Buenos Aires, 22 de junio de 1810
Señor.
V:M, sabe el peligroso estado en que hallé a Buenos Aires y a todo este Virreinato cuando tomé las riendas del mismo (...) (el 20 de mayo) llamé sin demorar a todos los comandantes y mayores de los cuerpos militares de esta guarnición. Congregados que fueron, les hice presente el peligroso estado del pueblo y el desarreglo de sus intempestivas pretensiones: les recordé las reiteradas protestas y juramentos con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público; y los exhorté a poner en ejercicio su fidelidad en servicio de V. Majestad y de la patria.
" Pero tomado la voz don Cornelio Saavedra, comandante del cuerpo urbano de Patricios que habló por todos, frustró mis esperanzas, se explicó con tibieza: me manifestó su inclinación a la novedad; y me hizo conocer perfectamente que si no eran los comandantes los autores de semejante división y agitaciones, estaban por lo menos de conformidad y acuerdo con los facciosos (...)
El día siguiente, 21 de mayo (...), el Cabildo (...) procedió a la junta general convocando por esquelas a quinientos vecinos; de los cuales asistieron solamente 200 por las causas que abajo expresaré. El 22 fue el día designado para la celebración de la Junta y el día en que desplegó la malicia todo género de intrigas, previsión y maquinaciones para llevar al cabo tan depravados designios. Había yo ordenado que se apostara para este acto una compañía en cada bocacalle de las de la Plaza a fin de que no permitiesen entrar en ella ni abrir a las Casas Capitulares persona alguna que no fuese de las citadas; pero la tropa de los oficiales era del partido: (...) negaban la entrada a la plaza a los vecinos honrados y lo franqueaban a los de la confabulación, tenían algunos oficiales copias de esquelas de convite si nombres y con ellas introducían a las casas del Ayuntamiento a sujetos no citados por el Cabildo, o porque los conocían de su calidad, o porque los ganaban con dinero; así es como en una ciudad de más de tres mil vecinos de distinción y nombres, solamente concurrieron 200, y de estos muchos pulperos, algunos artesanos, otros hijos de familia y los más ignorantes y sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad. (La Junta) efectivamente (...) ha empezado las funciones de su gobierno ejercitando actos de verdadera soberanía que sólo son reservados a la suprema potestad de Vuestra Majestad (...).
Ha entablado el sistema de terrorismo para con todos los hombres de bien que manifiestan adhesión al legítimo gobierno, que sienten en favor del Consejo de Regencia de Vuestra Majestad, que publican noticias favorables de España, que opinan contra su ilegalidad o que murmuran de sus providencias; y el sistema de indulgencia con todos los sediciosos y partidarios de la independencia (...). Los que en el Cabildo insultaron y vejaron al reverendo obispo y a otros vecinos honrados, han sido aplaudidos; los que publican por las calles, su libertad del yugo de España no son apercibidos. (...)
veo indispensable la necesidad en que se halla Vuestra Majestad de remitir sin pérdida de momento por lo menos dos mil hombres de tropa con buenos y probados oficiales que impongan el respeto y restablezcan la subordinación; pues con esta providencia y con el desengaño de la Corte de Londres, con cuya protección han contado estos miserables e inexpertos faccionarios; se remediarán todos los males y quedarán asegurados estos dominios de Vuestra Majestad, que de otra suerte peligran y están próximamente expuestos, o a ser la presa de la ambición; a ser víctima de su misma disolución (...)
Fuente:
Pueyrredón, Carlos A., 1810. La Revolución de Mayo según amplia documentación de la época, Buenos Aires, Peuser, 1953, pág.583.
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