LAS ARMAS SECRETAS DE LA PRIMERA JUNTA
Interesante investigación histórica hecha por Paulo Antonio Zappia
Los hombres de Mayo acariciaron el sueño de contar
con un sumergible en la guerra contra los realistas
Al hablar de los
antecedentes de la Revolución de Mayo normalmente se mencionan las revoluciones
estadounidense y francesa. Y sobre estas últimas es necesario señalar que,
además de las novedades políticas que ambas introdujeron, una trajo aparejado
el primer ataque de un submarino a un buque enemigo y la otra el estreno de una
nave aérea durante un combate. Efectivamente, el 7 de septiembre de 1776, un
submarino estadounidense atacó un buque británico en el puerto de Nueva York y,
el 26 de junio de 1794, la utilización de un globo en tareas de reconocimiento
permitió a los franceses obtener la victoria frente a los austríacos en la
batalla de Fleurus. Por ello, resulta significativo que la Primera Junta
Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, mejor conocida
como la Primera Junta y cuya constitución fue la consecuencia directa de los
sucesos de mayo de 1810, entendiera tanto en lo relativo a un proyecto de
aeróstato como al de un sumergible.
Ya en 1809, el relojero holandés Miguel Colombise había dirigido al entonces
virrey Santiago de Liniers una solicitud de cuatro mil pesos para
"fabricar un Aérostat, en el cual me ofrezco ir adonde se me mande, no
siendo a una distancia para la cual se necesite instrumento de pilotaje, porque
no es mi arte". El artífice afirmaba haber construido dos prototipos de
tamaño reducido y agregaba que el aeróstato se desplazaría a una velocidad de
-por lo menos? "un cuarto de legua por minuto".
Sin haber obtenido lo solicitado, Colombise marchó a Santiago de Chile a fin de
intentar, ejerciendo su oficio, ahorrar la suma necesaria para construir su
máquina voladora. Una vez producida la Revolución de Mayo, el holandés solicitó
a la Junta desde Mendoza, el 6 de agosto de 1810, permiso para regresar a
Buenos Aires sin despertar sospechas por su condición de forastero. Cuando
llegara a la capital porteña, Colombise dedicaría al gobierno patrio "su
persona y servicios" para realizar el proyecto. Sin embargo, la petición
recibió una negativa con la manifestación gubernamental de que, en su tenor,
"se descubre un proyectista, que para calificarlo de la calidad de muy
malo, no se necesita más prueba que la de que el Señor Liniers le despreció el
proyecto", y fue a dar al archivo.
Esta decisión ha motivado su consiguiente divergencia historiográfica. Antonio
Biedma Recalde señaló al secretario Mariano Moreno como su responsable, en
tanto que Ernesto Fitte atribuyó la misma a "un anónimo funcionario
subalterno". No obstante, el texto de la decisión es precedido por la
expresión "Nota de la Mesa" y el expediente -custodiado en el Archivo
General de la Nación (AGN)- se encuentra reunido con una extensa serie de
resoluciones de la Junta, lo que sugiere que su plenario estuvo de acuerdo. En
cualquier caso, el juicio no es sorprendente para la época, especialmente si se
tiene en cuenta que el innovador Napoleón Bonaparte había disuelto la Compagnie
d´Aéronautiers en 1799.
El bloqueo del Plata
Entretanto, los realistas de Montevideo habían aprovechado su superioridad
naval para establecer el bloqueo de la margen occidental del Plata. En esas
circunstancias, el estadounidense Samuel William Taber llegó a Buenos Aires en
diciembre de 1810 y presentó a la Junta la propuesta de construir una
"máquina submarina" con la cual destruir los buques realistas que
asediaban el puerto de Buenos Aires.
La Junta, que por entonces pasaba a ser la Junta Grande, designó una comisión,
integrada por el presidente Cornelio Saavedra y el vocal Miguel de Azcuénaga,
para evaluar el proyecto. El dictamen fue favorable y se ofreció a Taber un
anticipo con el que financiar los primeros pasos para la construcción de la
máquina submarina, pero que el estadounidense se rehusó a aceptar, prefiriendo
hacer frente a los gastos con su peculio. En enero de 1811 el último virrey del
Río de la Plata, Francisco Javier de Elío, llegó a Montevideo. El bloqueo se
interrumpió brevemente y la Junta decidió enviar a Taber para que informara -en
secreto y con exactitud- sobre el estado de la plaza realista.
El estadounidense cumplió su misión pero luego del restablecimiento del bloqueo
recibió la instrucción de regresar a Buenos Aires y continuar la construcción
de la máquina submarina. Con autorización de la Junta, aprovechó la ocasión
para contratar los servicios del ingeniero Angel de Monasterio, matemático de
profesión, a fin de aplicarlos en la construcción del sumergible. Sin embargo,
cuando retornaba en un bote con el ingeniero y otros cuatro oficiales, fue
capturado por marinos realistas el 8 de marzo de 1811. Así fue a dar a un
calabozo, acusado de alentar la deserción de los oficiales que lo acompañaban.
Tras cuatro meses de prisión, Taber fue condenado a pagar una fianza de dos mil
pesos fuertes y fue liberado con la condición de que saliera de la Banda
Oriental, hacia los Estados Unidos, en un plazo de veinticuatro horas. Taber
llegó a Río de Janeiro, pero luego volvió a Buenos Aires.
Plan de ataque
En julio y agosto de 1811, la escuadra realista bombardeó infructuosamente
Buenos Aires, siguiendo órdenes del virrey Elío. Poco después, el 10 de
septiembre de 1811, Taber dirigió a la Junta un memorial en el que ofrecía
"de nuevo trasladarme a la Banda Oriental y echar a pique con la enunciada
máquina la fragata de guerra y el bergantín que sirve de depósito para la
pólvora" y "presentar un plan de ataque que al paso que asegure la
posesión de la plaza, consulte la menor efusión de sangre, empeñando mi palabra
de que seré el primero que me presentaré entre los bravos que deben
ejecutarlo". En octubre, la Junta libró el despacho de capitán de
artillería del ejército de la Banda Oriental, que Taber aceptó ad honórem.
La construcción del arma submarina progresó desde el regreso de Taber a Buenos
Aires y, el 11 de octubre de 1811, solicitó permiso para conducirla por agua
hasta la ensenada de Barragán, "encerrada en una caja tosca de pino,
marcada con la letra T", para efectuar las pruebas correspondientes y
volver por la misma ruta sin que nadie pudiera impedírselo ni tomar
conocimiento del asunto.
La Junta accedió a conceder el permiso solicitado, aunque estipuló que
previamente Pedro Pablo Torres debía reconocer la máquina. Desde entonces, y
aunque la documentación originalmente estudiada por el historiador Angel
Carranza -hoy en el AGN- omite ofrecer más datos acerca del proyecto secreto,
se han hecho coloridas conjeturas sobre el mismo. Si bien es cierto que ninguno
de los proyectos anteriores ofrecieron resultados prácticos, el ingenio no se
agotó. Por el contrario, poco después llegaba a Buenos Aires José de San
Martín, quien pondría en marcha el plan más importante de la guerra de la
independencia: conducir un ejército a través de una cadena montañosa como
Aníbal y Napoleón en los Alpes, pero atravesando la segunda cordillera más alta
del mundo para luego llegar al Perú por el mar.
Por Paulo Antonio Zappia
El autor es licenciado en Historia y diplomático.
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