LA BATALLA DE MBORORE que impidió que la actual Mesopotamia
argentina fuera hoy territorio brasileño.
Hay
batallas que sólo sirven para entretener a historiadores. Pero hay otras
que fueron realmente importantes y a veces no son las más difundidas. Por
ejemplo la batalla de Mbororé, que nadie recuerda hoy y sin embargo ha sido la
mas trascendente acción bélica de nuestra historia puesto que impidió que la
actual Mesopotamia argentina fuera hoy territorio brasileño.
No
es reprochable que no queden memorias de esta acción. Ocurrió hace más de
tres siglos y los contendientes fueron habitantes de dos imperios ya olvidados:
por un lado los guaraníes que vivían en las reducciones jesuitas en lo que hoy
es Paraguay, Misiones y Corrientes, una verdadera nación con leyes, idioma y
economía propios. Los otros protagonistas de la batalla de Mbororé fueron
los bandeirantes, aventureros que tenían su centro de acción en Sao
Paulo y eran una mezcla de portugueses, mestizos e indios tupíes, verdaderos
piratas de la tierra, desacatados de toda autoridad y profesantes de un vago
cristianismo sincretizado con toda clase de supersticiones. Agrupados
libremente en compañías o "bandeiras", tal como los bucaneros del
Caribe, incursionaban sobre las misiones de la Compañía de Jesús en busca de
esclavos. Pues los jesuitas habían enseñado a sus neófitos a profesar
toda suerte de oficios, pero eran indefensos como corderos.
Desde
1620 en adelante los avances de las "bandeiras" se hicieron tan
atrevidos que los hijos de Ignacio de Loyola prefirieron abandonar algunas de
sus reducciones y trasladar poblaciones enteras antes que seguir exponiéndose a
esos ataques. Sabían que era necesario rogar a Dios pero también dar con
el mazo... Los jerarcas de la orden deliberaron, pues, en Buenos Aires, y
firmemente resolvieron defenderse. Trasládase a varios jesuitas que habían sido militares antes de
ordenarse sacerdotes y les encomendaron la organización castrense de los
guaraníes. Luego obtuvieron que el rey de España levantara la prohibición
que vedaba a los indios el manejo de armas de fuego. Adquirieron todos los
artefactos bélicos disponibles y, no desdeñando los recursos espirituales,
consiguieron del Papa un Breve que fulminaba con excomunión a todo cristiano
que cazara indios. Pero cuando el jesuita que portaba el documento papal
lo difundió en Sao Paulo corrió peligro de ser linchado: una de las industrias
paulistas era, precisamente, la caza de guaraníes para proveer mano de obra
gratuita a los ingenios y fazendas de la región.
A fines de 1640 los jesuitas tuvieron evidencias de una
nueva incursión de bandeirantes más numerosa que las anteriores.
Apresuradamente concentraron a sus bisoños soldados y maniobraron hasta esperar
a los paulistas en el punto de Mbororé, en la actual provincia de Misiones, sobre
la ribera derecha del Alto Uruguay. Más de 10.000 soldados armados con
toda clase de elementos se aprestaron a defender su tierra; centenares de
canoas y hasta una balsa artillada formaban parte del ejército de la Compañía
de Jesús
Los portugueses venían en 300 canoas y estaban tan
acostumbrados a arrear sin lucha a los pacíficos guaraníes, que no tomaron las
mínimas previsiones aconsejables. Unas oportunas bajantes del río que
naturalmente los religiosos certificaron como ayuda providencial-
contribuyeron a desordenar a los invasores. El 11de marzo de 1641 los
soldados de Loyola empezaron a arrollar a los bandeirantes: la batalla
duró cinco días. El ingenio jesuita había provisto a sus discípulos de armas
tan curiosos como una catapulta que arrojaba troncos ardientes.
Finalmente, los paulistas debieron huir desordenadamente por la tupida selva.
Anduvieron diez días arrastrando a sus heridos y enterrando a sus muertos.
Pero los jesuitas estaban resueltos a terminar con la
cuestión paulista. El día de Viernes Santo, mientras los derrotados
oraban por su salvación, los guaraníes dieron cuenta de los últimos restos de
la bandeira. Los contados sobrevivientes, acosados por las fieras,
los indios caníbales y la selva, tardaron un alto y medio en regresar a Sao
Paulo. Fue un escarmiento definitivo. No hubo más bandeirantes sobre
el imperio jesuítico, que desarrolló desde entonces todo su hermético
esplendor.
Si no hubiera sido por esa batalla curiosamente anfibia,
con varias etapas en el río y otras en la selva, el avance portugués se habría
extendido infaliblemente sobre Misiones, Corrientes y hasta Entre Ríos, y el
mismo Paraguay no se hubiera salvado de la anexión. Así de pequeñas son
las causas que colorean en definitiva los mapas de los continentes.. La
olvidada y remota batalla de Mbororé salvó esa vasta comarca que seria más
ancha si la diplomacia portuguesa y su sucesora, la de Brasil, no hubieran
avanzado al estilo bandeirante sobre nuestro noreste.
Pero no hubo guaraníes valerosos ni jesuitas decididos
para oponerse a esta acción. Y en cambio sobró imprevisión e incapacidad
para dejar perder esa parte de la herencia nacional.
Bibliografía: Conflictos y Armonías En La
Historia Argentina de Felix Luna
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