martes, 16 de octubre de 2018

17 DE OCTUBRE DE 1945 OCHO DÍAS QUE CAMBIARON LA HISTORIA DE LA ARGENTINA


17 DE OCTUBRE
DÍA DE LA LEALTAD
17 DE OCTUBRE DE 1945 OCHO DÍAS QUE CAMBIARON LA HISTORIA DE LA ARGENTINA
OCHO DÍAS QUE CAMBIARON LA HISTORIA DE LA ARGENTINA

9 de octubre de 1945:
El coronel Perón y Evita se encuentran reunidos en su departamento del 4to. piso de Posadas 1567, en la Capital Federal, junto a Domingo Mercante y otros jóvenes oficiales amigos. Un oficial que ha enviado el presidente Farrell le informa que el primer mandatario "cree conveniente que renuncie a todos sus cargos". Estos eran la Vicepresidencia, el Ministerio de Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Perón escribe su renuncia en forma inmediata, la entrega al oficial que ha enviado Farrell y le trasmite a éste su interés en despedirse del personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Escribe su renuncia de puño y letra "para que vean que no me tiembla el pulso al hacerlo". Un oficial le pregunta a Perón qué se puede hacer. Perón dice que nada, que él podría resistir, pero que no quiere derramar sangre argentina.

10 de octubre de 1945:
El coronel se despide de la Secretaría de Trabajo. Allí instalan un palco en la entrada de Hipólito Irigoyen y Diagonal Sur. El mensaje de Perón se emite por radio, en cadena. Una multitud de trabajadores se reúne para escuchar a Perón.
La Epoca edita el texto completo del último decreto de Perón "por el que le han exigido la renuncia". El decreto (no firmado por Farrell) establece un aumento de sueldos e implanta el salario móvil, vital y básico.

11 de octubre de 1945:
Perón decide irse del departamento de la calle Posadas. En un principio piensa ir a casa de Román Subiza en San Nicolás y así lo informa al Ministerio de Guerra que ha sido asignado al General Avalos. De todos modos pasa la noche en una casa de Florida, propiedad de otro amigo.
En el Círculo Militar se discute la forma de seguir adelante con el gobierno. Se llama a los dirigentes políticos. Algunos proponen que el gobierno sea entregado a la Corte Suprema de Justicia. Finalmente gana la posición de presionar a Farrell para que cambie a todo el gabinete, dejando sólo dos militares: Avalos, como ministro de Guerra y al Almirante Héctor Vernengo Lima, en el de Marina.

12 de octubre de 1945:
Perón se dirige a una casa en una isla del Tigre, propiedad de Ludovico Freude.
12 hs. : Balcones del Círculo Militar. Una muchedumbre antimilitarista y contraria a Perón se agolpa en las puertas del edificio castrense. Vernengo Lima habla a la gente. La multitud pide que el gobierno pase a la Suprema Corte. Vernengo Lima explica que todo el gabinete será reemplazado. Alguien le dice, desde la calle que "habla como Perón". El contesta "yo no soy Perón".
La manifestación se prolonga durante toda la tarde por las calles de Buenos Aires.
En la isla del Tigre, Perón recibe la visita del jefe de policía, quien va a detenerlo y llevarlo a un buque de la Marina. Perón se niega a ser sacado de la jurisdicción del ejército y ser trasladado al de la Marina.
Perón se traslada a su departamento de la calle Posadas.

13 de octubre de 1945:
Farrell, Vernengo Lima y Avalos citan al procurador General de la Nación, Juan Alvarez para ofrecerle que forme el nuevo gabinete y acepte ser una suerte de primer ministro.
Farrell, presionado, ordena nuevamente la detención de Perón e indica que sea llevado a un buque de la Armada. Perón es arrestado y llevado en el buque Independencia a la isla Martín García. Allí manda una carta a Avalos pidiendo se esclarezca su situación.
Miguel Angel Mazza, médico y amigo de Perón recomienda el traslado del coronel al Hospital Militar Central en la Capital Federal, a raíz del recrudecimiento de una afección pulmonar.
Perón envía una carta a Evita en donde le hace saber del pedido que ha formulado solicitando la baja del ejército y de su intención de irse juntos a vivir al Chubut.

15 de octubre de 1945:
El gobierno decide mandar una junta médica a Martín García para que determine si es necesario el traslado de Perón.
El Sindicato Autónomo de Obreros de la Carne, moviliza a los trabajadores de los frigoríficos quienes recorren las calles de Berisso y Ensenada reclamando la libertad del coronel.
La FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria del Azúcar) declara la huelga revolucionaria en todos los ingenios por tiempo indeterminado.

16 de octubre de 1945:
14. 30:
La junta médica se traslada a Martín García.
16 hs. : Una columna de obreros de la carne parte desde Berisso hacia la Capital Federal. Se movilizan a los trabajadores del Wilson en Avellaneda y los de la Siam Di Tella.
Trabajadores llegados de Valentín Alsina, Lanús y Avellaneda se dividen en grupos y cruzan el Riachuelo ante los intentos de la policía de contenerlos. Los obreros se reunen nuevamente en la Capital Federal, pero en diferentes puntos son reprimidos por la policía. Muchos son detenidos.
19.00 hs.: Perón se niega a ser revisado. De todos modos se decide su traslado a la Capital Federal.
21.00 hs.: Se inicia una reunión del Comité Central de la CGT que analiza la posibilidad de realizar un paro el día 18.
17 de octubre de 1945:
01.00 hs.:
La reunión del Comitè Central de la CGT decide llamar a un paro para el 18, definido como "huelga general revolucionaria". La votación para decidir la medida de fuerza fue sumamente dividida. Mientras parecía que iba a resultar negativa a la medida por dos votos de diferencia, Arturo Jauretche y Libertario Ferrari (ambos pertenecientes a FORJA) lograron determinar que las voluntades se modificaran. Por dos votos, también, la huelga fue aprobada aquella noche.
Madrugada. Numerosos grupos de trabajadores se agolpan en las puertas de las fábricas, frigoríficos y talleres y deciden marchar nuevamente sobre Buenos Aires. Llevan banderas argentinas y retratos de Perón.
Los matutinos publican un texto de Avalos en donde explica que Perón no está detenido, que fue "invitado" a la isla Martín García para evitar un atentado contra su vida.
6.30 hs.: Perón llega a Buenos Aires y es trasladado al Hospital Militar Central donde se aloja en el departamento del Capellán. Conversa telefónicamente con Evita y con algunos amigos. Mercante y Evita serán los brazos ejecutores de la estrategia de Perón.
Los trabajadores de la zona sur llegan al Riachuelo. Se encuentran con los puentes levantados. La orden la había dado el propio Avalos. Algunos se arrojan al agua y cruzan a nado. Otros cruzan utilizando botes y barcazas que encuentran en las orillas. Todos cruzan.
10 hs.: Un millar de obreros se reune frente al Hospital Militar Central, en el barrio de Belgrano. Reclaman la presencia de Perón. El coronel vuelve a hablar telefónicamente con Evita, quien desde el día anterior recorría numerosos sindicatos. Junto a Mercante, Evita será protagonista decisiva en el frente gremial.
13 hs.: La Plaza se va llenando, llegan manifestantes de todos lados.
Farrell recibe a una delegación de la CGT, encabezada por Silverio Pontieri. En ella, la CGT expresó el pensamiento que inspira la huelga del 18: Contra la entrega del gobierno a la Suprema Corte y contra la formación de un gabinete de la oligarquía; realización de elecciones libres; formación de un gobierno que sea garantía de democracia y libertad y que consulte a las organizaciones sindicales; levantamiento del estado de sitio y libertad de los presos políticos; mantenimiento de las conquistas sociales y firma del decreto sobre aumento salarial.
14.30 hs.: Una comitiva de 25 obreros logra reunirse con Perón en el interior del Hospital. Perón les pide calma y que se concentren frente a la Casa de Gobierno, no allí.
16.00 hs.: La Casa Rosada sitiada por el pueblo. Miles y miles de obreros han colmado la plaza al grito de "Queremos a Perón", "Que venga el coronel". La temperatura supera los 30 grados. Es un día húmedo y pegajoso. Muchos trabajadores se remojan "las patas en la fuente" central de la Plaza de Mayo. No rompen vidrieras ni causan daños de ningún tipo. Sólo quieren a Perón.
En el balcón grande se encuentran Avalos, Vernengo Lima, Farrell y otros. Vernengo Lima propone disolver la manifestación "a balazos". Alguien dice que podrían tirarse tiros al aire. Farrell afirma que él no va a disparar contra el pueblo.
Avalos pretende hablar a la multitud. Lo insulta una plaza entera. La gente pide, enardecida, la presencia de Perón. Avalos le hace decir al periodista Eduardo Colom que Perón será liberado. La gente no le cree a Avalos. Colom dice que él tampoco.
Hortensio Quijano, ex Ministro de Interior de Farrel, y amigo de Perón es divisado por la gente en medio de la Plaza y es aclamado.
17.30 hs.: Mercante se entrevista con Farrell en el despacho presidencial. Farrell y Avalos dicen a Mercante que si Perón esta dispuesto a calmar a la multitud, el gobierno se coloca a disposición de él. Mercante comunica a Perón el ofrecimiento y éste pone sus condiciones, entre ellas la de la renuncia de Vernengo Lima.
21 hs.: Le informan a Perón que Farrell lo espera en Casa de Gobierno. Perón se viste y acude a la Casa Rosada.
Vernengo Lima se viste de civil presurosamente en el comedor de la presidencia, abandona la Casa de Gobierno, mientras es perseguido por la multitud al grito de "la cabeza de Vernengo Lima".
El procurador Juan Alvarez, que tenía muchas virtudes menos la de la celeridad, llega a la Casa de Gobierno con la lista de posibles miembros del gabinete que le habían encargado conformar con varios días de anticipación. Allí le informan que "ha vuelto Perón" y que ese gabinete ya no es necesario.
21.30 hs.: Farrell acepta todas y cada una de las condiciones puestas por Perón.
23.10 hs.: Perón y Farrell salen al balcón. Se abrazan. Se vuelven a abrazar. Farrell habla al pueblo reunido en la Plaza. Anuncia la renuncia de todo el gabinete y asegura que se conformará otro que respete las conquistas sociales adquiridas. Anticipa que Mercante será el nuevo Secretario de Trabajo y Previsión. Mercante es aclamado por los trabajadores.
Perón convoca a los asistentes a cantar el Himno Nacional.
23.50 hs.: Perón vueve a abrazar a Farrell. Perón habla.
El país se había movilizado. Nadie sabía adónde conducir esa movilización popular. Ni Vernengo Lima, ni Farrell, ni Avalos, ni nadie. Sólo Perón podía hacerlo. Y lo hizo.

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