sábado, 22 de agosto de 2015

GIGOLO “La repentina actualidad de una vieja singularidad”

GIGOLÓ “La repentina actualidad de una vieja singularidad”


Un gigoló es un hombre que se ofrece a una mujer a cambio de dinero. Normalmente la mujer es de mayor edad y el intercambio entre ambos tiene una finalidad sexual.

El gigoló es generalmente un hombre joven de buena apariencia física y que se dedica profesionalmente a las mujeres, con el fin de obtener una gratificación económica, así como regalos y atenciones diversas.

Se puede decir que el gigoló se dedica a la prostitución masculina, pero es una prostitución con algunos matices. No ofrece simplemente su cuerpo con un fin sexual, sino que es también un acompañante esporádico de mujeres adineradas que buscan el entretenimiento y practican una especie de juego de seducción.

Un gigoló es un acompañante social mantenido por una mujer en una relación continua, a menudo viviendo en su residencia o teniendo que estar presente a su entera disposición. Su pareja puede proporcionarle regalos, como ropa cara o un automóvil, y la relación puede incluir servicios sexuales.


Sobre el origen de la palabra Gigoló y su sorprendente actualidad

Se dice que un gigoló es el amante joven de una mujer de más edad que lo mantiene. (Espasa Calpe 2005). La palabra proviene del francés gigoló, formada a partir de gigue (violín y baile), adaptada del germánico gigua (violín). La palabra femenina precedió a la masculina (qué raro...):gigolette, que significa mujer desvergonzada. ¿Quién era el hombre que podía acompañar a una mujer de esta naturaleza? Un gigoló.

Otros dicen que su origen es italiano.

Es decir, el gigoló, también conocido en otras culturas como chapero y taxiboy, es una forma de la prostitución que se caracteriza por varones que prestan servicios sexuales a otros individuos y no unicamente mujeres.

El gigoló suele frecuentar ambientes de lujo con el fin de llamar la atención sobre sus clientas. En el mundo de estos profesionales hay una serie de características: un cierto glamour, elitismo, buenas maneras, fantasías sexuales y consumo de productos caros. El ambiente que rodea a estos individuos se ha dado a conocer a través de la literatura y el cine, pues en la vida cotidiana no se conoce habitualmente este tipo de realidad. Las historias del cine han creado un idea sofisticada de todo lo que les envuelve y es muy probable que no se corresponda con la realidad (el gigoló que acaba enamorándose de la clienta es una idea atractiva, aunque poco realista).


No dejan de sorprender las diferencias conceptuales que existen para definir a personas que hacen lo mismo pero son de distinto sexo. A una mujer que se mete con un hombre, mayor o no, con la finalidad de que la mantenga y sacar provecho de esa relación se le dice “gato”, en el mejor de los casos, prostituta.  A un hombre que se mete con una mujer para aprovecharse y vivir de ella se le dice...Gigoló, así, con todo y mayúscula.

La definición ha cambiado pues en la actualidad se dice que un gigoló no es exclusivamente el hombre que busca el amor y el dinero de una mujer mayor, puede ser una de su edad, o inclusive menor, que lo mantenga. La cuestión se ha vuelto un poco confusa en estos tiempos.

Si bien la prostitución masculina existe desde tiempos remotos, conocidas son las diferentes referencias que proceden de la Antigua Grecia, con respecto a la prostitución femenina, la masculina ha sido menos estudiada y abordada.

La mayoría de las civilizaciones de la antigüedad presentan evidencias de prostitución masculina, aún más, la mismísima Biblia nos ofrece testimonios acerca de la práctica masculina de vender favores sexuales a cambio de algún beneficio económico. Por ejemplo, en Grecia, los prostitutos o gigolós, eran mayormente esclavos, como consecuencia que quien ejercía la prostitución había perdido los derechos civiles y políticos.

También en el Imperio Romano como en Grecia existieron burdeles masculinos en los cuales se practicaba la prostitución de hombres.

Estados Unidos, por su lado, también ha mostrado a través de los siglos manifestaciones de prostitución masculina. Con el crecimiento urbano y el avance de las comunidades gays, la prostitución en este territorio comenzó a ser más visible en burdeles, baños públicos y bares, en los cuales los hombres que vendían licor eran también solicitados sexualmente, recibiendo comisiones por ello.

Los gigolós de nuestro tiempo, igual que los de antaño, son encantadores, posiblemente atractivos, profundamente convincentes y totalmente manipuladores.

En tanto, en la actualidad, la prostitución masculina se caracteriza por su variabilidad y por sus diferencias respecto de la femenina, porque por ejemplo muchos hombres ejercen la prostitución porque no disponen de medios económicos o empleo, aunque, una vez que consiguen un trabajo de inmediato la abandonan, algo que es bastante infrecuente entre las mujeres. En las clases altas, los hombres que ejercen la prostitución lo hacen para obtener ingresos alternativos y por curiosidad.

Muchas mujeres exitosas esconden una gran inseguridad interna y buscan la aceptación y compañía de un hombre que no cuestione su trabajo y compromiso con él. Este es el tipo de mujeres perfectas para un gigoló, quién les hará compañía y aceptará a cambio, solamente, de que ellas lo mantengan. Es posible que ellas vivan en una casa propia y ellos no tienen inconveniente alguno en irse a vivir con ellas o en vivir alternadamente entre su casa (si es que tienen) y la de estas ilusas féminas.


Internet, bares, bares, clubes, parques, avisos, saunas y clubes de sexo son algunos de los espacios en los cuales se ofrece y demanda hoy prostitución masculina.

Y respecto de los peligros y riesgos de la misma corren los mismos que para la prostitución femenina: violencia, enfermedades de transmisión sexual, vínculos con la mafia y el mundo de las drogas, abusos sexuales, explotación, entre otros.

Fuentes:




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