domingo, 16 de agosto de 2015

HISTORIA DE AMORES DE HIPOLITO YRIGOYEN

HISTORIA DE AMORES DE 

HIPOLITO YRIGOYEN




En agosto de 1872 Yrigoyen, con sólo veinte años, fue nombrado comisario de policía en la parroquia de Balvanera. Tan joven y ya andaba de chaqué y galerita. Ya se vislumbraba, también, su especial debilidad por las mujeres, a las que siempre trató con especial consideración. Es aquí cuando inicia su costumbre del amor clandestino.

Su primera historia de amor conocida es la que vive con Antonia Pavón, una muchacha de condición humilde que le dará una hija: Elena. Yrigoyen no reconocerá legalmente a su primogénita (tampoco lo hará con sus otros hijos), pero se encargará de su educación y la tendrá a su lado hasta el fin de sus días. Elena incluso sacrifica su vocación religiosa para acompañar a su padre. En alguna ocasión, Yrigoyen admitió que Elena era su "única" hija. Se incomodaba mucho con estas conversaciones, hacía lo imposible por cambiar de tema o, como último recurso, le adjudicaba los hijos a su hermano Martín.

A los veinticinco años Hipólito conoció a Dominga Campos, una muchachita de diecisiete, de buena familia, hija del coronel Julio Campos. Tuvo con ella seis hijos de los cuales tres, murieron de pequeños. La relación con Hipó1ito es escandalosa para la época. Dominga debe abandonar la casa de sus padres. El no vivía con ella pero la mantenía y la visitaba todas las noches y a veces durante el día. Y aquí surge el primer misterio: ¿por qué no se casaron? ¿Sería posible que compartiera la mentalidad de los jóvenes de clase alta que no se casaban con la que "había caído", aunque ellos mismos fueran los seductores? ¿Por qué no reconoció esos hijos? Los tres menores - María Luisa, Sara y Eduardo - habían nacido en el 80, 81 y 82, lo que demuestra una vida compartida. Parece que Yrigoyen daba a sus concubinatos la estabilidad de matrimonios.
En 1889, habiendo hecho un poco de plata con el campo, compró para Dominga y sus hijos una casa en la calle Ministro Inglés. Después de una relación de más de doce años, estaban pensando en casarse. Pero la desgracia parecía perseguir a la joven: ese mismo año, Dominga, que no había cumplido aún los treinta, se enfermó de tuberculosis y tuvo que dejar a sus tres hijos de doce, nueve y siete años para ir a Tandil a tratar de curarse con el cambio de aire. Allí murió, al año siguiente, acompañada tan sólo de un hermano. Su enfermedad y muerte, así como la preocupación por el cuidado de sus hijos, deben haber causado mucha aflicción al temperamento sensible de Yrigoyen. Nunca, sin embargo, dejó traslucir en su vida pública los avatares de su vida privada.

Sin embargo, en 1880, mientras tenía una relación estable con Dominga y se llenaban de hijos, había intentado casarse con una "niña" de la sociedad. El padre de ella se había opuesto con violencia. ¡Jamás permitiría que se casara con ese "compadrito"! La joven obedeció... pero tuvieron un hijo, al que Yrigoyen tampoco reconoció.

En medio del camino de la vida, encontró a la que sería su gran amor de la madurez. Se llamaba Luisa Bacichi. Había nacido en Trieste el 11 de marzo de 1855 y era viuda del escritor Eugenio Cambaceres. Había llegado a Buenos Aires con su hermana en una compañia de bailarinas.
Con esta mujer Yrigoyen viviría hasta su muerte. Se conocieron cuando Hipólito fue a arrendarle la estancia del Quemado, que ella no podía explotar. Luisa tendría entonces cerca de cuarenta años muy bien llevados y él se acercaba a los cincuenta. Allí pasaron felices temporadas y, cuando estaban en Buenos Aires, vivían en la quinta de Barracas, aunque Yrigoyen siempre siguió teniendo su propia casa. En 1897 nació Luis Herman Irigoyen, el hijo de ambos." ¿Qué les impedía casarse? Probablemente las mismas razones de dedicación a la causa. Durante esos años Yrigoyen recibía con mucha frecuencia a amigos y correligionarios en la estancia del Quemado y Luisa se ocupaba de todo como si fuera su legítima mujer.

En 1904 Yrigoyen seguía dando sus clases de Instrucción Cívica y Moral en la escuela normal. Después de la revolución fallida de 1905, lo dejaron cesante. Ese año una de sus alumnas era Alicia Moreau de Justo. En una entrevista ella contó que Yrigoyen había tenido amores con una o más alumnas.
Alicia Moreau de Justo recordó al respecto:
"Detrás de mí se sentaba una chica que era muy bonita, era la más bonita de la clase, pero era un poco ingenua, bastante ingenua. Yo la quería mucho y la empujé pura que diera una clase. La dio y le fue bien. Entonces él se fijó en ella. La hizo bajar a la Dirección, porque las alumnas que él distinguía las hacía bajar a la Dirección y, delante de la directora les echaba un sermón [...] ¡Todas las cosas que ese hombre me dijo sobre lo que yo debía hacer, lo que debía estudiar y cómo trató de conquistarme a través de los elogios! No recuerdo que nadie me haya elogiado como él [...] Y a la muchacha la conquistó así. Pero la conquistó de verdad. Esa pobre chica acabó por tener un hijo de él. Se llamaba. Rosalba."
Si la anécdota es cierta, éste sería el décimo hijo del padre soltero.

Yrigoyen sobreviviría ocho años después de la muerte de Luisa Bacichi. Descontando el paréntesis glorioso de la asunción a la segunda presidencia en 1928, estos últimos deben haber sido los años más dolorosos del viejo caudillo, que tuvo que soportar la ignominia de estar preso dos veces en Martín García y de que una turba saqueara e incendiara su casa de la calle Brasil. Quemaron sus papeles y el gobierno le cerró todo crédito, como si hubiera sido un criminal. A mediados de enero de 1932, Yrigoyen ya anciano, cansado y enfermo, volvía de su segunda reclusión en Martín García acompañado por Elena, su hija, y otros miembros de su familia.
Yrigoyen muere el 3 de julio, moría un ex presidente, un gran caudillo... pero también moría un hombre apasionado que se llevaba a la tumba el misterio de sus amores, de sus hijos y de tantas otras cosas que quizás nunca se lleguen a develar.

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