LOS GAUCHOS, FORJADORES DE LA PRIMERA INDEPENDENCIA
El gaucho desde un principio tuvo el más alto
concepto de patria y de libertad. En las Invasiones Inglesas luchó y humilló al
orgullo anglosajón. En la Guerra de la Independencia fue implacable contra el
español imperial al que llamó “godo” y “matucho” o “maturrango” (flojo, mal
jinete). Gauchos fueron los Granaderos a Caballo, los Infernales de Güemes, los
que contra los portugueses rompieron los cuadros de Ituzaingó. Luego combatió
como insurgente, como “capiango” de las “montoneras” del riojano Juan Facundo
Quiroga (1793-1835), del mendocino José Félix Aldao (1785-1845), del
santafesino Estanislao López (1786-1838), del santiagueño Juan Felipe Ibarra
(1787-1851), del cordobés Juan Bautista Bustos (1799-1830), del tucumano
Alejandro Heredia (1783-1838), del bonaerense Manuel Dorrego (1787-1828), del
entrerriano Ricardo López Jordán (1822-1889), del riojano Angel Vicente “El
Chacho” Peñaloza (1798-1863), del catamarqueño Felipe Varela (1821-1870) que
sintetizó en su grito el objetivo de la lucha contra los “dotores” de Buenos
Aires: ¡Viva la Unión Americana! ¡Abajo
los negreros traidores a la patria! (22) Tampoco debemos olvidar a los
hermanos gauchos de la Banda Oriental que siguieron a los caudillos José
Gervasio Artigas (1764-1850), Manuel Oribe (1796-1857), Timoteo Aparicio
(1814-1882) y Aparicio Saravia (1855-1904). Ni a los hermanos “huasos” de Chile
que integraron los húsares del guerrillero mártir Manuel Rodríguez (1786-1818).
En el combate de San Lorenzo (3 de febrero de 1813),
un realista intentó atravesar a San Martín con su bayoneta, pero fue derribado
oportunamente por un gaucho, Baigorria, oriundo de San Luis. Y otro gaucho, el
correntino Juan Bautista Cabral, salvo la vida del numen, pero esta vez, a cambio
de la suya. La historia inmortalizó el nombre del Sargento Cabral. El gaucho
murió ignorado en la acción. El Libertador San Martín empleó el término
“gaucho” en dos comunicados para referirse a valientes fuerzas patriotas. La
élite porteña, sin embargo, lo suplantó por la expresión “patriotas campesinos”
cuando los mensajes se publicaron en la Gaceta
ministerial oficial (Cfr. Pérez
Amuchástegui, A. J., Mentalidades
Argentinas, Eudeba, Bs. As. 1970; Rojas, Ricardo, El Santo de la Espada, Losada, Bs. As. 1950, pág. 165).
Recordemos que durante las operaciones militares en
torno a la plaza fuerte de Orán, en Argelia (junio de 1791), integrando el
segundo batallón del Regimiento de Murcia, contando con apenas trece años hizo
su bautismo de fuego el cadete granadero José de San Martín y Matorras
(1778-1850), el futuro Libertador de indios, gauchos y negros de la América
del Sur. El grandioso espectáculo de la valiente y enconada resistencia de los
musulmanes, luchando por su independencia contra los invasores hispánicos, lo
impresionó vivamente y, sin duda, orientó sus pensamientos e hizo nacer la
llama de la rebeldía y los anhelos de emancipación para su pueblo lejano, que
marcarían definitivamente su destino (ver Juan M. Zapatero, San Martín en Orán, Círculo Militar, Bs.
As., 1980).
La nueva Argentina blanca, europea y burguesa,
surgida del triunfo unitario de Caseros, lejos de reconocer la decisiva
aportación del gaucho en la lucha por la independencia, lo condenó sin
apelación, y Sarmiento, como hemos visto, y muchos otros, proclamaron su
ostensible intención de hacer cuanto estuviera a su alcance “para borrarlo de
la faz de la tierra”. La figura emblemática del gaucho montonero o rebelde,
alzado contra una sociedad injusta en la que no tenía cabida, surge hacia 1872
cuando a través de la Biblia Gaucha, el Martín
Fierro, el poeta José Hernández (1834-1886) intentó hacer justicia,
describiendo con trazos magistrales y sombríos la magnitud de su tragedia, ya
había desaparecido. Su sucesor, el peón, el nuevo proletario agrario, era
apenas su triste reflejo, un juguete indefenso en manos del patrón y del
sistema. Del mismo modo, su bandera esplendorosa azul y blanca había sido
reemplazada por la celeste y blanca, que nada tenía que ver con la insignia que
el general Manuel Belgrano (1 770-1820) enarboló por primera vez el 27 de
febrero de 1812, a orillas del Paraná.
Madaline Wallis Nichols, la prestigiosa escritora
norteamericana lo ha dicho muy bien: El
gaucho real ha desaparecido hace tiempo, pero el gaucho sublimado y los ideales
que él encarna viven aún. Está bien vivo en la moderna literatura del Plata, en
la música, en el arte (M.W. Nichols: El
Gaucho, Ed. Peuser, Bs.As. 1953).
Gaucho es hoy sinónimo de generoso, servicial,
hospitalario, noble. En nuestra habla corriente no pedimos ahora un favor
desinteresado, sino una gauchada, término intraducible a otro idioma y de
significado enaltecedor.
A pesar de todo, nos queda un gran interrogante. Es
el que nos plantea ese arabista argentino llamado Ciro Torres Lopez:
Tal fue la
historia del gaucho, exactamente idéntica a la del beduino. Tuvo todos sus
valores en la hora prima, cuando el padre español que le traía, se unió con la
madre india y lo creó. Cumplió su visión heroica hasta concluidas las guerras
de la Independencia, en las cuales brilló incomparable como patriota, como
libertador y civilizador... Entonces afluyeron de toda la rosa de los vientos
las hordas rubias del mundo, y desde as costas oceánicas, esa pleamar
incontenible de sangres extrañas, avanzó y aplastó lo que había del gaucho, de
la tierra y de la estirpe; lo excedió, lo tapó, lo deformó, rellenó y niveló.
Encima quedó la avalancha de la horda y su resaca; abajo el gaucho, la estirpe,
la fricción centenaria del hombre con el suelo, que es decir la metamorfosis
misma de la Nacionalidad; y más abajo, la tierra y la raíz del connubio de su
esencia geohumana, que es el genio diferenciado y profundo de un pueblo... Para
enfrentarnos ase semejantes problemas, para movilizar los ancestros más vigorosos
y las poderosas fuerzas morales más constructivas de nuestro ser como pueblo,
es que me he lanzado a las lejanías de la historia y del mundo para traer el
espejo mágico de nuestro abuelo árabe en nuestra fisonomía integral y columbrar
lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser. Tamaño esfuerzo, mensaje
tan alto, ¿será comprendido por las generaciones del presente y del mañana?;
¿encenderá sus corazones, movilizará sus almas, agilizará sus manos, agrandará
sus pechos, iluminará sus ojos y les impulsará a la realización de un gran
destino, a tono con nuestro padre español y con nuestro abuelo árabe, que
enseñorearon el mundo para adelantarlo, enriquecerlo, dignificarlo,
culturizarlo, universalizarlo y embellecerlo? ¿O esas generaciones están de tal
manera dormidas y yertas, inmersas en un imundo tan pueril, con las almas de
tal modo entregadas a la irresponsabilidad y a la molicie, que ya no tienen
oídos para escuchar ni a la historia, ni a la sangre, ni a la tierra de los
padres, que es la Patria? (C. Torres
López, El Abuelo Arabe, Ed. del
autor, Cap. VIII: El Gaucho y el Beduino
en identidad trascendente, págs. 307-312, Rosario, W55).
Nos advertía el Líder de los Trabajadores
Argentinos:
Pienso yo
que el año 2000 nos va a sorprender o unidos o dominados; pienso también que es
de gente inteligente no esperar que el año 2000 llegue a nosotros, sino
hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes del año 2000, y llegar un poco en mejores condiciones que
aquella que nos podrá deparar el destino mientras nosotros seamos yunque que
aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo; que también demos algún
golpe por nuestra cuenta (Juan Perón, La
Hora de los Pueblos, Colección Línea Nacional, Bs.As., 1982, pág. 87).
Esa Segunda Independencia sólo sucederá si Dios
quiere, pues “ciertamente Dios no cambia
la situación de un pueblo, si antes ese pueblo no se cambia a sí mismo” (El
Sagrado Corán: Surah 13 “El Trueno”, Aleya 11).
Y dejo
rodar la bola
que algún
día se ha de parar;
tiene el
gaucho que aguantar
hasta que
lo trague el hoyo,
o hasta que
venga algún criollo
En esta
tierra a mandar.
Más naides
se crea ofendido
pues a
ninguno incomodo;
y si canto
de este modo
por
encontrarlo oportuno,
NO ES PARA MAL DE
NINGUNO
SINO PARA
BIEN DE TODOS.
Del Martín
Fierro
La imagen es de http://www.carlosfelice.com.ar
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