MARTINA CHAPANAY
La Bandolera indómita
Nació
en el valle de Zonda, en San Juan de Cuyo, en 1800. se discute si en las
Lagunas de Guanacache o en el Valle de Zonda. Hija de Ambrosio Chapanay, último
cacique huarpe de ese lugar, y de Mercedes González, una cautiva blanca robada
a fines del siglo XVIII. El vocablo “Chapanay” se debe interpretar así:
“chapad”, pantano, y “nai”, negación; por lo tanto: lugar donde no hay pantanos.
Desde
niña sintió atracción por las tareas propias de los hombres de su condición:
fue jinete, baquiana y rastreadora habilísima. Adquirió asimismo gran
capacidad en el arte del cuchillo, del lazo y de las boleadoras. Sus
cualidades de destreza, audacia y valentía no fueron obstáculo para que se
transformara en una mujer atractiva que “reinaba en los corazones” y era
“admirada y respetada por cierta conducta recatada”.
Entre
otras hazañas, se distinguió por haber vengado la muerte del caudillo riojano
Ángel “El Chacho” Peñaloza. Es centro de una devoción popular porque compartía
el fruto de sus robos con los más humildes. Era una mujer de contextura
pequeña, pero fuerte y ágil. De bellos razgos, su cabello era negro lacio y de
tez morena. Al elegir la vida de montonera comenzó a utilizar la vestimenta de
los gauchos (chiripá, poncho, vincha, botas de potro) tal como se representaba
en las estampas y tallados de madera.
En
1822, durante uno de sus viajes al Pueblo Viejo (Concepción) con objeto de
vender mercaderías, Martina Chapanay conoció a quien tendría trascendente
participación en su vida. Había ido a una de las mejores pulperías de la
ciudad a vender unos porrones de “aloja” y adquirir un poco de azúcar, yerba y
tabaco; al salir con su compra del local casi se lleva por delante a un mozo
que entraba en esos momentos. Tratábase de un gaucho joven, agraciado,
fuerte, de mirada inteligente, bronceado por el sol y con aire de
forastero. Martina le pidió disculpa, acompañando su excusa con una
sonrisa, desacostumbrada en ella; el desconocido le hizo un tímido saludo con
la cabeza, en señal de sorpresa admirativa, permaneciendo al principio como
asombrado, corriendo luego a remover los cueros que cubrían el hueco abierto de
la puerta del local para facilitar su salida.
Poco
después preguntaba al pulpero sobre la joven, se enteró que era la hija del
cacique Chapanay. Quiso gustar el brebaje llevado por la muchacha, que el
pulpero le mostró, logrando que éste le sirviese una copa, que le gustó.
El paisano se dirigió al día siguiente a Zonda donde se reunió con el padre de
Martina para informarle que Quiroga lo enviaba desde su patria chica, La Rioja,
para invitarlos a participar en las montoneras que estaba reuniendo, con
hombres de allí y de los pueblos hermanos, para defender la libertad de todos
los hombres de esas regiones. El propósito de salir a la lucha, en esos
momentos precisos que la patria debía organizarse, en procura de un gobierno
que los protegiese a todos contra las injusticias y abusos a que estaban
reducidos desde hacía mucho tiempo, era justo y honroso.
Martina
colaboró con el General San Martín en la gesta del Cruce de Los Andes. “Se
convirtió en una de las tantas y tantos chasquis que llevaban y traían mensajes
entre las seis columnas del Ejército Libertador. Dicen que por muchos años
lució con mucho orgullo una chaquetilla que dejaba constancia de aquellos
gloriosos días”, dice Pigna.
Luego
asegura que a los 22 años se unió a las huestes de Facundo Quiroga y peleó
junto a él, interviniendo posteriormente en todos los combates de la campaña
del riojano. Guerreó a favor de los caudillos que en las provincias
encarnaron los anhelos populares.
Pedro
D. Quiroga refiere que Martina “en la mitad de su carrera tuvo que lamentar la
pérdida de su compañero que había perecido en la batalla de la Ciudadela en el
Tucumán…”.
En
efecto, uno de los jefes de la montonera de Facundo Quiroga, el intrépido
comandante de gauchos consorte de Martina, perdió la vida al lanzarse en una
violenta arremetida contra una línea de bayonetas del enemigo, a la que
consiguió quebrar; a poco de haber obtenido ese resultado fue rodeado por
milicos de infantería, y en una lucha desigual, que pudo haber prevenido, le
mataron el caballo, que le arrastró a tierra, en donde le acosaron sus
enemigos, ultimándole con un bayonetazo fatal.
Muerto
su consorte, en la Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831 y asesinado Quiroga en
Barranca Yaco (1835), Martina Chapanay regresó al hogar paterno en Zonda Viejo,
que encontró abandonado: los miembros de la pacífica y laboriosa tribu habían
sido muertos y robados por el blanco, otros murieron reclutados en los
ejércitos y los restantes se refugiaron en la serranía.
El
constante clima de guerra y, en consecuencia, el cierre de establecimientos,
habían separado del trabajo a los hombres, y las provincias no pudieron dar a
la masa desocupada el sustento necesario. Malogrado el hábito del
trabajo, se originaron las bandas nómadas aplicadas al atraco de la propiedad
ajena. Martina, asilada en los montes, y acorralada por la miseria, se
convirtió en jefe indiscutida de una de ellas, siendo repartido el producto de
sus robos entre los pobladores más humildes.
Más
tarde, se enroló en las huestes del gobernador y caudillo sanjuanino, general
Nazario Benavídez, comportándose gallardamente en el combate de Angaco (6 de
agosto de 1841) y también en el de La Chacarilla en donde dicho general,
favorecido por un fuerte viento Zonda, atacó sorpresivamente a las tropas
unitarias del Gral. Mariano Acha que habían acampado en este lugar después de
haber vencido a las fuerzas federales en la Batalla de Angaco. Su
participación en las fuerzas federales, en defensa de la provincia de San Juan,
junto al gobernador, demostró un deseo de exponer la vida en apoyo del sentir
popular de Cuyo en esa contienda civil.
Asesinado
Benavídez, en 1858, Martina Chapanay volvió a asumir la dirección de una
cuadrilla de bandoleros. Poco tiempo después, abandonó esa vida,
acompañando al caudillo Angel Vicente Peñaloza en su última y desgraciada lucha
en defensa de los fueros riojanos.
Pasó
sus últimos años arriesgando su vida en salvaguardia y beneficio de su “patria
chica”. Campeó contra las arbitrariedades en provecho de la comunidad,
prevaleciendo en ella un deseo constante de hacer el bien al prójimo. Sus
hazañas fueron incontables y heroicas. Llegó a tener una reputación
extraordinaria como benefactora tutelar de los viajeros, y prestó grandes
servicios a los hacendados.
Sin
embargo, en los finales de su vida, Martina tuvo actitudes poco felices.
Pedro D. Quiroga dice que: “en las últimas campañas de Peñaloza, ha figurado
siempre en la escolta de éste, desempeñando con habilidad la delicada misión de
“espía”. Pero una vez concluida la montonera con la muerte del caudillo,
tuvo la previsión de fijar su domicilio en el Valle Fértil, y se ocupaba en dar
aviso a las autoridades de todas las intentonas que meditaban los montoneros
que habían quedado por entonces dispersos en pequeños grupos asolando las
poblaciones de la campaña de la provincia de San Juan”.
Murió
en Mogna, absuelta de sus pecados por el cura párroco de Jachal, que también se
ocupó de su entierro. Su tumba ha sido observada por el historiador
Marcos estrada en el cementerio viejo de Mogna: “Una cruz de madera, hincada en
el suelo, señala el lugar consagrado en donde descansan los restos de una mujer
argentina que sobrevivió la tragedia de su época y supo salvarse del naufragio,
resucitando a la inmortalidad”.
La
zona es ahora un desierto, pero en el siglo XIX las aguas del río Mendoza y del
Desaguadero creaban las llamadas Lagunas de Guanacache. La construcción de una
represa cerca de la ciudad de Mendoza provocó la sequía de las lagunas, y
actualmente los huarpes obtienen el agua de pozos muy profundos, ya que los
superficiales están contaminados con agua salada. La supervivencia de éstos se
basa principalmente en la cría de cabras, la utilización de los frutos del
algarrobo, un árbol típico de la zona, y la venta de artesanías en el Mercado
Artesanal, que se encuentra al lado de la oficina de turismo de la ciudad
capital.
Se
cuenta que un antiguo oficial sanmartiniano, el cura Elacio Bustillos, cubrió
la tumba de Martina con una laja blanca, sin ninguna inscripción, ya que “todos
saben quién esta allí”.
Lamentablemente
no se conoce ningún retrato o ilustración de Martina Chapanay, pero sí nos
queda la descripción que Marcos Estrada hace de ella: “de estatura mediana, ni
gruesa ni delgada, fuerte, ágil, lozana, mostraba un raro atractivo en su
mocedad. Parecía más alta de su talla: su naturaleza, fuerte y erguida,
lucía además un cuello modelado. Caminaba con pasos cortos, airosa y
segura. Sus facciones, aunque no eran perfectas, mostraban rasgos
sobresalientes; su rostro delgado, de tez oscura delicada, boca amplia, de
labios gruesos y grandes, nariz mediana, recta, ligeramente aguileña, algo
ancha –mayormente en las alas-, pómulos visibles, ojos relativamente grandes,
algo oblicuados, garzos, hundidos y brillantes, de mucha expresión, que miraban
con firmeza entre espesas pestañas, cejas pobladas, armoniosas, y cabello
negro, lacio, atusado a la altura de los hombros. Su fisonomía era
melancólica; podía transformarse en afable, por una sonrisa, dejando visibles
dos filas de dientes muy blancos. A pesar de que su continente era
enérgico, había en él un sello de delicada feminidad. Su carácter, algunas
veces alegre, era no obstante taciturno, magnánimo, solía transformarse en
irascible, y hasta violento, ante el menor desconocimiento a su persona.
El timbre de su voz era más bien grave, que lo hacía esencialmente
expresivo. Animosa y resuelta, no le fatigaban los grandes viajes ni el
trabajo incesante; aguantaba insensible el frío y el calor, y resistía sin
lamentaciones el sufrimiento físico”.
Fuente
Cutolo,
Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930) – Buenos
Aires (1969).
Efemérides
– Patricios de Vuelta de Obligado
Estrada,
Marcos – Martina Chapanay, realidad y mito – Buenos Aires (1962).
Quiroga,
Pedro D. – Martina Chapanay, Leyenda histórica americana – Buenos Aires (1865)
www.revisionistas.com.ar
Se
permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario