MATE COCIDO
Segundo David Peralta
Cuando
la leyenda supera a la verdad publicamos la leyenda”. John Ford
Se
llamaba Segundo David Peralta, pero para el mito fue Mate Cocido. Había nacido
en Monteros, Tucumán, el 3 de marzo de 1897. La leyenda lo presenta como el
bandido que robaba a los ricos y ayudaba a los pobres; otros afirman que en
realidad vengaba a los pobres, y no faltan los que aseguran que los
representaba políticamente. Se habla de su coraje, su inteligencia y
generosidad, de sus ideas anarquistas y de su prédica solidaria. Demás está
decir que la competencia entre leyenda e historia, la gana de punta a punta la
leyenda.
Segundo
David Peralta tenía una pequeña cicatriz en la cabeza que le dio su alias.
Había nacido en Tucumán pero la parte más intensa de su vida ocurrió en el
Chaco.
Un
célebre chamamé escrito por Nélida Argentina Zenón, canciones firmadas por
Adrián Abonizio y León Gieco, relatos orales de quienes lo conocieron, tejieron
una trama que ningún historiador pudo deshacer. Mate Cocido fue y será para
siempre el bandido romántico, el Robin Hood de los pobres, el enemigo de la
Forestal, Dreyfus, Clayton o Bunge y Born, el delincuente que ni la policía, ni
los gendarmes, ni las promesas de recompensas cada vez más altas, lograrán
derrotar.
Trabajó
en una imprenta, era culto y planificaba sus golpes al detalle. Se dedicó a
robar a firmas como Bunge & Born, Dreyfus y La Forestal, empresas que
aportaban grandes sumas de dinero a la Gendarmería para dar fin a sus
correrías. Hasta se llega a decir que la Gendarmería se creó a pedido de Bunge
y Born para perseguirlo. Puede ser.
Se
dice que para los gerentes de las multinacionales era una pesadilla. Tal vez.
Yo sinceramente , no creo que haya sido para tanto, aunque sí me atrevería a
decir que entre Mate Cocido y Galimberti, me quedo toda la vida con Mate
Cocido. Más leal, más derecho, más hombre.
Mate
Cosido, el bandido de los pobres, escribió algunas notas en la revista Ahora en
las cuales justificaba sus robos, explicando que los verdaderos ladrones eran
los que explotaban al trabajador y al suelo argentino. Su fama de ladrón con
conciencia iba creciendo en Buenos Aires. "Decía: “Yo creo que el origen
de esta conducta mía está basada en esto: No soy un delincuente nato, ni creo
que mis sentimientos sean malos. Soy una fabricación por las injusticias
sociales que siendo muy joven ya comprendí, y por las persecuciones gratuitas
de un policía inmoral y sin escrúpulos”. Cuando la policía individualiza a un
hombre con antecedentes, puntualiza, “lo primero que hacen es quererlo
conquistar como delator, si no acepta, vienen las persecuciones”.
Los
golpes de su banda (unos 15 hombres) siempre estaban pensados hasta el último
detalle. ¿Cómo tenían la información? El apoyo de prostitutas, peones y hasta
policías corruptos era la clave.
Según
algunos memoralistas (Chumbita entre ellos), Vairoletto y Mate Cosido se
conocieron en la Capital: fue en un prostíbulo de Barracas o en un templo
masónico de San Telmo. Dos escenarios apropiados para el marco de una época
que, no casualmente, tuvo en Arlt a uno de sus más agudos cronistas.
En
su carrera delictiva usaba muchos documentos falsos fácilmente asequibles
en Buenos Aires: Julio del Prado, Manuel Bertolatti, José Amaya,
Julio Blanco.
Evitaba
la violencia, nunca tenía enfrentamientos armados con la policía. No era por
miedo, sino una manera de proceder.
Con
el anarquista y bandido pampeano Juan Bautista
Bairoletto proyectaron asaltar una fábrica de tanino, sin embargo Peralta
desistió por no estar de acuerdo con lo que suponía
sobrevendría: Bairoletto ejecutó el robo, dejando un empleado muerto
en la balacera con la policía.
Los
habitantes de Presidencia Roque Sáenz Peña, de Gancedo, y en
definitiva la mayoría de los pueblos grandes, fueron admirados testigos de las
acciones de Mate Cosido. Vestía casi disfrazado, o como peón rural o como
viajante, para no levantar sospechas.
La
leyenda se transforma en mito cuando el personaje vence las leyes de la lógica.
Algo así ocurrió con nuestro héroe. No murió, no lo mataron; desapareció sin
dejar huellas. Una delación, un tiroteo a orillas de las vías del ferrocarril,
una ametralladora que se traba y Mate Cocido se pierde en la espesura. Para esa
fecha tenía cuarenta y dos años. Era relativamente joven y estaba en la
plenitud de sus energías. La Gendarmería y en particular el comisario Guillermo
Solveyra Casares lo rastrearon por cielo y tierra. Siguieron sus huellas -o los
rumores sobre sus huellas- por Añatuya, Corrientes, Asunción, Villarica,
Lambaré, hasta que se dieron por vencidos. Mate Cocido murió en el monte como
consecuencia de las heridas o se lo tragó la tierra o está en el Olimpo donde
moran los grandes dioses de la historia.
Su
mujer, Ramona Romano y su hijo Mario vivieron hasta hace pocos años y, según
sus palabras, nunca más supieron nada de él. A partir de allí todos son rumores
y leyendas. Se dijo que vivió y murió en Asunción protegido por un militar; se
dijo que lo vieron en un prostíbulo de Salta; se dijo que estuvo en Rosario y
fue puntero del peronismo; se dijo que vivió en Santa Fe; se dijo que murió
abatido por el cáncer; se dijo y se dijo, pero pruebas concretas, ninguna.
Se
sabe que tres meses después de su huida mandó una carta a la revista Ahora,
explicando sus puntos de vista. La carta está firmada por uno de sus apellidos
truchos: Manuel Bertolotti. Allí explica los motivos que lo arrastraron al
delito y se luce hablando mal de la policía. En algún momento dice: “No soy un
delincuente nato. Soy una fabricación por las injusticias sociales y por las
persecuciones gratuitas de una policía inmoral y sin escrúpulos”.
La
carta fue publicada por Ahora, en la edición del 29 de marzo de 1940. ¿Es
auténtica? Los editores aseguran que si, pero como se dice en estos casos,
nadie está en condiciones de poner las manos en el fuego acerca de su
veracidad. A las afirmaciones de los editores les caben las generales de la
ley, ya que a nadie se le escapa que una carta de Mate Cocido, real o no,
atraía a los lectores como a las moscas el dulce.
Que
el final haya quedado abierto, que nunca se haya sabido a ciencia cierta qué
pasó con el bandolero más famoso de la Argentina, es otro de los factores que
contribuyen a afianzar el mito. Para el paisanaje, para los trabajadores de los
obrajes, para las sufridas mujeres de la servidumbre, Mate Cocido no murió,
está vivo, anda por allí perdido en el monte, en algún momento va a retornar a
defender a los pobres, a hacerle la vida imposible a los ricos. El rumor
circula desde el campo a la ciudad, desde el Chaco montaraz y salvaje a las
grandes ciudades.
Eric
Hobsbawm alguna vez escribió sobre los bandidos rurales, los bandidos a quienes
a diferencia del delincuente común se les atribuye una sensibilidad especial,
una capacidad para representar sentimientos, deseos primarios de justicia de
las clases populares en sociedades donde la tensión entre tradición y
modernidad es particularmente intensa.
Mate
Cocido alguna vez fue obrero gráfico, hasta que los maltratos, las necesidades,
su propia elección y eso que se llama destino, lo volcaron al camino del
delito. Sus andanzas se desplegaron por Tucumán, Córdoba, Santa Fe y Santiago
del Estero. Estuvo preso un montón de veces y en algún momento decidió irse al
Chaco, entoncés territorio federal y espacio propicio para asaltos a bancos
trenes pagadores y, más adelante, secuestros de gerentes y estancieros.
El
chamamé dice que el hombre fue terror de los argentinos del ‘18 al ‘42. No fue
exactamente así, pero un chamamé no tiene la obligación de ser riguroso con las
fechas. La leyenda de Mate Cocido, empieza en el Chaco y su momento de
esplendor es la década del treinta. Antes había sido un delincuente más,
conocido por su abundante prontuario y sus reiteradas temporadas en la cárcel.
¿Fue
la sensibilidad social lo que lo llevó a ser generoso con los pobres o, por el
contrario, la conveniencia? Buscado por la Policía y luego por la Gendarmería,
Mate Cocido se refugia en los rancheríos, se las ingenia para ganarse la
simpatía de quienes le pueden dar una mano. En el camino ayuda a enfermos y
reparte plata. Cuando asalta la agencia de Dreyfus de Machagay, deja sin un
peso la caja fuerte, pero no toca los sobres donde está el dinero de los
sueldos de la peonada.
De
lo demás se encarga la leyenda. Lo que ocurre es que a diferencia de otros
delincuentes, Mate Cocido dispone de una notable capacidad de reflexión. Roba
porque ése es su oficio, pero prepara los operativos a conciencia y siempre se
esfuerza para que no haya víctimas innecesarias. No es un ideólogo de
izquierda, pero sabe que robarle a las empresas multinacionales le brinda, como
se dice hoy, buena prensa.
Por
supuesto, sus precauciones para que no haya víctimas no impide que mueran
inocentes; sus códigos de lealtad periódicamente son traicionados por sus
compinches que están muy lejos de ser carmelitas descalzas. Eusebio Zamacola,
Antonio Rossi, el Tata Miño le van a ser leales, pero abundan las traiciones.
Sin ir más lejos, en su último operativo, cuando secuestran al encargado de la
estancia de los Fuken, Jacinto Berzón, el operativo fracasa porque Julián
Centurión, encargado de la custodia del rehén, lo libera por una recompensa.
También
en este punto, la leyenda parece repetirse. Los héroes siempre son entregados
por una mujer o un amigo. Así fue con Mate Cocido, así fue con su heredero
veinte años después, Isidro Velázquez. Es que, como diría Jorge Luis Borges,
“cuentan que una mujer fue y lo entregó a la partida, a todos tarde o temprano
nos va entregando la vida”.
Fue
uno de los más buscados. Su rastro se perdió tras un tiroteo en el Chaco.
Hace
casi 75 años años, cuando lo vieron por última vez, Segundo David Peralta ya
era leyenda. Había nacido en 1897 en Monteros, Tucumán. Tres décadas después
"su territorio" abarcaba Tucumán, Santiago del Estero y, en especial,
el monte del Chaco. En esa "comarca" pocos sabían su nombre pero
nadie desconocía a "Mate Cosido".
La
última vez que lo vieron fue el 7 de enero de 1940, cuando el grupo iba a
cobrar el rescate por un secuestrado. El dinero debía ser arrojado desde un
tren, cerca de Villa Berthet, en Chaco. Pero un soplón los había vendido y en
el convoy la Gendarmería tenía un pelotón de fusileros.
Herido
en la cadera, unos dicen que escapó a Santiago del Estero. Otros cuentan que
terminó sus días en Paraguay. Otros, que se refugió en Córdoba. De él sólo
quedó su prontuario de Gendarmería: lleva el número 1. La captura de Mate
Cosido vivo o muerto fue la misión inicial de la Gendarmería, creada en julio
de 1938.
Canciones
León
Gieco compuso una canción llamada "Bandidos rurales" en donde
cuenta la vida de famosos bandidos, con una buena parte dedicada a Mate Cosido.
Adrián
Abonizio compuso una canción llamada "Historia de Mate Cosido"
que luego fuera popularizada por Juan Carlos Baglietto.
Nélida
Argentina Zenón compuso un clásico chamamé llamado "Mate Cosido", que
fue grabado por ella misma y varios intérpretes mas. La letra dice:
Esta
es la historia de un gaucho bueno
que
un día el destino lo castigó
llenando
su alma de tucumano
de
la injusticia que lo venció.
Mate
Cosido era el apodo de aquel bandido bravo y feroz
que
fue el terror del norte argentino, del 18 al 42.
Formó
su trío de bandoleros con Zamacola y “el calabrés”
en
los poblados y en los caminos fueron temidos yaguaretés.
Pero
fue un día, allá, en el Chaco
que
un compañero lo delató
desde
aquel día Mate Cosido
huyó
a la selva y nunca volvió.
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