lunes, 25 de enero de 2016

FUERTE SANCTI SPIRITU “LA PRIMERA POBLACIÓN ESPAÑOLA LEVANTADA EN EL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO”

FUERTE SANCTI SPIRITU
“LA PRIMERA POBLACIÓN ESPAÑOLA LEVANTADA EN EL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO”


FUERTE SANCTI SPIRITU “LA PRIMERA POBLACIÓN ESPAÑOLA LEVANTADA EN EL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO”

Fue la primera población en tierra argentina, fundada por Sebastián Caboto en 1526; diez años antes que Pedro de Mendoza fundara Buenos Aires. Fue un poblado esforzado y valiente que finalmente sucumbió –como también Buenos Aires- ante el ataque de los aborígenes.
Cuando los reyes de España firman en 1514 con Juan Díaz de Solís una capitulación para recorrer las costas de América en dirección al sud, lo hacen con la intención de encontrar un paso que comunicara los océanos Atlántico y Pacífico. Ninguna expedición había recorrido antes las regiones de nuestro Río de la Plata. El viaje de Solís estuvo rodeado del más estricto secreto para impedir que la noticia llegase a conocimiento del rey de Portugal que en virtud de acuerdos celebrados podía pedir la inmediata suspensión del mismo. (1)
Díaz de Solís parte de San Lúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515. Lo hace en dos naos de apenas treinta toneladas y otra mayor de sesenta. Lo acompañan en total sesenta hombres. Tras un viaje de itinerario incierto, las tres pequeñas naves se encuentran navegando ya en aguas de nuestro río Paraná, más precisamente en la embocadura del Paraná Guazú, en los primeros días del mes de febrero de 1516, cuatro meses después de la partida. (2)
En ese mismo mes costea la desembocadura del río Uruguay y llega hasta la isla de Martín García, donde desembarca para enterrar allí a un marinero de ese nombre. Luego se dirige a las márgenes del Uruguay y desembarca con una canoa en compañía de dos delegados del rey, tres marineros y un grumete llamado Francisco del Puerto, primero de los tres náufragos que habrá de jugar un papel fundamental en nuestro relato. Apenas tocan tierra son salvajemente atacados por indios guaraníes. Sin nada poder hacer por ellos, los españoles contemplan horrorizados desde las carabelas como son muertos, despedazados y comidos por los indígenas, con excepción del grumete que es llevado prisionero.
La muerte de Solís impuso el inmediato regreso a España de la expedición. Pero cuando están frente a Brasil, antes de poner proa definitiva en procura del cruce del océano, una de las carabelas naufraga el mes de abril en Los Patos, frente a la isla Santa Catalina, quedando en tierra 18 hombres. Los náufragos tuvieron suerte varia. Siete de ellos se fueron por la costa, hacia el norte, y cayeron en poder de los portugueses. Uno –Alejo García- atraído por las fantásticas noticias que los indígenas daban sobre la existencia de un imperio fabulosamente rico en dirección al oeste, se puso a la cabeza de varios centenares de ellos y en compañía de cuatro de los náufragos parte en busca del Imperio del Rey Blanco y de la Sierra de la Plata, en un viaje épico, verdaderamente extraordinario. Los seis restantes quedaron en Los Patos. Cuatro de éstos murieron y finalmente los dos restantes –Enrique Montes y Melchor Ramírez- habrán de ser también protagonistas decisivos de lo que narraremos.
La expedición de Sebastián Caboto
Once largos años habrían de transcurrir en las desoladas costas antes que otra armada española se presentara en el río de Solís. El paso entre ambos océanos había sido descubierto por fin por Magallanes en 1520 y por allí habría de pasar Sebastián Caboto de acuerdo a la capitulación celebrada con el rey Carlos V para llegar hasta “las tierras de Maluco y las otras islas y tierras de Tarsis y Ofir y el Catayo Oriental y Cipango”.
Después de muy prolongados preparativos, la armada de Caboto partió finalmente de San Lúcar el 3 de abril de 1526. Componían la expedición algo más de 200 hombres, repartidos en tres naos (Santa María de la Concepción, Santa María del Espinar y la Trinidad) y una carabela. Se trataba de una expedición muy bien provista en gente y materiales. Venían hombres de armas, calafates, carpinteros, alguaciles, cirujanos, lombarderos, herreros, veedores de los armadores y no menos de 50 tripulantes en carácter de marineros, pajes, criados y grumetes. También la integraba un “clérigo de la armada”, un escribano de la armada, un tesorero y tres contadores.
El capitán general era Sebastián Caboto, quien ejercía en ese momento el cargo más alto en España en esta materia: piloto mayor del rey, algo así como un Jefe del Estado Mayor General de la Armada de nuestros días. Hijo de navegantes, se consideraba a sí mismo como veneciano. “Delgado, con una barba blanca, en punta, que le cubría el pecho, siempre vestido de negro, parecía mago… Había vivido largos años en Inglaterra, en España y otros países, intimando con reyes, navegantes, aventureros, cosmógrafos y astrólogos. Hablaba, como si hubiera sido su idioma, el inglés, el italiano, el genovés, el portugués. Entendía la jerga de los marineros levantinos, el griego y el latín”. (3) Tenía corresponsales en todas las naciones que lo informaban prolijamente de las expediciones y de los secretos de las cortes. Verdadero hombre de ciencia de la época, todo lo lograba con audacia o con prudencia.
El 20 de octubre estaban frente a Santa Catalina. Y dos días después aparece una canoa indígena al costado de la nave capitana trayendo a bordo a Enrique Montes, nuestro conocido náufrago de la expedición de Díaz de Solís. Pocas horas más tarde, el mismo día, subía también Melchor Ramírez, su compañero. ¡Enorme alborozo de los náufragos! Pero no menor el de Caboto ante la narración que hacían. “Nunca hombres fueron tan bienaventurados como los de esta arma –decía llorando Montes- que hay tanta plata y oro en el río de Solís que todos serían ricos”. Porque bastaba subir por un río Paraná arriba y otros que a él vienen a dar y que iban a confinar con una sierra para “cargar las naves con oro y plata”.
Sin embargo surge la oposición de Miguel de Rodas (piloto mayor de la nave capitana), Francisco Rojas (capitán de La Trinidad) y Martín Méndez (sustituto de Caboto en la propia capitanía general), lo que se resuelve con el desembarco de los tres y su abandono en las solitarias costas. No sin que antes debieran soportar la pérdida de una de las naves y una grave epidemia que retuvo a la armada, detenida en el lugar otros cuatro meses. Soplan por fin vientos tan favorables que al cabo de seis días de partir de Santa Catalina se enfrentan con la desembocadura del río de Solís. Allí fondea Caboto en un nuevo compás de premonitoria espera. Hasta que se presenta en el lugar el tercer náufrago de Solís, Francisco del Puerto, quien no solamente ya hablaba con fluidez los idiomas aborígenes sino que confirma ampliamente a Caboto hacia dónde debían dirigirse para llegar a las sierras “donde comenzaban las minas de plata y oro”.
Caboto dispone que dos de las naves queden sobre el río Uruguay, en la desembocadura del arroyo San Salvador, a cargo de Antón Grajeda, maestre de la nave capitana, con treinta hombres, y él parte con otras dos en busca del lugar que habría de llevarlo al encuentro de las soñadas riquezas. Penetra por el Paraná de las Palmas y llega a la desembocadura del río Carcarañá. “Este es el río que desciende de las sierras”, es el dato exacto que da Francisco del Puerto de acuerdo a los informes recogidos entre los indígenas. Era el 27 de mayo de 1527. Y allí desembarca Caboto y su gente, salvo Grajeda y quienes con él quedaron en San Salvador.
Europa ya tenía algunas noticias acerca del imperio inca y sus riquezas, y Caboto, también había recogido informes muy precisos, que lo certificaban.
De las serranías cordobesas descienden cinco ríos principales hacia la llanura, que quien sabe por qué razones se conocen por su orden numérico. Los ríos Primero y Segundo desembocan en la laguna de Mar Chiquita. El Tercero o Carcarañá es el único que llega hasta el Paraná. El Cuarto se pierde en grandes bañados después de La Carlota y en tiempos muy lluviosos vuelve a aparecer para unirse al Tercero, todavía en la provincia de Córdoba, a la altura de Saladillo. El Quinto se pierde al sur de la provincia. El Tercero es el más caudaloso de los cinco: lo forman cinco afluentes que se unen –como los cinco dedos de una mano- casi en un mismo lugar, donde actualmente está el Embalse de Río Tercero.
Atraviesa la Sierra de los Cóndores al salir del Embalse y entra directamente en la llanura cordobesa para atravesar después la llanura santafesina desembocando en el preciso lugar en el que el cauce del río Paraná cruza de costa, por decir así. Hasta allí el cauce principal del Paraná corre recostado sobre las costas correntina y entrerriana. Pero desde Diamante se dirige en diagonal hacia las provincias de Santa Fe y Buenos Aires. En el lugar de desembocadura del Carcarañá desemboca también, viniendo directamente del norte, el llamado río Coronda, uno de los tantos aunque caudalosos brazos menores del mismo Paraná.
Ese río Coronda, profundo, de corriente mansa, de unos 100 metros de ancho, fue el preferido durante todo el tiempo de la colonia –y aún mucho después- para llegar hasta la ciudad de Santa Fe. Con el nombre de “fortaleza de Caboto”, “real” o “real de Caboto” o con las denominaciones de “rincón de Caboto”, “fuerte Sancti Spiritu”, y directamente “Sancti Spiritu”, sobre la margen derecha del Carcarañá, figuró desde entonces en todos los mapas que fueron publicándose. Después de la destrucción y abandono del lugar por parte de la expedición de Caboto, nunca más intentó reconstruirse. Tampoco se instaló en el lugar mismo ninguna población durante la conquista. Y lo particularmente curioso es que ha merecido escasísima atención por parte de historiadores.
FUERTE SANCTI SPIRITU “LA PRIMERA POBLACIÓN ESPAÑOLA LEVANTADA EN EL ACTUAL TERRITORIO ARGENTINO”
Inmediatamente después de instalado, Caboto convocó a todos los indios de la comarca; les hizo conocer su voluntad de “pacificación de la tierra” y llegó a un acuerdo con ellos. Los querandíes suministrarían carne (venado, avestruces, guanacos o llamas); los timbúes, pescado y grasa de pescado; los carcaraes, calabazas, habas y abatí. Retribuyó con equidad las prestaciones de los indígenas delegando en Enrique Montes la provisión del material de intercambio: tijeras, cuchillos, hachuelas, punzones, hilo, paño, agujas y sobre todo anzuelos de tamaño diverso y en cantidad (4), no olvidando a las indias, que recibían espejos y adornos.
La presencia de Caboto en el lugar era clandestina. Estaba impedido, por consiguiente de “fundar”. Sin embargo procedió a hacer “repartimientos de tierras y heredades y cortijos, se hicieron sementeras de pan y se estuvieron allí edificando y labrando y sembrando tiempo de tres años”. (5) Las jóvenes indias no tardaron en formar familia con muchos de los expedicionarios y se procedió a construir para su alojamiento no menos de veinte viviendas con troncos, barro y paja, es decir, los típicos ranchos que se hacen en las islas y las costas del Paraná. Y a los seis meses de formaba la aldea tuvo finalmente su recinto fortificado: entre todos se excavó un foso, con la tierra extraída se levantó un muro y se instalaron allí construcciones para enseres, víveres, etc., recinto que estaba defendido con más de una docena de piezas de artillería.
Desde muy temprano los hombres se dirigían a atender los sembradíos. Otros recorrían los espineles, se refaccionaron las embarcaciones, se construyeron otras menores, se mantenían en buenas condiciones las armas de fuego. Un día se encontraron 52 granos de trigo y algunos de cebada en el fondo de las naves. Se los sembró y con gran alborozo se celebró una cosecha que llenó de asombro a todos; siembra que se repitió nuevamente cuando llegó el tiempo. Así transcurrió la vida del pequeño pueblo, en perfecta paz, durante casi dos años y medio. Sancti Spiritu fue, pues, la primera auténtica población de nuestro territorio. Allí se produjo el nacimiento de la nueva raza con la unión de indias y españoles, allí se sembró sistemáticamente donde después habría de convertirse en una de las zonas agrícolas más importantes del mundo, allí se celebró misa todas las semanas en la cámara donde vivía Caboto.
Las rígidas normas de disciplina impuestas por Caboto desde el comienzo en el establecimiento apuntaban a un primordial objetivo: establecer normas leales de convivencia con los indígenas amigos y mantenerlas a toda costa. Fuese quien fuese el perturbador –español o nativo- lo pagaría caro. Esta política de recíproca confianza y de firme ejemplo, dio sus frutos. La vida transcurría plácidamente y sin zozobras.
A fines del invierno, y una vez reunida toda su gente en Sancti Spiritu, Caboto despachó exploradores para averiguar si era posible llegar por tierra a las sierras. Estaban ya listos para partir cuando los querandíes le informaron que el viaje era en ese momento imposible “porque le dijeron en ocho jornadas no hallarían agua”. (6)
Procedió entonces a hacer construir un bergantín y partió con él y una galera el 23 de diciembre, con 130 hombres, siete meses después de haberse instalado en Sancti Spiritu.
La empresa de remontar el Paraná resultó ardua y penosa. Faltó comida, debían navegar muy lentamente a la sirga por falta de viento, se vieron duramente hostilizados por los indígenas. Hasta que en las cercanías del Bermejo fueron víctimas de una celada por parte de los chandules, parcialidad guaraní, quienes contando con la increíble complicidad de Francisco del Puerto, atacaron al bergantín matando 18 hombres, entre ellos a Miguel Ríos, sucesor de Caboto y veedor de los armadores en la nave capitana. En vista de la hostilidad circundante Caboto decide regresar a Sancti Spiritu cuando corría ya el mes de mayo de 1528. Había bajado muchas leguas cuando ante el asombro general se vieron asomar dos velas que iban remontando el río: pertenecían a la armada de Diego García de Moguer. Este había llegado a principios de 1528 al Río de la Plata. Su capitulación con el rey le permitía entrar en la región. Mientras se hallaba navegando por el río Paraná, se encontró de pronto con el fuerte Sancti Spiritu. Sorprendido y a la vez indignado, le ordenó al capitán Gregorio Caro que abandonase el lugar, dado que esa era conquista que sólo a él le pertenecía por haber sido designado por España para explorar esas tierras. Pero accediendo a los ruegos de Caro y su gente para que fuese en auxilio de Caboto, García prosiguió aguas arriba y entre las actuales localidades de Goya y Bella Vista se encontraron.
El enfrentamiento entre Caboto y García fue poco cordial. Pero al cabo de ciertos “debates y requerimientos” y teniendo en cuenta el ensoberbecimiento de los chandules ante su victoria, que ambos se encontraban sin provisiones y que Sancti Spiritu no se hallaba lejos, acordaron unirse y bajar a la fortaleza, construir una media docena de bergantines y subir enseguida unidos para continuar la exploración del río.
Nuevamente y durante varios meses la vida volvió a discurrir cómoda y tranquila en el Carcarañá con el alegre zumbido de las sierras, el tableteo de los martillos, la paciencia de los calafates, en la tarea de construir los bergantines. Aunque Caboto no vaciló en imponer toda su disciplina a los hombres de García: les impedía salir a pescar o que tuviesen un comportamiento inadecuado con los indígenas. Llegó incluso a emplazarles la artillería cuando quisieron salir con sus propias canoas.
Pero ni Caboto se había desviado de su periplo a las Molucas ni García se apartaba del Paraná por insignificantes razones: el hechizo del oro y de la plata en cantidades de fantasía los mantenía en continuo deslumbramiento.
Finalmente cuatro bergantines de Caboto y tres de García parten el mes de diciembre. Pero pocos días antes de partir Caboto lleva adelante otro proyecto, largamente madurado desde su arribo al Carcarañá: autoriza al más importante de sus hombres de armas, el capitán Francisco César, para emprender una expedición por tierra para ir en procura de las sierras y de sus minas. ¿No descendía el Carcarañá de las montañas? ¿No habían establecido el fuerte precisamente allí por esa razón? César inicia la expedición en compañía de 14 hombres sin siquiera remotamente sospechar que esa expedición de ida y vuelta hasta las sierras de Córdoba bordando el río Carcarañá habrá de convertirse en causa de fabuloso mito y su nombre habrá de permanecer asociado para siempre a una de las más bellas leyendas de la conquista de América. (7)
La segunda expedición por el Paraná fue breve y desalentadora. Pronto reciben noticias que los chandules esperaban el momento propicio para asaltar simultáneamente a Sancti Spiritu y a las embarcaciones en cuanto desembarcaran en cualquier lugar. Al cabo de sesenta días entre ida y vuelta, Caboto y García fondean nuevamente sus embarcaciones frente al fuerte. Y ocho días después, con siete de sus compañeros aparece Francisco César con noticias que despiertan el loco entusiasmo de todos los expedicionarios.
El objetivo largamente soñado estaba logrado: las famosas sierras existían. Uno de los compañeros de César manifiesta a Caboto que “habían visto grandes riquezas de oro y plata y piedras preciosas”. César muestra asimismo algunas muestras de oro. Antonio Serrano describe que César llegó a las nacientes del río en Calamuchita, siguió luego por alguno de sus afluentes, cruzó las Sierras de los Comechingones –que separan a Córdoba de San Luis– y llegó hasta el Valle de Conlara. Caboto escribe a Antón Grajeda informándole sobre las buenas nuevas traídas por César, diciéndole que está dispuesto a partir enseguida hacia las minas recomendándole que tuviera cuidado de que las naves permaneciesen a buen resguardo durante su ausencia. Pero el propio Grajeda –que hasta entonces había permanecido quieto en San Salvador, en una especie de apoyo logístico con hombres y naves en la desembocadura del Plata- le contestó que esta vez no quería quedarse sin tomar participación en el proyectado viaje.
Se celebra una amplia junta donde cambian opiniones Caboto, García y todos los oficiales, donde se decide que ambos capitanes se trasladen a San Salvador llevando la galera y los bergantines para dejarlos bajo la inmediata vigilancia de Grajeda. De esta manera la guarnición que quedaría a cargo del fuerte estaría libre del problema de defender las embarcaciones. Estamos ya en el mes de febrero de 1529. De aquí el mes de setiembre se desencadena una serie de acontecimientos que van adquiriendo cada vez mayor gravedad y que culmina con la abierta hostilidad de los guaraníes.
Gregorio Caro habría de declarar después que el verdadero propósito del viaje de Caboto a San Salvador tenía por principal objetivo hacer un escarmiento a los guaraníes. En tal sentido ya había encargado a Antonio Montoya, contador de La Trinidad, que con un bergantín cumpliese la misión de convocar a la guerra a los timbúes y caracaraes, misión que se preparó y cumplió exitosamente. Pero la decisión de los guaraníes –conocida ya cuando Caboto y García fueron advertidos en su segundo viaje por el Paraná- era no menos resuelta y definitiva.
En cierto modo el conflicto estaba declarado. Resuelto el viaje a San Salvador, Caboto despachó adelante a Montoya a cargo de uno de los bergantines y a Juan de Junco, tesorero de la Santa María del Espinar y séptimo en el orden de sucesión de mando de Caboto, con una barca y un bergantín pequeño de los de García. A unas 15 leguas de la fortaleza aguas abajo, vieron muchos indios en un rancho y con deseos de “tomar lengua” se acercaron a la orilla y como notaran que huían temieron que hubiesen cometido “alguna ruindad”. Bajó a tierra Montoya con dos hombres y se encontró con una caja escondida entre las malezas, las ropas y los restos de tres españoles despedazados que se supo después iban de San Salvador al fuerte, dos de los de Caboto y uno de García. Atento a lo que pasaba, Montoya despachó inmediatamente dos hombres a Sancti Spiritu para que manifestasen a Caboto lo que estaba ocurriendo.
En vista de esta noticia se decidió en el fuerte disponer medidas contundentes. Se acordó dar un asalto a ranchos indígenas de las islas vecinas para lo cual se comisionó al capitán Caro, quien sin vacilar mató a cien de ellos y se llevó prisioneros a mujeres y niños. Y al haberse escapado algunos indios que también habían sido hechos prisioneros volvieron a salir, mandados ya en persona por Caboto y García, en cuatro bergantines y con ochenta hombres, y mataron los que pudieron en la isla que está enfrente del fuerte, río Coronda por medio.
Los caciques cuyas mujeres y niños estaban prisioneros en el fuerte se presentaron ante Caboto en solicitud para que pusiese en libertad a sus familiares. Caboto, a quien su política de apaciguamiento y entendimiento ya se le iba de las manos, les habló largamente, ofreció mantener buenas relaciones como las que antes habían tenido con el fuerte y concluyó finalmente por entregarles mujeres e hijos. Pero los indios –que eran precisamente los que traían todos los días las provisiones de pescado- no aparecieron al día siguiente ni aparecieron más. Finalmente unos ocho días antes de que Caboto se dirigiera a San Salvador, al ver pasar al cacique Yaguarí en una canoa por el río y al no presentarse rápidamente a su llamado, lo hizo traer, le asestó un bofetón y dejó que uno de los marineros, Nicolás de Nápoles, le asestara una cuchillada.
Es en estas dramáticas circunstancias que Caboto emprende su viaje a San Salvador con 100 hombres, llevando la galera y tres bergantines, uno de los cuales con la proa en tierra y semi hundido. No bien salido recibe alarmantes noticias sobre la decisión inminente de los guaraníes de incendiar y destruir el fuerte. Caboto, sin embargo, confiando en las decisiones que había tomado antes de partir, y en las órdenes estrictas que había dejado para prevenir el hecho, decide seguir adelante. La suerte estaba echada.
Fresca noche de setiembre. El cirujano Pedro maestre acompañaba al sargento mayor Juan de Cienfuegos en la ronda más difícil de la noche: la del cuarto del alba. Faltaba todavía largo rato para amanecer. Todo estaba en orden. Pedro Maestre hizo una recorrida y echó una mirada al dormido capitán Caro ¿Qué le hubiera costado ceder? Todos sabían perfectamente que el mayor peligro que el fuerte podía correr provenía del incendio por hallarse sus ranchos cubiertos con paja ¿Por qué no aceptó la idea de destecharlo todo? ¿Por qué no aceptó hacer una tapia en medio de la fortaleza y trasladar allí las viviendas de los soldados, cubriendo algunas con barro y dejando a todas descubiertas por el momento? “Parecerían así camarillas de mujeres de mal vivir”, fue la descomedida respuesta. Todo se podía haber hecho.
Pedro Maestre se había retirado a su rancho, fuera del recinto, cuando una infernal gritería lo sorprendió junto al fuego tostando abatí, preocupado por haber levantado la ronda antes de tiempo. Cuando Juan de Cienfuegos dio la alarma ya los indígenas estaban frente al fuerte con las antorchas encendidas. Caro y sus hombres sintieron el griterío pero la casa donde dormían ya estaba ardiendo. Sin vacilar les hizo frente, con mucha fortuna inicial, pero cuando advirtió que sólo cinco o seis lo acompañaban, emprendió la retirada y se lanzó corriendo hacia la barranca, saltó a la playa y escapó a los bergantines.
Alonso Peraza, alguacil mayor de la armada con cuatro o cinco hombres, oponía firme resistencia por su lado, desde el bergantín varado en el Carcarañá que otros tantos trataban de echar al río. Advirtió que los indios estaban ya casi sin flechas y valientemente se lanzó de nuevo a tierra a combatir. Al verlo, hicieron lo mismo varios del bergantín donde había subido Caro.
El incendio iluminaba la costa y el río. Más lejos, grandes lenguas de fuego señalaban los lugares donde estaban ubicadas las casas fuera del recinto. Más y más indígenas aparecían de todas partes. El clérigo García venía corriendo hacia la costa con una espada en la mano y el otro brazo envuelto para la pelea en una manta a cuadros. Llamó a los gritos a Caro, increpándolo para que descendiera y presentara lucha. Pero en vano. Herido de un flechazo en el pecho siguió peleando y se abrió camino procurando salvar a su paje pero finalmente no tuvo más remedio que echarse al río.
Mientras tanto Peraza y unos treinta hombres continuaban pujando desesperadamente por echar al agua el bergantín varado. Pedro Maestre, herido de tres flechazos, continuaba combatiendo a su lado hasta que vio caer apaleados a varios de sus compañeros.
El bergantín de Caro estaba ya colmado de gente. Estaba apenas a quince metros de la costa pero comenzaba ya a ser llevado por la corriente aguas abajo. El joven Alonso de Santa Cruz, entonces de veinte años, que habría de ser con el tiempo famoso cosmógrafo del rey, autor de una obra sobre islas y con cuyo consejo y datos habría de contribuir a la gran obra de su amigo Fernández de Oviedo (8), avanzó lentamente hacia el bergantín creyendo que no lo alcanzaba, hasta que logró aferrarse a su borda cuando el agua le cubría la garganta. Alvar Núñez de Balboa, hermano del descubridor del Océano Pacífico, que desde hacía varios meses permanecía en el fuerte por haberse quebrado una pierna, había llegado penosamente hasta la orilla y desde allí fue auxiliado para llegar hasta el bergantín. Fue de los últimos en subir.
La terrible y desigual lucha iba cesando en la misma medida en que crecía el furor de las llamas y los gritos de los indígenas. Los que estaban junto al bergantín varado se habían echado al agua. Varios cruzaron a nado el Carcarañá y una vez del otro lado fueron corriendo después por la costa, aguas abajo, dando gritos al bergantín de Caro durante más de dos leguas hasta que consiguieron llegar a él. No así el alférez Gaspar de Rivas, recomendado por el rey para integrar la armada, enfermo, que quedó rezagado y fue alcanzado y muerto por los indios. Los heridos fueron rematados en el mismo lugar donde eran encontrados por los indígenas.
Así se perdió Sancti Spiritu con treinta hombres de los que lo guarnecían, todos los rescates y muchas armas, excepción hecha de las piezas de artillería que los indios no quisieron o no pudieron llevarse. Algunos días después, encontrándose Caboto ocupando todos sus hombres en San Salvador en el arreglo de las embarcaciones, vieron llegar el bergantín “con obra de cincuenta hombres, todos desnudos y sin armas”. (9)
Caboto pensaba permanecer muy poco tiempo en San Salvador; el necesario para dejar las naves a buen resguardo. Cuando vio llegar la barca con los fugitivos de Sancti Spiritu se puso inmediatamente en marcha en compañía de García con dos embarcaciones, con la esperanza de poder prestar algún socorro a la gente que hubiese podido quedar en alguno de los otros dos bergantines. Cuando legó sólo pudo certificar que todos sus hombres habían muerto y “hechos tantos pedazos que no les podía conocer”. Los bergantines hundidos, perdidos. Se limitó a recoger las piezas de artillería y volvió a San Salvador, para luego dejar definitivamente el río de Solís. Volvió a España en julio de 1530, donde fue objeto de todo tipo de acusaciones, y fue enjuiciado por la Corona por haber torcido el rumbo. Pero el mito de la expedición del capitán César y sus compañeros ya tenía vida y nombre propio: de su apellido derivó aquello de la Ciudad de los Césares.
Referencias
(1) Juan Díaz de Solís, biografía de José Toribio Medina, tal como consta en las instrucciones dadas a Solís (Tomo II, Págs. 133/142).
(2) Solís lo llamó Río de Santa María. Posteriormente algunos geógrafos lo designaron con nombres indígenas (Schoner en 1523 y Maiollo en 1527). Un mapa publicado en Weimar lo llama Río de Jordán. Pero generalmente se lo conoció por años como Río de Solís hasta la firma de la capitulación con Pedro de Mendoza, último documento en que aparece con ese nombre.
(3) Enrique de Gandia – De la Torre del Oro a las Indias, páginas 62/64.
(4) Medina, J. Toribio – El veneciano Sebastián Caboto al servicio de los reyes de España, Chile (1908).
(5) J. R. Báez – La primera colonia agrohispana en el Río de la Plata, Tomo XI.
(6) Carta de Luis Ramírez, integrante de la expedición de Caboto.
(7) La Ciudad de los Césares, persistente mito argentino, por Marisa Sylvester. Todo es Historia, Nº 8, diciembre de 1967.
(8) Historia general y natural de las Indias, 12 tomos.
(9) José T. Medina – Obra citada.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
Portal www.revisionistas.com.ar
Serrano, Antonio – Los comechingones – Universidad Nacional de Córdoba (1945)
Sylvester, Hugo L. – La increíble historia de Sancti Spiritu.
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar


sábado, 23 de enero de 2016

CORNELIO SAAVEDRA RELATÓ ASÍ LO SUCEDIDO DURANTE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

CORNELIO SAAVEDRA RELATÓ ASÍ LO SUCEDIDO DURANTE LA REVOLUCIÓN DE MAYO


CORNELIO SAAVEDRA


En el libro Estampas del pasado 1, de José Luis Busaniche, editorial Hyspamérica, edición 1971 se lee el siguiente relato de los hechos atribuido a Cornelio Saavedra

HOMBRES Y SUCESOS DE LA EMANCIPACIÓN EL 24 Y 25 DE MAYO DE 1810

El 24, procedió el Cabildo al nombramiento de vocales de que se debía componer la junta de Gobierno de estas provincias y las que comprendía la dilatada extensión del Virreinato. El doctor don Juan Nepomuceno Sola, don José Santos Inchaurregui, el doctor don Juan José Castelli y yo, fuimos los electos en aquel día; y para la presidencia, el mismo don Baltazar Hidalgo de Cisneros; se recibió esta junta el mismo día 24 a la tarde El 24 principió sus sesiones y nada se hizo en ellas que mereciese la atención. El 25 volvió a aparecer, de un modo bastante público, el descontento del pueblo con ella; no se quería que Cisneros fuera el presidente ni por esta cualidad darle el mando de las armas, ni a los vocales Sola e Inchaurregui, por sus notorias adhesiones a los españoles.
Todo aquel día fue de debates en las diferentes reuniones que se hacían y particularmente en los cuarteles. A1 fin, el día 25, quedó también disuelta esta Junta y yo fuí el que dijo a Cisneros que era necesario se quedase sin la presidencia, porqúe el pueblo así lo quería; a lo que también él allanó sin dificultad. Reunido éste en la plaza, aquel mismo día, procedió por sí al nombramiento de la junta, que estaba resuelto se estableciese en los acuerdos anteriores y recayó éste en las personas de don Manuel Belgrano, el doctor Juan José Castelli, el doctor don Manuel Alberti, don Juan Larrea, don Domingo Matheu y yo, que quisieron fuese el presidente de ella y comandante de las armas. Con las más repetidas instancias, solicité, al tiempo del recibimiento, se me excusase de aquel nuevo empleo, no sólo por la falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque, habiendo tan públicamente dado la cara en la revolución de aquellos días, no quería se creyese había tenido el particular interés de adquirir empleos v honores por aquel medio.
A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fué uno de los que me persuadieron aceptase dicho nombramiento por dar gusto al pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia v fuí recibido de Presidente v Vocal de la Excelentísima Junta, prestando con los demás señores ya dichos, el juramento de estilo en la sala capitular, lo que se verificó el 25 de mayo de 1810, el que prestaron igualmente los doctores don Juan José Paso y donMariano Moreno, que fueron nombrados secretarios para dicha junta. Por política fué preciso cubrirla con el manto del señor Fernando VII, a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias v mandatos.
La destitución del virrey y creación consiguiente de un nuevo gobierno americano, fué a todas luces el golpe que derribó el dominio que los reyes de España habían ejercido en cerca de 300 años en esta parte del mundo, por el injusto derecho de conquista; y sin justicia no se puede negar esta gloria a los que, por libertarla del pesado yugo que la oprimía, hicimos un formal abandono de nuestras vidas, de nuestras familias e finte. reses, arrostrando los riesgos a que con aquel hecho quedamos expuestos. Nosotros solos, sin precedente combinación con los pueblos del interior, mandados por jefes españoles que tenían influjo decidido en ellos, confiados en nuestras pocas fuerzas y su bien acreditado valor, y en que la misma justicia de la causa de la libertad americana, le acarrearía en todas partes prosélitos y defensores, nosotros solos, digo tuvimos la gloria de emprender tan abultada obra. Ella, por descontado, alarmó al cúmulo de españoles que había en Buenos Aires y en todo el resto de las provincias, a los gobernadores y jefes de lo interior y a todos los empleados por el rey, que preveían llegado el término del predominio que ellos les daban entre los americanos.
En el mismo Buenos Aires, no faltaron hijos suyos que miraron con tedio nuestra empresa: unos la creían inverificable por el poder de los españoles; otros la graduaban de locura y delirio de cabezas desorganizadas; otros, en fin, y eran los más piadosos, nos miraban con compasión, no dudando que en breves días seríamos víctimas del poder y furor español, en castigo de nuestra rebelión e infidelidad contra el legítimo soberano, dueño y señor de la América y de las vidas y haciendas de todos sus hijos y habitantes, pues hasta estas calidades atribuían al rey en su fanatismo. ¿Será creíble que al fin éstos han salido más bien parados que no pocos de nosotros? Pues así sucedió. No pocos de los que en el año 10 y sus inmediatos eran, o fríos espectadores de aquellos sucesos, o enemigos de aquellas empresas y proyectos de la libertad e independencia, cuando vieron que el fiel de la balanza se inclinaba en favor de ellos, principiaron también a manifestarse patriotas y defensores de la causa y por estos medios han conseguido reportar el fruto de nuestras fatigas, mientras algunos de mis compañeros de aquel tiempo, y las familias de los que han muerto, sufren como yo, no pocas indigencias, en la edad menos a propósito para soportarlas o repararlas con nuestro trabajo persona.
Sin embargo, ellos y yo, en el seno de nuestras escaseces, y desde el silencio de nuestro abandono y retiro, damos gracias al Todopoderoso por haber alcanzado a ver realizada nuestra obra y a la América toda independiente del dominio español. Quiera él mismo también la veamos libre del incendio de pasiones y facciones que en toda ella han resultado en estos últimos años . .
CORNELIO DE SAAVEDRA (1)
(Museo Histórico Nacional, Memorias y Autobiografías.)
(1) CORNELIO DE SAAVEDRA. Precursor de la independencia y presidente de la Primera Junta Gubernativa. Nació en Potosí, en 1761 ; murió en 1829, en Buenos Aires. Después de la Reconquista fué jefe del regimiento de Patricios y en 1809 (1º de enero) desbarató el plan de los españoles para eliminar al Virrey Liniers de la escena política. Su voto arrastró la mayoría en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810, y su actitud como militar decidió el movimiento revolucionario del 26. Sufrió las consecuencias de la revolución del 6 y 6 de abril de 1811, siendo objeto de persecuciones y vejámenes injustos. Vivió confinado hasta 1816 en que fué reintegrado a su rango militar, desempeñando la jefatura del estado mayor del ejército. Se 'retiró poco después y vivió oscuramente dedicado a trabajos de campo. En 1831, el gobierno de Buenos Aires decretó un monumento a la memoria de Saavedra en el cementerio del Norte



CARMEN FUNES DE CAMPOS: "LA PASTO VERDE"

CARMEN FUNES DE CAMPOS: 
"LA PASTO VERDE"


CARMEN FUNES DE CAMPOS:  "LA PASTO VERDE"

Retrato de Carmen Funes - La Pasto Verde  
Autor: Jorge González
(*).  


Cantinera de las fuerzas nacionales que llevaron a cabo la conquista del desierto y poblaron los confines del país. Acompañó a su marido en la guerra del Paraguay y después se sumó a las columnas que arrojaron a los indios de sus posesiones.

Participó en las fundaciones de Carhué, Puán y Trenque Lauquen, fortines que darían origen a nuevas poblaciones. Se estableció en Neuquén, adonde la llevara la campaña del general Julio A.Roca, y allí murió en 1917. Sus cenizas reposan en Plaza Huincul. 

Las mujeres como ella fueron retratadas por escritores que reconstruyeron la epopeya del desierto, en reconocimiento por su labor abnegada, pero "La Pasto Verde", apodo con que era conocida, fue objeto de un especial homenaje, que puntualiza cuánto de sacrificadas tuvieron esas vidas; a fines de 1965 las autoridades, instituciones y pueblo de Neuquén se congregaron junto a un monolito y descubrieron una placa recordatoria de la humilde mujer que representa a todas las cantineras, fortineras y también soldados femeninos de la conquista del desierto".El monolito se encuentra a la vera de la Ruta 22, donde también existe ahora su museo. Allí élla atendía una pulpería en el medio de una de las rutas de entonces, y allí fue conocida por mucha gente, por su hermosura, por su alegría y por su atención, y también por sus ansias de ayudar a quien lo necesitara.
El apodo de "La Pasto Verde" en realidad, es un halagador cumplido, y bastante excepcional. Las mujeres en la milicia que acompañaban a las tropas recibían apodos, siempre ingeniosos pero generalmente despectivos. 
El apodo de "La Pasto Verde" en realidad, es un halagador cumplido, y bastante excepcional. Las mujeres en la milicia que acompañaban a las tropas recibían apodos, siempre ingeniosos pero generalmente despectivos.
La Pasto Verde, posee una connotación fuertemente placentera. A los ojos de un paisano de aquellos tiempos y lugares, es todo un homenaje admirado, desde la mentalidad de un criollo que siempre tiene conciencia de la escasez de comida fresca y agua para sí y los animales. Era una mujer vigorosa, ágil, servicial y alegre, decidora cordial y afable , la “fortinera” era un paso obligado a quien tanto la historia como los pobladores recuerdan con cariño y respeto con el nombre de “La Pasto Verde” por su belleza juvenil y así calificada por los parroquianos de la época. 

El apodo de "La Pasto Verde" en realidad, es un halagador cumplido, y bastante excepcional. Las mujeres en la milicia que acompañaban a las tropas recibían apodos, siempre ingeniosos pero generalmente despectivos.
Falleció en Plaza Huincul en 1917.
"La Pasto Verde"
(Marcelo Berbel - por Jorge Cafrune)

Aguada de los recuerdos, lejanos
Tapera de un dulce ayer, 
Tiempo de la "Pasto verde", 

Zamba del coraje hecho mujer. 

Tiempo de la "Pasto verde", 
Zamba del coraje hecho mujer. 
Brava gaucha en los fortines, sureños, 
Bella flor del jarillal, 
Mil soldados te quisieron, 
Pero la tierra te quiso más. 

Sobre la reja, entre las piedras 
Donde duerme tu voz, 
Mi guitarra lloró. 
Sola, esta zambita por las noches 
Quiere darte luz, 
Porque le duele que digan 
Que el criollo neuquino te olvido.
Quién te llamó "Pasto verde", fresquita 
Tal vez tu aroma sintió, 
Poema de los desiertos, 
Versos de un coplero que pasó. 

Quizás hablen de tus años, de moza,
La aguada, el grillo, el zampal,
Años de lanza y romance,
Sangre que secó el viento al pasar.

Fuentes:

- Lily Sosa de Newton. "Diccionario bibliográfico de mujeres argentinas"
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar

La Pasto Verde y el petróleo

Cuando el autor de “La Pasto Verde”, Marcelo Berbel habla sobre la venganza de doña Carmen Funes, seguramente se debe referir a que jamás se mencionó su nombre como la responsable del descubrimiento de petróleo en lo que es hoy Plaza Huincul. Su rancho de adobe se encontraba a un costado de la ruta 22 en Neuquén. Una acequia cercana le proveía de agua y esta cada día venía con olor más fuerte. Ninguno de los distintos remedios empleados para hacerla bebible daba resultado y el olor persistía. De modo que cada viajero que pasaba por la posta se llevaba en la memoria las quejas de la Pasto Verde por el agua con olor a querosén.    
Tanto insistió con el tema que el Ministro de Agricultura de la Nación decidió mandar técnicos a revisar la zona. Doña Carmen los guió en sus exploraciones. Se cree que los albergó en su caso y les facilitó la tarea al conocer ampliamente el lugar. El doctor Keidel como encargado decidió hacer las primeras perforaciones y es allí en el pozo número 1, donde brotó la sangre negra de la tierra. ¡Petróleo!!. La cuenca neuquina comenzaba a desangrarse. 

YPF no le pagó a doña Carmen los servicios prestados y su nombre jamás apareció en las conmemoraciones como precursora de la industria petrolera en esa región. Su sobrenombre, se piensa, se lo dieron los milicos fortineros allá por el 1879, cuando su donosura desafiaba al mismo viento, año y señor de la zona. Entró a Neuquén desde Mendoza, casada con un soldado fortinero chileno, apellidado Campos. Supo de la lucha del cuartel, pero sus veinte años tenían la fuerza para soportar los embates del destino. Allá por 1960 se le hizo un homenaje, se levantó un monolito, cerca de la tumba enmarcada por las cuatro rejas. Una simple rosa roja fue el anónimo homenaje a su memoria, cuyos pétalos, fueron rápidamente deshojándose en la arena.

Graciela Arancibia


El sepulcro y las ruinas de los ranchos de doña Carmen Funes, "La "Pasto Verde", ya son lugar histórico nacional desde el 14 de Diciembre dbre 2012. La norma establece que el sector –situado al ingreso a Plaza Huincul por la Ruta Nacional 22– debe ser conservado y mantenido como lugar histórico.
(Autora del Proyecto Alicia Comelli)
(*) Gentileza de Graciela Ojeda de Carlo. 



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INCURSIÓN A LA BATERÍA DE LA ISLA DE RATAS

INCURSIÓN A LA BATERÍA DE LA ISLA DE RATAS

INCURSIÓN A LA BATERÍA DE LA ISLA DE RATAS


Después de Trafalgar en 1805 y posteriormente sobre finales de ese año en la Batalla de Austerlitz, Napoleón Bonaparte dominaba toda Europa con la excepción de España, la que invade en 1808.  Allí coloca a su hermano José como rey y mantiene en solapado cautiverio al Rey de España e Indias Fernando VII.  Ante la ausencia del legítimo rey y el apresamiento de sus hermanos -a excepción de la Infanta Carlota Joaquina que estaba casada con el Príncipe Juan de Portugal y vivían en Río de Janeiro– gobernaba un Consejo de Regencia que estaba integrado por cinco miembros. Al principio gobernó desde Sevilla y luego se trasladó a Cádiz.

En todo el Reino de Indias (América), se inician Juntas en las distintas ciudades del continente, que decidirían desde el 21 de setiembre de 1808 (Cabildo Abierto de Montevideo) el destino de los habitantes de estas tierras.  El 25 de mayo de 1810 en la Junta de Buenos Aires se jura lealtad a Fernando VII y se subroga al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, que respondía al Consejo de Regencia. Desde el 21 de junio comienzan las acciones militares entre “Juntistas” y “Regentistas”.  El Gral. Manuel Belgrano marcha al frente del Ejército Auxiliador a poner el orden en el Paraguay.  El Cap. de Blandengues José Artigas combate a los Juntistas, y en febrero de 1811 llega a la Colonia del Sacramento donde se encontraba el Gobernador de la Plaza, Brigadier Vicente María Muesas, a quien se da presente.  El Brigadier Muesas, desaira al Capitán de Blandengues, enviándolo a alojarse fuera de los muros de la ciudad.  Surge un inconveniente menor con un integrante de la Compañía de Artigas que genera una discusión entre el Gobernador y el Capitán.  El cura de Colonia, Dr. José María Enríquez Peña y uno de sus Tenientes, Rafael Hortiguera, incitan a su Comandante a cruzar el Río de la Plata.  El 15 de febrero ellos y seis hombres más llegan a Buenos Aires y se ponen a orden de la Junta.  Artigas es ascendido a Teniente Coronel y comisionado a cruzar a la Banda Oriental para así pasar a pelear contra los Regentistas.  Cruza el Río Uruguay con 164 hombres a la altura del Arroyo de la China (cercanías de Concepción del Uruguay) y se dirige hacia Mercedes.  Allí, el 11 de abril, se une al Ejército del Gral. Belgrano que volvía derrotado del Paraguay y se produce la Proclama de Mercedes, continuando el avance hacia el Real de San Felipe y Santiago, por parte del Ejército del Gral. José Rondeau.  El 24 de abril se produce el combate de San José, donde su primo Manuel Antonio cae herido, muriendo un mes después.  El 18 de mayo tiene lugar la Batalla de Las Piedras y el 20 de ese mes se inicia el sitio de Montevideo.  Artigas asciende a Coronel y pasa a ser el Jefe de las Milicias Orientales que acampan en las cercanías del Parque de los Aliados.  Rondeau ubica su Cuartel General en Arroyo Seco.  Comienza el asedio a la fortificación con piezas de artillería, con el propósito de hostigar y debilitar las murallas de la ciudad fuerte.  Tengamos en cuenta que Montevideo era una ciudad completamente amurallada con muros de granito gris de nueve metros de altura y seis de ancho y cincuenta bocas de fuego.  Tenía una ciudadela con cuatro bastiones, circundada por un foso.

INCURSIÓN A LA BATERÍA DE LA ISLA DE RATAS
Al mermar la reserva de pólvora del ejército sitiador se propone realizar una incursión a la batería de la Isla de Ratas.  Es ahí que se ofrecen voluntarios y se selecciona el personal de distintas unidades, entre ellas el Regimiento de Patricios, los Granaderos de Fernando VII, el Regimiento 3º “Arribeños”, el Regimiento de Pardos y Morenos Patricios, el Regimiento de Dragones de la Patria y Artilleros.  El Comandante de la tropa era el Capitán Juan José Quesada y el encargado de las embarcaciones y de la navegación era Pablo Zufriategui.  La expedición estaba prevista que partiera el 13 de julio a bordo de unos botes de los pescadores del Arroyo Miguelete.  Esa noche se produce una gran tempestad y el Gral. Rondeau cancela la misión.

De la fragata Efigenia anclada en la bahía, a causa de la tormenta se desprenden dos botes, uno de ellos de veintidós remos que llegan a las costas a la altura del Arroyo Seco.  Desde allí son trasladados en carretas hasta la Casa de las Filipinas en las cercanías de la desembocadura del Arroyo Miguelete  Se fija la misión para la madrugada del 15 de julio. Parten desde la Cala del Sastre (aproximadamente a la altura de la actual Plaza Capurro) con las dos embarcaciones de referencia y el mayor de los botes de los pescadores.  Antes de arribar a la Isla son detectados por un centinela quien les pregunta el santo y seña.  Los incursores asaltan la costa, dan muerte de un tiro al centinela y el Comandante de la Plaza (Capitán Francisco Ruiz), que sale de su alojamiento con una mecha encendida para dar la alarma del cañón y una pistola en la otra mano, corre la misma suerte.  El resto de los efectivos se rinden sin ofrecer resistencia.  Allí son tomados -ante la poca capacidad de los botes- siete prisioneros, veinte quintales de pólvora, armamentos y correajes.  Son inutilizados los diez cañones que allí estaban emplazados.  A las cinco de la madrugada la expedición retorna a la costa, encabezados por Quesada y Zufriategui siendo recibidos por el propio Gral. Rondeau con dianas e himnos a la Patria.

Las consecuencias de esta acción son de tremenda importancia, puesto que desarticulan el sistema defensivo de la bahía de Montevideo; integrado por la Fortaleza del Cerro, Batería de la Isla de Ratas y el Fuerte San José del Real de San Felipe y Santiago (actualmente Playa de Contenedores del Puerto), causan bajas enemigas, capturan prisioneros, armamento, municiones, pólvora, destruyen las piezas de artillería y  afectan la moral de los defensores; permitiendo con su acción enérgica, continuar el asedio a la Plaza.

Fuente
Díaz Buschiazzo, Cap. Marcelo – Acciones Militares del Cuerpo de Patricios de Buenos Aires en la Banda Oriental (1807-1811) – Tradinco – Montevideo (2007).


Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar

viernes, 22 de enero de 2016

LA ADMIRACION QUE BELGRANO SENTÍA POR SAN MARTÍN MANIFESTADA EN UNA CARTA QUE LE ENVIÓ CON MOTIVO DE LA VICTORIA DE MAIPÚ

LA ADMIRACION QUE BELGRANO SENTÍA POR SAN MARTÍN MANIFESTADA EN UNA CARTA QUE LE ENVIÓ CON MOTIVO DE LA VICTORIA DE MAIPÚ

LA ADMIRACION QUE BELGRANO SENTÍA POR SAN MARTÍN

El día 20 de abril de 1818, al conocer la victoria de Maipú, el General don Manuel Belgrano escribió una carta al Jefe del Ejército Unido, General don José Francisco de San Martín, expresándole sus congratulaciones por el éxito de aquella jornada tan trascendente para la causa de la emancipación americana. En ella le expresaba:
“Excelentísimo señor, nunca se manifiesta el sol con más brillantez y alegría que después de una tormenta furiosa; el azaroso acontecimiento del 19 de marzo en los campos de Talca le dio palpablemente el último grado de importancia e inmortalidad al venturoso 5 de abril en los de Maipú [...]; Al enemigo fascinado con aquel, no le ocurrió, por lo visto, que aún existía el general San Martín y que capaz de transmitir su heroísmo al último de sus subalternos, haría prodigios aún con la espada al cuello. [...] la nación en masa, entrando yo en parte, elevará en el centro de su corazón el monumento de eterna gratitud que inmortalice al héroe de los Andes. [...] Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Manuel Belgrano. Tucumán, 20 de abril de 1818.”

Fuente: http://ejercitonacional.blogspot.com.ar/2011/04/carta-de-belgrano-san-martin-con-motivo.html


EL TAMBOR DE TACUARÍ NIÑO HEROICO

EL TAMBOR DE TACUARÍ NIÑO HEROICO

EL TAMBOR DE TACUARÍ NIÑO HEROICO


En la batalla de Tacuarí, el 9 de marzo de 1811, entre el ejercito de Belgrano se destaca la actuación de un niño conocido con el nombre de "Tambor de Tacuarí", que es el símbolo del heroísmo de la niñez en las gestas de la Patria. 

El 9 de marzo está señalado, en los calendarios escolares, como día de recordación del niño héroe. Artistas plásticos, escultores y poetas argentinos se han inspirado en "El Tambor de Tacuarí". 

Edmundo Serpa en "Historia de los Cuatro Siglos de Corrientes", dice que el niño se llamaba Pedro Ríos y contaba con sólo 12 años de edad cuando se incorporó al Ejército Libertador de Belgrano en su campaña a Paraguay. 

Juan C. Díaz Ocanto, miembro de la Asociación Belgraniana de Corrientes, arroja luz sobre este tema, concluyendo que el tamborcito había nacido en el establecimiento agropecuario "San Ignacio", Paraje Lomas de Verón, 1° sección del actual Departamento de Concepción de Yaguareté Corá, en la Pcia. de Corrientes. 

Su aceptación como bisoño miembro de un ejército estuvo condicionada a servir de "lazarillo" al Mayor Celestino Vidal. En valioso testimonio, el mismo Belgrano lo evoca junto a las "Niñas de Ayohuma", como el recuerdo más hermoso de su vida militar. En la plaza principal de Concepción se levanta un monumento en su memoria, réplica de la que se erige en el Colegio Militar. 

También en La Plata, en la plaza Máximo Paz, existe un monumento a este verdadero mártir inocente de la Campaña al Paraguay. 
Rafael Obligado le compone estas versos:

Es un grupo de argentinos
el que marcha a combatir;
es la Patria quien los mueve
y es Belgrano su adalid.
Con la bala y con la idea
traen de Mayo el boletín;
y las selvas paraguayas
van abriendo al porvenir,
mientras juega con sus chismes
el Tambor de Tacuarí.

Rompe el aire una descarga,
el cañón entra a crujir,
y un vibrante son de ataque
los empuja hacia la lid.
Bate el parche un pequeñuelo
que da saltos de arlequín,
que se ríe a carcajadas
si revienta algún fusil,
porque es niño como todos
el Tambor de Tacuarí.

Es horrible aquel encuentro:
cien luchando contra mil;
un pujante remolino
de humo y llamas truena allí.
Ya no ríe el pequeñuelo:
suelta un terno varonil,
echa su alma sobre el parche
y en redobles le hace hervir:
que es muñeca la muñeca
del Tambor de Tacuarí.

-¡Libertad! ¡Independencia!
parecía repetir
a los héroes de dos pueblos,
que entendiéndose por fin,
se abrazaron como hermanos;
y se cuenta que de allí.
Por América cundieron,
Hasta en Maipo, hasta en Junín,
Los redobles inmortales
Del Tambor de Tacuarí

Fuente: - www.lagazeta.com.ar

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LA FUNDACIÓN DEL FUERTE DE SAN RAFAEL, MENDOZA EL 2 DE ABRIL DE 1805

LA FUNDACIÓN DEL FUERTE DE SAN RAFAEL, MENDOZA EL 2 DE ABRIL DE 1805

FUERTE DE SAN RAFAEL, MENDOZA



La fundación del Fuerte de San Rafael, tiene sus raíces en 1776, con la misma creación del Virreinato del Río de la Plata. Este acontecimiento originó la separación de Cuyo de la gobernación de Chile. Al quedar desamparada la región cuyana por las largas distancias entre Mendoza y el gobierno metropolitano comenzó el hostigamiento de los indígenas.

Un año más tarde los indios habían hecho sus incursiones hasta sólo 20 leguas de la ciudad -aproximadamente 60 km. En sus travesías saquearon haciendas y mataron a muchos de los pobladores. La pequeña guarnición que existía en el fuerte de San Carlos fue diezmada por esos malones.

El Cabildo de Mendoza pidió una urgente respuesta al Virreinato ante la desesperada situación. Inmediatamente Buenos Aires envió pertrechos, tranquilizando de esta forma a los habitantes mendocinos.

El intrépido Amigorena

Tiempo después fue designado el Maestre de Campo José Francisco de Amigorena como comandante general de armas y éste decidió ir en busca de los indios para sorprenderlos en su territorio.

Así comenzó un período de expediciones hacia el Sur apoyadas por el fuerte de San Carlos que estaba a cargo de Francisco Esquivel Aldao.

Luego de estas incursiones, diferentes tribus firmaron varios tratados de paz.

Sobremonte, un pacificador

La participación como virrey del marqués de Sobremonte fue muy importante ya que revirtió poco a poco la situación. Tomó medidas en la organización de las milicias, en el reglamento de las fronteras, en la regularización de los sueldos atrasados a los soldados que peleaban en la frontera y realizó varios pactos con tribus para combatir a los Huiliches. Estas medidas contribuyeron plenamente al crecimiento del Valle de Uco y por supuesto a la expansión hacia el sur, precisamente hasta los ríos del Diamante y del Atuel.

Se inició la expedición

En enero de 1805 Sobremonte encargó, al comandante general de armas Faustino Ansay, enviar desde el fuerte de San Carlos una expedición al Sur. El contingente partió tiempo después, encabezados por el comandante de las milicias urbanas de Mendoza, sargento mayor Miguel Teles Meneses, el geógrafo José Sourriére de Souillac, el padre fray Francisco Inalicán y 100 soldados, con el objeto de fundar un nuevo fuerte entre los ríos mencionados.

Teles Meneses llegó a la confluencia del río Diamante en tierras pertenecientes al cacique Goico, quien era aliado y amigo. Allí el comandante convocó a 23 caciques y a 11 capitanejos pehuenches.

FUERTE DE SAN RAFAEL, MENDOZA
El 2 de abril se firmó un acta de parlamento que contenía varios artículos acordados entre las tribus y el jefe expedicionario Teles Meneses. Este último determinó el emplazamiento -cerca de la localidad de Negro Quemado- para la construcción de una fortificación. Inmediatamente los milicianos comenzaron a levantar el Fuerte compuesto de cimientos de piedra , murallas de adobe y tierra apisonada. También se cavaron los fosos para su defensa y se erigió un mirador sobre la entrada. El Fuerte fue bautizado con el nombre de San Rafael en honor al virrey Rafael de Sobremonte.

En los tiempos de la revolución de Mayo la Junta Gubernativa de las Provincias Unidas del Río de la Plata resolvió cambiarlo de ubicación a la actual Villa 25 de Mayo lugar donde hasta hoy perduran las ruinas originales de esa edificación.

El Fuerte de San Rafael constituyó un punto estratégico para el control de los avances de las tribus belicosas y se convirtió en la base para la expansión territorial hacia el sur.

Los que los construyeron

En el Archivo General de la Provincia se encuentra la lista de los 60 individuos que construyeron el Fuerte de San Rafael. En ella figuran entre otros el sargento Eduardo Ramírez, el cabo Manuel Godoy y los soldados Isidoro Quiroga, José Morales, José Astudillo, Manuel Araujo, Manuel Escudero, Isidro Reta y Lorenzo Arenas.

jueves, 21 de enero de 2016

¿DÓNDE ESTÁ LA TORRE DE BABEL?


¿DÓNDE ESTÁ LA TORRE DE BABEL?



¿DÓNDE ESTÁ LA TORRE DE BABEL?

Entre el siglo XVI y los inicios del siglo XX, numerosos viajeros y exploradores occidentales fueron a Mesopotamia y se esforzaron en localizar el famoso edificio. Algunos propusieron ubicarla en Afar Quf, al oeste de Bagdad, otros, en Borsippa, en las proximidades de Babilonia. Sólo las excavaciones arqueológicas permitirían establecer la verdad.

Las pruebas arqueológicas

En 1913, el arqueólogo alemán Robert Koldewey, descubrió finalmente la ubicación de la torre. Su base es un cuadrilátero de 91,55 m por lado. Su centro, que es la parte más antigua, está formado por un núcleo de ladrillos crudos, cuya altura fue aumentada en tiempos de Nabopolasar y Nabucodonosor y que fue cubierto de un nuevo paramento de ladrillos cocidos. Las excavaciones han dejado a la vista tres escaleras, dos laterales y una central; esta última perpendicular a la estructura del edificio.

El testimonio de los textos antiguos

Estas reseñas han sido apoyadas por textos antiguos, como el relato de Heródoto y sobre todo la tablilla llamada "del Esagil", conservada en París en el Museo del Louvre, copiada en el año 229 antes de nuestra era de un documento antiguo que describía el estado de la torre. De una altura de aproximadamente 90 m, el edificio piramidal tenía siete pisos, hechos de muros con resaltos, sin duda verticales. El último piso tenía instalaciones para el culto, adornadas con ladrillos esmaltados azules, imitando el color del cielo.

Un poco de historia

Definida como una escalera entre el cielo y la tierra, la Torre de Babel figura en el texto del Génesis, donde se relata que los hombres, reunidos en la llanura de Shinear, después del Diluvio, resolvieron levantar una torre gigantesca. Dios (Yahvé), al ver lo que intentaban, obstaculizó sus planes "confundiendo sus lenguas" de modo que los obreros no pudieran entenderse entre sí. Al quedar incapacitados de trabajar de común acuerdo, los constructores abandonaron la empresa y se dispersaron en diferentes direcciones. La torre inconclusa y la ciudad edificada en torno a ella se llamaban Babel o Babilonia.

La leyenda de la confusión de las lenguas

La leyenda de la confusión de las lenguas tiene un origen etimológico. El relator bíblico, que escribió posiblemente en tiempos del cautiverio de los israelitas en Babilonia, interpreta la palabra Babel en el sentido de "confusión", en este caso confusión de lenguas. Del mismo modo, los griegos, que no comprenden el lenguaje de los extranjeros y, en primer lugar de los persas, adoptan más tarde la costumbre de designarlos con el nombre peyorativo de "bárbaros". La repetición de la sílaba "ba" simboliza la desorganización aparente de los dialectos no griegos, cualesquiera que sean, con respecto a la rigurosa organización de la lengua de Homero. Aún en nuestros días, el lenguaje abundante y confuso de los niños se denomina "balbuceo" y se califica  como "bla bla". Pero la leyenda del castigo divino de la diversificación de las lenguas se inscribe igualmente en la nostalgia de una época de oro donde todos hablaban un lenguaje común que aseguraba la paz y la comprensión. Este sueño se revela en el relato cristiano de la glosolalia y de Pentecostés: San Pablo atribuye a los primeros cristianos la facultad de expresarse en una lengua distinta de la que hablaban comúnmente bajo el efecto de un trance místico, y los Hechos de los Apóstoles evocan el milagro de la venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, que da a los discípulos de Cristo el don de expresarse en lenguas o dialectos de otro modo desconocidos por ellos.
"Que su cúspide se eleve hasta el cielo"

Pero la leyenda de la torre reposa sobre una realidad. Existía en efecto en Babilonia una construcción de varios pisos, llamada zigurat de acuerdo al vocablo babilónico, de origen desconocido y que fue restaurada en tiempos de Nabopolasar (625-605 AC), fundador de la dinastía caldea. Esta construcción se llamaba Etmennanki, "la mansión de lo alto entre el cielo y la tierra". Una inscripción que data del tiempo de Nabopolasar señala: "Marduk (el gran dios de Babilonia) me ha ordenado colocar sólidamente las bases de la Etmenanki hasta alcanzar el mundo subterráneo y hacer de este modo que su cúspide llegue hasta el cielo". En otra inscripción, de los tiempos de Nabucodonosor, se precisa que la decoración de la cúspide estaba hecha de "ladrillos de esmalte azul brillante, es decir, adornada del color del cielo, perfectamente adaptado para dar la impresión de que el edificio se perdía en el azul infinito.

Un destino funesto

En el Génesis figura contrasentido cuando se dice que los constructores tenían malas intenciones. Sin embargo, aunque así hubiese sido, el relato bíblico mezcla además lo verdadero y lo falso. Según la leyenda, pueblos de distintas procedencias, que por lo tanto hablaban lenguas diferentes, trabajaron en la construcción del edificio. En otra parte, la inscripción de Nabucodonosor afirma. "A todos los pueblos de numerosas naciones yo los obligué a trabajar". Pero esta diversidad étnica no impidió el término de los trabajos. Sin embargo, efectivamente que un destino funesto se ensañó con la torre. Construida con esfuerzo, a lo largo de muchos reinados, sobrevivió poco tiempo. Babilonia, que cayó en 539 bajo la dominación persa, se rebeló en 482. Jerjes, que la puso nuevamente bajo su autoridad, tomó represalias que causaron serios daños al monumento. Un siglo y medio más tarde, en 331, Alejandro el Grande estableció su capital en Babilonia, y cuando vio la torre en ruinas, trató de restaurarla. Pero ello le demandó tanto trabajo, que renunció a su proyecto. A continuación, la torre sirvió de cantera a los constructores de los alrededores, que la redujeron a un montículo informe. Sobre ella se construyó un edificio y, cuando éste se desplomó, cubrió las ruinas de la torre inicial, escondiéndola por muchos siglos.

Artículo escrito Por Daniel Gustavo Adam


DOLORES CACUANGO LA REVOLTOSA MAMÁ DULU Heroína indígena de Ecuador

DOLORES CACUANGO LA REVOLTOSA MAMÁ DULU
Heroína indígena de Ecuador

DOLORES CACUANGO LA REVOLTOSA MAMÁ DULU


Nació en 1881 en Cayambe, Provincia de Pichincha. Le llaman “Mama Dulu”, fue líder indígena que dedicó su vida a defender el derecho a la tierra y a la lengua quichua para su pueblo.

Nunca fue a la escuela, el español aprendió en Quito cuando trabajó como empleada doméstica. Entre sus anécdotas, se cuenta que se aprendió de memoria el Código de Trabajo y que le dijo a un ministro de Gobierno: "Vos Ministro mientes, cambias contenidos del Código de Trabajo porque estás de parte de patrones."
Formó sindicatos agrícolas en Pesillo y en comunidades cercanas. En 1944 junto a Tránsito Amaguaña y Jesús Gualavisí , un dirigente de la comunidad de Juan Montalvo, fundó la primera organización indígena del Ecuador, la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI).

Hace más de cinco décadas, en 1945, sin reconocimiento oficial, fundó la primera escuela bilingüe (quichua-español). Luisa Gómez de la Torre, profesora del Colegio Mejía y compañera de Dolores en el Partido Comunista, respaldó su idea y entregaba a los profesores 20 sucres mensuales de su bolsillo. Las escuelas seguían los programas del Ministerio, pero también introducían elementos de la cultura indígena. Luis Catucuamba es el único sobreviviente de sus tres hijos y fue uno de los que más apoyaron a su madre en su trabajo.

Por la presión de los terratenientes, que rechazaban la educación de los indios y del Gobierno que veía en las escuelas “focos comunistas”, la Junta Militar, en 1963, prohibió el quichua para la instrucción de los niños.

Dolores Cacuango murió en 1971, sin vislumbrar esperanza de rehacer su trabajo. Cuando el Ministerio de Educación creó la Dirección de Educación Indígena Bilingüe Intercultural en 1989, la perspectiva era otra: ahora se trataba de rescatar el quichua y la cultura indígena que estaban perdiéndose.

En 1998, la Asamblea Nacional Constituyente reconoció el derecho de las nacionalidades indígenas del Ecuador a contar con el sistema de educación intercultural bilingüe. Actualmente, la CONAIE ha decidido fortalecer la DINEIB y la educación intercultural bilingüe para que sirva a los objetivos con los que fue creada. En el Proyecto de Educación Bilingüe viene participando también la Federación de Indígenas Evangélicos (FEINE).


Actualmente la primera Escuela de Mujeres Líderes, lleva su nombre.

Citamos algunas frases de Dolores Cacuango:

"Somos como la paja de páramo que se arranca y vuelve a crecer... y de paja de páramo sembraremos el mundo"

“A natural unidos como a poncho tejido, patrón no podrá doblegar”

“Esta es la vida, un día mil muriendo, mil naciendo, mil muriendo, mil renaciendo. así es la vida”.

“Nosotros somos como los granos de quinua si estamos solos, el viento lleva lejos. Pero si estamos unidos en un costal, nada hace el viento. Bamboleará, pero no nos hará caer”

“Primero el pueblo, primero los campesinos, los indios, los negros, y mulatos. Todos son compañeros. Por todos hemos luchado sin bajar la cabeza, siempre en el mismo camino”

“Si muero, muero, pero uno siquiera ha de quedar para seguir, para continuar”

“Siempre comprendí el valor de la escuela. Por eso les mandé a mis hijos a la escuela más cercana, para que aprendan la letra”



CRISIS DE 1929: EL CRASH DE LA BOLSA DE WALL STREET La caída de la Bolsa de Nueva York El jueves 24 de octubre de 1929

CRISIS DE 1929: EL CRASH DE LA BOLSA DE WALL STREET 
La caída de la Bolsa de Nueva York El jueves 24 de octubre de 1929

La caída de la Bolsa de Nueva York

Si bien la Primera Guerra Mundial se desarrolló solamente en algunas regiones europeas, la crisis econonómica que se desencadenó luego de su finalización afectó a todo el planeta.
Esta crisis, que cuestionó entre las dos guerras mundiales, la supervivencia de¡ sistema capitalista tal como se venía planteando hasta ese momento, tuvo su centro en los Estados Unidos y de al¡¡ se extendió al mundo.
 Los desequilibraos económicos
Luego de la Primera Guerra, los gobiernos de los diferentes países del mundo, tenían esperanzas en recuperar la prosperidad económica que habían disfrutado hasta 1914.  Durante los años 1918-1919, parecía que estas expectativas se estaban cumpliendo, pero en 1920 comienza una crisis que hizo caer precios y expectativas.  Tanto los países anglosajones, como los que habían permanecido neutrales en la guerra, como Japón, ensayaron propuestas para volver a tener una economía sólida basada en una moneda estable, pero lo consiguieron solo parcialmente.  Sin embargo, en la derrotada Alemania cayó totalmente el sistema monetario, con lo cual la moneda perdió su valor y terminó con el ahorro privado.  Las empresas, entonces, debieron recurrir a los préstamos extranjeros para poder sobrevivir, circunstancia que colocó a Alemania, en los años siguientes, en una gran dependencia de los créditos externos.  La situación no era muy diferente en la Unión Soviética y en los países del este europeo, pero en Polonia, Hungría y Austria, la moneda no perdió totalmente su valor.
A partir de 1924, la crisis se fue superando, y comenzó una nueva etapa de prosperidad que reanuda el crecimiento económico, a pesar que algunos precios de materias primas y alimentos básicos volvieron nuevamente a bajar, y que el desempleo se mantuvo alto.  Estos desequilibraos llevarían a una nueva crisis, pero esta vez, más profunda.

Estadós Unidos y el modelo de vida americano
La Primera Guerra Mundial había favorecido a los Estados Unidos de una manera espectacular, convirtiéndolo en el principal proveedor de materias primas y productos alimenticios e industriales.  También era el principal acreedor del mundo, y su influencia en Europa era fundamental.
La guerra había traído también un importante crecimiento industrial que se calcula en un 15%, siendo los sectores más favorecidos aquellos relacionados con la industria bélica.  La agricultura también se había beneficiado y las necesidades europeas de comerciar, convirtieron a la flota americana en la segunda marina mercante del mundo.
La prosperidad y el crecimiento que se inició en los primeros años de la década de 1920, fueron mucho más profundos y estables en los Estados Unidos.  En esta época se consolidaron sectores industriales nuevos como la industria eléctrica , la química y la petroquímica, la aeronáutica, la automotriz, el cine y la radiofonía.
Como consecuencia de este desarrollo industrial sin precedentes, el sistema energético se renovó, sobre todo a partir del incremento del consumo de petróleo y electricidad.  La industria se hizo más eficiente al incorporarse el Tayiorismo y el Fordismo como nuevas modalidades de producir y organizar el trabajo y la producción en serie se impuso.  También se desarrollaron nuevas actividades relacionadas indirectamente con las nuevas industrias, como la construcción de carreteras, de aeropuertos, de viviendas de fin de semana, etc.
Como la competencia industrial era muy fuerte, aumentó la concentración empresarial, dando lugar a la formación de trusts.
La agricultura, por el contrario, no vivió un crecimiento similar, pues los precios agrícolas se mantuvieron por debajo de los precios industriales, generando un desequilibrio desfavorable al sector primario.  Ante esto, muchos campesinos vendieron sus tierras por debajo del valor real y se fueron a las ciudades.
Sin embargo, la prosperidad indefinida y el optimismo se extendían por todas partes.  Eran los años dorados del consumismo y de la exaltación nacionalista.  Se creía alcanzada la meta de ser una sociedad opulenta.  El clima de confianza se tradujo en la compra de acciones de las empresas industriales por parte de un gran número de la población, siendo la Bolsa de Nueva York el centro de la economía mundial, a dónde llegaban capitales de todos los puntos del planeta.
A pesar de esto, como la economía mundial estaba en desequilibrio con respecto a los Estados Unidos, no se pudo generar una demanda suficiente que pudiese sustentar la expansión industrial.  Esto dio lugar a que ya en 1925, se comenzase a acumular stock de diversos productos, dando lugar a la caída de los precios, al desempleo y a la pérdida de la capacidad adquisitiva de la población.
Hacia fines de la década, la compra de acciones de manera desenfrenada creció en un 90%.  La especulación financiera hacía ganar dinero rapidamente, siendo el valor de las acciones ficiticios, ya que estaban por encima de su valor real. (La gente sacaba créditos en los bancos y ponía ese mismo dinero en la bolsa, a un interés mas alto de lo que pagaba)
La caída de la Bolsa de Nueva York
La caída de la Bolsa de Nueva York:
El jueves 24 de octubre de 1929, se produjo el crash de la bolsa de Wall Street. Más de 13.000.000 de títulos que cotizaban en baja no encontraron compradores y ocasionaron la ruina de miles de inversores, muchos de los cuales, habían comprado las acciones con créditos que ya no podrían pagar.
Esto llevó a que la gente entrara en pánico, y quienes poseían dinero en cuentas bancarias corrieron a retirarlo.  Los bancos no eran capaces de hacer frente a tal magnitud de reintegros, y además, como en los Estados Unidos se había tratado de hacer frente al descenso de la demanda con una expansión de¡ crédito a los ciudadanos comunes, se vieron desbordados por deudas incobrables.  Ante esto, se negaron a dar nuevos créditos y a refinanciar las deudas existentes, pero sin embargo, aproximadamente 600 bancos americanos quebraron.
A partir de ese momento se inició un período de contracción económica mundial, conocido como la "GRAN DEPRESióN".
En los Estados Unidos, el descenso de¡ consumo hizo que los stocks acumulados crecieran, las inversiones se paralizaran y muchas empresas tuviesen que cerrar sus puertas.
La caída de la actividad industrial supuso una desocupación generalizada, de tal manera que se calcula que hacia 1932, existían en los Estados Unidos cerca de 13.000.000 de desocupados.
La depresión trajo también penuria en el campo, pues muchos agricultores se arruinaron como consecuencia de la caída de los precios y de los mercados agrícolas.  Como solución desesperada para poder pagar sus deudas, gran cantidad de trabajadores agrícolas vendieron sus tierras a precios irrisorios y se fueron a trabajar al oeste.
La pobreza no alcanzó solo a campesinos y obreros, sino que se extendió a empleados, profesionales y capitalistas arruinados.
Extensión de la crisis
Las conexiones existentes en la economía internacional, pero sobre todo la dependencia que de los Estados Unidos tenía la economía europea, hicieron que la Gran Depresión, se extendiera por todo el mundo.
La caída de los precios en América afectó a las industrias de otras partes de¡ mundo que tenían precios superiores a los estadounidenses y que al no poder competir, vieron drásticamente reducidas sus exportaciones.  Al mismo tiempo, la disminución de la demanda norteamericana, (y por ende, de sus importaciones), frenó las exportaciones de muchos países, con lo que disminuyó el comercio mundial.
Los Estados Unidos también trataron de repatriar capitales que habían invertido en diferentes países.  Esto tuvo una especial repercusión  en Alemania, que tenía cuantiosos créditos tomados a Norteamérica, pues ese país había sido prácticamente obligado a endeudarse para hacer frente a las reparaciones de guerra estipuladas en el Tratado de Versalles, las que debían ser pagadas en efectivo.  La crisis afectó también a Austria, Gran Bretaña, Francia, América Latina, el Sudeste Asiático, Australia, y muchos más, ya que salvo en la Unión Soviética, sus consecuencias repercutieron de una u otra manera en todo el planeta.
 El New Deal
La crisis había llevado a replantear el rol de¡ Estado en la economía de una nación.  En marzo de 1933 asumió como presidente de los Estados Unidos, Frankiin Rooseveit, quien se fijó como principal objetivo reconstruir la economía de su país.
Para esto desarrolló un plan conocido como "New Deal", que consistía en la regulación de la economía favoreciendo las inversiones, el crédito y el consumo, lo que permitiría reducir el desempleo.  El gasto público debía orientarse a la seguridad social y a la educación.
El modelo estaba inspirado en las ideas de¡ economista John Keynes que expuso sus principios en el libro "La teoría general del empleo, el interés y el dinero".  Keynes sostenía los principios del liberalismo clásico, pero proponía la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado.  Creía que una redistribución de los ingresos y el aumento de la tasa de empleo, reactivaría la economía.  Nació así la teoría keynesiana.
Las medidas adoptadas por Roosevelt fueron: ayudar a los bancos, subvencionar a los agricultores, aumento de los salarios y reducción de las horas de trabajo, creación de nuevos puestos de trabajo en la administración pública y en obras públicas, lo que daría un fuerte impulso a la construcción y a sus industrias derivadas.  También se establecieron planes de asistencia sanitaria y se organizó un nuevo sistema de jubilaciones y pensiones"
Los resultados del New Deal fueron desiguales, lográndose estabilización en lugar de crecimiento.  No se logró el pleno empleo y la permanencia de un número alto de desocupados, hicieron de la década del 30.  Un período de tensiones y enfrentamientos sociales

FUENTE:  http://www.portalplanetasedna.com,