A muy pocos días de ser destituido, Perón da esta primer entrevista, que les mando por ser de sumo interés, sobre todo, por el momento en que fue dada.
Rodolfo Parbst
El General Juan Domingo Perón habla en octubre del ’55
“Por creerlo de interés damos a continuación, sin
comentarios, el texto de la entrevista efectuada por un corresponsal de la
United Press con fecha 4 de octubre de 1955 al ex presidente argentino Juan D.
Perón, publicada en el mundo entero al día siguiente y tomada del diario
"El Día" de Montevideo (Uruguay) del miércoles 5 de octubre de
1955. La entrevista se efectuó en Asunción(Paraguay), siendo prohibida su
difusión en el país por el gobierno de Lonardi-Amadeo-Bengoa.”
ASUNCION, 4 (UP). - El ex presidente argentino Juan D.
Perón concedió hoy a la United Press la primera entrevista que se le haya hecho
desde su derrocamiento el 20 de septiembre. La United Press envió un
cuestionario y el ex presidente aceptó preparar las respuestas.
Independientemente del cuestionario, sin embargo, este
corresponsal tuvo oportunidad de conversar personalmente con Perón durante 50
minutos. Esta primera conversación personal de un periodista con el ex
presidente desde su caída, sirvió para comprobar que Perón se halla de
excelente humor y tiene un aspecto evidentemente tranquilo.
El siguiente es el texto de las preguntas del
corresponsal y las respuestas de Perón:
Periodista: ¿Puede el general dar una información
sobre los sucesos político-militares argentinos que culminaron con su renuncia
a la presidencia de la nación?
Perón: Estallada la revolución, el 11 de setiembre la
escuadra sublevada amenazaba con el bombardeo de Buenos Aires y la destilería
Eva Perón, después del bombardeo de Mar del Plata. Lo primero era una
monstruosidad semejante a la masacre de la Alianza (Libertadora Nacionalista);
lo segundo significaba la destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de
cientos de millones de dólares.
Llamé entonces al ministro del Ejército, general Lucero,y
le dije: "Estos bárbaros no sentirán escrúpulos en hacerlo. Yo no deseo
ser la causa de salvajismo semejante". Inmediatamente me senté a mi
escritorio y redacté la nota que es de conocimiento público, sugiriendo la
necesidad de evitar la masacre de gente indefensa e inocente y un desastre de
destrucción, ofreciendo, si era necesario, mi retiro del gobierno.
Inmediatamente la remití a Lucero quien la leyó por radio
como comandante en jefe de las fuerzas de represión y la entregó a la
publicidad.
El día 19, de acuerdo con el contenido de la nota, Lucero
formó una junta de generales, encargándole discutir con los jefes rebeldes la
forma de evitar un desastre. La Junta se reunió el mismo día e interpretó que
mi nota era una renuncia.
Al enterarme de semejante cosa, llamé a mi residencia a
los generales para aclararles que la nota no era una renuncia, sino un
ofrecimiento que ellos podían usar en las tratativas. Les aclaré que, si fuera
una renuncia, estaría dirigida al Congreso de la Nación, no al ejército ni al
pueblo; asimismo, que el presidente constitucional lo era hasta que el Congreso
aceptara su renuncia. La misión de la Junta era sólo negociadora.
Los generales tuvieron una reunión tumultuosa en la que
la opinión de los débiles fue dominada por los que ya habían defeccionado.
En la madrugada del 20, fue llamado mi ayudante, el mayor
Gustavo Renner, al Comando. Allí el general (Armando) Manni le comunicó que la
Junta había aceptado mi renuncia (que no había presentado) y que debía
abandonar el país en ese momento. En otras palabras, los generales que se
habían pasado a los rebeldes me imponían el destierro.
Periodista: ¿A qué causas atribuye el estallido
revolucionario? ¿Cree usted que influyó para ello el conflicto con la iglesia y
el contrato sobre explotaciones petroleras?
Perón: Las causas fueron solamente políticas. El móvil
fué la reacción oligarco-clerical para entronizar al conservadorismo caduco. El
medio fué la fuerza movida por la ambición y el dinero.
El contrato petrolero es un pretexto de los que trabajan
de ultranacionalistas sui generis.
Periodista: ¿Estaba el gobierno en antecedentes de
la conspiración dirigida por el general Lonardi y otros jefes militares? ¿Es
exacto que la marina de guerra estuvo en actitud de rebeldía desde el 16 de
junio?
Perón: El gobierno estaba en antecedentes desde hacía
tres años. El 28 de septiembre de 1951 y el 16 de junio de 1955 fueron dos
brotes abortados. No quise aceptar los fusilamientos y esto los envalentonó. Si
la marina era rebelde desde el 16 de junio, lo supo disimular muy bien, pues
nada lo hacía entender así.
Periodista: Señor general, su carta de renuncia del
19 de septiembre decía que quería usted evitar pérdidas inestimables para la
Nación. ¿Con las fuerzas leales, podría haber prolongado la lucha? ¿Había
probabilidades de éxito?
Perón: Las probabilidades de éxito eran absolutas, pero
para ello hubiera sido necesario prolongar la lucha, matar a mucha gente,
destruir lo que tanto nos costó crear. Bastaría pensar en lo que habría
ocurrido si hubiera entregado armas de los arsenales a los obreros decididos a
empuñarlas.
Siempre evité el derramamiento de sangre, por considerar
este hecho un salvajismo inútil y estéril entre hermanos. Los que llegan con
sangre, con sangre caen. Su victoria tiene siempre el sello imborrable de la
ignominia y por eso los pueblos, tarde o temprano, terminan por abominarlos.
Periodista: Se ha publicado que la Alianza
Nacionalista constituía una especie de fuerza de choque. ¿Qué hay de cierto en
esto?
Perón: Era un partido político como los demás, combativo
y audaz, compuesto de hombres jóvenes y patriotas decididos. Eso es todo. El
odio a esa agrupación política no difiere del odio que esta gente ha demostrado
voluntad criminal, busca la ocasión de manifestarse. La masacre de la Alianza
es el producto de un estado de ánimo, una ocasión.
Periodista: Exactamente a las 8 de la mañana del
martes 20 de setiembre buscó usted refugio en la embajada del Paraguay. ¿Es
verdad que usted pasó la noche anterior y toda la madrugada del 20 en la
residencia presidencial?
Perón: Exacto.
Periodista: ¿Considera usted que, en la actual
situación política argentina, el partido peronista podrá desarrollar
actividades? ¿Cree que la C.G.T. mantendrá su actual estructura y organización?
¿Qué opina de la orientación futura de los sindicatos obreros?
Perón: El partido peronista tiene a todos sus dirigentes
presos o exilados.
En esta forma, está proscripto. La masa sigue firme y
difícilmente podrá nadie conmoverla.
Periodista: ¿Qué planes tiene usted para el futuro?
¿Es verdad que proyecta ir a Europa para radicarse temporalmente en España,
Italia o Suiza? Si es así, ¿cuándo proyecta viajar a Europa?
Perón: Permaneceré en Paraguay, primero porque amo
profundamente a este pueblo humilde, pero digno, compuesto de hombres libres y
leales hasta el sacrificio; segundo, porque entre mis honores insignes tengo el
de ser ciudadano y general del Paraguay; tercero porque me gusta. A Europa no
pienso ir, porque no es necesario y porque no tengo dinero suficiente para
hacer de turista en estos momentos, a pesar de la riqueza que me atribuyen mis
detractores ocasionales.
Periodista: Lógicamente hay gran expectativa por sus
furas actividades. ¿Piensa permanecer frente a la jefatura del partido?
Perón: Dicen que un día que el diablo andaba en la calle
se desencadenó una tremenda tormenta. No encontrando nada abierto en qué
guarecerse, se metió en una iglesia que tenía la puerta entornada, y dicen que
el diablo mientras estuvo en la iglesia, se portó bien. Yo haré como el diablo.
Mientras esté en el Paraguay, honraré su noble hospitalidad. Si algún día se me
ocurriera volver a la política, me iría a mí país y allí actuaría. Hacer desde
aquí lo que no fuera capaz de hacer allí, no es noble ni peronista. El partido
peronista tiene grandes dirigentes y una juventud pujante y emprendedora, sea
de hombres o mujeres. Han "desensillado hasta que aclare". Tengo
profunda fe en su destino y deseo que ellos actúen. Ya tiene mayoría de edad.
Les dejé una doctrina, una mística, una organización. Ellos esperarán su hora.
Hoy impera la dictadura y la fuerza. No es nuestra hora.
Cuando llegue la contienda de opinión, la fuerza bruta
habrá muerto. Allí será la ocasión de jugar la partida política. Si se nos
niega el derecho a intervenir, habrán perdido la batalla definitivamente. Si
actuamos, ganaremos siempre por el 70 por ciento de los votos.
Periodista: El gobierno provisional argentino ha
hecho declaraciones diciendo que implantará un régimen de libertad y
democracia. ¿Cree usted que todos los partidos, inclusive el peronista, podrán
actuar libremente?
Perón: La libertad y la democracia basadas en los cañones
y las bombas no me ilusionan, lo mismo que las declaraciones del gobierno
provisional. Conozco demasiado a los gobiernos que no basan su poder en las
urnas, sino en las armas. La persecución despiadada y la difamación
sistemáticas no abren buenas perspectivas de pacificación. De modo que creo lo
peor. Dios quiera que me equivoque. Ello sólo sería si esta gente cambiara
diametralmente, lo que dudo que suceda.
Periodista: ¿Cualquiera otra manifestación que
quiera formular?
Perón: Por lo que hemos podido escuchar cuanto sostiene
el gobierno de facto es falso por su base. No podrán justificar la revolución
ante el pueblo. Ya en sus declaraciones comienzan a confesar ingenuamente que
harán lo que nosotros hemos hecho y respetarán nuestras conquistas sociales. Si
son sinceras, es un reconocimiento táctico; si no, son lo peor. Aún nosotros
representamos el gobierno constitucional, elegido en los comicios más puros de
la política argentina en toda su historia. Ellos sólo son usurpadores del poder
del pueblo. Si llamaran a elecciones libres, como las que aseguramos nosotros,
volveríamos a ganar por el 70 por ciento de los votos. ¿Cómo pueden representar
a la voluntad popular? Esta revolución, como la de 1930, también septembrina,
representa la lucha de la clase parasitaria contra la clase productora. La
oligarquía puso el dinero; los curas, la prédica; un sector de las fuerzas
armadas, dominado por la ambición, y algunos jefes, pusieron las armas de la
república. En el otro bando están los trabajadores, es decir, el pueblo que
sufre y produce. La consecuencia es una dictadura militar de corte
oligarco-clerical. Ya sabemos adónde conduce esta clase de gobierno. Que es
democracia y enarbola las banderas de la libertad, sólo al gobierno uruguayo y
a sus diarios y radios alquilados se les puede ocurrir semejante barbaridad. Si
la democracia se hiciera con revoluciones para burlar la voluntad soberana del
pueblo, yo sería cualquier cosa menos demócrata. El tiempo dará la respuesta a
los insensatos que pueden creerlo.
Conozco a la gente ambiciosa desde hace muchos años y no
he de equivocarme fácilmente en el diagnóstico. Yo hubiera permanecido en
Buenos Aires si en mi país existiera una mínima garantía, porque no tengo nada
de qué acusarme, pero frente a los hombres que el 16 de junio intentaron
asesinar al presidente de la nación mediante un bombardeo aéreo sorpresivo de
la casa de gobierno, que fueron capaces de masacrar a cuatrocientas personas,
bombardeando e incendiando el edificio de la Alianza, donde había numerosas
mujeres y niños, ¿qué podemos esperar los argentinos?
En presencia de la vil calumnia, que comienza a hacerse
presente, como de costumbre desde Montevideo, deseo aclarar el asunto de mis
bienes, para conocimiento del extranjero, porque en mi patria saben bien los
argentinos cuáles son.
Mis bienes son bien conocidos. Mi sueldo como presidente
durante mi primer período de gobierno lo doné a la Fundación Eva Perón; los
sueldos del segundo período los devolví al Estado. Poseo una casa en Buenos
Aires que pertenecía a mi señora y que fue construida antes que fuera elegido
por primera vez. Tengo también una quinta en San Vicente, que compré siendo
coronel, antes de soñar siquiera que sería presidente constitucional de mi
país. Poseo además bienes que por la testamentaría de mi señora me
corresponden, y que consisten en los derechos de autor del libro "La razón
de mi vida", traducido y publicado en numerosos idiomas de todo el mundo,
y el legado que Alberto Dodero hizo en su testamento a favor de Eva Perón.
Además, numerosos obsequios que el pueblo y mis amigos me
hicieron en cantidad que justifica mi reconocimiento sin límites. El que
descubra otro bien, como lo he repetido antes, puede quedarse con él.
No me interesó nunca ni el dinero ni el poder, sino sólo
el amor al pueblo humilde, a quien serví con una lealtad que me llevó a
realizar cuanto hice.
Con los bienes de mi señora que por derecho sucesorio me
corresponden íntegramente, instituí la Fundación Evita, nueva entidad destinada
a dar albergue a los estudiantes pobres que debían estudiar en Buenos Aires.
La mayor parte de los regalos que recibí, los destiné
siempre a premios y pruebas deportivas de muchachos pobres y estudiantes.
En mi testamento lego todos mis bienes a la Fundación
Evita, al servicio del pueblo y de los pobres.
Durante diez años he trabajado sin descanso para el
pueblo. Si la historia pudiera repetirse, volvería a hacer lo mismo, porque
creo que la felicidad del pueblo bien vale el sacrificio de un ciudadano. Mi
gran honor, mi gran satisfacción, son el amor del pueblo humilde y el odio de
los oligarcas y los capitalistas de mala ley, y también de sus secuaces y
personeros, que por ambición al dinero se han puesto a su servicio.
Solo y a mis años, he aprendido el reducido valor que
tiene el demasiado dinero. Las investigaciones me tienen sin cuidado, porque si
se hacen bien, probarán mi absoluta honradez; si se hacen mal, serán villanas
calumnias como las que se lanzan hoy sin investigar nada.
Estoy en paz con mi conciencia, y no me perturban las
inconciencias ajenas.
No pienso seguir en la política, porque nunca me interesó
hacer el filibustero o el malabarista. Para ser elegido presidente
constitucional no hice política alguna. Me fueron a buscar; yo no busqué serlo.
Ya he hecho por el pueblo cuanto podía hacer. Recibí una
colonia y les devuelvo una patria justa, libre y soberana. Para ello hube de
enfrentar la infamia en todas las formas, desde el imperialismo abierto hasta
la esclavitud disimulada.
Cuando llegué al gobierno de mi país, había gente que
ganaba 20 centavos al día, peones que ganaban 15 pesos al mes. Se asesinaba a
mansalva en los ingenios azucareros y los yerbatales, con regímenes de trabajo
criminales.
En un país que poseía 45 millones de vacas, los
habitantes se morían de debilidad constitucional. Era un país de toros gordos y
peones flacos. La previsión social era poco menos que desconocida, y las
jubilaciones insignificantes cubrían sólo a los empleados públicos y a los
oficiales de las fuerzas armadas.
Instituímos jubilaciones para todos los que trabajan,
incluso para los patrones. Creamos pensiones de vejez e invalidez, desterrando
del país el triste espectáculo de la miseria en medio de la abundancia.
Legalizamos la existencia de la organización sindical,
declarada asociación ilícita por la justicia argentina, y promovimos la
formación de la C.G.T. con seis millones de afiliados cotizantes. Posibilitamos
la educación y la instrucción absolutamente gratuita para todos los que
quisieran estudiar, sin distinción de clase, credo o religión, y sólo en ocho
años construímos 8.000 escuelas en todos los tipos.
Grandes diques con usinas aumentaron el patrimonio del
agro argentino. Más de 35.000 obras públicas fueron terminadas solamente con el
esfuerzo del primer plan quinquenal, entre ellos el gasoducto de 1.800
kilómetros, el aeropuerto Pistarini, la refinería de petróleo Eva Perón, que
querían bombardear los rebeldes a pesar de costar 400 millones de dólares y
diez años de trabajo, la explotación carbonífera de Río Turbio y su ferrocarril,
más de veinte grandes usinas eléctricas, etc.
Cuando llegué al gobierno ni alfileres se hacían en el
país. Lo dejo fabricando camiones, tractores, automóviles, locomotoras, etc.
Dejo recuperados los teléfonos, los ferrocarriles y el gas, para que vuelvan a
venderlos otra vez. Les dejo una marina mercante, una flota aérea, etc. ¿A qué
seguir? Esto lo saben mejor que yo todos los argentinos. Ahora espero que el
pueblo sepa defender lo conquistado, contra la codicia de los falsos
libertadores.
Esta es una prueba de fuego para el pueblo argentino, y
deseo que la pase solo, y solo sepa defender el patrimonio contra los de afuera
y adentro.
Ya tengo bastante con diez años de trabajo, sinsabores,
ingratitudes y sacrificios de todo orden. El pueblo conoce a los verdaderos
enemigos. Si tan pronto se deja engañar, suya será la culpa, suyo será el
castigo. He dedicado mi vida al país y al pueblo. Tengo derecho a mi vejez. No
deseo andar dando lástima, como les sucede a algunos políticos argentinos
octogenarios.
Preveo el destino del gobierno de facto. El que llega con
sangre, con sangre cae. Esta gente no sólo se ha ensangrentado sus manos, sino
que terminará tiñendo con ella su conciencia.
Acostumbro perdonar a los enemigos y los perdono; pero la
historia y el pueblo no perdonan tan fácilmente, y a ellos les encomiendo la
justicia, que siempre llega.
No me arrepiento de haber desistido de una lucha que
habría ensangrentado y destruido al país. Amo demasiado al pueblo y hemos
construido mucho en la patria para no pensar en ambas cosas. Sólo los parásitos
son capaces de matar y de destruir lo que no son capaces de crear.
Al gobierno y al pueblo paraguayos, mi gratitud por la
conducta que ya les conocemos; los hemos penetrado en la grandeza de su
dignidad humilde frente a la soberbia de la insolencia.
En nombre del pueblo humilde de mi patria argentina, que
lucha todos los días por su grandeza, presento al pueblo paraguayo mi
desagravio por los actos insólitos presenciados durante mi asilo. Algún día el
verdadero pueblo argentino tendrá ocasión de reafirmarme".
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Esta entrevista está tomada del APENDICE del libro
"Peronismo y Frondizismo" de Enrique Rivera
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