GRITO DE RIVERO!!!
El gaucho Antonio
Rivero gritó por primera vez la Soberanía de la Patria Argentina, sobre
nuestras amadas Islas Malvinas. Finos y elegantes historiadores calificaron el
acto de patriotismo como un hecho de vandalismo. Vándalos son los que amparados
en las tiniebla espúrea, firman acuerdos que nada tienen que ver con la defensa
de la Patria. Grave es la tranza con que se manipula el Patrimonio Nacional y
la indiferencia ante la agonía de la Patria.
El
día 3 de enero de 1833 en un franco acto de piratería al que sin dudas están
acostumbrados, los ingleses nos arrebataron las Islas Malvinas.
Los
usurpadores llevaron a cabo la agresión, en los momentos en que ambos países se
encontraban en un feliz período de paz y amistad.
Vale
destacar que las Islas Malvinas, Georgia y Sandwich del Sur, pertenecieron a
España hasta el año 1811 en que nos fueron legadas. Concretamente son nuestras
por herencia, porque están dentro de nuestra plataforma submarina y, porque
entre el Continente y las Islas hay 345 kms. de distancia y entre éstas y Gran
Bretaña existe una distancia sideral de 12.000 kms.
El
26 de agosto de 1833, es decir, siete meses después del “zarpazo pirata”, el
Gaucho Antonio Rivero se “levanta” y grita por primera vez la Soberanía
Argentina sobre las Islas Malvinas.
El
grito de Rivero provoca grandes controversias y no son pocos los que con
débiles argumentos y sin haber profundizado debidamente el hecho de tanta
trascendencia que materializó Antonio Rivero, opinan y desprecian al patriota que
en desmedro de su vida y de su libertad, alumbra fortalecido por la Fe en Dios
y por su estirpe de gaucho, un hecho magnífico que muestra de manera
contundente (como siempre) que los argentinos no somos cobardes cuando de
defender la Patria se trata. Demuestra también que los gauchos no son salvajes,
ni “mal entretenidos”.
La
actitud de Rivero fue sustentada en el patriotismo y abortada por los apátridas
que nunca faltan, en todo caso, sobran.
Antonio
Rivero se lanza a su patriada acompañado de otros seis gauchos compañeros de
aventuras y desventuras, estos fuero: Brasida, Lores, Godoy, Salazar, González,
Latorre y Luna.
Este
último se convirtió en el Judas del grupo ya que cuando son perseguidos “se
pasa” al bando de los usurpadores y oficia de baqueano durante la cruenta
persecución.
Finalmente
todos lo abandonan y el gaucho se convierte en fugitivo, en paria.
Durante
su fuga conoció todas las contingencias de la vida, supo del frío, del hambre,
tuvo que robar ganado para subsistir y no morir de inanición. Con las manos
agarrotadas quebraba la escarcha para conseguir el agua necesaria para no morir
de sed. Durmió a la intemperie apenas abrigado con los cueros de los pequeños
animales que faenaba.
De
nada sirvió su grito enajenado defendiendo los derechos de la Patria.
Lo
llamaron criminal, ladrón y bandido como a Jesús. Nadie sabe como terminó sus
días este noble gaucho que, estamos seguros, nunca le hizo una “guachada” a
nadie. En cambio, sospechamos que Antonio Rivero murió aquejado de una cruel y
grave dolencia: la indiferencia.
De
algo estamos seguros, el Gaucho ya no está solo, seiscientos cuarenta y nueve
argentinos como él, lo acompañan y hacen guardia allá en la Patria lejana.
Texto
de ROSA
FRÍAS DE CÁNCHERO
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