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martes, 10 de febrero de 2015

EL REGRESO DE SAN MARTIN SEGUN INFORMA UN DIARIO DE LA EPOCA

EL REGRESO DE SAN MARTIN REFLEJADO EN UN DIARIO DE LA EPOCA


 El diario "La Gaceta de Buenos Aires" del viernes 13 de marzo de 1812, informa de la llegada de la fragata inglesa "George Canning", salida de Londres cincuenta días atrás de la siguiente forma:

"El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa Jorge Canning, procedente de Londres en 60 días de navegación. Comunica la disolución del ejército de Galicia y el estado terrible de anarquía en que se halla Cádiz, dividido en mil partidos y en la imposibilidad de conservarse por su misma situación política. La última prueba de su triste estado son las emigraciones frecuentes, y aún más a la América Septentrional. A este puerto han llegado, entre otros particulares que conducía la fragata inglesa, el teniente coronel de caballería D. José San Martín, primer ayudante de campo del general en jefe del ejército de la Isla, marqués de Coupigny; el capitán de infantería D. Francisco Vera; el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbastro; el subteniente de infantería D. Antonio Arellano y el primer teniente de guardias valonas, barón de Holmberg. Estos individuos han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria"


miércoles, 30 de mayo de 2012

SOLDADO DE SAN MARTIN




Un soldado de la Independencia. 
(Reportaje de Caras y Caretas Nº 607 - Mayo 1910) 

Don Eufrasio Videla es un viejo alto, flaco, nudoso, erguido, casi tan erguido como los álamos que cortan las perspectivas en los alrededores de Mendoza. 

Apenas un saludo y le espeté mi invariable pregunta:

- ¿Cuántos años?
- Treinta y ocho
- ¿Nada más?

El viejo sonríe, baja la cabeza para detener la mirada en el sombrero de anchas alas, color té con leche, al que sus dedos retorcidos como sarmientos hacen girar con porfía. Pienso en que el pobre hombre ha perdido la noción del tiempo, que desvaría su cabeza, que su memoria, más flaca que su cuerpo, yace tendida bajo la nieve de muchas décadas, porque me dijeron que Don Eufrasio es hombre que ha traspuesto los cien, y recupero mi actitud de moderno inquisidor. 
- ¿Treinta y ocho nada más Don Eufrasio?

Sus labios mascullan un “ciento” y sale de nuevo, bien nítido, el “treinta y ocho”.

Ahora me parecen muchos los años, mas no me detengo a aclarar el punto y prosigo el interrogatorio, haciendo que repita las respuestas dos y tres veces -y hasta cuatro y cinco-, a fin de alcanzar su sentido, pues resultan ininteligibles la mitad de las palabras en el lento balbucir de sus labios. Dijéronme que fue soldado de San Martín, pero no estuvo en el Plumerillo, ni se acuerda del general. 

-Yo estaba en San Juan, entonces, cuando decían que en su Mendoza se formaba el ejército, y pasamos por ahí arriba, por Los Patos.
- ¿Peleó usted?
- ¿Y cómo no? Ahí en el Zanjón de Maipú, cuando ya no quisieron pelear más.
- ¿Pero, se acuerda de Maipú? 
- Si que me acuerdo. Fue allí, pues, la última batalla, donde se rindieron.
-¿Y cómo empezó la cosa?
-Unos cuantos días antes yo había llegado con los que salimos de San Juan. Después fueron viniendo otros grupos de prisioneros y así se fue formando el ejército. (pudiera el relato muy bien referirse a la llegada de dispersos de Cancha Rayada). Nosotros estábamos de la parte de aquí –prosigue Don Eufrasio-, y al hacerlo sale al descanso de la escalera, poniendo cara a Los Andes, -y como en la parte de allí enfrente, en un cerrito blanco, estaban los godos.
-Flojanazos, ¿verdad?
-Hum… ¡Fieros habían sido! Peleamos y peleamos y no aflojaban… Después no quisieron pelear más cuando vieron que nosotros tampoco aflojábamos. Entonces corrimos atrás pa’ que se rindieran.
-¿Y se rindieron?
-¿Y cómo no? Si ya no tenían más ganas de pelear.
-¿Y se entregaban? 
-Muchos se entregaban, otros querían escapar. Pero nosotros los alcanzábamos. 
-¿Y no decían nada, los españoles?
-¿Quiénes, los godos? Si, decían: “¡No mate, corcho, no mate!”, cuando los alcanzábamos.

Brillaron un punto sus pupilas, las arrugas dibujaron con gran esfuerzo una sonrisa y luego enmudeció el hombre, bajó la cabeza, y el sombrero retornó a girar entre los dedos. 

Lo demás que nos contó forma un maremagnum de hechos y episodios confundidos, en que se mezclan sin distinción de épocas, Rozas y Quiroga y las montoneras y la Guerra del Paraguay. 

El viejecito Videla vive en la casa del ingeniero Fossati en la calle San Martín, 1778. Nos dijo este caballero que Videla no conserva papel alguno, y que las medallas que poseyó en un tiempo las ha perdido o regalado, según relato del mismo Don Eufrasio, y que el coronel Morgado, guerrero del Paraguay, lo conoció en el ejército y de aspecto casi tan viejo entonces como ahora. 

El gobierno de Mendoza le pasa una pequeña pensión, que le alcanza para cubrir sus modestos gastos. Lo demás se lo otorga la caridad de las personas que le recogen en su casa. 

No podemos establecer a ciencia cierta si ha sido o no guerrero de la independencia porque ni siquiera la edad consta por documento público, pero si los 138 años son muchos años, es en cambio verdad que por estos pagos no son escasos los hombres de 110 o 115 años, y Videla bien puede oscilar entre estas dos últimas cifras y haber pertenecido a alguna de las milicias o cuerpos auxiliares del ejército de San Martín. 
Mendoza 22 de Marzo -Revista Caras y Caretas Nº 607 – 21 de Mayo de 1910

Fuente: La gaceta Federal

jueves, 28 de julio de 2011

El milagro de la estatua del Gral. San Martín


Boulogne–sur–Mer es una localidad francesa situada cerca del Paso de Calais, junto al Canal de la Mancha. En ella falleció el 17 de agosto de 1850 el militar argentino José San Martín

Y quizás por haber muerto allí, el Gran Libertador tiene una estatua en su honor en la villa. Esta estatua es el núcleo de la historia de hoy, que nos lleva hasta la Segunda Guerra Mundial.

Durante este conflicto, la ciudad estaba ocupada por los alemanes y los aliados la bombardearon con saña. Fue sometida a casi 500 bombardeos y un buen número de ataques navales, para acabar con la base de submarinos nazis que alojaba. La parte costera de Boulogne–sur–Mer fue arrasada y en general toda la localidad sufrió graves daños.

La estatua de San Martín estaba situada a escasos 200 metros de la base naval alemana y a pesar de que todo el entorno fue hecho pedazos, la estatua se mantuvo en pie toda la guerra. Las bombas cayeron cerca pero nunca la dañaron de manera importante. La gente del pueblo tomó aquello como casi un milagro y así se conoce esta historia, como el milagro de la estatuta del general San Martín.

miércoles, 13 de abril de 2011

Tte. Cnel. Miguel Cajaraville: El "guapo" de San Martín

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La historia suele tener olvidos, algunos de ellos irreparables, pero en el caso de Cajaraville podemos afirmar que la omisión de su nombre de las páginas de la epopeya sanmartiniana se debe a varios factores,

En primer lugar, porque debió abandonar el Ejército de los Andes en 1920 por razones de enfermedad a pesar de haberse batido con denuedo en Chacabuco y Maipo, y haber sufrido los embates de Cancha Rayada.

Y en segundo término porque se trataba de un hombre que si bien se había forjado en la abnegación del soldado, era verdaderamente valiente y no cejaba en su misión, es así que el mismo Padre de la Patria lo llamaba "el guapo Cajaraville".

Una madre a los gritos en el cuartel de Retiro

Este soldado de la independencia sudamericana nació en Buenos Aires el 5 de Julio de 1794, siendo sus padre don Andrés Cajaraville, español de origen, y doña María Engracia Miguens, porteña de pura cepa.

Sentó plaza en el afamado Regimiento de Granaderos a Caballo, el 5 de abril de 1813, en calidad de cadete.

El joven Cajaraville se había presentado en el Cuartel del Retiro, desoyendo los consejos de su familia y cuando conversaba libremente con sus compañeros de armas, su desolada madre corría al cuartel a reclamar por su hijo, invocando sus pocos años.

San Martín lo llamó a su presencia y el entusiasta cadete declaró que no quería volver a su hogar, pues su decisión irrevocable era servir a la Patria.

El 4 de diciembre de 1813 ascendía a alférez y poco después era destinado con su escuadrón a prestar servicio en el Ejército del Alto Perú, donde pronto se reveló como uno de los oficiales más distinguidos.

El 11 de octubre de 1814 asistía al Combate de Barrios a las órdenes de Lamadrid. Fue herido de bala en Sipe-Sipe el 29 de noviembre de 1815, época en la cual ostentaba el grado de teniente.

En 1816 se incorporó con su escuadrón, al Ejército de los Andes. Cruzó la monumental cordillera en la marcha cautelosa que ejecutó aquel ejército para abrir las operaciones en Chile y peleó con su arrojo acostumbrado en la Batalla de Chacabuco y por su comportamiento fue promovido a ayudante mayor de su regimiento el 24 de marzo de 1817.

El 13 de marzo del año siguiente era ascendido a capitán de la 2da. Compañía del Segundo Escuadrón de Granaderos a Caballo, grado con el cual se encontró en la funesta noche de Cancha Rayada.

El 30 de marzo de 1818, hallándose de avanzada con sesenta granaderos, distinguió una partida realista de diez hombres que evidentemente estaba situada en observación.

De inmediato Cajaraville entró en fuego con el enemigo, que se fue replegando, hasta reunirse con un destacamento de doscientos hombres que acudió a apoyar la partida citada.

En estas circunstancias se mantuvo un vivísimo fuego entre los granaderos del cual hubo alguna dispersión en éstos últimos.

Cajaraville no esperó más: ordenó empuñar sus sables a los granaderos y cargó violentamente acuchillando cincuenta españoles, dejando en el campo treinta cadáveres, entre los cuales se encontraba un sargento mayor español, cuyo uniforme remitió Cajaraville a su superior inmediato, que era el teniente coronel Santiago Bueras, que a su vez lo transmitió al general San Martín.

El Ejército Unido celebró con entusiasmo este episodio feliz, y en Santiago se paseó públicamente en estandarte la chaquetilla del jefe vencido, en medio de repiques y vítores.

En la Batalla de Maipo se comportó bizarramente, siendo conocida la parte principal que cupo a los Granaderos a Caballo en aquella memorable jornada.

Cajaraville, después de la batalla tomó prisionera una Compañía de Cazadores realistas, sin derramar una gota de sangre, conduciéndola con sus oficiales, pertrechos y útiles de guerra hasta el campamento patriota.

Persiguiendo españoles por el sur

Después de la jornada de Maipo. Cajaraville formó parte de las fuerzas encargadas de la persecución de los derrotados, marchando al sur de Chile, bajo las órdenes del coronel Zapiola.

El 27 de mayo de 1818, este bravo oficial obtenía un importante triunfo: después de marchar cinco noches por caminos desconocidos, ocultándose de día por los montes, llegó a las inmediaciones de la Villa del Parral, ocupada por trescientos realistas.

Cajaraville sólo disponía de doscientos hombres entre granaderos y milicianos. Al amanecer se aprestó a cargarlos por retaguardia para lo cual dividió su tropa en dos columnas, una a su cargo directo y la otra al mando del capitán Domingo Urrutia y el alférez José Gálvez. Ordenó inmediatamente avanzar "y resuelto –dice en su parte el general Zapiola-, a tomarme los cuarteles en un momento pisando con los caballos las guardias que tenían en las puertas; luego se pusieron en fuga por las paredes ganado las casas siguientes, contestando de ellas con un fuego vivo, por ventanas, puertas y lugares que se los permitía; pero al fin pudo más el brazo de estos valientes que tengo el honor de mandar, dejando víctimas a más de doscientos hombres, entre estos al Coronel Bulnes, que fue apresado por el sable del intrépido alférez Gálvez."

Sin municiones y por la noche

Con su destacamento, el capitán Cajaraville avanzó hacia Chillán, ciudad que atacó el día 31 de aquel año.

Mandaba la guarnición española, el coronel Lantaño, la cual defendió la plaza, después de un combate de varias horas, en el curso del cual, los Granaderos de Cajaraville atravesaron el pozo defensivo que protegía la posición realista, voltearon las empalizadas que habían levantado en todas las bocacalles, pero las acciones no fueron bastante

para poder tomar los cuarteles, pues los españoles los esperaban cada vez con mayor energía, atrincherándose en cuadro al costado de la plaza adonde resistieron hasta después de las oraciones.

La falta de municiones y la oscuridad de la noche, impidieron al bravo Cajaraville concluir su obra y se vio obligado a retirarse, conduciendo diez prisioneros y quedando en el campo de batalla muchos muertos, teniendo los patriotas dos muertos y diecisiete heridos.

El 9 de septiembre del mismo año, Cajaraville con una partida de treinta y seis granaderos, el ayudante Pedro Ramos, el teniente Gutiérrez y el teniente coronel de milicias don José Ignacio Urrutia, cargó sobre un destacamento español en las proximidades de la Villa del Parral, del otro lado del río Perquilauquén, matando diez hombres, capturando once prisioneros y algún armamento, escapando los restantes por la superioridad de caballos.

El "guapo" capitán Cajaraville como decía San Martín, el "acreditado y valiente" como mentaba Balcarce, enfermó poco después a consecuencia de los trabajos y fatigas de aquella de aquella larga y cruenta campaña y hubo de retirarse a Mendoza, para curarse, donde se restableció y tuvo oportunidad de defenderla, batiendo en Las Playas a los montoneros que la amenazaban.

Se le decretó en recompensa una cantidad de dinero, pero como no la aceptó, el gobierno le regaló un uniforme y una espada de honor.

El 12 de enero de 1819 fue graduado sargento mayor del Regimiento de Granaderos a Caballo. El 18 de mayo del año siguiente se le concedió permiso para regresar a Buenos Aires.

Junto a Rosas contra Ramírez

En 1820 pasó a la ciudad de Mendoza y el 24 de febrero de 1821 se le reconocía el empleo de teniente coronel de caballería de línea y el 25 de mayo del mismo año, junto con Rosas recibió orden del gobernador Rodríguez desde el Arroyo del Medio de marchar en apoyo de Lamadrid contra Ramírez.

Retirado del servicio activo, tomó la dirección de un establecimiento rural que había heredado de sus padres, pero nombrado no obstante Jefe del 1er. Regimiento de Milicias, actuó en la frontera de Chascomús y en la Guardia del Monte, y en marzo de 1823, tomó parte de la expedición contra los indios bajo el mando del general Martín Rodríguez, habiéndose incorporado en el Arroyo Chapaleofú, con la división acantonada en la guardia de Kakel Huinjul, la que constaba de doscientos cincuenta blandengues y ciento cincuenta milicianos. El 16 de junio de 1824 se decretó el cese de Cajaraville en el mando de este cuerpo.

Después continuó sus tareas en su estancia en la Magdalena, hasta que después de la caída de Lavalle, en 1829, emigró a la República Oriental Del Uruguay.

Instigado más tarde por el general Angel Pacheco, su antiguo compañero de armas en la Campaña Libertadora de Chile, se hizo cargo de la comandancia militar del departamento de Soriano, en el Estado oriental, después de rehusar un puesto en las filas sitiadoras de Montevideo.

Acepta unirse a los aliados de Rosas pero siempre es recordado porque jamás se mezcló en las rencillas políticas de aquel país; ni favoreció ni protegió federales que se organizaban en territorio oriental.

En el mes de junio de 1852 se pronunció en Mercedes contra el general Urquiza, como igualmente lo hicieron en Tacuarí, el coronel Dionisio Coronel y en Dolores (R.O.U.) el comandante Fernando Granel.

Después de la derrota de Caseros, el teniente coronel Cajaraville regresó a Buenos Aires.

Miguel de los Santos Cajaraville falleció en la ciudad de Buenos Aires el 12 de diciembre de 1852.

*Nota:El presente artículo, de notable factura periodística, fue publicado el domingo 12 de marzo de 2000 por el Suplemento TEMAS del Diario EL NORTE de la ciudad de San Nicolás, Provincia de Buenos Aires.

miércoles, 8 de julio de 2009

Los hermanos de San Martín: todos militares

Los hermanos de San Martín: todos militares

Por Eduardo Aldiser

Por Revista Raíz Argentina (España)

Dialogamos con Armando Puente, periodista argentino, investigador, escritor. Nació en 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires. ¿Premonitorio para su interés por la historia?. Como periodista fue testigo de importantes acontecimientos en Latinoamérica, como la muerte de Eva Perón o la revolución cubana. Corresponsal durante diez años de France Presse en Madrid, actualmente vive en la capital española.
Sus libros de investigación histórica son: "Los hermanos de San Martín", editada en México; la biografía de "Alejandro Aguado, militar, banquero, mecenas”, publicada en Madrid. Tiene casi terminada "El banquero y el Libertador", segunda parte de la vida de Aguado.

Comencemos Armando, con la familia del General San Martín ¿De donde provenía?

El Capitán Juan de San Martín y su esposa, Gregoria Matorras, ambos nacidos en la provincia castellana de Palencia, tuvieron cinco hijos, todos ellos nacidos en las antiguas misiones jesuíticas, donde don Juan fue teniente gobernador de cuatro pueblos con siete mil indios, defendiendo la frontera de las incursiones de los bandeirantes portugueses.

Estos fueron sus hijos: Maria Elena fue la mayor y también la única mujer. Nació en Calera de Vacas, lo mismo que los dos primeros varones, Manuel Tadeo (1772) y Juan Fermín (1774). Los dos menores nacieron en Yapeyú, Justo Rufino (1776) y José Francisco (1778). Llegaron a España en marzo de 1784, es decir que Maria Elena tenía entonces doce años y José Francisco seis. Los cuatro hijos varones fueron militares y Maria Elena se casó con un militar nacido en Barcelona.

¿Podemos recordar donde se desempeñaron como militares los hermanos del Libertador?

"Manuel Tadeo (regimiento de infantería Soria), Juan Fermín (regimiento infantería Soria) y José Francisco (regimiento de infantería Murcia), entraron en el Ejercito español en edades entre los 13 y los 15 años. Combatieron siendo muy jóvenes en la Guerra del Rosellón contra la Francia Revolucionaria.

Posteriormente Juan Fermín embarcó en la Real Armada en enero de 1797 y participó en la batalla de San Vicente contra la flota inglesa. Luego, con la escuadra española coaligada a la francesa permaneció en Brest hasta 1801.

Juan Fermín de regreso a España fue destinado a Filipinas como capitán de Caballería, donde llegó a ser comandante de Húsares del regimiento Luzón y brevemente fue gobernador de Mindanao. Se casó en Manila, donde murió. Fue el único de los hermanos San Martín que tuvo descendencia masculina. El último de los San Martín murió en Filipinas en 1945."

¿Los comienzos de nuestro General San Martín?

"José Francisco embarcó en la fragata Santa Dorotea, en junio 1797 y participó en acciones navales hasta julio del año siguiente, en que tras enfrentarse con el navío inglés Lion fue hecho prisionero. Se reincorporó al regimiento Murcia dos años después.

Manuel Tadeo -al que su hermano José consideraba el hermano con más dotes y virtudes militares - como resultado de un confuso incidente ante un tribunal militar, fue condenado en 1801 a 8 años de prisión. Reintegrado en el Ejército en 1806, participó en la heroica jornada del 2 de mayo de 1808 en Madrid y en la defensa de Valencia.

Luego en la batalla de Tudela, en batallas en La Mancha, en Cataluña y en Valencia; al capitular esta ciudad fue hecho prisionero y llevado a Francia donde estuvo tres años. Terminada la llamada por los españoles “Guerra de la Independencia”, se le ascendió a Teniente Coronel en 1815 y a Coronel en 1818, siendo puesto al frente del Regimiento Provincial de León, donde estuvo hasta 1826 y luego un par de años como gobernador de la fortaleza de Pasajes ( San Sebastián), pasando entonces a retiro. Murió en Valencia - soltero - en 1851, es decir que siendo el hermano varón mayor fue el último en morir."

Seguiremos en la segunda parte conociendo detalles de las vidas de los hermanos del General San Martín. Seguramente concitará el interés de más de un argentino, por tratarse de aspectos de la historia que no nos han contado.
El cruce de los Andes

¿Cual ha sido Armando?

José Francisco embarcó en la fragata Santa Dorotea, en junio 1797 y participó en acciones navales hasta julio del año siguiente, en que tras enfrentarse con el navío inglés Lion fue hecho prisionero. Se reincorporó al regimiento Murcia dos años después.

Manuel Tadeo -al que su hermano José consideraba el hermano con más dotes y virtudes militares - como resultado de un confuso incidente ante un tribunal militar, fue condenado en 1801 a 8 años de prisión. Reintegrado en el Ejército en 1806, participó en la heroica jornada del 2 de mayo de 1808 en Madrid y en la defensa de Valencia.

Luego en la batalla de Tudela, en batallas en La Mancha, en Cataluña y en Valencia; al capitular esta ciudad fue hecho prisionero y llevado a Francia donde estuvo tres años. Terminada la llamada por los españoles “Guerra de la Independencia”, se le ascendió a Teniente Coronel en 1815 y a Coronel en 1818, siendo puesto al frente del Regimiento Provincial de León, donde estuvo hasta 1826 y luego un par de años como gobernador de la fortaleza de Pasajes (San Sebastián), pasando entonces a retiro. Murió en Valencia - soltero - en 1851, es decir que siendo el hermano varón mayor fue el último en morir.

Justo Rufino tuvo también una trayectoria muy destacada, ¿verdad?

Justo Rufino ingresó en 1794 en la Guardia de Corps (para entonces sus otros tres hermanos habían participado en una treintena de acciones militares cada uno de ellos). Participó en el golpe de Estado de Aranjuez en el que el rey Carlos IV fue depuesto por su hijo Fernando.

Acompañó al rey Fernando VII hasta la frontera francesa, cuando iba a reunirse con el emperador Napoleón y se unió en Zaragoza a Palafox y otros oficiales de la Guardia de Corps , defendiendo heroicamente la ciudad en el primero y segundo sitio llevado a cabo por los franceses. Tras la capitulación, fue hecho prisionero, pero se escapó cuando era conducido a Francia, pasando a integrar una especie de cuerpo de comandos, mandado por el general ingles Charles William Doyle, combatiendo así bajo bandera británica en Cataluña y Valencia (acciones en San Carlos de la Rápita, Peñíscola, Tortosa, etc.) y pasando luego a Cádiz (sitiado por los franceses), siempre a las ordenes directas de Doyle.

Fernando VII no le reconoció el grado de Teniente Coronel. Como Capitán siguió en Madrid y al negársele el ascenso, se retiró en 1821. Para entonces se había producido la revolución liberal y Justo Rufino ingresó en el cuerpo de Caballería de la Milicia de Madrid, con el grado de Teniente Coronel y adjunto del marqués de Pontejos. Un año después, al radicalizarse la revolución liberal, Pontejos, Justo de San Martín y otros liberales moderados decidieron exiliarse en Paris.

¿Quiere decir que nunca volvieron a América, su lugar de nacimiento?

San Martín fue el único de los hermanos que regreso a América, a nuestra Argentina. Lo hizo en 1812 cuando tenía 34 años y después de haber vivido 26 años en España. Durante los catorce años que vivió en América (1812-1824, liberando a Argentina, Chile y Perú ), mantuvo contacto con sus hermanos Manuel Tadeo ( al que invitó a integrar las filas independentistas ) y Justo Rufino, que lo esperaba al llegar a Europa en 1824.

Después - entre 1824 y 1832 - Justo Rufino pasó largas temporadas junto a su hermano José en la ciudad de Bruselas (que entonces formaba parte del reino de los Países Bajos) y en París. José de San Martín mantuvo contacto epistolar con sus hermanos Maria Elena y Manuel Tadeo y le hizo un significativo legado en su testamento a su hermana y a su sobrina. Probablemente José de San Martín no supo que su hermano Juan Fermín, muerto en Manila (Filipinas) en 1822, había tenido descendientes y creyó siempre que la única descendiente de sus hermanos era la hija de Maria Elena (que murió en Madrid).

¿Como es posible que los historiadores argentinos y especialmente Mitre, nos hablen tan poco de sus hermanos y la relación que tenían con José de San Martín?

Mi opinión es que el yerno de San Martín, Mariano Balcarce, (casado con Merceditas, la única hija del Libertador), destruyó parte de la correspondencia privada de su suegro y solo entregó a Mitre la correspondencia y documentación que se refiere a aspectos públicos y políticos. De ahí que no se tenga la correspondencia que San Martín pudo tener con compañeros de armas de los 26 años que vivió en España, ni tampoco la que tuvo con sus hermanos. Balcarce vivió en Francia como diplomático de los sucesivos gobierno argentinos durante más de 40 años.

De ahí la importancia de la documentación que he podido encontrar en archivos franceses (medio centenar de documentos relacionados con Justo y con José de San Martín). Me ha permitido reconstruir aspectos de la vida de ambos, totalmente desconocidos. También la documentación encontrada en archivos madrileños que me ha permitido reconstruir la vida de Maria Elena con su esposo González de Menchaca, en La Mancha , Galicia y Madrid , y luego - al quedar viuda - en Madrid durante un cuarto de siglo, con su hija."

Armando, más de un argentino se va a asombrar al conocer estos datos. Muchas gracias por tu aporte.
María Elena San Martín, hermana del Libertador, vivía en Madrid

Calle del Príncipe, 13 - Madrid (Foto: Revista Raíz Argentina)
Maria Elena, la mayor y también la única mujer de la prole San Martín- Matorras, nació en Calera de Vacas, Provincia de Corrientes, Argentina, lo mismo que los dos primeros varones, Manuel Tadeo y Juan Fermín.

El título se refiere a los demás hermanos varones de José Francisco. Sin embargo también María Elena estaba vinculada al mundo castrense al casarse con González de Menchaca, militar catalán con quien vivió en La Mancha, Galicia y finalmente en Madrid. Tras enviudar, su vida continúa en la casa del tercer piso de calle del Príncipe, 13 cuya fachada actual ilustra esta nota.

Realizamos con Armando Puente los recorridos habituales de esta San Martín ligada a Madrid. Cada día asistía a misa a la parroquia de San Sebastián, en la calle Atocha, donde además fue sepultada en lo que entonces eran los fondos de la iglesia, donde hay un pequeño cementerio.

Cuando uno es argentino y se encuentra ante lugares que se vinculan familiarmente con el Libertador, se siente un cosquilleo, producto del fervor con el que vivimos nuestra historia argentina.