EL SECRETO DE EVITA
UNA CARTA INEDITA DE SU CONFESOR, EL PADRE BENITEZ TODO LO QUE
PROVOCA EL TEXTO
Datos
de un extraño sentido
Por
Marta Cichero
A
fines de 1991 el libro Cartas peligrosas estaba terminado: salí de la casa de
piedra del padre Hernán Benítez en la calle Blas Parera apretando una carpeta
con las cartas inéditas de su correspondencia con Perón. Hacía dos años que
visitaba al sacerdote con regularidad, sometiéndome a cariñosas pruebas e
ignorando cuándo iba a calificar. En cuanto cerré el portón de su casa, sentí
la resistencia de la tarde calurosa y mis latidos rápidos. A la distancia me
veo como quien ve su infancia: creí tener una clave sobre la violencia de los
años '70.
Poco
antes de la impresión del libro, el padre Benítez me dio otro documento. Era
una carta a Blanca Duarte de Alvarez Rodríguez, fechada el 3 de enero de 1985.
Me pidió enfáticamente que la publicara. Al leerla por primera vez me detuve en
el relato de los últimos momentos de la vida de Evita que él tantas veces me
había contado, impresionada por el dato de que un débil responso había dado
aviso de su muerte a la gente reunida sobre la avenida Libertador en silencio.
Que Evita tuviese un secreto me pareció muy propio de una heroína histórica o
literaria, pero nunca me interesó conocerlo por un pudor parecido al que uno
siente cuando ve a otro ser humano expuesto por una enfermedad y conoce por
primera vez sus mucosas y sus líquidos. El se reía cuando algún biógrafo o
biógrafa le pedía una pista acerca del secreto, lo consideraba vulgar. Decía
que jamás iba a traicionar el juramento y a la vez jugaba conmigo y me
preguntaba: "¿Usted qué piensa que es?". Una maternidad frustrada es
una conjetura que se puede verificar con una prueba científica. Benítez llegó a
conocer el reclamo de la hija conjetural y sólo refutó el argumento: "Si
Evita estaba inconsciente cuando nació la hija y pensó que había muerto, ¿por
qué habría de sufrir?".
El
hecho es que por algún motivo él le daba más importancia a este documento que a
todos los otros que me había entregado. Lo supe cuando se publicó el libro y
leyó la carta a Blanca criminalmente fragmentada por mí, porque no me pareció
pertinente en un libro político. Un agudo corresponsal extranjero me preguntó
en estos días si yo había respondido a ese mandato de dar a conocer las
extrañas coordenadas que aparecen en la carta. Creo que no. Siempre pensé que
el confesor había querido demostrar que Eva Perón sobrellevaba un trágico
dolor, como algunos santos. Pero hay otros datos cargados de un extraño
significado en esa carta --que Blanca Duarte negó haber recibido-- como el que
alude a la casa de la calle 3 de Febrero que aún pertenece a la familia Duarte;
los omití en el libro y considero que deben difundirse.
(*)
Escritora. Autora del libro Cartas peligrosas.
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