miércoles, 13 de marzo de 2019

CALIDADES Y CONDICIONES MÁS CARACTERÍSTICAS DE LOS INDIOS PAMPAS Y AUCACES


CALIDADES Y CONDICIONES MÁS CARACTERÍSTICAS DE LOS INDIOS PAMPAS Y AUCACES

 
CALIDADES Y CONDICIONES MÁS CARACTERÍSTICAS DE LOS INDIOS PAMPAS Y AUCACES

 

Extracto del “Diario que el capitán, don Juan Antonio Hernández ha hecho, de la expedición contra los indios teguelches, en el gobierno del señor don Juan José de Vertiz, gobernador y capitán general de estas Provincias del Río de la Plata, en 1.º de octubre de 1770” De Colección de viajes y expediciones a los campos de Buenos-Aires y a las costas de Patagonia de  Pedro de Angelis



Primeramente, son de estatura, por lo regular, dichos indios mediana, de cuerpo robusto, la cara ancha y abultada, la boca mediana, la nariz roma, los ojos pardos, y sanguinolentos, la frente angosta, los cabellos lacios y gruesos, la cabeza por atrás chata.
Su vestimenta se compone de muchos cueritos de zorrillos, pedazos de león, y otros de venado, los que van ingiriendo, y hacen uno de dos y media varas de largo, que le llaman guavaloca, y nosotros quiapí, con lo que se cubren desde el pescuezo hasta los tobillos, fajándose por la cintura con una soga de cuero de potro, y cuando tienen frío o llueve, lo alzan y quedan tapados.
Las indias gastan quiapí, lo mismo que los indios, con la diferencia de que no lo atan por la cintura, sino por el pescuezo, que lo apuntan con unos punzones de fierro pequeños, teniendo las cabezas de ellos como espejos de plata o de hoja de lata, y desde la cintura un tapa-rabo corto, a medio muslo por delante. Gastan y quieren mucho los abalorios, cuentas de cualesquiera calidad y cascabeles, con los que hacen gargantillas en pescuezo, muñecas y piernas, tanto las mujeres  como los indios. Su comida se reduce a comer yegua, caballo, avestruces, venado y cuanto animal encuentran, pero lo que más apetecen es la yegua, y si se ven afligidos, la comen cruda. Principalmente procuran para almorzar cazar un venado, y apenas lo bolean (pues es su modo de cazar), le agarran de las piernas y le dan contra el suelo un golpe, y dándole un puñetazo en cada costillar, lo degüellan, no permitiendo que le salga sangre alguna, sino que se le vaya introduciendo todo por el garguero, y medio vivo lo abren por entre las piernas, cosa que quepa la mano, y echándole fuera todas las tripas, sacan la asadura entera y se la comen como si estuviera bien guisada, sorbiéndose el cuajo, como si fuera un pocillo de chocolate. El sebo, panza y lebrillo de la vaca lo comen crudo y gustan mucho de ello, de suerte que cuando hacen invasión en nuestras fronteras, no son sentidos, porque como no necesitan de fuego para comer, se introducen con facilidad.
Son sumamente viciosos en toda clase de vicio; son grandes fumadores; el aguardiente lo beben como agua, hasta que se privan enteramente; beben mucho mate, y luego se comen la yerba, y con la bebida se acuerdan de todos los agravios que han recibido ellos y sus antepasados, las peleas que han tenido y las invasiones que han hecho; todo lo cantan y otros lloran, que es una confusión oírlos. Luego que se levantan de mañana se van al río o laguna que tienen más inmediata, y se echan unos a los otros gran porción de agua en la cabeza, con lo que se retiran a dormir.
Sus armas, de que usan, son lanzas y bolas, en lo que son muy diestros, y tienen sus coletos y sombreros de cuero de toro, que con dificultad le entra la lanza, y ésta ha de ser de punta de espada: algunos usan cota de malla, pues se contaron hasta nueve. Entre ellos su modo de insultar es al aclarar el día, guardando un gran silencio en su caminata, pues si se les ofrece parar por algún acontecimiento, con un suave silbido para todos, que no se llega a percibir aun entre ellos rumor alguno, y llegando a vista del paraje que van a invadir, pican sus caballos, y a todo correr, metiendo grande estrépito y algazara, no usando formación alguna sino que cada cual va por donde quiere. En cuanto al despojo, el que más encuentra ése más lleva, y al retirarse, llevando la presa, aunque maten a sus mejores amigos o parientes, no vuelven a defenderlos, sino que cada uno procura caminar sin aguardarse unos a los otros, llevando a las indias con ellos para que éstas se hagan dueñas de las poblaciones que invaden, y roben lo que pudieren, mientras ellos pelean.
En cada toldería tienen su adivino, a quien llevan consigo cuando  van a invadir alguna parte, y mientras no están cerca, por las tardes o a la noche, se ponen a adivinar. El modo es clavar todas sus lanzas muy parejamente, y al pie de ellas es que su dueño sentado, poniéndose enmedio, al frente el adivino, y detrás de él todas las indias, y teniendo en la mano dicho adivino un cuchillo, comenzándolo a mover como el que pica carne, entona su canto al que todos responden, y de allí a media hora, poco más o menos, comienza el adivino a suspirar y quejarse fuertemente, torciéndose todo y haciendo mil visajes, siguiendo los demás dicho canto, hasta que allí a un rato, que pega un alarido muy grande, se levantan todos. Preguntándole el cacique, (quien está en la derecha del mencionado adivino, con un machete en la mano) sin mirarlo a la cara, todo lo que él pretende saber, él le va respondiendo lo que le da gana, y esto lo creen tan fuertemente, que no hay razones con que convencerlos, aunque les sale todo nulo; pues están persuadidos que con aquel canto que hacen vieron el gualichu, que así llaman al diablo, y que éste se introduce en el cuerpo del adivino, y les habla por él, revelándole todo lo que quieren saber. Después de concluido le dan a beber un huevo de avestruz crudo, y agua, haciéndole fumar tabaco, que es el regalo que le hacen al gualichu, dándole al adivino vómitos fingidos; y entonces comienzan a gritar todos, y echando fuego al aire, que tienen prevenido, se despiden de dicho gualichu, que dicen sale del cuerpo del adivino, y se retiran a sus toldos.
Sus médicos son como los adivinos, pues estando alguno enfermo, sea del mal que fuese, llaman a la médica, y puesta al pie del enfermo y todos los amigos y parientes en rueda, toma la dicha médica unos cascabeles en la mano y comienza a sonarlos, cantando al mismo tiempo, a lo que todos responden; y de ahí a poco rato comienza a quejarse y torcerse toda con muchos visajes, y comenzando a chupar la parte que al enfermo le duele; está así mucho rato, prosiguiendo los demás cantando. La médica escupe y vuelve a chupar, siendo ésta la medicina que le aplican; y vimos en una ocasión que una gran médica de éstas dejó a la mujer del cacique Lincon, tuerta, de tanto chuparle un ojo, por haberle ocurrido en él un humor; esto lo sobrellevan muy gustosos, en la inteligencia que pende del gualichu.
Las casas o poblaciones son de estacas de tres varas, y cueros de caballos por los lados y techos, que ellos les llaman suca y nosotros toldos. En cada una vive una familia, y en medio de dichos toldos tiene el cacique su habitación, la que no es fija, pues en un paraje viven un mes, en otros quince días o veinte, con cuyo motivo es difícil dar con ellos.
No tienen subordinación a sus caciques, pues cuando quieren, dejan a uno y van a vivir con otro; y si el cacique emprende o tiene que hacer alguna empresa, a todos se lo comunica y cada uno da su parecer.
Cada uno tiene las mujeres que pueda comprar, y viéndose aburrido de ellas las vende a otros; y si llegan a tomar algunas cautivas, luego que llegan a sus toldos se casan con ellas; y si dichas cautivas, mas que sean indias, no van contentas, luego las lancean y las arrojan del caballo, y aunque estén medias vivas, las dejan.
El trabajo de ellos se reduce a tornar yeguas y potros silvestres, cazar zorrillos, leones, tigres y venados, de cuyas pieles hacen las indias quiapís y guasipicuás, y de las plumas de avestruz hacen plumeros, siendo ellas las que todo lo trabajan, pues les dan de comer, cargan las cargas, mudan los toldos y los arman; y aunque las vean los indios, quienes están echados de barriga, no se mueven a ayudarlas en nada; antes sí, si es poco sufrido, se levanta, y con las bolas que nunca las dejan de la cintura, le dan de bolazos, y a esto no llora ni se queja la india.


jueves, 7 de marzo de 2019

PACTO DE LAS CATACUMBAS


PACTO DE LAS CATACUMBAS

PACTO DE LAS CATACUMBAS
Durante el CONCILIO VATICANO II (1962-1965) un grupo de obispos, principalmente de América Latina, liderados por Helder Cámara, se reunían periódicamente para reflexionar sobre el lema de la Iglesia de los pobres que Juan XXIII había propuesto para el concilio. Les motivaba a ello un deseo de fidelidad al Jesús pobre de Nazaret y también el testimonio del sacerdote  Paul Gauthier y de la carmelita Marie Thérèse Lescase que trabajaban como obreros en Nazaret.
Tras un largo tiempo de diálogo y discusiones, pocos días antes de la clausura del Vaticano II, el 16 de noviembre de 1965, 40 obispos se reunieron en las Catacumbas de Santa Domitila de Roma para celebrar la eucaristía y firmar un compromiso, el llamado Pacto de las Catacumbas, al que se adhirieron otros 500 obispos del concilio.
En este Pacto, los obispos, conscientes de sus deficiencias en su vida de pobreza, con humildad pero también con toda determinación y toda la fuerza que Dios les quiere dar, se comprometen a 13 decisiones.

PACTO DE LAS CATACUMBAS

Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros, en una iniciativa en que cada uno de nosotros quisiera evitar la excepcionalidad y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos de episcopado; contando sobre todo con la gracia y la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo siguiente:

1) Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de locomoción y a todo lo que de ahí se sigue.

2) Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores llamativos, insignias de material precioso). Esos signos deben ser ciertamente evangélicos: ni oro ni plata.

3) No poseeremos inmuebles ni muebles, ni cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre; y si fuera necesario tenerlos, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales caritativas.

4) Siempre que sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, en la perspectiva de ser menos administradores que pastores y apóstoles.

5) Rechazamos ser llamados, oralmente o por escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor...). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre.

6) En nuestro comportamiento y en nuestras relaciones sociales evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos (ej: banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos).

7) Del mismo modo, evitaremos incentivar o lisonjear la vanidad de quien sea, con vistas a recompensar o a solicitar dádivas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social.

8) Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y los trabajadores compartiendo la vida y el trabajo.

9) Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus relaciones mutuas, procuraremos transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes.

10) Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad y al desarrollo armónico y total de todo el hombre en todos los hombres, y, así, al advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios.

11) Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en estado de miseria física cultural y moral ―dos tercios de la humanidad― nos comprometemos a: 

-participar, conforme a nuestros medios, en las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
-pedir juntos a nivel de los organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio como lo hizo el Papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen más naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria.

12) Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio; así:
-nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
-buscaremos colaboradores que sean más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
-procuraremos hacernos lo más humanamente presentes y ser acogedores;
-nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión.

13) Cuando volvamos a nuestras diócesis, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra resolución, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles

Entre los firmantes del pacto que se han revelado se encuentran los siguientes:1467
De Brasil
·         Dom Antônio Batista Fragoso, obispo de Crateús, Ceara
·         Don Francisco Austregésilo de Mesquita Filho, obispo de Afogados da Ingazeira, Pernambuco
·         Dom João Batista da Mota e Albuquerque, arzobispo de Vitória
·         P. Luiz Gonzaga Fernandes, que había de ser consagrado obispo auxiliar de Vitória
·         Dom Jorge Marcos de Oliveira, obispo de Santo André, São Paulo
·         Dom Helder Camara, obispo de Recife
·         Dom Henrique Hector Golland Trindade, OFM, arzobispo de Botucatu, São Paulo
·         Dom José Maria Pires, arzobispo de Paraíba
De Colombia
·         Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín
·         Mons. Antonio Medina Medina, obispo auxiliar de Medellín
·         Mons. Aníbal Muñoz Duque, obispo de Nueva Pamplona
·         Mons. Raúl Zambrano de Facatativá
·         Mons. Angelo Cuniberti, vicario apostólico de Florencia
De Argentina
·         Mons. Alberto Devoto, obispo de Goya
·         Mons. Vicente Faustino Zazpe, obispo de Rafaela
·         Mons. Juan José Iriarte, obispo de Reconquista
·         Mons. Enrique Angelelli, obispo auxiliar de Córdoba
De otros países de América Latina
·         Mons. Alfredo Viola, obispo de Salto, Uruguay
·         Mons. Marcelo Mendiharat, obispo auxiliar de Salto, Uruguay
·         Mons. Manuel Larraín Errázuriz, obispo de Talca, Chile
·         Mons. Marcos Gregorio McGrath, obispo de Santiago de Veraguas, más tarde arzobispo de la arquidiócesis de Panamá, Panamá
·         Mons. Leonidas Eduardo Proaño Villalba, obispo de Riobamba, Ecuador
·         Mons. Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca, Morelos, México
De Francia
·         Mons. Guy Marie Riobé, obispo de Orleans
·         Mons. Gérard-Maurice Eugène Huyghe, obispo de Arras
·         Mons. Adrien Gand, obispo auxiliar de Lille
De otros países de Europa
·         Mons. Charles-Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica
·         Mons. Rafael González Moralejo, obispo auxiliar de Valencia, España
·         Mons. Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen, Alemania
·         Mons. Luigi Betazzi, obispo auxiliar de Bolonia, Italia
De África
·         Dom Bernard Yago, arzobispo de Abidjan, Costa de Marfil
·         Mons. Joseph Blomjous, obispo de Mwanza, Tanzania
·         Mons. Georges-Louis Mercier, obispo de Laghouat, Argelia
De Asia y América del Norte
·         Mons. Máximo V Hakim, arzobispo melquita de Acre, Israel
·         Mons. Grégoire Haddad, obispo melquita, auxiliar de Beirut, Líbano
·         Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de Quebec, Canadá
·         Mons. Charles Joseph van Melckebeke, de origen belga, obispo de Yinchuan, Ningxia, China


lunes, 4 de marzo de 2019

LA RUBIA MIREYA


LA RUBIA MIREYA


LA RUBIA MIREYA

Las heroínas están presentes en muchos títulos y letras de tangos. Algunas fueron personajes reales y otras producto de la imaginación que luego se convirtieron en mitos populares.

El caso de la Rubia Mireya es pura invención, inspiración romántica del poeta, aunque, como en otros casos se intentó darle un cuerpo, un nombre y una trayectoria de vida.

Los argentinos de la época, influenciados por la cultura europea y en especial la francesa, soñaban con las noches parisinas, con la posibilidad de frecuentarse con Mimí, Ninón, Manón, Griseta o Mireya.

Los orígenes del nombre podemos ubicarlo en la región de Provenza, en el sur de Francia. El poeta Frédéric Mistral (1830-1914) escribió en 1859 un largo poema en el que retrata la vida cotidiana en la región, y coloca de personaje principal a una mujer, cuyo nombre da título a la obra: Mirèio, en lengua provenzal. Este nombre traducido al francés se convierte en Mireille, que al arribar a nuestro puerto, los argentinos transforman en Mireya.

Lo curioso del asunto es que este poeta provenzal recibió el premio Nobel de literatura, en su tercera edición del año 1904, lo que le dio una difusión extraordinaria.

La primera referencia concreta sobre su utilización la comprobamos en un sainete (breve obra teatral de argumento sencillo), El rey del cabaret, Alberto Weisbach y Manuel-Romero, este último autor de numerosas letras de tango, argumentista y director de cine.

La obra estrenada el 21 de abril de 1923, tenía como protagonista femenino a Mireya, muchacha que gustaba de las noches con champagne, bailando tangos y conquistando corazones, con un final feliz, donde la muchacha contrae matrimonio con un joven adinerado, de buena familia.

Dos años más tarde, el propio Manuel-Romero escribe la letra del famoso tango Francisco-Canaro "Tiempos-viejos”. En ella inmortaliza a la Rubia Mireya, que a diferencia del personaje del sainete, tuvo un destino trágico y desgraciado. Era tan linda de joven que «se formaba rueda para verla bailar» y que al correr de los años, se transforma en «una pobre mendiga harapienta».

Esta misma historia fue llevada al cine, también por Manuel Romero en su condición de director, donde la actriz Mecha Ortiz le dio su impronta definitiva.

Es muy probable que muchas frecuentadoras de las milongas de aquellos tiempos hayan usado el nombre como seudónimo. Lo cierto es que ninguna fue identificada como la auténtica Mireya inspiradora del tango.

Podemos completar esta crónica con una curiosidad. Un periodista intentó generar una polémica diciendo conocer a la «verdadera Mireya». Esta era uruguaya a la que llamaban La Oriental y cuyo verdadero nombre era Margarita Verdier, una bailarina muy admirada por sus habilidades en la danza. Esta historia nunca pudo establecer la relación entre el autor del tango y la bailarina uruguaya. La falta de asidero convirtió esta noticia en una mera anécdota.

Finalmente Héctor Benedetti nos dice en su libro Las mejores letras de tango (Editorial Seix-Barral): «La rubia Mireya motivó una abundante literatura, que no hubiera tenido de ser un personaje real. Se le crearon biografías y anécdotas dudosas; Julian Centeya la menciona en una milonga, quizás al solo efecto de la rima».

Textos tomados de un artículo brillante de Néstor Pinsón


viernes, 22 de febrero de 2019

FORTIN SAN LORENZO DE NAVARRO



FORTIN SAN LORENZO DE NAVARRO
Escondidos en la historia de antiguos tiempos, los “pagos de Navarro” deben su nombre al encomendero Capitán Miguel Navarro, militar español que acompañó a Juan de Garay en su derrotero conquistador y que se habría asentado en estas latitudes, al margen de un bañado natural para parlamentar y negociar pacíficamente con la indiada que poblaba la zona, y en su posterior establecimiento como pueblo adoptó el nombre del paraje, dado por el apellido de quien dieciocho décadas antes había pisado estas tierras en representación de la corona española.
Así, después de casi dos siglos de que estas tierras se conocieran por “los pagos de Navarro”, el poblado nace de las entrañas de un fortín que tuvo como misión el proteger y resguardar el ganado vacuno de los hacendados del Cabildo de Luján, y la valerosa y arriesgada tarea de formar parte de una línea de guardias y fortines que frenaran las pretensiones saqueadoras del indio.
La laguna natural, por entonces servía de abrevadero para el ganado cimarrón, capital valioso de los hombres del virreinato, que muchas veces era perseguido, asediado y arriado por los malones a sus dominios indígenas.
El historiador mercedino Ricardo Tabossi nos dice:
“No será épico, pero las avanzadas de la civilización sobre el desierto siguieron, con sus líneas de frontera y fortines, la marcha de los ganados. En este sentido, la línea de frontera no fue más que un vasto cerco, un gigantesco corral levantado paras encerrar la vaca. Este peregrinar de las reses explicará la fundación de Navarro. Así entonces, la seca de 1767, más la proximidad del invierno determinó al comandante del Regimiento de Dragones Provinciales Juan Antonio Marín, a cuyo cargo estaba la frontera de Luján, a solicitar al gobernador Bucarelli el 30 de abril, la fundación de una guardia en Navarro.
“Señor, hallándonos con la penalidad que nos ha ocasionado la dilatada sequía, pues hace algunos meses que se padece el beneficio del agua, con cuyo motivo y el de ir apretando los fríos, los más ganados se han retirado fuera de las fronteras, de modo que se hallan hoy a distancia de ocho o nueve leguas… y encontrando modo de precaver este daño es poniendo en una laguna llamada Navarro, la guardia que está en la frontera de Conchas, a cuya guardia se le agregarán los mismos vecinos interesados, con lo que se hará un número de ochenta o cien hombres con el cual podrán soportar cualquier extorsión que intente el enemigo y al mismo tiempo que se repara este daño con mayor facilidad podrán correr la campaña”.

La transcripción corresponde a la carta enviada con fecha 30 de abril de 1767 por el Comandante del Regimiento de Dragones Provinciales Juan Antonio Marín al Gobernador Bucarelli, documento que certifica que en tal fecha se expresó la primera voluntad de establecimiento del fortín y guardia, hecho que se acredita por documentos inmediatamente posteriores.
Así, lastimosamente pertrechados, dieciséis milicianos iniciaron el epopéyico camino que nos condujo a ser pueblo. Claro está que no fue fácil para ellos ni para sus contemporáneos plantar raíces en tan inhóspita realidad.
En oportunidad de una inspección once años después de su establecimiento que pretendía trasladar sus instalaciones a otro lugar fronterizo, el Fortín de la Guardia de San Lorenzo de Navarro presentaba este estado: “…mal corral de ganado, pues entre palo y palo cabe un hombre perfilado; y entre muchos de ellos, de frente. El foso quedó a los principios, pues apenas hay hecha una cuarta parte de él, y tan accesible que se puede pasar a caballo, y lo que es peor es que no se puede hacer sin mudar el corral que está siguiendo la misma palizada del fuerte sobre todo el frente de su retaguardia…..no hay aquí más vivienda que un rancho para treinta hombres y uno pequeño,,,..pero tan estropeados que sólo defienden del sol”.
Luego de la inspección, en 1779, el virrey decide no trasladar a la Guardia de Navarro y reparada sus precarias instalaciones, la Guardia pasa a denominarse Fortín San Lorenzo de Navarro.
Ese fue el inicio. Ese fue el principio de Navarro. Agreste y fortinero.
El virrey Vértiz decide establecer poblados en torno a cada uno de los fortines de línea y comisiona al oficial Juan José de Sardén para tal fin. El oficial Sardén es quien en el año 1782 eleva la recomendación de dotar de vecindario al Fortín San Lorenzo de Navarro, cuestión que se fue cumpliendo en los primeros años, ya que n el año 1797 el vecindario ya estaba formado y organizado pero todavía dependía del Cabildo de Luján.
El 1º de Enero de 1798 San Lorenzo de Navarro es declarado Partido, se fijan su límites y se lo dota de gobierno propio al crear la primera Alcaldía de Hermandad, siendo el primer Alcalde el Sr. Juan Miguel de Leiva. El cargo de Alcalde de Hermandad estaría vigente hasta el año 1821, año en que se disuelven las Alcaldías para dar lugar a los Juzgados de Paz.
En el año 1825, el vecindario ya estaba compuesto por unos treinta ranchos, se trazan los límites del ejido pueblo y comienza a funcionar la primera escuela pública exclusiva para varones, luego de once años ésta deja de funcionar por carecer del sustento de las autoridades provinciales. Se restablece en su función recién en el año 1854, en el mismo año también inicia la primera escuela para niñas.
Tres años después, en 1857, el céntrico cementerio, que se encontraba a la vera de la capilla, es removido y construido en el predio donde funciona actualmente.
Llega el año 1870 y el ejido de Navarro toma forma definitiva al quedar marcada la traza del pueblo con sus calles, manzanas y quintas.
Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Portal Navarro Para Todos
Portal www.revisionistas.com.ar
Tabossi, Ricardo – Sobre los más remotos orígenes de Navarro - Junta de Estudios Históricos de Navarro, Imprenta Amanecer, 1987.
Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar


miércoles, 20 de febrero de 2019

EL ORO, LA MALDICION DEL REY MIDAS


EL ORO, LA MALDICION DEL REY MIDAS


EL ORO, LA MALDICION DEL REY MIDAS

Midas, hijo de la gran diosa de Ida y de un sátiro, era un rey amante del placer que gobernada a los brigios en. 


El rey Midas de Frigia, Bromio, ciudad de Macedonia, gobernó durante los años 740 a. C. y 696 a. C., aproximadamente.

Debido a su casamiento con una mujer griega, la región que ocupaba la mayor parte de la península de Anatolia (actual Turquía), adoptó el alfabeto griego. Era un hombre obsesionado por las riquezas. Vivía en un hermoso castillo rodeado de grandes jardines, bellas rosas y todo tipo de objetos lujosos.

 El rey Midas, hijo de Grodinas, un campesino que había llegado al trono de Frigia por voluntad de los dioses, creció obsesionado por las riquezas.

Midas fue un rey de gran fortuna que gobernó la región de Frigia, en Asia Menor. Tenía todo lo que se podía desear, vivía en un hermoso palacio con su hija,  de nombre Zoe, a la que amaba profundamente y pensaba que su mayor felicidad provenía del oro. ¡Su avaricia era tal que solía pasar sus días contando sus monedas de oro! De vez en cuando solía cubrir su cuerpo con objetos de oro, como si quisiera bañarse en ellos. El dinero era su obsesión.

Un día, Dionisio, el dios del vino y la juerga, pasó por el reino de Midas. Uno de sus subalternos, un sátiro llamado Sileno -dios menor de la embriaguez-, se retrasó en el camino. Sileno se cansó y decidió tomar una siesta en los famosos jardines de rosas que rodeaban el palacio del rey Midas. Allí, fue encontrado por el rey, quien lo reconoció al instante y lo invitó a pasar unos días en su palacio, hasta que Dionisio fue a por él. El dios de la vendimia, muy agradecido con Midas por su amabilidad, prometió a este satisfacer cualquier deseo que anhelara. El rey quedó pensativo y luego dijo: “Quiero que todo lo que toque se convierta en oro”. El dios le advirtió al rey que pensara bien sobre las consecuencias de su deseo, pero Midas insistió. Dionisio lo dejó estar y le prometió al rey que, desde el día siguiente, todo lo que tocara se convertiría en oro.

Al día siguiente, Midas, se despertó ansioso por ver si su deseo se había hecho realidad. Extendió su brazo tocando una pequeña mesa que inmediatamente se convirtió en oro. ¡Midas saltó de felicidad! Luego tocó una silla, la alfombra, la puerta, su bañera… y así siguió corriendo en su locura por todo su palacio hasta que se cansó. Se sentó a la mesa a tomar el desayuno y tomó una rosa entre sus manos para oler su fragancia. Cuando la tocó, la rosa se convirtió en oro. “Tendré que absorber la fragancia sin tocar las rosas, supongo…”, pensó con decepción. Sin siquiera pensarlo, ¡se dispuso a comer una uva pero también se convirtió en oro!. Lo mismo sucedió con una rebanada de pan y un vaso de agua. De repente, comenzó a sentir miedo. Las lágrimas llenaron sus ojos y en ese momento, su amada hija entró en la habitación.
EL ORO, LA MALDICION DEL REY MIDAS
Cuando Midas la abrazó, ¡se convirtió en una estatua dorada!. Desesperado y temeroso, levantó los brazos y rezó a Dioniso para que le quitara esta maldición.

Finalmente levantó los brazos y suplicó a Dionisio: “Oh, Dionisio, no quiero el oro! Ya tenía todo lo que quería! Solo quiero abrazar a mi hija, sentirla reir, tocar y sentir el perfume de mis rosas, acariciar a mi gata y compartir la comida con mis seres queridos! Por favor, quítame esta maldición dorada!” El amable dios Dionisio le susurró al corazón: “Puedes deshacer el toque de oro y devolverle la vida a las estatuas, pero te costará todo el oro de tu reino” y Midas exclamó: “Lo que sea! Quiero a la vida no al oro!” Dionisio entonces le recomendó: “Busca la fuente del río Pactulo y lava tus manos. Este agua y el cambio en tu corazón devolverán la vida a las cosas que con tu codicia transformaste en oro”.
EL ORO, LA MALDICION DEL REY MIDAS
Midas corrió al río y se lavó las manos en la fuente, agradecido por esta oportunidad. Se asombró al ver el oro que fluía de sus manos para depositarse en la arena del fondo de la fuente. Rápidamente, llevó una jarra de agua para volcar sobre Zoe y rociar a la gata. Al instante, sonaba en el silencio la risa y la voz musical de Zoe y el ronroneo de la gata.
Muy contento y agradecido salió Midas con su hija para buscar más agua del río Pactulo y así poder rociar rápidamente todo lo que brillaba de oro en el palacio.

Gran alegría le proporcionó a Midas el observar que la vitalidad había retornado a su jardín y a su corazón. Aprendió a amar el brillo de la vida en lugar del lustre del oro.

A partir de entonces, Midas se convirtió en una mejor persona, generosa y agradecida por todos los bienes que tenía. Su pueblo llevó una vida próspera y cuando murió, todos lloraron a su amado rey.

En la localidad de Yazilikaya de Anatolia, se levanta una fachada monumental llamada 'tumba de Midas', que data del siglo VII a.C. Pero lo cierto, es que se trata de un templo dedicado a Cibeles. antigua diosa de la fertilidad de la tierra (y principal divinidad del panteón de Frigia).


Gracias a Midas este reino se expandió al este, participando en múltiples relaciones comerciales con Asiria y Urartu, que aumentó considerablemente las riquezas del rey y su región. Tanta abundancia provocó que los griegos acabaran haciéndole un hueco en su mitología.


Según parece, tras las muchas invasiones de Sargón II (rey de Asiria durante el Imperio nuevo). Midas se suicidó, terminando así el próspero período de Frigia.

 La historia del rey Midas es un mito sobre la avaricia y narra lo que ocurre cuando no sabemos reconocer la verdadera felicidad. Midas era un hombre que deseaba que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Sin embargo, no había pensado que este deseo no era realmente una bendición, sino una maldición. Su codicia nos invita a pensar y darnos cuenta de las consecuencias que pueden llevarnos a convertirnos en esclavos de nuestros propios deseos.