EL MENSAJE SALVADOR
Poco tiempo después de la segunda fundación de la ciudad de la
Santísima Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Aires, dos soldados,
Juan Martín y Pedro Esteban Ruiz, que estaban pescando en la boca del
Riachuelo, vieron un objeto que boyaba sobre las aguas, y cuya forma y color
despertaron su atención.
Al recogerlo vieron que se trataba de una gran calabaza verde que sonaba a hueco, en cuya corteza alguien había grabado la siguiente leyenda: «Rómpeme».
Muy sorprendidos la partieron y hallaron en su interior un mensaje dirigido al capitán general Juan de Garay, fundador de la población.
Estaba escrito con carbón en una hoja de un viejo libro y decía:
«Los querandíes se preparan para batiros, son muchos; tratad de no dejaros sorprender. Cristóbal Altamirano, prisionero en el real de los indios».
Garay, lejos de amedrentarse cuando recibió el mensaje, reunió a su gente y, en posiciones ventajosas, esperó a los indios para darles batalla a orillas de un río que, desde entonces, se llamó «de la Matanza», por lo sangriento de la acción y por la cantidad de indios que murieron en la persecución que le siguió.
Al principio del combate, los españoles llevaban la peor parte hasta que Juan Fernández de Enciso entró, espada en mano, entre los indios y mató a su jefe, el bravo cacique Taboba.
Los querandíes, al verlo caer, huyeron perseguidos por los soldados de Garay, quienes hicieron entre ellos gran matanza.
Al recogerlo vieron que se trataba de una gran calabaza verde que sonaba a hueco, en cuya corteza alguien había grabado la siguiente leyenda: «Rómpeme».
Muy sorprendidos la partieron y hallaron en su interior un mensaje dirigido al capitán general Juan de Garay, fundador de la población.
Estaba escrito con carbón en una hoja de un viejo libro y decía:
«Los querandíes se preparan para batiros, son muchos; tratad de no dejaros sorprender. Cristóbal Altamirano, prisionero en el real de los indios».
Garay, lejos de amedrentarse cuando recibió el mensaje, reunió a su gente y, en posiciones ventajosas, esperó a los indios para darles batalla a orillas de un río que, desde entonces, se llamó «de la Matanza», por lo sangriento de la acción y por la cantidad de indios que murieron en la persecución que le siguió.
Al principio del combate, los españoles llevaban la peor parte hasta que Juan Fernández de Enciso entró, espada en mano, entre los indios y mató a su jefe, el bravo cacique Taboba.
Los querandíes, al verlo caer, huyeron perseguidos por los soldados de Garay, quienes hicieron entre ellos gran matanza.
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