viernes, 29 de enero de 2016

EL SECRETO DE EVITA UNA CARTA INEDITA DE SU CONFESOR, EL PADRE BENITEZ TODO LO QUE PROVOCA EL TEXTO

EL SECRETO DE EVITA
UNA CARTA INEDITA DE SU CONFESOR, EL PADRE BENITEZ TODO LO QUE PROVOCA EL TEXTO
Datos de un extraño sentido


Por Marta Cichero
 A fines de 1991 el libro Cartas peligrosas estaba terminado: salí de la casa de piedra del padre Hernán Benítez en la calle Blas Parera apretando una carpeta con las cartas inéditas de su correspondencia con Perón. Hacía dos años que visitaba al sacerdote con regularidad, sometiéndome a cariñosas pruebas e ignorando cuándo iba a calificar. En cuanto cerré el portón de su casa, sentí la resistencia de la tarde calurosa y mis latidos rápidos. A la distancia me veo como quien ve su infancia: creí tener una clave sobre la violencia de los años '70.
Poco antes de la impresión del libro, el padre Benítez me dio otro documento. Era una carta a Blanca Duarte de Alvarez Rodríguez, fechada el 3 de enero de 1985. Me pidió enfáticamente que la publicara. Al leerla por primera vez me detuve en el relato de los últimos momentos de la vida de Evita que él tantas veces me había contado, impresionada por el dato de que un débil responso había dado aviso de su muerte a la gente reunida sobre la avenida Libertador en silencio. Que Evita tuviese un secreto me pareció muy propio de una heroína histórica o literaria, pero nunca me interesó conocerlo por un pudor parecido al que uno siente cuando ve a otro ser humano expuesto por una enfermedad y conoce por primera vez sus mucosas y sus líquidos. El se reía cuando algún biógrafo o biógrafa le pedía una pista acerca del secreto, lo consideraba vulgar. Decía que jamás iba a traicionar el juramento y a la vez jugaba conmigo y me preguntaba: "¿Usted qué piensa que es?". Una maternidad frustrada es una conjetura que se puede verificar con una prueba científica. Benítez llegó a conocer el reclamo de la hija conjetural y sólo refutó el argumento: "Si Evita estaba inconsciente cuando nació la hija y pensó que había muerto, ¿por qué habría de sufrir?".
El hecho es que por algún motivo él le daba más importancia a este documento que a todos los otros que me había entregado. Lo supe cuando se publicó el libro y leyó la carta a Blanca criminalmente fragmentada por mí, porque no me pareció pertinente en un libro político. Un agudo corresponsal extranjero me preguntó en estos días si yo había respondido a ese mandato de dar a conocer las extrañas coordenadas que aparecen en la carta. Creo que no. Siempre pensé que el confesor había querido demostrar que Eva Perón sobrellevaba un trágico dolor, como algunos santos. Pero hay otros datos cargados de un extraño significado en esa carta --que Blanca Duarte negó haber recibido-- como el que alude a la casa de la calle 3 de Febrero que aún pertenece a la familia Duarte; los omití en el libro y considero que deben difundirse.


(*) Escritora. Autora del libro Cartas peligrosas.

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