sábado, 18 de abril de 2015

PESOS LEY 18.188

PESOS LEY 18.188


 Interesante artículo publicado en la ya desaparecida Revista Siete Días Ilustrados en el año 1970 para ilustrar como se vivió el primer cambio de moneda en la Argentina. Después nos fuimos acostumbrando, lamentablemente.



Ni la precaria publicidad (lanzada hace tan sólo 15 días), que trata de revelar los alcances de la ley (18.188) que reforma los valores monetarios argentinos, pudo evitar el desconcierto generado en todo el país a partir de esta semana. La invasión de monedas nuevas y la coexistencia de pesos viejos, pesos resellados y pesos nuevos, obliga a todo el mundo a enzarzarse en un complicado rompecabezas y a reacondicionar casi todos los rubros de la economía.
Amas de casa, comerciantes y grandes financistas, además de someterse a un ejercicio que parecía olvidado en los cuadernos de la escuela primaria (la reducción decimal), no cejan ahora de bucear en la escasa literatura explicativa que intenta descifrar los entuertos que florecen con la nueva medida monetaria. Poco se sabe en realidad, salvo que la tenencia de un departamento, un automóvil, un yate y joyas ya no darán a nadie patente de millonario.
La idea de quitarle dos ceros a las sumas que habitualmente recalaban en los bolsillos de los argentinos pertenece al ex ministro de Economía Adalbert Krieger Vasena. Pergeñada a mediados de abril del año pasado, tenía un objetivo asegurar la estabilidad del peso lograda entonces. Después de los sucesos de Córdoba y Rosario (mayo y junio de 1969) insistentes rumores señalaban el naufragio de la política económica del entonces ministro Krieger y, por ende, ya se anunciaban las exequias del proyecto. El advenimiento del ministro José María Dagnino Pastore no modificó sin embargo el panorama. Y la Casa de Moneda (una veterana institución fundada en 1881) se abocó a la tarea de procrear los nuevos valores. Seis largos meses de trabajo consumaron la aparición de los nuevos billetes, que costaron al gobierno una suma aproximada a los 100 millones de pesos (de los viejos).
Para confeccionar los nuevos valores (de un peso, 5, 10. 50, 100, 500 y 1.000) se adquirió en Francia y en Inglaterra papel de fibra de lino. Son todos de igual tamaño y algunos tienen detalles pintorescos: los de 100, por ejemplo, llevan la firma de uno de los artistas que intervinieron en su confección: el griego Gianis Stines. Las monedas (de 1, 5, 10, 20 y 50 centavos) son a su vez de aluminio y magnesio.

EL PRECIO DE LA NOVEDAD

Para los comerciantes la novedad monetaria es sinónimo de gastos. A veces, como en el caso de los supermercados, la inversión que debieron hacer es importante. "El Solo hecho de remarcar los precios de los productos -afirmó Horacio Luna, 37, gerente de APSA. agencia publicitaria que tiene a su cargo las campañas de Gigante- nos significó una erogación de 5 millones de pesos. Pero el gasto mayor sobrevino en el cambio de fichaje de las cajas registradoras, unos 10 millones de pesos; y eso no es todo: nuestras campañas publicitarias se van a ver afectadas porque una disposición exige que se exhiban los precios con sus dos valores. Eso nos va a quitar espacio en los avisos gráficos y, por lo tanto, tendremos que sacrificar algunas ofertas".
Las tribulaciones del publicista Luna no son aisladas. Ricardo Anglés (34, contador adjunto de la vicepresidencia del First National City Bank, de Buenos Aires) tuvo que resolver otras cuestiones no menos intrincadas: "Solamente la adaptación de las máquinas sumadoras convencionales nos demandó un gasto de cuatro millones de pesos". Pero el mayor escollo que debieron superar los bancos fue el de stock de libretas de cheques impresas con el sello en pesos moneda nacional (m$n). "Por suerte, la Asociación de Bancos -señala Anglés- llegó a un acuerdo con el Banco Central y lo único que habrá que hacer es escribir, antes de la cantidad librada, la nomenclatura pesos ley 18.188; de no haberse decretado eso hubiéramos tenido que imprimir nuevas chequeras".
Lo que no pudieron evitar los bancos fue el entrenamiento de empleados y cajeros en el manejo de los tres tipos de moneda que coexistirán durante dos años. "Además - agrega Anglés- debimos adiestrar a un grupo de empleados que, por el tiempo necesario, procederán a dar todas las explicaciones pertinentes a los clientes más despistados. Pero no sólo eso: despachamos alrededor de 2.500 circulares a nuestros corresponsales de todo el mundo para que no olviden de escribir pesos ley 18.188 o new argentino peso cuando giren contra nuestro país; de lo contrario se producirían diferencias millonarias en las cantidades". Complementando estas medidas, el Banco City lanzó su propia campaña de esclarecimiento entre sus clientes, distribuyendo folletos explicativos que demandaron una inversión aproximada al millón de pesos.
Los directivos del Banco de Londres prefirieron, por su parte, una vía directa: distribuyeron facsímiles de los nuevos cheques entre sus clientes y modificaron el código de su computadora para "acostumbrar su memoria" a los centavos.
Al margen de las complicaciones semidomésticas, la reforma de la moneda ha ganado férreos defensores y mordaces detractores
Ricardo Díaz Herrera (44, responsable de la Gerencia de Investigaciones Económicas del Banco de Londres) no duda en arriesgar: "La disposición es el producto de una economía en desarrollo, que persigue el efecto psicológico de educar a la gente en la valoración de! dinero. Se volverán a ahorrar los centavos, como antes, y de esta manera los pesos van a venir solos; e! dólar se irá a 3,50 y entonces habrá pocas monedas que estén por encima de la nuestra. El peso fuerte estará respaldado por el sacrificio que se ha hecho en materia de estabilidad monetaria; y por si ello fuera poco, el cambio se establece en momentos en que la tasa inflacionaria es casi similar a las de los países desarrollados". La teorización de Díaz Herrera no exime el humor: "Además -ironizó-, ya no habrá millonarios en moneda nacional sino milenarios en pesos argentinos".
Con algunas diferencias y menos jocoso, el doctor, Juan Carlos Bustos Angeloz (43, gerente de la División Servicios Bancarios Personales del City Bank) analizó: "La medida surgió con el objeto de afianzar la estabilidad que el país venía buscando. Con este cambio se trata de que la gente valore el dinero hasta que nazca, espontáneamente, un movimiento en defensa del signo monetario. Todos discutiremos hasta el último centavo, pero se producirá un énfasis sobre el ahorro que perjudicará el consumo. Por eso temo que el redondeo de tos precios en los productos de primera necesidad encarezcan indebidamente la canasta familiar",
No tan complaciente, el taxista Juan Caries Alfiero (53) trepidó: "Ahora no solo tengo que llevar encima un monedero sino que voy a pasarme el día haciendo cuentas. Por suerte no se le ocurrió a nadie cambiamos el fichaje del reloj, porque en ese caso también hubiera tenido que gastarme unos 10 mil pesos en arreglos".
Para un ex ministro de Economía del gobierno peronista, Antonio Cafiero (46), la reforma monetaria adolece de serias fallas: "La medida -descerrajó- fue lucubrada durante la administración de Krieger, cuando los síntomas de estabilidad parecían firmes; luego se comprobó que esa estabilidad era ficticia y éste es el resultado: el gobierno busca lograr un efecto psicológico tendiente a prolongar las expectativas de los argentinos. Desde ya puedo decir que la reforma de la moneda no traerá apareada ninguna mejora económica. Además, advierto un serio peligro: si lo que se quiere es acentuar la estabilidad monetaria externa, reflotando el mito de la paridad del peso argentino con el dólar, lo que se logrará es revertir ese intento en una suma de sacrificios en función del mito, postergándose así las auténticas posibilidades del desarrollo nacional".
Ajenos a tanta polémica, a un hecho económico que tiene antecedentes internacionales (antes que la Argentina, Francia quitó dos ceros a su signo monetario; Brasil y Chile, tres), los billetes nuevos ya sobrevuelan sus paisajes de Llao-Llao, el puerto de Ushuaia y cataratas del Iguazú (impresas en el anverso de los papeles) por todo el país.
Egidio lannella (48, presidente del Banco Central) no disimula su satisfacción: "Produciremos un movimiento que defenderá la unidad monetaria buscando los mejores precios en los productos. La reforma no es sino una lucha a muerte contra los que aumentan los precios". No parece descabellado, entonces, suponer que la nueva moneda logre un mayor respeto por el dinero, una "mentalidad monetaria" (como la llaman los expertos) distinta: "tal vez -como sugiere lannella- los argentinos controlen sus gastos, reduzcan lo superfluo".
Por supuesto, estas restricciones que se anuncian sólo se corroborarán con el tiempo. El cambio de la moneda será gradual, ya que hasta 1973 circularán a la vez la antigua y la nueva. "Mientras et Banco Central -enseña lannella- agote sus existencias, poniendo el sello que otorgue al billete el valor que le fija la ley 18.188, la gente se irá familiarizando con el cambio". Por ahora la aritmética se ha vuelto una forzada inquietud de los argentinos. "La culpa es nuestra -reconoce el presidente del Banco Central-, debimos haber orquestado una mejor campaña publicitaria que explicara los alcances de la ley".



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