viernes, 28 de octubre de 2011

EUGENIA CASTRO Y LOS HIJOS DE ROSAS

        
La cautiva

Eugenia Castro era una muchacha morena, vivaz y sensual. Su padre, comandante de Juan Gregorio Castro, nombró por testamento tutor de su hija Eugenia, a Juan Manuel de Rosas.

Apenas adolescente, Eugenia fue ubicada en casa de una conocida familia, pero al quejarse de mal trato, Juan Manuel la llevó a vivir a Palermo, donde hacia las veces de dama de compañía de 
Encarnación Ezcurra, ya enferma, a quien cuidó con esmero hasta su muerte.

Cuando murió Encarnación, Juan Manuel la hizo su concubina. Sus adversarios políticos acusaban a Rosas de tenerla por esclava. Rosas la llamaba cariñosamente “La Cautiva”, pero lo cierto es que Eugenia vivía en plena libertad y decencia aunque mantenía en privacidad su relación con Rosas, y compartía gratos momentos con Manuelita y Juanita Sosa, de quienes se hizo fiel amiga.

De la relación con Juan Manuel, nacieron cinco hijos: Nicanora, Angela, Justina, Joaquín y Adrián, que aunque sin ser reconocidos fueron cariñosamente tratados por su padre con singular afecto, sobre todo Angelita, a quien le puso de sobrenombre “El Soldadito”.

Eugenia se negó a seguir a Rosas a su exilio, y cuando éste le pidió que fuera a su lado, rehusó acompañarle.

“Si cuando quise traerte conmigo –le escribía Rosas desde el exilio- según te lo propuse con tanto interés en dos muy expresivas y tierna cartas, hubieras venido, no habría sido desgraciada. Así cuando hoy lo eres, debes culpar solamente a tu maldita ingratitud” (Carta publicada por Rafael Calzada)


Canora y El Soldadito
Juan Manuel mantuvo correspondencia desde el exilo con Eugenia Castro y sus hijos, a quienes les enviaba pequeños recuerdos de regalo, o algún dinero, ajustado a su magro presupuesto. “Mañana te enviaré –le escribía a Eugenia el 8 de abril de 1870- una libranza de cien pesos de nuestro papel corriente…Uno de los tres pañuelos es para vos, el otro para el “El Soldadito” (Angelita) y el otro para Canora. No les mando algo bueno porque sigo pobre”.

A su vez Angelita le enviaba un pañuelo, y le decía que ya todos sabían que él había contraído matrimonio con una rica señora de la aristocracia inglesa, a lo que Rosas le contesta: “El pañuelo que me enviaste lo sigo usando en tu nombre; es muy bueno. No me he casado, porque no tengo con que mantener a una mujer, y yo con mujer con plata no quiero casarme. Por eso verás que en lo que me dices te han engañado”


Fuentes:

- Calzada Rafael. “Cincuenta años de América”. Autobiografía.

- Ibarguren Carlos. J.M. de Rosas. Su vida, su drama, su tiempo.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar


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