavos de Brasil, anexando su territorio casi en su totalidad. A esta nación republicana y libertaria y seguramente federal –si bien no hay esa expresión en el Plano- proponía Moreno sumar a Artigas y sus gauchos en plano de igualdad, encomendándole la sublevación de la Banda Oriental, por entonces en manos realistas. Cuestión ésta la de Artigas y sus gauchos a la que siempre se negaron los elitistas racistas porteños. De haberse llevado a cabo cuando Moreno lo propuso –agosto de 1810- hubiera ayudado a resolver seguramente en favor de las fuerzas patriotas la campaña militar de Castelli en el Alto Perú. El Plan proponía establecer una política proteccionista y de "vivir con lo nuestro" en el plano económico, llegando en noviembre de 1810 a prohibir la salida de oro y plata del Río de la Plata con destino a Londres. Esto, sumado a la expropiación de las grandes fortunas, permitía la creación de un Estado Nacional poderoso para desarrollar la economía. En palabras del prócer: 'las medidas a adoptar consistían en expropiar quinientos o seiscientos millones de pesos en poder de cinco o seis mil individuos, expropiación que beneficiaría a ochenta o cien mil habitantes. Esa enorme suma de dinero en manos de una minoría, "no puede dar el fruto ni fomento de un estado, que darían puestos en diferentes giros en el medio de un centro facilitando fábricas, ingenios, aumento de la agricultura, etc. [...] En esta virtud, luego de hacerse entender más claramente mi proyecto, se verá que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., permitirá un país victorioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan; pero como esta materia no sea de este tratado, paso a exponer los medios que deben adoptarse para el aumento de los fondos públicos'. [...] Moreno encara el problema básico de la Revolución: poner en movimiento y transformar en generadoras de trabajo, bienestar general y riqueza colectiva las cuantiosas fortunas atesoradas por la minoría de monopolistas y usureros. De este modo, la agricultura, la manufactura y la navegación podrían desarrollarse y el país se independizaría del comercio extranjero (5). Moreno fue derrocado apenas decretó la prohibición de salida de métalico con destino a Londres, por los intereses probritánicos expresados por saavedristas y rivadavianos.

Si bien alentaba buenas relaciones con Gran Bretaña –los revolucionarios estaban obligados a aceptar el dominio británico sobre los mares y el comercio mundial, y necesitaban su apoyo para enfrentar a España-, recomendaba especialmente cuidarse de la ambición inglesa y tomar en cuenta su apetencia de dominio. Con una claridad que aun sorprende, estampó en el Plan: "Para poder merecer la protección que necesitamos, principalmente de la Inglaterra, mediante a que conocemos en dicha nación, en primer lugar, ser una de las más intrigantes por los respetos del señorío de los mares, y lo segundo por dirigirse siempre todas sus relaciones bajo el principio de la extensión de miras mercantiles, cuya ambición no ha podido nunca disimular a su carácter, y bajo estos mismos principios han de ser los que dirijan nuestras empresas hacia sus consecuencias en aquella corte" (8). Ejemplifica los peligros de dichas relaciones con la situación de Portugal respecto de Inglaterra, la cual tiene a aquella "sometida a una vergonzosa e ignominiosa esclavitud [...] que sus fines no son sino chuparle la sangre de su estado, extenuándolo de tal suerte que tal vez sus colonias americanas se conviertan en inglesas algún día [...]. Portugal se desengañará a costa de su sangre y destruirá su despotismo, regenerando sus corrompidas costumbres y conocerá los derechos de la santa libertad de la naturaleza" (8). El Gobierno de Buenos Aires debía impedir que Portugal conquistara "la América del Brasil o la parte de ella que más convenga", proponía la insurrección de esas regiones "antes de esas operaciones hemos de emprender la conquista de la campaña del Río Grande del Sur, por medio de la insurrección, y los intereses que sacrificaremos bajo el aspecto de proteger la independencia y los derechos de su libertad"(8).
Mariano Moreno Un plan revolucionario


Castelli lleva adelante el Plan
El Plan es la base de la campaña militar de Juan José Castelli al Alto Perú y su increíble acción de gobierno desde La Paz y las provincias altoperuanas. Tal vez junto al de Artigas, los más avanzados que hubieran habido en América hasta la llegada de la Revolución Mexicana, el Peronismo, la Guatemala de Arbenz, la Revolución Cubana, el Chile de Allende o la Nicaragua Sandinista. La liberación de los indios; el reparto de tierras; el cierre de los obrajes; la eliminación de la mita y la encomienda; la ejecución de los contrarrevolucionarios y explotadores; la confiscación de los bienes de los 'godos'; su rescate de las culturas indias. Su plan de derrotar a las fuerzas realistas en el Perú tomando Lima para llegar a Caracas, donde entonces luchaba Francisco de Miranda a la cabeza de la Revolución Venezolana, señalan fuera de toda duda cuál era el Plan Continental y maestro de la Emancipación Americana que sostenían Castelli, Belgrano –su primo- y Moreno.
Castelli y Moreno habían sido compañeros en Chuquisaca cuando juntos defendían indios pobres y esclavizados en el estudio jurídico de otro gran americano, don Esteban Gascón. Juntos visitaban en dicha ciudad a otros dos próceres americanos: Manuel Ascencio Padilla y su mujer Juana Azurduy. El hecho que fuera don Manuel Belgrano quien solicitara el Plan que Moreno elaborara y que fuera Castelli, -"el más peligroso tupamaro independentista" según decía la policía secreta española ya en 1803 (4)- quien estuviera más cerca de su conclusión y jugara en ello su vida misma, muestra el carácter colectivo del Plan. Castelli mostró una ejemplar tenacidad para enfrentar a los enemigos internos de la revolución -Saavedra, el Deán Funes y los rivadavianos- una astucia política que le faltó a Moreno para sumarse al Ejército del Norte de Castelli cuando su derrocamiento, para juntos desde allí destruir el poder contrarrevolucionario instalado en Buenos Aires. El hecho de la tenacidad e insistencia de Castelli, así como la acción política militar del general Belgrano a posteriori del Congreso de Tucumán- señala que el Plan era el proyecto de la Nación Americana explicitado por la Logia de Buenos Aires pero inspirada en la línea mirandiana. Tal cual lo explicitara Castelli en el Alto Perú a su colaborador Monteagudo y que luego éste comentara al general San Martín. Decía entonces Castelli al mando del ejército que estaba pronto a marchar sobre Lima en cumplimiento de las órdenes de Moreno y pese a la oposición de Saavedra: "Toda la América española no formará en adelante sino una numerosa familia que por medios de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo [...]. Preveo que allanado el camino de Lima, no hay motivo para que todo el Santa Fe de Bogotá no se una y pretenda que con los tres y Chile, formen una asociación y cortes generales para forjar las normas de su gobierno" (6).
Luego de los asesinatos de Moreno y la detención y trágica muerte de Castelli, el Plan sería abandonado. Sería retomado luego por la Logia Lautaro a partir de octubre de 1812, luego de la llegada del Libertador a nuestras playas y la revolución que derrocara a Rivadavia. Tomás Guido y Manuel Moreno recibirían a San Martín en Londres a su arribo de España en la casa de Francisco de Miranda, donde se hospedaban luego de la muerte de Mariano.
Mientras tanto, el gran Miranda estaba dirigiendo la revolución en Caracas a los sesenta años de edad. Derrocado Moreno y con Castelli vencido en Huaqui, gracias al desvergonzado boicot de Saavedra y Viamonte –que mantenían correspondencia con los jefes realistas denunciando los planes de Castelli-, con Belgrano de campaña en el Paraguay –en el mayor error de Moreno, que envió al principal cuadro político-militar fuera de Buenos Aires a enfrentar los justos reclamos localistas de Asunción-, en Buenos Aires gobierna la contrarrevolución: primero saavedrista y luego rivadaviana. A poco estará la revolución de no ser destruida totalmente, de no ser por la desobediencia de Belgrano a las órdenes liquidacionistas de Rivadavia, quien lo intima a bajar hasta Córdoba –dejando libre el Norte a las tropas de Abascal-, que era exactamente lo que el Virrey del Perú reclamaba. Planes que había conocido Belgrano en documentos secretos capturados al enemigo y que lo hacen dar batalla en Tucumán y Salta desobedeciendo los gritos histéricos de Rivadavia, salvando la Revolución. El general Guido, por su parte, será la mano derecha de San Martín a lo largo de toda la Guerra de la Independencia. El otro gran continuador del Plan a través de la Logia Lautaro –el mismo nombre que Miranda había dado a su grupo en muchos lugares- sería Bernardo de Monteagudo, mano derecha de Castelli en el Alto Perú hasta su detención por la contrarrevolución saavedrista.

Castelli será hasta hoy junto a Moreno y Belgrano, nuestro mayor artífice e ideólogo revolucionario. Tan ocultado en su esencia revolucionaria central como lo ha sido Moreno. Monteagudo, que fuera liberado de la cárcel realista por el ejército libertador de Castelli en Chuquisaca luego de la revolución de 1809, sería el colaborador político más estrecho de San Martín primero y de Bolívar después en el Perú. Sería Monteagudo el redactor de la Asamblea del año XIII y del Congreso de Tucumán. De su puño y letra se escribirá que nuestra Declaración de la Independencia es a nombre de las Provincias Unidas en Sud América y no del Río de La Plata como la tergiversará el mitrismo. De la misma manera Monteagudo, San Martín, Belgrano, Bolívar -desde Jamaica- Guido, Manuel Moreno y Martín de Güemes –también Pueyrredón por entonces- serán quienes exijan que los Directores Supremos elegidos desde 1816, se denominen Directores de las Provincias Unidas en Sud América y no del Río de la Plata como esgrimen Mitre, Paul Groussac, Vicente Fidel López y Sarmiento. Monteagudo será asesinado en una calle de Lima por los intereses oligárquicos que se oponían al Plan continental de Bolívar, San Martín y Moreno.
Mariano Moreno Un plan revolucionario


El Paraguay y el Plan de Moreno
El Plan será aplicado rigurosamente en el Paraguay de Gaspar R. de Francia y luego por los López y será la razón por la que el Paraguay fuera, en la segunda mitad del siglo XIX, el país más desarrollado e independiente de la América Española. Con ferrocarriles, industrias, manufacturas, producciones y acerías propias y estatales. Con la tierra en manos del Estado y repartida a todos sus habitantes. Trágicamente su independencia y modelo autónomo tal cual proponía el plan de Moreno, -inspirado tanto en la tradición española, en la rebelión de Túpac Amaru, la cultura socialista estatal de los Incas, como en la revolución francesa, según se observa en la labor del doctor en teología Gaspar Rodríguez de Francia- también será la razón de su destrucción por los intereses imperialistas británicos apoyados por Mitre y el Brasil. El Plan será el organigrama secreto del gobierno de Rosas y motivo de su enorme prestigio continental al derrotar las sucesivas invasiones inglesas, francesas y brasileñas apoyadas por la gusanería unitaria siempre dispuesta a entregar su país al extranjero antes que permitir que la plebe, los gauchos, los negros, los indios, la chusma, los descamisados, los piqueteros, los negros de mierda, la mayoría la gobiernen. La política de Rosas de no ceder ante Brasil y por el contrario preparar las condiciones para la rebelión de sus Estados sureños está directamente vinculada a las ideas esbozadas por Moreno. Derrotado Rosas y el proyecto de nación independiente concebido en el Plan, la potencia suramericana será Brasil y no la Patria Grande nuestra. La "República" Argentina que sucederá a la Confederación Argentina será parte integrante del Imperio Británico hasta 1943. Como acertadamente señalara Jorge Abelardo Ramos: 'Fuimos un país porque no pudimos ser una nación' (9). El Plan sería retomado a fines del siglo XIX por el emergente radicalismo de Alem e Yrigoyen, sin éxito por la incomprensión de don Hipólito de las razones económicas del coloniaje. A la tarea inconclusa del Plan y no a otra cosa se refiere la Reforma Universitaria de 1918, al decir que 'había que borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de mayo' (7). Finalmente será un militar nacionalista, hijo de una india Mapuche, que se definirá siempre como 'morenista', quien lleve adelante gran parte del Plan Revolucionario de Moreno 133 años más tarde. Será el general Perón a partir de 1943 quien intente a través de una patria justa, libre y soberana y del planteo de la Unión Americana –el ABC, ahora con el Brasil- llevar a la práctica el Plan Revolucionario de Moreno. La contrarrevolución atacará nuevamente y destruirá en 1955, 1976 y 1990 la obra realizada, devolviéndonos al estado colonial y obligándonos a retomar una vez más las ideas de nuestro Padre fundante, el gran Mariano Moreno. Tal vez el héroe mayor de nuestra revolución americana, asesinado en alta mar en marzo de 1811 por el capitán de un barco británico, por encargo de sus enemigos en la Junta. Pero también porque Gran Bretaña –y luego los EEUU- siempre eliminó a sus enemigos. En un terrible anticipo de nuestra historia, su cadáver fue arrojado al mar. Su Plan sigue inconcluso esperando por los patriotas que lo concluyan y cierren la construcción de la nación americana, nacional, popular, indígena, mestiza y soberana.
Mariano Moreno Un plan revolucionario

(1) Moreno Mariano, El Plan Revolucionario de Operaciones. Editorial Plus Ultra. BA 1993
(2) Mitre Bartolomé, Historia de San Martín y la Emancipación Americana, 1887, cap. I, XI.
(3) Citado Por Shumway Nicolas, La Invención de la Argentina. Emecé. 1993
(4) Pigna Felipe, Los mitos de la Historia argentina. Norma 2004
(5) Chumbita Hugo, Curso de Historia Argentina Univ. Nac. de la Matanza. 2004. Pag 36
(6) Pigna Felipe, op. citada. pag 297
(7) Roca Deodoro, Manifiesto Liminar de la reforma Universitaria. Córdoba 1918
(8) Chumbita Hugo, op. cit. pag 37
(9) Ramos Jorge Abelardo, Las Masas y las Lanzas. Hyspamérica 1986.
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Por Alberto Jorge Lapolla agrolapolla@yahoo.com.ar [autor de Kronos, Una Historia de las Luchas y las Organizaciones Revolucionarias de los años ’70. Tomo I. 1966-1972: El Cielo por Asalto. Tomo II. 1972-1974: La Esperanza Rota. Tomo III. 1974-1976: La Derrota]
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lunes, 29 de enero de 2018

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
“¡Tschiffely: mozo jinetazo, ahijuna!”.


AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
Una de las mayores aventuras que involucraron al hombre y al caballo, empezó como muchas de las grandes aventuras de la historia; con una apuesta. Su propulsor era un tímido profesor suizo radicado en Buenos Aires, Aimé Félix Tschiffely, quien cansado de oír que el caballo criollo era denostado por criadores de equinos extranjeros, lanzó un desafío por radio.


AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
“El caballo criollo no sólo es más noble que la gran mayoría, sino que es el más resistente del mundo” –dijo el suizo. “Y para probárselo a todos quienes lo desprecian y denostan, voy a ir montado en uno de ellos desde Buenos Aires hasta Nueva York”, remató en tono de desafío.

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
Loco. Delirante. Farsante. Lunático. Fueron los adjetivos más suaves que recibió Tschiffily de parte de la opinión pública, sobre todo al saberse que el suizo no tenía experiencia ecuestre alguna. Sin embargo, el profesor tenía una firme convicción teórica, y era la que había ido recabando día tras día tras sus enfebrecidas lecturas; esas que lo hacían sentirse orgulloso del país que tan generosamente lo había acogido; más orgulloso incluso que la inmensa mayoría de hipócritas que se inflaban el pecho cantando el himno pero preferían lo extranjero a cualquier producto nacional, incluido el caballo.

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
“El 23 de abril de 1925, por la mañana temprano, dejé mi hotel de la calle Reconquista (el “Universelle”, que ya no existe) y me dirigí a las instalaciones de la Sociedad Rural, acompañado por mi perro, que parecía husmear el desastre y debió ser atado a un cordel para que me acompañase.  Los inconvenientes comenzaron temprano; los caballos se oponían tenazmente a ser ensillados…”  Así comenzó años más tarde el primer capítulo de sus memorias, Aimé Félix Tschiffely, el protagonista de una hazaña no superada hasta el presente: unir a caballo las tres Américas, recorriendo para ello…. ¡alrededor de 21.500 kilómetros!

Tschiffely contaba entonces, 29 años.  Había nacido en Berna el 7 de mayo de 1895.  

El nacido en Berna, bien había tenido tiempo para ensalzarse con las bondades y costumbres argentinas. Pues, tras haber finalizado sus estudios en Suiza, y luego de una estancia en Inglaterra, Aimé habitó suelo nacional por largo tiempo. Fueron nueve años en los que ofició de profesor de idiomas en el Saint Georges’s College, en el bonaerense partido de Quilmes. Y así fue como los aires provincianos comenzaron a copar su vida…y su imaginación. El mecanismo mental del suizo daba cuerda a un sueño americano, y pronto llegaría el tiempo de poner manos a la obra.

Hasta ese entonces su vida se deslizó dentro de una singular normalidad y tan sólo los paseos de domingo, cabalgando algún caballo del lugar rompían la monotonía de su vida, consagrada enteramente a la enseñanza.  Más, un espíritu emprendedor y dinámico, cual era el suyo, poco tiempo habría de permanecer sujeto a la monótona vida del colegio.  Y así fue generando la idea de “la gran aventura”.

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
Después de varias tentativas frustradas, se dirigió una tarde a la redacción del diario “La Nación”, de la Capital, solicitando una entrevista con el doctor Osvaldo Peró, por entonces “técnico, periodista, escultor y sobre todo muy gaucho”, como él mismo lo definió años más tarde.  Por intermedio del doctor Peró, conoció en seguida al doctor Emilio Solanet, amigo y colega de aquél, dueño de la estancia “El Cardal”, cerca de Ayacucho, en la provincia de Buenos Aires.

Ya lo había dicho Tschiffely, y a las pruebas pudo remitirse después: la raza criolla tiene aguante. Se lo demostrarían Mancha, de pelaje overo, y Gato, así bautizado a raíz de su pelaje “gateado”. De 15 y 16 años respectivamente, estos equinos conocían ya largo y tendido de hostilidades: habiendo crecido en la inmensidad de la Patagonia, allí donde el clima resulta poco amigable, su doma era asunto de valientes…y pacientes. Aquella fue la receta de don Emilio Solantet, quien compró los caballos al cacique tehuelche Liempichún para llevárselos consigo a su estancia “El Cardal”. Y así fue como Gato y Mancha dejaron las tierras chubutenses para instalarse en pagos bonaerenses. Lo que no imaginaban era que, para entonces, la aventura recién comenzaba. ¿Quién era ese forastero que tocaba la puerta de don Emilio? ¿Un loco? ¿Un aventurero? Quizá todo eso junto. Pero, por sobre todo, un hombre de convicciones firmes: Tschiffely estaba convencidísimo de la fortaleza casi innata que caracterizaba a los caballos criollos. A fin de cuentas, su origen se hallaba en las cruzas de razas traídas a suelo americano por los conquistadores españoles, y había sido durante el fulgor de la conquista y las posteriores guerras de independencia que se habían esparcido por todo el continente, haciendo uso de su rusticidad y rudeza. Y vaya si sabía de ello el bueno de Solanet, criador y propulsor del reconocimiento de la raza; y por tanto miembro fundador de la Asociación de Caballos Criollos de Argentina. 


AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
Entusiasta cultor de la crianza del caballo criollo, el doctor Solanet no pudo menos que extrañarse ante el raro pedido suyo:

-¿Adónde quiere ir?…

-A Nueva York, doctor –y de no haber sido por la seriedad del personaje, aquel hombre hubiera tomado a broma lo que se le solicitaba.  Y allí mismo, lo invitó a pasar al corral.

Tschiffely reconocía en el doctor Solanet a una verdadera autoridad en materia equina.  Había seguido toda su actuación en defensa del caballo, recordando que en una charla pronunciada en la Facultad de Agronomía y Veterinaria, los méritos del “criollo” habían sido largamente ponderados por él.  Expuso allí Solanet que cien, doscientas leguas y más aún, fueron cubiertas durante meses por los bravos caballos criollos durante la Guerra de la Emancipación y, cómo después de cargas victoriosas, su alimentación alcanzó tan sólo a lo que podían encontrar.  Aquellos nobles productos habían soportado el abrasante sol del desierto y los hielos, con verdadero estoicismo y las muestras de esos sacrificios merecieron que el doctor Solanet –en función de cabañero- dedicara ahora todos sus desvelos a criarlos.

Al inicio de la travesía, Mancha (pelaje: overo) y Gato (pelaje: gateado) tenían 15 y 16 años respectivamente. Su carácter era poco amigable. Habían crecido en la Patagonia, donde se habían acostumbrado a las condiciones más hostiles. Su propietario, Emilio Solanet, se los había comprado al cacique tehuelche Liempichún en Chubut.

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
Domarlos puso a prueba las facultades de varios de los mejores domadores. Cuenta el profesor suizo: “Desde los primeros días advertí una real diferencia entre sus personalidades. Mancha era un excelente perro guardián: estaba siempre alerta, desconfiaba de los extraños y no permitía que hombre alguno, aparte de mí mismo, lo montase… Si los extraños se le acercaban, hacía una buena advertencia levantando la pata, echando hacia atrás las orejas y demostrando que estaba listo para morder… Gato era un caballo de carácter muy distinto. Fue domado con mayor rapidez que su compañero. Cuando descubrió que los corcovos y todo su repertorio de aviesos recursos para arrojarme al suelo fracasaban, se resignó a su destino y tomó las cosas filosóficamente… Mancha dominaba completamente a Gato, que nunca tomaba represalias”.

El amor a su jinete está reflejado en sus cariñosas palabras: “Mis dos caballos me querían tanto que nunca debí atarlos, y hasta cuando dormía en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho.”

El baqueano y rastreador que se encargó de la compra, selección y arreo de los mismos fue el gaucho Don Reynaldo Rodríguez, quien en sus últimos años vivió en la zona de América, Prov. de Bs. As.


Mancha era overo rosado, manchado.  Gato, como bien su nombre indicaba, gateado.  A Mancha había que reconocerle todos los atributos de un “perro guardián”.  Siempre atento a cuanto a su alrededor ocurría, vivía desconfiando de los extraños y no permitía que otra persona, más que el amo, lo montase.  Gato era muy distinto.  A diferencia de su compañero de morada, no era expresivo.  Por lo contrario, era menos intuitivo, pero más voluntarioso.  Sus ojos poseían una expresión infantil y parecía mirar todo con inusitada sorpresa.  En ambos estaban dadas las dos cualidades: para Mancha, el instinto, suerte de dominación además que imponía sobre Gato; y para éste, una inocente contracción para el trabajo.  Empero, había que reconocerle a Gato, como el mismo Tschiffely lo hizo años después, una rara intuición para pantanos, tembladerales y fango.  El maestro suizo escribió en sus memorias, que si los dos caballos hubiesen tenido la facultad de la voz y la comprensión humanas, hubiera recurrido a Gato para confiarle sus preocupaciones y secretos. Pero si hubiese necesitado ir de fiesta, hubiera preferido invariablemente a Mancha.  Tenía más personalidad que aquél.

Un viejo gaucho inglés, don Edmundo Griffin, propietario de la estancia “La Palma”, cercana a Paysandú, puso a disposición de Tschiffely un cirigote (tipo de silla usado en Entre Ríos).  Esa fue la única montura que usó durante el viaje.  Y completó su atavío con un gran poncho impermeable y un mosquitero, de modo que el peso total no sobrepasara los sesenta kilogramos, teniendo en cuenta que debería usar de carga, indistintamente, a los dos caballos.

En las vacaciones de ese año 1925, Tschiffely se entrenó convenientemente, preparándose para la “excursión”, como el simplemente llamó a su empresa.  Cuando todo estuvo listo, los dos caballos fueron enviados al local de la Sociedad Rural, en Buenos Aires, y allí se alojaron hasta el momento de la partida.  Los comentarios previos de la prensa, mostraron un escepticismo muy singular.  Hasta se lo llegó a acusar de “crueldad” hacia los animales, en conocimiento de lo que se proponía.  Pero a despecho de todas esas acusaciones, el “aventurero” contó con el apoyo de algunos deportistas conocidos y el de la Sociedad “Criadores de Criollo”.

La histórica partida

En la mañana del 25 de abril de aquel lejano 1925, Aimé Félix Tschiffely dejó su alojamiento céntrico y en compañía de un ejemplar de policía belga –el perro iba a ser también de la partida- se dirigió en busca de sus dos “amigos”.  Mas, aquel perro no contó con la inicial simpatía de los caballos, en especial con la de Mancha, quien en el primer día de marcha, le obsequió tan brutal coz en una cadera, que le obligó a quedarse en Buenos Aires.

Montando a Gato, en tanto que el otro animal hacía de carguero, Tschiffely recibió el saludo de muy pocos amigos e inició la marcha, en momentos en que una tenue llovizna comenzó a caer sobre Buenos Aires.

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Esa llovizna se convirtió en lluvia torrencial antes de llegar a Morón y hubo que hacer noche en un boliche de campaña. Los caminos quedaron intransitables y a tren muy lento se dirigió hacia Rosario, donde arribó después de varios días de marcha.  De allí tomó rumbo noroeste, hacia la frontera con Bolivia, debiendo pasar antes por “las desoladas regiones de Santiago del Estero”, por Tucumán, a la que denominó “el edén argentino” y por Jujuy, desde donde tomó por un vasto y profundo valle, orientado directamente hacia el Norte.

Los medios económicos con que contó Tschiffely, fueron propios.  No recibió subvención alguna, que le permitiera pasar siquiera los primeros días de marcha.  Como los preparativos de su viaje insumieron algo más de seis meses, durante ese lapso, todas sus entradas fueron destinadas a solventar económicamente su firme decisión.  Después, durante el viaje y a medida que avanzaban las jornadas de marcha, la cosa resultó más fácil.  En los lugares que detenía su andar, se lo recibía con alimentación adecuada, para él y sus animales y se le proveía el suficiente forraje para que sus cabalgaduras pudieran aguantar al menos un par de semanas.

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Habían pasado varias semanas de azarosa marcha –lluvias, calor y frío acrisolados en un lento derrotero- cuando llegó Tschiffely a la quebrada de Humahuaca.  Y contó de ella, años más tarde, una muy antigua fábula, que oyó de labios de un viejo indio:

“En los tiempos de nuestros viejos antecesores, vivía en un lado del valle una tribu de indios poderosa y próspera y en las laderas de la montaña opuesta, habíase instalado una tribu igualmente fuerte y bien organizada.  La envidia y la ambición los convirtió en enconados enemigos y se libraron entre ambas feroces batallas.  El cacique de una tribu tenía un hijo y su enemigo de la otra tribu, una hermosa muchacha.  Por las noches solían verse.  Pronto despertaron sospechas y un día el padre de la joven envió un mensajero a su rival, amenazándole con ejecutar a su hijo si lo descubría con su hija.  En una ocasión fue descubierto, tomado prisionero y conducido ante el enemigo.  Este ordenó que lo decapitaran en seguida, orden que se cumplió de inmediato.  La cabeza, separada del cuerpo, fue llevada a la muchacha, quien la acarició en un arrebato nervioso.  Según cuenta la leyenda, los ojos de la cabeza, aún tibia, se abrieron y dejaron escapar dos lágrimas.  Desde entonces ese valle se ha llamado Humahuaca, que quiere decir “cabeza que llora”.

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Seis meses, seis, fueron los que demoraron los preparativos para tamaña empresa, aquella que, por cierto, no fue solventada por nadie más que por el propio Tschiffely. Claro que el corredero de voces sobre aquel loco devenido en héroe resultó, a lo largo del viaje, por demás positivo. La fama de este aventurero llegó hasta los periódicos, de modo que no faltaron sitios en los que fuera, junto a sus inseparables equinos, recibido con buena atención y comida. Sin embargo, la historia fue bien distinta al comienzo: montado sobre Gato -ya que Mancha hacía las veces de carguero-, don Aimé apenas fue despedido por un puñado de amigos y una lluvia que sentenció buenos augurios. Así abandonaron la porteña Buenos Aires, y así, bajo un agua que comenzaba a espesar su grosor, se dispusieron a atravesar las pampas. Llegaría luego el turno de enfilarse hacia el noroeste, dejando huella por Santiago de Estero, Tucumán y Jujuy.
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El trío ascendió los Andes argentinos y bolivianos, surcó los desiertos peruanos y se las vio con las nutridas selvas colombianas y panameñas. ¡Y cuánto restaba aún! La delgada América Central: Costa Rica, El Salvador, Guatemala…y bien que podría haber sido Guate peor, ya que las guerras civiles frecuentaban aquellas tierras para entonces. Hasta que, finalmente, don Aimé y compañía se adentraron ensuelo azteca. Y hasta allí llegó el amor y el cuerpito de Gato, quien, lastimado y maltrecho, abandonó la marcha. Tschiffely decide entonces resguardar a su fiel camarada, allí en México, y continuar camino junto a Mancha. Pero… ¿Cuánto más faltaba para alcanzar las luces neoyorquinas? Cada vez menos.
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Y como si de un sueño se tratara, sueño hecho realidad al fin, la Quinta Avenida fue testigo de su arribo. Ocurrió un 20 de septiembre de 1928, a tres años y poco menos de cinco meses de la partida. El suizo y Mancha fueron recibidos por el alcalde Jimmy Walker, quien entregaría al corajudo jinete la medalla de la ciudad de Nueva York. Desde entonces, todo fue reconocimiento. Sin embargo, lejos de olvidar a sus compañeros de ruta, tras tanto agasajo, don Aimé fue en busca de Mancha -quien descansaba en Governors island, en la bahía de Nueva York-, y de Gato -aún en la localidad de St. Louis, México- para que fueran admirados por el mundo en la Exposición Internacional de Caballos, realizada en el Madison Square Garden.

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Aunque bien vale decir que Mancha, Gato y Tschiffely se las han visto fuleras más de una vez. Imagine lo que habrán sido los cruces por la Cordillera de los Andes, con más de 5000m de altura y -18ºC. Y nada de caminos bien marcados eh… ¿Algún terrenito donde campar? Pues ni carpa alcanzó a llevar el suizo, ya que las que se conseguían por aquel entonces resultaban muy pesadas. Claro que el calor extremo también se torna impiadoso. Y luego del frío cordillerano, los cascos de los pobres criollos conocieron la candente arena del trayecto que unía Huarmey con Casma, en Perú, a lo largo de 30 leguas. ¡El termómetro marcaba 52º a la sombra! Sin embargo, nada iría a detener este trío de obstinados. Hasta que, ya en suelo azteca, Gato tiró la toalla. Las coses de una mula que supo llevar atada a su lado le habían herido la rodilla a punto tal de imposibilitar su marcha. Las curaciones que Tschiffely le propició durante un mes no fueron suficientes. Si hasta hubo quien le sugiriera sacrificar a la bestia. ¡De ninguna manera! A través de la embajada argentina, don Aimé envía a Gato por tren al DF y continúa su ruta con Marcha. Eso sí, una vez llegado a la capital mexicana, poco importó el recibimiento de los locales -por cierto,  ya anoticiados de las aventuras de este gaucho loco-.
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El jinete fue derecho al reencuentro de su fiel amigo, a quien abrazó por el cuello. Es más, dicen que dicen, que cuando Gato vio a Mancha lanzó un relincho, de puro contento nomás. Y así siguieron los tres, nuevamente unidos. Solo que la travesía Mexicana se ponía complicada, ya no por obra de la indómita naturaleza; sino por la urbanización. Imposible transitar con dos caballos por las carreteras de Saint Louis, por lo que allí quedó nuevamente Gato, a pasitos de la ansiada meta, y a cuidados de un ricachón muy afecto a los equinos.

Tras dejar los Andes, Tschiffely siguió caminando hacia Bolivia.  De allí pasó a Potosí, el altiplano, hasta llegar a La Paz.  De su andar por Potosí, quedó la referencia hacia los aimaraes, indios de ese lugar, cuyo idioma debe figurar entre los menos musicales de todas las lenguas dado que  parecen hablarlo con el fondo de la garganta y el estómago.

Después de abandonar el lago Titicaca y llegar a su desembocadura, los “tres amigos” se hallaron ante un puente, y luego de cruzarlo, entraron en la República del Perú.  Varias semanas en Cuzco, y luego en Lima, para llegar después a los arenales y desiertos de la costa peruana.  De esos penosos cruces, escribió Tschiffely esta historia:

“Contrariando la práctica de la mayoría de los viajeros de las regiones secas, no llevé agua.  Para mi uso personal disponía de una caramañola de coñac y otra llena de jugo de limón mezclado con sal.  Esta bebida resultaba muy estimulante, pero de sabor tan ingrato que nunca sentí deseos de beber mucho de una sola vez.  En cuanto a los caballos, calculé que la energía que gastarían en transportar agua, sería muy superior al beneficio derivado de beberla, así que sólo la tuvieron cuando llegamos a algún río o poblado.  Creo que mi teoría era sólida; con carga ligera ganábamos en velocidad y evitábamos que los caballos se lastimasen los lomos, porque el agua es la carga más incómoda que un animal puede llevar.  Sólo en raras ocasiones, parecieron mis caballos sufrir algo de sed”.

Al recorrer estas latitudes, el andar se hizo enteramente penoso.  Un día de marcha era compensado con dos de descanso, o tal vez más, a causa de la aridez de los caminos y los constantes desiertos.  Las noches lo sorprenderían pidiendo albergue en calabozos de comisarías, de los que el “infatigable” suizo, anotó frases como esta: “El bueno y patriota ciudadano peruano Pedro Alvarez, sufrió hambre y lloró aquí durante seis meses”.  En otra oportunidad, acampó en un cementerio y de allí, de una de las tumbas que le sirvieron de almohada, registró esto: “Aquí yacen los huesos de XX, que era un buen hombre, pero mal peleador”.

Al llegar a Olmos, después de evitar el desierto de Sechura, pernoctó en otra comisaría.  Las muchas historias que había oído, referidas a bandidos, mortandad y hambre, a pesar de no resultarle nuevas, no las vivió.  Sin embargo –contó años más tarde- la única molestia que soportó durante la noche que pasó en Olmos, fue la de numerosas ratas, una de las cuales le mordió una oreja.

La región montañosa del Ecuador, fue la escala siguiente en el itinerario del maestro.  A esta altura del relato, cabe consignar que la importancia dada por el periodismote nuestro país a la aventura, fue realmente escasa.  Algunos diario solamente se limitaron a reproducir cables de este tenor: “Llegó Tschiffely”, “Partió Tschiffely”, agregando a ello, el nombre del país de donde provenía la información.

Contrariamente con ello, las recepciones en los distintos puntos que tocaba, iban siendo más numerosas a medida que el tiempo transcurría, aumentando la magnitud de su hazaña.

En la región montañosa del Ecuador, conoció Tschiffely la historia de los indios jíbaros, que descarnadamente pintó años después en su libro:

“Habitan en el interior y son de un tipo distinto a los “runas”, que en su mayoría son agricultores o trabajan como albañiles, barrenderos, etc.  A los jíbaros s eles llama a veces “cazadores de cabezas”, pero la mayor parte de las historias que corren acerca de su ferocidad y crueldad es invención de viajeros y escritores que se sirven más de la imaginación que del conocimiento de los hechos.  Cuando el jíbaro mata a un enemigo, dispone de un procedimiento para reducirle la cabeza a un tamaño muy pequeño, sin desfigurar sus rasgos.  He visto cabezas reducidas al tamaño del puño de un hombre y una vez tuve en mis manos, la de una muchacha, la más hermosa que he visto jamás, porque parecía dormida.  Cuando me cansé de llevar tan fúnebre carga, se la regalé a un conocido, lo que no he cesado de lamentar desde entonces”.

Después de abandonar Quito, los “viajeros” cruzaron el Ecuador para llegar  a Colombia y luego a Bogotá.  Insólita aventura significó sortear el “río de los cocodrilos”, incidente tras el cual arribaron a Cartagena.  Desde allí cruzaron el canal de Panamá, a bordo del barco holandés “Crynsson”, diciéndole desde cubierta un temporario adiós a Sudamérica.

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En sus escritos posteriores Aimé Tschiffely ha puesto especial interés en demostrar a todos cómo cruzó el canal de Panamá.  Dos esclusas –Gatún y Pedro Miguel- Cada una tenían una puerta muy grande, al nivel del agua y cuando estaban cerradas, podían pasarse con un automóvil pequeño.  Todas las otras puertas de esclusas tenían caminos por donde los peatones podían caminar sin peligro.  Las de Gatún y Pedro Miguel eran frecuentemente utilizadas por el ejército para pasar caballos.  Por ahí lo hizo, utilizando el “ferryboat”.

Al hacer el cruce del canal, Mancha dio señas de estar sentido en una pata trasera.  Al examinársele, se comprobó que había un corte profundo bajo la cuartilla.  Como al llegar a Gallard el caballo estaba muy rengo, aceptó Tschiffely la hospitalidad del cuartel, permaneciendo allí hasta que Mancha curó.

Con cinchas y estribos nuevos, con alforjas nuevas también y con herraduras relucientes en sus cabalgaduras, el viaje se reinició hacia el oeste, ahora rumbo a Santiago.  Desde ahí pasaron a David y luego a Concepción, para entrar en la zona de los bosques conocidos como el “laberinto verde”.  De esta travesía escribió luego el viajero, con singular patetismo la matanza de los monos, episodio que lo hizo sentir un criminal común por haber participado de él y que lo alejó del típico plato de “mono adobado” que le ofrecieron luego.  Alejarse, claro, hasta que sintió apetito y se lanzó desaforadamente a comer monos, como jamás soñó hacerlo…

San Salvador y Guatemala fueron sucesivos mojones al cabo de meses de marcha.  En esta última, un clavo mal puesto en una herradura de Gato, le provocó un agudo abceso.  Y en Tapachulá, repetidas coces dadas por una mula atada a su lado, le dejó una rodilla imposibilitada para continuar la marcha.  Tschiffely le curó durante un mes, y al cabo se había puesto tan grave que alguien que lo vio, habló de sacrificarlo.  Inmediatamente se comunicó con la Embajada argentina en México y valiéndose de ella, lo envió por tren, continuando solamente con Mancha, que durante días lanzó lamentos por su compañero ausente, muy similares a los que éste había emitido, cuando el tren se puso en marcha camino a ciudad de México.

Para suplir la ausencia de Gato, Tschiffely adquirió dos caballos, los que luego regaló a un guía, antes de llegar a la capital azteca.  Y tras los últimos hitos, que fueron Tehuantepec y Oaxaca, entre las ciudades más importantes, llegaron a ciudad de México.

En México contrajo la fiebre malaria y después de ponerse bien y recorrer varias leguas, un fotógrafo le adelantó una gratísima sorpresa.  Montado en Mancha, no reparó en la multitud que se había dado cita para recibirlo y abriendo el círculo que formaba la gente, corrió hasta dar con un viejo conocido… Era Gato.

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Tschiffely olvidó todos los agasajos en su honor y corrió a abrazarse al cuello del “amigo”, frotándole la frente, tal como lo había hecho durante interminables kilómetros.  Cuando Gato vio a Mancha, lanzó un relincho bajo, abrió sus fosas nasales y movió un poco el belfo superior.  Los dos caballos se unieron, en tanto Tschiffely comprobó que el accidente no le había dejado marca alguna.

La travesía mexicana duró algunas semanas y al cabo de ellas cruzó el puente internacional de Laredo, encaminándose hacia los Estados Unidos.  Los “tres amigos” recorrieron casi al trote Texas, Oklahoma y los Ozarks hasta St. Louis. Allí dejó nuevamente a Gato, dado que era imposible viajar con dos caballos por carreteras de intenso tránsito.  El noble Gato quedó esta vez en poder de un hombre rico y muy afecto a los caballos.

Después de cruzar el río Misisipi, siguieron por Indianápolis, Columbia a través de las montañas Blue Ridge y las llanuras de Cumberland, hasta que una aparición en el horizonte, hizo despertar a Tschiffely de su largo y fatigoso sueño de más de dos años.  Allí, muy cerca, se alzaba la cúpula del Capitolio de Washington.

La idea primitiva del esforzado raidista fue concluir su peregrinaje en Nueva York, pero luego de experimentar dos accidentes con automóviles en los caminos de Washington, donde permaneció unas semanas, resolvió dar por concluida allí su aventura.  Embarcó a Mancha hacia Nueva York y ambos hicieron la travesía en ferryboat.  El caballo quedó alojado en Fort Jay, en Governor’s Island y el jinete aceptó la invitación del Club del Ejército y de la Armada, instalándose allí.  Días después fue recibido en el municipio neoyorkino por el alcalde Jimmy Walker, quien le confirió la medalla de la Ciudad de Nueva York, en una ceremonia a la que asistió el embajador argentino, doctor Manuel E. Malbrán.

“Decidí abandonar una lucha tan despareja con la naturaleza, renunciar al raid y desaparecer, irme a cualquier parte aceptando la razón y los pronósticos de mi fracaso. Pero en esos momentos recordé al doctor Octavio Peró, del que había aceptado una amistad incondicional y al cual había prometido llegar a Nueva York o quedar en el camino, recordé a La Nación, que seguía en sus crónicas la trayectoria de mi raid, comprometiéndose con su apoyo moral y sobreponiéndose a todas las ironías y a las mofas con que acogió mi propósito la mayoría de los periódicos, recordé a Emilio Solanet que me regaló los caballos y que me dijo: Si usted no afloja, mis criollos llegan. Y con todo este bagaje auspicioso de cariño y con la fuerza que desde Buenos Aires me enviaban mis amigos, sentí como si una voz me dijera: Seguí, gringo, levantate. Y seguí, seguí enfermo. Como hipnotizado veía a Nueva York y mis nobles caballos me siguieron”.

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Entrada a New York con la celeste y blanca en el pecho

Y Aimé Félix Tschiffely llegó un día a la Gran Manzana. Fue el 22 de setiembre de 1928; es decir 3 años, 4 meses y 6 días después de su partida. Y lo hizo tras recorrer 21.500 kilómetros marchando a un promedio de 46,2 kilómetros por día y descansando en 504 etapas diferentes.
Pero Félix no llegó a tierra norteamericana con sus dos amigos, ya que el pobre “Gato” tuvo que quedarse varado en México al ser lastimado por la coz de una mula.
Por eso al entrar en Nueva York triunfantes por la Quinta Avenida, el tráfico paró en homenaje al jinete y su caballo, a aquellos amigos que habían recorrido las tres Américas cubriendo una superficie que ningún conquistador español siquiera imaginó. La gente se detuvo en honor a ese animal blanco de manchas oscuras y a ese hombre que llevaba una escarapela celeste y blanca desconocida en el pecho; en honor a ese dúo tan particular que ahora atravesaba la arteria más importante de Manhattan rumbo al Palacio Municipal. Allí los recibió el alcalde Mayor Walker, quien ante el Embajador argentino (el doctor Manuel Malbrán) le entregó a Aimé Félix la Medalla de Oro de la ciudad y desde entonces, desde aquel 20 de septiembre, en toda la Argentina se celebra el Día Nacional del Caballo.

En el lomo habían quedado más de 1200 días y sus respectivas noches; 20 naciones atravesadas y un derrotero digno de su sangre, de su raza. Criollo y argentino, Mancha se abrió paso con moño celeste y blanco sobre su pecho, la condecoración de una hazaña cumplida. Esa que también reclamaba su merecido y triunfal regreso, ocurrido un 19 de diciembre de 1928: “Ahí están Gato y Mancha. Han sufrido más este regreso por mar, que en el largo e inacabable viaje por tierra. ¡Pobrecitos! Me ofrecieron una pequeña fortuna por ellos en los Estados Unidos, pero no los quise vender. Hay una cuestión de moral que es superior a los dólares. Ellos debían ser también partícipes de este homenaje y el descanso que se merecen, deben tenerlo aquí, en la Argentina” ¿Qué cómo habría de titular el diario Crítica estas declaraciones? “¡Tschiffely: mozo jinetazo, ahijuna!”.

Luego de los agasajos que le brindaron en Nueva York, Tschiffely se dirigió en busca de Mancha y posteriormente de Gato que estaba en St. Louis, permitiendo que ambos ejemplares fueran exhibidos durante diez días en la Exposición Internacional de Caballos, que se realizó en el Madison Square Garden.

De regreso a Washington, el presidente Calvin Coolidge le confirió el honor de recibirlo en la Casa Blanca.  En su transcurso, le felicitó por el buen éxito de tan singular hazaña y el dejó en manos del primer ciudadano estadounidense unas hermosas boleadoras en nombre del Club de Oficiales Retirados del Ejército y la Armada argentinos.

La fortuita causa de ser invitado por la Sociedad Geográfica Nacional (National Geographic) para pronunciar una conferencia en Washington sobre su viaje, salvó la vida de Tschiffely, Gato y Mancha.  Puesto que al demorarse la partida hacia Buenos Aires, despreció tomar pasaje en el “Vestris”, que días más tarde provocara con su naufragio, la muerte de más de cien personas.

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Por un momento dejamos las andanzas del “gaucho” Tschiffely en Estados Unidos, para explicar cómo se recibió la noticia en nuestro país.  En sus ejemplares del jueves 30 de agosto de 1928, “Crítica” titulaba: “Mancha y Gato han terminado su viaje”.  Y en la misma edición del “Tábano”, en la cual se comentaba que el doctor Marcelino Ugarte volvía a alejarse de la política, por prescripción médica; que en el Teatro Nuevo de la calle Corrientes (Actualmente en dicho predio se halla el Teatro Gral. San Martín), Roberto Casaux ofrecía el estreno de “No se jubile, Don Pancho” y que Pascual Contursi había sido internado de gravedad en un sanatorio metropolitano, en esa misma edición, pudo leerse: “Tschiffely dijo al llegar, una sentencia que fue definitiva: Sólo el caballo criollo podía resistir esta prueba”.

Las declaraciones de Timoteo Usher, vocal de la Asociación de Criadores de Criollo, se publicaron al día siguiente:

“El caballo criollo come cualquier clase de pasto, no necesita de granos seleccionados como los caballos extranjeros y resiste sin cuidados las amenazas del campo.  Tschiffely lo ha demostrado con las descripciones que nos hace de sus largas incursiones por insanos lodazales, el accidentado cruce de los ríos, las terribles odiseas por los bosques tropicales, el ataque de insectos dañinos, la potencia del sol meridional y el frío atenaceante de las cumbres andinas.  Todo coopera a darnos la sensación de la heroica hazaña”.

El 1º de diciembre de 1928, los “tres camaradas” embarcaron en el paquebote “Pan America”, de la línea Munson –hubo una deferencia especial hacia ellos y por primera vez viajaron animales en el paquebote- rumbo a Buenos Aires. Tocaron Río, Santos y Montevideo en sucesivas escalas, hasta que por fin, el miércoles 19 de setiembre, a las 12.30 hs, el poco público que se congregó en la Dársena Norte de nuestro puerto, pudo vitorear el nombre de Tschiffely, cuando éste asomó sobre la planchada del “Pan America”.  Lidia M. Schneider, admirable jinete de aquellos años, se adelantó para entregarle un ramo de flores.  Seguidamente una comisión de la Sociedad Rural Argentina y otra de la Sociedad de Retirados del Ejército le testimoniaron su admiración:

“Si me dieran mil millones no vuelvo a repetir el viaje.  He recorrido unas 10.000 millas.  Se sufre enormemente debido a la falta de alimentación y a los pésimos alimentos que uno encuentra en el trayecto.  Yo tengo el estómago deshecho. Gato y Mancha no tienen vejiguillas ni sobrehuesos.  Este triunfo es de la capacidad del caballo criollo y también, si se me permite, el del carácter”, expuso en breve reportaje.  Luego prosiguió diciendo:

“Soy cervecero, es decir de la patria chica de Victorio Cámpolo, de Quilmes.  Estoy sumamente satisfecho, aunque a veces, pienso si no sería todo un sueño, dada la diversidad de impresiones que he recogido durante el raid.  Ahí están Gato y Mancha.  Han sufrido más este regreso por mar, que en el largo e inacabable viaje por tierra.  ¡Pobrecitos!  Me ofrecieron una pequeña fortuna por ellos en los Estados Unidos, pero no los quise vender.  Hay una cuestión de moral que es superior a los dólares.  Ellos debían ser también partícipes de este homenaje y el descanso que se merecen, deben tenerlo aquí, en la Argentina”.  Cómo no iba a titular “Crítica” estas declaraciones: “¡Tschiffely: mozo jinetazo, ahijuna!”.

En cuanto terminaron las recepciones oficiales y amistosas, el doctor Emilio Solanet llevó a los caballos a sus pagos de Ayacucho.  Alguien propuso dejarlos en el Jardín Zoológico de la Capital, donde la gente pudiera desfilar ante ellos, pero Tschiffely se opuso, considerando que era mucho mejor y más humanitario, permitirles que pasaran los últimos años de vida en “El Cardal”.  Y allí marcharon, donde permanecieron el resto de sus vidas. Mancha y Gato dirían adiós a los 40 y 36 años de edad, respectivamente. Aunque con un pasaje a la inmortalidad bien ganado. Sus cuerpos, hoy embalsamados, pueden visitarse en el Museo de Transportes del Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo, en la ciudad de Luján. Sí, sí. Recuerda bien, allí donde recaló un famoso virrey en fuga. Sólo que Gato y Mancha lejos han estado de cobardía alguna. Lo suyo ha sido la valentía, ese designio de sangre criolla que han cumplido con creces

Aimé Tschiffely partió poco después para Europa y luego de recorrerla en todas direcciones, escribió varios libros.

El 21 de diciembre de 1933 se casó con Violeta Hume, nacida en Buenos Aires, de ascendencia escocesa-francesa, gran música.  “Un día – dice Tschiffly- Robert Cunninghame Graham me la presentó en una fiesta, habían sido amigos durante muchos años”.

Llegó a convertirse en autor de éxito, fueron obras suyas: “De Tschiffely Ride or The Ride o Cruz del Sur a la Estrella Polar” (1933); “Brida Caminos: la historia de un viaje a través de la Inglaterra rural”  (1936) Viaja a través de Gran Bretaña a caballo, una mirada poética a una Gran Bretaña desaparecida; “Don Roberto: La vida de R B Cuninghame Graham” (1937); “Coricancha (jardín de oro) Descubrimiento del Perú y de la conquista del imperio Inca” (1943); “Este camino hacia el sur”  (1945), narra el viaje en coche hasta la Tierra del Fuego y el emotivo reencuentro con sus dos caballos Mancha y Gato; “Ming y Ping” (1948); “La historia de dos caballos” (1949). La historia del viaje desde el punto de vista de sus dos caballos, Mancha y Gato. “Matt Cass - la historia de un hombre del norte” (1953); “Bohemia Junction”(1951). Una biografía de 40 años de viajes y aventuras; Ronda y cerca de España” (1952)

Volvió a la Argentina luego de 18 años de ausencia y una de sus primeras visitas la hizo a la estancia “El Cardal”.  No es difícil de imaginar el nudo en la garganta que habrá experimentado el suizo al llegar hasta Ayacucho, ese nudo que le ataba en la voz el miedo y la esperanza. Entonces Félix se baja en la entrada de “El Cardal”, ve la llanura infinita y desde la tranquera y como si llamara a fantasmas, lanza un silbido, el mismo con el que los llamaba a sus potros que pastaban en la madrugada para seguir viaje rumbo a Nueva York. Y hete aquí que a los pocos segundos y como desprendidos de la nada o de algún pedazo del horizonte que no es la región borrosa del olvido, se le acercaron al trote dos siluetas de caballos que luego empezaron a correr hacia el jinete: eran “Gato” y “Mancha” que iban al encuentro de su querido amigo. Aquellos nobles animales después de muchísimos años no lo habían olvidado.

Fue la última vez que se vieron, porque al poco tiempo el “gaucho Tschiffely” regresó a Europa.  En la segunda guerra mundial fue voluntario de la defensa y luchó en Londres.  Cuando cesó la contienda, se fue a una casita de las afueras de la ciudad y allí escribió dos libros más: el relato de su aventura por América y una biografía de su amigo Robert Cunninghan Graham, “don Roberto”, como lo llamaban cariñosamente los paisanos, otro enamorado de esta tierra, cuyo cariño por ella le llevó a escribir sobre la Argentina páginas llenas de vida y colorido.  El mismo Cunningham que después de varias décadas de ausencia quiso conocer a Gato y a Mancha y que viajó hasta “su querencia”, como solía llamar cariñosamente a la Argentina, trayendo desde Escocia dos bolsitas de avena.  La muerte lo sorprendió aquí y al ser conducidos sus restos a bordo para ser repatriados, Gato y Mancha lo acompañaron.  Desde entonces, descansa en la abadía de Menteith.

AIMÉ TSCHIFFELY, MANCHA Y GATO ¡Hazaña! De Buenos Aires a Nueva York a caballo
Gato murió en 1944, a los 35 años de edad.  Mancha lo sobrevivió tres años más, hasta el 24 de diciembre de 1947.  Los dos “amigos” de Tschiffely están ahora en el Pabellón de Transportes del Museo de Luján. Gato conserva la montura de aquella memorable travesía y mancha los arreos de carga.  A ambos lados de la vitrina que los guarda, puede leerse: “Gato y Mancha – Estos famosos caballos criollos, realizaron en 1925 la memorable marcha Buenos Aires-Nueva York.”

El doctor Emilio Solanet ordenó su embalsamamiento, tarea que efectuó el taxidermista del Museo de la Plata, doctor Ernesto Echevarría con su ayudante Emilio Risso.  Frente a la enorme vitrina que los expone hoy a la admiración del público, se observa un óleo de Luis Cordiviola, reproduciendo sus figuras en el medio de la pampa.

El 5 de enero de 1954, un cable trajo la noticia desde Europa: “En una clínica londinense, víctima de una afección renal, murió Aimé Tschiffely”.  En efecto, diez días antes de la Navidad de 1953, Aimé Tschiffely se dirigió al hospital de Mile End en Londres para realizarse una intervención quirúrgica menor, muriendo inesperadamente debido a una complicación surgida durante la operación.  Inmediatamente se integró una comisión con Carlos A. Hogan, entonces ministro de Agricultura y Ganadería de la nación, el Dr. Antonio J. Benítez, presidente de la Cámara de Diputados y los señores Luis Lacey, Justo P. Sáenz y Emilio Solanet, para lograr que sus cenizas reposaran en la Argentina.  Sus deudos aceptaron el ofrecimiento y el 13 de noviembre de ese mismo año, la urna pequeña, portadora de las cenizas, de aquel suizo enamorado de nuestras pampas, marchó por las calles de Buenos Aires en ancas de un caballo gateado, llevado de tiro por el jinete Jorge Molina Salas.

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La caravana encabezada por el teniente 1º Tiburcio Aldao, e integrada por motociclistas del cuerpo de cadetes de la Escuela de Policía, cadetes del Colegio Militar, charanga de la policía montada, abanderado con su escolta, paisanos con lanzas de caña tacuara en la diestra, la comitiva oficial a caballo, representantes de clubes hípicos, miembros de agrupaciones tradicionalistas, jinetes y motociclistas de la sección Tránsito, partió desde la plaza Intendente Seeber, en el parque Tres de Febrero, tomando por avenida del Libertador hasta Junín y desde allí se dirigió hacia la Recoleta.

Un toque de atención llamó a silencio, y el ministro Hogan dijo entre otras cosas: “..El dilatado y dificultoso peregrinaje de Tschiffely, montado indistintamente en esos dos caballos criollos, tuvo, además, otra característica que se ha señalado y exaltado con justicia.  Aquella proeza sirvió para demostrar las condiciones inigualables de resistencia, sobriedad y adaptación que distinguen a esa raza equina, protagonistas principales, con su jinete, de tan extraordinaria hazaña, como lo fueron en la gran aventura de la conquista, en las luchas de la emancipación y en las campañas del desierto…”.

Tras los discursos se hizo un breve silencio frente a la tumba, donde formaron guardia de honor los Granaderos a caballo y luego se depositó la urna, colocándose una placa.

Dice Hernán Ceres: “Cada vez que las circunstancias me llevan al viejo cementerio de la Recoleta, me detengo frente al sitio donde descansa de sus largos viajes Aimé Félix Tschiffely..  Mientras pienso en la grandeza de su hazaña, me parece oír desde lejos frases de una composición de Cunningham Graham, idealizando un paraíso equino, en donde los “tres amigos” han vuelto a reunirse y “…donde todo será dulce, sano e inocente, para que a la sombra de algún celestial ombú, frondoso y ancho, en las horas de la siesta dormiten juntos y de cuando en cuando comenten –porque entonces habrá caído la barrera del lenguaje- los incidentes de su azaroso viaje por el suelo de las Tres Américas”.

Las cenizas de Tschiffely permanecieron en el cementerio de la Recoleta hasta 1998, cuando fueron llevadas a “El Cardal” y depositadas en un sencillo monumento.  Y allí descansan los tres, juntos otra vez, seguramente imaginando nuevos viajes.

Día Nacional del Caballo

En 1999 el Congreso de la Nación Argentina aprobó una ley declarando Día Nacional del Caballo cada 20 de setiembre, en conmemoración a la histórica jornada del año 1828 en que Tschiffely, arribó a la ciudad de Nueva York, dando fin a su increíble travesía.

Hoy, se encuentran embalsamados, en exposición en el Museo de Lujan. Aimé Félix Tschiffely murió el 5 de enero de 1954 y su último viaje lo realizó el 22 de Febrero de 1998, cuando sus cenizas abandonaron el cementerio de la Recoleta y fueron sepultadas en el campo que su amigo Solanet tenía en Ayacucho. Su libro mas famoso fue Tschiffely's Ride (1933), en cual escribe sus aventuras para llegar a los Estados Unidos, por tierra.

En conmemoración de la fecha en que los nobles caballos Mancha y Gato , entraron en la Ciudad de Nueva York, el Honorable Senado de la Nación Argentina y la Cámara de diputados, han designado el día 20 de septiembre de cada año como el Día Nacional del Caballo . Y finalmente, otro dato que se suma a la historia, es que en el Museo Almirante Brown hay un libro que lleva la firma de Emilio Solanet, y que está dedicado a esa institución cultural quilmeña.

Fuente
Affolter, Benno – Sitio oficial de Aimé Tschiffely
Ceres, Hernán – De Palermo a la Casa Blanca.
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Fernández Alt, Mariano – Tschifelly, Mancha y Gato: Tres amigos inseparables.
Portal www.revisionistas.com.ar
Todo es Historia – Año III, Nº 25, Mayo de 1969.
Tschiffely, Aimé Félix – Long Rider
Affolter, Benno  Tschiffely Biografía. Suiza 
 http://www.thelongridersguild.com/Heroes.htm
 http://www.aimetschiffely.org/welcome.htm
 http://www.abchoy.com.a


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