miércoles, 25 de marzo de 2015

El General Juan Domingo Perón habla en octubre del ’55

A muy pocos días de ser destituido, Perón da esta primer entrevista, que les mando por ser de sumo interés, sobre todo, por el momento en que fue dada.
Rodolfo Parbst

El General Juan Domingo Perón habla en octubre del ’55

“Por creerlo de interés damos a continuación, sin comentarios, el texto de la entrevista efectuada por un corresponsal de la United Press con fecha 4 de octubre de 1955 al ex presidente argentino Juan D. Perón, publicada en el mundo entero al día siguiente y tomada del diario "El Día" de Montevideo (Uruguay) del miércoles 5 de octubre de 1955. La entrevista se efectuó en Asunción(Paraguay), siendo prohibida su difusión en el país por el gobierno de Lonardi-Amadeo-Bengoa.”

ASUNCION, 4 (UP). - El ex presidente argentino Juan D. Perón concedió hoy a la United Press la primera entrevista que se le haya hecho desde su derrocamiento el 20 de septiembre. La United Press envió un cuestionario y el ex presidente aceptó preparar las respuestas.
Independientemente del cuestionario, sin embargo, este corresponsal tuvo oportunidad de conversar personalmente con Perón durante 50 minutos. Esta primera conversación personal de un periodista con el ex presidente desde su caída, sirvió para comprobar que Perón se halla de excelente humor y tiene un aspecto evidentemente tranquilo.
El siguiente es el texto de las preguntas del corresponsal y las respuestas de Perón:
Periodista: ¿Puede el general dar una información sobre los sucesos político-militares argentinos que culminaron con su renuncia a la presidencia de la nación?
Perón: Estallada la revolución, el 11 de setiembre la escuadra sublevada amenazaba con el bombardeo de Buenos Aires y la destilería Eva Perón, después del bombardeo de Mar del Plata. Lo primero era una monstruosidad semejante a la masacre de la Alianza (Libertadora Nacionalista); lo segundo significaba la destrucción de diez años de trabajo y la pérdida de cientos de millones de dólares.
Llamé entonces al ministro del Ejército, general Lucero,y le dije: "Estos bárbaros no sentirán escrúpulos en hacerlo. Yo no deseo ser la causa de salvajismo semejante". Inmediatamente me senté a mi escritorio y redacté la nota que es de conocimiento público, sugiriendo la necesidad de evitar la masacre de gente indefensa e inocente y un desastre de destrucción, ofreciendo, si era necesario, mi retiro del gobierno.
Inmediatamente la remití a Lucero quien la leyó por radio como comandante en jefe de las fuerzas de represión y la entregó a la publicidad.
El día 19, de acuerdo con el contenido de la nota, Lucero formó una junta de generales, encargándole discutir con los jefes rebeldes la forma de evitar un desastre. La Junta se reunió el mismo día e interpretó que mi nota era una renuncia.
Al enterarme de semejante cosa, llamé a mi residencia a los generales para aclararles que la nota no era una renuncia, sino un ofrecimiento que ellos podían usar en las tratativas. Les aclaré que, si fuera una renuncia, estaría dirigida al Congreso de la Nación, no al ejército ni al pueblo; asimismo, que el presidente constitucional lo era hasta que el Congreso aceptara su renuncia. La misión de la Junta era sólo negociadora.
Los generales tuvieron una reunión tumultuosa en la que la opinión de los débiles fue dominada por los que ya habían defeccionado.
En la madrugada del 20, fue llamado mi ayudante, el mayor Gustavo Renner, al Comando. Allí el general (Armando) Manni le comunicó que la Junta había aceptado mi renuncia (que no había presentado) y que debía abandonar el país en ese momento. En otras palabras, los generales que se habían pasado a los rebeldes me imponían el destierro.
Periodista: ¿A qué causas atribuye el estallido revolucionario? ¿Cree usted que influyó para ello el conflicto con la iglesia y el contrato sobre explotaciones petroleras?
Perón: Las causas fueron solamente políticas. El móvil fué la reacción oligarco-clerical para entronizar al conservadorismo caduco. El medio fué la fuerza movida por la ambición y el dinero.
El contrato petrolero es un pretexto de los que trabajan de ultranacionalistas sui generis.
Periodista: ¿Estaba el gobierno en antecedentes de la conspiración dirigida por el general Lonardi y otros jefes militares? ¿Es exacto que la marina de guerra estuvo en actitud de rebeldía desde el 16 de junio?
Perón: El gobierno estaba en antecedentes desde hacía tres años. El 28 de septiembre de 1951 y el 16 de junio de 1955 fueron dos brotes abortados. No quise aceptar los fusilamientos y esto los envalentonó. Si la marina era rebelde desde el 16 de junio, lo supo disimular muy bien, pues nada lo hacía entender así.
Periodista: Señor general, su carta de renuncia del 19 de septiembre decía que quería usted evitar pérdidas inestimables para la Nación. ¿Con las fuerzas leales, podría haber prolongado la lucha? ¿Había probabilidades de éxito?
Perón: Las probabilidades de éxito eran absolutas, pero para ello hubiera sido necesario prolongar la lucha, matar a mucha gente, destruir lo que tanto nos costó crear. Bastaría pensar en lo que habría ocurrido si hubiera entregado armas de los arsenales a los obreros decididos a empuñarlas.
Siempre evité el derramamiento de sangre, por considerar este hecho un salvajismo inútil y estéril entre hermanos. Los que llegan con sangre, con sangre caen. Su victoria tiene siempre el sello imborrable de la ignominia y por eso los pueblos, tarde o temprano, terminan por abominarlos.
Periodista: Se ha publicado que la Alianza Nacionalista constituía una especie de fuerza de choque. ¿Qué hay de cierto en esto?
Perón: Era un partido político como los demás, combativo y audaz, compuesto de hombres jóvenes y patriotas decididos. Eso es todo. El odio a esa agrupación política no difiere del odio que esta gente ha demostrado voluntad criminal, busca la ocasión de manifestarse. La masacre de la Alianza es el producto de un estado de ánimo, una ocasión.
Periodista: Exactamente a las 8 de la mañana del martes 20 de setiembre buscó usted refugio en la embajada del Paraguay. ¿Es verdad que usted pasó la noche anterior y toda la madrugada del 20 en la residencia presidencial?
Perón: Exacto.
Periodista: ¿Considera usted que, en la actual situación política argentina, el partido peronista podrá desarrollar actividades? ¿Cree que la C.G.T. mantendrá su actual estructura y organización? ¿Qué opina de la orientación futura de los sindicatos obreros?
Perón: El partido peronista tiene a todos sus dirigentes presos o exilados.
En esta forma, está proscripto. La masa sigue firme y difícilmente podrá nadie conmoverla.
Periodista: ¿Qué planes tiene usted para el futuro? ¿Es verdad que proyecta ir a Europa para radicarse temporalmente en España, Italia o Suiza? Si es así, ¿cuándo proyecta viajar a Europa?
Perón: Permaneceré en Paraguay, primero porque amo profundamente a este pueblo humilde, pero digno, compuesto de hombres libres y leales hasta el sacrificio; segundo, porque entre mis honores insignes tengo el de ser ciudadano y general del Paraguay; tercero porque me gusta. A Europa no pienso ir, porque no es necesario y porque no tengo dinero suficiente para hacer de turista en estos momentos, a pesar de la riqueza que me atribuyen mis detractores ocasionales.
Periodista: Lógicamente hay gran expectativa por sus furas actividades. ¿Piensa permanecer frente a la jefatura del partido?
Perón: Dicen que un día que el diablo andaba en la calle se desencadenó una tremenda tormenta. No encontrando nada abierto en qué guarecerse, se metió en una iglesia que tenía la puerta entornada, y dicen que el diablo mientras estuvo en la iglesia, se portó bien. Yo haré como el diablo. Mientras esté en el Paraguay, honraré su noble hospitalidad. Si algún día se me ocurriera volver a la política, me iría a mí país y allí actuaría. Hacer desde aquí lo que no fuera capaz de hacer allí, no es noble ni peronista. El partido peronista tiene grandes dirigentes y una juventud pujante y emprendedora, sea de hombres o mujeres. Han "desensillado hasta que aclare". Tengo profunda fe en su destino y deseo que ellos actúen. Ya tiene mayoría de edad. Les dejé una doctrina, una mística, una organización. Ellos esperarán su hora. Hoy impera la dictadura y la fuerza. No es nuestra hora.
Cuando llegue la contienda de opinión, la fuerza bruta habrá muerto. Allí será la ocasión de jugar la partida política. Si se nos niega el derecho a intervenir, habrán perdido la batalla definitivamente. Si actuamos, ganaremos siempre por el 70 por ciento de los votos.
Periodista: El gobierno provisional argentino ha hecho declaraciones diciendo que implantará un régimen de libertad y democracia. ¿Cree usted que todos los partidos, inclusive el peronista, podrán actuar libremente?
Perón: La libertad y la democracia basadas en los cañones y las bombas no me ilusionan, lo mismo que las declaraciones del gobierno provisional. Conozco demasiado a los gobiernos que no basan su poder en las urnas, sino en las armas. La persecución despiadada y la difamación sistemáticas no abren buenas perspectivas de pacificación. De modo que creo lo peor. Dios quiera que me equivoque. Ello sólo sería si esta gente cambiara diametralmente, lo que dudo que suceda.
Periodista: ¿Cualquiera otra manifestación que quiera formular?
Perón: Por lo que hemos podido escuchar cuanto sostiene el gobierno de facto es falso por su base. No podrán justificar la revolución ante el pueblo. Ya en sus declaraciones comienzan a confesar ingenuamente que harán lo que nosotros hemos hecho y respetarán nuestras conquistas sociales. Si son sinceras, es un reconocimiento táctico; si no, son lo peor. Aún nosotros representamos el gobierno constitucional, elegido en los comicios más puros de la política argentina en toda su historia. Ellos sólo son usurpadores del poder del pueblo. Si llamaran a elecciones libres, como las que aseguramos nosotros, volveríamos a ganar por el 70 por ciento de los votos. ¿Cómo pueden representar a la voluntad popular? Esta revolución, como la de 1930, también septembrina, representa la lucha de la clase parasitaria contra la clase productora. La oligarquía puso el dinero; los curas, la prédica; un sector de las fuerzas armadas, dominado por la ambición, y algunos jefes, pusieron las armas de la república. En el otro bando están los trabajadores, es decir, el pueblo que sufre y produce. La consecuencia es una dictadura militar de corte oligarco-clerical. Ya sabemos adónde conduce esta clase de gobierno. Que es democracia y enarbola las banderas de la libertad, sólo al gobierno uruguayo y a sus diarios y radios alquilados se les puede ocurrir semejante barbaridad. Si la democracia se hiciera con revoluciones para burlar la voluntad soberana del pueblo, yo sería cualquier cosa menos demócrata. El tiempo dará la respuesta a los insensatos que pueden creerlo.
Conozco a la gente ambiciosa desde hace muchos años y no he de equivocarme fácilmente en el diagnóstico. Yo hubiera permanecido en Buenos Aires si en mi país existiera una mínima garantía, porque no tengo nada de qué acusarme, pero frente a los hombres que el 16 de junio intentaron asesinar al presidente de la nación mediante un bombardeo aéreo sorpresivo de la casa de gobierno, que fueron capaces de masacrar a cuatrocientas personas, bombardeando e incendiando el edificio de la Alianza, donde había numerosas mujeres y niños, ¿qué podemos esperar los argentinos?
En presencia de la vil calumnia, que comienza a hacerse presente, como de costumbre desde Montevideo, deseo aclarar el asunto de mis bienes, para conocimiento del extranjero, porque en mi patria saben bien los argentinos cuáles son.
Mis bienes son bien conocidos. Mi sueldo como presidente durante mi primer período de gobierno lo doné a la Fundación Eva Perón; los sueldos del segundo período los devolví al Estado. Poseo una casa en Buenos Aires que pertenecía a mi señora y que fue construida antes que fuera elegido por primera vez. Tengo también una quinta en San Vicente, que compré siendo coronel, antes de soñar siquiera que sería presidente constitucional de mi país. Poseo además bienes que por la testamentaría de mi señora me corresponden, y que consisten en los derechos de autor del libro "La razón de mi vida", traducido y publicado en numerosos idiomas de todo el mundo, y el legado que Alberto Dodero hizo en su testamento a favor de Eva Perón.
Además, numerosos obsequios que el pueblo y mis amigos me hicieron en cantidad que justifica mi reconocimiento sin límites. El que descubra otro bien, como lo he repetido antes, puede quedarse con él.
No me interesó nunca ni el dinero ni el poder, sino sólo el amor al pueblo humilde, a quien serví con una lealtad que me llevó a realizar cuanto hice.
Con los bienes de mi señora que por derecho sucesorio me corresponden íntegramente, instituí la Fundación Evita, nueva entidad destinada a dar albergue a los estudiantes pobres que debían estudiar en Buenos Aires.
La mayor parte de los regalos que recibí, los destiné siempre a premios y pruebas deportivas de muchachos pobres y estudiantes.
En mi testamento lego todos mis bienes a la Fundación Evita, al servicio del pueblo y de los pobres.
Durante diez años he trabajado sin descanso para el pueblo. Si la historia pudiera repetirse, volvería a hacer lo mismo, porque creo que la felicidad del pueblo bien vale el sacrificio de un ciudadano. Mi gran honor, mi gran satisfacción, son el amor del pueblo humilde y el odio de los oligarcas y los capitalistas de mala ley, y también de sus secuaces y personeros, que por ambición al dinero se han puesto a su servicio.
Solo y a mis años, he aprendido el reducido valor que tiene el demasiado dinero. Las investigaciones me tienen sin cuidado, porque si se hacen bien, probarán mi absoluta honradez; si se hacen mal, serán villanas calumnias como las que se lanzan hoy sin investigar nada.
Estoy en paz con mi conciencia, y no me perturban las inconciencias ajenas.
No pienso seguir en la política, porque nunca me interesó hacer el filibustero o el malabarista. Para ser elegido presidente constitucional no hice política alguna. Me fueron a buscar; yo no busqué serlo.
Ya he hecho por el pueblo cuanto podía hacer. Recibí una colonia y les devuelvo una patria justa, libre y soberana. Para ello hube de enfrentar la infamia en todas las formas, desde el imperialismo abierto hasta la esclavitud disimulada.
Cuando llegué al gobierno de mi país, había gente que ganaba 20 centavos al día, peones que ganaban 15 pesos al mes. Se asesinaba a mansalva en los ingenios azucareros y los yerbatales, con regímenes de trabajo criminales.
En un país que poseía 45 millones de vacas, los habitantes se morían de debilidad constitucional. Era un país de toros gordos y peones flacos. La previsión social era poco menos que desconocida, y las jubilaciones insignificantes cubrían sólo a los empleados públicos y a los oficiales de las fuerzas armadas.
Instituímos jubilaciones para todos los que trabajan, incluso para los patrones. Creamos pensiones de vejez e invalidez, desterrando del país el triste espectáculo de la miseria en medio de la abundancia.
Legalizamos la existencia de la organización sindical, declarada asociación ilícita por la justicia argentina, y promovimos la formación de la C.G.T. con seis millones de afiliados cotizantes. Posibilitamos la educación y la instrucción absolutamente gratuita para todos los que quisieran estudiar, sin distinción de clase, credo o religión, y sólo en ocho años construímos 8.000 escuelas en todos los tipos.
Grandes diques con usinas aumentaron el patrimonio del agro argentino. Más de 35.000 obras públicas fueron terminadas solamente con el esfuerzo del primer plan quinquenal, entre ellos el gasoducto de 1.800 kilómetros, el aeropuerto Pistarini, la refinería de petróleo Eva Perón, que querían bombardear los rebeldes a pesar de costar 400 millones de dólares y diez años de trabajo, la explotación carbonífera de Río Turbio y su ferrocarril, más de veinte grandes usinas eléctricas, etc.
Cuando llegué al gobierno ni alfileres se hacían en el país. Lo dejo fabricando camiones, tractores, automóviles, locomotoras, etc. Dejo recuperados los teléfonos, los ferrocarriles y el gas, para que vuelvan a venderlos otra vez. Les dejo una marina mercante, una flota aérea, etc. ¿A qué seguir? Esto lo saben mejor que yo todos los argentinos. Ahora espero que el pueblo sepa defender lo conquistado, contra la codicia de los falsos libertadores.
Esta es una prueba de fuego para el pueblo argentino, y deseo que la pase solo, y solo sepa defender el patrimonio contra los de afuera y adentro.
Ya tengo bastante con diez años de trabajo, sinsabores, ingratitudes y sacrificios de todo orden. El pueblo conoce a los verdaderos enemigos. Si tan pronto se deja engañar, suya será la culpa, suyo será el castigo. He dedicado mi vida al país y al pueblo. Tengo derecho a mi vejez. No deseo andar dando lástima, como les sucede a algunos políticos argentinos octogenarios.
Preveo el destino del gobierno de facto. El que llega con sangre, con sangre cae. Esta gente no sólo se ha ensangrentado sus manos, sino que terminará tiñendo con ella su conciencia.
Acostumbro perdonar a los enemigos y los perdono; pero la historia y el pueblo no perdonan tan fácilmente, y a ellos les encomiendo la justicia, que siempre llega.
No me arrepiento de haber desistido de una lucha que habría ensangrentado y destruido al país. Amo demasiado al pueblo y hemos construido mucho en la patria para no pensar en ambas cosas. Sólo los parásitos son capaces de matar y de destruir lo que no son capaces de crear.
Al gobierno y al pueblo paraguayos, mi gratitud por la conducta que ya les conocemos; los hemos penetrado en la grandeza de su dignidad humilde frente a la soberbia de la insolencia.
En nombre del pueblo humilde de mi patria argentina, que lucha todos los días por su grandeza, presento al pueblo paraguayo mi desagravio por los actos insólitos presenciados durante mi asilo. Algún día el verdadero pueblo argentino tendrá ocasión de reafirmarme".

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Esta entrevista está tomada del APENDICE del libro "Peronismo y Frondizismo" de Enrique Rivera

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