El 17 de octubre de 1945, a las 23.
Desde el Balcón de la casa Rosada,
habla
el coronel Juan Perón…
"Trabajadores:
hace casi dos años dije desde estos mismos balcones que tenía tres honras en mi
vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador
argentino. Hoy a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro
del servicio activo del Ejército. Con ello, he renunciado voluntariamente al
más insigne honor al que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles
de general de la Nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir siendo el
coronel Perón, y ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico
pueblo argentino. Dejo el sagrado y honroso uniforme que me entregó la Patria
para vestir la casaca de civil y mezclarme en esa masa sufriente y sudorosa que
elabora el trabajo y la grandeza de la Patria.
Por eso doy mi abrazo final a esa institución, que es
el puntal de la Patria : el Ejército. Y doy también el primer abrazo a esa masa
grandiosa, que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la
República : la verdadera civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto
es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de
reivindicar. Es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que en esta
histórica plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su
derecho. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni
maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en sentimiento y en
número. Esta verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que
marcha, ahora también, para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber
para llegar al derecho del verdadero pueblo.
Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores.
Siempre he sentido una enorme satisfacción: pero desde hoy, sentiré un
verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo
como el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que
puede hacer grande e inmortal a la Patria. Hace dos años pedí confianza. Muchas
veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis horas de día y de
noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este
pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero en esta
oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa,
estrecharla profundamente en mi corazón, como lo podría hacer con mi madre.
(En ese instante, alguien cerca del balcón le gritó: ¡un abrazo para la vieja!)
Perón le respondió: Que sea esta unidad indestructible e infinita, para que
nuestro pueblo no solamente posea una unidad, sino para que también sepa dignamente
defenderla. ¿Preguntan ustedes dónde estuve? ¡Estuve realizando un sacrificio
que lo haría mil veces por ustedes! No quiero terminar sin lanzar mi recuerdo
cariñoso y fraternal a nuestros hermanos del interior, que se mueven y palpitan
al unísono con nuestros corazones desde todas las extensiones de la Patria. Y
ahora llega la hora, como siempre para vuestro secretario de Trabajo y
Previsión, que fue y seguirá luchando al lado vuestro para ver coronada esa era
que es la ambición de mi vida: que todos los trabajadores sean un poquito más
felices.
Ante tanta nueva insistencia, les pido que no me
pregunten ni me recuerden lo que hoy ya he olvidado. Porque los hombres que no
son capaces de olvidar, ni merecen ser queridos y respetados por sus semejantes.
Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún
mal recuerdo. Dije que había llegado la hora del consejo, y recuerden
trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los
que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria, en la unidad de todos los
argentinos. Iremos diariamente incorporando a esta hermosa masa en movimiento a
cada uno de los tristes o descontentos, para que, mezclados a nosotros, tengan
el mismo aspecto de masa hermosa y patriótica que son ustedes.
Pido, también, a todos los trabajadores amigos que
reciban con cariño éste mi inmenso agradecimiento por las preocupaciones que
todos han tenido por este humilde hombre que hoy les habla. Por eso, hace poco
les dije que los abrazaba como abrazaría a mi madre, porque ustedes han tenido
los mismos dolores y los mismos pensamientos que mi pobre vieja querida habrá
sentido en estos días. Esperamos que los días que vengan sean de paz y
construcción para la Nación. Sé que se habían anunciado movimientos obreros; ya
ahora, en este momento, no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido,
como un hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo y piensen. Y hoy
les pido que retornen tranquilos a sus casas, y esta única vez, ya que no se
los puedo decir como secretario de Trabajo y Previsión, les pido que realicen
el día de paro festejando la gloria de esa reunión de hombres que vienen del
trabajo que son la esperanza más cara de la Patria.
He dejado deliberadamente para lo último, el
recomendarles que antes de abandonar esta magnífica asamblea, lo hagan con
mucho cuidado. Recuerden que entre todos hay numerosas mujeres obreras, que han
de ser protegidas aquí y en la vida por los mismos obreros; y finalmente,
recuerden que estoy un poco enfermo de cuidado y les pido que recuerden que
necesito un descanso que me tomaré en el Chubut ahora, para reponer fuerzas y volver a luchar codo a
codo con ustedes, hasta quedar exhausto si es preciso. Pido a todos que nos
quedemos por lo menos quince minutos más reunidos, porque quiero estar desde
este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he
vivido en estos días".
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