UN ENIGNA QUE
PLANTEAN LOS ROLLOS DE QUMRÁN:
¿QUIÉN
FUE EL MAESTRO DE JUSTICIA?
Los Manuscritos
del Mar Muerto o Rollos de Qumrán, llamados así por hallarse en
grutas situadas en Qumrán, a orillas del mar Muerto, son una
colección de 972 manuscritos.
Con
frecuencia se trató de identificar a Jesús de Nazaret con el Maestro
de Justicia que fundó la congregación esenia autora de los manuscritos, pero el
nombre de Jesús no se menciona allí ni una sola vez, ni siquiera mediante
alusión o clave y tanto los análisis de la antigüedad de los rollos
encontrados, como los estudios arqueológicos y el análisis histórico muestran
que el Maestro de Justicia vivió a comienzos del siglo II antes de
Cristo.
Se
puede afirmar entonces que los manuscritos y especialmente la corriente
espiritual y el testimonio de vida de los esenios autores
del Manuscritos del Mar Muerto fueron una fuente del cristianismo
primitivo y prepararon en el desierto el camino de Jesús. La propia vida
de Juan Bautista en las cercanías de Qumrán, podría llegar a
interpretarse como un elemento que preparó el camino para el mensaje del
nazareno.
Si
existe una figura en el conjunto de los Documentos del mar Muerto que
haya despertado interés, se trata, sin lugar a duda posible, de la denominada
«Maestro de Justicia». Ciertamente, el personaje en concreto resulta de una
importancia incomparable a la hora de intentar desentrañar el inicio de la
secta de Qumrán, así como las motivaciones que cristalizaron en su formación.
Aunque
el movimiento del que procedía la secta de Qumrán se articuló un par de décadas
antes de que el Maestro de Justicia pasara a formar parte del mismo, lo cierto
es que su ingreso en aquel resultó tan trascendental que sus seguidores contemplarían
los veinte años anteriores como una era de tinieblas, durante la que se había
caminado a tientas. En otras palabras, la luz se había hecho cuando había
aparecido el Maestro de Justicia.
La
tarea destinada a identificar históricamente la figura del Maestro de Justicia
ha sido objeto de especulaciones diversas desde el mismo descubrimiento de los
rollos del mar Muerto. Dado que, aparentemente, se habla de su muerte en los
manuscritos y que él mismo nos es presentado como el fundador de un movimiento
religioso surgido en el seno del judaísmo, la posibilidad de que se lo
comparara con Jesús resultaba prácticamente ineludible.
En
algún caso, se llegó incluso a identificarlo con él mismo. Como tendremos
ocasión de ver, tal tesis es pura y simplemente imposible aunque sólo sea
porque el Maestro de Justicia vivió un siglo y medio aproximadamente antes de
que naciera el Nazareno. Pese a todo, el Maestro de Justicia sigue siendo un
personaje de enorme interés y dotado de una entidad histórica propia dentro del
judaísmo del periodo del Segundo Templo.
El descubrimiento de los documentos del
mar Muerto en las inmediaciones de Qumrán ha constituido, sin ninguna duda, uno
de los acontecimientos arqueológicos más relevantes del presente siglo. Sin
embargo, pese al carácter general de esa circunstancia, ha existido un
personaje —al que los documentos denominan enigmáticamente el Maestro de
Justicia— que se ha visto llamado a ser objeto de repetidas y sugestivas
especulaciones, incluida la de que fuera seguidor o inspirador de las
enseñanzas de Jesús y del cristianismo primitivo. En realidad, ¿quién fue el
Maestro de Justicia?
La
cercanía geográfica y temporal de los documentos del mar Muerto con el mundo en
que vivió Jesús y se escribió buena parte del Nuevo Testamento dotó pronto a
estos hallazgos de una aura de misterio que, comprensiblemente, han conservado
hasta la fecha. Ya en 1950, A. Dupont-Sommer, uno de los primeros estudiosos
del tema, señalaba lo que a su juicio eran enormes parecidos entre este
personaje y Jesús insistiendo en que el Mesías cristiano parecía una
«sorprendente reencarnación» de aquél. Seis años después, John Allegro, miembro
del equipo de expertos encargado del estudio de los manuscritos, llegó incluso
a afirmar que el Maestro de Justicia había sido crucificado y que sus
discípulos esperaban su resurrección y retorno, con lo que los paralelismos con
la figura de Jesús aún resultaban más evidentes. No eran sino los dos primeros
en una larga lista de autores —no pocas veces oportunistas— que vincularían la
misteriosa figura con la del cristianismo primitivo y su fundador. ¿Es posible
en la actualidad disipar el misterio que envuelve al anónimo personaje y
establecer su identidad y personalidad?
A
algo más de medio siglo de la fecha del descubrimiento de los manuscritos de
Qumrán, la respuesta a esos interrogantes sólo puede ser afirmativa. Para
empezar, contamos con algunas características de su personalidad bien
establecidas documentalmente. Por ejemplo, el Pesher de los salmos descubierto
en la cueva 4 de Qumrán señala que era sacerdote, lo que le relaciona de manera
automática con la tribu judía de Leví, encargada de desempeñar ese tipo de
funciones en el seno del judaísmo. También sabemos por las Hodayot o Himnos de
Qumrán que, a semejanza de otras personalidades religiosas de todos los
tiempos, como san Agustín o Lutero, tenía una conciencia estricta que le
acusaba constantemente de sus pecados y que le llevó a preocuparse intensamente
por su incapacidad para obtener la salvación por sus propios méritos. De esa
situación, presumiblemente angustiosa en términos existenciales y espirituales,
emergió al parecer al estar convencido de que guardaba verazmente una primitiva
tradición religiosa emparentada con el judaísmo, al considerarse receptor de
una revelación especial y, sobre todo, al comprender que la salvación era un
don de Dios y no el producto del esfuerzo humano.
Aparte
de estos datos relativos a su psicología, los documentos del mar Muerto nos
proporcionan otras referencias a la vida del anónimo Maestro de Justicia. Por
ejemplo, sabemos por el documento de Qumrán denominado 1Q 10 que sufrió
persecución por sus posiciones contrarias a la jerarquía que regía el Templo de
Jerusalén. Esta circunstancia le llevó a abandonar la vida entre el resto de la
población judía y a refugiarse en Qumrán en el seno de una comunidad monástica
de esenios muy acusadamente exclusivista fundada por él. Hasta allí fue
perseguido por sus adversarios, que incluso robaron a la comunidad sus
posesiones pero que, no obstante, no llegaron a causarle ningún daño físico.
Sin embargo, el Maestro de Justicia no sobreviviría mucho tiempo a aquellas
amargas experiencias y moriría poco después en Qumrán, aunque seguramente no de
forma violenta.
¿Pudo
ser el Maestro uno de los primeros dirigentes cristianos o, al menos, un
inspirador de la enseñanza de Jesús? La primera cuestión debe ser contestada en
términos claramente negativos. Tanto el análisis paleográfico, la evidencia
interna y arqueológica, y la aplicación en 1987 de un nuevo método de
espectrografía de masas a los documentos de Qumrán dejan de manifiesto, sin
lugar a duda alguna, que éstos se redactaron entre el siglo II a. J.C. y los
inicios del siglo I d. J.C., estando las referencias relativas al Maestro
situadas entre algunas de las fuentes más primitivas. No pudo ser, por tanto,
un seguidor de Jesús. Pero todavía menos si cabe pudo ser su inspirador, ya que
las discrepancias entre ambos resultan asimismo abismales. A diferencia de lo
consignado en las enseñanzas del Maestro de Justicia, Jesús admitió entre sus
seguidores a mujeres, marginados y enfermos (Lucas 8, 1 ss; Mateo 9, 9 ss). De
la misma manera, relativizó extraordinariamente la ley de Moisés en cuestiones
como el cumplimiento del sábado o los alimentos puros e impuros (Marcos 7, 19).
Finalmente,
Jesús insistió de manera muy acentuada en el amor extendido incluso hacia los
enemigos (Mateo 5, 38 ss), lo que choca con la práctica de los esenios de
Qumrán de maldecir religiosamente a aquellos que no pertenecían a su grupo. En
términos psicológicos, el abismo entre ambos personajes se agranda de manera
aún más considerable. Jesús no aparece nunca en las fuentes como un sujeto
atormentado por el pecado y por su necesidad de salvación, sino como un
personaje convencido de su condición mesiánica y de su filiación divina cuya
misión es precisamente la de salvar al género humano mediante su muerte. Donde
el Maestro de Justicia se vio como un ser humano ansiosamente necesitado de
salvación, Jesús se presentó como ese Salvador.
Pese
a todo lo anterior, no se debería caer en el riesgo de considerar como de poco
valor al personaje del Maestro de Justicia sólo porque no pueda ser conectado
con el cristianismo primitivo. En él y en las obras relacionadas con él
aparecen reflejadas las tensiones del judaísmo anterior a la aparición del
cristianismo, un judaísmo muy dividido en cuestiones como el culto del Templo,
la interpretación de la ley mosaica o la actitud que había que guardar ante la
vida. De ese magma, en absoluto monolítico, surgiría precisamente la fe que
transformaría el destino de Occidente y, junto con éste, el del mundo entero.
FUENTE:
César Vidal “Enigmas históricos al descubierto”, De Jesús a Ben Laden
En alguno de sus libros, Salvador Freixedo afirma que el Maestro de Justicia -a quien sitúa en el siglo II ANE- coincidentemente, también de llamaba Jesús y fue también llamado Cristo. ¿Es esto cierto?
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