LA REVOLUCIÓN DE MAYO: UNA REVOLUCIÓN POPULAR.-
Conozcamos la historia, la verdadera historia.
Los verdaderos héroes de la misma fueron Belgrano, Castelli, Arzac, Vieytes,
French, Berutti, Nicolás Rodríguez Peña, y la Legión Infernal ,
con sus chisperos y manolos, y no quienes nos vendió la historia oficial. Por
eso se encargaron de enterrar en la semi oscuridad a casi todos de ellos, salvo
a la gran figura de Manuel Belgrano.
Eran la JP
de mayo, y los comió la revolución, como sucede habitualmente con sus
protagonistas.
Cuando el 14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires la
fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que
circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de
Napoleón, la Junta
Central de Sevilla, último bastión del poder español.
También trajo la noticia de que América había
dejado de ser una colonia española para pasar a ser una provincia de ultramar,
y llamaba a realizar Juntas, destituyendo Virreyes.
Toman conocimiento de que la Junta de Sevilla había resuelto saber a las tierras de América
que no son colonias sino provincias con igualdad de derechos. Y convoca a los
pueblos americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810).
Fue la chispa que necesitaba la revolución
para estallar.
La noche del 18 los jóvenes revolucionarios
se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la
convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación de en que quedaba el
virreinato después de los hechos de España y nombrar nuevas autoridades. El
grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con
Cisneros y pidan la convocatoria a cabildo abierto.
El Sábado 19 y sin dormir, por la mañana,
Manuel Belgrano le pidió al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo
Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico
Leiva. El domingo 20 el por la noche, Castelli y Martín Rodríguez
insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey trató a
los jóvenes de insolentes y atrevidos y quiso improvisar un discurso pero
Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le
contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan
ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo.
Pero la juventud no tenía paciencia.
Conf. Galasso: “El 21 de mayo, cuando
el Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa: "apenas
comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas personas, en
su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en el sector de
la Plaza
lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y Berutti, comienzan a
proferir incendios contra el virrey y reclaman la inmediata reunión de un
Cabildo Abierto. Van todos bien armados de puñales y pistolas, porque es
gente decidida y dispuesta a todo riesgo. Actúan bajo el lema de Legión
Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con
ellos".
Continuando con este autor: “No hay pues medulosos cambios de ideas, ni
buenos modales, ni patricios respetables polemizando únicamente, con sesudos
abogados, sino un grupo de privilegiados dispuestos frenéticamente a resguardar
con uñas y dientes sus fortunas y su posición social, frente a otro grupo,
intrépido y fogoso, animado por el espíritu de la revolución.
Castelli afirmaba: "Aquí no hay conquistados ni conquistadores,
aquí no hay sino españoles los españoles de España han perdido su tierra. Los
españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan
allá como puedan... Propongo que se vote: que se subrogue otra autoridad a la
del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses, que
será independiente si España queda subyugada".
El 22 de mayo se vota. Permite el alcalde votar solo a 69 partidarios
casi todos ellos del Virrey. Y se vota una Junta adicta con “El Sordo” a la
cabeza.
La juventud revolucionaria no está dispuesta a permitir. Tampoco deciden
que hacer deliberando en la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Cuanta Tomas Guido
“en estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de
Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua,
reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la
indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el
rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa
del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la
mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria
y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey
no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas."..
Cisneros renuncia. Pero como siempre pasa, los absolutistas reaccionan, y
convocan a nuevo cabildo para el 25 de mayo.
Los cabildantes se reúnen, pero los jóvenes revolucionarios no van a
aceptar nuevos fraudes a su voluntad.
Antonio Luís Beruti irrumpió en la sala capitular seguido
de algunos infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de
juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con
sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar
desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado
en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz
para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene
badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya
presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque
no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las
armas en la mano, no responderemos de nada."
La Juventud de la Legión Infernal
no les dejó margen para otra cosa.
Así se anunció finalmente que se había
formado una nueva junta de gobierno .El presidente: Cornelio Saavedra; los
doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, sus secretarios; fueron designados
seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de
Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo
Matheu.
Y allí comenzó nuestra historia Grande,
nacida en una revolución popular.
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