miércoles, 22 de mayo de 2013

La Revolución de Mayo fue una Revolución popular


Conozcamos la historia, la verdadera historia.

Dedicado a mis nietos Facundo Lorenzo, Santiago Leopoldo, Juan Sebastian y a Macarena, que está por venir.



Los verdaderos héroes de la misma fueron Belgrano, Castelli, Arzac, Vieytes, French, Berutti, Nicolás Rodríguez Peña, y la Legión Infernal, con sus chisperos y manolos, y no quién nos vendió la historia oficial. Por eso se encargaron de enterrar en la semi oscuridad a casi todos de ellos, salvo a la gran figura de Manuel Belgrano.

Eran la JP de mayo, y los comió la revolución.

Cuando el  14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español. 
También trajo la noticia de que América había dejado de ser una colonia española para pasar a ser una provincia de ultramar, y llamaba a realizar Juntas, destituyendo Virreyes.
Toman conocimiento de que la Junta de Sevilla había resuelto saber a las tierras de América que no son colonias sino provincias con igualdad de derechos. Y convoca a los pueblos americanos a que se organicen en Juntas (28 de febrero de 1810).

Fue la chispa que necesitaba la revolución para estallar.



La noche del 18 los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación de en que quedaba el virreinato después de los hechos de España y nombrar nuevas autoridades. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros y pidan la convocatoria a cabildo abierto.

El Sábado 19 y sin dormir, por la mañana Manuel Belgrano le pidió al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva. El domingo 20 el por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey trató a los jóvenes de insolentes y atrevidos y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo.

Pero la juventud no tenía paciencia.

Conf. Galasso: “El 21 de mayo, cuando el Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa: "apenas comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas personas, en su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en el sector de la Plaza lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y Berutti, comienzan a proferir incendios contra el virrey y reclaman la inmediata reunión de un Cabildo Abierto. Van todos bien armados de puñales y pistolas, porque es gente decidida y dispuesta a todo riesgo. Actúan bajo el lema de Legión Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con ellos".

Continuando con este autor: “No hay pues medulosos cambios de ideas, ni buenos modales, ni patricios respetables polemizando únicamente, con sesudos abogados, sino un grupo de privilegiados dispuestos frenéticamente a resguardar con uñas y dientes sus fortunas y su posición social, frente a otro grupo, intrépido y fogoso, animado por el espíritu de la revolución.

Castelli afirmaba: "Aquí no hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles los españoles de España han perdido su tierra. Los españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan... Propongo que se vote: que se subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses, que será independiente si España queda subyugada".

El 22 de mayo se vota. Permite el alcalde votar solo a 69 partidarios casi todos ellos del Virrey. Y se vota una Junta adicta con “El Sordo” a la cabeza.

La juventud revolucionaria no está dispuesta a permitir. Tampoco deciden que hacer deliberando en la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Cuanta Tomas Guido “en estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas."..

Cisneros renuncia. Pero como siempre pasa, los absolutistas reaccionan, y convocan a nuevo cabildo para el 25 de mayo.

Los cabildantes se reúnen, pero los jóvenes revolucionarios no van a aceptar nuevos fraudes a su voluntad.

Antonio Luís Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada."
No Juventud de la Legión Infernal no les dejó margen para otra cosa.

Así se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente: Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu.

Y allí comenzó nuestra historia Grande, nacida en una revolución popular.

jueves, 7 de marzo de 2013

7 de marzo INVASION BRASILEÑA A PATAGONES

7 de marzo de 1827 INVASIÓN BRASILEÑA A PATAGONES



 El Carmen de Patagones, asentado a horcajadas sobre la gran corriente fluvial rionegrina, vivió largos años en plena soledad. Pero a pesar de ello tuvo momentos de grandes urgencias, de tremendas responsabilidades, tales los vividos en el año 1827 cuando supo enfrentar y vencer una bien organizada expedición brasileña integrada por 613 hombres bajo el mando del capitán de fragata ingles James Shepherd

Desde Diciembre de 1825

 Argentina se hallaba en guerra con el imperio del Brasil. El derecho de pertenencia del territorio actualmente uruguayo había provocado el conflicto.
A raíz del bloqueo del puerto de Buenos Aires por la escuadra imperial, el apostadero naval rionegrino se había transformado en el seguro refugio de nuestros corsarios que atacaban valientemente el poderío naval enemigo.
El botín de guerra, los negros esclavos arrancados a los veleros que se dedicaban a tan infame tráfico, los prisioneros, todo era desembarcado en Patagones, lo que dio origen a una activación inusitada en la vida maragata de aquel entonces. La riqueza llego a la zona y la familias hasta ese momento de vivir sencillo, aldeano, conocieron el lujo traducido en muebles finísimos, porcelanas, tapices, pianos, sedas, encajes, en fin, todo un mundo de “Las mil y una noches” que trastocó el clima apacible y monótono del último pueblo de la tierra, como alguna vez se le llamó a Carmen de Patagones.
Brasil se sintió herido profundamente en sus intereses por el éxito del ataque de los corsarios a su comercio marítimo y con el fin de arrastrar batería y población del punto que había alcanzado a asumir tan importante papel en la guerra, resolvió enviar una poderosa escuadra al Río Negro.
El 28 de febrero de 1827 cuatro naves forzaron la barra. Una de ellas varó y se hundió pocos días después. Desde la batería de la boca se hostilizó a la fuerza invasora; pero sin resultado, dado la escasez de municiones. En esta acción los criollos perdieron dos soldados de la infantería negra del coronel Felipe Pereyra y un oficial corsario, el valiente Fiori, “a quien su bravura condujo a una muerte gloriosa”.
Durante seis días los imperiales actuaron con demora y desorientación, dando tiempo a Patagones a organizarse y a poner al fuerte en estado de defensa.
El 6 de marzo, a las 21, los brasileños echaron a tierra un grupo explorador a legua y media de la batería de la boca. Luego de un reconocimiento de la zona, el citado grupo se repliega hacia la costa donde permanecía embarcado el grueso de la expedición. Se supone que desde las 23, aproximadamente, los brasileños realizan las tareas de desembarco de una columna de infantería que tendrá por misión atacar el fuerte de Patagones. Después de las dos de la madrugada del día 7, dicha columna de infantería emprende la marcha en dirección al Carmen. Al principio mal conducida por su baqueano, se pierde en el monte, mas luego, retomando buen camino, aparece el Cerro de la Caballada al amanecer.
Carmen de Patagones esperaba a pie firme al invasor. En el monte, el subteniente mendocino don Sebastian Olivera y sus ochenta milicianos (chacareros, hacendados, artesanos y comerciantes, más los gauchos del baqueano José Luis Molina); en el río, los corsarios Jaime Harris, Soulin y Dautant y sus tripulaciones bajo las ordenes del Comandante Santiago Jorge Bynon y en el fuerte las mujeres, los niños y los viejos junto a la infantería negra del Coronel Pereyra, dispuestos todos a vender cara la vida y a defender hasta a la última gota de sangre el honor de la nación.
COMBATE DEL 7 DE MARZO 
Serían las 6:30 de la mañana cuando las armas invasoras brillaron al sol sobre el cerro. Nuestros buques les asestaron sus cañones y si bien sus tiros no hicieron blanco por la situación de la columna brasileña sobre uno de los flancos del paraje, expresaron elocuentemente la energía con que se había preparado la defensa.
Olivera, en tanto, realizaba desde su posición una descarga de fusilería que dejaba agonizante, en el suelo pedregoso, al jefe de la expedición imperial, Capitán Shepherd. La columna, agotada ya por la larga marcha de la noche anterior y sedienta, viéndose sin jefe, sintió quebrada su moral y comenzó a retroceder buscando su salvación en la costa del río; pero Olivera, en formidable carga de caballería, la arrolló y quitándole el recurso del agua al metió en el monte que, envuelto en llamas, era un verdadero infierno.
El arrojado subteniente mendocino, a cuyas órdenes peleaban el pueblo y los gauchos de Molina, se incorporaba ese día a los anales del Ejercito Argentino como una clara figura de epopeya.
En tanto esto ocurría en tierra, el comandante Bynon, viendo que la población no corría peligro ya, bajó sus naves en procura de la escuadra imperial, asaltando y rindiendo dos de sus tres buques: el bergantín Escudiera y la goleta Constancia.
Sólo la Itaparica, la esbelta corbeta, quedaba por tomar; era el último reducto de los invasores, pues su tropa terrestre ya había rendido sus armas al atardecer.
Bynon marinó con tropa republicana a los  dos barcos apresados y los incorporó a los cuatro vencedores: la Bella Flor (la capitana), del propio Bynon; la Emperatriz, de Harris; la Chiquinha, de Soulin, y el Oriental Argentino, de Dautant.
Con su escuadrilla así reforzada, el bravo marino galés se dirigió hacia al Itaparica y le intimó rendición. El comandante brasileño ordenó a sus hombres a responder a cañonazos; pero éstos no le obedecieron y debió rendirse sin otra condición que la de ser tratado como prisionero de guerra.
Tirados los ganchos y las escalas desde la Bella Flor, el primero que salta a la Itaparica es Juan Bautista Thorne, un valiente marino norteamericano, a quien correspondió también el honor de arriar el pabellón de combate brasileño.
Eran las 22 horas. Los postreros resplandores del incendio iluminaban el horizonte. Los cañones acallados, habían dejado un extraño silencio en el río y en los cerros, silencio que se hacía más profundo en el rítmico galopar de los cascos de un caballo. Era el mensajero de la victoria, Marcelino Crespo, un muchacho d e17 años que, en pelo, iba llevando al fuerte la noticia de la rendición de las tropas invasoras.
Hoy nos toca recordar los nombres de los gloriosos protagonistas de aquella hazaña. Que ninguno quede sin nuestra veneración.
Los extranjeros Bynon, Harris, Soulin, Dautant, Thorne y toda la oficialidad y tripulación de la escusdrilla corsaria y los bravos negros y el oficial Fiori, cuya sangre regó el suelo patrio, y los criollos Olivera, Pereyra, el alférez Melchor Gutiérrez y Molina y sus gauchos y los pobladores de ambas bandas, cuyos apellidos Guerrero, ocampo, Murguiondo, Pita, Araque, García, Cabrera, Guardiola, Crespo, Otero, Calvo, Ibañez, Pinta, Valer, Rial, Maestre, León, Martínez, Miguel, Román, Vázquez, Herrero, Bartruille, Alfaro, Alvarez, han servido para afirmar lo que puede un pueblo cuando se levanta en armas en defensa de sus libertades y de la integridad del solar nativo.
 “Siete banderas se tomaron a los invasores en al acción del 7 de marzo de 1827. El pueblo, henchido de entusiasmo y de agradecimiento, depositó los trofeos bajo la custodia de la Patrona, Nuestra señora del Carmen, dos de los cuales aún se conservan en la Iglesia Parroquial de Patagones.
Cuenta la tradición que Ambrosio Mitre, uno de los defensores cuando la invasión imperial, al día siguiente de ser depositadas las banderas en la capilla del fuerte, llevó a su hijo Bartolomé y a los pies de las mismas le hizo jurar eterno amor a la Patria.”